Capítulo 7

Alik hizo caso omiso de las indirectas de la atractiva rubia de la barra y se sentó en una mesa de un rincón del bar. Había evitado los bares durante toda su vida, los encontraba deprimentes. Eran como un refugio, el último medio de escapar.

Y no había entrado en el bar del hotel para beber. Cuando el camarero se le acercó, Alik le pidió un ginger ale y el teléfono.

En Utah eran las once y media. Con un poco de suerte Zane no se habría ido aún a dormir. Y, aunque se hubiera ido, Alik necesitaba hablar. Al sonar el timbre del teléfono por décima vez, su amigo contestó.

– ¡Alik! Nunca llamas a estas horas a menos que se trate de algo personal. ¿Qué te ronda por la cabeza?

– La semana que viene me voy a Laramie con el remolque.

– Eso ya me lo has dicho. ¿Qué tal tu retoño?

– Nicky es lo único que tiene sentido de todo este endiablado embrollo. No tenía ni idea de qué significaba amar a un hijo hasta que no lo tuve en mis brazos -contestó Alik con voz trémula.

– Eres un tipo con suerte, estoy deseando conocerlo. Llámame en cuanto llegues a Wyoming, iré para allá. Y ahora hablemos de Blaire. ¿Qué ocurre, compañero?

– Demonios, Zane, eso quisiera yo saber. Justo cuando creo que empiezo a conocerla, hace algo que me destroza por completo otra vez.

– ¿Sabes una cosa? Probablemente no sea yo la persona más indicada para hablar de esto. No he llegado a casarme en ninguna de las dos ocasiones en que he estado comprometido, y al final siempre me he sentido aliviado de verme libre.

– Bueno, pero está claro que ninguna de las dos era la mujer que necesitabas, al menos tuviste las agallas de abandonar antes de arruinar sus vidas. Ojalá pudiera hacer yo lo mismo que tú -le confió Alik-. Me gustaría mandar al infierno a Blaire y marcharme sin mirar atrás.

– ¿Sigue respondiendo apasionadamente a tus acercamientos?

– Sí -contestó Alik recordando la escena del dormitorio, en el remolque.

– ¿Y sigue planeando casarse con ese tipo el mes que viene? -volvió a preguntar Zane.

– Eso es lo malo, pero no creo que sepa qué es el amor. Cuanto más la observo, más me convenzo de que no es una persona madura emocionalmente hablando, no puede entablar una relación permanente. Ya sé que eso es precisamente lo que ella me decía, pero yo no quería creerlo.

– ¿Es buena madre con vuestro hijo?

– Sí, es increíble, por eso es por lo que no entiendo esa otra faceta de ella.

– ¿Y estás seguro de que va a casarse?

– Lleva un anillo, y acabo de oírla hablando por teléfono. Le dijo a ese tipo que lo amaba.

Alik siempre había creído que jamás soportaría un dolor más fuerte, pero se equivocaba.

– ¿Y has visto muchos indicios de preparativos de boda? ¿Hace listas y todas esas miles de cosas que hacen las novias cuando se preparan para el gran día?

– No -contestó Alik parpadeando-. Al menos no delante de mí.

– Pues te aseguro que es imposible no notar ese tipo de cosas.

– Bueno, pero ella tiene a un hijo. Probablemente hayan decidido casarse sin toda esa parafernalia.

– ¿Crees que vas a poder seguir soportándolo?

– No lo sé, ya te he contado el trato que hemos hecho. Por el momento ella ha cumplido su palabra al pie de la letra. Le dije que si su novio ponía un pie en el remolque, el trato quedaría anulado, pero él no se ha acercado, y eso significa que tendré que hacer honor a mi palabra. De todos modos, si vamos a compartir la custodia de Nicky, uno de los dos tendrá que mudarse para poder hacer las visitas con regularidad.

Hubo una larga pausa. Luego Alik continuó:

– Dudo que el novio de Blaire quiera hacer ese sacrificio, así que no voy a tener más alternativa que mudarme a California.

