Blaire se sintió enferma de pronto. Lentamente se volvió hacia la puerta. Para mayor shock, Alik iba acompañado del señor Jarman. No había ni rastro de Nicky.
– Señor Cox, señor Stanton, si no les importa esperar fuera, este es un asunto familiar. Por favor, quédense cerca por si necesito hablar con ustedes -dijo Alik.
– Por supuesto -contestó el abogado de más edad aclarándose la garganta.
Cuando los dos hombres alcanzaron la puerta, Alik tiró de los papeles que uno de ellos llevaba en la mano y s los quitó. Blaire cerró los ojos con fuerza.
– Esto nos va a llevar un rato -dijo Alik tras cerrar la puerta-. Sugiero que nos sentemos.
Blaire ya había encontrado una silla. Sus piernas apenas la sostenían. El señor Jarman agarró a su mujer del codo y la escoltó hasta un sofá. Alik se quedó de pie, leyendo los papeles que acababa de quitarle al abogado. Cuando levantó la cabeza, Blaire gritó viendo que se había puesto pálido. En sus ojos veía un inexplicable dolor.
– Según esto, si Blaire firma este documento, renunciará para siempre a cualquier reclamación de mi fortuna a través de su hijo ilegítimo. ¡Cómo te has atrevido a hacerle una cosa así, madre! -resonó la voz de Alik en la habitación.
– No te enfades con ella, Alik, ha sido idea mía -alegó Blaire comprendiendo que, si no defendía a la madre de Alik en ese momento, ocurriría lo peor.
– Gracias por intentarlo, cariño -intervino su madre, con una rápida sonrisa de gratitud.
Blaire comprendió que, por una vez, era sincera. Alik la miró atónito.
– ¿Idea tuya?
– Sí -respondió Blaire humedeciéndose los labios-. Hablamos de ello en Warwick. ¿Sabes?, es que me daba miedo que no creyeras que estaba comprometida con otro hombre. Me preocupaba el hecho de que pudieras pensar que te había dicho que eras padre solo para poder ponerle las manos encima a tu dinero. Todo el mundo sabe que vales millones, sería perfectamente normal que sospecharas lo peor de mí, por eso pensé que si podía darte una prueba legal de que no era así, entonces no te cabría la menor duda de que yo jamás he esperado tu generosidad.
– Es cierto, Alik -continuó su madre-. Blaire me dijo que pensaba quedarse contigo todo el mes para ayudarte a familiarizarte con Nicky, pero que luego iba a marcharse a San Diego para casarse con su novio.
– Yo soy su novio -soltó Alik-. Jamás ha estado comprometida con ningún otro hombre, se lo había inventado.
– ¿Es eso cierto? -preguntó incrédula la señora Jarman.
– Sí.
– Y entonces, ¿de quién es ese anillo que llevabas en el dedo?
– De mi tía. Pero eso no importa, señora Jarman, porque diga Alik lo que diga, no pienso casarme con él. Alik, por favor, dame esos papeles. Quiero firmarlos. Luego me iré con Nicky.
Alik se quedó mirándola como si no la hubiera visto jamás.
– Pero ¿es que no comprendes que no serviría de nada firmarlos?
– ¿Cómo… qué quieres decir? -parpadeó Blaire.
– Díselo, papá -exigió Alik ladeando la cabeza, con una agresividad que aterrorizó a Blaire. Ella miró al anciano, pero este permaneció en silencio-. Díselo. Si no lo haces tú, lo haré yo.
El padre de Alik se había puesto tan pálido como él.
– Decirme, ¿qué?
– Como, según parece, se ha quedado mudo, llamaré al señor Cox para que esté presente como testigo de lo que tengo que decirte -afirmó Alik.
– No, hijo -se negó el padre de Alik levantando una mano y sacudiendo la cabeza-. Esto es algo que tengo que hacer yo -añadió inclinándose hacia adelante y mirando a Blaire-. Jovencita, lo que mi hijo está tratando de decirte es que yo lo desheredé cuando cumplió dieciocho años.
Blaire se levantó de la silla de golpe, cayendo en la cuenta de lo que significaban esas palabras.
– Eso quiere decir que…
– Quiere decir que tengo un documento escrito, firmado por él, en el que renuncia a cualquier dinero o propiedad de la familia para el resto de su vida.
