EN EL hospital, le dio el nombre de Pippa a la recepcionista.
– En el octavo piso -le dijo-. Pero debo decirle a usted lo que ya le he dicho a los demás: no puede entrar, y va a ser una larga espera.
– ¿Todos los demás?
– Parece que la señorita Davis tiene muchos amigos.
Mientras subía en el ascensor, pudo tomar plena conciencia de que se dirigía hacia lo desconocido. Alguien habría puesto a Josie al tanto de la situación, quizá incluso el propio Frank. Se preguntó si su hija lo odiaría. El podría soportar esa carga, ya que se lo tenía bien merecido. Pero cuando pensaba en lo que eso podría significar para Josie, el mundo parecía tornarse todavía más sombrío y ominoso.
Tan pronto como salió del ascensor, comprendió lo que había querido decirle la recepcionista. Un nutrido grupo se apelotonaba en los pasillos. Luke llegó a contar hasta siete antes de identificar a Frank, a Elly ya…
– ¡Josie!
– ¡Papi! -el grito de la pequeña cortó el aire, y al momento siguiente se soltó de la mano de Frank para correr por el pasillo hacia los brazos de Luke-. Sabía que vendrías -exclamó-, aunque el tío Frank decía que no. Me dijo que habías sido muy malo con mami y que habías contribuido a que se pusiera enferma y que nunca la habías querido de verdad y que…
Los ojos de Luke se encontraron con los de Frank por encima de la cabeza de Josie.
– Le has dicho muchas cosas, Frank – pronunció fríamente -. Y no tenías ningún derecho a decírselas.
– Y tú no tienes ningún derecho a estar aquí -repuso Frank, tenso-. ¿Cómo te atreves a aparecer así, inquietando a la niña…?
– Me parece a mí que habría estado mucho más inquieta si yo no hubiera aparecido.
– Tú no pintas nada aquí. Si Pippa te hubiera querido, se habría quedado contigo.
– Ya hablaremos de eso en otra ocasión -le dijo Luke, lanzándole una mirada de advertencia-. Por el momento, me gustaría saber cómo se encuentra.
– La están operando -lo informó Elly, reuniéndose con ellos -. Se supone que ya tendrían que acabar pronto.
Los demás se acercaron para presentarse. Estaba el habitual grupo de huéspedes de la pensión: Harry, Jake, Davina y otros nombres que Luke no pudo retener. Lo miraron con expresión de condena, pero también con una gran curiosidad. Josie le tiró de la mano para hacerlo sentarse a su lado.
– Papi, ¿por qué mami se marchó así? ¿Fuiste realmente tan malo con ella?
– Díselo todo, si es que te atreves -se burló Frank.
– Claro que me atrevo. Sí, cariño, mami y yo tuvimos una discusión y todo fue culpa mía -explicó, estremecido-. Sí, culpa mía. He venido a pedirle que me perdone.
– ¿Pero por qué? ¿Qué es lo que le hiciste?
– Cuando descubrí que estaba enferma, no comprendí por qué no me lo había dicho antes. La culpé por eso.
– Yo también -los ojos de Josie se llenaron de lágrimas-. Oh, papi, me enfadé con ella en el avión. No quería hacerlo, pero no pude evitarlo. Y cuando aterrizamos ella se desmayó, y todo por mi culpa… -estalló en sollozos.
– No es culpa tuya, cariño -la estrechó en sus brazos-. Si hay alguien aquí que tiene la culpa de algo, soy yo. Mami debería habérnoslo dicho a los dos pero, ya lo ves, es una persona muy fuerte. Tiende a soportar lo malo ella sola, para que los demás podamos ser felices… -le tembló la voz-. Luego, cuando descubres que ha estado soportando todas esas cosas sola, te duele que no haya podido compartir ese dolor contigo. Pero tienes que comprender… tienes que comprender… que ella no… -se interrumpió. Intentó disimular la desesperación que sentía frente a la niña, pero no pudo hacerlo, y bajó la cabeza para apoyarla contra la suya.
No se movieron después de aquello. Y tampoco lo hizo la gente que rodeaba al padre y a la hija, inmersos en su mundo de dolor, tan necesitados el uno de la otra. Nadie supo cuántas horas pasaron hasta que se abrieron las puertas del fondo del pasillo dando paso a una cama con ruedas, en la que estaba tendida Pippa, flanqueada por un médico y dos enfermeras. Todo el mundo se levantó como un resorte para observar cómo la pequeña procesión pasaba de largo para internarse en la habitación del otro lado. Luke alcanzó a vislumbrar el rostro de Pippa por un instante, y sintió que la mano de su hija buscaba la suya.
