Jack se puso de costado y quedó cara a cara con el destello cegador del sol de la mañana, que entraba por las ventanas. Las cortinas que había olvidado echar al llegar por la noche le recordaron lo distraído que había estado.
La fuente de dicha distracción aún lo atormentaba.
No habían llegado a cenar. Aunque no había saciado el apetito que despertaba en él, no había querido forzar el tema. Había dejado que ella pusiera fin a la velada y había escapado mientras todavía podía pensar con claridad. Antes de haber llevado la situación con su colega demasiado lejos.
Se preguntó si alguna vez sería capaz de volver a pensar en Mallory solo como en una compañera de trabajo. Aún era capaz de sentir las uñas al clavárselas en la muñeca mientras lo besaba y lo sumía en un abandono sensual y sexual. Se sentó y pasó las piernas por el borde de la cama. La cabeza le martilleó por la combinación de vodka, ya que rara vez bebía, y sorpresa. Sabía que Mallory era su rival intelectual; siempre había respetado su capacidad. Lo que desconocía es que fuera una mujer capaz de excitarlo sexualmente.
Por eso había querido ella enseñarle una lección, para que no se precipitara en sacar conclusiones y castigarlo por su insulto. Una vez expuesto a la dualidad que existía en ella, ¿podrían regresar a una apacible relación de trabajo?
Movió la cabeza. Las barreras que ella había mantenido se habían desvanecido para siempre junto con la ilusión de frialdad. Era una mujer hermosa con una sensualidad que anhelaba explorar.
Miró el teléfono y por primera vez notó una luz roja que parpadeaba. Marcó el buzón de voz, una comodidad del hotel de lujo de Lederman, y escuchó el mensaje. Su anfitrión había cancelado todas las reuniones de ese día, ya que había tenido que marcharse de forma inesperada.
No le gustó la desaparición del hombre ni la llamada personal extraña y súbita que había recibido. No confiaba en ella, Jack jamás aceptaba un caso que no estuviera convencido de que podía ganar. No era que los ganase todos, pero debía tener fe en la batalla que libraba. Antes de comprometerse con ese caso o que Lederman lo hiciera con ellos, tenía que descubrir qué diablos les ocultaba.
Y debía poner a Mallory al corriente del cambio de planes para ese día. Después de una ducha rápida para despejar la cabeza, no tendría más elección que enfrentarse a su hermosa y ya no reprimida colega.
– Contesta -dijo mientras martilleaba un lápiz sobre la mesita.
¿Dónde estaba Julia y por qué no respondía? Justo cuando necesitaba su consejo, no estaba en casa.
Mallory podía disfrutar de accesorios femeninos, lencería y otros toques sensuales, pero le faltaba experiencia con el sexo opuesto. Necesitaba hablar con su prima, su mejor amiga desde la infancia. La única persona que podía ayudarla a situar en la perspectiva adecuada la noche anterior. En cuanto superara la sorpresa.
Nadie respondía al otro lado de la línea. Al parecer iba a tener que confiar en sí misma, algo que había hecho toda su vida, de modo que no había motivo para no hacerlo en ese momento. Colgó el auricular y se irguió, más segura.
La noche anterior había tenido a Jack comiendo de la palma de su mano. Tembló al le vivir el ataque sensorial al que la había sometido su lengua. Cerró los ojos y permitió que las sensaciones recordadas la invadieran, antes de obligarse a regresar a la realidad de ese día. Si podía controlarlo entre las oleadas de la pasión, desde luego podría lograrlo mientras desayunaban.
Una vez expuesto su punto de vista, podrían regresar a la normalidad. Se repitió ese mantra durante la ducha y al bajar a la cafetería del hotel donde habían quedado con el señor Lederman. Al menos, la presencia del hombre excéntrico podría desterrar cualquier tensión inicial.
Siguió a la camareta a una mesa vacía y eligió el asiento que daba hacia el restaurante. No quería que nada la distrajera de lo profesional.
Y entonces vio a Jack entrando.
Creía haber estado preparada. Pero verlo con un bañador azul marino y un polo blanco que revelaba una piel muy bronceada amenazó con ser su perdición, ya que la dejó sin aliento y sin palabras.
No era una buena combinación para una mujer que se había convencido de que retenía el control.
– Buenos días, Jack -esbozó su sonrisa más brillante y lo miró a los ojos.
– Mallory -respondió con voz hosca, recordándole todo lo que había pasado entre ellos la noche anterior.
