Capítulo Dos

La casa pequeña pero acogedora de los Longley estaba rodeada de pinos y se hallaba justo a las afueras de West Yellowstone. Aparte de la calefacción central, tenía una chimenea de piedra, que, en caso de ser necesario, podía mantener todo el interior caliente en invierno.

A pesar de la ventisca, que tal vez durara varias horas más, a Brooke no le costó llegar en el todoterreno. Había algo agradable en el hecho de saber que esa Nochebuena no estaría sola. La niña perdida, sentada a su lado, la necesitaba si quería sobrevivir. Era bueno sentirse necesitada en esa noche. Y sus amigos pasarían más tarde.

– ¿Sarah? ¿Sabías que esta noche es Nochebuena?

– ¿Qué es eso? -preguntó la pequeña mientras los pies se le hundían en la nieve que conducía al porche.

Otra punzada de dolor le atravesó el corazón.

– Aguarda un minuto y te lo mostraré -la ayudó a subir los escalones, luego abrió y entraron. En cuanto cerraron la puerta, encendió la luz que automáticamente activaba las luces navideñas.

– ¡Ooh! -exclamó Sarah con ojos brillantes mientras contemplaba las luces y las bolas de colores que adornaban el abeto recién cortado.

– Ven a ver este adorno, Sarah.

La pequeña se acercó con expresión de reverencia.

– ¡Hay un bebé dentro!

– Así es. Es el pequeño niño Jesús. Mañana es su cumpleaños. Lo llamamos Navidad. El día en que nació Cristo. Nos damos regalos y es un día muy especial. Esta noche, después de que te arrebuje en la cama, te hablaré de él. Cómo vivió y murió, y cómo ama a todo el mundo en la Tierra y nos bendice cuando tenemos problemas.

– ¿Qué es una bendición? -Sarah ladeó la cabeza.

– Él nos hace felices cuando nadie más puede.

Mientras Sarah meditaba en lo que Brooke consideró una explicación menos que adecuada, puso una cinta con grabaciones de villancicos. La casa se llenó de música. Sarah la recompensó con una sonrisa dulce.

– ¿Podemos dormir junto al niño Jesús toda la noche?

– Si lo deseas -sintió un nudo en la garganta-. Encenderé un fuego, luego iremos a la cocina y prepararemos la cena. Espero que te gusten las patatas gratinadas. Anoche hice mucha comida. Solo tenemos que calentarla y podremos comerla.

La niña dio un salto al lado de Brooke, como alguien muy feliz.

Mientras Sarah ponía la mesa siguiendo las instrucciones de Brooke, esta calentó la comida y un poco de zumo de manzana con palitos de canela y clavos. Al rato estuvieron listas para empezar.

Sarah había comenzado su segunda ración de patatas cuando Brooke oyó que llamaban a la puerta. El miedo en los ojos de la pequeña se tornó tangible.

– ¡Qui… quizá sea Charlie! -gritó antes de soltar el tenedor. Abandonó la silla, corrió al lado de Brooke y se agarró a ella-. No dejes que me lleve.

Brooke le apretó el hombro para ocultar su propio temor.

– Lo más probable es que sean mi amiga Julia y su marido. Dijeron que iban a pasar a vernos.

Julia había dejado bien claro que la policía no podría presentarse como mínimo antes del día siguiente. Aunque Brooke sabía que sus amigos iban a pasar, parecía demasiado pronto para que hubieran llegado. A menos que hubieran salido antes de lo planeado. Brooke supuso que podía ser un vecino, aunque le pareció improbable, ya que se hallarían en casa o en la fiesta de los Garnett.

Existía la posibilidad de que el monstruo hubiera seguido a Sarah.

– Charlie no tendrá la posibilidad de lastimarte -juró con un susurro intenso-. Pero, para estar seguras, quédate aquí mientras averiguo de quién se trata.

Por una vez, la pequeña no intentó seguirla.

