CAPITULO 10

El cuerpo de Jack se endureció al imaginar las suaves manos de Mallory en su tensa erección.

– Sé que quedaste satisfecha.

– Típico comentario de hombre -rio ella. -Vamos. Dame el aceite. No podemos permitir que saques ese cuerpo al sol sin una protección adecuada.

– Cuidado, está resbaladizo -le pasó el bote de aceite.

Le rozó los dedos adrede antes de cerrarlos alrededor del cuello del frasco de un modo que le demostraba que sabía cómo manejar un apéndice resbaladizo.

Luego, lo llamó con un dedo.

Jack contuvo un gemido.

– ¿Estás segura de que deseas continuar en la cama?

– No voy a dormir aquí -se encogió de hombros-; solo hago realidad unas fantasías. Deja de ganar tiempo, Jack -se apoyó en el cabecero, abrió las piernas y palmeó el espacio intermedio.

Aunque el pareo le cubría todo, la imaginación de Jack y los recuerdos que ella había mencionado eran vividos. Al acomodarse en la «V» receptiva de las piernas de Mallory, recordó la cálida humedad alrededor de la mano y los delicados suspiros de satisfacción de ella.

– Relájate -las manos lubricadas lo aferraron por los hombros. -Solo voy a protegerte de esos intensos rayos de sol de los que hemos hablado.

Él cerró los ojos y la dejó trabajar. Disfrutó de los masajes que le ofreció en los hombros y la espalda. Comenzaba a relajarse tal como le había solicitado… cuando los dedos se deslizaron por su estómago y se demoraron, con bs palmas extendidas sobre la caja torácica, a pocos centímetros de su pecho.

Contuvo el aliento.

– ¿Qué pasó con relajarse? -le susurró Mallory al oído, potenciándole la erección.

– Bromeas, ¿verdad? ¿Quieres que me relaje cuando una mujer hermosa me tiene en sus brazos?

Las manos de Mallory se aquietaron y los brazos se tensaron en torno a su torso.

– ¿Me consideras hermosa?

La vacilación en su voz le conmovió el corazón.

– ¿Cómo puedes no saberlo?

Ella rio y Jack sintió que si se daba la vuelta, vería más emoción que la que era capaz de resistir.

– Para empezar, lo reconociste en el restaurante cuando dijiste que no habrías esperado enamorarte de mí a primera vista.

– No lo decía en ese sentido.

– No lo tomé como un insulto. Reaccionaste de la forma exacta en que quiero que la gente reaccione conmigo. Soy Mallory, la reina de hielo del bufete. Me levanto por la mañana, me recojo el pelo, me echó agua fría en la cara y salgo por la puerta con trajes conservadores y zapatos sensatos.

– Y ahora sé por qué. Lo que desconozco es por qué continúas. Eres una mujer inteligente. ¿Por qué interpretar ese papel cuando no necesitas probarte ante nadie? Y no me digas que es porque es tu verdadero «yo», ni empieces a jugar con cuál de las dos Mallorys es la real, ¿de acuerdo? Si pensamos en lo que acabamos de hacer, puedes responder a esa única pregunta -sintió que se movía incómoda.

– Tengo mis motivos.

– No es suficiente.

Ella empezó a apartarse, a retraerse.

– No te vayas.

Se detuvo, pero luego se relajó detrás de él. Jack se echó para atrás con el fin de que sus pieles se tocaran. Quería sentirla y sabía que mantener un contacto físico era la única manera de conseguir una respuesta sincera.

– ¿Porque después de años de interpretar el papel tú tampoco conoces ya a tu verdadero yo? -aventuró cuando ella permaneció en silencio.

– Quizá -guardó silencio unos momentos. -Hay una parte de mí a la que le encanta lo que hago. Que no cree que mi vida ha sido un gran sacrificio. No estoy lista para dar una fiesta de compasión, así que tampoco tú te pongas sensiblero conmigo.

Él rio.

Por ti siento muchas cosas, cariño. Y la compasión no figura entre ellas.

Mallory se deslizó hacia delante hasta que sus pechos empujaron con insistencia la espalda de él.