La observó ceñudo. Sin necesidad de que él dijera una sola palabra, ella sabía que sus ropas y peinado lo sorprendían y decepcionaban. La elección había sido deliberada para devolver las cosas a la normalidad entre los dos.
Pero el corazón se puso a palpitarle con frenesí, y llegó a la conclusión de que la normalidad no se podría conseguir únicamente con el aspecto exterior. Ya no. Suspiró. Otro indicio de que había pasado a un territorio que daba miedo.
Decidida a retener el control, mantuvo su mirada y se negó a bajarla hasta que él finalmente la desvió con un gruñido. Se sentó, no frente a ella como había esperado Mallory, sino a su lado. Demasiado cerca.
El calor de su cuerpo, superior al sol de la mañana, la desequilibró aún más. Solo una observación mordaz podría mantener la distancia entre los dos en ese momento.
– Empezaba a creer que tendría que recurrir a la Guardia Nacional para que fuera a buscarte -comentó. -¿Una noche dura?
Él desplegó la servilleta y la colocó sobre el regazo.
– No. Dormí bien. ¿Y tú?
– Sin ningún problema -se encogió de hombros.
Una camarera pasó para entregarles los menos.
– ¿Café mientras esperan a la tercera persona? -preguntó.
– Sí, por favor -aceptó Jack. -Pero ha habido un cambio y solo seremos nosotros dos para desayunar.
Mallory lo miró asombrada y él experimentó un placer perverso al ser capaz de sorprenderla también.
– Entonces les daré unos minutos para que decidan -la camarera se marchó.
– ¿Qué le ha pasado al señor Lederman? -quiso saber Mallory.
– Ha tenido que salir de la ciudad por una llamada.
– ¿En un fin de semana? -preguntó con incredulidad. -¿Después de haber venido para hablar de la posibilidad de llevar su divorcio?
Jack asintió.
– A mí tampoco me parece muy lógico. Vamos a tener que descubrir qué sucede.
– ¿Crees que tiene una aventura?
– Es una buena posibilidad.
Mallory ladeó la cabeza y él imaginó que el pelo negro le caía por los hombros.
– Después de que ayer mencionaras su desaparición en la sauna, intenté pensar en lo único que le ocultaría a su abogado potencial. Era una aventura. Quiero decir, con cualquier otra cosa saldría limpio.
– Es posible. Hablaré con él en cuanto llegue. Si vamos a representarlo, no quiero ninguna sorpresa. Cuanto más sepamos, más podremos preparar con antelación.
– Parece un buen plan. Mientras tanto, yo me concentraré en obtener información de la señora Lederman.
– ¿Han decidido? -preguntó la camarera al regresar.
– ¿Mallory?
– Pide tú. Yo aún no lo tengo claro.
– Yo quiero el Desayuno para la Persona Hambrienta -le entregó el menú. -Anoche no cené y me muero de hambre -se dirigía a la camarera, pero en ningún momento dejó de mirar a Mallory. Al mencionar la noche anterior, ella se ruborizó, en contradicción con la calma exterior que aparentaba.
– ¿Qué ha sido del Hombre Hambriento o de la Mujer Hambrienta? -preguntó Mallory.
La camarera rio.
– Es la contribución de la señora Lederman. Afirma que las mujeres pueden estar tan hambrientas como los hombres, y que no tiene sentido ofrecer dos elecciones por una distinción de género.
– Una mujer sensata -le devolvió el menú a la camarera. -Tomaré lo mismo.
– Muy bien.
En cuanto la otra mujer desapareció de vista, Mallory se adelantó y apoyó los brazos en la mesa.
– ¿Te das cuenta de lo que eso significa? -preguntó.
– ¿Que la señora Lederman oculta un lado feminista?
– La señora Lederman tiene voz en el negocio del hotel. Cierto que no es más que una selección de desayuno, pero algo me dice que hay más. Quizá se muestra tan serena en el asunto del divorcio no solo porque no lo quiere, sino porque si la obligan a aceptarlo, sabe que tiene fuerza para aguantar la división de los bienes -cruzó los brazos. -Quizá es más inteligente y está más al mando de las cosas de lo que deja entrever.
La admiró por su percepción y mente aguda.
– Desde luego es algo que vale la pena explorar -bebió un poco de café. La noche anterior ella había querido enseñarle una lección. Decidió que esa noche sería su turno. Bajo ningún concepto había terminado de explorar sus profundidades ocultas. -Después de desayunar, ¿te apetece dar un paseo por la playa conmigo?
