Capítulo 9

CLAUDIA salió de la casa en seguida, después de hablar brevemente con Luke:

– Si no vuelvo para llevarte a casa, puedes regresar en cualquiera de los coches del garaje – se interrumpió para darle un cariñoso abrazo-. Adiós. No os molestéis en portaros bien.

– Descuida.

Luego, una vez que Claudia se hubo marchado, algo muy extraño sucedió. Cuando Luke y Pippa se volvieron para mirarse, les asaltó una repentina timidez, como si estuvieran inhibidos. A Pippa no la extrañaba su propio caso, ya que tenía algo trascendental que decirle. Pero Luke parecía estar avergonzado por algo…

Finalmente la intervención de Sonia salvó la situación al anunciarles que les había preparado un pequeño aperitivo, mientras terminaba de hacer la comida.

– Estupendo -exclamó Luke con evidente alivio-. Podemos tomarlo dentro de unos minutos en la piscina.

Al momento desapareció escaleras arriba, dejando a Pippa entre asombrada y confundida. Volvió a la habitación de Claudia y llamó a Inglaterra.

– ¡Hola, Mark! Sí, ya sé que ahora mismo debería estar en el avión, pero vamos a quedarnos aquí unos días más. Te llamo para que no vayáis a buscarnos al aeropuerto -de repente vio pasar una sombra por delante de la puerta entornada: era Luke, que ya se dirigía hacia la piscina.

– Pippa, tienes una operación muy importante programada para la semana que viene -comentó Mark, muy preocupado.

– Lo sé, pero podremos quedarnos aquí unos cuantos días más y regresar a tiempo. Llamaré a Frank y…

– No es necesario, está aquí mismo. Se disponía a salir para el aeropuerto conmigo. Será mejor que hables con él.

Pippa escuchó un murmullo de voces, y al momento siguiente Frank se puso al teléfono.

– Debes de haberte vuelto loca.

– Estoy perfectamente. Comprende que…

– Mira, no tiene ningún sentido que siga hablando contigo. Preferiría que me pasaras a Josie, si me haces el favor.

– No está aquí. Se ha quedado con los padres de Luke.

– Y supongo que tú te habrás quedado con él, claro. Te rompió el corazón una vez y no vacilará en volver a hacerlo, ¡pero a ti te da igual! ¡En la vida no te importa nada más que ese amiguito tuyo!-y colgó, furioso.

Pippa suspiró profundamente, compadeciendo a su tío. En muchos aspectos, sabía que él tenía razón. Debería ser fuerte y despedirse de una vez por todas de Luke. Pero la felicidad que la había poseído durante esos últimos días era tan dulce, y le quedaba tan poco tiempo para disfrutarla, que ningún poder sobre la tierra habría podido evitar que prorrogara su estancia allí. A continuación llamó a los padres de Luke. Zak le respondió, informándola de que se habían llevado a Josie al zoo. Le prometió que le diría a Josie que había llegado bien y que volvería a llamarla más tarde, cuando estuviera de regreso en casa.

Luego bajó a la piscina, con su bata de seda encima del traje de baño. Luke ya estaba en el agua. Sonia acababa de servir el aperitivo y las bebidas.

– Champán -le informó la mujer-. Son instrucciones de la señorita Claudia.

– La señorita Claudia no ha descuidado ningún detalle -murmuró Pippa con un leve dejo de ironía.

– Para el señor Luke es como su hermana mayor -le confió Sonia-. Siempre sabe lo que es bueno para él.

Le sirvió el champán en una elegante copa de tallo alto, se la tendió a Pippa y volvió a guardar la botella en el cubo con hielo. Pippa tomó un sorbo y lo saboreó, deleitada.

– Vamos -la llamó Luke desde el agua-. Está estupenda.

– Y el champán también -repuso.

Luke se acercó a su lado, nadando, alzó la cabeza hacia atrás y abrió la boca. Riendo a carcajadas, Pippa vertió en ella un buen chorro de champán.