– Alik…

– ¿Sí?

– Deberías tratar de ver a Rick antes de seguir haciendo más suposiciones.

– ¿Por qué? No creo que sirva de nada. Ese tipo tendría que utilizar todos sus contactos para mudarse. Marcharse a vivir a un lugar en el que no se conoce a nadie es un desastre económicamente hablando.

– Eh, Alik, no me has entendido.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Alik parpadeando.

– Quiero decir que hables con él cara a cara, que trates de averiguar hasta qué punto está dispuesto a casarse con Blaire sabiendo que tú vas a merodear a su alrededor toda la vida. Eso lo asustará, le hará huir si no es una persona lo suficientemente madura. Y, si es así, le ahorrarás a Blaire la desgracia de un matrimonio roto. Es lo mejor para Nicky.

Alik comprendió al fin y se puso en marcha. Se levantó del asiento y dejó dinero sobre la mesa.

– ¿Sabes una cosa, Zane? A pesar de no ser la persona más indicada, acabas de darme un buen consejo. El mejor que me han dado desde que Blaire apareció en el remolque. En cuanto esté instalado en Laramie llamaré a ese tipo y volaré a San Diego para hablar con él.

– Estupendo, eso no va a hacerle daño a nadie -continuó Zane.

– Tienes razón, y gracias por contestar al teléfono.

– Encantado, Alik. Nos vemos la semana que viene.

Alik colgó, hizo un gesto hacia el camarero y abandonó el bar para dirigirse a la habitación.

Se había acostumbrado a ir a ver al niño todas las noches antes de acostarse. Nicky dormía tan plácidamente que Alik se angustió pensando que quizá estuviera inconsciente, pero al poner la mano sobre su rostro sintió el calor de su aliento y comprendió que estaba vivo. Era increíble pensar que una semana antes no sabía nada de su existencia. Había establecido un lazo tan fuerte con él como, en otro sentido, lo había establecido con su madre.

Le hubiera gustado acercarse a Blaire y comprobar que ella también estaba viva, pero sabía que si lo hacía acabaría por acariciara. Y entonces habría tenido que unirse a ella. Alik sabía en su fuero interno que Blaire le habría dado la bienvenida. Pero Blaire no estaba enamorada de él.

Y, más que nunca en ese momento, con un hijo, Alik se rebelaba contra la idea de estar con ella, de seguir con ella paso a paso el viejo ritual de los hombres a menos que significara para ella lo mismo que para él. Pero, como no era ese el caso, estaba decidido a evitar la tentación. De otro modo corría el peligro de perder su alma.

Aterrado ante la idea, Alik se preparó para irse a la cama sin mirar siquiera el bulto femenino que dormía a escasos metros. Cuando, por fin, se deslizó entre las sábanas, se volvió hacia la pared y se durmió tratando de ahogar el dolor.


El domingo por la mañana, de camino a la excavación, Alik habló con Blaire sobre su viaje a Wyoming, previsto para el día siguiente. Aquel viaje les llevaría tres o cuatro días, por eso lo mejor era quedarse en moteles y comer en restaurantes por el camino. Blaire estuvo de acuerdo. Tendrían que parar para estirar las piernas. Por la noche podrían estar con Nicky, que se vería relegado a su sillita durante todo el trayecto.

Nada más llegar al remolque, Blaire le cambió el pañal a Nicky y se puso a fregar la nevera. Había decidido tirar toda la comida. Iría al supermercado al llegar a Laramie, y entonces lo llenaría.

Alik encontró una nota del profesor Fawson pegada a la puerta. Le pedía que se reuniera con él por última vez, a la hora de la comida, en su remolque. Alik se duchó y le dijo a Blaire que se marchaba, que no sabía cuándo volvería. La hostilidad de Alik hacia ella parecía más aguda desde que habían vuelto de la ciudad, así que Blaire, temerosa de estropearlo todo aún más, sacudió la cabeza y continuó con la tarea.

