Capítulo 5

– Señora Hammond…

Blaire caminó sin recordar que aquel era el nombre por el que se la conocía en la excavación. De pronto, se detuvo y volvió la cabeza sorprendida. El guapo estudiante rubio que había conocido el primer día, salía en ese momento de su remolque.

– Hola.

– Hola, me llamo Lane Atwood. Esta es la segunda vez que la veo, a pesar de que lleva aquí ya una semana. Ese bebé debe mantenerla muy ocupada, me sorprende que no esté con usted.

– Se lo ha llevado el profesor Jarman a la ciudad, a hacer unos recados.

Después de la comida, Alik había decidido que ella necesitaba un descanso. Sin embargo, Blaire se había sentido sola, y se había dedicado a limpiar el remolque. Lo había dejado inmaculado, cualquier cosa con tal de ocupar el tiempo. Pero a pesar de todo, seguía sintiéndose sola, así que había decidido salir a hacer un poco de ejercicio. De pronto, lo lamentaba.

– La forma en que se refiere a él… ¿quiere eso decir que no son pareja? -preguntó el estudiante ladeando la cabeza-. Por favor, no se ofenda. Sandy me ha dicho que usted es su niñera y su secretaria.

– Me sorprende que no le dijera también que llevo un anillo de compromiso -contestó Blaire.

– ¿Es un regalo del profesor Jarman? -inquirió el estudiante examinándolo.

– No -contestó ella dolorida.

Los ojos azules del estudiante vagaron llenos de admiración por la silueta de Blaire, vestida con vaqueros y chaqueta.

– ¿Cuándo será la boda?

– Dentro de siete semanas.

– Y entonces, ¿dónde está el novio?

– En California -contestó Blaire de mala gana, lamentando de inmediato haber contestado a una pregunta tan personal, sobre todo cuando era mentira.

No volvería a merodear por la excavación sin Alik.

– Eso está muy lejos. ¿Por qué no viene esta noche a una de las fiestas de los remolques? Hay música y comida. Estará entre amigos. ¿Qué le parece?

– Aprecio mucho su invitación, pero me temo que no voy a poder. El profesor Jarman trabaja por las noches, es justo cuando el bebé requiere más atención. Gracias, de todos modos.

Blaire echó a caminar, pero el estudiante la alcanzó.

– ¿A dónde va tan deprisa?

– A dar una vuelta por la excavación.

– ¿Es que aún no la ha visto?

– No, los bebés requieren veinticuatro horas de atención al día.

Tras acostumbrarse a las rutinas del bebé, Alik la había ignorado por completo durante cuatro días. Ella no sabía nada sobre su trabajo en la excavación, y no había preguntado por miedo a que él se lo tomara a mal.

– Bueno, ahora está libre. Permítame que la guíe.

Aquel estudiante estaba comenzando a molestarla.

– No hace falta, seguro que tiene algo más interesante que hacer.

– No, no tengo nada que hacer, es mi tarde libre. Y, la verdad, estos días he estado buscándola, esperando el momento de volver a verla. ¿Cuánto tiempo más va a cuidar del hijo de Jarman?

– Tres semanas -contestó ella respirando hondo.

– El profesor Jarman tiene fama de exigente, pero no creo que espere que trabaje usted noche y día. Seguro que no le importa que salga esta noche.

Lane no comprendía la situación. Como el resto de la gente de la excavación, probablemente creyera que compartía la cama con Alik. Decirle que estaba comprometida no había servido de nada. Sin duda, esperaba ligar con ella en la fiesta, dejar que las cosas sucedieran de un modo natural.

En otras circunstancias Blaire habría dejado que la naturaleza siguiera su curso, pero solo con Alik. Lane no comprendía que era ella quien no quería separarse del padre de Nicky, por mucho que él no le hiciera caso por las noches, al volver del trabajo. Alik la había herido terriblemente al llevarse al bebé a Warwick sin ella.

El tiempo pasaba volando, pronto dejarían de ser una familia. A pesar de la melancolía que mostraba él en el remolque, cuando no estaba jugando con Nicky, Blaire no podía soportar la idea de la separación.

– Bueno, me ha dado la tarde libre -contestó ella esperando que el estudiante captara la indirecta y dirigiéndose hacia un claro entre los árboles.

A cierta distancia, una enorme área había sido despejada de toda vegetación y, dentro de ella, agachados, trabajaban al menos una docena de estudiantes. El agujero cavado era del tamaño de una piscina olímpica.