– ¡Más, más!

Pippa volvió a llenar la copa, pero en esa ocasión se la vació sobre la cabeza.

– ¡Eh! -se quejó Luke, y desapareció bajo el agua.

Como transcurrieron varios segundos sin que volviera a salir, Pippa se inclinó hacia la piscina, pero Luke apareció de inmediato y, agarrándola de un tobillo, la arrastró consigo al agua. Pippa se encontró entonces aprisionada contra su torso desnudo, sintiendo la tibieza de su piel a pesar del frescor del agua, muy consciente de pronto de su propia desnudez.

– Suéltame ahora mismo -le exigió, sin aliento.

Para su sorpresa Luke la obedeció y en seguida Pippa se arrepintió de ello. Era como si la huella de las manos de Luke se hubiera quedado grabada a fuego en su cintura: la sensación de su cuerpo contra el de él seguía estando presente. Pero ya no la estaba tocando; ni siquiera estaba cerca. Se encontraba al otro extremo de la enorme piscina, como si nada hubiera pasado.

Nadó lentamente, atravesando la piscina a lo ancho en vez de aventurarse a hacer un largo. Se sentía muy bien, pero también sabía lo muy rápidamente que podía desaparecer aquella sensación. Finalmente salieron del agua al mismo tiempo y se secaron. Luke le sostuvo la bata para que se la pusiera.

– Es muy bonita -comentó-. No la había visto antes.

– Me la regaló Claudia, pero todavía no sé si aceptarla. Es una preciosidad.

– ¿Por qué no habrías de llevar tú lo mejor? -le dio un leve beso en la mejilla y se recostó en una tumbona-. Comamos. Esto tiene muy buen aspecto.

El aperitivo consistía en unos sabrosos canapés de carne, pescado y ensalada, una especialidad de Sonia.

– Pippa, tenemos que hablar -le dijo al fin Luke.

– ¿Sobre qué?

– Sobre algo de lo que debimos hablar hace días. Supongo que me faltó valor para hacerlo. Y a ti también, quizá.

– ¿A mí… también?

– Sí, a ti también te faltó valor. Porque hay algo que debiste haberme contado desde el principio, en vez de dejar que yo me equivocara, me imaginara que nosotros…

Se interrumpió de repente y, en el silencio que siguió, Pippa se quedó horrorizada. Luke había adivinado la verdad sobre su enfermedad. ¿Qué más podía decir?

– Luke, por favor, no me culpes de…

– Yo no te culpo. Sé que algunas cosas son difíciles de contar. Lo que pasa es que siempre has sido una persona tan sincera que… Bueno, siempre has optado por decir la verdad sin que te importaran las consecuencias.

– Quizá haya aprendido un poco de tacto – se apresuró a señalar ella-. En beneficio de las personas a las que quiero.

– Ojalá supiera yo a quién incluyes en esa lista.

– Bueno… Josie sobre todo. Comprenderás que tenga que anteponer su bienestar…

– Por supuesto -Luke pareció decepcionado-. Es solo que… ¿te importaría decirme si es demasiado tarde?

«¡Oh, Dios mío! ¡Lo sabe!», exclamó Pippa en silencio.

– No puedo asegurarte si es demasiado tarde o si no lo es -pronunció lentamente-. ¿Cómo puedo saberlo mientras no vuelva a Londres?

– Y lo veas, claro.

– ¿Qué?

– A Mark. Ese es su nombre, ¿no? Lo llamaste desde tu habitación…

– Sí, Había quedado en que iría a recogernos al aeropuerto. Yo le dije que no lo hiciera.

– Estuviste hablando mucho rato por teléfono con él.

– También llamé a Josie, pero estaba en el zoo -explicó Pippa. No podía mencionar a Frank.

– ¿Es un tipo de fiar, ese Mark?

– Es estupendo.

– ¿Un buen amigo?

– El mejor.

– Y también guapo.

– Mucho. En la casa de huéspedes le llamamos «Adonis».

