Capítulo 8

El insistente sonido del teléfono sacó a Dakota de un sueño en el que había un panda, una balsa y un helado. Se giró en la cama y levantó el teléfono.

– ¿Diga?

– ¿Dakota? Soy Karen.

Dakota miró el reloj preguntándose por qué estaría llamándola la ayudante de producción.

– Es la una de la mañana.

– Lo sé -Karen hablaba en tono bajo-. Estoy junto a la piscina y aquí hay un grupo de baile tahitiano o cómo se llamen.

Dakota se dejó caer en la cama y cerró los ojos.

– Gracias por la noticia, pero estoy muy cansada. Ya veré a los bailarines mañana.

– No quiero que los veas. Sasha está aquí y también Lani. Creo que ella conoce a algunos de los bailarines y Geoff lo está grabando todo.

– Entonces lo veré cuando emitan el programa. Seguro que Sasha y Lani bailan de maravilla. Gracias por decírmelo, Karen.

– ¡No cuelgues! He llamado para hablar con Finn.

Dakota se incorporó agarrando con fuerza el teléfono.

– ¿Y qué te ha hecho pensar que estaría conmigo?

– Oh, por favor. ¿Sabes lo pequeño que es Fool’s Gold? Todo el mundo sabe que estás acostándote con él, aunque ésa no es la cuestión. Tengo que hablar con él. Me temo que esto se nos va a ir de las manos. Sasha está haciendo el Fire Poi, la danza del fuego.

Dakota quería volver al tema de «todo el mundo sabe que estás acostándote con él», pero eso del Fire Poi le llamó la atención.

– ¿Fire Poi?

– Ahora mismo están enfocándolos. Geoff cree que será genial para el programa, pero me asusta que Sasha pueda resultar herido.

Dakota ya estaba saliendo de la cama.

– Finn está en su hotel. ¿Tienes su móvil?

– No.

Dakota se lo dio.

– Dile que me reuniré con él allí.

– Lo haré. Date prisa -dijo Karen.

Colgó el teléfono y encendió la luz. Unos segundos después, ya se había puesto los vaqueros y unas deportivas. Agarró las llaves y su teléfono móvil, y salió por la puerta en dirección al coche.


Condujo todo lo rápido que pudo y entró en el aparcamiento. Un coche se detuvo junto al suyo y Finn salió de él. Ya estaba maldiciendo.

– ¡Voy a matarlo! -bramó mientras se dirigía a la parte trasera del hotel, donde estaba la piscina.

Dakota corrió tras él.

– Están grabando… por si quieres saberlo.

Finn la agarró de la mano.

– Lo que significa que Sasha se negará a cualquier intentó de ayudarlo. Quiero culpar a Geoff de esto, pero mi hermano es el verdadero idiota -la miró-. No lo llaman Fire Poi porque tenga una simple semejanza con el fuego, ¿verdad?

– Karen dijo que había llamas de verdad.

Finn aceleró el paso y para cuando llegaron a la piscina a ella casi le costó alcanzarlo de lo deprisa que iba. Llegó sin aliento y se recordó que tendría que empezar a hacer ejercicio.

Sin embargo, lo del ejercicio quedó en un segundo plano dentro de su cabeza cuando vio a un grupo de bailarines tahitianos junto a la piscina. Dos de ellos estaban girando bolas de fuego a una velocidad mareante. Sasha solo tenía una unida a una cadena. Dakota pudo ver horrorizada cómo alzó el brazo hasta la altura del hombro y comenzó a darle vueltas.

Lo que debería ser oscuridad estaba iluminado por las luces de las cámaras.

Lo único que faltaba eran los insistentes tambores de la jungla. Eso, y alguien sensato que supiera lo que estaba haciendo.

Animado por el resto de bailarines y por Lani, Sasha giró la cadena más y más deprisa haciendo que el fuego creará unos fantasmagóricos círculos de luz. A Dakota le pareció ver a Geoff escondido entre los arbustos. Si Finn lo agarraba, lo tendría crudo. Por lo general, ella no toleraba ninguna forma de violencia, pero Geoff había dejado claro que lo único que le importaba era el programa. El hecho de que Sasha pudiera resultar gravemente herido le daba igual.

Finn avanzó hacia los bailarines. Dakota lo siguió, no segura de qué hacer porque aunque creía firmemente que Finn debería dejar que sus hermanos vivieran su propia vida, aquello era distinto.

– ¿Qué demonios estás haciendo? -le preguntó Finn al acercarse-. ¿Quieres matarte? Suelta eso.

Sasha se giró hacia su hermano y por un momento fue como si hubiera olvidado que en la mano tenía una cadena con una bola de fuego en el extremo. Dejó de girarla y la bola cayó al suelo.

