Capítulo 6

SE SUPONÍA que iba a ser un beso de consuelo. Nada más.

Pero lo que había entre Jock Y Tina no era un sentimiento de consuelo sino un volcán en erupción. En el momento en que los labios de Tina se encontraron con los de Jock, el mundo entero cambió. O se detuvo. ¿Qué estaba sucediendo? Era una locura, pensó Tina desesperadamente, mientras notaba la pasión que se encendía entre ellos, alegre al ver que todo se había arreglado, emocionada y apenada por aquel hombre alto de rostro hermoso, cabello suave, ojos llenos de amor y un pasado lleno de fantasmas…

¡Pero ahí se terminaba todo! Se dijo a sí misma. Había sentido pena por él. ¡Únicamente eso! A pesar de que pena no era el sentimiento que golpeaba su cuerpo en ese momento sino puro deseo. Los labios de Tina descendieron sobre los de Jock y él no había querido ser besado… estaba segura de ello. Fue solo que él estaba agotado y confuso, sin fuerzas para protestar o negarse… y de repente una luz le golpeó y golpeó a Tina al mismo tiempo, y los unió con la fuerza de lo inevitable.

Tina se derretía por dentro. Sentía un fuego que comenzaba en los labios y bajaba quemándola hasta los pies, para subir de nuevo. La llenaba hacia delante y hacia atrás, con oleadas que se movían por todas partes. Mientras sus muslos gritaban con una necesidad que no había conocido hasta entonces.

Las manos de Jock se movían despacio. Subían hacia arriba, como si tuvieran voluntad propia, y tomaron su cintura, acercando su cuerpo, colocando los muslos de ella contra los suyos. Tina se iba deslizando del banco donde estaba sentada para apretarse contra él. Sus labios suaves se separaron, pidiendo a Jock que hiciera el beso más profundo. De repente sacó la lengua, buscando la lengua de él, pidiendo que entrara en su humedad secreta.

¡Jock! ¡Le temblaban los pies sólo de pensar en él, de sentirlo! El cuerpo entero de Tina temblaba como una antorcha encendida que se consume. Una llama que toma el calor de él y le ofrece su propio calor. Jock… ¡Dios mío, Jock!

¿Qué le estaba sucediendo? ¡Lo sabía! Lo sabía perfectamente. Ese sentimiento no le había sucedido a Tina jamás, pero era inconfundible. Ese era su hombre, y allí estaba su lugar.

Jock…

Pero él no la deseaba, no deseaba a nadie. Y aún así… Entonces Jock la apartó un centímetro, dos centímetros… Tina gimió, pero no insistió. Se aferró a su orgullo y se apartó más… a la vez que aquellos ojos oscuros la observaban.

Los ojos de Jock eran casi acusadores, pero Tina no apartó la mirada ni un segundo. Lo miró a su vez con firmeza, sin vacilaciones. No estaba avergonzada de haber besado a aquel hombre. ¿Cómo iba a estarlo? Le estaba sucediendo algo que no entendía, que no tenía esperanzas de entender porque era nuevo para ella, y comenzaba a preguntarse hacia dónde la llevaría.

Era un sendero que nunca antes había pisado, pero estaba segura de que quería que continuara.

– No -dijo Jock, con voz entrecortada.

– ¿No? -repitió Tina-. ¿No quieres violarme en el quirófano, cariño? ¡Caramba! Eso es lo que creí hace un momento -añadió, con una risita.

Los ojos de Jock brillaron. Su cuerpo se puso rígido y por un momento Tina creyó, esperó, que la tomara de nuevo.

Pero Jock había recuperado el control y no deseaba mujeres. No de manera seria. No para siempre.

– Tina… Yo… lo siento.

– ¿Sientes haberme besado? -Tina se echó hacia delante para darle un beso breve en los labios. Él no respondió, ni siquiera se movió. Simplemente se quedó mirándola con ojos pensativos-. No eres muy amable.

