«Todo es diferente», pensó Bella. Desde la increíble noche que pasó con Jesse hacía unos pocos días, se habían visto a diario. Ella estaba en King Beach o él en su tienda para hablar de negocios. Jesse le había pedido consejo sobre cómo hacer que su ropa de baño fuera más ecológica y había escuchado atentamente sus opiniones. Iba a reunirse con tejedoras y costureras mientras seguía intentando que ella pasara a formar parte de King Beach.
Por primera vez, Bella sentía una cierta tentación. El éxito seguía sin interesarle cuando sólo tenía como objetivo el de ganar más dinero. Sin embargo, él la había engatusado con la posibilidad de llegar a las mujeres de todo el país con sus especiales trajes de baño y eso era algo que no podía descartar tan rápidamente. Con King Beach, ella podría encontrar la manera de que su pequeño negocio fuera viable a un nivel más importante sin perder por ello la calidad en la que Bella tanto insistía.
Más que todo esto, el hecho de estar con Jesse se estaba convirtiendo en la mejor parte de sus días. Y de sus noches. Pasaban juntos todas las noches. En la casa de él o en la de Bella. En la playa, recordando su primer encuentro. Bella se sentía plena. Se sentía… maravillosa.
Pero también estaba aterrorizada.
Estaba enamorada, pero sabía que su relación con Jesse no iba a terminar bien. A pesar de lo atento que él se mostraba con ella, Jesse King no era un hombre de los que sientan la cabeza. Tarde o temprano, se cansaría de lo que tenían y seguiría con su vida. Bella sabía que el dolor que sentiría sería tan fuerte que tal vez no pudiera recuperarse nunca.
Para protegerse, sabía que debía comenzar a apartarse de él. A mantener una distancia segura entre su corazón y Jesse. Sin embargo, tampoco podía privarse de lo que tenía en aquellos momentos para protegerse en un futuro. ¿No era mejor disfrutar de lo que tenía mientras contaba con ello? Ya habría tiempo de sufrir más tarde.
– Vuelves a pensar en él.
Ella parpadeó y miró a Kevin.
– ¿Cómo lo sabes? -le preguntó, con una sonrisa.
– Estás babeando.
Rápidamente, ella levantó una mano y se la llevó a la boca. Entonces, hizo un gesto de recriminación a su amigo.
– Qué gracioso eres.
– Pareces feliz, Bella. Me alegra verte así.
– Soy feliz -admitió ella, pero su voz la delató.
– Pero…
– Pero no va a durar, Kevin. Uno de estos días, Jesse va a decidir que ha llegado el momento de seguir con su vida y no deseo que llegue ese instante.
– ¿Cómo lo sabes? A mí me parece que está pasando mucho tiempo contigo -dijo él extendiendo la mano sobre la mesa en la que estaban almorzando para acariciarle suavemente la mano-. Un hombre no hace eso si no está interesado.
– Lo sé -replicó. Entonces, apartó su plato. Ya no tenía hambre-. Está interesado ahora, pero, ¿cuánto tiempo le va a durar?
– Venga ya, Bella -dijo Kevin sacudiendo la cabeza-. Tal vez deberías darle la oportunidad de que fastidie las cosas antes de castigarle por ello.
– Yo no le estoy castigando.
– Tal vez no, pero ya estás ensayando tu discurso de despedida.
– Simplemente me estoy preparando y cualquiera diría que mi mejor amigo lo aprobaría.
– Tu mejor amigo piensa que estás loca. En serio, cuando no lo tienes, estás triste. Cuando lo tienes, estás loca. Las mujeres están como una cabra.
– Gracias. ¿Le has contado a Traci tu teoría? -le preguntó Bella. Su novia, una modelo que trabajaba para una de las agencias más importantes de California, estaba viajando constantemente y, en esta ocasión, llevaba fuera de Morgan Beach casi cuatro semanas.
– Por supuesto. Ella dice que estoy equivocado. Como tú, pero las dos sois mujeres. No veis ciertas cosas.
– Vaya, vaya. Y sí las mujeres estamos locas, ¿por qué queréis los hombres estar con nosotras?
Kevin sonrió.
