Capítulo 10

Al día siguiente, Jane se vistió con su traje más elegante y se encaminó al banco. El director, no muy dispuesto a cooperar, como ella había esperado, aceptó estar al corriente por si alguien quería comprar la mitad de la empresa constructora.

Cuando se dirigía a la furgoneta de vuelta vio Alan, al que no había visto desde el fin de semana en que ella se había marchado, y esperaba que no se sintiera muy dolido. Alan que ni siquiera la había visto, alzaba los brazos en ese momento a Dimity, que se envolvió en ellos para besarse apasionadamente en medio de la calle.

Jane sonrió y siguió su camino. Era evidente que Alan se estaba consolando a sí mismo. Él y Dimity no parecían una combinación muy adecuada, pero si era capaz de dar a Dimity ese beso en público era porque estaban hechos el uno para el otro. Se decía que los opuestos se atraían: sólo tenía que pensar en ella y Lyall. Eran de lo más diferente y a la hora de hacer el amor no parecía importar nada.

El simple recuerdo de Lyall era suficiente para hacer a Jane dar un suspiro de resignación; así que se esforzó por seguir pensando en el proyecto de la venta de Makepeace and Son de camino al despacho.

– No ha sido de mucha ayuda -contestó Jane a la pregunta de Dorothy sobre cómo había ido la entrevista con Derek Owen, el director del banco-. Ha dicho que diría a todo el mundo que estoy buscando un socio.

– Todo se arreglará -dijo Dorothy alegre, y Jane no pudo hacer otra cosa que afirmar sin muchas ganas. Sin pensar en por qué su secretaria se mostraba tan positiva.

Dos días más tarde, el director del banco la llamó diciendo que tenía algo que proponer. Jane fue a verlo y el director la recibió demasiado sonriente como para no pensar que algo raro pasaba.

– Entre, entre, señorita Makepeace. Creo que puedo asegurar que su problema está solucionado.

– ¿De verdad? ¿Me va a aumentar el préstamo?

– No exactamente, pero alguien está interesado en comprar la mitad de su compañía.

– ¿Quién?

– Me temo que no puedo decirle eso. La petición viene de alguien que ha expresado su deseo de no ser identificado.

– Pero tendrán que identificarse algún día, ¿no es así?

– No necesariamente: todo el papeleo necesario lo haremos nosotros. El cliente no está interesado en dirigir la compañía día a día, eso quedará por completo en sus manos, será un socio a la sombra.

– No entiendo. ¿Cómo se puede comprar la mitad de una compañía sin interesarse por ella?

– Nuestro cliente está interesado únicamente en la inversión.

– ¿Está usted seguro de que es una oferta seria? ¡Suena demasiado bien para que sea realidad!

El director pareció ofendido.

– No estaría perdiendo su tiempo y el mío si no fuese una oferta seria -apuntó-. Desde luego, usted es la que tiene que dar la última palabra -añadió solemnemente-, pero le advierto que es difícil encontrar otra propuesta tan buena.

– Me doy cuenta. Me gustaría saber quién es, aunque sólo fuera para darle las gracias. ¿No puede darme una pista?

– Me temo que no. Sería ir contra las indicaciones de su cliente. ¿Quiere tomarse un tiempo para pensarlo?

– No, estoy en una situación delicada y tengo que solucionarlo cuanto antes.

– ¿Acepta entonces?

– Sí, acepto.

Todo le parecía bastante extraño, pensaba de camino al despacho. Ese socio anónimo ni siquiera había pedido detalles sobre el estado de las cuentas. Eso hubiera supuesto tener que revelar que el proyecto de restauración de Penbury Manor estaba en el aire, pero todo le parecía demasiado rápido. El director del banco dijo que tendría los papeles preparados para firmar la semana siguiente, y si su cliente estaba preparado para arriesgarse, ¿por qué iba a detenerlo?

Dorothy se mostró complacida, pero no demasiado sorprendida.

– Te dije que todo se solucionaría. Quizá cuando se acaben las preocupaciones con Kit, podrás concentrarte en… otras cosas.

