Capítulo 5

El almuerzo de negocios duró más de lo que Brandon había esperado. Fue hacia su suite, preparándose para el montón de mensajes urgentes que sabía que le daría Kelly en cuanto entrara. Tenía ganas de tirar los mensajes a la papelera, agarrar a Kelly y conducir por las colinas a un lugar donde esconderse el resto del día.

Soltó una risita al pensar que, teniendo en cuenta las cosas que habían hecho Kelly y él la noche anterior, era una suerte que parte de su cerebro siguiera intacto. La erótica imagen de su fantástico cuerpo desnudo sobre la cama asaltó su cerebro y tuvo que apretar los dientes para controlar la excitación. Pensaba volver a pasar la noche con ella; aunque perdiera la cabeza del todo, habría merecido la pena.

De vuelta en su despacho, revisó los mensajes. Tiró el de Bianca, una mujer con la que salía de vez en cuando, a la papelera. No necesitaba más distracciones.

Se obligó a concentrarse en el trabajo, pero Kelly invadía su mente al menor descuido.

Sus hermanos llegarían en dos días, el jueves, y todo entraría en ebullición. Habría varias reuniones de última hora, conferencias telefónicas de urgencia, inspecciones y ensayos antes de que comenzaran las festividades, el viernes. Ese día llegaría su madre con sus amigas, y también los primeros huéspedes oficiales del Mansion.

La lista de huéspedes incluía a numerosos amantes del vino, a un crítico de una prestigiosa revista de viajes, a varios amigos de los hermanos Duke y a un importante cargo estatal con quien habían hecho negocios. Y también al idiota del exnovio de Kelly, claro. Roger y compañía no llegarían hasta el lunes.

En parte, seguía atónito por haber accedido a ayudar a Kelly a recuperar al tipo. Si realmente pretendía llevarse a Roger a la cama, no dudaría en obstaculizarle el camino.

Brandon sabía que lo más inteligente sería considerar lo ocurrido como una aventura de una sola noche. Sabía que estaban jugando con fuego y no deberían seguir acostándose juntos. Y también sabía que era él quien debía poner el punto final, antes de que la cosa fuera a más. Kelly lo entendería; ya habían hablado del tema.

Pero cada vez que lo pensaba, cambiaba de opinión. La deseaba demasiado. También sabía que ese sentimiento perdería fuerza. Cuando ocurriera, Kelly y él volverían a ser compañeros de trabajo y el aspecto sexual de su relación terminaría amigablemente. Sin líos ni complicaciones.


Por la noche, Brandon convenció a Kelly para que fuera a cenar con él a un agradable restaurante italiano en Napa. A los dos les apetecía escapar del hotel durante unas horas. Durante la comida hablaron de asuntos de negocios y familia. Kelly le habló a Brandon de sus hermanas y sus familias, y Brandon mencionó que su madre tenía el proyecto de buscar al hermano de su difunto esposo.

– El marido de Sally, William Duke, tenía un hermano, Tom -explicó Brandon-. Cuando sus padres murieron, enviaron a los chicos a un orfanato de San Francisco.

Kelly asintió mientras se servía alcachofas, pimientos y calabacín a la plancha.

– Sally me dijo que su esposo fue la razón de que quisiera adoptaros a los tres.

– Así es. El sueño de Bill era devolver simbólicamente lo que había recibido adoptando él a otros niños, pero murió antes de poder cumplirlo.

– Me alegra que Sally lo cumpliera por él.

– Doy las gracias al cielo por ello a diario -Brandon sonrió y tomó un sorbo de vino.

– ¿Ha sabido algo del hermano de Bill?

– Aun no. Por lo visto, el orfanato no era muy agradable y los chicos se escaparon unas cuantas veces. Bill fue adoptado y su hermano siguió allí. Años después, cuando Bill tuvo edad suficiente para buscarlo, descubrió que el orfanato se había incendiado y todos los registros se habían perdido.

– Eso es terrible. ¿Sabe Sally si el hermano de Bill sobrevivió?

– Sí. Tom ya tenía dieciocho años cuando se produjo el incendio, no estaría allí. Pero Bill lo buscó sin éxito. Su esperanza era que Tom hubiera sido adoptado y cambiado de apellido.

– Eso espero -dijo Kelly-. Por favor, dile a Sally que puedo ayudarla si necesita a alguien que investigue. Sabes que me gustan los retos.