– Bueno, ¿dónde está hoy tu príncipe azul? Hacía más de una semana que no almorzabas conmigo. Normalmente, lo sueles hacer con él.
– Dijo que tenía que reunirse con alguien. No me dijo con quién -dijo Bella, frunciendo ligeramente el ceño
– Por lo que, como es natural, tú estás pensando que se trata de otra mujer.
Bella abrió los ojos de par en par.
– Bueno, no lo había pensado. Hasta ahora.
Kevin suspiró.
– Anda, cómete tus brotes de alfalfa.
– Me está volviendo loco -dijo Jesse.
– Si quieres mi opinión, eso no es demasiado difícil -le dijo Justice King a su hermano menor mientras aplicaba los alicates al alambre de espino que estaba colocando en una valla.
– Muy amable, gracias.
Jesse se metió las manos en los bolsillos y contempló las suaves colinas y los campos que rodeaban el rancho de su hermano. Soplaba un viento frío y el sol vertía sus rayos a pesar de un cielo cuajado de nubes grises. Parecía que el verano se iba a despedir con una tormenta.
Había hecho el viaje de dos horas que se tardaba en ir al rancho de su hermano en una hora y media. A pesar de que le habían puesto una multa por exceso de velocidad, había merecido la pena. Tenía que salir de Morgan Beach. Necesitaba distanciarse de Bella y aclararse la cabeza. Conducir a toda velocidad era el mejor modo de conseguirlo.
No hacía más que decirse que la estaba viendo demasiado. Todos los días. Todas las noches. Se estaba conviniendo en una parte de él y amenazaba con introducirse demasiado en su vida, tanto que llegara el momento en el que él no supiera desprenderse de ella. Cuando estaba a su lado, no paraba de tocarla. Cuando no lo estaba, no hacía más que pensar en ella.
¿Qué demonios le estaba ocurriendo a su vida?
– Esto es muy serio, Justice. Se está metiendo en mi vida y yo se lo estoy consintiendo.
– Tal vez sea bueno -replicó Justice mientras seguía trabajando en su valla-. Tal vez te has cansado ya de tener una mujer nueva todas las semanas y estás preparado para algo diferente. Más permanente.
– Espera un momento, nadie ha dicho nada de permanente.
– Madre mía, pero si te has puesto pálido -comentó Justice, riendo. Regresó a su furgoneta y dejó las herramientas en la parle trasera-. Me alegra verlo.
– Sí, porque a ti te ha salido muy bien.
Inmediatamente, la sonrisa de Justice se le borró del rostro.
– Lo que ocurrió entre Maggie y yo no tiene nada que ver con esto.
– Claro, podemos hablar de mí, pero no de Maggie -comentó Jesse mientras le daba una patada a la tierra.
– Has sido tú el que ha venido a verme, ¿lo recuerdas, Jesse? Si estás teniendo problemas con una mujer, son tus problemas, no los míos.
– Bien. Olvídalo. Y sigue con la boca cerrada sobre tus asuntos.
Justice jamás le había contado a nadie que era lo que había ocurrido entre Maggie Ryan, su esposa, y él. Toda la familia adoraba a Maggie, pero un día, Justice y ella decidieron separarse sin que ninguno de los dos ofreciera explicación alguna.
De eso había pasado un año y Justice seguía completamente mudo sobre el asunto.
– Mira, tú eres el único de los hermanos que ha estado casado -le dijo Jesse después de un minuto-. ¿A quién si no debería preguntar?
– Prueba con Travis. O con Jackson. O incluso con Adam -replicó Justice mencionando a sus tres primos, que llevaban felizmente casados un par de años.
– No están por aquí. Tú sí.
– Qué suerte tengo.
– ¿Cómo diablos puede un hombre acostumbrarse a tener una sola mujer en su vida? -le preguntó Jesse-.Yo nunca lo he hecho antes. Jamás he tenido una novia formal. Ni la he querido. Me gustan las relaciones sin ataduras, ya lo sabes.
– Pues no tengas ataduras.
– Bella no es esa clase de mujer. Ella tiene ataduras por todas partes y yo no hago más que enredarme en ellas.