Con el corazón desbocado, entró en el salón. Por un sentido de la supervivencia, dio un rodeo hasta la chimenea para buscar el rifle de caza de su padre, que estaba cargado. Conocía el manejo de las armas ya que había disparado con su padre. Él siempre la había felicitado por su magnífica puntería. Aunque Brooke no cazaba, agradeció que la hubiera enseñado a disparar.

Volvieron a llamar a la puerta. Si se tratara de algún vecino o de Julia, habría llamado y hecho mucho ruido.

Se acercó a la ventana para averiguar de quién se trataba, pero la nieve seguía cayendo con fuerza, lo que le imposibilitó ver nada más allá del cristal.

– ¿Quién es? -llamó.

– El marshal McClain.

McClain. McClain…

Ese era el nombre del primo de Julia, que era un marshal federal. ¿Qué estaría haciendo en West Yellowstone en Nochebuena? Quizá no había oído correctamente.

Según Julia, la labor de los marshal era diferente de la de la policía o los patrulleros estatales. Pensó que Charlie podía hallarse del otro lado de la puerta haciéndose pasar por un agente de la ley.

– Me han informado de que encontró a una niña abandonada en la ciudad. Me gustaría hablar con las dos.

Su voz profunda poseía una cualidad sedosa, que despertó aún más las sospechas de Brooke.

Con el rifle listo, encendió la luz del porche y abrió despacio la puerta. Tuvo que alzar mucho la vista para ver un par de ojos azules bajo el borde del ala de un sombrero de marshal que la observaban con una intensidad que le quitó el aliento. Igual que el resto de sus facciones marcadas y su magnífico físico masculino enfundado en un completo uniforme de invierno. La placa brilló bajo el resplandor de las luces navideñas.

Le mostró la cartera con su identificación.

– Feliz Navidad también para ti, Brooke Longley -su boca dura y varonil sonrió de forma provocadora.

– ¡Eres el primo de Julia! Cuando dijiste tu nombre, pensé que había oído mal, porque ella me contó que no trabajabas en esta zona.

– Por lo general así es.

Mientras lo miraba, recordó varias conversaciones con Julia, que no cejaba en su intento de que volviera a salir con alguien.

«De verdad, Brooke. Con ese pelo rubio y esos ojos verdes, eres arrebatadora. No tiene sentido que te niegues a darle una oportunidad a los chicos de por aquí. Creo que estás tan decidida como mi primo a quedarte soltera. No solo es el soltero más guapo de Montana, sino que también es el varón más esquivo del planeta. Haríais una estupenda pareja, ¿lo sabías? Si los dos no fuerais tan obstinados, probablemente averiguaríais que erais perfectos el uno para el otro».

– Lo… lo siento -susurró al darse cuenta de que aún le apuntaba a la cara. Sintiéndose un poco tonta, apoyó el rifle sobre el hombro izquierdo-. Por favor, pasa.

– Gracias.

Hacía mucho tiempo que no era tan consciente de un hombre. Debía tener treinta y tantos años. En comparación, Mark había sido un muchacho a su lado.

En un momento tan precario como el que vivía, la asombró pensar de ese modo en el primo de Julia, quien por motivos propios no tenía deseos de relacionarse con una mujer. Podía entenderlo. Después del rechazo de Mark, tampoco ella quería volver a sentirse vulnerable.

Mientras volvía a dejar el rifle sobre la chimenea, él entró y cerró la puerta. Al observar el árbol de Navidad, Brooke se percató de que sus ojos eran como los de Julia. El pecho ancho se expandió cuando aspiró los aromas agradables procedentes de la cocina. Algo le dijo que llevaba mucho rato bajo la tormenta y que disfrutaba de ese descanso de los duros elementos.

– Por favor, ponte cómodo -encendió una lámpara para dar más luz.

– Ojalá no hubieras hecho eso -musitó mientras se quitaba el anorak con gracilidad masculina-. Siento como si hubiera entrado en una postal navideña.