– Gracias, Kelly -le sonrió-. Se lo diré.


– Ha sido divertido -dijo Kelly, mientras volvían hacia el hotel-. Y la pasta estaba deliciosa. Estoy llenísima.

– Sí, yo también -dijo Brandon-. Me alegro de que hayamos podido escaparnos un rato. Ya no habrá oportunidades de hacerlo.

– Lo sé -Kelly miró el cielo tachonado de estrellas. La luna llena iluminaba el camino-. Hace una noche preciosa.

– Y aún hace calor -comentó Brandon-. Es la noche perfecta para darse un baño.

– No creo que haga calor como para eso.

– Hace el suficiente para lo que tengo en mente -le agarró la mano-. Ven conmigo.

Intrigada, Kelly le permitió que cambiara de dirección y la condujera hacia la casa del propietario, en la que se alojaba él. La cómoda casa había sido construida en la colina, bajo el edificio principal. Era grande, con dos dormitorios, techo abovedado y chimenea en la sala de estar. Unas puertas de cristal daban paso a un bonito patio enmarcado por una pared de arbustos, flores y olivos. A un lado había un jacuzzi para dos.

Kelly miró a su alrededor. La espesa vegetación garantizaba una intimidad absoluta.

– Es precioso -dijo, mirando a Brandon.

– Eso creo yo -pulsó un botón, y Kelly vio, sonriente, cómo la superficie del agua empezaba a burbujear.

Brandon le quitó la chaqueta, la dobló y la dejó sobre una hamaca. Kelly hizo lo mismo con la de él. Se desvistieron rápidamente y entraron en el agua caliente y burbujeante.

– Oh, es una delicia -dijo ella, sumergiéndose hasta los hombros.

Brandon se sentó en el escalón y la atrajo para colocarla en su regazo, de cara a él.

– Sí, definitivamente es una delicia -puso las manos en sus mejillas y se inclinó para besarla.

Cuando sintió sus labios, la mente de Kelly se vació de todo pensamiento y se centró en el hombre. Él se tomó su tiempo, besándola, acariciándola con manos y lengua. Ella flotaba en un mar de placer, ingrávida en sus brazos.

– Eres bellísima -tomó sus senos en las manos e inclinó la cabeza para besar uno y luego el otro.

– Brandon -susurró ella.

– Quiero hacerte el amor.

– Sí.

Él se puso de pie en el agua, y ella se aferró a su cintura con las piernas. La deslizó lentamente sobre su miembro, hasta el final. Ella lo sintió tan dentro, tan profundo, que se preguntó si alguna vez volvería a sentirse tan completa. Después, él agarró su trasero y apretó con suavidad, provocándole una oleada de placer. Gritó cuando él empezó a moverse en su interior, más fuerte y más rápido, profundizando más y más. Se movió con él mientras las sensaciones pulsaban e irradiaban desde su centro hacia el exterior, removiendo cada átomo de su cuerpo y de su alma.

Deslizó las manos por los abultados músculos de su espalda, mientras sus poderosas caderas seguían empujándola, llevándola hacia el clímax. Sintió que su cuerpo se fundía con en el de él que, con un gruñido gutural, se dejó ir, lanzándose a un abismo de puro éxtasis.


* * *

Al día siguiente, Kelly empezó a comprender que su Plan Roger tenía fallos. Según pasaban los días, el plan de vengarse de Roger perdía más y más importancia. Eso era bueno porque necesitaba olvidarse de Roger de una vez por todas.

La verdad era que, en los últimos días, cuando buscaba en su mente, corazón y alma indicios de la tristeza que había sentido desde que Roger rompió con ella, no los encontraba. Eso era asombroso, y sabía que tenía que agradecérselo a Brandon. Él la había hecho ver que Roger estaba equivocado; era perfectamente capaz de atraer a un hombre.

Pero desde que Brandon pasaba las noches en su cama, había empezado a aparecer en sus sueños durante las horas de trabajo. Si no tenía cuidado, acabaría suspirando como una adolescente cada vez que él pasara junto a su escritorio.

No podía olvidar que habían establecido normas básicas y que estaba prohibido enamorarse de Brandon Duke. No solo no funcionaría, encima acabaría perdiendo un empleo que adoraba.

Si se descubría deseando que Brandon y ella pudieran estar juntos de verdad, no tenía más que mirar su agenda de contactos personales y contar el número de mujeres a las que había dejado en los últimos dos años, sin ofrecerles más que un regalo de despedida. Kelly había sido la encargada de comprar y enviar la mayoría de esos regalos.