– No quise ser amable. Yo sólo…

– Lo sé. No tienes en mente una relación seria -dijo Tina, esforzándose por parecer alegre-. Lo sé. Yo tampoco, claro. ¿Recuerdas a Peter?

Eso hirió a Jock e hizo que la rabia apareciera y lo salvara.

– ¿Peter?

– Sí, Peter -dijo Tina, esbozando una sonrisa.

La rabia de Jock aumentó.

– ¿Quieres decir que besas así a un hombre cuando tienes una relación estable con otro?

– Sólo si eres tú.

– ¿Qué demonios quieres decir con eso? -preguntó Jock, con los ojos brillantes por una mezcla de rabia y pasión.

– Lo que he dicho. Que nunca he besado así a un hombre y no sé por qué lo he hecho contigo. Si me lo puedes explicar, te lo agradezco. Soy toda oídos.

Silencio.

Tina finalmente recuperó el ánimo para besarlo de nuevo. Esta vez sin pasión.

– Jock, déjalo -dijo, tras el tímido intento, pensando que se estaba enamorando perdidamente de él. Pensando también que si se lo decía, Jock era capaz de salir corriendo y no parar en horas-. Está claro que somos capaces de crear una buena corriente eléctrica. Quizá… -suspiró al ver la mirada de él-. Será mejor que primero vayamos a ver si está bien Marguerite Wardrop y luego nos vayamos a la cama.

– A la cama…

– Quiero decir a nuestras respectivas habitaciones -dijo Tina, sin poder evitar cierto tono de enfado. ¿Cómo se atrevía? Ese hombre se comportaba como un monje y luego la hacía sentirse a ella como una prostituta-. ¿Qué otra cosa querría decir? ¿Recuerdas que tengo una relación con Peter que me hace feliz?

Sólo que no era cierto.

No hablaron de otra cita. Tina tampoco se hacía ilusiones de que Jock quisiera verla de nuevo, aunque le costaba dejar las cosas así. Le era imposible. Pasó la semana siguiente intentando saber cuáles eran sus verdaderos sentimientos, e intentando, a la vez, evitar a Jock Blaxton, sin poderlo conseguir. Una noche en que él tuvo que atender un parto de gemelos y a una mujer que sufría una hemorragia, tuvieron que trabajar juntos. Jock estuvo serio y distante, rígido. Hacia el final de la semana, Tina creía que se iba a volver loca.

¡Estaba completamente enamorada! De alguien que no quería tener ningún tipo de relación con ella. Pero no era propio de Tina volverse loca en silencio. Si se volvía loca, lo haría con clase y lo haría con honor. No podía seguir con Peter, ya no. No cuando sabía lo que era ser besada por un hombre como Jock.

Lo más probable era que Jock no quisiera volver a besarla en su vida. Pero ella ya sabía lo que era un beso apasionado y sabía que los besos de Peter iban a ser una mala copia. Peter la llamó la noche después del baile y ella intentó interesarse en lo que pasaba en Sydney. Luego Peter trató de interesarse por lo que pasaba en Gundowring, pero tampoco funcionó.

Así que Tina dio un suspiro y dijo que ya que estaban tan lejos y se veían tan poco, sería mejor separarse y darse el uno al otro la posibilidad de conocer a otras personas. Apenas le molestó cuando notó el alivio en la voz de Peter al aceptar. Peter y ella no habían tenido un compromiso largo, pero había sido una relación buena para ambos. ¿Y ahora qué iba a ser de ella?

De momento estaba en Gundowring con Christie y los niños, y era lo único que le importaba.

Aunque Christie pensaba que Jock era fantástico y era difícil convivir con ello, cuando Tina intentaba convencerse a sí misma de que no era tan maravilloso.

Christie fue a visitar a Jock aquel lunes y por primera vez desde el nacimiento de Rose, la mujer volvió con una sonrisa en los labios.

– Oh, Tina, el doctor Blaxton es encantador -dijo a su hermana-. Me ha hecho ver las cosas desde un punto de vista diferente. ¡Incluso me ha hecho reír cuando le he contado que Ray estaba con una mujer mucho más joven que él!