– ¡Oh, vaya! ¿Quieres más champán para que brindemos por él?

– Luke, ¿qué te pasa? -las sospechas que la asaltaban eran demasiado inverosímiles-. ¿Y cómo sabías que es guapo?

– Josie me enseñó algunas fotos. Había una muy bonita en la que aparecíais los dos juntos en un descapotable. Josie me dijo que te llevaba a pasear con frecuencia en su coche -desvió la mirada hacia la piscina.

– Luke, ¿era de esto de lo que estabas hablando todo el tiempo? ¿De mi relación con Mark?

– Por supuesto. ¿De qué si no?

Pippa se dio cuenta de que había sido un malentendido. Después de todo, Luke no había descubierto su secreto. Todavía podía decírselo a su manera. Y la sospecha se convertía en realidad: Luke estaba celoso.

– Así que sumaste dos más dos y… ¿qué es lo que sacaste?

– No lo sé -murmuró, malhumorado-. Dímelo tú. Quiero decir que… Mira, me parece justo. Supongo que tenía que haber alguien… y tú intentaste darme una pista con toda aquella charla acerca de que las cosas habían cambiado entre nosotros. Eso es lo que querías decir, ¿no? Lo de ese tipo, Mark, con sus descapotables y su aspecto de Adonis. ¿Por qué te ríes? ¿Qué es lo que te hace tanta gracia?

– Tú -continuó riendo ella-. Que le des tanta importancia a Mark.

– ¿Y no la tiene?

– No tanta. Mark es solo un amigo.

– ¿No era eso lo que estabas intentando decirme la otra noche?

– No, no era eso, Pero, Luke, quiero hablarte de algo completamente diferente…

Pero Luke ya no la escuchaba. En aquel instante dio rienda suelta a su alivio levantándose gritando a pleno pulmón:

– ¡Yahooo!

Pippa sabía que debía mantenerse firme e insistir en contárselo todo de inmediato, pero como en la otra ocasión, el descubrimiento de que había sentido celos por ella la inundó de felicidad. Ya se lo contaría al día siguiente.

– ¿No estás enamorada de Mark? -le preguntó Luke, a voz en grito.

– No, claro que no.

– ¡Yahooo!

Pippa tuvo que taparse los oídos, riendo, pero de repente él dejó de gritar para preguntarle:

– ¿Qué pensabas tú que quería decirte?

– ¿Cómo?

– Dijiste que yo no debía culparte. ¿Culparte de qué? Y también que no sabías si era demasiado tarde o no. ¿Qué te imaginabas que estaba yo pensando?

– Oh, no me imaginaba nada -mintió-. Te seguí la corriente, simplemente, porque sí.

– Pero debías de estar pensando en algo cuando me dijiste que…

De repente Pippa tuvo una idea.

– ¿Qué? -le preguntó, inclinándose hacia él-. No te oigo.

– He dicho que… ¡aaaayyy!

El último sonido que emitió fue un grito que se convirtió en carcajada, cuando Pippa cayó «accidentalmente» al agua arrastrándolo consigo. Los dos volvieron a salir a la superficie, riendo. Pippa se volvió y nadó alejándose de él, hacia los escalones del otro extremo de la piscina. Ya los estaba subiendo cuando resbaló con uno de ellos, cayendo sobre una rodilla.

– ¡Cariño! – Luke la sujetó a tiempo de evitar un daño mayor -. ¿Te encuentras bien?

– Sí… no es nada. Es solo un golpe en la rodilla. Ayúdame a sentarme.

Luke la sentó en la tumbona, después de envolverla tiernamente en la bata de seda, y le dio un suave masaje en la rodilla lesionada. Para entonces Pippa comprobó aliviada que ya se había olvidado de lo que quería preguntarle. Sabía que estaba sucumbiendo a un ataque de feliz locura. Era un error, y la hora de la verdad no tardaría en llegar, pero de momento aprovecharía lo que le ofrecía la vida y ya pagaría más tarde el precio. Apenas unos días atrás había sido una criatura triste, enfrentada a la perspectiva de no volver a ver a Luke nunca más. Y de repente toda aquella tristeza había desaparecido. Después de aquellos días tan maravillosos, cuando el reloj marcara las doce, Cenicienta ya no tendría motivo para quejarse de nada.