Ella no fue la única que se fijó; Lani gritó y uno de los bailarines le gritó que tuviera cuidado.

Pero era demasiado tarde. La camiseta de Sasha se prendió fuego y él, inmediatamente, soltó la cadena y comenzó a gritar. Al instante, y mientras Dakota aún intentaba reaccionar, Finn se abalanzó sobre su hermano y juntos cayeron a la piscina.


– ¡Voy a matarlo! -decía Finn mientras caminaba de un lado a otro del salón de Dakota. Se había duchado y se había secado, pero no se había calmado-. No me importan las consecuencias. Me declararé culpable. Me enfrentaré al juez. ¿Crees que hay algún juez en este país que no entendería por qué tengo que matar a mi hermano? Y a Geoff. ¡Qué demonios! Si voy a ir a la cárcel, ¿qué más da otro más? ¿No le gusta a todo el mundo el dos por uno?

Dakota estaba sentada en el sofá y, por primera vez en su vida, no sabía qué decir. Creía que Finn era demasiado exigente con los chicos, pero esa noche, Sasha había sobrepasado los límites. Legalmente, era un adulto, aunque estúpido, al parecer. ¿Qué clase de idiota se ponía a darle vueltas a una bola de fuego en mitad de la noche? Seguro que en televisión daba mucho juego, pero jamás tendría una carrera profesional si terminaba con quemaduras de tercer grado.

Aunque los paramédicos habían dicho que se pondría bien, lo habían llevado al hospital para que le hicieran una revisión. Dakota se había quedado aliviada al ver que Finn no había subido a la ambulancia y es que habría sido peligroso que hubieran estado los dos solos en un espacio tan pequeño.

– No puedo seguir haciendo esto -dijo Finn-. Voy a atarlos y a meterlos en un avión. Sé que crees que acabaré en la cárcel por ello, pero no me importa. Si los llevo de vuelta a Alaska y a la universidad, con mucho gusto iré a la cárcel.

– Si estás en la cárcel, dejarán la universidad. Y en cuanto a lo de atarlos, son de tu tamaño, Finn. Probablemente podrías llevarte a uno, pero no a los dos.

Él se detuvo junto a la ventana y la miró.

– ¿Quieres apostar? Estoy lo suficientemente furioso como para enfrentarme a un oso Kodiak.

Probablemente, ése no era el momento de señalar que el oso Kodiak acabaría venciendo.

– No puedo creer lo que ha hecho Sasha -admitió ella-. No puedo creer que sea tan estúpido.

– ¿A pesar de la demostración visual que ha hecho?

– A pesar de eso. Estoy muy decepcionada.

– Pues imagínate cómo me siento yo -se sentó a su lado-. Sé que piensas que estoy siendo demasiado controlador, pero ¿ves ahora cómo Sasha es capaz de poner en peligro su vida por esa fama que tanto desea? Tengo que detenerlo. Es mi familia -sacudió la cabeza-. Nunca voy a terminar de criarlos, ¿verdad?

Ella apoyó la cabeza en su hombro.

– Sí, ya verás cómo sí. Pero nunca dejarás de preocuparte. Ésa es la diferencia.

– ¡Y yo que pensaba que ya había terminado! -la abrazó-. Por eso no quiero más hijos, porque esto nunca termina. No puedes liberarte de la responsabilidad. ¿Cómo sabes si has hecho un buen trabajo? ¿Cómo sabes que no les pasará nada? Es demasiado. ¡Dios mío! Quiero irme a casa.

Una inesperada emoción la invadió junto con el afilado dolor del recordatorio de que en su futuro no habría niños. Decepción porque Finn no compartiera ese sueño con ella.

Finn y ella no tenían futuro juntos. El hecho de que él no quisiera tener hijos y tuviera planes de regresar a South Salmon no era algo nuevo. Ella había sabido desde el principio que no quería estar en Fool’s Gold. Y en cuanto a lo de los hijos, eso también lo sabía.

Pero era posible que en algún momento durante la última semana se hubiera permitido olvidar que Finn no era una parte permanente de su vida. Era posible que ese hombre hubiera logrado atravesar los muros que ella había levantado para protegerse, que se hubiera colado y que ahora ella sintiera algo por él. Lo cual significaba que tenía que controlar sus sentimientos porque, de lo contrario, correría el riesgo de ver cómo su ya de por sí frágil corazón quedaba hecho pedazos.

– Lo siento -dijo con un suspiro-. No es problema tuyo.

– Somos amigos. Me alegra escuchar. Además, en esto soy profesional.

– Sé lo que piensas -la besó suavemente-. No eres exactamente reticente a la hora de compartir tu opinión.

