Capítulo Diez

– ¿Hola?

Cuando Vance oyó que era la voz de una niña la que respondía, estuvo a punto de dejar caer el teléfono móvil.

– ¿Sarah?

– ¿Eres Vance?

Rio entre dientes a pesar de la sorpresa de descubrir que aún vivía con Brooke.

– Sí. ¿Cómo está mi vaquera?

– Bien. ¿Cuándo vas a volver a casa?

«¿Casa?»

Movió la cabeza con incredulidad.

– Cuando tú lo digas.

– ¿Puedes venir ahora mismo?

– ¿Crees que a Brooke le parecerá bien?

– Sí. Antes de meterse en la ducha, dijo que eras un hombre maravilloso.

– ¿De verdad? -el corazón le latió deprisa.

– ¿Sabes una cosa? Voy a ser la hija de Brooke.

– ¿Sí? -descubrió que respondía tal como hacía siempre Sarah.

– Sí. Fue a Misisipí a buscarme y ahora va a adoptarme. Mi verdadero nombre es Myra Lyman, pero ella va a llamarme Sarah Longley.

Él sintió un nudo en la garganta.

– Eres una chica muy afortunada de tener una madre como Brooke.

– ¿A ti no te gustaría tener una hija?

– Por supuesto -se le nublaron los ojos.

– ¿Te gustaría yo?

– Me encantaría tener una hija como tú.

– Vale. Entonces lo único que tendrás que hacer es pedirle a Brooke que se case contigo, porque ella dice que las chicas no pueden pedírselo a los chicos.

No supo si reír o llorar.

– ¿Qué más ha dicho?

– Que no estás casado porque tienes que ir por todo el país ayudando a la gente. Pero nosotras podríamos ir contigo, ¿no?

– ¿Es eso lo que te gustaría?

– No. A mí me gustaría que te quedaras con nosotras en casa todo el tiempo.

«Y a mí también, cariño. Y a mí también. Ahora que el monstruo que te robó dos años de tu vida está detrás de unas rejas, la vida en un rancho me parece una maravilla».

– Quizá eso se pueda arreglar.

– ¿Qué significa arreglar?

– Que veré lo que puedo hacer para quedarme en casa todo el tiempo.

– Entonces, ¿nos vamos a casar?

– Si a Brooke le parece bien.

– ¡Espera! ¡Iré corriendo a preguntárselo!

– No, Sarah. Deja que yo hable…

Pero era demasiado tarde. Oyó que el auricular caía y supo que la pequeña había ido a buscar a Brooke.

Mientras esperaba, condujo por las calles de West Yellowstone con la frente perlada de sudor porque temía que su sueño pudiera estropearse.

Pero después del beso que Brooke y él habían compartido, no había sido capaz de pensar en otra cosa mientras iba en pos de Charlie.

La nieve, sumada a la vastedad del Parque, había dificultado la persecución, pero al fin lo había alcanzado cerca de Mammoth Falls. Intercambiaron disparos hasta que Charlie se quedó sin munición. Vance le había dado en la pierna y luego se lo llevó a rastras.

Gracias a Dios todo había terminado. Gracias a Dios en unos minutos vería a Brooke y a Sarah.

– ¿Vance? -gritó la pequeña.

Por ese entonces él tenía el corazón desbocado.

– ¿Qué, cariño? ¿Qué ha dicho Brooke?

– Cree que es una broma porque estás soltero.

– Solía serlo -sonrió-, pero ya no.

– ¿Y eso?

– Porque me enamoré de Brooke.

– Oh… entonces está bien. Ella dice que un hombre tiene que amar mucho a una mujer para pedirle que se case.

– Tiene razón.

– ¿Cuándo os vais a casar?

– Eso depende de Brooke -rio.

– Un momento.

El teléfono chocó con tanta fuerza que le lastimó los oídos. No aguardó mucho.

– Dice que tal vez todos deberíamos ser amigos al principio.

– Ya lo somos -musitó-, pero creo que tiene razón. ¿Qué hay para cenar?

– Chile.

– Hacedme un sitio a la mesa, cariño. Llegaré en un minuto y tengo hambre.


Cerca de las once de la noche, Sarah se quedó dormida en el sofá. Una nerviosa Brooke siguió a Vance mientras la subía al dormitorio y la tapaba.

Como fue Sarah la que había contestado el teléfono mientras ella se hallaba en la ducha, la cuestión del matrimonio, que jamás se tendría que haber sacado, flotaba en el aire. Menos mal que Sarah se había quedado dormida. En ese momento los dos podrían mantener una charla seria.