Sacudió la cabeza y volvió al trabajo. Tenía mucho que hacer y tenía que ganarse el sueldo.


– ¡Es horrible! -exclamó el primer chef, Jean Pierre, curvando los labios con asco.

– ¿Estás loco? Es el mejor Montepulciano producido en la Toscana en los últimos cincuenta años -contrapuso Antonio Stelline, el sumiller.

– Italiano -masculló Jean Pierre con desdén-. Ya se entiende, ¿no?

– ¿Qué quieres decir con eso, franchute?

Era jueves por la mañana y Brandon llevaba una hora mediando entre su autocrático primer chef, Jean Pierre, y Antonio, el brillante sumiller que había contratado recientemente. Habían entablado una lucha de poder respecto al maridaje del menú de degustación del sábado por la noche. Brandon salió de la reunión sintiéndose como el rey Salomón por haber negociado una solución razonable, si bien habían añadido tres vinos al menú, y habría que reimprimirlo de inmediato.

Un rato después llegaron Cameron y Adam con sus esposas. Brandon había adjudicado a cada pareja una casita con vistas al valle, chimenea y patio con jacuzzi. Trish y Julia podrían disfrutar de masajes y limpiezas de cutis mientras él y sus hermanos se reunían con los principales directores.

Esa noche, Brandon invitó a sus hermanos a cenar en el comedor del hotel. Intentó convencer a Kelly para que los acompañara, pero ella alegó que tenía asuntos personales que atender. Él no supo si decía la verdad, pero aceptó la excusa. Después, durante la excelente cena, se esforzó por no pensar en ella y en que la echaba de menos.

– Ojalá Kelly hubiera cenado con nosotros -comentó Trish, la esposa de Adam, cuando pedían los postres-. Espero que no estés haciendo que trabaje hasta tarde.

– En absoluto -dijo Brandon-. La invité, pero dijo que tenía asuntos personales que resolver.

– No la culpo -Cameron encogió los hombros-. Al fin y al cabo, ¿quién elige cenar con su jefe?

– Está guapísima -dijo Julia tras tomar un sorbo de vino-. ¿Qué se ha hecho?

– Algún tipo de cambio de imagen -Brandon movió la cabeza con desconcierto-. No sé por qué. ¿Quién entiende esas cosas?

– A las mujeres les gusta cambiar de imagen. Es divertido -Trish se rio.

– Si tú lo dices… -Brandon la miró con escepticismo-. La verdad, adoro a las mujeres, pero nunca entenderé por qué hacen las cosas.

– Los hombres, en cambio, somos un libro abierto -apuntó Adam, sonriente.

– Exacto -exclamó Brandon-. Ni juegos, ni subterfugios, ni cambios de imagen.

– Kelly fue a Orchids, ¿verdad? -le preguntó Julia a Trish.

– Eso es -confirmó Trish-. Se supone que es fabuloso. ¿No fue Sally el año pasado? Recuerdo haberla oído decir maravillas sobre el masaje de algas, un día que estábamos en la piscina.

– ¿Mamá fue a un centro termal? -preguntó Brandon, incrédulo.

– Sí. El verano pasado, con Bea y Marjorie -contestó Trish.

– ¿Al mismo al que ha ido Kelly? -Brandon sintió un escalofrío en la espalda.

– Eso creo. Pregúntaselo.

Brandon contempló a la esposa de Adam masajear su voluminoso vientre. Pensó en el bebé de ocho meses que esperaba allí dentro, listo para salir y ser mimado por tías, tíos y abuelas.

– Dios -dijo Trish-, me encantaría pasar una semana entera recibiendo masajes y cuidados.

– Suena divino -Julia dejó escapar un suspiro.

Siguió escuchando a sus cuñadas alabar el centro que su madre había recomendado a Kelly. Hacían que sonara como un reino mágico donde los sueños se hacían realidad.

– ¿Qué tiene para ser tan fantástico?

– Oh, hay todo tipo de masajes, claro -dijo Julia-. Aquí tenéis varios, junto con los baños de lodo y clases de yoga. Pero este sitio está diseñado solo para mujeres, y aunque hay actividades deportivas, como senderismo y montar a caballo, se concentran en todos los aspectos del cuerpo y mente de una mujer. Te miman desde que entras al vestíbulo. Pero eso no es lo mejor.

