La noche anterior Alik le había dicho que quería aprovechar el sábado para hacer limpieza y separar lo que servía de lo que no, pero estaba tan entusiasmado con Nicky que se paraba cada dos por tres para jugar con él o para darle el biberón.
Blaire dirigió unas cuantas miraditas hacia ellos mientras fregaba los platos de la comida. Cada vez que veía a Nicky responder con una sonrisa su corazón se derretía. Si alguien que no los conociera hubiera estado observándolos habría pensado que eran una familia feliz.
La noticia de que iban a mudarse a Laramie la había mantenido despierta toda la noche. Blaire estaba segura de que Alik podía esperar a que pasaran los treinta días que iban a estar juntos para atravesar medio país y mudarse a Wyoming. Sospechaba que el repentino deseo de trasladarse no provenía sino de otro deseo, más profundo aún, de humillarla ante sus amigos. Era cruel colocarla en semejante situación.
Hasta para los Giraud resultaría violento. ¿Es que no se daba cuenta Alik de que su actitud los obligaría a mostrarse amables con ella cuando, en el fondo, tenían que despreciarla por haberle hecho daño a Alik? La sola idea le resultaba insoportable, pero era Alik quien mandaba. Tendría que reunir todo su coraje y soportarlo.
Pero no iba a ser fácil. Tener a gente alrededor significaba verse interrogada, contar más mentiras para contestar a sus preguntas. Una vez más Rick sería el tema principal de conversación.
Cuando se le ocurrió la idea de inventarse un novio, Blaire jamás pensó que aquello pudiera terminar por volverse contra ella. Tras el nacimiento de Nicky, lo único en lo que pensaba era en contarle a Alik que tenía un hijo. Poco podía imaginar que él le daría la vuelta a la tortilla para obligarla a hacer exactamente lo que quería.
Blaire comenzó a preparar un pastel para la cena y vio a Alik dejar al niño en el corralito y cerrar una de las cajas que había llenado.
– Voy a darle esto al profesor Fawson -anunció sin mirarla-. Me llevaría a Nicky, pero hace demasiado frío, y está lloviendo. Enseguida vuelvo. Cierra la puerta cuando me vaya.
Alik levantó la caja y salió del remolque, y su desaparición repentina causó el inmediato llanto de Nicky. Aquella era la primera vez que Blaire lo vería hacer eso. Alik se mostraría encantado cuando supiera que su hijo había llorado porque se marchaba.
– Tranquilo, cariño, papá volverá enseguida -se apresuró Blaire a consolarlo tomándolo en brazos.
Aliviada de verse sola unos instantes, Blaire se acercó a la puerta a cerrar con el niño en brazos. Luego se sentó en el sofá y alargó la mano para alcanzar el teléfono. Necesitaba oír una voz amiga. Era sábado, así que sus padres estarían en casa. Tenía que informarles de que iba a abandonar el estado de Nueva York.
Tras ponerse cómoda, el timbre del teléfono en la mano la sobresaltó. La pantalla mostraba que se trataba de una conferencia a través de una empresa telefónica que Alik utilizaba habitualmente. Blaire creyó que se trataría de una llamada sin importancia, de modo que contestó mientras trataba de hacer callar a Nicky con sus besos.
– Residencia del profesor Jarman.
Se hizo el silencio. Blaire pudo escuchar a alguien respirar al otro lado de la línea. La sensación de estar haciendo algo prohibido la alertó.
– ¿Qué quiere decir eso de residencia del profesor Jarman? ¿Quién está al teléfono?
Era la madre de Alik.
Blaire podría haber reconocido aquel tono perentorio de voz en cualquier parte. Sintió que algo la atenazaba los pulmones, que no podía respirar. El malestar de la noche anterior no era nada comparado con el modo en que el corazón le taladraba el pecho en ese momento. Su primera reacción fue colgar, pero enseguida se dio cuenta de que era el mejor modo de alertarla. Blaire sintió que le sudaban las palmas de las manos mientras buscaba inspiración.
¿Por qué no lo habría dejado sonar y sonar?
Nicky siempre notaba si le ocurría algo. Sabía adivinar su estado de ánimo. Su llanto comenzó a hacerse más fuerte. Blaire lo meció, rogando por que se callara.
– Soy… soy la señora Hammond. El profesor Jarman acaba de marcharse, pero enseguida volverá -contestó tratando de que su voz sonara «oficial».
– ¿Y qué estás haciendo tú en su remolque?