– No está tan fuerte como a mí me habría gustado que estuviera, pero está aguantando – los informó el médico-. Las siguientes horas serán decisivas.
– ¿Pero vivirá? -inquirió Frank-. ¿Puede asegurárnoslo?
– Es muy pronto para hacer promesas.
– Quiero ver a mami -exigió Josie.
– Dentro de unos minutos podrás verla -le respondió el médico-, cuando hayamos terminado de instalarla en la habitación. Pero solo tú y otra persona más, el pariente más cercano…
– Yo soy el pariente más cercano -afirmó Frank-, dado que no está casada.
Luke se estremeció de furia, pero no dijo nada, porque de inmediato recordó la petición que Pippa le había hecho en su carta, rogándole que no se enfrentara con Frank por el bien de Josie.
– Papi… -Josie se acercó a él.
– Esperaré aquí -le dijo, apartándose.
– No -intervino Elly-. Es a ti a quien quiere ver -y le puso suavemente a su marido una mano en el brazo, silenciando sus protestas.
Padre e hija entraron de la mano en la habitación. La vista de Pippa lo dejó horrorizado. Estaba tan inmóvil como una muerta, muy pálida, con los ojos cerrados. Estaba conectada a una enorme maquinaria de tubos y aparatos. En lo único que pudo pensar Luke fue en lo pequeña y frágil que parecía, y en que le habría gustado mecerla tiernamente en sus brazos. Pero no podía.
– ¿Podemos tocarla? -inquirió al fin.
– Será mejor que no -respondió una de las enfermeras.
– ¿Qué posibilidades tiene?
– Se encuentra en una situación estable. Es lo único que podemos decirles por el momento. Creo que deberían irse ya.
Afuera, en el pasillo, Luke se encargó de repetirles las palabras a todos los demás, pero dirigiéndose principalmente a Frank e intentando no reaccionar ante el abierto disgusto que parecía despertarle.
Todo el mundo se preparó para una larga espera. Alguien fue por café y sandwiches. Reinó un profundo silencio, solamente turbado por el tictac del reloj mientras iba cayendo la noche. Le permitieron a Josie volver a entrar a la habitación para ver a su madre.
– Papi…
– Que entre esta vez tu tío, cariño -le dijo Luke-. Él también la quiere mucho.
Se había obligado a pronunciar aquellas palabras movido solamente por la convicción de que estaba haciendo lo que Pippa habría querido. Frank lo miró con una leve expresión de recelo y entró en la habitación.
– Has sido muy amable -le comentó Elly después de que entraran Frank y Josie.
– Lo he hecho por Pippa, ella… -se interrumpió, incapaz de continuar, pero fue entonces cuando descubrió la expresión de bondad que emanaba de los ojos de Elly. Se preguntó por qué no había podido verla antes, y sintió vergüenza por todas las veces en que antaño se había burlado de ella. En un impulso, sacó la carta de Pippa-. Creo que a ella no le importaría que te enseñara esto.
Le señaló el final de la carta, donde había escrito: «Josie te quiere, pero también quiere a Frank y a Elly, y si te enfrentas a ellos, eso la afectará mucho».
– Gracias -dijo Elly, devolviéndosela después de leerla-. Intentaré que Frank lo comprenda.
Nada más salir de la habitación, Josie informó a Luke de que su madre seguía igual.
– ¿Sigue sin despertarse?
– El médico dice que tampoco se despertará esta noche, porque está sedada con una medicación muy fuerte. Empezarán a quitársela mañana.
– También nos ha sugerido que pasemos esta noche en casa. Al parecer no podemos hacer nada aquí.
– Es una buena idea -observó Jake-. No sucederá nada durante horas. La casa está muy cerca. Harry se quedará aquí; si acaso sucede hay algún cambio, nos llamará y podremos estar de vuelta en cinco minutos -miró a Luke-. Frank, Elly y yo nos quedamos en la casa de huéspedes. ¿Tienes algún lugar donde pasar la noche?
– No había pensando en ello.
– Será mejor que vengas con nosotros.
– Gracias, pero me quedo aquí -declaró Luke con tono firme.
Elly le pasó un brazo por los hombros a Josie.
– Bueno, vámonos ya, cariño -dijo.
– No -Josie negó con la cabeza-. Yo quiero quedarme con papá.