Después de media hora de ausencia, Blaire comenzó a pensar que quizá la reunión de Alik se prolongara durante buena parte del día. En tal caso lo mejor era comenzar a empaquetar las cosas de Nicky que no fueran a necesitar hasta llegar a su destino.

Cuando la maleta estuvo llena, Blaire la llevó al maletero y la dejó junto al cochecito y el columpio musical. De vuelta en el remolque, Blaire miró a su alrededor y se preguntó qué más podía embalar. De pronto, unos inesperados golpes en la puerta la sobresaltaron.

Como era el último día de estancia de Alik en la excavación, Blaire supuso que se trataría de algún estudiante que quería despedirse y, dejando a un lado su costumbre de preguntar antes, abrió la puerta sin más.

Hubiera debido de imaginarse que se trataba de Sandy. Sin embargo, cuando vio quién la acompañaba, estuvo a punto de desmayarse. Era la persona a la que menos esperaba volver a ver en su vida.

La madre de Alik estaba de pie, vestida con un increíble vestido de seda azul que resultaba tanto más espectacular debido a su estatura. Llevaba el vistoso cabello negro suelto, adornado con artísticos mechones plateados. Su maquillaje perfecto, sin mácula, resaltaba los ojos verdes que brillaban mirando a Blaire con una expresión que podría calificarse de pura malicia.

– Señora Hammond -la llamó Sandy con una sonrisa de genuina satisfacción-. La madre del profesor Jarman lo está buscando. Yo le he dicho que seguramente su secretaria sabría dónde está, ya que cuida de su hijo día y noche. Todo el mundo sabe que el profesor Jarman no va a ningún sitio estos días si no es con Nicky en brazos.

Blaire no se había dado cuenta de hasta qué punto Sandy estaba celosa. Los celos debían estar carcomiéndola por dentro como si se tratara de un veneno. Y, en cuanto a la madre de Alik…

Blaire se sentía como si estuvieran representando una obra de teatro en la que por fin la audiencia cayera en la cuenta de que ellas tres personificaban los papeles de la buena, la mala y la fea. Aquel era el momento más esperado por el público. Todas las mentiras, artimañas y secretos estaban a punto de desvelarse para dar paso a la verdad.

Desde el día anterior, cuando la madre de Alik llamó por teléfono, Blaire había presentido que el enfrentamiento sería inevitable, pero no había imaginado que fuera a producirse tan rápidamente.

– Gracias por tu ayuda, Sandy. Entre, señora Jarman. Alik ha salido a comer con el profesor Fawson, pero espero que vuelva pronto.

La madre de Alik pasó por delante de Sandy sin darle las gracias y entró en el remolque. Blaire, haciendo caso omiso de la expresión satisfecha de Sandy, siguió a la señora Jarman y cerró la puerta.

– Por favor, siéntese -dijo señalando el sofá.

La madre de Alik se quedó de pie observándolo todo a su alrededor. Jamás había sido tan evidente su actitud condescendiente. Alik había embalado casi todas sus cosas, solo quedaban los juguetes y el corralito de Nicky. Una colcha aquí, un biberón allá, un chupete sobre la encimera de la cocina, un álbum de fotos del niño sobre la mesa.

– ¿Dónde está? -exigió saber la madre.

– ¿Te refieres a Alik o a Nicky?

– A tu bastardo.

Blaire ya había sido objeto de la crueldad verbal de la madre de Alik, aquello no era ninguna novedad. Al contrario, le habría sorprendido que la señora Jarman mostrara alguna señal de haberse dejado ablandar con el tiempo.

Por alguna razón que no podía explicar, Blaire sintió que la invadía la calma. Quizá fuera porque era madre, porque tenía un hijo por el que hubiera estado dispuesta a entrar en un edificio en llamas. Respiró hondo y contestó:

– ¿Sabes que bastardo significa hijo de dudosos o inferiores orígenes? Te guste o no, y yo sé muy bien que no, él es un Jarman. Es hijo de tu hijo predilecto. Si Alik te oyera llamarlo bastardo, no volverías a saber nada de él en esta vida, eso te lo aseguro. Y probablemente, tampoco en la otra.