– Juega limpio -advirtió Jack. -Tus padres te pusieron en este camino, así que ¿cuál es el papel que desempeña tu madre en esto? -echó las manos atrás y le apretó las muñecas, la única re afirmación silenciosa que podía ofrecerle.

– Ama a mi padre. La decepción de él fue su decepción. ¿Tenemos que hablar de esto cuando hay tantas otras cosas que podríamos hacer? -le pasó las uñas por la espalda en un gesto abiertamente provocativo.

– Hablas con alguien que ha convertido en un arte evitar tratar con sus padres -después de la revelación que le había hecho, sentía que se lo debía.

Además, entendía muy bien lo que se sentía al tener una infancia do lo ros a que afectaba al presente. Desde luego, en el caso de Jack, al menos uno de sus padres se hallaba orgulloso de sus logros. Los de ella habían subestimado a una niña de la que deberían haber estado orgullosos, y creado a una mujer que desconocía su propia valía.

– Eres hermosa -podía ofrecerle una infusión honesta de verdad a cambio de las fantasías que había creado para él.

Ella soltó un suspiro de incredulidad.

– Me he mirado en un espejo, Jack.

Otra vez esas contradicciones.

– No te muevas -sacó las piernas de la cama y se dirigió a un rincón de la habitación, donde un espejo de cuerpo entero se erguía en su marco de hierro. Lo empujó hasta dejarlo al pie de la cama.

– ¿Para qué es eso? -Mallory lo observó con reticencia.

– Antes de que continuemos con el tema de la playa, quería dejar perfectamente claras algunas cosas entre nosotros -después de fijar el espejo, se situó detrás de ella, le aferró los hombros y la volvió para que no le quedara más alternativa que mirarse. -Echa un vistazo y memoriza lo que ves. Porque la próxima vez que dudes, quiero que te mires en un espejo y te veas a través de mis ojos.

Mallory se miró e hizo una mueca. Como si le quedara otra alternativa con la maldita cosa ante sus narices.

– Porque yo veo a una mujer bien satisfecha.

Ella estuvo de acuerdo. En el rostro acalorado, vio que los resultados del orgasmo no habían disminuido. Tenía las mejillas encendidas y los ojos aún brillantes.

El regresó al espejo y se dio la vuelta, apoyando una mano en el marco de metal.

– Pero también veo a una mujer hermosa, por dentro y por fuera.

Ella esbozó una sonrisa agradecida pero abochornada.

– Se le dan bien las palabras, abogado.

– La verdad es la verdad -movió la cabeza. -Nadie se ha molestado nunca tanto por mí. Tú sí. Dos veces.

– Ahora que has sacado el tema de otras mujeres, tiene que haber alguien en tu vida que quiera esforzarse por complacerte -no quería oír los detalles, pero si anhelaba conocerlo mejor, su vida privada también era importante.

– Nadie que cuente.

Por el tono solemne, se dio cuenta de que el tiempo que pasaban juntos significaba más para él que una aventura de una noche, y eso la satisfizo.

– Si puedo hacerte sonreír, con eso me basta.

– Es exactamente a lo que me refiero, Eres hermosa por dentro y por fuera. Me acabas de demostrar lo primero. Y esos ojos y labios increíbles son prueba de lo segundo.

– Gracias -repuso con sencillez, bajando la cabeza.

– El placer ha sido mío, pero no solo mío, espero -ladeó la cabeza y puso expresión arrogante para provocarla.

A pesar de todos los preparativos, era ella quien recibía placer y quien empezaba a enamorarse de Jack Latham, un hombre generoso con quien no tenía futuro. Se pasó una mano por la cara mientras aceptaba los efectos a largo plazo de esa noche.

Jamás volvería a ver una playa sin pensar en él. Jamás volvería a inhalar el aroma fragante de aceite de coco sin recordar cómo sus manos le proporcionaban un placer inmenso. Se había tomado molestias por ella y quería devolverle el gesto.

– ¿Llegaste a pensar que te dejaría ir cuando aún queda medio bote de aceite? -recogió el frasco y lo agitó en el aire. -Ya casi es hora de ir al agua -señaló las puertas correderas donde el exterior los llamaba.

El sol se había ocultado detrás del horizonte. Mallory sabía, por la noche que ya había pasado en la cabaña, que la playa no tardaría en quedar desierta. Podrían compartir un paseo a la luz de la luna sin ser interrumpidos. «O nadar desnudos», indicó una voz perversa en su cerebro.