Blaire estaba tan tensa que, sin querer, apretó a Nicky más de la cuenta. El niño rompió de nuevo a llorar.
– Soy su… su secretaria.
– ¡Pero si no tiene ninguna! -exclamó la madre de Alik tras una violenta pausa.
– Me… me contrató la semana pasada -alegó Blaire colgando casi el teléfono.
– ¡No te creo! ¿Y qué hace ahí ese bebé? No irás a decirme que te deja llevarlo contigo a trabajar, ¿verdad? -continuó furiosa, escandalizada.
No servía de nada abrazar a Nicky, era imposible hacerlo callar. El niño se daba cuenta de que algo no andaba bien, y reaccionaba del único modo en que sabe reaccionar un niño. Aquella conversación tenía que terminar.
– ¿Quiere que le de algún mensaje? Le devolverá la llamada en cuanto vuelva.
Al otro lado de la línea se hizo el silencio, un silencio que no presagiaba nada bueno.
– ¿Cómo dijiste que te llamabas?
¿Sería posible que hubiera reconocido su voz?
Blaire sintió que la boca se le quedaba seca. Nicky estaba llorando a pleno pulmón, pero el miedo la tenía paralizada. Justo en ese instante apareció Alik. Un simple vistazo a su rostro pálido fue suficiente para que todos sus rasgos se ensombrecieran.
– Ah… aquí está, un momento.
Blaire le tendió el teléfono, pero antes de que él pudiera agarrarlo se le cayó de las manos. Alik lo recogió con un rápido gesto, mirándola con ojos verdes inquisitivos.
– Es tu madre -dijo Blaire-. Por favor, no me descubras -rogó agarrando el biberón de Nicky y corriendo al dormitorio.
Blaire cerró la puerta y cruzó el estrecho espacio libre. Tras unos minutos, Nicky se calmó y terminó el biberón, pero sus ojos siguieron fijos sobre el rostro de su madre como si no confiara en que ella no volviera a ponerse nerviosa.
– ¡Oh, Nicky, Nicky! -susurró Blaire besándolo en lo alto de la cabeza-. Tengo tanto miedo… tengo que arreglar esta situación antes de que la cosa vaya a peor. ¡Ayúdame, cariño!
Aquella era la segunda vez, en el plazo de doce horas, en que la mera mención del nombre de su madre hacía palidecer a Blaire. Alik, en absoluto inmune a sus ruegos, tomó el auricular y contestó con el ceño fruncido.
– Al fin, cariño. ¡Hace falta todo un Congreso para seguirte la pista! -exclamó su madre.
La señora Jarman estaba exaltada, pero era su estado habitual. ¿Qué podría haberle dicho a Blaire para alterarla de ese modo? Minutos antes de aquella llamada, el estado de guerra latente que ambos mantenían continuaba su curso normal sin cambio alguno.
La noche anterior Blaire se había mostrado tan endiabladamente bella y atractiva, sentada en la cama con el niño en brazos, que la urgente necesidad de saber hasta qué punto estaba enamorada de Rick lo había obligado a besarla.
No hubiera debido hacerlo. Era un estúpido, debía saber que lo peor que podía hacer era acercarse a ella. Sin embargo, tratándose de Blaire, jamás podría mantener el control.
Claro estaba, aquel experimento había demostrado que Blaire era incapaz de amar a ningún hombre. Y sin embargo, una vez más, le había salido el tiro por la culata. Aquellas ascuas guardadas en lo más hondo de su ser habían cobrado vida y habían estallado de tal modo que ninguna ducha iba a poder apagarlas.
– ¿Mamá?, ¿qué tal estás? -preguntó Alik impaciente.
– Si te hubieras molestado en llamarme no habría malgastado todo el día tratando de localizarte en ese tugurio que llamas tu casa.
– No hay ningún otro lugar que pueda satisfacerme más que este -contestó Alik, harto de discutir con su madre sobre ese tema-. ¿Cómo es que llamas?
– ¿Es que necesito alguna razón especial para llamar por teléfono a mi hijo favorito?
Le había pedido que no lo llamara así desde pequeño. En una ocasión se le había escapado y lo había llamado de ese modo delante de su hermano mayor, Reed. Aquel desliz imperdonable había creado todo un mundo nuevo de sufrimiento para todos.