– Voy a tomarme eso como un cumplido.

– Bien, porque eso es lo que pretendía -miró el reloj de la pared-. Es tarde. Deberíamos dormir un poco.

– ¿Quieres quedarte aquí? -le preguntó ella antes de poder evitarlo. ¿En qué estaba pensando? ¿Acababa de darse cuenta de que corría un riesgo emocional estando junto a Finn y aun así le había pedido que pasara la noche en su casa? No era que temiera que fueran a tener sexo, porque los dos estaban cansados y estresados, el verdadero peligro venía del hecho de dormir juntos y lo que eso implicaba: compartir. Conectar.

– Me gustaría.

Fueron al dormitorio y se desvistieron. Finn lo tiró todo al suelo. Se metieron en la enorme cama y se reunieron en el centro. Después de que ella apagara la luz, Finn se tumbó boca arriba y ella se acurrucó contra él, que la rodeó con su brazo.

– Gracias -le susurró en la oscuridad-. Me has sido de gran apoyo.

– Me alegra poder ayudar -y era cierto. Ayudar era fácil. Protegerse sería lo más complicado.


Sasha estaba sentado en una cama en la sala de Urgencias esperando a que el médico le diera el alta. Tenía quemaduras leves en el costado derecho y en el brazo. Nada que no se curara en unos cuantos días.

Le dolían a rabiar, pero se lo merecía. En la ambulancia, Lani le había dicho que Geoff ya había llamado a un par de periodistas para contarles lo que había pasado. Su accidente le daría mucha publicidad al programa, y eso era genial para ambos.

Lo único negativo de todo era lo furioso que Finn estaría con él. ¡Para variar! Pero bueno, ya había sobrevivido antes a sus enfados y volvería a hacerlo. Finn era un hombre que no podía recordar lo que era ser joven y tener sueños, mientras que él tenía toda su vida por delante.

La cortina del pequeño compartimento se descorrió y allí apareció Lani.

– ¿Cómo estás?

Él le indicó que se acercara.

– ¿Están ahí fuera?

Ella asintió.

– Los dos cámaras. No deberían poder filmar en el hospital sin los permisos adecuados, pero ya conoces a Geoff. Les está diciendo que graben todo lo que puedan.

Se sentó en un lado de la cama y le sonrió.

– Esto es genial, van a sacar un montón de imágenes nuestras. Estaba pensando que, cuando volvamos, deberíamos tener una gran pelea. Pueden editarla para que parezca que tú querías hacer el Fire Poi para demostrarme algo.

– ¿Has estado hablando con Geoff?

– ¡Claro! Venga, todos queremos lo mismo: grandes audiencias. Y éste es un modo de conseguirlas. Geoff ha dicho que ya ha recibido una llamada del Inside Edition. Están hablando de hacer una exclusiva y eso sería increíble.

¿Inside Edition?

Desde hacía años, lo que más había deseado Sasha había sido salir de South Salmon sin ningún destino en mente; había tenido un ferviente deseo de estar en cualquier parte menos allí.

Después, según había ido creciendo, había empezado a darse cuenta de que necesitaba un objetivo mejor. Un lugar al que llegar, en vez de un lugar del que alejarse, y ahí se había gestado su idea de ser una estrella. Ahora quería salir en series de televisión o en películas. Quería ser alguien, que millones de personas lo admiraran. Y si el precio que tenía que pagar por ello eran unas cuantas quemaduras, ¡que así fuera!

– ¿Así que grabaremos la pelea y después saldrán esas escenas?

– Ajá -bajó la voz todavía más-. Por eso estoy pensando que debería llorar y suplicarte que sobrevivas.

Él se rio.

– ¡Claro! Y después… ¿unos besos?

Ella asintió y se levantó.

– Deja que vaya a decírselo a los chicos.

Sasha la vio marcharse. Era muy guapa, pensó, pero no existía química entre ellos. Había muchas otras mujeres a las que preferiría besar para después acostarse con ellas, pero no le importaba lo que tuviera que hacer para pasar al siguiente nivel…

Lani regresó y se quedó junto a la cama, respiró hondo y empezó a llorar.

– Sasha -dijo con la voz cargada de emoción-. Sasha, tienes que ponerte bien. Por favor, por favor, tienes que vivir. ¿Sa… Sasha? -se le rompió la voz al pronunciar su nombre.

Su talento lo impresionó y se quedó mirándola un instante mientras pensaba cómo sería si todo eso fuera verdad, si de verdad la amara y ella pensara que iba a morir.

– No te vayas -dijo él con la voz ronca, como si tuviera un extremo dolor-. Lani, te necesito.