– ¿Qué ocurre ahí?

– El profesor Jarman estaba trabajando en un proyecto cuando descubrieron ese foso. Está repleto de huesos, por eso se puso en contacto con el profesor Fawson. Lo han declarado excavación arqueológica de primera magnitud. Eso no es más que la punta del iceberg.

Blaire pudo ver huesos parcialmente enterrados que los estudiantes trataban de sacar. Trabajar en un hoyo tan importante era excitante.

– ¿Quiere decir que puede haber más?

– Exacto, llevará años sacarlos.

– ¿Y cómo de antiguos son esos huesos?

– No deben hablar mucho el profesor Jarman y usted -contestó el estudiante observándola y especulando.

Blaire se dejó llevar por su temperamento. Hablar con ese estudiante, definitivamente, no había sido una buena idea.

– No cuando hay un recién nacido que necesita cuidados constantes.

– ¿Y dónde está la madre?

– ¿Por qué lo pregunta? -inquirió ella a su vez ella, harta de tanta pregunta.

– Sandy quiere saber quién es su competidora -contestó él con una sonrisa.

«Claro, Sandy».

– Pues supongo que si le interesa tanto saberlo tendrá que preguntárselo al profesor Jarman.

– Sí, lo ha intentado, pero por el momento no ha conseguido ni meter un pie en el remolque.

Aquella noticia tranquilizó definitivamente a Blaire.

– En ese caso, Sandy ya tiene su respuesta, y es inútil que lo mande a usted a hacer más averiguaciones.

– Vamos -sacudió el cabeza el estudiante-, también lo pregunto por mí. No sé cómo hacerle entender que me gustaría conocerla mejor.

– Ya le he dicho que tengo novio -contestó Blaire antes de volver al remolque-, y no sé cómo hacérselo entender.

– Ya has oído a la señora Hammond, Atwood -intervino una voz masculina y amenazadora, que les resultó familiar.

Lane se puso pálido, toda su valentía desapareció en presencia de Alik. Blaire sintió que se le desgarraba el corazón. Jamás se había alegrado tanto de ver a nadie, pero tenía que controlar sus emociones para no delatarse. Alargó una mano y, sin mirar a Alik, tomó a Nicky en brazos.

– Si descubro que estás molestando otra vez a la señora Hammond, quedarás excluido del proyecto, aunque seas el alumno más brillante del profesor Fawson. ¿Entendido? -continuó Alik.

Blaire lamentó aquel incidente por Lane, por mucho que se hubiera comportado como un tonto. No deseaba escuchar su respuesta ni sentirse más violenta, de modo que echó a andar hacia los remolques a través de los árboles. Pronto oscurecería.

– Papá ha debido darte ya el biberón. ¿Te lo has pasado bien con él en la ciudad?

Blaire apretó el paso para llegar antes que Alik. Necesitaba tiempo para serenarse antes de enfrentarse a él. Sabía que la sometería a un tortuoso interrogatorio.

Nada más abrir la puerta del remolque, un delicioso aroma a comida griega la invadió. Alik había comprado la cena preparada. Las bolsas estaban sobre la encimera de la cocina. No era de extrañar que hubiera salido a buscarla.

Tras poner a Nicky en el corralito, Blaire se apresuró a la cocina a poner la mesa y sacar bebidas. Alik había comprado todas las cosas que le gustaban: souvlaki, gyros, ensalada verde y arroz con limón.

– Esto tiene un aspecto estupendo -comentó al verlo entrar en el remolque-. Vamos a cenar antes de que se quede frío.

– ¿Ha venido él al remolque a buscarte? -exigió saber Alik sin más preámbulos, sin sentarse a la mesa.

– No -contestó ella tomando asiento-, me vio al pasar por su remolque.

– Quieres decir que te estaba esperando -insistió él.

– Seamos justos, se ha comportado como un chico cualquiera de su edad, dispuesto a divertirse si se le presenta la oportunidad. No le ha hecho daño a nadie.

– Quizá creas que no hubiera debido de interferir.

Blaire detestaba aquel tono sedoso de voz, un tono que Alik utilizaba para recalcar ciertos matices sutiles de una insinuación.

– Pues la verdad es que me alegro de que lo hicieras, me estaba poniendo violenta con tanta pregunta. Para ser sinceros, me sentía como una estúpida.

