Capítulo 3

Blaire no volvió a pegar ojo en toda la noche. Vivir con Alik durante un mes en la estrecha proximidad del remolque era lo último que esperaba que le exigiera.

En realidad le había pedido algo imposible.

Incapaz de calmar los acelerados latidos de su corazón desde el instante en que se había colado en su remolque, Blaire se temía que la experiencia de vivir con él bajo el mismo techo acabaría con ella antes de que se terminaran los treinta días. Hubiera necesitado ser de piedra para soportar la tortura de estar a su lado día y noche, compartiéndolo todo excepto la cama. Si antes de su ruptura creía que lo amaba, aquello no era nada comparado con lo que sentía hacia él mientras lo observaba cuidar a Nicky y darle el biberón de las seis de la mañana.

Quizá no hubiera nada en este mundo tan bello como observar a un fuerte y poderoso padre dando amorosamente de comer a su hijo. Y con Alik no se trataba de teatro. Su deleite personal en el niño era completamente auténtico. De no haberlo creído así, jamás habría estado dispuesta a acceder a aquel trato.

Alik le había explicado sus condiciones, era el turno de Blaire de tomar una decisión. Pero antes de darle su respuesta, tenía que informar a sus padres. Mientras padre e hijo estaban ocupados, Blaire salió de la cama, recogió ropa limpia y se dirigió al baño con el teléfono móvil de Alik.

Tras cerrar la puerta, Blaire abrió el grifo a tope y llamó a casa. Sus padres adoraban a Alik, se habían quedado horrorizados al conocer la razón por la que ella había roto con él. No aprobaban el hecho de que le hubiera mentido al exponerle la razón por la que lo hacía, pero sí lo comprendían.

Cuando Blaire les informó de que estaba esperando un hijo, ellos insistieron en que se quedara en su casa hasta después del nacimiento. Sin su amor y su apoyo, Blaire no hubiera sabido cómo arreglárselas. Ellos siempre habían mantenido que Alik tenía derecho a saber que era padre, así que la habían apoyado en su decisión de viajar a Nueva York.

Sin embargo, al conocer las condiciones del trato, sus padres recibieron un shock igual que ella. Cuando Blaire les recordó que su familia tenía mucho dinero y podía llevarse a Nicky para siempre, su silencio fue lo suficientemente elocuente. Sus padres adoraban a su nieto. Perderlo era algo impensable.

Nadie sabía mejor que Blaire que sus padres tenían una renta fija y jamás podrían costear una batalla legal. Tampoco ella podía, apenas había ahorrado dinero pasando a máquina textos para los estudiantes.

Lo único que sus padres podían hacer era recordarle que Nicky siempre tendría un hogar cuando pasaran esos treinta días. Blaire se lo agradeció llena de lágrimas, colgó y se metió en la ducha.

Para cuando salió del baño con sus vaqueros y su camisa limpia Alik había vuelto a acostar a Nicky en la cuna y la esperaba tendido sobre la cama como una peligrosa pantera en espera de su presa.

Blaire se abrazó a sí misma tratando de prepararse para escuchar el inevitable comentario sarcástico que saldría de labios de Alik. Efectivamente, no tardó en llegar.

– Pues sí que has estado hablando un rato largo con Rick. Supongo que le habrás dicho que como se le ocurra poner un pie en el remolque, el trato quedará anulado.

Tenía que convencer a Alik de que tenía novio, era necesario. Por eso Blaire se dio la vuelta aparentando estar enfadada.

– ¿Y por qué crees que he decidido aceptar tu trato?

– Porque no has huido con Nicky mientras estaba durmiendo -contestó Alik con una mirada mordaz.

– No habría llegado demasiado lejos -admitió ella alcanzando el cepillo para peinarse el cabello.

– Me alegro de que lo comprendas.

Si de verdad hubiera estado comprometida con otro hombre, aquel comentario la habría puesto furiosa.

– Ya basta, Alik. Tú ganas. Viviré contigo durante un mes, pero deja en paz a mi novio. Puede que a él no le guste este apaño, pero te aseguro que me ha animado a aceptarlo porque sabe que si pierdo a Nicky jamás seré feliz. Él es así, es una buena persona, así que no hay nada más que hablar de él -contestó Blaire con voz trémula.

A juzgar por la expresión indescifrable de Alik, Blaire había hecho un buen trabajo. Su representación había sido mejor de lo que esperaba.