– Sigue -dijo Brandon, tras mirar a sus hermanos, que parecían tan perplejos como él.

– Ofrece cambios de imagen radicales -explicó Trish-, que incluyen estilismo del cabello, pautas de maquillaje y consejos sobre cómo vestirse, sugiriendo los colores y formas que mejor se adecuan a cada cuerpo.

– Y no podemos olvidar las comidas -añadió Julia-. Sirven porciones de solo cincuenta calorías.

– Por eso yo no aguantaría más de un fin de semana -dijo Trish, riéndose.

– Ni tú, ni yo -afirmó Julia.

Brandon había oído suficiente. Ahora que sabía que su propia madre había aconsejado a Kelly con respecto a la tontería del cambio de imagen, tenía que plantearse la posibilidad de que su madre viera a Kelly como su siguiente proyecto casamentero.

Tenía sentido. Sally clamaba que quería ver a sus tres hijos casados y con prole. Había cumplido dos tercios de su objetivo. Solo faltaba Brandon.

Pero Kelly no conocía sus tejemanejes y se había dejado manipular hasta el punto de pasar dos semanas de vacaciones donde Sally le había recomendado.

Kelly había vuelto de las vacaciones como una mujer nueva. Y, sorpresa, eso había marcado el principio de una aventura que, en contra de su buen juicio, no quería que acabara. Brandon frunció el ceño. Si su madre creía que Kelly lo llevaría al altar gracias a un cambio de peinado y un nuevo vestuario, se equivocaba.

Kelly le había dicho que el cambio de imagen era para recuperar a Roger, ¿le había dicho la verdad?

– No me gusta nada esa mirada -dijo Adam, estudiando su rostro.

– Peor para ti -Brandon tomó un sorbo de vino.

– ¿Qué pasa por esa cabeza tuya? -preguntó Cameron-. Tienes pinta de estar a punto de empezar a masticar clavos.

– Estoy a punto de empezar a masticar algo, sí.


Llamaron a la puerta y Kelly sintió un cosquilleo en el estómago. Había pasado una noche tranquila, leyendo y viendo la televisión, segura de que con su familia allí, Brandon no pasaría más noches con ella. Lo había aceptado y tendría que estar agradecida toda su vida por las maravillosas noches que habían compartido.

Pero él estaba allí y ella burbujeaba de alegría. Era absurdo. Tenía que calmarse. No podía comportarse como una colegiala cada vez que lo viera. Además, probablemente él venía a confirmarle que no volverían a dormir juntos.

Inspiró varias veces y se obligó a ir hacia la puerta con paso tranquilo.

– Brandon. No creí que fuera a verte esta noche.

– Necesito preguntarte algo -dijo él, entrando.

– Claro, lo que sea. ¿Disfrutasteis de la cena?

– ¿Qué? Ah, sí. Fue fantástica. Jean Pierre se superó a sí mismo.

– Me alegro. Me gustó ver a Trish y a Julia. Son guapísimas, y tus hermanos parecen muy felices.

– Tú también eres guapísima -dijo él.

– Gracias.

– Lo digo en serio -examinó sus rasgos-. Siempre lo fuiste, pero supongo que no me había dado cuenta. Eres una belleza, Kelly.

– Brandon, ¿qué ocurre? ¿Qué ha pasado?

– Nada -dio unos pasos por la habitación y volvió a su lado-. Deja que te pregunte algo. ¿Te sugirió mi madre lo del cambio de imagen?

– ¿Tu madre? Cielos, no. ¿Por qué?

– ¿No fuiste al mismo lugar al que fue ella hace más o menos un año?

– Bueno, sí -fue hacia la cocina, llenó un vaso de agua y dio un trago-. Tu madre me recomendó Orchids cuando le dije que buscaba un centro termal donde poder… -se detuvo y miró a Brandon-. ¿A qué viene todo esto?

Él paseó de un lado a otro, como un animal enjaulado. Después se detuvo y la miró de nuevo.

– ¿Seguro que mi madre no sugirió que te iría bien un cambio de imagen?

– Cielos, Brandon -Kelly parpadeó-. Tu madre es la mujer más dulce del mundo. Nunca me diría algo así.

– ¿Estás segura?

– Claro que estoy segura. Solo me recomendó un sitio cuando le pedí consejo.

– De acuerdo, bien -aceptó él, que no había dejado de mirarla ni un segundo.