Jane no quería concentrarse en «otras cosas». Porque eso significaba permanecer insome toda la noche con el deseo de Lyall encendiendo su cuerpo. Significaba tener el corazón en vilo cada vez que fuera a la mansión, o cada vez que se acordara de su sonrisa, o de el estremecimiento cada vez que la acariciaba.

Debería volver de Japón en una semana, calculaba Jane, pero Jane sólo quería verlo para que se diera cuenta lo bien que podía sobrevivir sin ella. Quería que supiera que hacía falta algo más que su cambio de opinión para hundir a Makepeace and Son.

Con su socio anónimo, Jane estaba decidida a ser más fuerte que nunca, y comenzó a buscar otros contratos para ofrecer a sus hombres algo cuando Lyall finalmente confirmara el final del contrato. De todas maneras, no podía hacer nada hasta que no supiera exactamente la situación con Lyall. Así que decidió telefonear a Dennis Lang.

Se mostró encantador al principio, pero evasivo cuando Jane quiso saber los planes de Multiplex sobre Penbury Manor. Declaró que el contrato había cubierto únicamente la primera fase de los trabajos, y que discutirían la siguiente sólo al término de ésta.

Jane colgó el teléfono desconsolada, la primera fase estaba casi terminada. El nuevo tejado estaba casi terminado, así como la electricidad y la fontanería. Todo el trabajo de carpintería había sido restaurado, y sólo quedaba la escayola, que no era algo lento. Makepeace and Son podía dar por terminado su trabajo en cuestión de días. Jane esperaba que su socio estuviera preparado para aguantar el disgusto.

La parte de Makepeace and Son perteneciente a Kit era de un extraño. Los papeles habían sido firmados en el banco, y el dinero fue transferido a Kit a Argentina.

Tendría que estar contenta de que sus problemas financieros se hubieran acabado sin tener que pensar en vender su casa de Pear Tree Cottage, pero seguía inquieta. Seguía sorda al exterior, y sólo sentía un vacío grande en su interior. Sólo sentía emociones cuando cerraba los ojos y veía los ojos azules de Lyall riendo, o cuando lo recordaba echado a su lado en la cama, fuerte y relajado, acariciando suavemente las curvas de su cuerpo.

Cada día era una pesadilla hablar y sonreír a las personas, como si todo siguiera igual, y las largas noches de insomnio la dejó delgada y con grandes ojeras. La escayola estaba prácticamente terminada y ella sólo había sido capaz de encontrar pequeños trabajos para sus hombres.

El día en que los trabajos de escayola se acabaron, Jane cerró la puerta de la mansión y se encaminó desconsolada hacia el despacho. Ése era el fin. Dorothy estaba excitada y contenta cuando llegó.

– Hay un mensaje de tu socio anónimo: vendrá a verte a las cuatro en punto.

– ¿A las cuatro? ¡Son casi menos diez! Tengo que prepararme rápidamente. Es un hombre, ¿verdad?

– Sí, la voz es masculina.

– De acuerdo. Tengo que dar aspecto de seriedad y entereza, no quiero que entre aquí y piense que tiene que interferir desde el primer momento.

– Toma -dijo Dorothy, pasándole algunos libros de contabilidad-, puedes hacer que estás revisándolos.

Jane tomó los libros y los abrió sobre su mesa. Luego se miró al espejo y se pintó un poco al descubrir horrorizada su aspecto pálido y cansado. Por último, se revisó la camisa que llevaba y se sentó en su mesa.

Sin pensar en lo que hacía, se entretuvo pasando las páginas de los libros. Hasta que se oyó la puerta y Lyall entró en su despacho.

El corazón de Jane se paró. Lo miró sin saber qué decir. Su primera reacción fue de alegría al verlo allí, alto, moreno, con sus ojos brillantes. La alegría se reflejó en su cara y Lyall avanzó hacia ella, pero Jane recordó enseguida y empujó su silla hacia atrás para protegerse.

– ¿Qué quieres? -acertó a decir.

– Quería verte -dijo, como si fuera algo natural.

¿No recordaba la última conversación que habían tenido por teléfono?

– Dorothy no tenía que haberte permitido entrar.

– La convencí de que tú también querías verme.