– ¿Qué te pasa? -le preguntó Luke.

– ¿Qué?

– Has suspirado.

– ¿Ah, sí? No me he dado cuenta.

– Déjame servirte un poco más de champán. Luego podrás decirme qué es lo que te apetece hacer durante el resto del día.

– Bueno, primero me beberé el champán, y luego… -se desperezó, bostezando -… luego dejaré que me sirvas más champán.

– Sí, madame.

– Después de eso creo que me echaré una siesta. Ha sido una semana agotadora y, ahora que dispongo de tiempo libre, me gustaría aprovecharlo. Cuando me despierte, tomaré un largo y relajante baño caliente.

– Para entonces la cena ya estará lista.

– Eh, ¿qué estás haciendo? -le preguntó cuando él la alzó de repente en vilo.

– Cargarte en brazos, para que no tengas que apoyarte en ese pie y forzar la rodilla.

– Ah, claro.

De camino hacia la casa Luke le dijo algo en español a Sonia, que se retiró de inmediato. Cuando llegaron a lo alto de las escaleras ya estaba en la habitación de Pippa, preparando la cama.

– Creo que voy a dormir bastante -comentó Pippa, una vez que Sonia ya se había marchado.

– ¿Puedo quedarme?

– No -respondió con tono firme.

Sonriendo, Luke la ayudó a quitarse la bata de seda. No sabía por qué, pero a Pippa volvió a asaltarla aquella punzada de resentimiento que había sentido en el aeropuerto. Parecía tan confiado y seguro de sí mismo…

– Adiós, Luke.

– No puedes hablar en serio -volvió a sonreír y la besó en la punta de la nariz-. ¡Piensa en lo bien que podría ayudarte a dormir!

– Si te propinara un buen puñetazo, tú serías el único que dormiría bien… durante veinticuatro horas seguidas -se burló -. Largo.

– De acuerdo -rió-. Que duermas bien, cariño -y salió de la habitación.

Pippa se acostó felizmente en la cama de Claudia, preguntándose por el origen de su propia reacción. Apenas hacía una media hora que se había sentido inmensamente contenta de estar con Luke, feliz en su compañía. Pero él lo sabía y se había confiado demasiado. ¿Y por qué no habría debido hacerlo? Nadie le había dado nunca a Luke un «no» por respuesta.

«Pero tú lo has hecho», le recordó una voz interior. «Desde que llegaste a Los Ángeles hace una semana, Luke te ha dejado saber de diferentes maneras que todavía te desea, y tú no has hecho más que rechazarlo».

Y sin embargo él la había «secuestrado» para llevarla a la casa de Claudia; incluso lo había reconocido. Las cosas sucedían siempre cuando a él le convenían. Se había quedado algo desconcertado con lo de Mark, pero solo por un instante. Realmente no creía que algo pudiera salirle mal en la vida. Y en esos momentos, esperaba seducirla. «Te seducirá con exquisita ternura, delicada y sutilmente, asegurándote que le importa tanto tu placer como el suyo propio. Eso es lo que le convierte en un ser tan peligrosamente encantador. Pero al final siempre se sale con la suya». Cada vez se sentía más confundida: ya no podía seguir con aquel rumbo de pensamientos. Acallando aquella voz interior, al fin se quedó dormida.

La despertó el sonido del agua corriendo en el cuarto de baño. Sonia, que le había preparado la bañera, asomó la cabeza por la puerta y la ayudó a levantarse, poniéndole la bata de seda. Minutos después se hundía en el agua perfumada, sintiendo cómo se desvanecían todas sus preocupaciones. Para alivio suyo, aquella voz interior que antes tanto la había molestado permanecía callada.