Los ojos de la señora Jarman se entrecerraron. La miraba como si estuviera a punto de tirarse sobre ella a matar… Sin previo aviso, la señora Jarman se dio la vuelta y se dirigió directa al fondo del remolque. Blaire no trató de detenerla.

Llevada por la necesidad de ver las cosas con sus propios ojos, la madre de Alik había recorrido un largo camino desde sus propiedades palaciegas en Long Island hasta aquel lugar para inspeccionar, de primera mano, al niño al que había oído llorar por teléfono. No tardó en salir del dormitorio, pero su caminar no era ya tan estable, y su rostro estaba algo más pálido bajo el maquillaje. La señora Jarman se quedó mirando a Blaire durante tanto rato que esta se preguntó si habría sufrido un shock.

– Creo que te he subestimado. ¿Cuánto dinero quieres?

Había bastado con un simple vistazo.

– ¿Dinero?, ¿por qué?

– Por dejar al niño aquí y desaparecer para siempre.

– ¿Cuánto has traído? -preguntó Blaire en voz baja.

– Lo suficiente como para que no tengas que volver a prostituirte como lo has hecho con mi hijo, al que has atrapado con tus largas garras.

– Puede que mis orígenes sean humildes, puede que no sea la mujer adecuada para ser vista en público con tu hijo, pero, a pesar de ser plebeya y de clase baja, tengo necesidades que ni tú con todo tu dinero podrías satisfacer.

– Aún no te he dicho la cifra.

– No me hace falta oírla, señora Jarman. Ninguna cantidad podría separarme jamás de mi hijo.

Los atractivos rasgos griegos de la señora Jarman se endurecieron en una fea mueca.

– Alik no sabía con quién estaba tratando cuando te trajo a casa. Te crees muy inteligente presentándote así ante él, con su hijo, pero no importa. No vas a conseguir ni un solo céntimo de él, y tú sabes muy bien porqué…

Sí, sabía el porqué. Esa era la razón por la que Blaire había roto su compromiso y había huido de Alik a donde él no pudiera encontrarla.

– Te cuesta creerlo, pero ni quiero, ni necesito su dinero. Dentro de menos de dos meses voy a casarme con otro hombre.

Blaire extendió la mano para que la madre de Alik pudiera ver el modesto anillo de su dedo. Aquel anillo no podía compararse con el que Alik le había regalado una vez, con el anillo que había dejado sobre la cómoda cuando escapó de la casa de sus padres.

– Rick Hammond, mi novio, cuidará de mí y de mi hijo Nicky -continuó Blaire-. No nos faltará de nada. He venido a Warwick con un solo propósito, averiguar si Alik quiere compartir la custodia de Nicky conmigo. Padre e hijo tienen derecho a conocerse y a amarse. Si los vieras juntos comprenderías que Alik adora a Nicky, y Nicky venera a su padre.

– En tu caso, la custodia conjunta no significa más que extorsión -alegó la madre de Alik de malos humos.

– Quizá a ti te lo parezca -murmuró Blaire-. Sea lo que sea lo que Alik decida hacer con su hijo, si decide o no gastarse el dinero con él, eso no tiene nada que ver conmigo.

Aquellas palabras de Blaire parecieron captar la atención de la señora Jarman, que preguntó:

– ¿Estarías dispuesta a prometer eso por escrito, ante un abogado como testigo?

– Sí.

Era evidente que aquella declaración había sorprendido a la señora Jarman, que no esperaba que Blaire llegara tan lejos.

– ¿Cuándo?

– Cuando quieras.

– ¿Te das cuenta de lo que significaría eso, si alguna vez quisieras echarte atrás habiendo firmado un documento legal? -inquirió la señora Jarman mirándola especulativamente.