Jack enarcó una ceja.

– Dios me libre de negarte el placer.

Ella puso los ojos en blanco y soltó un suspiro exasperado.

– Ven aquí y aprende todo de ese espejo al que pareces tan aficionado.

Se unió a ella en la cama.

– Soy todo tuyo, cariño.

Deseó que fuera verdad, aunque de inmediato acalló ese sentimiento.

– Boca abajo, la cabeza aquí -palmeó el extremo de la cama y Jack se estiró.

Mallory se acomodó sobre la zona lumbar de él. Le sujetó la cintura con los muslos y el calor que irradiaba fue directamente desde sus piernas hasta su núcleo.

Él gimió.

Ella tensó aún más las piernas.

Su intención había sido provocarlo, pero terminó atormentándose a sí misma. Cada vez que estaban juntos, era más profundo e íntimo que la última vez. Se preguntó si en algún momento recuperaría el control que tanto anhelaba.

Puso a un lado la realidad, hizo acopio de valor, apoyó las manos en los hombros de él y se dedicó a mover las caderas en una oscilación circular.

Jack cerró los dedos en la colcha que tenía bajo el cuerpo. Sentir las piernas de Mallory alrededor de la cintura lo excitaba más allá de cualquier cosa soñada. Su calor femenino, pegado contra la espalda desnuda, alimentaba el deseo. La erección le palpitó contra el colchón y el corazón le martilleó en el pecho.

Quiso tumbarla, levantarle el pareo y enterrarse en su cuerpo ardiente y húmedo. El problema era que sabía que tenía las emociones demasiado a flor de piel y que liberaría algo más que energía sexual acumulada.

Buscando una distracción de las sensaciones intensas que Mallory despertaba, miró el espejo. Lejos de encontrar lo que buscaba, halló el paraíso. Gracias al cristal que tenía delante, no solo podía sentir la prensa de los muslos de Mallory, sino que también podía verlos.

El cuerpo le brillaba por el aceite de coco. Alzó la vista. El cabello oscuro le caía por los hombros, pero los ojos le refulgían mientras seguía sus movimientos en el espejo. De hecho, ver el juego de placer sexual que le cruzaba la cara mientras lo cabalgaba despertaba en él los instintos más carnales y básicos, Y cuando sus miradas se encontraron en el cristal, estuvo perdido.

Jack supo que no podría soportar la continuación del masaje sin avergonzarse en el proceso.

– ¿Qué te parece si nos vamos a nadar? -la voz le sonó áspera a los oídos.

– Estupendo -ella también pareció demasiado ansiosa de escapar de él.


Jack despertó con un gemido. Se estiró, bostezó y se puso a hacer unas flexiones de brazos antes de bajar. Pero ni siquiera el sol de la mañana que iluminaba el restaurante pudo ayudar a despertarlo. Otra vez había acompañado a Mallory hasta su habitación después de separarse de mutuo acuerdo al finalizar el paseo en la playa. Nunca antes había deseado tanto estar con una mujer.

Debería haberle cedido el control y satisfecho el anhelo que solo ella inspiraba. El único motivo que tenía para apartarla era el miedo. El temor a meterse demasiado hondo, algo que nunca antes lo había preocupado, pero sí en ese momento.

Aunque no lo suficiente como para permanecer lejos de ella.

– Tenemos que dejar de encontrarnos de esta manera.

La suave voz de Mallory en su oído lo sobresaltó. Miró por encima del hombro antes de que rodeara la mesa y ocupara el sitio habitual frente a él.

– No podía dormir -continuó ella-, y me fui a dar un paseo por la playa.

Miró los pantalones a medida de Mallory, remangados en el bajo, y la ligera blusa de color lavanda.

– ¿Vestida de esa manera?

– No empieces -rio.

– No me atrevería -adelantó el torso. -¿Te ha dicho alguien que se te ve más sexy cuando no intentas serlo?

– No deberías provocarme a plena luz del día -bromeó, aunque con voz suave. -Mientras tenga que mantener las apariencias, te agradecería que no volvieras a cuestionarlo -él asintió. -Y te agradezco que seas tan servicial -calló, frunció los labios y sopló el café antes de beber un poco.