– Me asombra que pienses tan mal de tu madre.

– Eh -alzó la mano para detenerla-. Créeme, quiero a mi madre y no pienso mal de ella. Pero sé que ha manipulado una o dos situaciones, y me preocupaba que te hubiera dado algún consejo no solicitado.

– Pues no te preocupes por eso. Mencioné que quería arreglarme el pelo y… bueno, otras cosas, y tú madre me dio el nombre del centro que había visitado ella. El resto fue cosa mía.

– Me alegra oírlo -aceptó él, aparentemente satisfecho. Ella comprendió que estaba raro y no le sacaría ninguna explicación.

– ¿Quieres una copa de vino o algo?

– Sí, algo. Ven aquí -extendió los brazos y la atrajo contra su cuerpo. Acarició su espalda lentamente, provocándole escalofríos.

– No íbamos a hacer esto más, ¿recuerdas? -apuntó ella, apoyando la mejilla en su hombro.

– Sí, eso creía -farfulló-. Pero he cambiado de opinión. Solo esta vez. ¿Te parece bien?

– Oh, sí, más que bien -murmuró ella, que entre sus fuertes brazos se sentía como en casa.

– Te eché de menos en la cena, ¿sabes? -dijo él.

– Oh, Brandon -parpadeó para que no viera el brillo de las lágrimas que habían provocado esas dulces palabras-. No quería interferir en el tiempo que pasas con tu familia.

– No estarías interfiriendo -puso un dedo bajo su barbilla y ladeó su rostro para mirarla a los ojos-. Mi familia es genial, pero habría sido más divertido si tú hubieras estado allí.

– Bueno, ahora estamos juntos -le sonrió, complacida-, así que vamos a aprovecharlo.

– Nena -dijo él, conduciéndola hacia la cama-. Creí que no ibas a decirlo nunca.


La mañana siguiente empezó el ajetreo. Los primeros huéspedes llegaron a mediodía, excitados por formar parte de la esperada gran inauguración.

La ceremonia oficial fue un ejemplo de precisión, estilo y alegría. Brandon, que observaba cómo se desarrollaba todo, se sintió orgulloso de sus empleados, que estaban dando lo mejor de sí mismos. Tanto que Brandon empezaba a sentirse innecesario. Y era una sensación fantástica.

Además, el encargado de reservas le había dicho que el hotel ya estaba completo para toda la temporada. El Mansion pronto sería el destino de moda en Napa Valley. Brandon confiaba en poder irse de allí en una semanas, dejando la tarea de dirigir el pequeño y lujoso hotel en manos de los expertos que había contratado.

A principios de la tarde llegaron su madre y sus dos amigas. Brandon las recibió a la llegada de la limusina y las llevó al vestíbulo.

– Oh, es precioso, Brandon -dijo Sally, mientras ella y sus amigas miraban a su alrededor.

– Me encantan los colores -dijo Marjorie.

Él conocía a las dos mejores amigas de su madre, Beatrice y Marjorie, desde hacía más de veinte años; eran casi como sus tías favoritas. Además, Marjorie había dirigido el departamento de recursos humanos de Proyectos Duke durante varios años.

– Estoy deseando hacer el tour «de la viña al barril» -dijo Beatrice-. ¿Podremos probar las uvas según vayamos recogiéndolas?

– ¿No preferirías probar el producto final? -le preguntó Sally.

– Eso también -Beatrice sonrió.

– Puedes hacerlo todo -dijo Brandon-. Vamos a ocuparnos del equipaje e instalaros, después podéis elegir las actividades que queráis.

– Yo quiero una cata de vino -dio Sally.

– Oh, yo también -corroboró Marjorie. Beatrice asintió con entusiasmo.

– Entonces os enseñaré vuestra suite para que podáis empezar -dijo Brandon sonriente.


Dos horas después, Brandon había concluido una breve reunión con sus hermanos y el personal del restaurante. Adam había ido a su habitación a ver cómo estaba Trish, que se había echado la siesta; Cameron y Julia se habían servido copas de vino y habían ido a disfrutar de la puesta del sol dando un paseo por los viñedos.

Brandon iba de camino a su despacho cuando vio a Marjorie y a Bea en la tienda de regalos que había enfrente del mostrador de recepción. Marjorie sujetaba una caja de bombones y Bea una botella de vino tinto, y hablaban con el dependiente. Sonrió, imaginándoselas discutiendo cuál sería el mejor vino para beber con chocolate. Su madre no estaba en la tienda. Un movimiento captó su atención y la vio en la terraza, charlando animadamente con Kelly.