– Rompí mi compromiso, ¿no? -contestó Blaire con voz teñida de dolor.

– Sí, pero te has tomado la revancha al volver con algo que quiere mi hijo -respondió la señora Jarman sin vacilar.

– ¿Te refieres a la carne de su carne? -preguntó a su vez Blaire a voz en grito-. ¡Era lo correcto, lo único que podía hacer!

– Bien, cuando tengas que firmar el documento veremos si eres sincera.

– Ojalá pudiera firmarlo ahora mismo, así terminaríamos de una vez.

Le costaba reprimir su dolor y su enfado. La madre de Alik no tenía nada que envidiar a la Inquisición española. Blaire rogó al cielo para que se marchara de una vez. La mujer ladeó la cabeza y continuó:

– Me sorprende la profundidad de tus sentimientos -comentó la señora Jarman.

Blaire hubiera podido decir lo mismo de la señora Jarman, pero no quería que pensara que pretendía halagarla. ¿Cómo una madre como esa podía haber tenido un hijo tan maravilloso como Alik?

Sin previo aviso, como conjurado por el hecho de haber pensado en él, Alik apareció en el remolque sin llamar. Sus ojos se dirigieron directamente a Blaire. Parecía estar sin aliento. Por una décima de segundo ella creyó ver ansiedad en la expresión de sus profundos ojos verdes, pero luego él miró a su madre inquisitivo.

– ¿Mamá? Sandy me ha dicho que me estabas buscando. ¿Qué estás haciendo aquí?

La señora Jarman sonrió a su hijo y lo miró con expresión de enfado.

– ¿Qué clase de bienvenida es esa? Blaire va a decir que no tienes modales.

Blaire observó a Alik darle un pellizco a su madre para después colocar los brazos en jarras.

– Cuando hablamos ayer no dijiste nada de que ibas a venir a Warwick.

– ¡Ni tú dijiste nada de que tuvieras un hijo! -contestó ella en tono de reprimenda, pero en broma. Una vez más Blaire se maravilló de lo inteligente y manipuladora que era aquella mujer-. Después de colgar me di cuenta de que la voz de tu secretaria me sonaba. ¡Era Blaire! Entonces comprendí por qué dejabas que viviera en tu remolque con su hijo, y cuando caí en la cuenta de que era mi nieto decidí venir inmediatamente a conocerlo -explicó la señora Jarman fingiendo entusiasmo-. ¡Es igual que tú cuando eras un bebé, Alik! ¡Apenas puedo esperar a que se despierte para abrazarlo!

– Sí, es un milagro -contestó Alik con una mirada tierna que hizo llorar a Blaire.

– Lo es -confirmó la señora Jarman-. Le estaba diciendo a Blaire, antes de que llegaras, que admiro mucho su honestidad al venir a decírtelo. ¡Cielos, hay tantas chicas hoy en día que jamás habrían pensado en contárselo al padre! Lamento mucho que las cosas no funcionaran entre vosotros, está claro que no podía ser, pero debes estar contento, Alik, de que tu hijo sea educado por una mujer tan honesta como Blaire.

Una vez más la mirada escrutadora de Alik se dirigió hacia Blaire, pero esta vez buscando confirmación. El año anterior ella no había tenido más remedio que seguirle el juego a la señora Jarman.

– Sí, ya le he dicho a tu madre que yo opino que padre e hijo deben conocerse y estar juntos -afirmó Blaire.

– Esta es una ocasión muy especial, cariño -continuó la señora Jarman poniendo una mano sobre el brazo de su hijo, con el tono exacto de entusiasmo requerido-. ¡No podemos mantener oculta por más tiempo una noticia como la de Nicky! Blaire está de acuerdo en venir el fin de semana que viene a casa, al cumpleaños de tu padre. ¡Será una noche memorable!