Las lágrimas corrieron por las mejillas de Blaire imaginando el dolor del corazón de Alik.
– Pero… ¿por qué? -gritó desde lo más profundo de su alma-. ¿Qué ha podido hacerte tu hijo para que le arrebates sus derechos de nacimiento?
El señor Jarman cerró los ojos por un momento, y luego contestó:
– No quería seguir siendo mi hijo.
– ¡Querrás decir que no quería seguir tus pasos! -exclamó Blaire en voz alta, profundamente apenada por Alik-. He oído hablar de la gente como tú. ¿Es que no te das cuenta de lo que has hecho? -preguntó casi a voz en grito-. Alik es el más noble, el más maravilloso, el más magnífico ser humano que yo haya conocido jamás -lo defendió con voz trémula-. Siempre ha sido una persona decente y honorable, es un científico brillante y un profesor ejemplar. Alik es una leyenda en la universidad. ¿Por qué crees que fue elegido para cubrir aquel puesto tan vital en el seminario de Kentucky, de entre todos los geólogos de los Estados Unidos? ¡Es porque no hay otro como él! Ahora está trabajando en un proyecto que va a revolucionar el mundo de los transportes en este país en el nuevo milenio. ¿Queríais que vuestro hijo pequeño continuara con la tradición familiar de los Jarman? Bueno, pues lo ha hecho, a pesar del poco apoyo que haya podido recibir de vosotros. Él ha ido mucho más allá de mantener el estatus. En lugar de llevar una vida al estilo de El gran Gatsby, jugando al polo o navegando en yate, ha elegido un camino más elevado. Quizá no tenga mucho dinero en el banco, pero lo que tiene lo ha conseguido al viejo estilo. Se lo ha ganado con su propia sangre, sudor y lágrimas. Yo soy testigo. ¡No es de extrañar que no quisiera venir aquí a celebrar un cumpleaños! Fui yo quien lo obligó a venir porque pensé que sería mejor para Nicky crecer viendo cómo dos familias enfrentadas dejaban a un lado sus diferencias.
– ¡Basta! -gritó la señora Jarman con voz trémula, poniéndose en pie, sin dejar de retorcerse las manos. Aquella era una imagen que Blaire no había esperado nunca ver-. Alik… fui yo quien le exigió a Blaire que viniera. La primera vez la obligué a marcharse amenazándola con desheredarte si insistía en casarse contigo. Cuando tu padre cortó las relaciones contigo, temí perderte para siempre. Me dio miedo de que te casaras y te fueras a vivir lejos, a un lugar en el que jamás volvería a verte. No pude soportarlo. Tú eras nuestra estrella más brillante.
Alik no estaba dispuesto a escuchar las explicaciones de su madre. Sus ojos verdes, desnudos y llenos de dolor, buscaban únicamente los de Blaire.
– ¿Es eso cierto?
– Sí -dijo ella en voz baja. Luego, más alto, repitió-: Sí, yo… yo no quería que perdieras tu herencia por mi culpa -explicó sintiendo lo maravilloso que era poder sacar la verdad a la luz-. Cuando estábamos comprometidos, tú me contaste que tus padres eran muy ricos, pero yo no alcancé a comprender hasta qué punto. Hay niveles de riqueza, ¿sabes? Castlemaine tiene clase por si sola. En cuanto me di cuenta de lo que perderías por mi culpa, por alguien tan corriente como yo, comprendí que no podía hacerte eso.
– ¡Dios mío! -susurró Alik-. Y todo este tiempo… durante el embarazo… ¡te mantuviste alejada de mí por culpa de un dinero que jamás quise!
– Alik, yo sabía que tú nunca habías venerado el dinero, de haber sido así, jamás me habría enamorado de ti, pero conozco tu lado humanitario. Pensé en todas las cosas importantes que podrías hacer con ese dinero cuando fuera tuyo, cosas buenas. Y, tras sopesarlo todo, decidí romper nuestro compromiso. No quería hacerte daño… -añadió comenzando a sollozar a medias-. Perdóname, cariño.
– Vuelve a mí, Blaire.
Blaire corrió a su lado. Cuando sintió los brazos de Alik rodeándola, creyó estar en el cielo.
– Busquemos a nuestro hijo -añadió en un susurro contra sus labios.
– ¡Esperad!