– Pues estás equivocado. Estoy esperando a alguien importante de un momento a otro, así que tendrás que marcharte.

– Me alegra que opines que soy importante, Jane.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Jane confusa.

– ¡Querida Jane! ¿Por qué crees que estoy aquí?

– No sé… -de repente la verdad se encendió en su mente-. ¿Eres mi socio anónimo?

– Creía que lo habrías adivinado.

Jane abrió la boca para decir algo, pero no encontró nada.

– ¿Eras tú?

– ¿Quién si no?

– Pero… pero -las rodillas de Jane se doblaron y se sentó bruscamente. Estaba empezando a pensar que todo era fruto de un pesadilla-. ¿Por qué primero intentas arruinarnos y luego inviertes en Makepeace and Son?

Lyall se acercó tranquilamente a ella y la miró fijamente a los ojos.

– ¿Qué quieres decir con eso de arruinaros? ¿Por qué demonios iba a intentar eso?

– Estoy segura de que no quieres, pero lo estás haciendo. ¡Y sabes perfectamente de lo que hablo! ¿O vas a negarme que vais a cambiaros a Osfordshire?

– ¿Ah… lo sabes? -dijo sin ningún intento de negación.

– Ya sé que se supone que no tenía que saberlo. Parece que era la única de tus empleadas que no lo sabía.

– Había una razón para ello… -comenzó a explicar Lyall, pero Jane lo interrumpió.

– Sí, ya lo sé.

– ¿Lo sabes?

– No es difícil de adivinar -dijo con amargura-. Algunos de los trabajadores no empezarán a trabajar hasta la segunda fase, sólo tienes que transferir el contrato para el nuevo centro. Ninguno de ellos tiene por qué vivir allí. Pero para mí es diferente, ¿verdad?

– Para ti siempre ha sido diferente -admitió Lyall, con una expresión alegre a pesar de la forma en que estaba siendo tratado.

Jane lo miró con resentimiento. ¿Cómo podía ese hombre hacer que su pulso se acelerara a pesar de la situación en que la había metido?

– Se suponía que yo no lo tenía que saber, así mis hombres acababan el trabajo sin problemas, de manera que al tener la primera fase completa podrías vender la casa más cara.

– Parece que estás muy informada de todo, Jane -replicó Lyall, sin cambiar su expresión alegre.

– Me encontré a Dimity en la casa, y no tardó mucho en decirme los nuevos planes.

– Sí, le encanta contar todo, ¿verdad? Ella ha estado ya en Dilston House y me ha dado algunas ideas. Puede que no te guste mucho como persona, pero no puedes negar que tiene talento como decoradora.

– Muy bien, me imagino que su talento es lo que ha hecho que la mantuvieras bien informada de tus planes.

– Era inútil tenerla en Penbury Manor.

– ¿Y para mí si era útil? No importa, ¿no? ¡Yo soy a la que ibas a echar cuando volvieras de tu viaje!

– Yo nunca pensaba hacer eso, Jane.

– ¿Ah, no? ¡Eso es lo que dijiste a Judith!

La cara de Lyall se oscureció.

– ¿Cuándo dije eso?

– Lo vi en una nota que habías mandado la mañana en que… -Jane no quería decir nada de la noche que habían pasado juntos-. Tú te marchaste. Sé que no debería de haberlo leído, pero llegó un fax justo cuando tú te marchaste, y al estar esperando para recogerlo vi la nota. Estaba todo bastante claro.

– ¡Así que era eso! ¿Por qué no me preguntaste primero, Jane?

– Iba a hacerlo, pero me encontré con Dimity y parecía que lo sabía todo.

– ¿Y por eso cuando te llamé me dijiste que te habías quedado conmigo por dinero?

– Sí -dijo sin darse cuenta-. Quiero decir… No quería que… -Lyall se acercó y la tomó de las manos para que se levantara. Sus ojos se encontraron y Jane apartó la vista.

– Jane, ¿por qué crees que he comprado Makepeace and Son?

– No puedo imaginarlo -dijo, sin mirarlo. Deseaba no notar tanto su presencia, sus manos rodeándola, la cercanía de su cuerpo, o el hecho de que sólo tema que inclinar un poco la cabeza para tocar sus labios.