– Estoy aquí mismo. Sabes que estoy aquí -sollozó-. No puedo creer que estés herido. ¿Necesitas algo para el dolor?

– Me han dado algo. No voy a rendirme porque te tengo aquí.

– ¿De verdad? ¿Tú también lo sientes? ¿Nuestra conexión? Creía que… -otro sollozo-. Oh, Sasha, me daba miedo decir algo y antes, cuando nos hemos peleado, he pensado que no te importaba.

– Claro que me importas. Que te pusieran como mi pareja ha sido lo más afortunado que me ha pasado en la vida.

– ¿Lo dices en serio?

– Eres mi chica.

– ¡Oh, Sasha!

Ella se tapó la boca para ocultar una carcajada y después se metió en la cama con él.

– No quiero hacerte daño.

– No podrías. Solo estar a tu lado hace que sepa que todo saldrá bien.

– Quiero besarte.

Él contuvo la risa.

– Sí, cielo. Abrazarte me hace sentir mejor.

Y comenzaron a besarse, haciendo demasiado ruido más que mostrando pasión. Sasha oyó los ganchos de metal de la cortina deslizarse por la barra cuando el cámara se asomó para grabarlos.

Mantuvo los ojos cerrados y pensó en lo que haría con la mitad de su dinero. En cómo todas las mujeres querrían estar con él y todo hombre querría ser como él. Después, echó a Lani hacia atrás y le añadió un poco de lengua al beso.


Finn vio el material en directo del programa. La mezcla de lo que pasaba en el plato y las piezas grabadas era interesante. Alguien tenía que planear todo eso, saber qué y qué no poner. Algunos de los fragmentos grabados mostraban un juego en el que las distintas parejas tenían que montar unas estanterías.

Sasha y Lani se reían más que trabajaban y no terminaron en el tiempo establecido. Stephen y Aurelia fueron los primeros. Trabajaron juntos rápidamente, compartiendo tareas y terminando con algo que verdaderamente parecía una librería.

Después del fragmento grabado sobre Sasha y el Fire Poi, a los televidentes se les pidió que votaran a su pareja favorita. Los resultados se anunciarían en un par de horas.

Cuando el programa terminó, Finn sabía que Sasha y Lani se quedarían. Por otro lado, tenía la sensación de que construir una librería no sería suficiente para atraer al público, con lo que Aurelia y Stephen corrían peligro.

Dakota se acercó a él.

– ¿Qué tal ha ido?

– Sasha y Lani van a arrasar esta semana, aunque no estoy tan seguro con Stephen y Aurelia.

– ¿Aún crees que es demasiado pronto para que quiera volver a casa?

– Estoy seguro.

– ¿Le has preguntado a Stephen lo que haría?

– Soy un chico. Y él también. No hablamos de nada.

– Ahí está parte del problema.

– Debe de ser genial tener siempre la respuesta -dijo algo furioso por la seguridad con que ella hablaba.

Dakota alzó la barbilla ligeramente.

– No soy la mala aquí. Estoy de tu lado.

– Entonces, ¿por qué siempre me dices lo que hago mal?

– Porque estás actuando como si estuvieras intentando razonar contigo mismo en lugar de con tus hermanos. No estás mirando la situación desde su punto de vista.

– Los conozco mucho mejor que tú.

– Y ésa no es la cuestión. Hacer las cosas a tu modo no les ha hecho cambiar de opinión, y a lo mejor haría falta otro punto de vista.

– Pero solo si es el tuyo, ¿verdad?

Ella exhaló exageradamente.

– Yo no he dicho eso. Me preocupo por ti y por ellos. Quiero que estés unido a tus hermanos para que tu familia se mantenga intacta. No sé por qué no puedes entenderlo. Estás tan decidido a protegerlos del mundo que no te das cuenta de que no puedes.

– Pero sí que puedo intentarlo.

– No tienen siete años. No dejas de decir que los gemelos tienen que crecer, pero tal vez eres tú el que no puede dejar atrás el pasado.

La miró.

– ¿Este consejo es gratuito o tengo que pagarte? Porque no vale una mierda.

Ella se quedó mirándolo.

– De acuerdo. Creía que querías mi opinión. Ha sido error mío. Puedo ver que solo te interesa llevar la razón.

Y con eso, se dio la vuelta y se marchó.

Finn la dejó ir. No la necesitaba. No necesitaba a nadie. Sin embargo, sabía que en realidad no era así. Si no le importara nada, podría subirse a un avión y olvidarse de sus hermanos. Si no le importara nada, no estaría preguntándose cómo poder solucionar lo que acababa de pasar con Dakota sin sumirse aún más en una relación que no tenía futuro.

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