Más tarde se puso un precioso vestido de noche color verde que había llevado consigo. Luke quedó absolutamente encantado al verla. Pippa pudo verlo en sus ojos mientras descendía por las escaleras, dirigiéndose a su encuentro. Con la mirada parecía pagarle un silencioso tributo. «Porque piensa que todo será muy fácil», volvió a molestarla aquella voz interior. Pero decidió dejarla de lado para disfrutar de la velada.

Ya había anochecido y cenaron a la luz de las velas. La comida de Sonia era perfecta. El vino perfecto. Todo era perfecto. «Demasiado perfecto», otra vez esa voz. No podía acallarla porque formaba parte de su propia mente, lo poco que le quedaba de sentido común.

– Adoro a nuestra hija -le comentó en aquel instante Luke, mientras volvía a llenarle la copa-. Pero si me preguntaras si me importa que esta noche no esté aquí, con nosotros… -alzó una mano-, no podría mentirte. Me alegro de poder estar a solas contigo.

– Yo también -admitió Pippa, y tomó una cucharada del exquisito postre que había preparado Sonia: helado con crema, cubierto de una salsa elaborada con vino.

– Es delicioso, ¿verdad? Constantemente la pregunto por la receta, pero ella se niega a revelármela. Toma un poco de mi postre, si quieres. Es algo diferente del tuyo.

Después de intercambiar unas cucharadas, Pippa le preguntó:

– ¿Por qué me miras así?

– Solo estaba pensando en lo hermosa que estás a la luz de las velas.

Luke no dejaba de admirarse del cambio que había experimentado Pippa durante aquellos últimos años: la encantadora jovencita se había convertido en una mujer de deslumbrante belleza. Ansiaba hacer al amor con ella. Hacía tan solo un instante, cuando se rozaron las manos mientras intercambiaban las cucharas, había sentido una especie de descarga eléctrica que lo sacudió por entero. Había tenido que aspirar profundamente varias veces para relajarse. Aquello no era nada fácil. Tenían una niña de diez años, por el amor de Dios, y estaba temblando como un adolescente en su primera cita…

– Salgamos a contemplar la luna -le propuso, tomándola de la mano y guiándola a la terraza.

Al aspirar su perfume, mientras la luz de las velas bailaba en sus hombros desnudos, la tentación se hizo absolutamente irresistible. De repente se llevó su mano a los labios, trazando un ardiente sendero de besos por su piel.

– Luke…

– Mi dulce Pippa -susurró-. Bésame, amor mío.

Al momento la atrajo hacia sí, abrazándola apasionadamente. Y ella se quedó helada, paralizada. No podía evitarlo.

– ¿Qué te pasa? -murmuró él contra sus labios-. Bésame.

– Luke… suéltame.

– Querida -la soltó, pero no se apartó del todo-, ¿qué te sucede? Esta tarde estabas de un humor excelente.

– ¿Ah, sí?

– Sí, y yo tenía la sensación de que todo entre nosotros volvía a ser perfecto.

– Todo nunca ha sido perfecto entre nosotros, Luke -le dijo con un tono de voz peligrosamente tranquilo.

– ¿Qué quieres decir? -inquirió alarmado, sin comprender.

Aquella sincera incomprensión fue como la chispa que hizo estallar su furia. De repente volvió a ser la joven y belicosa Pippa de antaño, que tan pronto amaba con pasión a un hombre como lo odiaba a muerte. Se liberó bruscamente de su abrazo.

– Quiero decir que… bueno, supongo que quiero referirme a todas aquellas cosas que me dijiste hoy en el aeropuerto. Todo eso de que no nos podíamos comunicar a distancia. Si así fue, fue porque así lo quisiste tú. Ahora ya has decidido otra cosa y en lugar de hacer lo que tenía planeado, he acabado aquí, contigo.

– Pero querida, no podías abandonarme así…

– ¡Tú me abandonaste a mí!