– He llamado para pedir el desayuno, debe estar al llegar. Mientras esperamos, hagamos una lista de las cosas que necesitaremos en nuestro feliz hogar.

– Pero si apenas hay sitio para nada en el remolque -objetó Blaire mordiéndose el labio.

– Nos las arreglaremos. Prefiero un remolque abarrotado que un palacio.

Alik jamás había podido tolerar el estilo de vida ostentoso de sus padres. Le parecía obsceno hacer gala de sus riquezas, y prefería, con mucho, tener un gesto humanitario. Solo por eso era ya una persona notable. Pero si comenzaba a enumerar las virtudes de Alik, Blaire sabía que jamás terminaría.

– Bueno, para empezar necesitaremos una cuna. Puedo pedirles a mis padres que me envíen la ropa de Nicky.

– Dudo mucho que un bebé de seis semanas disponga de un armario completo -contestó Alik haciendo un gesto exasperado-. Pararemos en la ciudad y compraremos lo que necesite. Cuando desapareciste tan repentinamente de mi vida, creí que jamás viviría la experiencia de comprarle nada a un hijo mío pero, después de pasar una noche con él, he descubierto que me gusta ser padre más de lo que hubiera imaginado. Quiero comprarle uno de esos cochecitos guateados para que me acompañe por todas partes en la excavación. Y un columpio. Elizabeth tiene uno automático que puede reclinarse para echarse la siesta. A Nicky le va a encantar.

– ¿Elizabeth?

– Hmm, es la hija de Dominic. Es preciosa.

Blaire no había oído aquel nombre jamás. El pulso se le aceleró. ¿Se trataba acaso de una mujer con la que Alik había establecido cierta intimidad? Y, en tal caso, ¿hasta qué punto?

– ¿Quién es Dominique?

– Alguien que significa más para… espera un minuto, creo que llaman a la puerta. Debe ser el desayuno.

Evidentemente Alik no había estado viviendo como un monje.

Durante el tiempo en que estuvieron juntos, Blaire había llegado a creer que ella lo era todo para él. Le dolía descubrir cuánto había cambiado Alik desde su ruptura. Vivir con él iba a ser como tratar de sobrevivir en un campo de minas. Cada vez que diera un paso, algo le estallaría en la cara recordándole el tiempo que habían estado separados.

¿Dónde viviría esa tal Dominique? ¿En otro de los remolques, en la excavación? ¿Se trataba de una profesora? Blaire suspiró molesta solo de pensarlo. Ninguna mujer que viviera cerca de Alik podía soportar ser solo su «amiga».

Alik jamás le había dado motivos para estar celosa, pero Blaire sentía que aquel viejo monstruo verde la devoraba en su interior. Sin embargo, si seguía haciendo preguntas sobre aquella mujer, Alik acabaría por darse cuenta. Una mujer felizmente comprometida debía mostrarse tan contenta y enamorada que, supuestamente, no debía tener ojos para nadie más.

Si mostraba curiosidad, Alik sospecharía. Podía incluso descubrir que no tenía ningún novio, y eso no podía permitirlo. Tendría que mantener la boca cerrada. Sin embargo, desde ese mismo instante, Blaire odiaba a esa mujer que había conseguido hacerse un hueco en el corazón de Alik. Odiaba su precioso nombre. Evidentemente era francesa. Seguramente sería encantadora, exótica. Una mujer que podía atraer a Alik de miles de modos distintos que para Blaire resultaban inalcanzables. ¿Se habría acostado con ella?

Aquella era una pregunta que no podía plantearle a Alik, pero el hecho de no conocer la respuesta la destrozaba. ¿Cómo diablos iba a vivir treinta días con él cuando, en solo nueve horas, su corazón estaba ya hecho un lío?

El camarero entró con el carrito del desayuno, y Alik le dio una propina antes de salir.

– No sé tú, pero yo me muero de hambre. ¿Desayunamos?

Alik preparó una mesa redonda junto a la pared para desayunar. Había waffles y salchichas, su desayuno favorito. Alik tenía una memoria infalible. Para él había pedido huevos revueltos, tostadas francesas, beicon, zumo de naranja y café.

Aquel desayuno fue toda una fiesta.

Alik se lo comió todo de buena gana. Blaire comprendió enseguida que también ella tenía hambre. Después de una noche sin dormir, necesitaba energía para dar el paso de gigante que requería aquel momento de su vida.