– ¿No las quieres? Córtalas y sigue con tu vida. Punto final.
Jesse miró a su hermano y suspiró. Sabía que Justice tenía razón, pero…
– Ese es el problema-dijo-. Por primera vez en mi vida, no sé si quiero seguir con mi vida.
La exhibición de surf había atraído a una gran cantidad de público. Espectadores de todo el Estado se habían reunido allí, en Morgan Beach, para contemplar un espectáculo que, hasta el momento, había merecido la pena.
Algunos de los mejores surfistas del mundo estaban cabalgando las olas. Parecía que no hacían esfuerzo alguno mientras se deslizaban por la superficie del agua o mientras avanzaban por un túnel de agua.
El día estaba algo nublado, pero cuando el sol salía, se reflejaba sobre la superficie del agua como si fuera un potente foco. El olor a cerveza y perritos calientes lo inundaba todo mientras las gaviotas chillaban a modo de acompañamiento. La exhibición estaba demostrando ser un modo fantástico de despedir el verano y, sin ninguna duda, todos los espectadores terminarían visitando las tiendas cuando terminara la fiesta. Por el momento, Bella tenía su tienda cerrada para poder disfrutar del espectáculo. Y de Jesse.
Tenía un asiento magnífico en las gradas que se habían instalado en la arena para la ocasión. No estaba sola. A su lado se encontraban Jackson, el primo de Jesse, y su esposa Casey. Iban acompañados de sus hijas Mia y Molly, En realidad habían ido a California para visitar Disneyland, pero no habían podido resistirse a ver a Jesse cabalgando las olas.
– Es muy bueno, ¿verdad? -comentó Casey mientras observaba cómo Jesse maniobraba su tabla sobre las olas.
Todo el mundo aplaudió efusivamente. Bella sonrió. Estaba muy emocionada por poder ver cómo Jesse hacía lo que mejor se le daba. Tenía tanta gracia y estilo que eclipsaba a todos los demás surfistas. Todo el mundo parecía pensar lo mismo.
– Es muy bueno -repitió Bella. No podía apartar los ojos del hombre que se había convertido en una parte tan importante de su vida. No se podía creer lo maravillosa que era su existencia. Con cada momento que pasaba junto a Jesse, más se enamoraba de él. Lo único que le preocupaba era que no sabía lo que él sentía. ¿Compartía Jesse sus sentimientos o la relación que había entre ellos era para él una simple aventura de la que terminaría cansándose? Si era esto último, ¿cómo iba ella a conseguir superarlo?
Cerró los ojos y se dijo que no debía preocuparse al respecto. Debía disfrutar el momento. Estaba reuniendo tantos recuerdos que su corazón quedaría completamente lleno de ellos.
– Claro que lo es -afirmó Jackson-. Es un King, ¿no? Molly, cariño, no te comas el papel.
– ¿El papel? -preguntó Casey centrando su atención inmediatamente en su hija pequeña-. ¿Qué papel?
– Nada. No te preocupes -le dijo Jackson-. Son fibras naturales.
Bella se echó a reír. Casey suspiró y le quitó a su esposo a la hija de ambos para colocársela en el regazo.
– Madre mía, Jackson.
– No le dije que se comiera el papel en el que venía la galleta, ¿verdad, Mia? -le dijo a su otra hija mientras le hacía cosquillas. Bella suspiró.
El primo de Jesse y su familia habían llegado a la cuidad la noche anterior y, desde entonces, todos se lo habían pasado estupendamente juntos. Jesse era una persona completamente diferente cuando estaba con las dos niñas. Evidentemente, las dos lo adoraban y él estaba loco por ellas. AI verlo con las hijas de Jackson, Bella no había podido evitar que un sentimiento peligrosamente maternal se despertara dentro de ella. Se preguntó cómo sería convertirse en la esposa de Jesse. Ser la madre de sus hijos. Sentir la calidez que la rodeaba en aquellos momentos durante el resto de su vida.
Sin embargo, la verdad era que, por mucho que lo amara, por mucho que lo deseara, no estaba segura de que él sintiera lo mismo hacia ella. Sí, era un maravilloso amante, pero ¿era algo más? Le habría gustado saberlo.