– ¿Reír?

– Sí, yo no podía creérmelo, pero cuando le dije que Skye tiene diecisiete años me hizo una imagen detallada de lo que Ray debe de estar pasando. ¡Para Blaxton el purgatorio es tener que llevar a una adolescente a la discoteca cuando tienes cuarenta y siete años! Dice que Ray ha elegido su propio castigo y que yo tengo que estar agradecida.

– Yo intenté decirte lo mismo -contestó Tina prudentemente.

La sonrisa de Christie se ensanchó y ambas hermanas se abrazaron.

– Sé que lo hiciste, Tina, pero quizá yo no estaba preparada para oírlo. O quizá necesitaba que alguien de fuera me lo dijera. Y el doctor Blaxton tiene una manera de hablar…

La sonrisa de Christie se convirtió en una mueca.

– Y te tengo que contar otra cosa. El doctor Blaxton llamó a un abogado y descubrió que puedo conseguir que me envíen el sueldo de Ray, antes, incluso, de que él sepa lo que gana cada mes. Eso significaría una gran ayuda para los niños.

– ¿Es cierto?

– Me aseguró que sí. Oh, Tina. Ray se marchó porque odiaba tener que hacerse cargo de los gastos de los niños y ahora, además de ayudar a criar a Ally, Tim y Rose, tendrá que pagar los gastos de una amante de diecisiete años -el rostro de Christie se ensombreció-. No creo que eso sea muy divertido, ¿verdad?

– No te dará pena, ¿verdad?

– Pues sí. Por primera vez me da pena. Por primera vez no siento sólo rabia y dolor, también me enfada que Ray haya podido hacer una cosa así. Y pena por lo que ha perdido -la sonrisa volvió a aparecer en el rostro de Christie-. Pero eso no me va a impedir que pida ese dinero.

– Oh, Christie…

– Creo que es el mejor doctor -dijo Christie alegremente-. ¿Cuándo volverás a salir con él?

– No me lo ha pedido -confesó Tina.

– ¿Y eso cuándo ha sido un obstáculo para ti? Pídeselo tú entonces. Si no fuera porque en estos momentos no quiero saber nada de hombres, o por lo menos no hasta que me olvide un poco de todo, se lo pediría yo misma, Tina. Jock es maravilloso. Lucha por él.

– No es serio.

– Es maravilloso. Tú eres seria por los dos. ¡Pídeselo!

Eso era más fácil de decir que de hacer.

Tina pasó unos días intentando concentrarse en el trabajo. Pero cada vez que lo conseguía, se cruzaba con Jock, con su bata blanca y sus ojos oscuros brillantes por las bromas de cualquier enfermera. Desde luego era verdaderamente encantador…

Christie tenía razón, decidió Tina. Jock era el hombre más atractivo que se había encontrado en su vida y no iba a conseguir nada de él a menos que lo intentara.

“¡Así que pídeselo! Ánimo, Tina”, se dijo a sí misma. Y fue lo que hizo. Una tarde lo esperó en la sala de los recién nacidos. Tina lo vio a través del cristal, yendo de una cuna a otra, repasando los historiales.

¡Le encantaban los niños! Tina observó la expresión de su rostro cuando tomó a Marguerite Wardrop en sus brazos, creyendo que nadie lo veía, y comprendió en ese momento que era una estupidez que se negara a tener una familia. El deseo lo llevaba escrito en los ojos. Seguramente tenía miedo. Para Jock no había demasiados niños en el mundo, había demasiados pocos.

Sería un buen padre, el mejor, pensó Tina. Sería el mejor amante.

“¡Pídeselo!”.

Tomó aire y abrió la puerta de la sala corriendo, antes de que sus piernas le empezaran a arder allí mismo.

– Hola.

– Hola -dijo, colocando a la niña en su cuna. Le ajustó las sábanas y luego miró el reloj-. ¿Qué haces todavía en el hospital?