– Ya es muy tarde y tienes que irte a la cama -terció Frank-. Venga, vamos.
Con los ojos llenos de lágrimas, la pequeña miró a su padre, suplicándole en silencio. Pero Luke recordó de nuevo las palabras de la carta de Pippa: «Por favor, por favor, no luches por ella…».
– Me lo he pensado mejor. Iré a la casa de huéspedes -se volvió hacia Frank y Elly-. Quizá necesitemos estar todos juntos.
Le resultaba extraño volver después de tantos años. El interior de la casa había sido reformado, pero básicamente seguía siendo el mismo lugar donde Pippa y él habían vivido y se habían amado hasta la locura. Susan, la ayudante de Pippa, se encargaba de administrarla… Nada más ver a Luke, frunció el ceño.
– Me temo que ya está completo.
– ¿También la habitación que está al fondo del pasillo? -le preguntó.
– Es un almacén.
– ¿Puedo verlo?
– Pero está lleno de juegos de sábanas y almohadas -insistió.
– Sigo estando interesado en verlo.
Se sabía los pasos exactos que había que dar para llegar a la habitación que, once años atrás, había compartido con Pippa. Entrar allí fue una verdadera sorpresa. Las paredes estaban ahora cubiertas de estantes con todo de tipo de artículos de uso doméstico: desde ropa de cama hasta detergentes. Todo parecía inmaculadamente limpio y en orden.
– Está muy… ordenado -fue lo único que se le ocurrió comentar.
– La señora Davis es una apasionada del orden -le aseguró Susan-. Suele decir que, si no fuera por eso, no encontraría nada.
– Si me dejaran unas mantas y una almohada, podría dormir aquí mismo.
– No hay necesidad. Puede dormir en el sofá de…
– No. Me gustaría quedarme aquí -pronunció con tono suave, pero firme.
Josie, que no se había separado de su padre, fue a buscarle las mantas, que extendió sobre el suelo improvisando un lecho.
– Susan te está preparando algo de comer -lo informó minutos después.
– No creo que pueda…
– Yo te lo traeré aquí, ¿quieres?
– Gracias -repuso, emocionado. Su hija había intuido que deseaba estar solo.
Al cabo de un rato le llevó una bandeja con comida y se dedicó a observarlo mientras comía. Luke no tenía apetito y se habría dejado el plato casi lleno si Josie no le hubiera dicho:
– Termínatelo todo. Tienes que mantenerte fuerte.
Le había hablado como si fuera un adulto dándole un sensato consejo. Y Luke obedeció.
– ¿Por qué querías quedarte en esta habitación?
– Adivínalo -sonrió, apartándole un mechón de cabello de la frente.
– ¿Por mamá?
– Sí. Mamá y yo vivíamos aquí. Solíamos ahorrarnos la mitad de la renta cocinando a cambio para la casa. Era la única forma que teníamos de sobrevivir. No teníamos nada… pero al mismo tiempo lo teníamos todo.
De repente ya no pudo contenerse y estalló en sollozos. Pippa ya no estaba a su lado, y quizá ya nunca volviera a estarlo. Pero había alguien más allí, alguien que extendió hacia él sus bracitos y lo besó. Y así estuvieron durante mucho tiempo, abrazados sin decir nada, porque el silencio era preferible a las palabras.
Finalmente apareció Elly para acostar a Josie, pero la niña se negó.
– Quiero quedarme con papá.
– ¿Por qué no viene papá entonces y te acuesta él? -sugirió Elly.
La niña pareció conformarse con aquel compromiso, y los tres se dirigieron a la habitación que Josie y Elly iban a compartir, ya que Frank dormiría en otra contigua. Los sucesos de aquel día habían agotado a la niña. Dio un beso a Elly, pero estuvo agarrada a la mano de su padre hasta que la venció el sueño. Luke le separó cuidadosamente los deditos uno a uno y se inclinó para besarla. Cuando se incorporó, sorprendió a Elly mirándolo con una expresión llena de ternura.
– Gracias -le dijo Luke, y la mujer asintió, conmovida.