Él bebió agua y sintió un movimiento cálido contra la pierna. Pasó un segundo antes de darse cuenta de que el contacto no era accidental sino una caricia deliberada del pie de Mallory en su pierna desnuda.

Alzó la vista y la vio leyendo el menú, aunque sonreía sin poder contenerse.

Enganchó un pie en su pantorrilla y le separó las piernas; luego, acomodó el arco contra su muslo. Tenía los dedos peligrosamente cerca de dar en el blanco.

– Mallory -incluso él reconoció el tono de advertencia.

– ¿Mmm? -lo miró con los ojos muy abiertos.

– ¿Qué te parece si recuerdas esas apariencias de las que me hablabas? -pero al parecer solo la preocupaban las apariencias, porque por debajo de la mesa, donde nadie podía verla, había tomado el mando su lado más pícaro.

Ella se encogió de hombros.

– Mira a tu alrededor, Jack. Nadie me presta la más mínima atención. He conseguido uno de mis objetivos -una sonrisa inesperada iluminó su cara. -Y ahora voy a conseguir otro -movió el pie con provocación, excitándolo.

Jack no podía hablar para no abochornarse con un gemido, y tampoco podía cambiar de postura sin ofrecerle mayor acceso. Trató de concentrarse en otra cosa.

– ¿Recuerdas esa tensión que anoche no me permitiste aliviar? -ronroneó Mallory.

Lo recordaba muy bien. Esa misma tensión había vuelto a crecer en su interior.

– Buenos días -saludó La voz atronadora de Paul Lederman en el salón tranquilo. -¿Les importa si me uno a ustedes?

Jack no podía responder, ni aunque en ello le fuera la vida.

– Por favor -indicó Mallory, hablando por él. Pero no quitó el pie de donde estaba.

– Espero que haya tenido un buen viaje -Jack se movió en el asiento, sin lograr soslayar La presión del arco del pie de Mallory en la entrepierna ni la descarga de calor que dejaba a su paso.

– El mejor -Lederman eligió el asiento junto a Mallory.

Al menos de ese modo Jack no tendría que preocuparse de que La pierna diera en el blanco erróneo, aunque aún necesitaba espacio para respirar o estallaría como una granada.

– Quiero comprar otro centro. En Nantucket -explicó.

Jack tomó nota mental para cotejar con los socios si conocían ese supuesto negocio.

– Tengo entendido que Nantucket es un lugar precioso -ella se irguió y adoptó el aire de abogada… sin quitar el pie del lugar estratégico que había ocupado.

– Es perfecto -convino Lederman.

– Hablando de perfecto, he visitado el gimnasio que tienen en las instalaciones -con el pie de Mallory en las joyas de la familia, decidió no mencionar a Eva.

El hombre mayor asintió.

– La gente que viene aquí busca alejarse del estrés. Lo mínimo que puede ofrecer el centro es un gimnasio completo con médico de guardia.

– Hablando de médicos -intervino Mallory-, ¿cómo se siente, señor Lederman?

El otro no esperaba esa pregunta.

– Jamás mejor, ¿por qué lo pregunta? -inquirió con cautela y a la defensiva.

«Ve con cuidado», pensó Jack. Con un movimiento que lo sorprendió, ella se quitó las gafas, apoyó el mentón en la palma de la mano y se concentró exclusivamente en Paul,

– Por favor, no piense que intento curiosear, pero uno de sus empleados mencionó que el año pasado había estado en el hospital.

– ¿Rumores entre el personal? -la expresión de Lederman se tornó ominosa.

Ella movió la cabeza de inmediato.

– De hecho, no. Mencioné lo maravilloso que creía que era el gimnasio, en particular con el médico de guardia… Es que mi padre hace poco sufrió un ligero ataque al corazón…

Tembló al hablar y, sin pensárselo, Jack cerró las piernas sobre el pie en el único gesto de consuelo que podía ofrecerle en esas circunstancias.

La mirada sorprendida de ella lo buscó y en las profundidades azules él captó un destello de agradecimiento. Lo animó saber que, de algún modo, había conseguido consolarla.