Blaire apartó la vista. No solo había notado la expresión remota de Alik, sino que estaba horrorizada ante la idea de poner el pie en la mansión de los Jarman. Sin embargo, había prometido firmar aquel documento. Tendría que someterse.

– Me temo que no nos va a ser posible, madre, estaremos en Laramie.

– Pero podéis volar a Nueva York el sábado y volver a Wyoming al día siguiente.

– Por favor, Alik -rogó Blaire-. Por favor. Mi familia ha tenido la oportunidad de estar con Nicky desde el día en que nació. Piensa en la alegría que supondrá para tu familia conocerlo antes de que deje de ser un recién nacido. Después, cuando me marche de Laramie para casarme, ya no tendré tiempo. Ahora, en cambio, mientras estoy contigo ayudándote con Nicky, puedo ir. El fin de semana que viene es perfecto.

– Ya veremos.

Algo muy profundo estaba ocurriéndole a Alik. Blaire observó su pecho subir y bajar. Había cedido solo en parte. Su madre sonrió.

– Sé que vendréis, pero no voy a decirle nada a la familia. Cuando lleguéis con mi nieto será la mejor sorpresa de cumpleaños que jamás haya recibido tu padre. Y ahora tengo que irme, Alik, cariño. ¿Quieres acompañarme a la limusina? El chófer me está esperando para llevarme de vuelta al aeropuerto.

Alik asintió sin decir nada.

– Blaire -la llamó la señora Jarman-, no esperaba volver a verte, pero tengo que decirte que me alegro de haber hablado contigo. La maternidad te sienta bien.

Atónita ante aquella maravillosa representación, Blaire no tuvo más remedio que seguir fingiendo.

– Gracias. ¿Estás segura de que no quieres que despierte a Nicky para que puedas abrazarlo?

– ¡Oh, no, querida! He tenido tres hijos. Cuando tienes que levantarte por las noches para atenderlos es un milagro conseguir que duerman de un tirón. Ya tendré tiempo de conocerlo este fin de semana.

La señora Jarman dio un paso adelante para besar a Blaire en la mejilla y luego salió del remolque. Alik la siguió, pero primero le lanzó a Blaire una mirada oblicua que ella no supo interpretar.

Una vez que la señora Jarman se hubo ido, Blaire se sintió tremendamente aliviada. Se había enfrentado a su peor pesadilla y seguía viva. Jamás, ni en sueños, habría creído que sería ella quien, un día, le rogaría a Alik que fueran a casa de sus padres. Aquella visita tendría un precio, y Alik tendría que pagarlo. Blaire lo sabía. Sin embargo, no había más remedio si quería mantener su secreto. Al menos Alik tendría a su hijo consigo durante ese fin de semana. El inconmensurable amor y consuelo que se derivaba de tener a su pequeño bastaría para sostenerlo.

Antes de que Nicky se despertara y Alik volviera al remolque, Blaire recogió ropa limpia y se metió en la ducha. Necesitaba relajarse después de la visita de la señora Jarman y de Sandy, ambas en pie de guerra.

– ¿Cuánto tiempo llevaba mi madre aquí antes de que llegara yo? -exigió saber Alik minutos más tarde, cuando Blaire salió de la ducha con una toalla en el pelo.

Alik estaba de pie, delante de la puerta del baño, dándole de comer a Nicky, que debía haberse despertado y comenzado a llorar al oír el ruido del agua. Blaire pasó por delante de él y se dirigió a la cocina con el secador en la mano. Alik estaba alerta, como un cazador. Cuando exigía respuestas se mostraba incansable.

– Diez minutos, quizá -contestó Blaire de espaldas a él, enchufando el secador.

– Después de aquella odiosa llamada telefónica corrí de vuelta a Nueva York para descubrir qué te había hecho romper nuestro compromiso y huir Dios sabe adonde. Mi madre siempre mantuvo que nadie se enteró de que te habías ido hasta el día siguiente por la tarde, y ni una sola vez, desde el año pasado, ha dicho una sola palabra negativa acerca de ti.