Desde luego no era un buen recibimiento.

– Trabajo aquí. Me contrataste de nuevo, ¿te acuerdas?

– Quiero decir que tu hora de salida es a las siete -dijo, mirando el reloj como si le hubiera traicionado-. Ahora son las ocho.

– Ya lo sé. Me he quedado para verte.

Parecía difícil que la expresión de su rostro pudiera ponerse más hermética, pero así fue.

– ¿Porqué?

– Parece que no estás de muy buen humor.

– Estoy muy ocupado.

– Claro. Ya entiendo. Tan ocupado que tienes tiempo para acunar a cada uno de esos bebés. Es un horario muy apretado, desde luego.

– ¿De qué quieres hablar?

– De nuestra segunda cita.

Eso no gustó a Jock. Tina vio en sus ojos una expresión que no estaba segura de entender.

– Es sólo una boda. Necesito un acompañante y no puedo llevar a Peter.

– ¿Por qué no puedes llevarlo?

– Porque nos hemos separado. ¿No es triste? Llevábamos saliendo casi un año y ahora nos damos cuenta de que no hemos nacido el uno para el otro.

– ¿Por qué no?

– Peter quiere una esposa e hijos y yo no quiero ser esposa y madre -dijo. Lo cual era cierto, o por lo menos no con Peter-. Quiero divertirme un poco, Jock, mientras soy joven para disfrutarlo.

– ¿Sí?

– Sí.

La muchacha se inclinó sobre el pequeño Cameron Croxton.

– La ictericia de Cameron está mucho mejor -dijo-. Ahora parece moreno, en vez de tener el aspecto de quien ha comido demasiado azafrán.

– Sus niveles de bilirrubina están bajando.

– ¿Se irá pronto a casa entonces?

– Sí…, pero su padre quiere que le hagamos la circuncisión.

– ¿Tan pronto?

– Dice que su hijo no estará completo hasta que se la hayan hecho. Me imagino que se la tenemos que hacer nosotros, o si no lo harán por otros medios, pero no me gusta. Especialmente ahora que ha estado tan enfermo. Todavía no ha pasado la ictericia.

Tina asintió con una sonrisa.

Antiguamente se hacía la circuncisión a los recién nacidos sin atender a su estado. Se creía que la operación no afectaba a los bebés, pero sí afectaba. Podía provocarlos incluso un estado de shock y, en algunos casos, una infección que acababa en muerte.

Así que si tenía que ser hecho, era mejor por un doctor competente y usando anestesia local, en vez de que los padres buscaran a otro médico cualquiera y lo hicieran en peores condiciones.

Tina tornó al pequeño Cameron y le dio un beso.

– Ya sé que es doloroso, pero el doctor Blaxton es un gran profesional. El mejor. Te cuidará.

La muchacha alzó los ojos y miró a Jock.

– En cuanto a esa boda…

– Tina…

– Jock, ¿te da miedo?

Jock abrió mucho los ojos sorprendido.

– ¿Qué me dices? -continuó Tina.

A pesar de la situación, Jock esbozó una sonrisa.

– Tina, en los ambientes donde yo me crié, no se consideraba de buena educación que las mujeres jóvenes pidieran a los hombres una cita… y si el hombre se negaba se consideraba de mucha menos educación que ella lo llamara cobarde.

– Entonces tengo suerte de no ser una mujer joven -replicó Tina desafiante-. La boda es el sábado a las cuatro. No estarás de guardia, ya lo he mirado. De todos modos la ceremonia y la fiesta serán muy cerca de aquí. Yo seré la madrina así que tú tendrás que estar con los otros invitados cuando yo tenga que cumplir con mi deber. Sólo estaremos juntos en la cena. ¿Y quien sabe? Puede que te diviertas.

Puede que sí. Pero quizá eso era lo que Jock temía.