Ya estaba. Lo había dicho, al cabo de once años. Luke la miró fijamente, como si estuviera hablando otro idioma.

– Solo porque tú me lo permitiste -dijo al fin.

– ¿Que yo qué? Yo no te permití nada. Lo quisiste tú sólito.

– Pudiste haberme detenido con una sola palabra, simplemente si te hubieras quedado allí cinco minutos más. Ya te dije que de repente me detuve, como si no pudiera subir a aquel avión. Lo que no te dije es que desanduve el camino para volver a la sala de espera. Estaba tan convencido de que te encontraría allí… Pero no. Te marchaste rápidamente nada más perderme de vista. Desaparecí de tu vista y me olvidaste en seguida, ¿verdad?

Pippa lo miraba estupefacta. Aquello no podía ser cierto, porque si lo era no podría soportarlo.

– No -pronunció-. No me lo creo.

– Vamos, ya sabes que nunca he sido un mentiroso. Cuando volví a la sala, no te vi.

– Es cierto que no estaba allí. ¿Y sabes por qué? Porque desde el principio me habías dejado muy claro que la nuestra era una relación corta, provisional. Desde el principio fuiste sincero conmigo. Me lo explicaste todo de manera que no pudiera quejarme, claro, porque siempre has sido condenadamente sincero… Así que no me quejé. Lo hice todo tal y como tú querías, como habría hecho cualquier mujer en mi lugar. Sonreí y no te dije que el corazón se me estaba partiendo al perderte, con mayor motivo dado lo contento que estabas de marcharte…

– Yo no estaba…

– ¡Cállate! Aunque solo sea por una vez, voy a decirte lo que pienso y siento sobre algo. Esta vez no voy a fingir, temerosa de que te alejes de mi lado si te digo la verdad. He pasado mucho tiempo amándote según tus condiciones sin recibir nada a cambio, y ya estoy harta. Tú no querías lazos ni compromisos, así que yo no te creé ninguno, y eso te vino muy bien. ¿Pero dónde me dejaba eso a mí? En la posición de terminar criando sola a nuestra hija en una casa de huéspedes -se interrumpió por un momento, respirando aceleradamente-. Oh, sí, fuiste muy generoso con el dinero y te mantenías en contacto con nosotras. Intenté convencerme a mí misma de lo afortunada que era, porque otros hombres no habrían pagado un solo céntimo o habrían fingido que la niña no era suya. Y por culpa de ese dinero no me daba cuenta de lo egoísta que eras. Porque eres un hombre muy generoso, pero solo en lo que al dinero se refiere: cuando alguien te pide que des una parte de ti mismo, no quieres saber nada del asunto… Y esos encantadores e-mails que intercambiabas con Josie… Cualquiera puede ser encantador a distancia. Nueve mil kilómetros y apagabas la máquina cuando te convenía.

Para entonces Luke había dejado incluso de replicar. El mundo se estaba derrumbando a su alrededor, pero eso no importaba. Lo que importaba era que Pippa estaba angustiada, y por culpa suya. Jadeaba ostensiblemente, como si hubiera acabado de correr una maratón, y sus palabras parecían atropellarse unas con otras. Vio que se pasaba una mano por la cara, húmeda de sudor. Le temblaban los labios mientras intentaba contener desesperadamente la emoción.

– Oh, olvídalo -dijo al fin, agotada.

– No, yo creo que deberías contarme el resto de lo que tienes que decirme, sea lo que sea. Supongo que todavía quedarán cosas que has estado años esperando a decirme.

– Sí, bueno, creía que quería decírtelas, pero la ocasión ha pasado. ¿Qué sentido tendría hacerlo ahora?

Luke se sirvió una copa de brandy y le ofreció otra. Pippa se la bebió de un solo trago.

– Dilo -insistió él.