En una familia sin problemas jamás habría surgido una pregunta como la que le había hecho su madre, pero, por desgracia para Alik, su familia era cualquier cosa menos normal. Christine, su consentida hermana mayor, era una copia exacta de su madre pero, con un ejemplo semejante, era inevitable. Alik se frotó la nuca y contestó ausente:
– Siempre lo haces.
La señora Jarman, sin embargo, hizo caso omiso del comentario.
– Tu tío Colin está en Nueva York, en viaje de negocios. Él y tu padre están ahora mismo en clase de golf. Y, hablando de tu padre, por si no te acuerdas, la semana que viene es su cumpleaños.
– Me acuerdo -soltó Alik-. ¿Algo más?
– No hace falta que me contestes así, Alik. Por supuesto que tengo algo más que decirte. Estoy pensando en dar una gran fiesta para la ocasión, y espero que asistas.
– Me temo que no voy a poder.
– ¡Pero tienes que venir! ¿Qué va a pensar la gente?
– No tengo que hacer nada, mamá. Creía que ya te habías dado cuenta de que no respondo a las amenazas.
– Tu padre te echa de menos.
– Lo dudo. De todos modos, es un poco tarde.
– Si lo quisieras, aunque solo fuera un poco, te dejarías de tonterías y volverías a casa, a donde perteneces.
Los intentos de manipulación de su madre eran inútiles. El único capaz de enderezar aquella situación era el padre de Alik, pero hacía ya mucho tiempo que había dejado de mostrar sensibilidad o, en todo caso, parecía incapaz de darle a su hijo lo único que necesitaba. Alik se dio la vuelta y miró la puerta del dormitorio. Su hijo jamás carecería de su amor, aunque fuera lo único que recibiera de él.
– Si es eso todo, tengo que colgar.
– ¡No, no es todo! -exclamó su madre con voz estridente-. Quiero saber quien es la mujer que me ha contestado al teléfono.
– Forma parte del personal. ¿Por qué lo preguntas?
– Te he educado para ser más circunspecto que eso, Alik. Eres un hombre soltero, y tienes que mirar por tu apellido. Eres un Jarman. ¿Cómo permites que esa criatura y su bebé trabajen en tu remolque? Si sigues así, la gente va a pensar lo peor.
Alik dejó escapar un suspiro resignado. Su madre jamás cambiaría.
– Esa criatura… -contestó con sarcasmo-… es la única persona que puede hacer el trabajo que necesito.
Como madre, tenía que admitir que Blaire era inigualable. Quizá tuviera muchos defectos, pero jamás había visto a una mujer más enamorada de su hijo. Teniendo en cuenta la incapacidad de Blaire para mantenerse fiel a ningún hombre, su devoción por el bebé era toda una revelación.
Christine hubiera debido aprender de ella. Su hermana jamás habría podido vivir sin una niñera. Lo cierto era que Alik y sus hermanos se habían criado con una larga lista de niñeras, así que, ¿qué se podía esperar?
– Eso es ridículo, tú jamás has necesitado una secretaria. Y si es tan necesaria, entonces que se instale en otro remolque que no sea el tuyo. ¡Yo no lo aguantaría, Alik!
– Ni tienes necesidad de aguantarlo -contestó Alik con calma-. La semana que viene me voy a Laramie, y ya no vivirá aquí. Fin del problema. ¿Algo más, antes de que cuelgue?
– ¿Te vas a llevar a esa mujer contigo? -volvió a insistir su madre.
– Adiós, mamá -contestó Alik endureciendo su actitud-. Me alegro de haber hablado contigo.
Alik colgó el teléfono y se dirigió directamente al dormitorio. Su entrada, sin anunciar, sobresaltó a Blaire, que caminaba de un lado a otro con Nicky en brazos. Al oír que la puerta se abría, ladeó la cabeza hacia él.
Gracias a Dios el bebé estaba dormido sobre el hombro de Blaire. Podría hablar con ella sin la distracción del niño.
– ¿Qué te ha dicho mi madre por teléfono?
– Na… nada -contestó Blaire asustada, dando un paso atrás.
– No me mientas, Blaire.
– ¡No estoy mintiendo!
Cada vez que Blaire levantaba aquel redondeado mentón desafiante significaba que le ocultaba algo.
– Antes, cuando me dijiste que estaba al teléfono, parecías tan enferma como ayer, cuando te la mencioné en relación con las fotografías. Quiero una explicación, si es que vamos a seguir adelante con nuestro compromiso.