Jock no se divirtió, pero no fue culpa de la boda. La tensión entre Tina y él era tan fuerte que casi podía tocarse. La boda fue estupenda, un acontecimiento al que todo el barrio estaba invitado. Harry era un campesino y Mary la maestra. Harry jugaba al fútbol y al críquet, y Mary al tenis y al hockey… Ambas familias eran numerosas y no faltó nadie.

La iglesia estaba en un promontorio y la pequeña capilla abarrotada. La fiesta fue en un local cercano y la orquesta que actuó fue una de las mejores que Jock había escuchado nunca. Pero, como Tina había prometido, él fue su compañero de cena. Se sentaron juntos para ello, pero después las mesas fueron retiradas y Tina, como madrina, estuvo bailando con todos los hombres como si lo hubiera estado esquivando.

Y así era.

Tina iba vestida mucho más discretamente que en el baile del hospital. Llevaba un vestido blanco que le caía suavemente hasta los tobillos. Era discreto; pero también precioso. Ella, sin embargo, estaba muy nerviosa.

Había sido un error, pensó Tina con tristeza, mientras le pedía un baile. Él la miró con ojos aterrorizados. Puede que hubiera aceptado acompañarla, pero no había aceptado ninguna otra cosa más.

¡Maldita sea! Se dijo Tina, pensando en que tenía que demostrarle que no iba a atacarle, que no iba apegarse a él como una lapa ni amenazar su soledad. El, por su parte, no hizo ningún gesto de acercamiento a ella a lo largo de toda la noche y ella se sintió como una estúpida.

Tuvo que bailar con ella una vez. Después del vals de los novios hubo una canción donde cada persona tenía que bailar con el compañero con el que había ido, de manera que no tuvo escapatoria.

Tina tenía su orgullo. Después de dos círculos en la pista, comenzó a enfadarse. Eso la ayudó. Luego encontró algo que la distrajo y eso la ayudó aún más. Había un grupo de adolescentes que bebía fuera del local y Tina comenzó a preocuparse por ellos.

– Sólo tienen dieciocho años -comentó a Jock-. Me gustaría que sus padres intervinieran. Están bebiendo demasiado.

Esa era una nueva sensación para Jock. Desde luego que él no había querido bailar con ella, pero comenzó a molestarle el hecho de tener una mujer en sus brazos que no estuviera totalmente concentrada en él… Eso le hacía sentirse solo y aislado, y tuvo deseos de abrazarla más para poder así llamar su atención.

Pero Tina seguía mirando a los adolescentes. Él siguió la mirada de ella y la tensión que sentía se transformó en rabia. Los adolescentes estaban bebiendo como locos, mezclando diferentes bebidas y hablando cada vez más agresivamente.

– Sus padres están aquí -dijo Tina-. ¿Por qué no intervienen? No sé si yo debería hacer algo.

– ¿Qué puedes hacer?

– No lo sé. Di algo…

– No es asunto nuestro -dijo Jock con brusquedad, pensando que Tina era encantadora-. Y no serán tan tontos como para conducir -añadió, mirando a los adolescentes-. Son unos estúpidos. Si fueran mis hijos…

– Pero no lo serán, ¿verdad, Jock? -preguntó Tina. Y su voz sonó terriblemente triste-. Nunca. La responsabilidad no está en tu futuro -Tina se mordió los labios y se apartó-. No. Lo siento, Jock… Puede que… creo que esta noche ha sido un error.

Si él seguía abrazándola un momento más, rompería en sollozos.

– Necesito… necesito bailar con otra persona.

¡Se terminó el baile! Se acabó el tiempo asignado a Tina. Pero Jock no pudo evitar buscarla continuamente con los ojos, mientras bailaba con otras mujeres. ¡Se iba a volver loco! Pero ya no la vería nunca más fuera del trabajo. Ella no le volvería a pedir que salieran otra vez, si él se mostraba suficientemente distante, y él tampoco se lo iba a pedir a ella. No lo haría porque era demasiado peligroso.