Durante un momento disfrutó de la imagen de la corta falda de Kelly moviéndose al viento, mientras se preguntaba qué llevaría debajo. Tuvo la esperanza de que fuera otro tanga, y se permitió imaginar la sensación del encaje en su sedosa…

– Hola, madre -saludó desde detrás.

– ¡Oh! Brandon, no te había oído -Sally se dio la vuelta.

– ¿De qué hablabais? -preguntó él.

– Le estaba diciendo a Kelly que tiene un aspecto fantástico -replicó Sally-. ¿No te parece?

– Sí, genial -dijo Brandon cauteloso-. ¿Y qué?

– ¿Te encuentras bien, cariño? -Sally le lanzó una mirada perpleja.

– Seguramente se está preguntando qué hago fuera de la oficina -dijo Kelly-. Así que más me vale volver. Ha sido un placer verla de nuevo, señora Duke.

– Lo mismo digo, Kelly -le dio un abrazo rápido-. Te veré mañana por la noche, si no antes.

– Hasta entonces -se despidió Kelly, poniendo rumbo hacia la oficina.

– ¿Qué pasa mañana por la noche? -preguntó Brandon con cautela.

– Kelly cenará con nosotros.

– Mamá, ¿qué estás haciendo? -frunció el ceño.

– No te entiendo -enderezó los hombros y le miró a los ojos-. Kelly hace tanto por nosotros que me pareció que sería un detalle invitarla. La verdad, me sorprende que no la invitaras tú.

– Mira, mamá, Kelly es genial, pero no quiero que juegues a hacer de celestina entre ella y yo.

– ¿Celestina? -lo miró con expresión atónita.

Pero Brandon sabía que su madre era una excelente actriz cuando quería serlo.

– Puedes negarlo cuanto quieras, pero sé que has intentado conseguir casarnos a los tres -cruzó los brazos sobre el pecho, serio-. Has tenido éxito con Adam y Cameron, pero no lo tendrás conmigo. No conseguirás que me declare a Kelly, así que más de vale dejarlo ya mismo.

– ¿Declararte? -parpadeó-. ¿A Kelly? -lo miró asombrada unos segundos, después se echó a reír. Y siguió riendo hasta quedarse sin aliento-. Ay, Dios, hacía años que no me reía así.

– ¿Qué es lo que tiene tanta gracia, mamá?

– Oh, cielo, venga. ¿Tú? ¿Casarte con Kelly? Eso es ridículo.

– ¿Ah, sí? -dijo él con tono retador.

– Brandon, cielo, te quiero mucho, ¡pero nunca le haría eso a Kelly! -volvió a reírse.

– ¿A Kelly? -le tocó a Brandon sorprenderse-. ¿Y yo qué?

– Sobrevivirás -dijo ella, dándole una palmadita en el brazo-. Kelly y tú haríais una pareja horrible.

– No creo -protestó indignado. Movió la cabeza, pensando que estaba intentando atraparlo-. Es decir, sí. Es decir… ¿por qué lo dices?

– Kelly es un encanto y sería un placer y un honor tenerla como nuera, pero no ocurrirá nunca -le sonrió con paciencia-. No encajáis. Ella es demasiado romántica.

– No sé si estoy de acuerdo -dijo él, midiendo sus palabras; Sally ya le había engañado una vez.

– Sí lo es, cielo -dijo Sally-. Kelly ha sufrido y aún tiene el corazón dolido. Quiere el sueño, Brandon, ese «felices para siempre».

– La mayoría de las mujeres quieren eso, creo -admitió él, filosófico.

– Sí, y tú has dejado muy claro que no tienes ninguna intención de darle eso a ninguna mujer.

– Cierto -admitió él con una mueca.

– Entonces, ¿por qué iba a querer emparejar a Kelly contigo?

– No lo sé. ¿Por qué ibas a hacerlo?

– Exacto, ¡no lo haría! -exclamó ella triunfal, poniendo fin a la conversación. Le dio otro abrazo y le palmeó la espalda como si fuera un niño listo-. Las chicas y yo nos vamos a cenar a Tra Vigne, ya te veremos por la mañana -se despidió.

Él se quedó allí preguntándose cómo había conseguido vencerlo en esa conversación.

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