De vuelta al almacén, se tumbó sobre las mantas. Nada más cerrar los ojos apareció en su mente la imagen de Pippa acurrucándose contra él, apoyando la cabeza en su hombro, con la melena despeinada, un brazo en torno a su cuello. Abrió rápidamente los ojos y se sentó. ¿Por qué había vuelto a aquella habitación, donde había tenido tantas cosas para después rechazarlas y tirarlas por la borda? Se había llenado de Pippa. De su amor, de su alegría, de su pasión, de su generosidad… «Siempre has sido un especialista en protegerte de las cosas, ¿verdad? En protegerte y no comprometerte», al recordar las palabras de Pippa se levantó y encendió la luz. Aquella habitación parecía burlarse de él. Allí había estado el sofá donde ella lo había besado por primera vez demoliendo todas las defensas que había levantado contra su magia. Porque en Pippa había descubierto el secreto del mundo. Pero al mismo tiempo no había querido admitirlo, porque amar a alguien era tanto como cargar su alma de cadenas. O al menos eso era lo que había pensado entonces. «Es así como has sobrevivido: a costa de no acercarte demasiado a nadie», recordaba que le había dicho ella.
– ¡No! -gritó-. ¡No!
Pero, muy a pesar suyo, todo lo que habían tenido entonces había terminado en aquella habitación, donde todo estaba limpio y ordenado, funcional, muerto. Donde nada era como había sido antes.
Aquella mañana estaba ya todo el mundo nuevamente reunido en el pasillo. Estaban los amigos de Pippa y toda la gente que la apreciaba, incluida la familia de Luke, acompañada de Claudia. Más espera. Más horas arrastrándose lentamente. El médico había empezado a levantarle a Pippa la fuerte medicación del día anterior, para que pudiera recuperar la conciencia. Pero no fue así, lo cual preocupó terriblemente a todos los allí presentes. Frank parecía a punto de derrumbarse. Luke lo miraba con verdadera compasión, esfumada su antigua enemistad.
Josie quiso reunirse con sus tíos, pero de repente se detuvo para mirar rápidamente a Luke, como si se sintiera desgarrada entre los tres. Luke se apresuró a susurrarle al oído:
– Vete a hablar con ellos.
Mientras observaba a su hija, Luke escuchó la voz de Pippa en su cerebro, aprobando su conducta. Era como si ella estuviera allí, mirándolo, hablando con él, a pesar de que seguía dormida en la habitación contigua.
Más espera. Finalmente, la puerta se abrió y el médico indicó a Josie y a Luke que entraran.
– Está empezando a moverse.
Rápidamente se colocaron a cada lado de la cama. Pippa se estaba moviendo, musitando algo inaudible. Al momento siguiente abrió los ojos, mirando directamente a Josie.
– Hola, mami -la saludó la niña, gozosa.
– Hola, cariño – flexionó el brazo y Josie apoyó la cabecita sobre él.
Luke permanecía en un segundo plano, a la espera de que le llegara su turno. Que llegó cuando la propia Josie le dijo a su madre:
– Mira quién está aquí, mami -y se lo señaló.
Pippa volvió un poco la cabeza y Luke se arrodilló lentamente frente a ella.
– ¿No sabías que había venido, amor mío? -le preguntó.
– Sí, supongo que sí -sonrió levemente, y volvió a cerrar los ojos.
– Pippa -musitó Luke con tono urgente.
– Tiene que seguir descansando -les dijo en aquel momento el médico. Una vez fuera de la habitación, se sometió a sus preguntas.
– ¿Qué significa que haya vuelto en sí?
– Eso siempre ayuda -repuso el médico tras una pausa-, pero no es algo concluyente.
– ¿Quiere decir que su vida todavía corre peligro?
– Sí. Es positivo que haya recuperado la conciencia, pero algunos de los síntomas no son tan buenos como esperábamos.
– Quiero verla otra vez, ahora. Solo un momento.
El médico ya se disponía a negarse cuando vio algo en los ojos de Luke que lo hizo cambiar de idea:
– Dos minutos.
Mientras se acercaba de nuevo a la cama, Luke pudo advertir que Pippa seguía terriblemente pálida. Era casi el color de la muerte. Por un instante pensó que se le estaba escapando entre los dedos.
– Pippa, escucha. Tengo algo importante que pedirte -leyó una pregunta en sus ojos-. ¿Quieres casarte conmigo?
– Vuelve a pedírmelo -susurró ella-, cuando haya salido de aquí.
– No, me refiero a hoy. Ahora.
– Oh, sí, claro… Josie…
– No -le dijo, desesperado por hacerla comprender-. Crees que estoy intentando hacerme con su custodia legal, pero no es eso. No se trata de ella, sino de nosotros. Debimos habernos casado hace años y, ahora, si… -apenas podía pronunciar las palabras-… si te pierdo, quiero que el mundo sepa que has sido mi esposa. No solo mi novia, o la madre de mi hija, sino mi esposa. Por favor, cariño, cásate conmigo ahora. Significaría tanto para mí…
– ¿De… verdad?