Pensaría de nuevo en aquel trabajo en Londres. Movería las cosas para poder marcharse de allí tan pronto como Gina y Struan volvieran. Londres era un lugar suficientemente lejano… Y de repente Pride y Erin cambiaron de pareja y Tina estaba otra vez a su lado, riendo en sus brazos. Era encantadora, deliciosa, suave.

– ¿Te lo estás pasando bien? -preguntó, con una mirada provocativa, como si no hubiera nada entre ellos.

– Más o menos -mintió-. ¿Y tú?

– Me encantan las bodas -era cierto, así que ella no mintió.

– ¿Entonces no te vas a casar con Peter?

– No -la mujer dio una vuelta y volvió a abrazarlo. Su cuerpo era perfecto y parecía tener el hueco adecuado para acomodarse al suyo.

– ¿De verdad no quieres casarte? -quiso, saber él.

– No. O por lo menos eso es lo que he dicho y mantendré mi palabra.

– ¿Por qué?

– Porque cada vez que te miro fijamente, tú te mueres de miedo… como si te persiguiera un tiburón para comerte dijo, con una sonrisa débil-. Así que no nos pongamos paranoicos, doctor Blaxton. Relájate y disfruta.

Tina dio dos pasos hacia su nueva pareja y Jock se quedó solo.


Tina evitó a Jock durante el resto de la noche. O él la evitó a ella. O ambos. Pero tuvieron que irse a casa juntos. Tina había ido en el coche de la novia, así que no tenía otro modo de volver. Decidieron marcharse hacia las dos de la mañana y ambos estaban muy nerviosos.

Mary y Harry se habían marchado con la furgoneta llena de latas y herraduras. Los más mayores hacía tiempo que se habían ido y sólo quedaban algunas parejas que bailaban lentamente en la pista.

Tina fue hacia él y se agarró a su brazo. ¿Iba en busca de su hombre?

– De acuerdo, Príncipe Encantado, Cenicienta tiene que volver a casa. Trae tu carroza de cristal.

– ¿No es eso una zapatilla de cristal?

– No lo sé, pero me las voy a quitar -dijo.

La muchacha se quitó los zapatos de madrina y caminó descalza hacia el coche.

No eran los únicos que se marchaban. En la distancia se veía a los adolescentes pelearse por las llaves de sus coches. Eran los mismos que habían estado bebiendo al comienzo de la noche.

– Oye, Andrew, no estás bien para conducir. Deja tu coche aquí, yo te llevaré.

– Estoy bien. Sólo he tomado un par de cervezas.

– ¡Un par de cervezas! Un par de docenas, querrás decir. A parte del whisky.

– Mira, hay bastantes taxis. Calla y sube.

Tina y Jock oyeron sus voces, y se miraron alarmados.

– ¡Eh! -gritó Jock, apresurándose.

Pero era demasiado tarde. Los adolescentes se habían metido en el coche y el vehículo se dirigía hacia la verja de salida.

– ¡Maldita sea! -exclamó Jock, sacando el móvil de su coche.

– ¿Qué vas a hacer?

– Llamar a la policía -dijo, observando al vehículo derrapar y quedarse sobre dos ruedas-. Si nadie los detiene, se van a matar. ¿Dónde demonios están sus padres?

Los muchachos conducían a una velocidad que Tina y Jock no podían alcanzarlos. Tina iba en silencio. También Jock.

Nada había pasado entre ellos. Pensó Tina con amargura. ¡Nada! Quizá podría haberse puesto cariñosa con él, pero entonces él se habría agobiado mucho más. De manera que no había ocurrido nada. Jock iba pensando lo mismo. Diciéndose que había sido un idiota por dejar que las cosas llegaran tan lejos. Por dejar que Tina se hiciera una idea falsa…

Pero nada había ocurrido. Eso era lo que Jock quería, se dijo con rabia. Así que había que dejarlo tal cual. Llevar a esa mujer a casa y seguir con su vida. Eso era lo que quería, ¿no? Fijó los ojos en la carretera y de repente la noche se hizo una bola de fuego ante ellos y todo lo que pensaba sobre su vida dejó de tener importancia.

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