Unos escalofríos inexplicables le recorrieron la piel. Volvió a contener el aliento cuando él se quitó el sombrero para revelar una saludable mata de pelo que brillaba como castañas oscuras y lustrosas al fuego. Era aun más atractivo de lo que había imaginado. Julia no había exagerado los encantos de su primo. De hecho…

– ¿Dónde está la pequeña?

– Se esconde en la cocina. ¿Cómo es que te encuentras en West Yellowstone? Si no recuerdo mal, Julia dijo que el resto de su familia también vivía en Great Falls.

– Es verdad -se sentó en uno de los sillones-. Pero, yo pertenezco al Grupo de Operaciones Especiales del departamento del marshal. La naturaleza de mi trabajo me lleva por todo el país. Rara vez estoy en casa.

«¿Por qué no deseas estar allí?», se preguntó Brooke, sin poder evitar sentir curiosidad por un hombre tan inaccesible.

– Sigo una pista nueva de un caso de dos años de antigüedad. Esta noche me ha traído a la ciudad. Cuando encontré el coche en cuestión abandonado en medio de la calle, llamé a la policía local y descubrí que Julia trabajaba en la centralita de la policía. En cuanto me habló de la niña que habías encontrado, todo encajó en su sitio, en particular cuando solicité detalles y me enteré de que la pequeña tenía unos cinco años y hablaba con acento sureño.

»Después solicité una orden de busca y captura del hombre que había conducido el coche abandonado y le dije a Julia que vendría aquí a hablar con la niña. Su testimonio podría brindarnos información que necesitamos.

– Ahora mismo Sarah está tan aterrada que no sé de cuánta ayuda podrá ser -juntó las manos-. ¿Puedes contarme algo sobre este caso antes de que le pida que venga al salón?

La observó pensativo antes de asentir.

– Quizá me equivoque, pero podría ser la pequeña que fue robada hace un par de años por dos asesinos convictos de Misisipí -el jadeo de Brooke reverberó por el salón-. Escaparon mientras unos federales los transportaban a otro estado.

Al pensar en Sarah a merced de lunáticos como esos, Brooke no pudo quedarse sentada.

– Los dos hombres escaparon y desde entonces nos han esquivado una y otra vez. La última vez que se los vio se hallaban en Utah, donde me encargaron el caso a mí. Encontré su rastro en Santaquin. La niña podría ser la hija de una de las víctimas a la que los prisioneros mataron en Misisipí.

– ¿Quieres decir que la madre está muerta? -exclamó ella.

– Eso es. No estaba casada, de modo que no tenemos ni idea de quién puede ser el padre. En alguna parte de Utah los asesinos se separaron, o uno de ellos mató al otro. Hasta ahora, no hemos encontrado a ninguno. Uno de los convictos se ha estado haciendo pasar por el padre de la niña.

Con un temblor de horror, Brooke se frotó el costado de la cadera con gesto nervioso. La mirada del marshal pareció abarcar el movimiento, aunque no fue consciente de ello.

– Sarah lo llama Charlie, pero en ningún momento lo ha mencionado como su padre. Dijo que él la había informado de que no tenía madre. Cuando se lo pregunté, desconocía cuál era su apellido.

– Encaja, aunque en los últimos dos años muchas pistas prometedoras se han convertido en rastros falsos. No obstante, si es uno de los prisioneros que andamos buscando, y tiene el equipo de supervivencia adecuado, ¿qué mejor sitio para pasar el invierno que el Parque de Yellowstone, donde sería difícil rastrearlo?

Ella se sintió mareada y se dejó caer en un sillón.

– Sarah dijo que el coche se paró. Cuando él bajó para ver qué sucedía, ella huyó lo más rápidamente que pudo.