– Era la única manera de que me dejaras entrar en tu vida. No voy a vender la mansión -dijo Lyall de repente-. O eso espero.

– ¿Qué vas a hacer con ella?

– Eso depende de ti -dijo, esbozando una sonrisa.

– ¿De mí?

– Pensé que podríamos vivir allí. Tú me habías dicho hacía diez años que era un buen lugar para que una familia viviera, y no se me ocurre otro sitio mejor. ¿Qué opinas? Aunque si es verdad lo que me dices de que no te importo nada, la venderé -continuó, al no contestar nada Jane-. No podría soportar vivir allí sin ti, Jane.

– ¿Qué me quieres decir? -preguntó Jane despacio, sin atreverse a creer lo evidente.

– Te estoy diciendo que te amo. Que no quiero perderte otra vez, Jane. Quiero despertarme por la noche y poder tocarte. Quiero verte sonreír por las mañanas. Y quiero llegar por las noches a casa y saber que estarás esperándome. Quiero que nos casemos.

– Pero… tú siempre has dicho que no querías casarte -susurró, incapaz de creer lo que estaba escuchando.

– He cambiado de opinión -dijo, besando las manos de Jane-. He cambiado de opinión en varias cosas desde que he vuelto. He aprendido que el pasado siempre es una parte de ti, de la que no puedes escapar. En algún momento u otro tendrás que enfrentarte. Yo pensé que lo había dejado cuando marché de Penbury, pero no es cierto. De la misma manera que he intentado olvidarte sin conseguirlo. Porque cada vez que conozco a una mujer veo que sus ojos no son tan claros como los tuyos, y su pelo tan sedoso, y no sonríe como tú lo haces. Hablaba sobre libertad porque era más cómodo eso que admitir que la experiencia de mis padres me había hecho temer el matrimonio, y que no había luchado por la única mujer a la que había querido.

Cariñosamente retiró de la cara de Jane un mechón de pelo.

– Me decía que disfrutaba de mi independencia, pero cuando volví eso cambió también. Comencé a pensar en tener un sitio donde siempre había vivido, un lugar al que llamar hogar, y cuanto más pensaba en ello, más lo asociaba contigo. Por eso pedí a Dennis que buscara otro sitio donde ubicar el centro. Quise mantener Penbury Manor como casa para vivir contigo… pero después de lo que me dijiste… ¿Es verdad que no quieres nada conmigo?

Jane tenía el corazón henchido de felicidad. Toda la tristeza desapareció de repente y movió la cabeza despacio negando.

– No.

– ¿No quieres un marido seguro y amable?

– No, te quiero a ti.

– ¿Me amas? -Lyall quería oírlo claramente.

– Desesperadamente -dijo, aliviada por fin de poder expresar sus verdaderos sentimientos.

– ¿Y te casarás conmigo?

– Sí, ¡claro que sí!

Jane se agarró a él y se besaron apasionadamente.

– ¿De verdad me amas? -preguntó Jane sin aliento.

– Sí -dijo, levantando la cabeza para acariciar su pelo color de miel con sus labios-. Debes confiar en mí, Jane.

– Confío. Siempre confiaré -dijo, besándolo de nuevo.

Lyall la apretó fuertemente y descansó la mejilla sobre el cabello de Jane, acariciando mientras su espalda, como si no pudiera creer que de nuevo la tenía delante.

– He pensado en tenerte así desde que te encontré en Penbury Manor el primer día. Fue cono si los diez años se borraran de repente. No podía negar que había hecho todo lo posible por intentar olvidarte, y tenía que verte de nuevo, pero tú no has hecho fácil las cosas.

– Yo tuve miedo -admitió Jane-. No quería que volvieras a hacerme daño. Nadie me ha hecho sentir lo que tú. Intenté no volver a enamorarme de ti, pero fue imposible. La verdad es que nunca me desenamoré de ti.