– ¿Por qué no preparas a Nicky mientras yo bajo las maletas a tu coche de alquiler y voy a Recepción? Tiene sillita de bebé, ¿verdad?

– Sí.

– Entonces utilizaremos tu coche para ir de compras por la ciudad antes de devolverlo a la agencia. ¿Dónde están las llaves?

– En mi bolso -contestó Blaire dejando el tenedor para ir a buscarlo.

Cuando Alik se hacía cargo de las cosas todo ocurría tan aprisa que Blaire ni siquiera comprendía lo que estaba sucediendo.

Pasar de ser soltero a ser padre era una transformación demasiado importante como para hacerla en unos pocos minutos, solo alguien como Alik era capaz de hacerlo. Había establecido un estrecho lazo con Nicky en cuestión de minutos. Una simple mirada a un bebé que era clavado a él y el milagro estaba hecho.

Pero para Blaire no era todo tan sencillo. Alik era una persona excepcional. Su problema, en ese momento, era que se suponía que estaba comprometida con otro hombre. Tenía que esforzarse para no pensar en Alik más que como el padre de su hijo.

Por supuesto, la tarea era imposible. Cada vez que lo veía, por no mencionar las veces en que miraba su musculoso cuerpo o sentía su dinámica presencia, Blaire sentía que las piernas le fallaban, que las palmas de las manos le sudaban y que la invadía el deseo.

– ¿Quiere ir de paseo mi niño? -preguntó Alik sacando a Nicky de la cuna, en donde ella acababa de dejarlo vestidito con un traje azul.

Nicky era un niño fácil, pero aún así era de admirar la sencillez con que había aceptado a Alik que, doce horas antes, no era más que un extraño.

La vida de Blaire había cambiado en cuestión de veinticuatro horas. El día anterior solo eran dos en el coche, ese día eran tres. Alik ató al niño en la silla de atrás y condujo hasta la ciudad con toda normalidad, como si fueran una familia.

Cuando paró frente a un concesionario de coches, Blaire no supo qué pensar. Tras lanzarle una mirada confusa, él explicó:

– No vamos a poder ir en mi camioneta. Quiero echarle un vistazo a ese monovolumen de cuatro puertas. Dicen que son buenos, muy seguros para los niños.

De acuerdo con las condiciones del trato, Blaire tenía que ponerse en manos de Alik. Durante ese mes sería él quien tomara las decisiones. Con Alik, nada podía faltarles.

Media hora más tarde se marcharon a hacer las compras de Nicky. El coche nuevo estaría preparado para su vuelta, cuando terminaron de comprarlo todo, incluyendo una sillita de bebé último modelo, la más segura del mercado. Ir de compras con Alik era como tener un Santa Claus particular.

– ¡Ya basta! -gritó Blaire al verlo añadir un móvil con música y con los personajes de Winnie de Pooh colgando-. No vamos a poder meter todo esto en el remolque. Ni siquiera estoy segura de que el coche de alquiler no se vaya a hundir con tanto paquete.

– Bueno, iremos a recoger el coche nuevo antes de ir a hacer la compra al supermercado.

Hacia el mediodía todo estaba listo para volver a la excavación. Habían devuelto el coche de alquiler, y Alik conducía la camioneta. Blaire lo siguió en el monovolumen cargado hasta los topes.

Tras el ajetreo, lo único que deseaba Nicky era su biberón y su siesta. Nada más llegar al remolque, el niño rompió a llorar. Blaire trató de ocultar una sonrisa al ver a Alik atónito ante la potencia de los pulmones de su hijo.

Alik desató al niño de la silla y le dirigió a Blaire una mirada ansiosa. Ella agarró la bolsa de los pañales y entró en el remolque. El llanto de Nicky debía oírse a kilómetros de distancia. Alik despejó la cama de libros y de mapas, y Blaire se sentó. Luego le tendió al bebé.

– Quédate aquí con él mientras preparo el biberón -treinta segundos más tarde Alik volvió del fregadero y le metió la tetina a Nicky en la boca sin mostrar la vacilación de la noche anterior. Aprendía rápido-. Voy a traer las cosas del coche -musitó sin moverse, sin apartar los ojos de su hijo, que se tomaba el biberón con la misma voracidad con que él se había zampado el desayuno aquella mañana.