Alik respiró hondo y contuvo el aliento. Luego continuó.

– Conozco a mi madre, Blaire. Nada de eso es propio de ella. Ni lo era entonces, ni lo es ahora. ¿Qué ocurrió realmente entre vosotras aquella noche?

Blaire se dio la vuelta despacio con el secador en la mano.

– Nada, absolutamente.

Alik la miró a los ojos buscando su punto débil. Aquello le costó un esfuerzo sobrehumano, pero sostuvo su mirada penetrante sin ceder.

– No te creo.

El corazón de Blaire comenzó a latir descontrolado. Ya estaba. Aquel era un instante crucial. Si decía lo que no debía acabaría por destruir a Alik. Tanto como si le arrojara una granada a la cara. Blaire se quitó la toalla. Su pelo mojado cayó por los hombros.

– Eso es porque no te das cuenta de cuánto te quiere tu madre. Ahora que he tenido a Nicky, comprendo ese tipo de amor. Yo haría cualquier cosa por estar segura de que mi hijo me quiere hasta la tumba, y aún después. Tu madre sabía lo enamorado que estabas de mí. ¿Crees sinceramente que iba a hacer o a decir algo malo logrando así que te revolvieras contra ella, sabiendo lo mal que lo estabas pasando? ¿De verdad puedes imaginártela haciendo algo malo para su nieto, cuando acaba de descubrir que tenemos un hijo juntos? -continuó Blaire por la tremenda-. ¡Jamás, Alik! ¡Ni en un millón de años! Eres su hijo favorito, jamás se atrevería a hacer algo que arruinara tu relación con ella.

Alik no se movió. Ni siquiera parpadeó.

– Y si eso es cierto, ¿por qué pones esa cara de terror cada vez que la nombro?

– Si te parezco aterrorizada es porque su nombre me recuerda a lo que te hice cuando rompí nuestro compromiso y desaparecí del mapa para que no pudieras encontrarme.

– ¿A dónde fuiste?

– A un rancho de un amigo de mi padre en Arizona.

Ante aquella noticia, Alik la miró con crudeza, penetrando en su corazón. Blaire luchó por contener las lágrimas, pero estas escaparon por entre sus pestañas sin poder evitarlo.

– No… no puedo creer que te tratara de ese modo cuando siempre habías sido maravilloso conmigo. Tuve que experimentar el hecho de tener un hijo para darme cuenta de lo inhumana que había sido contigo. Me creas o no, lloré mucho cuando volví a casa del hospital con Nicky. Traté de no hacerlo delante de él, y en cuanto me hice a la idea de buscarte para decirte que tenías un hijo fui dejando de llorar poco a poco. Luego, cuando te vi de pie con Nicky en brazos, comprendí que había hecho lo correcto. No puedo remediar el daño que te hice en el pasado, pero espero que un día seas capaz de perdonarme. Tu madre, evidentemente, me ha perdonado, está dispuesta a darme la bienvenida a su casa. Y, si lo piensas, lo mejor para Nicky es que crezca sin que haya ninguna rivalidad entre tu familia, la mía y la de Rick. Nicky merece ser feliz en el seno de su familia, y si comenzamos ahora todos de nuevo con buen pie será un buen precedente para el futuro. ¿Sabes, Alik? Jamás confiaste en mí en relación a ciertos problemas que habías tenido con tus padres. Yo lo acepté, pero fueran los que fueran esos problemas… sean los que sean, la llegada de Nicky al mundo debe servir para que se solucionen. Él es adorable, y se lo merece.

Un melancólico silencio invadió la habitación.

Quizá Alik no creyera una palabra de lo que ella había dicho, pero tampoco quiso discutir. Al menos de momento. Blaire, demasiado tensa emocionalmente como para seguir, encendió el secador y comenzó a secarse el pelo. Alik la miró una última vez de un modo indescifrable y luego se llevó a Nicky al salón.

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