Al bajar, Brooke se volvió para mirarlo. Pero los ojos azules de Vance le recorrieron la cara y la figura con tal intensidad que apenas fue capaz de concentrarse.

¡Estaba vivo! No le había sucedido nada. La realidad de su presencia física, de sus rasgos atractivos y de su vitalidad la dejó sin aliento.

– Vance… -comenzó incómoda-. No sé qué decir. Por favor, no pienses que le mencioné el matrimonio a Sarah siguiendo un plan retorcido para conseguir un marido. Anhela tanto formar parte de una familia que pide cosas que no puede tener. No des por hecho que me tomé en serio la conversación anterior.

– ¿Quieres decir que la idea de casarte con un viejo solterón que no puede llamar hogar a ningún sitio te resulta repugnante?

– ¡Claro que no! -exclamó con mucha vehemencia. Al darse cuenta, se ruborizó y desvió la vista-. Pero una no decide casarse por el deseo de una niña. No se alcanza semejante decisión con alguien a quien conoces de una sola noche.

– En circunstancias normales, estaría de acuerdo contigo. Pero las quince horas que pasé contigo me abrieron los ojos. Y creo que a ti también, si sirve como elemento de juicio el beso que me diste en el patio de Julia. Por eso me encuentro aquí. No he dejado de soñar con él y el modo en que me hizo sentir. Hazme sentir así otra vez, Brooke -instó con voz ronca.

– Yo… yo…

– No pienses -susurró al abrazarla. Su boca se posó con deseo febril en la suya-. Dame algo de ese amor que le has estado entregando a Sarah. Lo necesito, tanto como ella.

¿Cuántas veces durante las últimas semanas había imaginado que Vance le suplicaba que lo amara de esa manera?

Luego, cuando recobrara la cordura, quedaría aturdida por su propia reacción. Pero en ese momento, unos sentimientos poderosos la empujaron a expresar la necesidad que tenía de ese hombre y perdió la noción del tiempo y del espacio.

La tormenta que iba en aumento en el exterior jamás podría estar a la altura del deseo creciente que despertaron en ella sus manos y su boca. Había creído conocer el amor con Mark, pero Vance la transportaba a otro reino, donde tanto las almas como los cuerpos compartían la comunión.

Despacio, sin darse cuenta de cómo había sucedido, se encontró tendida en sus brazos delante de la chimenea. Cada vez que el viento gemía alrededor de la casa, la abrazaba un poco más fuerte, la besaba con más intensidad.

Con la intención de ejercer un poco de control, separó los labios con renuencia de los de Vance y apoyó una mano en su cara. Necesitaba afeitarse. Le gustó la sensación áspera y masculina contra sus dedos.

– Me siento tan agradecida de que no sigas ahí afuera persiguiendo a ese miserable ser humano.

– Amén -murmuró sobre su tierno cuello.

– Dime qué sucedió. Necesito saberlo.

Con un suspiro resignado, la acercó más y durante un rato estuvo contándole los detalles de la captura.

– Después de esposarlo, el cuartel general me comunicó que el cuerpo del otro convicto, y el de un perro, habían sido hallados en un granero en Santaquin. Ambos habían recibido dos disparos.

– Espero que no me consideres horrible por decir esto -se agitó en sus brazos-, pero me alegro de que esté muerto. Ahora podremos contarle a Sarah que no debe preocuparse de que el otro hombre venga a buscarla.

– Yo me siento igual de aliviado -musitó con intensidad-. Sin duda cuando los forenses terminen con su trabajo, podrán relacionar las balas con el arma de Charlie. El departamento desconoce de dónde salió el perro. Al enterarme de que era blanco con manchas marrones, de pronto comprendí por qué Sarah había confundido a una vaca con un perro en tu adorno navideño.

– Va a necesitar terapia -se aferró a él.

– Hubo una época en que no creía en eso, pero hay ciertas experiencias en la vida que requieren ayuda exterior.

Ese reconocimiento hizo que se apartara y lo mirara a los ojos.

– ¿Quieres hablar de ello? -murmuró. Él asintió despacio.

– Cuando era policía, surgió una emergencia que hizo que todos los agentes, incluso lo que estaban fuera de servicio, tuvieran que responder. No pude ponerme en contacto con mi compañero, que probablemente había desconectado el teléfono para poder dormir. De modo que fui a su apartamento y entré por la puerta de atrás para despertarlo. Al llegar al dormitorio, descubrí a mi novia con él.