Ambos volvieron la cabeza justo a tiempo para observar el rostro de la señora Jarman, bañado por las lágrimas.
– Esto te pertenece, Blaire -añadió tendiéndole el diamante.
Alik lo recogió y se lo puso en el dedo a Blaire. Ella se sintió anonadada ante el amor que brillaba en sus ojos.
– Dicen que a la tercera va la vencida.
Alik arrastró a Blaire por la puerta y comenzó a caminar hacia el hall con la intención de llegar a la otra ala de la mansión en donde podría estar a solas con ella. Tenía tanto que decirle que no sabía por dónde empezar, pero lo primero de todo era abrazarla. Amarla. A mitad de camino, sin embargo, se encontraron a una de las sirvientas.
– Su pequeñín no quiere calmarse por mucho que lo hemos intentado.
Blaire se alarmó, pero Alik enseguida contestó:
– Tranquila, es solo que nos echa de menos.
– Además tiene usted una llamada urgente de Dominic Giraud desde Laramie, Wyoming. Dijo que lo llamara, que no importaba la hora.
– Gracias por el mensaje.
Ambos corrieron a la suite. A cada paso que daban escuchaban con más claridad el llanto de Nicky.
– Cuida tú de nuestro hijo, yo llamaré a Dom.
Alik sentía una euforia tan intensa que se preguntó si sería capaz de contenerla sin reventar. Sus ojos no perdieron de vista ni un segundo a Blaire, que acunó a su lloroso hijo. El amor de una madre… era un milagro. El llanto del niño cesó de inmediato, como si jamás hubiera llorado. Alik presionó las teclas del teléfono. Le temblaban las manos de excitación.
– Alik, ¡mon vieux! -exclamó su amigo ansioso-. No podíamos esperar más, todos estábamos ansiosos por saber qué ha ocurrido.
– Mi visión es clara y cristalina -contestó Alik parpadeando, tratando de retener las lágrimas-. Blaire vuelve a llevar mi anillo. Nos casaremos inmediatamente después de volver a Laramie. Os lo contaré todo en cuanto llegue.
– ¡Dieu merci! -exclamó Dominic suspirando aliviado-. Tengo un jet privado en el aeropuerto. El piloto tiene instrucciones de volar de vuelta a Wyoming esta misma noche. Considéralo mi regalo de bodas para Blaire y para ti. Hannah ha hablado con el párroco, por si acaso. Dice que podéis casaros en tres días con un permiso especial. Está deseando celebrar la ceremonia. Zane se quedará en Laramie hasta la boda. Quiere ser padrino, conmigo. Llamaremos a la familia de Blaire y les diremos que lo preparen todo para venir. ¿Qué te parece casarte el miércoles a las tres en punto?
Por toda respuesta, Alik dejó escapar un grito de júbilo que obligó a Blaire y a Nicky a volver la cabeza.
– Bueno, creo que ya tengo mi respuesta. A bientót, Alik.
Docenas de velas iluminaban el interior del museo del Pony Express, que había pertenecido a la familia de Hannah durante generaciones. La rústica cabaña de madera, saturada de fragancias a rosas blancas, gardenias y aliento de bebé, había sido transformada en una pequeña iglesia en la pradera.
Blaire caminaba de la mano de su futuro marido por la hierba sintiendo que tenía alas en los pies. Ambos llevaban los trajes que habían comprado para la fiesta del fin de semana anterior, y Blaire estaba convencida de que era una princesa que, mágicamente, se uniría por fin a su príncipe.
Desde el momento en que Alik los arrastró a ella y a Nicky al aeropuerto, todo había adquirido un cierto aire de irrealidad. La compañía aérea Giraud los había llevado de vuelta a Nueva York. Acurrucada en brazos de Alik durante todo el trayecto mientras el bebé dormía, ambos se habían comunicado en silencio, habían bebido el uno en los labios del otro, habían reído, llorado, tocado, abrazado.
Lo que les había ocurrido era algo demasiado precioso y maravilloso como para asimilarlo. Lo único que podían hacer era mostrar lo que sentían el uno por el otro y dejar que los corazones hablaran. Por fin, en la iglesia, podían expresar sus sentimientos con palabras que habían necesitado decir durante casi un año.
– Yo, Blaire Regan, te tomo a ti, Alik Jarman, por mi legítimo esposo, para honrarte de ahora en adelante hasta que la muerte nos separe -declaró Blaire con voz lacrimosa-. Prometo amarte y respetarte, cuidarte y adorarte, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza.