Nicky era un niño adorable. Blaire mantuvo la cabeza inclinada, tratando de no sonreír. En realidad estaba feliz, pero temía despertarse y descubrir que todo aquello era un sueño. Estar con Alik, saber que ella y Nicky iban a vivir con él durante un mes, la llenaba de una inexplicable felicidad.

Se negaba a pensar en el día en que tuviera que abandonar a Alik para volver a California. Sería entonces cuando comenzaría su infierno particular, porque solo podría ver a Alik durante los turnos de visita.

Tenía que aprovechar el tiempo, porque pronto todo terminaría.

El teléfono móvil sonó mientras Alik estaba fuera. Blaire se sintió tentada de contestar, pero no se atrevía. Quizá fueran los padres de Alik o alguno de sus hermanos. Ellos no debían saber que Blaire había vuelto a Nueva York bajo ningún concepto, y menos aún descubrir que tenía un hijo de Alik y que vivía con él.

Blaire se colocó al niño sobre el hombro para que echara los gases y esperó a que Alik entrara con las últimas cajas. El cuarto de estar del remolque parecía un diminuto almacén repleto.

– Alik, acaban de llamar por teléfono, pero no he contestado porque no quiero que nadie sepa que estoy aquí.

– Pues Rick ya lo sabe -contestó Alik frunciendo el ceño-, así que no veo la razón.

– Me… me refería a tu familia. Sé que tienen una opinión nefasta sobre mí después de lo que te hice, y como esto solo va a ser algo temporal, prefiero mantenerlo en secreto -añadió levantando la cabeza con ojos suplicantes-. ¿Te parece mucho pedir?

Una vena diminuta tembló en la dura mandíbula de Alik. Sus ojos entrecerrados examinaron el rostro y los cabellos de Blaire. Ella no supo adivinar en qué pensaba.

– Tengo un buzón de voz, así que no te preocupes.

– Gracias -susurró ella.

– Lo primero que hay que hacer es instalar la cuna -continuó él sintiendo que el pecho le pesaba-. La voy a poner en el dormitorio, donde dormirás tú.

– No, Alik, no voy a quitarte la cama. Yo dormiré en el sofá. Así, cuando tenga que levantarme a preparar un biberón, estaré solo a un paso.

– Quiero que tú duermas atrás -afirmó él con calma-. Yo entro y salgo hasta altas horas de la noche debido a mi trabajo, y no quiero molestar a Nicky sin necesidad.

– Pero ese sofá es pequeño para ti, no aguantará tu peso.

– Sobreviviré. En Sudamérica tuve que dormir en una hamaca. En comparación, este sofá es maravilloso. Además, tengo un colchón inflable, que siempre puede venir bien.

Y diciendo esto, Alik encontró la caja en la que venía embalada la cuna y la empujó por el suelo hasta el dormitorio, al fondo del remolque. Blaire escuchó unos cuantos epítetos ininteligibles al chocar con puertas y muebles. Cuando el teléfono móvil volvió a sonar, Alik le pidió que mirara en la pantalla de dónde procedía la llamada.

Blaire pensó que Nicky no se dormiría después del biberón con todo aquel ruido, pero la tarde de compras debía haberlo cansado terriblemente. Alcanzó el teléfono, junto a la bolsa del bebé, y contestó:

– No pone ningún nombre, solo dice que se trata de alguien que llama desde el área 307.

– ¿Quieres, por favor, contestar y tomar nota del recado?

Blaire no tenía ganas de hablar con nadie, pero tampoco podía hacer caso omiso del encargo. Apretó el botón para contestar y dijo:

– Aquí la residencia del profesor Jarman.

Una voz masculina y profunda la saludó y, tras vacilar, preguntó por Alik.

– ¿De parte de quién?

– Soy Dominic -contestó la voz con acento francés.

– ¡Eres un hombre! -exclamó Blaire sin poder evitarlo.

– Bueno, lo era la última vez que lo comprobé -rió-. Y me siento como tal.

– Lo… lo siento -se disculpó Blaire tartamudeando, sintiéndose terriblemente violenta-. Creía que eras una…

– ¿Una mujer? -la interrumpió él bromeando-. Mi nombre se escribe con una «c» al final, el nombre femenino acaba en «que».

– Claro, por supuesto, por favor, perdóname -volvió a disculparse Blaire sintiéndose como una tonta.

– Tranquila, no pasa nada.

– No se lo digas a Alik -murmuró Blaire volviendo la cabeza hacia la puerta.