– No voy vestida para exteriores.
– Tienes tu habitación cerca -no aceptó la excusa.
– No traje ningún calzado para la arena.
Desvió la vista y él supo que intentaba esquivarlo. Quiso sonreír, pero se contuvo. Al parecer, le gustaba tener el control, y huía cuando no era así.
– Hay una tienda en el vestíbulo -insistió.
– Quizá no tengan mi número.
– Muy bien, Mallory -esa vez sí sonrió. -Has forzado mi mano. Yo he aprendido algo sobre ti en este viaje y a ti no te gustan los insultos ni los desafíos. ¿Tienes miedo de dar un paseo por la playa? ¿Te asusta estar a solas conmigo?
– Eso es ridículo -musitó con rigidez.
Justo en ese momento la camarera llegó con sus platos.
– ¿Desean algo más?
– No. gracias -respondió Mallory.
– Entonces, que lo disfruten -se dirigió hacia la siguiente mesa.
– Será mejor que empecemos -Jack tomó el tenedor. -Y piensa en reunirte conmigo en la playa dentro de una hora.
Mallory abrió la boca, pero volvió a cerrarla, aceptando lo inevitable.
El desayuno de Mallory se enfriaba en el plato mientras Jack había devorado todo. ¿Cómo iba a poder comer cuando la habían arrinconado… para su placer? Pero a pesar de lo mucho que quería estar con él, no podía perder el control de sí misma o de la situación.
Dejó la servilleta sobre la mesa.
– Estoy lista, ¿y tú?
Él enarcó las cejas con evidente sorpresa por su disposición a ir después de los obstáculos que había sembrado antes.
– ¿No quieres cambiarte?
Mallory se levantó y desabrochó el botón superior de la chaqueta; luego se la quitó para quedarse con la blusa.
– Estoy bien.
– Eres obstinada -movió la cabeza-, ¿verdad?
– Forma parte de mi encanto -se encogió de hombros y dejó que firmara la cuenta, que era un gasto del bufete, en todo caso. Se dirigió hacia la salida de atrás del restaurante, que llevaba a la playa.
En cuanto abrió la puerta, la asaltaron la brisa fresca y los olores salados. Parpadeó bajo el severo resplandor del sol y se concentró en la escena delante de ella. El agua azul se extendía hasta el horizonte y desaparecía en un cielo igual de azul. Movió la cabeza. Hacía demasiado tiempo que vivía en una ciudad congestionada. También se había negado el lujo de relajarse en vacaciones en islas y playas tropicales.
Jack la alcanzó en la arena y completó la perfección del entorno que la rodeaba. Aunque jamás se lo diría. En silencio avanzaron hacia donde al agua rompía en la playa. Dejó la chaqueta y los zapatos en un banco vacío y caminaron por la larga y vacía extensión de arena,
– ¿Cuándo se espera de vuelta al señor Lederman? -preguntó ella al romper el silencio.
– En algún momento esta noche, creo.
– Me pregunto cuál será su verdadera historia. Sé que nos falta encajar información crucial.
Mallory agradeció que por lo temprano que era la playa estuviera vacía. Sorprendiéndose, comprendió que no se hallaba preparada para compartir al hombre ni el momento.
– El divorcio nunca es fácil ni honesto -explicó él. -Ni entre cónyuges ni entre cliente y abogado. Casi todas las relaciones son iguales. Lo sé por propia experiencia, ya que la viví de pequeño.
– Es muy triste -quizá sus padres no hubieran sido los mejores del mundo, pero se amaban y entre ellos existía honestidad.
Mallory jamás había permitido que sus pensamientos se desviaran hacia el matrimonio y la familia. Primero estaban los objetivos de su carrera. Aunque eso no le impedía creer en la institución o en la posibilidad de una relación verdadera y sincera entre un hombre y una mujer.
– No es triste, es la realidad.
– No, quería decir que tu actitud es triste y también el hecho de que puedas basarla en una experiencia vital. No todas las relaciones son difíciles ni se basan en mentiras, o las estadísticas de divorcio serían aún más altas.
– Quizá deberían subir. ¿Has considerado alguna vez que muchos de aquellos que no se divorcian siguen juntos por conveniencia?