– Debió estar aterrada de él para arriesgarse a enfrentarse a una tormenta de esta magnitud -se pasó el dedo pulgar por el labio inferior-. No importa quién sea ese hombre, podemos darle las gracias a la Providencia de que tuviera la inteligencia de huir antes de que fuera demasiado tarde. Cuéntame cómo la encontraste.

En unos minutos Brooke le dio toda la información de que disponía.

– Me gustaría hablar con ella, pero no deseo asustarla. Es obvio que confía en ti. ¿Cuál crees que sería la mejor manera de llevar la situación?

El hecho de que a él le importaran los temores de Sarah como para solicitar su opinión le reveló mucho sobre su sensibilidad y amabilidad. Parecía ser un rasgo común en toda la familia de Julia.

Salvo por su magnetismo masculino, que era demasiado poderoso para soslayar, no tenía nada negativo. Con su arrogancia, algunos agentes de la ley podrían haberle buscado problemas por abrir la puerta con un rifle cargado apuntándoles a la cara, en particular por ser mujer.

Ese hombre aceptó de buena manera el incidente, y exhibió un temperamento ecuánime mezclado con un sentido del humor que Brooke encontraba escaso en la mayoría de la gente, hombre o mujer.

– Es una pena que estés de servicio. Creo que todo saldría mejor si pensara que eras simplemente un amigo de la ciudad que había pasado para disfrutar conmigo de la Nochebuena. Se mostraría menos suspicaz si creyera que nos conocemos desde antes de esta noche. Pero como ese no es el…

– Ahora sí -interrumpió antes de sacar un teléfono móvil-. Además, Julia me ha hablado tanto de esa amiga fantástica que ha hecho en West Yellowstone, que siento como si ya te conociera.

– Me agrada oírlo. Me refiero a lo fantástica que soy -añadió antes de darse cuenta de que probablemente había cometido otro desatino. Se ruborizó-. Quiero decir…

– No intentes arreglarlo -rio entre dientes.

Brooke no creyó que hubiera una visión más agradable para una mujer que ver a un hombre atractivo sonreír tanto con los ojos como con los labios.

– A mí también me da la impresión de que te conozco. O al menos sé cosas sobre ti. A los ojos de Julia, eres una leyenda viva.

– ¿De verdad? -la sonrisa indicó que no se tomaba a sí mismo ni el cumplido de su prima demasiado en serio.

– Sé que se preocupa por ti -añadió ella con más seriedad-. De acuerdo con tu prima, realizas uno de los trabajos más peligrosos del mundo. Y la creo. Esta noche es Nochebuena. Mientras otros hombres se encuentran a salvo en casa poniendo el árbol de Navidad, tu presencia aquí por esos asesinos lo corrobora. En lo que atañe a Sarah y a mí, Julia tiene razón. Eres un héroe.

– Dímelo después de que los haya atrapado -comentó con expresión enigmática en los ojos-, luego será un placer aceptar tus alabanzas. Y a propósito, quien merece todo el mérito por descubrir y rescatar a Sarah eres tú.

– ¡Cualquiera habría hecho lo que yo!

– Ojalá pudiera confirmar que eso es verdad -movió la cabeza-, pero, por desgracia, no lo es, y hablo por experiencia. Julia me comentó que no protestaste nada cuando te pidió que te quedaras con la pequeña uno o dos días. A la mayoría de las personas eso le habría resultado un inconveniente, y más aún en Nochebuena.

– No me conviertas en una especie de santa -fue su turno de rechazar los halagos-. La verdad es que me alegra haber sido yo quien la ha encontrado. Creo que la Navidad es para los niños. Sin ella, esta noche yo estaría sola y no sería lo mismo -pudo percibir el lamento en su voz. «Maldición».

– Mi prima me dijo que estas iban a ser tus primeras navidades sin tu padre. Sabía que sería difícil para ti.

– No se equivoca.

– También me dijo que el año pasado por estas fechas se rompió tu compromiso matrimonial.

«¡Julia!» Brooke evitó sus ojos.

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