– Claro que sí.
– ¿Pero… podremos hacerlo?
– Permíteme que me encargue de todo. Mientras tanto… -de un bolsillo sacó el anillo de compromiso- esto es tuyo -se lo deslizó suavemente en el dedo, y tuvo el inmenso placer de distinguir un brillo de felicidad en sus ojos.
– En realidad, no quería devolvértelo.
– Me encargaré de arreglarlo todo. Tú… tú quédate aquí hasta que vuelva, ¿de acuerdo?
– Está bien. Luke…
– ¿Sí, cariño?
– Habla con Harry -murmuró -. Está estudiando Derecho.
Luke tuvo mucha suerte, porque Harry estaba esperando justamente al lado de la puerta. Pero Frank también.
– Si crees que voy a consentir que hagas algo tan absurdo, estás muy equivocado – pronunció Frank con voz áspera-. Voy a hablar con las autoridades del hospital para que te echen de aquí. No dejarán que vuelvas a molestar de esta forma a una mujer enferma.
– Frank, no – Elly le puso suavemente una mano en el brazo -. Si eso es lo que quiere Pippa… ¿cómo podemos negárselo, cuando puede que sea lo último que…?
De inmediato Frank hundió los hombros, abatido.
– Como quieras -dijo con voz ronca de emoción, y se apartó del grupo.
Harry solicitó de inmediato una licencia especial, cuyo trámite se resolvería en tan solo una hora debido a la emergencia del caso. Luego fue a buscar a un tío suyo que era sacerdote. Josie estaba sentada al lado de la cama de Pippa cuando volvió Luke.
– ¿Cómo está? -le preguntó a su hija.
– Sigue durmiendo y se despierta a ratos. Papi, me ha dicho que os vais a casar.
– Sí.
– ¿Cuándo? -el rostro de Josie se iluminó de alegría.
– Hoy mismo, lo antes que podamos.
– ¿Podré hacer de dama de honor? -inquirió, entusiasmada.
– Cariño, la ceremonia tendrá lugar aquí mismo, no en una iglesia.
– Pero, aun así, mamá necesitará una dama de honor, como todas las novias.
– Supongo que sí.
Josie salió entonces de la habitación y Luke ocupó su asiento, tomándole la mano a Pippa. Tenía los ojos cerrados.
– Vas a convertirte en mi esposa -le dijo-, como debió suceder hace once años. Cuando te encuentres mejor, repetiremos la ceremonia por todo lo alto. Tendrás el mejor vestido de boda que puedas encontrar, pero nunca me parecerás más hermosa que en este mismo momento.
Pippa abrió los ojos y sonrió soñolienta. El tío sacerdote de Harry ya había llegado. Frank y Elly también estaban allí, pero como al margen, entristecidos.
– ¿Dónde está Josie? -preguntó Elly.
– No lo sé. Se ha evaporado -respondió Luke, consternado.
Pero Josie regresó al instante, con dos pequeños ramos de flores.
– Hay una floristería aquí abajo -explicó-. Toma, mami -le puso el ramo más grande entre las manos.
– Gracias, cariño.
– ¿Estamos todos listos? -inquirió el sacerdote-. Vamos a empezar.
Luke cerró los ojos, estremecido de emoción, y cuando volvió a abrirlos vio que Pippa hacía un intento por tomarle la mano. De inmediato entrelazó los dedos con los suyos y pudo disfrutar del inmenso consuelo que ella le estaba ofreciendo. El sacerdote se aclaró la garganta.
– Nos hemos reunido aquí para…
Luke no escuchó la siguiente frase. Tenía la mirada fija en el rostro de Pippa, que lo miraba a su vez con una expresión de maravillada alegría que le desgarraba el corazón. A pesar de todo lo que había sucedido, lo amaba tanto que aquel momento todavía podía llenarla de felicidad. El sacerdote preguntó entonces:
– ¿Quién entrega a esta mujer para que se case con este hombre?
Siguió un tenso silencio, porque nadie había pensado en aquel detalle. Algunos se volvieron para mirar a Harry y otros a Jake, pero antes de que cualquiera pudiera hablar, una voz se alzó desde el fondo de la habitación:
– Yo.
Todo el mundo se volvió para mirar a Frank, que avanzó hacia la cama pálido, pero decidido.
