Tres meses después. Bella salió de su despacho y entró en el de Jesse con una amplia sonrisa en el rostro. Iba agitando una hoja de papel como si se tratara de la bandera del ganador de una carrera de automóviles.
– ¡Está aquí! ¡Es maravilloso! ¡Tú eres maravilloso!
Se abalanzó sobre él de tal manera que Jesse tuvo que levantarse de su butaca para tomarla entre sus brazos.
Su esposa.
No creía que fuera a cansarse nunca del sonido de aquellas dos palabras. Su esposa. Bella y él llevaban un mes casados y la diferencia que ese acontecimiento había provocado en su vida era abismal. Se sentía más vivo que nunca y todo se lo debía a Bella.
– ¿De qué estás hablando? -le preguntó mientras inclinaba la cabeza para mordisquearle suavemente el cuello.
Dado que el despacho de Bella estaba junto al de él, contaban con una puerta que unía ambas estancias y que sólo ellos dos utilizaban. Así, podían estar juntos cuando quisieran sin que se enterara el resto de la empresa.
Aunque a Jesse no le importaba en absoluto.
Bella gimió suavemente al sentir cómo él le besaba el cuello. A Jesse le encantaba el modo en el que ella se vestía. Vaqueros que realzaban sus maravillosas piernas. Camisas de su verdadera talla que solían ir acompañadas de generosos escotes…
– No es justo -susurró ella-. Sabes que no puedo pensar cuando haces eso.
– Bien. No tienes por qué pensar.
Había nuevas reglas en la empresa. Nadie podía entrar en aquel despacho sin llamar y sin recibir respuesta, por lo que se sentían libres de hacer lo que quisieran. Jesse sonrió. Se le ocurrían varias cosas en las que los dos podrían entretenerse para emplear al menos una hora o dos.
– Jesse… no he venido aquí para esto. Sólo quería mostrarte… Darte las gracias…
– Oh… Bien. Me encanta que mi esposa me dé las gracias.
Ella se echó a reír y arrojó el papel sobre el escritorio de Jesse para así poder abrazarlo con más libertad. Lo besó larga y profundamente y, entonces, se apartó de él para mirarlo.
– Dices eso con mucha frecuencia, ¿verdad? Mi esposa.
Jesse sonrió.
– Quiero que te acostumbres a escucharlo. Mi esposa. Mía…
– Tal y como me gusta -susurró ella. Volvió a besarlo una vez más, dándole todo lo que él podía desear. Haciendo que todos sus sueños se hicieran realidad. Haciendo que la vida de Jesse fuera tal como debía ser.
Cuando se apartó de él, se dirigió hacia el sofá que había en el despacho con una seductora sonrisa. El la siguió inmediatamente. Sin embargo, primero, miró el papel que ella había dejado sobre su escritorio.
Era el nuevo anuncio de King Beach para la prensa nacional.
Se alegraba de que le gustara.
En él, aparecían las fotografías de ambos y de su ropa de baño junto al eslogan: Bella y King: al final juntos.
Perfecto.