– ¿Que no me diga qué? -gritó Alik desde la cocina.

– ¡Na… nada! -contestó Blaire girándose hacia él.

Alik escrutó su rostro hasta que Blaire, incómoda, se arrellanó en el sofá.

– Casi he terminado de instalar la cuna. Dile a Dom que lo llamo dentro de veinte minutos.

– Dominic…

– Sí, ya lo he oído, dile que espero su llamada. Muchas gracias por servir tan amablemente de intermediaria.

– De nada. Adiós.

Fuera quien fuera ese hombre, a Blaire le gustó de inmediato. Necesitaba hacer algo, de modo que dejó al bebé sobre el sofá colocando la colcha de manera que no se cayera y comenzó a buscar las sábanas entre los paquetes. Cuando las encontró, fue al dormitorio, donde Alik acababa de terminar de ensamblar la cuna.

– Me alegro de que al final escogiéramos la de nogal. Es preciosa, Alik. Muchas gracias por todo, has sido muy generoso.

– ¡Soy el padre! -musitó Alik con un brillo de ira en los ojos que la asustó-. No hace falta que me des las gracias por cosas que, en circunstancias normales, no serían un regalo.

– No pretendía ofenderte -contestó Blaire nerviosa, humedeciéndose los labios-. Solo quería que supieras cuánto aprecio lo que has hecho. ¿Quieres que haga yo la cunita mientras llamas por teléfono a tu amigo? Nicky está dormido.

Alik no contestó. Se quedó ahí, esperando y observándola desenvolver los paquetes. Blaire estaba tan nerviosa que no hacía nada bien. Por fin pudieron hacer la cuna. Alik la ayudó a atar la chichonera con dibujos de Winnie de Pooh.

– Traeré el móvil para colgarlo encima.

Alik encontró el paquete. En pocos segundos el móvil estaba atado a la cuna.

– A Nicky le va a encantar -comentó ella con voz trémula por la emoción.

– Vamos a verlo, ¿quieres?

Por segunda vez, Alik se marchó. Cuando volvió llevaba en brazos al bebé que, en ese instante, tenía los ojos abiertos. Blaire sospechó que Alik lo había despertado a propósito, pero no se enfadó con él. Estaba ansioso por ver cómo reaccionaba su hijo al nuevo entorno. Ambos rieron cuando el bebé bostezó y se quedó dormido.

– Es su hora de la siesta. Luego, hacia las cinco de la tarde, estará más despierto y será más divertido. Entonces lo bañaremos. Le va a encantar la bañerita nueva que has escogido para él con una estrella de mar.

– ¿Cuánto crees tú que ve exactamente? -preguntó Alik observando a su hijo.

– Sinceramente, no lo sé, pero responde a los estímulos de los colores. El móvil es perfecto.

– Nicky responde a todo lo que se relaciona contigo -contestó Alik. Si aquello era un reproche, había dado en el clavo-. ¿Cuánto tiempo ha pasado con tu novio?

Blaire cerró los ojos con fuerza. La mentira crecía y crecía, tenía miles de ramificaciones.

– Apenas se han visto, porque el médico me aconsejó que lo alejara lo más posible de la gente hasta que tuviera, al menos, seis semanas de vida, y pasara el primer control médico. Las pocas veces que he salido con Rick se ha quedado con mamá y papá. No he querido dejarlo con nadie más.

Alik no dijo nada, pero aquella respuesta pareció satisfacerlo y calmarlo en parte.

– Tengo que ir a la excavación a controlar el trabajo de un montón de estudiantes, pero volveré dentro de una hora. Si quieres, puedes aprovechar para echarte una siesta. Cuando vuelva, comeremos y arreglaremos el resto del remolque.

Alik se dirigió hacia el cuarto de estar sin esperar respuesta. Blaire lo observó recoger el teléfono móvil y desaparecer. Respiró hondo y miró a su alrededor. Aquello era un completo caos, pero no le importaba. Alik volvería, eso era lo único importante.

La sugerencia de que se echara ella también una siesta resultaba tentadora. Desde su llegada a Warwick habían ocurrido muchas cosas: sentía como si hubiera vivido varias vidas. Estaba física y emocionalmente agotada. Se encaminó hacia el dormitorio, dispuesta a seguir el consejo de Alik, cuando llamaron a la puerta.

Antes de que pudiera averiguar de quién se trataba alguien abrió desde fuera.