– Yo -repitió, tomando la mano de Pippa y ofreciéndosela a Luke.
– Gracias, Frank -pronunció Pippa con un brillo de emoción en los ojos.
Luke asintió con la cabeza en señal de gratitud hacia Frank, sabiendo lo mucho que ese gesto significaba para Pippa. Luego se dio cuenta de que el sacerdote le estaba preguntando si quería a aquella mujer como esposa. Y se sintió como si estuviera en otro mundo mientras pronunciaba su respuesta y escuchaba la de Pippa.
Después llegó el momento que tanto había temido, porque no estaba seguro de que pudiera pronunciar las palabras sin derrumbarse y estallar en sollozos.
– Yo, Luke, te tomo a ti, Philippa, por esposa, y prometo amarte y venerarte, en la salud y en la enfermedad… le tembló la voz, pero pudo seguir adelante gracias al contacto de la mano de Pippa.
A continuación le llegó el turno a ella:
– Yo, Pippa, te tomo a ti, Luke, por esposo y prometo amarte y venerarte en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe.
El sacerdote le preguntó entonces a Luke si tenía el anillo. Luke se quedó pálido: con tantas prisas se había olvidado de aquel detalle fundamental. Pero Elly se adelantó en seguida, ofreciéndole su propia alianza, que él deslizó en el dedo de Pippa.
Y de esa manera, finalmente, se convirtió en su esposa. Luke bajó la cabeza para mirarla, pero Pippa había vuelto a quedarse inconsciente.
– Quiero quedarme con ella todo el tiempo -le dijo al médico-. No la molestaré. Solo quiero estar con ella.
– De acuerdo. Quizá le sirva de ayuda, sobre todo si le habla.
– ¿Me oirá?
– Es difícil saberlo, pero lo que sí sabemos es que el oído es el sentido que mejor resiste una vez perdida la conciencia. Hay casos de pacientes sumidos en un coma profundo que, cuando se despertaron, fueron capaces de contar todo lo que habían escuchado.
Más horas de espera. En la habitación solamente se quedaron Josie y Luke, cada uno a un lado de la cama, mientras avanzaba la noche. Se turnaron para hablarle a Pippa. Cuando uno dormitaba, el otro le hablaba. Pero Pippa seguía sin despertarse.
Al amanecer, Luke se inclinó para besarla mientras Josie hacía lo mismo desde el otro lado, pero Pippa seguía sin reaccionar. De repente ansió gritar y golpearse la cabeza contra algo para aplacar el terror y la desesperación que sentía nacer en su pecho. Pero Josie estaba con él, necesitándolo, así que se limitó a sonreír mientras le apretaba la mano a su hija.
– Papá, es como si mami no supiera que estamos aquí, con ella.
– Claro que lo sabe, cariño. Recuerda lo que nos dijo el médico. Aunque esté inconsciente, puede oír cosas, ¿verdad, querida? – acarició con exquisita ternura la frente de Pippa-. Sabes que estamos aquí y estás oyendo lo que estamos diciendo, sobre todo cuando te decimos que te queremos.
Transcurrieron más horas, pero ya nadie las contaba, Pippa seguía sin moverse. Josie tenía la cabecita apoyada en la cama. No estaba llorando, pero tenía las mejillas bañadas de lágrimas, y Luke tomó entonces una decisión desesperada.
– Josie -pronunció con tono urgente-, se ha movido.
– ¿Qué? -la pequeña alzó la cabeza.
– Que tu madre se ha movido. He sentido que me apretaba la mano.
– Papi… ¿se está despertando ya?
– Quizá aún no, pero está a punto…
– A mí no me está apretando la mano – comentó Josie, nerviosa.
– Ten paciencia. Muy pronto volverá con nosotros, cariño. Ya lo verás.