– ¿Dónde está el tío Jesse? -preguntó Mia mientras se ponía de pie sobre el regazo de su padre para mirar el mar.
– Ahí-le indicó Bella señalando el surfista que estaba esperando la siguiente ola-. ¿Lo ves? Cuando venga la siguiente ola, se pondrá de pie y cabalgará sobre ella hasta llegar a la playa.
– ¿Y puedo yo hacerlo? -le preguntó Mia.
– Claro -respondió su padre-. Cuando tengas treinta años.
Casey le guiñó un ojo a Bella.
– Es un padre demasiado protector -le dijo.
– A mí me parece muy bonito -respondió ella.
– A mí también -admitió Casey-. Sus hermanos y él protegen a sus hijos como si fueran perros de presa. Realmente es sorprendente. Cuando los niños están todos juntos, ver a todos los hermanos cuidando de ellos resulta increíble.
– Te aseguro que es muy estresante -dijo Jackson.
– A mí me parece maravilloso-comentó Bella sonriendo, pero Casey la miró con compasión.
Se acercó a ella y le susurró:
– Enamorarse de un King no es fácil, Bella. Te vuelven loca si se lo permites, pero te prometo que merece la pena.
Bella asintió, pero no pudo evitar pensar que merecería la pena si el King en cuestión correspondía los sentimientos que se le profesaban. Si no era así, resultaría una tortura.
– ¡Ahí va! -exclamó Mia mientras saltaba de emoción sobre las piernas de su padre y señalaba muy emocionada a Jesse.
Bella apartó sus pensamientos y centró su atención en la última ola que Jesse iba a cabalgar ese día. Fue una demostración perfecta. Cuando llegó a la playa, vio cómo cientos de mujeres en biquini iban corriendo hacia él. Todas trataban desesperadamente de captar su atención. Sin embargo, él pasó corriendo al lado de todas ellas como si no las hubiera visto. Bella contuvo el aliento al ver que se dirigía directamente a ella. El corazón comenzó a latirle con fuerza en el pecho cuando vio que él dejaba la tabla delante de ella y le preguntaba:
– ¿Qué tal lo he hecho?
– ¡Genial! -gritó Jackson. Cuando su esposa le dio un buen codazo en las costillas, la miró muy sorprendido-. ¡Eh! ¿A qué ha venido eso?
– No estaba hablando contigo -le dijo Casey.
Jesse sonrió.
– Tiene razón, Jackson -dijo-. Bella, ¿cómo lo he hecho?
– Estuviste maravilloso -respondió ella. Era consciente de que todo el mundo los estaba observando.
– Eso es lo que me gusta escuchar. Ahora, necesito mi premio.
– Hoy no hay trofeos, ¿es que no te acuerdas? -respondió Bella, riendo.
– ¿Y quién está hablando de un trofeo? -preguntó Jesse. La hizo levantarse de su asiento y la tomó entre sus brazos-. Esta es la única recompensa que me interesa.
La besó larga y profundamente, con un gesto tan romántico que todos los presentes comenzaron a lanzar vítores de aprobación.
Vagamente, Bella escuchó los aplausos y los clics de las cámaras. No le importó. ¿Cómo le iba a importar cuando los brazos de Jesse la rodeaban mientras la besaba? Sintió que la electricidad le recorría todo el cuerpo.
Había ido a buscarla. La había besado delante de todo el mundo. Por primera vez en su vida, Bella se sintió como una princesa, como si importara de verdad. El corazón le dio un vuelco en el pecho. Se sintió más enamorada que nunca, algo que jamás hubiera creído posible.
Por fin, después de lo que le pareció una eternidad, Jesse rompió el beso y levantó la cabeza para mirarla a los ojos. A Bella le pareció ver… amor brillando en ellos.
Entonces, él sonrió. El momento pasó y ella no pudo ya estar segura de que hubiera pasado realmente. Inmediatamente, los espectadores los rodearon para felicitar a Jesse por su victoria. El rodeó los hombros de Bella con un brazo y la mantuvo a su lado.
¿La amaba? No lo sabía, pero el sol brillaba. Jesse la tenía abrazada y, por el momento, esto le resultaba del todo suficiente.