– ¿Profesor Jarman? -lo llamó una voz femenina.

Sorprendida ante la intromisión de alguien a quien no se le había dado permiso para entrar, Blaire abrió la puerta otro poco más para ver de cerca a su interlocutora sin recordar que ella había hecho lo mismo el día anterior. Era una atractiva rubia. La joven se la quedó mirando con sus helados ojos azules sin ninguna discreción. Debía de tener, poco más o menos, la misma edad de Blaire: veintitrés años.

– El profesor Jarman se ha ido a la excavación, ¿puedo ayudarla?

– ¿Quién eres tú?

«¿Cuánto tiempo había durado esa relación?», se preguntó Blaire que, haciendo caso omiso de la pregunta, contestó:

– Sus horas de consulta son de cuatro a cinco, por si quieres pedirle una cita.

– No, gracias, se trata de algo personal.

Blaire decidió asumir un riesgo perfectamente calculado y replicó:

– ¿Te ha pedido que vengas y que lo esperes dentro?

– No, pero aquí todos somos como amigos -contestó la rubia sonrojándose-. Si vivieras aquí lo sabrías.

Blaire estuvo a punto de preguntarle si el profesor Jarman entraba en su remolque sin pedir permiso, pero se refrenó. No sabía qué quería Alik que pensaran sus compañeros y alumnos sobre su relación con ella, y no quería decir nada sin hablar primero con él. Hubiera deseado poder decirle cuatro cosas a aquella chica, pero se reprimió. Aunque no del todo.

– Entonces, si vives por aquí, lo encontrarás.

– Claro.

Blaire, no quería parecer descortés, así que esperó a que la rubia se marchara antes de cerrar la puerta. Le hubiera encantado cerrarla de golpe, pero no quería despertar a Nicky. Necesitaba que continuara durmiendo para poder dormir ella.

En la cama de Alik.


Era difícil sorprender a Dominic Giraud, pero en aquella ocasión Alik lo había conseguido. Su amigo y colega vivía en Wyoming. El otro buen amigo de ambos, Zane Broderick, vivía en Tooele, Utah. Zane, por el momento, no sabía nada. El gigantesco proyecto en el que trabajaban los tres requería de una concentración constante, pero la llegada de Blaire y de Nicky causó tanto revuelo que quedó olvidado.

– ¿Era tu ex novia la que me contestó al teléfono?

– Sí, la misma.

– ¿Y rompió contigo sabiendo que llevaba a tu hijo en el vientre? -exigió saber Dominic perplejo.

Alik sabía que siempre podría contar con su apoyo. Suspiró pesadamente y contestó:

– Dice que no supo que estaba embarazada hasta que el daño no estuvo hecho y, naturalmente, cuando se enteró, pensó que no debía decirme nada para no hacerme más daño, así que…

– ¡Dios mío! -lo interrumpió Dominic enérgico. Alik sabía que estaba pensando, lo mismo que había pensado él. Sin embargo, ver su reacción le hacía revivir de nuevo todo el dolor. Tras una larga pausa, Dominic añadió-: ¡Tienes un hijo!

– Sí, tengo un hijo.

– ¿Y no te cabe ninguna duda de que es hijo tuyo?

– Basta un vistazo para comprobarlo -contestó Alik tragando.

– ¿Así que es tu viva imagen, mon vieux?

Aquel era un apelativo cariñoso que Dominic usaba con todos sus amigos.

– Bueno, también tiene rasgos de Blaire.

– Claro, por supuesto.

– Demonios, Dom, esto me está destrozando.

– Tienes suerte de tener un hijo -musitó Dominic con voz profunda-. Sea lo que sea lo que te haya hecho Blaire, al menos ha tenido la decencia de informarte. Algunas mujeres que conozco no se habrían molestado…

– Lo sé.

– ¿Quiere volver contigo?

– No, va a casarse dentro de dos meses -contestó Alik, apretando los dientes-. Supongo que, después de decirme que era demasiado viejo para ella, se habrá buscado un chico joven bien cargado de hormonas masculinas al que no le importe su apellido. Me imagino que espera que les pase el suficiente dinero a cuenta del niño como para vivir ella y su novio con toda clase de lujos.

– ¿Aún sigue empeñada en eso de que es demasiado joven para ti? -preguntó Dom compasivo.

– Sí.

– ¿Quieres saber lo que opino? -preguntó Dominic después de una larga pausa.