– Muy bien. Tú te conectabas con tu hija mediante una máquina, pero yo no. Estaba allí las veinticuatro horas del día, porque eso es lo que significa ser madre. Es estar a las duras y a las maduras. Significa pasar noches en vela, cuidándola. Significa no poder salir con tus amigos porque ella te necesita, pensar siempre en ella primero. Significa algo, en suma, que tú ignoras por completo. No se trata simplemente de hacerle regalos y que ella te diga lo maravilloso que eres. Algunas veces te dice que eres horrible porque le has negado algo que quería desesperadamente. Y se pasa muy mal cuando te dicen que eres horrible.

– Creo que eso es algo que estoy empezando a experimentar.

– No, tú no eres horrible. Eres egoísta e inmaduro y tienes suficiente encanto para hacer que la gente te deje siempre salirte con la tuya, así que ignoras por completo lo que es la vida real. Pero no eres horrible. Es precisamente por eso por lo que nunca te había dicho esto antes. Y debí haberlo hecho.

– ¿Por qué no lo hiciste entonces?

– Porque era joven y tonta, y estaba desesperadamente enamorada de ti. Ansiaba casarme contigo, pero sabía que esa palabra era tabú para ti. Por eso no te pedí que me acompañaras a la boda de Frank y Elly. Tenía miedo de perderte, y era demasiado ignorante para preguntarme a mí misma si realmente me merecía la pena mantener una relación con un hombre como tú.

– ¡Gracias! -exclamó Luke, verdaderamente molesto.

– Un tipo que solo estaba interesado en conseguir lo que quería y siempre según sus términos no merecía el desengaño que me llevé. Y pude haberme ahorrado mucho dolor si me hubiera dado cuenta antes de ello.

– Dios mío, no sé cómo hemos podido llegar a esto -dijo Luke, pasándose una mano por el pelo -. Hace unos momentos todo marchaba tan bien…

– No, todo no marchaba bien, al menos para mí. Yo intenté creer que sí, pero no. Lo cierto es que nada me ha ido bien durante estos últimos once años.

– ¿Te has sentido así durante todos estos años? -le preguntó Luke, consternado.

– Te sorprende, ¿verdad?

– Pero yo creía que habías superado lo nuestro.

– Creías lo que tú querías creer. ¿Te molestaste alguna vez en visitarme en Inglaterra para saber cómo me las estaba arreglando?

– Pudiste haberme llamado o escrito… – vio que en aquel instante lo fulminaba con la mirada, y se apresuró a retractarse-: No, no, olvida lo que acabo de decir.

– Por tu bien será mejor que lo haga. Sí, lo olvidaré, tal y como tú te olvidaste de mí, hasta ahora que te ha convenido volver a acordarte, y supuestamente por eso debo lanzarme a tus brazos. Pero he cambiado. Ahora tengo una hija y el hecho de criarla me ha hecho madurar.

– Pippa, por favor, ¿no podemos hablar de esto con más tranquilidad?

– No quiero hablar de esto con tranquilidad. Quiero gritar y chillar porque quizá solamente así comprendas lo que hiciste. Puedo soportar que te olvidaras de mí. Lo que no puedo perdonarte es que te olvidaras de Josie y pensaras al mismo tiempo que estabas ejerciendo de padre modelo, a distancia, enviándole e-mails y regalos y creyendo que… ¡Dios mío! Realmente creías que con eso bastaba, que era suficiente. No la habría traído si no hubiera sentido la necesidad de hacerlo cuando ya casi es demasiado tarde para mí, y si tú hubieras sido un padre medio decente no habría tenido ninguna necesidad de hacerlo.

Luke había palidecido terriblemente.

– Supongo que ahora debería alegrarme de que me hayas dicho todo esto. Piensa en la cantidad de tiempo que nos hemos ahorrado. Me he estado engañando a mí mismo. Lo siento. Sabía que había cometido errores en el pasado, pero suponía que tenía una oportunidad de arreglar nuestra relación.

– ¡Pues ya es demasiado tarde! -gritó Pippa-. Llegas con años de retraso. ¿Cómo te atreves a hacerme esto ahora? Vete al diablo, Luke. Ojalá nunca te hubiera conocido.

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