Más tarde, en casa de Bella, los dos estaban sentados en el primer escalón del porche, observando cómo las nubes ocultaban la luna y oscurecían así aún más la noche. Desde la casa de su vecina, la señora Clayton, se escuchaba un concurso de televisión que estaban poniendo en aquellos momentos. Por el contrario, la casa de Kevin estaba sumida en el más absoluto silencio.
Jesse respiró el aroma de los crisantemos, que ya siempre asociaría con Bella, y le rodeó a ella los hombros con un brazo. Esta se reclinó sobre él y le apoyó la cabeza sobre el hombro.
– Ha sido un buen día…
– Sí -afirmó ella-. Estuviste sorprendente en el agua.
– No está nada mal para un depredador empresarial, ¿verdad?
– No vas a dejar que me olvide nunca de eso.
– No. Creo que eso vale al menos seis meses de meterme contigo.
– ¿Seis meses?
– Por lo menos.
– Entonces, ¿crees que seguiremos juntos dentro de ese tiempo? -le preguntó ella,
– Bueno, sí. ¿Por qué no íbamos a estarlo?
Ella echó la cabeza hacia atrás y le miró el rostro.
– Simplemente no sabía lo que sentías. Lo que esperabas.
– No espero nada, Bella. Nos va bien juntos, ¿no?
– Sí.
– El sexo es genial.
– Sí -dijo ella, con una sonrisa.
– En ese caso, ya está -concluyó él. Era tal y como le había dicho a Justice. Le gustaba el hombre que era al lado de Bella. Sin embargo, sentía que ella dudaba y sabía que había vuelto a pensar demasiado. Estaba tratando de crear un plan. O de ver el futuro-. ¿Por qué deberíamos poner una etiqueta temporal a lo nuestro o definirlo de algún modo? Mira, nadie sabe lo que va a pasar de un día a otro, y mucho menos dentro de seis meses. Sin embargo, aquí, esta noche, no me imagino en ningún otro lugar.
Aquello era lo más cerca que había estado de decirle a una mujer que no quería perderla.
Ella lo miró durante un largo instante y sonrió.
– Yo tampoco.
Jesse sonrió también. Problema resuelto. Al menos por el momento.
Bella cambió de tema de repente. Jesse se preguntó sí lo habría hecho a propósito.
– Me han caído muy bien tu primo y su familia.
– Sí. Siempre resulta muy agradable verlos a ellos y a las niñas.
– Te envidio por ello.
– ¿Cómo dices? -le preguntó. Le dio un beso en la coronilla, animándola a seguir con aquel sencillo gesto.
– Tu familia. Estáis todos tan unidos… Además, a ti se te daban tan bien esas niñas.
– Son estupendas. No resulta difícil divertirse con ellas.
– Eso es cierto, pero muchos hombres no se molestarían en sentarse en el suelo con ellas para montarlas a caballito durante más de una hora.
Jesse se echó a reír. Al ver que ella se limitaba a mirarlo, la sonrisa le desapareció rápidamente de los labios.
– ¿Qué ocurre?
– He estado pensando mucho últimamente.
– Bien -susurró.
Ella tenía una expresión seria en el rostro, casi solemne. Jesse se preparó mentalmente para lo que pudiera acaecerle.
– Y he llegado a la conclusión de que no eres el hombre que yo creía que eras al principio.
– Me alegro de saberlo -afirmó Jesse con una sonrisa.
– Hay más, Jesse, ya sabes que yo nunca tuve deseos de expandir mi negocio.
– Sí. Me lo dejaste muy claro desde el principio.
– Bien. Pues he cambiado de opinión.
– ¿Cómo?
Eso sorprendió tanto a Jesse que no pudo evitar preguntarse si alguna vez podría entender a Bella. La observó, tratando de determinar sus sentimientos, pero ella estaba ocultando demasiado bien lo que pensaba.
Finalmente, sonrió, levantó la mano y acarició suavemente la mejilla de Jesse.
– He decidido unirme a King Beach. Me has convencido de que puedo confiar en ti, Jesse. Creo que juntos podremos hacer cosas maravillosas.