– ¿Has considerado alguna vez el hecho de que las parejas se mantienen juntas por amor y respeto y las vidas que han construido juntos? -de pronto deseó que viera las relaciones con el mismo prisma que ella.
El movió la cabeza. La brisa del océano lo despeinó.
Suponía que la actitud de Jack debería alejarla, pero se sentía cada vez más atraída por él, Ya era constante el nudo que tenía en el estómago. Reconoció el anhelo como deseo sexual, aunque el tirón en su corazón representaba una conexión más emocional.
Era evidente que había sufrido de niño. También ella. Al parecer él había levantado muros y barreras. Bajó la vista a la falda y a la blusa que llevaba y se dio cuenta de que ella había hecho lo mismo. Tenían más cosas en común de las que en un principio había imaginado.
Y su apetito por Jack Latham se había abierto.
– Jamás te habría considerado una optimista o soñadora -comentó él al final.
– Yo tampoco había pensado en mí misma bajo esos términos -sonrió. -Si alguien me lo hubiera preguntado, me habría definido como «realista» -pero al parecer una romántica acechada detrás de la ilusión que había dedicado años a crear.
– La mujer que conocí anoche no era una realista -comentó con voz ronca.
Al recordar la velada sensual, el cuerpo se le aflojó. Se preguntó qué sucedería si liberara a la soñadora que tenía dentro, esa hacia la que él se sentía atraído, al menos durante las fases personales del viaje. ¿Podría controlarla cuando concluyera la excursión?
Movió la cabeza, Aunque deseara más, no podía poner en peligro su trabajo ni su corazón. Respiró el aire salado y la inundó una oleada de pesar.
Llegó a la conclusión de que el momento de intimidad y revelación había llegado a su fin.
– Puede que la mujer de anoche no te pareciera una realista, pero la abogada que te ayuda en este caso desde luego lo es.
– Volvemos al trabajo -la decepción bailó en sus ojos y en el tono de su voz.
Ella asintió.
– Y bien, ¿le plantearás a Lederman tus sospechas?
– Estaba pensando en una búsqueda de información más solapada, en cualquier cosa que tú y yo podamos encontrar antes de interrogar a Paul por los detalles. Si nuestra imaginación se ha desbocado y de verdad lo mantienen ocupado su hijo y un negocio, entonces acusarlo de una aventura o de ocultar algo lo forzará a entregarle el caso a otro bufete.
– Algo que ninguno de los dos queremos.
– ¿Porque tú consideras esto como un peldaño para ser socia? -preguntó con precisión.
– Porque la empresa tiene mi lealtad y sí, porque quiero ser socia -y no quería que su obsesión con Jack pusiera en peligro todo por lo que había trabajado.
El se detuvo sin advertencia previa. Mallory no se dio cuenta de que no lo tenía al lado hasta que la llamó. Se volvió y retrocedió unos pasos.
– ¿Qué pasa?
– No quiero que pienses que haría o diría algo para destruir tus posibilidades de llegar a serlo.
– Eso esperaba. De hecho, supongo que una parte de mí debió de confiar en ti para que no revelaras lo sucedido anoche, porque de lo contrario habría sido una tonta en ejecutar mi plan.
Jack alzó una mano y le acarició la mejilla.
– No eres una tonta.
– Tampoco lo eres tú.
– Cierto. Y teniendo en cuenta que no me marché nada más darme cuenta de que eras tú, supongo que ambos confiamos en que el otro no revele el hecho de que estamos quebrando la regla del bufete que prohíbe los romances entre los empleados de la firma.
Había utilizado el presente. ¿Solicitaba más tiempo o proyectaba sus propios deseos en las palabras de él?
Ladeó la cabeza y provocó que la mano de él le hiciera una caricia suave.
– ¿Me estás diciendo que Jack Latham confía en una mujer? -preguntó con ironía.
– La confianza es más fácil de dar cuando es mutua y ambas partes tienen algo en juego -sonrió.
– Entonces deja de ser confianza y se parece más a un juego.
El soltó una carcajada.
– De verdad te admiro -los ojos le brillaron de deseo.
– Lo mismo digo -con el corazón desbocado, pensó que también lo deseaba, con una intensidad que la asustaba.
Volver a ceder a sus fantasías, nada menos que a plena luz del día, haría que le costara mucho dejarlas atrás una vez terminado ese viaje. A Mallory la soñadora no le importaba.
Pero Mallory la realista sabía que no podía cruzar un límite sin una red de seguridad. Y esa red era la distancia y el control.