– Lo sé -dijo Alik con los labios, sin voz, besando la mano que sujetaba.
– Prometo seguirte a donde vayas, ser tu consuelo y tu apoyo, ser todo lo que requieras de mí -continuó Blaire-. Te amo, adorado mío.
Los ojos de Alik brillaron como si se tratara de raras gemas verdes. El párroco se aclaró la garganta.
– Y ahora, Alik, repite conmigo: Yo, Alik Jarman, te tomo a ti, Blaire Regan, como legítima esposa…
Blaire escuchó cada palabra bebiendo cada una de las promesas de Alik con cierta extrañeza.
– Juro amarte hasta la muerte. Si yo me fuera antes, juro esperarte. Si te fueras antes tú, juro vivir para estar contigo para siempre. Te amo, mi amada.
El párroco les sonrió a los dos.
– Este hombre y esta mujer han consagrado su mutuo amor y han intercambiado sus promesas delante de la familia y los amigos, y por eso yo ahora los proclamo marido y mujer. Que la unión aumente el júbilo que sienten el uno en el otro, que siga siendo fructífera y que los mantenga en el mundo que han de vivir. Amén. Alik, si tienes un anillo para la novia, puedes dárselo ahora.
Blaire alargó la mano para que Alik le pusiera un anillo de oro blanco. Estaba tan feliz que apenas podía respirar. El párroco entonces se volvió hacia Blaire.
– ¿Tienes tú algún detalle de amor que darle a tu marido?
– Lo tengo.
Los ojos de Alik se abrieron expectantes mientras la madre de Blaire daba un paso adelante y le tendía a su hija el anillo que había comprado un año antes, cuando se comprometieron por primera vez. El anillo había estado guardado durante todo ese tiempo.
En una de las conferencias de un colega, Alik había hablado sobre los ópalos y, casualmente, había mencionado que el novio debía considerarse afortunado si recibía un anillo de dos ópalos el día de su boda, porque era una piedra preciosa rara y bella.
Blaire, tras enamorarse de Alik, había ido a una joyería en la que vendían ópalos australianos. En una ocasión Alik la había llamado y le había pedido que lo acompañara a una tienda. En ella, sobre un tapete de terciopelo, Alik le había mostrado un ópalo negro con un estrato verde del color exacto de sus propios ojos. La piedra era cara, pero Blaire decidió que tenía que comprarla, y estuvo ahorrando hasta que pudo encargar que de la montaran en un anillo de oro.
Con el corazón latiendo a toda velocidad, Blaire agarró la mano de Alik y deslizó el anillo en su dedo. Alik se quedó mirándolo durante tanto rato que Blaire se preguntó si acaso habría olvidado dónde estaba. Cuando por fin levantó la cabeza, sonreía solo para ella, y Blaire sintió que los huesos se le derretían y el corazón le retumbaba en el pecho. Los ojos de Alik eran como láseres que penetraran su alma. Y le mandaban un mensaje: «Recuerdo haber dado esa conferencia. Recuerdo haber hablado de esta piedra. Y te amo por recordarlo. Te amo por amarme».
De pronto, los ojos de Alik ya no fueron los únicos en expresarse, en comunicarse. Su boca le hacía las cosas las increíbles en los labios. Y, en cuanto a sus cuerpos, parecían una sola carne, un solo corazón. Era imposible contener tanto amor en las paredes de aquella cabaña, necesitaban un lugar en el que expresarse. Pero eso tendría que ser después, cuando pudieran estar solos.
– Blaire… -la llamó Alik tocando suavemente su hombro desnudo.
Blaire fingió dormir. Eran las siete de la mañana. Tras una noche de bodas que había sido un puro rapto había estado tumbada durante una hora, en vela, esperando poder despertar a Alik del sueño en el que había sumido hacia las cinco para poder comenzar una vez más con su ritual.
– Cariño -volvió a llamarla dándole un pequeño codazo.
Le encantaba tomarle el pelo a aquel enorme, fuerte, maravilloso y apasionado hombre suyo. Cuando él frotó su brazo por tercera vez ella gimió ligeramente.
– ¿Qué hora es? -murmuró con voz adormilada-. ¿Es que me llama Nicky?