Se tomaron un descanso para permitir a los demás que entraran. Luke fue a estirar las piernas y a tomar un poco de café. Cuando volvió, Josie no estaba y él pudo estar durante unos instantes a solas con Pippa. Acercándose lo más que pudo a ella, con el rostro muy cerca del suyo, murmuró:
– Cariño, he mentido. Le he dicho a Josie que me has apretado la mano. Estaba aterrada. Pero no era verdad. No he sentido nada. No sé si he hecho lo más adecuado, quizá no. El caso es que ahora está esperando a que tú también le aprietes la mano, y… ¿cómo reaccionará si no lo haces? Por favor, cariño, inténtalo. Inténtalo con todas tus fuerzas. ¿Sabes? Cuando te pongas bien, nos iremos a casa. Te encantará vivir en Los Ángeles, y a Josie también. ¡Piensa en todos los restaurantes que fundaremos cuando la mejor cocinera del mundo se convierta en mi socia! Tengo planes para nosotros. Cambiaremos el nombre de mis dos restaurantes. Se llamarán «El Local de Pippa y Luke», si quieres. Y… ¿sabes? Solo es cuestión de tiempo que uno de ellos se convierta en «El Local de Josie». Seguiremos haciendo el programa con ella, pero creo que deberíamos limitarnos a un show por semana, ya que de otra manera la pequeñaja nos dejaría sin trabajo. Cariño, va a ser maravilloso, tú y yo juntos, sin separarnos. Cualquier cosa que desees, eso es lo que querré yo darte… -la garganta se le estaba quedando seca-. Por favor, cariño -le suplicó, presa de la impresión de que se estaba alejando de él por momentos-. Por favor…
Imágenes y palabras empezaron a atropellarse unas con otras en su cerebro agotado. Su boda, Frank entregándole la mano de su sobrina, Elly ofreciéndole su anillo, Elly leyendo la carta de Pippa con su súplica de que no se enfrentara con ellos por el bien de Josie… De repente se irguió, recriminándose por haber sido tan estúpido. Seis palabras de aquella carta asaltaron su mente: «si llegara a suceder lo peor». Pippa se había referido a su propia muerte. Había antepuesto por encima de todo el bienestar de la persona que más necesitaba su protección. No él, sino Josie. Todo lo que había hecho había sido por Josie. Incluso, quizás, casarse con él. Y había tenido razón.
Solamente podía preocuparle una cosa: saber que su hija estaría a salvo cuando ella no estuviera a su lado. Solo entonces podría quedarse tranquila. Luke ya le había hablado de la infinidad de cosas que ansiaba darle, pero lo único que quería era eso; después podría morir en paz.
– ¡No! -exclamó con vehemencia-. Pídeme cualquier otra cosa.
Pero Pippa no tenía nada más que pedirle. «Cualquier cosa que desees, eso es lo que querré yo darte»; tenía la sensación de que sus propias palabras se burlaban de él. Qué fácil había sido pronunciarlas antes de conocer el precio que tendría que pagar por ellas.
– Si tú… si yo… si nos perdemos el uno al otro -se repente se interrumpió. No sabía cómo seguir. Pero al instante las palabras salieron solas de sus labios -: No volveré a abandonarte. Josie tendrá un verdadero padre, te lo prometo. El mejor de todos. Bonitas palabras, ¿eh? Y te estarás preguntando: ¿sabrá realmente este idiota lo que me está prometiendo? Claro que no. Pero lo iré aprendiendo día a día, porque siempre me acompañará tu recuerdo. Intentaré cuidar a Josie pensando en la madre tan maravillosa que tuvo. Ninguno de los dos te olvidaremos, y yo nunca dejaré de amarte, mientras viva -se inclinó para besarla con infinita ternura-. Adiós, amor mío – susurró.
En aquel momento Josie entró en la habitación.
– ¿Te ha vuelto a apretar la mano, papá?
Consternado, Luke se dio cuenta de que se había olvidado de la promesa que tan precipitadamente le había hecho a su hija. Josie tomó una mano de su madre entre las suyas.
– Mami, papá me dijo antes que te estabas despertando.
– Josie, hay algo que…
– ¡Papi! -gritó su hija con entusiasmo.
– ¿Qué pasa?
– Lo ha hecho. Me ha apretado la mano.
Y en aquel preciso instante sintió la presión de los dedos de Pippa, increíblemente fuerte, como si estuviera recuperando las energías a marchas forzadas.
– Papi, mira. Está abriendo los ojos.
– ¿Pippa? ¡Pippa!
– Hola, Luke. ¿Realmente has estado aquí todo el tiempo, conmigo?
– Todo el tiempo -respondió con voz ronca de emoción.
Se levantó para dejar solas a la madre y a la hija. No podía ver bien por las lágrimas y sentía un doloroso nudo en la garganta. Luego Josie se apresuró a comunicar la noticia a los demás, y Luke se arrodilló de nuevo al lado de Pippa.
– Te he oído -susurró ella.
– Entonces sabrás lo mucho que te amo, Pippa.
– Eso es algo qué siempre me había preguntado -sonrió.
– ¿Cuánto has oído exactamente?