Alik la observó morderse el labio inferior. Por un instante habría sido capaz de vender su alma al diablo por ese privilegio… Es decir, si de verdad la hubiera amado.
– Es… está bien -tartamudeó Blaire-. Tu madre estaba un poco enfadada conmigo, se ha molestado porque quería hablar contigo inmediatamente.
– ¿Cómo de enfadada? -insistió él.
– Alik… es natural que la haya sorprendido, tú jamás has tenido secretaria. Tu madre es una mujer muy correcta, probablemente estará pensando lo mismo que piensa el resto de la gente de aquí. Se… se ha sorprendido.
– Tengo treinta y seis años, llevo años viviendo solo. No debería sorprenderla.
– Pero tú no eres una persona cualquiera -añadió Blaire azorada, apartando los ojos-, eres su hijo. Igual que Nicky es hijo mío. Ella cree que eres perfecto, y yo sé que eres su hijo favorito.
Alik se puso colorado.
– ¿Te lo dijo cuando te llevé a Nueva York el invierno pasado? -Alik tuvo que esperar la respuesta a esa pregunta durante un buen rato. Por fin Blaire asintió de un modo casi imperceptible-. ¡Maldita sea!
– ¡No hables así de tu madre, Alik! -exclamó Blaire sonrojándose-. ¡Ella te adora!
– ¿Qué clase de padre le dice a su hijo una cosa como esa delante de sus otros hijos?
Los ojos de Blaire se llenaron de lágrimas al instante.
– ¿Tu madre ha hecho eso?
Alik luchó por contener sus emociones.
– Estelle Jarman jamás se ha distinguido por su discreción. Hasta un elefante tiene más instinto. Ni que decir tiene que desde entonces mi hermano no ha vuelto a ser el mismo.
– Así que es por eso por lo que no quiso salir con nosotros cuando estuvimos allí… -murmuró Blaire.
La tristeza de la expresión de Blaire acabó con todas sus defensas. Cuando Blaire lo miraba de ese modo, Alik se sentía traicionado de nuevo. En aquel entonces su comportamiento le había parecido impropio de ella, de su carácter. Y seguía pareciéndoselo.
– ¿Qué más te ha dicho para asustarte de ese modo?
– No sé a qué te refieres.
– ¡Al diablo que no!
Aquella airada respuesta acabó por despertar al niño, que abrió los ojos y miró a su alrededor para volver a dormirse. Blaire miró a Alik con ojos suplicantes.
– ¿Podemos hablar de esto en otro momento?
– Dejaré el tema cuando contestes a mi pregunta -musitó Alik en voz baja, refrenando su enfado.
Blaire no dejaba de acariciar la espalda de Nicky. Aquel gesto que delataba su nerviosismo, suscitaba la curiosidad de Alik más que nunca.
– Me imagino cómo debió sentirse cuando rompí contigo. Una madre siempre tiende a creer que su hijo es un campeón, sobre todo una madre como ella, que te quiere tanto. El hecho de que una mujer conteste al teléfono ha debido de ser ya bastante duro para ella, no… no creo que hubiera podido soportar su mal humor de haber averiguado tu madre quién es la señora Hammond. No se lo has dicho, ¿verdad?
– No -respondió Alik conteniendo el aliento.
– Gracias a Dios, habría sido un desastre. Si llega a enterarse de que era nuestro hijo el que lloraba a pleno pulmón se habría sentido terriblemente herida. Escucha, Alik, ya sé que tus padres acabarán por enterarse de la existencia de Nicky antes o después, pero no creo que hoy fuera el momento más indicado. Comprendes lo que te digo, ¿verdad?
Sí, lo comprendía, pero también veía algo más en la reacción de Blaire de la noche anterior, algo que no tenía nada que ver con la inesperada llamada telefónica de aquel día. Alik sabía por instinto que había algo más que Blaire no le había contado, pero prefirió dejarlo. Por el momento.
– Tengo trabajo que hacer.
– Y yo -contestó ella claramente aliviada.
Tras pasarse la mano por el pelo, Alik volvió al salón y terminó la tarea comenzada.
Blaire puso a Nicky en la cuna. Le temblaba tanto el cuerpo que tuvo que sujetarse a los barrotes para recobrar la energía y respirar tranquila. La experiencia del teléfono había sido tan fuerte que no creía poder soportar otra igual. Alik quizá creyera que el problema estaba solucionado, pero Blaire sospechaba que su voz le había resultado demasiado familiar a la señora Jarman como para olvidar toda suspicacia, y si eso era cierto…
Alik estaba en el salón embalando las revistas.