Jesse le tomó una mano y se la apretó con fuerza. Resultaba muy extraño, pero, durante las dos últimas semanas, se había olvidado por completo de la posibilidad de que King Beach absorbiera la empresa de Bella. Se había centrado demasiado en metérsela en la cama. El hecho de que ella realizara el anuncio tan inesperadamente lo dejó completamente atónito.
Se sentía muy emocionado. Llevaba semanas intentando que ella se atuviera a razones. Sin embargo, ahora que por fin había conseguido sus propósitos, se sentía algo… inquieto. ¿Por qué? Había comprado muchas empresas antes, pero para Bella, la situación hablaba por sí sola. Confiaba en él para que no arruinara con su trabajo lo que ella tanto amaba.
– No te arrepentirás, Bella.
– Lo sé. Creo en ti, Jesse.
De repente, una inesperada sensación de preocupación asaltó a Jesse. La apartó inmediatamente. Esto era lo que él había querido y lo había hecho mejor de lo que pensaba. No sólo tenía un negocio nuevo como parte de su empresa, sino que tenía a Bella.
¿Qué podía ir mal?
Tres días después de la exhibición, la vida había regresado a la normalidad en Morgan Beach. Excepto una cosa.
Jesse se sentía nervioso. No era normal. Al menos para él.
Le preocupaba su relación con Bella cuando por fin habían decidido comenzar a hacer negocios juntos. ¿Y si descubría que él había planeado seducirla sólo para hacerse con todo? Se sentiría dolida, enojada. No había esperado que este hecho le importara, pero así era.
Además, no podía soportar la perspectiva de perderla.
Sin embargo, mucho menos podía soportar la idea de estar ocultándole la verdad. Hacía mucho tiempo, había aprendido que los secretos salen a la luz tarde o temprano, cuando uno menos lo espera.
¿Qué demonios estaba él sintiendo en aquellos momentos? Bella había sabido llegarle al corazón. De hecho, Jesse ni siquiera se había imaginado nunca que sería capaz de sentir lo que estaba experimentando hacia ella, jamás se había creído capaz.
Durante años, se había mantenido al margen de las relaciones que tenían visos de convertirse en algo permanente. Con mucho cuidado y deliberación, sólo salía con las mujeres a las que les interesaba exclusivamente divertirse. Las que pensaban más en el futuro quedaban estrictamente fuera.
Entonces, ¿cómo diablos le había ocurrido a él algo así? ¿Qué era lo que iba a hacer al respecto?
Llevaba tres días manteniéndose alejado de Bella, tratando de comprender lo que sentía y lo que quería hacer al respecto. Aquel juego era completamente nuevo para él. Nunca antes había contemplado siquiera el futuro al lado de una mujer. Jamás lo había deseado. Sin embargo, en aquellos momentos, no podía imaginarse el resto de su vida sin Bella a su lado.
Dios sabía que no había querido implicarse tanto. Principalmente, había querido que Bella le demostrara algo a Nick Acona. En aquellos momentos, ya no sabía cómo controlar el asunto.
Se levantó de su escritorio y se dirigió a la ventana. Parecía que se estaba formando una tormenta, un tiempo meteorológico que encajaba perfectamente con su estado de ánimo. Jesse jamás se había considerado de los que se casan, pero Bella sí era de las mujeres que pensaban en el matrimonio. ¿Dónde les dejaba esto exactamente?
El matrimonio de sus padres no había ido nada bien, dado que su progenitor siempre estaba concentrado en su trabajo, y lo mismo le había ocurrido al de su hermano Justice, aunque en este caso nadie sabía por qué. ¿Cómo se suponía que podría él conseguir que funcionara?
– ¿Señor King?
– ¿Sí? -preguntó. Miró por encima del hombro, algo molesto por la interrupción. Vio que era Dave Michaels quien entraba en su despacho-. ¿De qué se trata, Dave?
– Tengo preparados ya todos los documentos para que Bella los revise y los firme.
– Muy bien. Déjalos sobre mi escritorio, ¿quieres?