– Desearía haberlo sabido -dijo Lyall, besando su oreja-. Siempre que te besaba pensaba que todavía me amabas, pero te mostrabas tan hostil que era imposible estar seguro. Después de la discusión en el bosque empecé a sospechar que estaba siendo un estúpido. Tú seguías insistiendo en que era a Alan a quien querías, y yo estaba furioso por seguir queriéndote de todas las maneras, pero no podía dejarte. Te llamé varias veces y tú nunca querías ponerte. En el fin de semana que te marchaste fuera me di cuenta lo mucho que odiaba Penbury sin ti. Así que fue cuando decidí venderla y olvidarme de todo lo relacionado contigo… y luego viniste a Londres y estuve seguro de que a pesar de todo seguía enamorado de ti.

– ¿Por qué no me dijiste nada entonces?

– Porque no quería precipitarme. Creí que era el error que había cometido anteriormente, y que sería mejor si comenzábamos de nuevo despacio. Sabía que iba a tener que irme temprano por la mañana, y que no tendríamos oportunidad de hablar con tiempo, así que pensé que sería mejor decirte buenas noches simplemente, sólo que no salió así.

– ¿Por qué ibas a intentar mostrarte prudente?

– Por tu imagen a la luz de la lámpara -Lyall pasó un dedo por la mejilla de Jane-. Porque sabía que todo estaría bien siempre que estuvieras allí. Iba a pedirte que te casaras conmigo tan pronto como volviera, pero te llamé desde Japón y habías cambiado por completo. No podía creer lo que estabas diciendo y me dejaste deprimido.

– Lo siento -dijo Jane, acariciando su cara-. Lo siento tanto, Lyall… pero estaba convencida de que querías cancelar el contrato. Y no era sólo por mis sentimientos, como si me hubieras usado. Me preocupaba por todos los hombres que iban a quedarse sin trabajo.

– Te tenía que haber contado lo que pensaba, en vez de dejar todo como estaba y arriesgarme a que tú tomaras las cosas por el lado negativo -dijo Lyall suspirando y apretándola contra sí-. ¿Crees que vamos a aprender algún día?

– ¡Hemos perdido tanto tiempo…! -exclamó Jane.

– Lo recuperaremos -dijo, besándola como para sellar una promesa.

Se quedaron un rato en silencio hasta que Jane apoyó la cabeza en su hombro con un estremecimiento de alegría.

– ¿Cómo supiste que necesitaba un socio?

– Me lo dijo Dorothy.

– ¿Dorothy? -preguntó Jane sorprendida.

– Después de la conversación que tuvimos intenté calmarme, y decidí que mentías por alguna razón -explicó Lyall-. Cada vez que pensaba en la noche que habíamos compartido, sabía que me amabas. Tú nunca te hubieras acostado por dinero, pero no entendía por qué lo habías dicho. Tenía que haber pasado algo, así que llamé a Dorothy para saber lo que era. No lo sabía, pero sentí algo de alivio al saber que estabas en un estado de tristeza comparable al mío, y cuando recibiste la carta de Kit ella me llamó informándome. Sabía lo responsable que te sentías de la empresa, así que hice un trato con el banco. En esos momentos estaba desesperado por tener algo que me uniera a ti.

– ¿Entonces por qué insististe en quedar como un socio desconocido?

– Pensé que lo rechazarías si sabías que era yo. En esos momentos los celos me consumían, pensando que quizá quisieras volver con Alan sin importarte lo que pasara entre nosotros. Pero Dimity fue a Londres para darme los primeros bocetos sobre Dilston House, y me dijo que ella y Alan estaban comprometidos, así que pensé que había una mínima esperanza. Decidí esperar a terminar la primera fase del trabajo, y luego preguntarte por qué hacer a continuación. Si de verdad seguías sin querer saber nada de ni, la pondría en venta, pero confiaba en que aceptaras seguir restaurándola para vivir con nuestros hijos.

Jane se apretó contra él y se quedó pensativa.

– ¿Seguirá Makepeace and Son con el contrato? -murmuró entre besos.

– Sólo si eliges a un encargado. Tenemos mucho tiempo que recuperar. Quiero que estés a mi lado.

– Y si acepto tus condiciones, ¿cuánto tiempo durará el contrato? -preguntó Jane, besando su oreja cariñosamente.

– Para siempre -prometió Lyall.

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