Alik respiró hondo. Era exactamente el sonido que Blaire esperaba escuchar.
– No, está con Hannah y con Dom, ¿recuerdas?
– Ah, estupendo, qué bien. Así podré dormir.
Blaire se dio la vuelta dándole la espalda, fingiendo estar cansada, pero después de cinco minutos cedió. En realidad aquella pequeña broma no había servido sino para excitarla.
– Cariño…
– ¿Sí? -respondió él ligeramente tenso.
– Lo siento. Hace un minuto querías hablar conmigo. ¿Me querías para algo?
– No -contestó él-, puedo esperar. Vuelve a dormir -terminó Alik volviéndose de espaldas.
Dios, cómo lo amaba.
– Pero si estoy despierta, y lo que quiero no puede esperar. De hecho, llevo más de una hora esperando, así que si no te das la vuelta en este mismo instante y me haces el amor otra vez como antes, vas a tener un grave problema, ¿entiendes?
– ¡Blaire! Eres perversa, ¿lo sabías?
– Lo sé.
– Te quiero.
– Yo también.
Una hora más tarde yacían juntos, el uno en brazos del otro, observando a través de la ventana del remolque cómo el cielo del oeste se transformaba de naranja a amarillo. Blaire besó a Alik en la mandíbula.
– No tienes ni idea de las veces que soñé con estar así, contigo, durante las primeras semanas de clases. Y no era la única. Todas las chicas estábamos locas por ti, profesor Jarman. Aún no puedo creer que me haya casado contigo. Cuando pienso en…
– ¡No! -exclamó él besándola profundamente para hacerla callar-. No quiero pensar o hablar del pasado nunca más.
– Pues algún día tendremos que hacerlo, cariño. Vi la expresión de los ojos de tus padres cuando abandonamos su dormitorio. Están sufriendo, los dos.
– Eso es bueno -tragó Alik-, porque jamás los perdonaré por lo que te hicieron.
– Sí los perdonarás porque eres grande, mucho más grande que todo eso.
– Tienes mucha más fe en mí de la que tengo yo -contestó Alik estrechándola en sus brazos.
– Porque soy tu mujer.
– Sí, lo eres. En realidad no recuerdo ningún momento en el que no sintiera que tú eras mi otra mitad. Blaire, te juro que la noche en que huiste de mí…
– Creía que no íbamos a hablar del pasado -objetó ella abrazándolo con fuerza.
– Dom y Zane siempre supieron que había algo que no encajaba en tu historia.
– Son muy inteligentes, como tú. Los quiero.
– Y ellos te quieren a ti. Son lo mejor de lo mejor.
– Estoy de acuerdo. Y Hannah es maravillosa, también. ¡Ah, espero que Nicky no los haya tenido despiertos toda la noche!
– No te preocupes, ya tendremos tiempo de devolverles el favor cuando nazca su hijo -hubo una pausa y luego Alik preguntó-: Cariño, ¿de verdad te parece bien vivir aquí, en Laramie?
– ¿Es que no oíste mis promesas? -sonrió Blaire-. Te prometí seguirte a donde fueras.
– Estamos muy lejos del océano Pacífico.
– Estoy exactamente donde quiero. Puede que tú no te hayas dado cuenta aún, pero cuando llevemos cincuenta años juntos, seguro que estarás convencido.
– Convénceme ahora, señora Jarman.
– Ámame, Alik -rogó ella.
– Eso era lo que iba a hacer -contestó él con voz ronca. Alik apartó el pelo de sus sienes y comenzó a besarla en el rostro-. Estuve solo durante mucho tiempo. A pesar de nuestros problemas, a pesar de todo, las últimas semanas en el remolque contigo y con Nicky fueron para mí las más felices de mi vida.
Blaire contuvo la respiración y contestó:
– Sí, yo casi me muero de felicidad cuando viniste al Bluebird Inn a ver a nuestro hijo. En ese momento, habría accedido a todo cuanto me pidieras. A todo.
– Los dos hemos sabido siempre que nos pertenecíamos el uno al otro. ¿Te he dado ya las gracias por nuestro precioso hijo?
– Es precioso, ¿verdad? -sonrió Blaire.
– Sí, porque tú eres su madre. Soy un hombre de suerte. ¿Qué más puede pedir un hombre en la vida? Te juro que siempre te amaré.