– Bastante, especialmente lo del final.
– No quería que te marcharas, pero en el último momento llegué a pensar que quizás no tenías otra elección.
– Yo también lo pensé. Pero luego te oí, y comprendí que no podía soportar abandonarte. Nunca imaginé que me lo pondrías tan difícil…
Josie contemplaba la llegada de los aviones por los grandes ventanales del aeropuerto de Los Ángeles, frunciendo el ceño como si estuviera disgustada. A pesar del despliegue de actividad que la rodeaba, por ninguna parte había señales del avión que estaba esperando.
– Detesto que se retrasen las cosas -comentó, irritada.
– Es solo media hora, cariño -repuso Pippa, riendo.
– Pero el tío Frank, la tía Elly y Sam solo van a estar aquí dos semanas, y ya hemos perdido media hora.
– No te preocupes. Probablemente también se marchen con retraso -intentó consolarla Luke-. Así equilibraremos la situación.
– Voy a ver si los veo -dijo Josie-. No, tú quédate aquí, mamá. No deberías caminar demasiado.
– Querida, solo llevo cuatro meses de embarazo… Puedo moverme perfectamente.
– Josie tiene razón -terció Luke-. Nos quedaremos aquí. Muy pronto tendremos que anunciar la gran noticia.
– Mamá, si es un niño, ¿lo llamaremos George?
– ¿Quieres ponerle a tu hermano el nombre de un perro? -le preguntó Luke.
– Era un perro muy bueno -replicó Josie, desafiante.
– Es lo mismo…
– ¿Os callaréis de una vez? -los interrumpió Pippa-. No quiero oír más discusiones hasta que nazca él o ella, lo que sea.
– Él -declaró Luke, rotundo-. Yo quiero un niño.
– ¡Eres un redomado machista! -lo atacó Josie, en tono de broma.
– No lo soy -se defendió-. Lo que pasa es que ya tengo una hija, y me temo que mis nervios no podrán soportar otra -no obstante, mientras lo decía, le dio un beso en la cabeza.
– Me preguntó cómo será Sam… -comentó Josie.
– Yo solo sé lo que me contó Elly -dijo Pippa-. Tiene once años, lo adoptaron durante las últimas navidades y, al parecer, es un gran chico. Es callado y un poquitín tímido, pero Elly está convencido de que tú le curarás esa timidez.
– ¡Por supuesto que sí! -le confirmó la niña-. Bueno, voy a intentar buscarlos -y se fue corriendo.
Pippa ya se volvía para decirle algo a su marido, cuando descubrió que estaba frunciendo el ceño.
– ¿Qué te pasa, querido? ¿Estás preocupado por los restaurantes?
– Qué va. Los beneficios siguen creciendo. Tus platos están causando furor. Y Ritchie está encantado con el impacto que causó tu aparición en el programa.
– ¿Entonces?
– Nada. Solo era un pensamiento pasajero.
– ¿Un pensamiento? ¿Tú? -se burló-. Mejor déjalo que pase. No sabrías qué hacer con él…
– Usted siempre tan lista, señora Danton. Resulta gracioso cómo suena la palabra «señora». Me suena a cerrar algo con llave. Por cierto, que no me importaría que me encerraran en una habitación y luego tiraran la llave, siempre que estuviera contigo, con Josie y con George.
– ¿Era eso lo que estabas pensando?
– Solo me estaba preguntando cómo había sucedido todo esto. Ó, mejor dicho, por qué. A veces tengo la extraña impresión de que solo te casaste conmigo por el bien de Josie.
– ¿De verdad? Bueno, probablemente no andes muy desencaminado…
– Sabía que dirías eso. Puede que incluso estés en lo cierto. Así me mantienes constantemente alerta, ¿verdad? Siempre preocupado de que yo no sea más que una segunda opción.
– Te estás olvidando de George.
– Una tercera opción, entonces -pronunció Luke, pero esperando a que ella lo negara.
– Querido -rió Pippa-, de verdad te digo que tienes que quitarte la costumbre de pensar esas cosas tan absurdas. En general, no estás acostumbrado a pensar, y se te alborotan las neuronas.
– ¿Y entonces?
– ¿Y entonces quién ha dicho que tú eres una tercera opción?
– Bueno, tú todavía no has dicho que no lo sea -replicó él y, al ver que se quedaba en silencio, le preguntó-. ¿No vas a decírmelo, verdad?
Pipa lo besó con infinita ternura.
– Probablemente no -respondió, sonriente.