– Sí, adelante. Necesito escuchar la voz de la sensatez. Perdí la cordura cuando la vi en el remolque -más bella que nunca, hubiera debido añadir.

– No creo que sea esa la razón por la que rompió contigo, jamás lo creí, y ahora que se ha presentado así, con tu hijo, menos aún. Alik… si de verdad no siguiera enamorada de ti, jamás se habría acercado, y menos aún con el niño. Aquí ocurre algo.

– ¡A menos que sea más lista de lo que creía! -soltó Alik-. Puede que quiera asegurarse de que su hijo hereda lo que le corresponde, a pesar de lo que me odia. Si es así, entonces es que jamás me comprendió. Tú sabes muy bien lo que opino al respecto, después de lo ocurrido con mi familia.

– Sí, lo sé -confirmó Dominic, que comprendía bien el pasado de Alik.

– Ha venido dándoselas de generosa, me ha dicho incluso que me permitiría visitar a mi hijo, pero que será Rick Hammond quien lo críe, quien lo llame hijo -Dom juró en francés, y Alik continuó-. Cuando terminó el discurso que, evidentemente, llevaba semanas ensayando, le dije que solo estaba dispuesto a acceder a su plan si se quedaba conmigo un mes para que pudiera conocer a mi hijo.

– Eso debe haberla afectado terriblemente.

– La afectó, te lo aseguro.

– ¿Y accedió?

– No le he dado opción. O eso, o la llevaba a los tribunales por la custodia de Nicky y no volvía a verlo jamás, así que cedió.

– En treinta días tienes tiempo de sobra para averiguar por qué rompió contigo -añadió Dom con su mente brillante.

– Eso ya da igual.

– Si tú lo dices, mon ami -contestó Dom.

Alik siempre había estado de acuerdo con su amigo, pero en los últimos tiempos había llegado a la conclusión de que era inútil. Simplemente trataba de sobrevivir. Si permitía que Blaire se le acercara de nuevo, jamás se vería libre de ella, de su poder sobre él.

– Lo más importante es Nicky -comentó Alik-. Tengo intención de ser su único padre en este mundo. Voy a mantenerlo, pero también voy a ser el único en criarlo. Y jamás habrá herencia. Algún día, cuando Blaire se entere, lamentará haber vuelto trayendo consigo a nuestro retoño. Cuanto más lo pienso, más me convenzo de que no estaba tomando la píldora. Nos acostamos juntos porque ella me lo suplicó, me dio la sensación de que Blaire necesitaba esa unión antes de mi viaje, de que se sentía insegura. ¡Demonios, Dom, caí en la trampa más antigua en que puede caer un hombre, y ni siquiera me di cuenta!

– Puede ser, pero puede que no.

– ¡Pero si todo encaja! -exclamó Alik.

– ¿Te refieres a que encaja igual que cuando yo creía que encajaba todo en mi relación con Hannah? ¿Recuerdas la noche anterior a mi boda en Niza, cuando Zane y tú subisteis a bordo del yate y me encontrasteis en el mismo estado en el que te encuentras tú ahora?

– Bueno, es difícil olvidarlo -contestó Alik parpadeando.

– También para mí. Estuve a punto de perderla.

– Pero mi situación no es la misma.

– Jamás lo parece cuando se está en esa situación, sufriendo. Pero yo sé algo que tú no.

– ¿De qué estás hablando? -inquirió Alik aferrándose al auricular.

– Deja que te haga una pregunta primero. ¿Qué sabe Blaire sobre mí?

– Nada, tú y yo nos hicimos amigos después de mi ruptura con ella.

– Entonces, ¿jamás le has mencionado mi nombre?

– Bueno, sí, creo que esta mañana tu nombre salió en la conversación. ¿Por qué?

– Porque antes, cuando hablamos por teléfono, ella creía que era una mujer.

– Bueno, pero eso es bastante corriente -repuso Alik recordando que Blaire había susurrado algo al teléfono.

– Sí, pero ella pareció muy aliviada al descubrir que era un hombre. No lo olvides. Hablaremos dentro de unos días, cuando se halla aclarado la neblina. Creo que para entonces verás las cosas con más claridad. Y, en cuanto tengas un minuto, mándame una foto de tu hijo por e-mail. Hannah se va a entusiasmar. Dentro de un año Elizabeth y Nicky serán buenos amigos. A bientót, mon camarade.

Загрузка...