Luego, miró otra vez a Lederman, quien había comenzado a palmearle la mano, y prosiguió:

– De modo que pensé que su hotel podría ser el refugio ideal para mis padres. Adoran el tiempo que tienen para ellos solos, pero mi madre se sentiría mucho mejor sabiendo que podrían ir de vacaciones a un sitio donde él podría ejercitarse bajo supervisión médica.

Lederman se relajó de forma visible.

Jack pensó que la historia tenía más elementos que los que le había aportado a su cliente. Más incluso que los que le había revelado a él hasta el momento.

Mallory le sonrió a Paul moviendo las pestañas, que ya volvían a estar detrás de las gafas.

– Verá: su empleado me explicaba cómo había mejorado el gimnasio el año pasado después de lo que le sucedió a usted. Y he de reconocer que me impresionó la inteligencia de convertir algo que debió de ser traumático en algo tan increíble.

Jack había descubierto que a Lederman le encantaba ser halagado por mujeres jóvenes, y era evidente que Mallory había descubierto lo mismo. Era una profesional en su trabajo y manejaba al hombre mayor de la misma manera. Sin embargo, Jack percibía su sinceridad y fue eso mismo lo que serenó a Lederman.

– Joven, dele mi nombre a sus padres y me encárgale de que disfruten de una estancia de primera aquí.

– Gracias, señor Lederman.

– Paul -movió la cabeza.

– Gracias, Paul, pero no buscaba nada de eso de usted. Con sinceridad, quedé impresionada con la instalación y también preocupada por su salud.

El otro se volvió hacia Jack.

– Tienen a una dama especial trabajando para ustedes.

– Me encargaré de transmitir su cumplido -dijo por el bien de Mallory, sabiendo lo importantes que eran las impresiones de los clientes en su afán por ser socia. -Y recuerde, Paul: será afortunado al tenerla de su parte.

Mallory se sintió encantada con las sinceras palabras de Jack. Aunque una parte de ella reconocía la afirmación como un ardid para reforzar que Waldorf, Haynes fuera la elección de abogados de Lederman, la mirada penetrante de él le lanzaba un mensaje solo a ella.

– Me siento mucho mejor, gracias -continuó Lederman. -El gimnasio forma parte de mi renovado plan de salud, y saber que pronto estaré libre es otro.

– ¿Libre para hacer qué? Sabe que a nosotros nos lo puede contar -indicó ella. Quería que se sintiera cómodo para revelar sus secretos. El único motivo por el que había mencionado el reciente susto de su padre fue para ganarse la confianza de él con una revelación propia.

Aunque jamás lo había reconocido abiertamente, el incidente la había afectado. En vez de reforzar su necesidad de ser socia antes de que su padre sufriera más problemas severos de salud, había descubierto la importancia de disfrutar de la vida. Pero se había negado a enfrentarse a l. i mortalidad de su padre y a la insatisfacción con la vida que había elegido.

Hasta ese momento.

Con Jack incorporado a la ecuación, la idea de volver a su vida vacía se alzaba ante ella como algo lúgubre.

La risa de Lederman resonó en la sala tranquila.

– ¿Lo ve? Yo divulgo mis fantasías masculinas y ella ni siquiera escucha. ¿Debería sentirme insultado?

Mallory se ruborizó y se dio cuenta de que había estado enfrascada en un monólogo interior.

Jack rio con él.

– En absoluto.

Ella retiró el pie de entre sus piernas y no prestó atención a su mirada fría.

– ¿Señorita Sinclair? -la camarera se detuvo en el borde de la mesa con un teléfono portátil en la mano. -Hay una llamada para usted. Puede recibirla fuera -la mujer joven indicó la terraza que daba al agua.

– Gracias -aceptó el teléfono. -La estaba esperando. Probablemente sea Rogers -lo informó a Jack, sin mencionar las palabras investigador privado delante de Lederman.

En un plano profesional, estaba de acuerdo con la filosofía de Jack acerca de no entrar jamás en un caso sin estar preparado, pero en secreto esperaba que Rogers tuviera las manos vacías. Odiaba la idea de desenterrar los secretos de la señora Lederman.

En ese momento, la necesidad no hizo más atractivo su trabajo.

– Caballeros, si me disculpan -se levantó y los dos la imitaron.

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