Volvió a centrarse en la vista. Había convencido a Bella para que se uniera a él en los negocios. Para que confiara en él. En aquellos momentos, Jesse no podía dejar de sentirse culpable al respecto. Sin embargo, había ganado. Aquél había sido exactamente su plan: seducirla y persuadirla para que se uniera a su empresa. Todo había salido de acuerdo con sus planes. La había convencido para que compartiera con él lo más importante de su vida.
El único problema era que, mientras la seducía, él mismo había quedado atrapado, tal vez porque, en realidad, no quería estar libre.
Se mesó el cabello con una mano. Decidió que su vida había sido mucho menos complicada antes de instalarse en Morgan Beach.
Tenía dos clientas nuevas en su tienda, un nuevo pedido a punto de llegar y una bonita suma en el banco gracias a las ventas que había hecho el día de la exhibición de surf.
Entonces, ¿por qué no estaba más feliz?
Frunció el ceño y comenzó a colocar los nuevos bañadores en sus perchas. Conocía perfectamente la respuesta a esa pregunta: no había vuelto a ver a Jesse desde el día en el que accedió unirse a King Beach.
Por supuesto, había hablado con él por teléfono en varias ocasiones. Estaba muy ocupado. Tenía reuniones. Decisiones que tomar. Papeles que redactar. Le había dicho todo lo que debía decir y, cuando estaba hablando con él, todo tenía sentido. Las dudas empezaban cuando se quedaba a solas.
Si él sentía lo mismo que ella, ¿por qué se mantenía alejado de ella?
Sacudió la cabeza y trató de deshacerse de ciertos incómodos pensamientos en los que, cada uno, era peor que el anterior.
«Tiene lo que quería y ya no me necesita». Sacudió la cabeza. No le gustaba eso en absoluto.
«Seducirme siempre ha formado parte del plan, para bajar mis defensas y adueñarse de mi empresa». Este le gustaba menos todavía. Era imposible que hubiera estado fingiendo. ¿Sería posible que fuera tan buen actor?
No le gustaba estar allí sin hacer nada. Decidió que, lo mejor que podía hacer era ir a verlo y preguntarle qué era lo que estaba pasando. Eran socios, ¿no? En los negocios y en la vida. Si tenía preguntas, tendría que preguntárselas a Jesse. Después de todo, tal vez aquello no tuviera nada que ver con ella. Podría ser un problema familiar. Tal vez ella, podría echarle una mano.
Decidió que, en cuanto se marcharan sus clientas, iría a ver a Jesse para hablar con él.
En aquel momento, la puerta de la tienda se abrió. Bella levantó la mirada para ver de quién se trataba y vio que un hombre ataviado de traje y chaleco se acercaba al mostrador.
– ¿Bella Cruz?
– Sí. ¿En qué puedo ayudarlo?
– Me dan dado instrucciones para que le entregue esto -dijo, sacándose un sobre del bolsillo interior de la americana que llevaba puesta-. Que tenga un buen día.
Con eso, el desconocido se marchó. Bella abrió el sobre inmediatamente y sacó una hoja de papel doblado que había en su interior. Lo leyó. Volvió a leerlo.
Sintió que la sangre se le helaba en las venas y que un agudo dolor le atenazaba con fuerza el estómago. Las letras de la página se le borraron a medida que los ojos se le fueron llenando de lágrimas. Parpadeó para secárselas con determinación. No iba a llorar.
Aquello no podía ser verdad. No podía apartar la mirada de una serie de palabras en cuestión. Tenía que haber un error. Sin embargo, la lógica lo explicaba todo perfectamente. La razón por la que Jesse había estado evitándola, por ejemplo. La traición fue alojándosele en el corazón hasta que decidió que estaba a punto de explotar.
Se había preguntado qué estaba pasando. Ya lo sabía. Sin embargo, no podía hacer nada al respecto hasta que sus clientas hubieran abandonado la tienda. Con ese pensamiento en mente, se colocó una buena sonrisa en los labios. Por lo tanto, cuanto antes las ayudara a encontrar lo que habían ido a buscar, antes podría ella enfrentarse a Jesse.
Si él había creído que podría desaparecer así por las buenas, estaba muy equivocado.
Estaba a punto de averiguar lo que Bella pensaba de él.