Brooke sintió un aguijonazo de angustia. Lo que le acababa de contar era mucho peor que lo que le había hecho Mark. Hundió la cara en su hombro.

– Dos de mis compañeros habían pasado por la misma experiencia y me sugirieron que no me vendría mal hablar con un profesional. Tenían razón. Cuando pierdes la confianza en ti mismo, te muestras tan irracional que es casi imposible recuperarla.

– Lo sé.

– Julia me habló de tu experiencia -confesó-. Es obvio que ambos las hemos dejado atrás. Ahora reconozco que elegí amar a una persona superficial. Pero nunca me di cuenta de lo superficial que era hasta que te conocí. Cielos, Brooke… -los ojos le ardieron como dos carbones al rojo-. Eres una mujer hermosa, pero por la forma en que acogiste a Sarah, sin cuestionarte nada ni pensar en ti misma, me di cuenta de lo hermosa que eras por dentro como persona. Eso es lo que he estado buscando. Una belleza interior que dure para siempre. Cuando esta noche Sarah contestó el teléfono y me dijo que ibas a adoptarla, supe que eras la mujer que quería como esposa.

Ella captó el temblor en su voz y no pudo resistir darle un beso.

– Supe que te quería como marido cuando me preguntaste cuál podía ser la mejor manera de ganarte la confianza de la pequeña. Tu sensibilidad es tan rara que algo dentro de mí me dijo que había encontrado al hombre que había estado buscando toda la vida. Comprendo que es demasiado pronto para decirlo… -la voz se le quebró-… pero no puedo evitarlo. Me he enamorado de ti, Vance.

– Yo también estoy enamorado de ti -musitó antes de cubrirle otra vez la boca-. Se lo dije a Sarah por teléfono. Lo que siento por ti no desaparecerá. El amor surgió sin que me diera cuenta, de lo contrario no habría tomado la decisión de dormir aquí la Nochebuena.

– Pero lo hiciste para protegernos.

– En parte, pero no fue el único motivo. ¿De verdad crees que tengo por costumbre pasar la noche con alguien involucrado en el caso que esté llevando en ese momento, en particular una mujer soltera? Si el departamento del marshal supiera que lo hice, me quitarían la placa.

– Aquella noche albergaba en secreto la esperanza de que quizá no quisieras dejarme.

– Ahora conoces la verdad -murmuró antes de volver a besarla. Varios minutos más tarde añadió-: Quiero quedarme contigo para siempre. Quiero casarme contigo, pero primero deseo que conozcas a mi familia. Quiero que Sarah conozca a todos los primos que va a heredar. Debemos tomar decisiones importantes. Sarah me ha hecho saber que me quiere en casa todo el tiempo.

– ¡Y yo! -exclamó con suavidad.

– ¿Qué te parecería trasladarte a Great Falls, donde podría dedicarme a llevar un rancho? Ese poni espera a Sarah.

– Creo que sabes lo que pienso -le tembló la voz-. En cuanto a la pequeña, estará encantada.

– Si hacemos eso -se puso serio-, significará arrancarte de tu hogar aquí y de tu empresa familiar.

– Después de que Sarah y tú os fuerais -comenzó con serenidad-, me quedé tan abatida que decidí que Dave llevara el negocio o comprara mi parte, con el fin de poder irme a otra parte a empezar una nueva vida.

– Me gusta eso de una nueva vida, mientras me incluyas en ese escenario -respiró hondo.

– ¿Qué es eso de un escenario? -los interrumpió una voz de niña.

Ambos giraron la cabeza hacia las escaleras y pronunciaron su nombre al unísono. Vance extendió los brazos.

– Ven aquí, mi pequeña vaquera, y te lo explicaré.

Sarah corrió hacia ellos.

– ¿Nos vamos a casar? -exigió en cuanto quedó envuelta en los brazos de él.

– Sí, cariño -Brooke esbozó una sonrisa radiante-. Lo haremos.

– Bien.

Lo siguiente que supieron es que había vuelto a ponerse de pie.

– ¿Adonde vas? -quiso saber Vance.

– ¡He de contárselo a Julia! ¡Me pidió que prometiera que la llamaría en cuanto fuera oficial! -indicó por encima del hombro.

Abrazados, estallaron en una carcajada. Ese solo era el comienzo…

Загрузка...