– ¿Quieres que te ayude?
– ¿Por qué? -preguntó él echando atrás la cabeza morena.
Nada de lo que Blaire hiciera o dijera escapaba a su escrutinio.
– Bueno, cuatro manos acaban la tarea en la mitad de tiempo.
– ¿Y? -volvió a preguntar él.
Resultaba aterrador el modo en que Alik le leía el pensamiento.
– Pensé… pensé que así, quizá, podríamos irnos a Laramie mañana, en lugar del lunes.
– Teniendo en cuenta que casi te da un ataque cuando te dije que nos íbamos a Laramie, esa sugerencia de que nos vayamos cuanto antes no encaja -contestó Alik torciendo los labios.
¿Qué podía decirle para no dar la sensación de que huía de su madre?
– Bueno, quizá sea porque allí podré dar grandes paseos por la playa. Aquí, cuando he ido de paseo, no ha salido bien. No es que me guste viajar, pero la idea de ver el campo me resulta muy atractiva.
– Pues me temo que el remolque no estará listo hasta el lunes. Sin embargo, como los dos estamos cansados, si quieres nos tomamos la noche libre y vamos al cine a Warwick.
Aquello sonaba maravilloso, excepto por una cosa:
– No podemos dejar solo a Nicky.
– Cierto, pero eso se puede arreglar.
Blaire se quedó de pie, perpleja, mientras Alik buscaba un teléfono en la guía y lo marcaba. En cuestión de minutos había reservado una habitación de hotel y contratado una niñera. Al colgar, se volvió hacia Blaire.
– Resuelto. Tenemos una habitación con dos camas y una cuna. La señora Wood, la mujer que te atendió el otro día, estará encantada de cuidar de Nicky. Vendrá a nuestra habitación hacia las siete.
Aquello sonaba demasiado a una cita. Blaire se puso muy nerviosa.
– Me… me encantará -murmuró sin mirarlo-. ¿Quieres que cenemos aquí antes de marcharnos?
– No, nos tomaremos toda la noche libre. ¿Por qué no vas a ducharte? Así habrá suficiente agua para mí cuando termine de empaquetarlo todo. Ponte algo de vestir, me apetece ir a un restaurante francés.
Al hacer la maleta para ir a Warwick, Blaire no había esperado ni remotamente continuar viaje en otra dirección; así que no había metido la ropa en la que Alik parecía estar pensando.
– Me temo que solo tengo este jersey de algodón y la falda con la que me viste el primer día.
– Con eso irás bien. Nos hará bien el cambio.
Cuatro horas más tarde Alik y Blaire metían todo lo que iban a necesitar en el coche. Alik ató a Nicky en su sillita, y Blaire lo observó sin apartar la vista. Alik estaba maravilloso se vistiera como se vistiera, pero aquella noche, con aquel traje de lana de color verde oliva, Blaire sintió que se quedaba sin aliento. Recién salido de la ducha, la fragancia de su jabón emanaba de él desde el asiento del conductor.
De camino a Warwick, Blaire sintió que el agudo dolor que llevaba un año experimentando se hacía más intenso. En el hotel, las mujeres se quedaban mirando a Alik abiertamente. Él, sin embargo, enseñaba orgulloso a su hijo, inconsciente de la atención femenina que suscitaba. Blaire hubiera podido sacarles los ojos a todas esas mujeres.
Le dolía pensar que, en una ocasión, había llevado el anillo de compromiso que él le había regalado esperando convertirse en su mujer. La señora Jarman había transformado a aquella chica de ojos brillantes en un fantasma que había tenido que escabullirse entre las sombras y desaparecer.
Una vez en la habitación del hotel, la señora Wood se mostró encantada de cuidar de Nicky. Les dijo que no se apresuraran, que se tomaran todo el tiempo que necesitaran, y Alik le contestó que le tomaba la palabra.
Más tarde, mientras tomaban vino y Chateaubriand para dos en lugar del habitual pescado, Blaire se sintió como si volviera a ser la adorada novia que una vez fue. De hecho, cuando Alik alzó la copa para brindar por Nicky, Blaire sonrió, observando sus ojos verdes y chocó la copa contra la de él.
– Por nuestro precioso hijo, para que crezca y sea una persona tan notable y maravillosa como su padre.
De pronto, viendo el anillo de su tía en su mano, desapareció toda su euforia. Estaba, supuestamente, comprometida con otro hombre. Demasiado tarde, había metido la pata. Blaire bajó los ojos. Los de Alik la miraban enigmáticos, brillantes, así que dijo:
– ¿Sabes? Creo que estoy un poco mareada. No bebo nada de alcohol desde antes de concebir a Nicky, y me temo que se me está subiendo a la cabeza. Puede que sea mejor salir a tomar un poco el aire.
Se había inventado aquella excusa para justificar su comportamiento, tan poco adecuado a las circunstancias. Sin embargo, nada más levantarse de la mesa, Blaire se tambaleó. Alik la agarró al instante del antebrazo. Su contacto le hacía sentirse bien. Deseaba permanecer abrazada a él más que nada en el mundo.
Alik dejó un billete de cien dólares sobre la mesa y la escoltó hasta la calle, en donde Blaire pudo respirar aire fresco. Cualquier cosa con tal de despejarse y no volver a perder el control.
– El cine está a solo una manzana de aquí, caminemos -sugirió Alik.
Incapaz de hablar, Blaire caminó junto a él tratando por todos los medios de no rozarlo. Sin embargo, de vez en cuando, su cadera rozaba la de él soltando chispas hasta el punto de que Blaire temió arder envuelta en llamas.
El modernísimo thriller pareció absorber toda la atención de Alik. A Blaire, sin embargo, no logró captarla, pero al menos consiguió sacarla de ese estado de aturdimiento en el que decía y hacía cosas que podía lamentar después. Para cuando terminó la película Blaire había recobrado el equilibrio y pudo caminar de vuelta al coche sin la ayuda de Alik. Ella había estado utilizando a Nicky como escudo para defenderse del carisma de Alik durante tanto tiempo que, sin él, se sentía como perdida.
Nada más entrar en la habitación, Blaire se dirigió derecha hacia la cuna en la que dormía Nicky. Hubiera deseado tomarlo en sus brazos, pero no quería hacerlo mientras la otra mujer siguiera allí.
– Muchas gracias por cuidar de Nicky, señora Wood.
– Es un encanto, espero que vuelvan a llamarme.
Blaire se reprimió y no contestó. ¿Qué hubiera podido decir?, ¿que las cosas no eran lo que parecían?, ¿que ese hombre no era su marido? Unos cuantos días más y jamás volverían a estar tan cerca el uno del otro.
– Cuente con ello la próxima vez que vengamos a Warwick -aseguró Alik-. Blaire, voy a acompañarla a su coche, enseguida vuelvo.
– Muy bien. Buenas noches, señora Wood.
– Buenas noches.
En cuanto abandonaron la habitación Blaire se aseguró de que el bebé estuviera cómodo y corrió al baño a prepararse para acostarse. Se echó la bata por los hombros, por encima del camisón, y subió a la cama tapándose con las sábanas con el teléfono en la mano, esperando a que contestaran. Era necesario que Alik creyera que aprovechaba cada instante a solas para hablar con su novio.
Cuando, minutos más tarde, él volvió, Blaire estaba tumbada de lado, de espaldas a la puerta, con el teléfono en la oreja. Alik se acercó a su cama y se quedó de pie. Blaire podía sentir sus ojos observándola. Tragó fuerte y lo miró, haciéndole saber que había notado su presencia. Su aspecto serio la obligó a colgar de inmediato.
– Ahora tengo que marcharme, Rick. Te llamaré mañana. Yo también te quiero -Blaire colgó y dejó el teléfono sobre la mesa. Luego levantó la vista e hizo una mueca al ver el rostro inexpresivo de Alik, que parecía una máscara-. Llevas una semana sin dormir en una verdadera cama, Alik. Yo me levantaré a darle el biberón a Nicky, tú duerme. Ah, y gracias por una velada tan encantadora. Era justo lo que necesitaba.
– Me alegro de oírlo y, ya que te has ofrecido para cuidar de nuestro hijo, supongo que no te importará que tarde aún un rato en irme a la cama.
El corazón de Blaire dio un vuelco al verlo salir por la puerta. ¿A dónde iba? Alik llevaba mucho tiempo viviendo en Warwick, seguramente habría conocido a mujeres deseosas de estar con él. Quizá incluso mantuviera una relación con alguna de ellas. Cuanto más lo pensaba más se daba cuenta de que Alik se había mostrado muy interesado en pasar la noche fuera. Ir a un hotel era la fórmula perfecta. No podía soportarlo.