El rostro de Alik, bello y bien bronceado, parecía a punto de explotar.

– Continúa -dijo tenso.

– Sandy le ha contado a todo el mundo que soy tu niñera y tu secretaria -dijo ella respirando hondo-. Supongo que la cosa suena bastante sospechosa, teniendo en cuenta que no tengo ni idea de qué estás haciendo aquí. Y, como la gente siga haciéndome preguntas a las que no sé qué responder, tampoco voy a convencer a los demás.

Blaire mordió un gyros y Alik se apoyó sobre el respaldo de la silla mirándola con el ceño fruncido. Hasta el momento ni siquiera había tocado la comida. La tensión era palpable, Blaire apenas podía tragar.

– ¿Qué es lo que quieres saber?

Blaire bebió unos cuantos sorbos de soda y contestó:

– Quizá me ayudara saber qué es lo que te ha traído a Warwick precisamente, y… y qué es eso tan importante del foso que has descubierto.

Hubo un minuto de silencio tenso, en el que solo se escucharon los ruidos que hacía Nicky.

– Te lo enseñaré después de la cena -dijo él dando un mordisco de su souvlaki.

Aliviada, Blaire continuó comiendo antes de levantarse para preparar el café. A Alik siempre le había gustado tomar una taza de postre. Aquella noche él podría terminar el pastel de manzana que ella había preparado el día anterior. Blaire no tenía nada que hacer mientras Nicky dormía, aparte de cocinar o leer. Alik no tenía televisión, aunque en realidad no le importaba. Al comenzar a salir juntos Blaire y Alik habían acordado no comprar televisión cuando se casaran. Siempre habría periódicos o emisoras de radio de las que echar mano. Blaire cerró los ojos y recordó a Alik susurrando, labios contra labios:

«Probablemente ni siquiera los necesitaremos, porque pienso estar muy ocupado todas las noches con mi preciosa mujercita».

– Por favor, limpia la mesa en cuanto consigas olvidar a tu novio. Quiero extender el mapa.

Blaire abrió los ojos de golpe. No era fácil encajar momentos como ese. Luego limpió la mesa esperando que Alik no notara que estaba ruborizada. Le hubiera preparado el biberón a Nicky, pero aún era pronto.

Blaire miró por el rabillo del ojo y vio a Alik desenrollando algo largo y grande, sujeto con una goma. Cuando lo abrió Blaire, sorprendida, lo reconoció. Alik, siempre alerta, escrutó su rostro.

– ¿Ocurre algo?

– No, nada, es solo que recuerdo haber visto ese mapa el día en que entré en el remolque a esperarte. Me… me preguntaba dónde estaba.

Alik lo extendió sobre la mesa. Tras hablar con sus amigos, los nombres de Tooele y Laramie tenían ya sentido para Blaire. Una vez más y, siguiendo un acuerdo tácito, ambos se sentaron a la mesa.

– Antes de que desaparecieras de mi vida, recibí una invitación para asistir a un seminario en Londres relacionado con la construcción de un túnel bajo el Canal de Inglaterra. En aquella época yo creía que íbamos a casarnos y que para entonces estaríamos en nuestra luna de miel, así que decliné la invitación. Pero, tal y como descubrí en Kentucky, la vida es lo que te ocurre inesperadamente cuando tienes otros planes.

La amargura que delataba la voz profunda de Alik le hizo a Blaire sentir aún más profundamente, si cabía, su culpabilidad. Alik respiró hondo y prosiguió:

– Al no encontrarte a mi vuelta, decidí marchar a Inglaterra. Allí fue donde conocí a Dominic Giraud y a Zane Broderick, que también asistían al seminario. Dom es quien tiene la visión y los contactos.

– ¿La visión de qué? -preguntó Blaire que, tras preguntarse continuamente por Alik durante todos aquellos meses, recibía aquella información como agua de mayo.

– Supongo que, teniendo en cuenta que quizá compartamos la custodia de Nicky, tienes derecho a saber que esos chicos y yo estamos construyendo un tren de alta velocidad que unirá Warwick con San Francisco.

– Un tren de alta velocidad… que levitará por la fuerza del magnetismo -murmuró Blaire-. Recuerdo haber oído hablar de ello en las clases de física. ¡Es fantástico!

– Lo será, cuando esté terminado.

– ¡Nuestro país necesita ese transporte! ¡Con urgencia! -gritó ella con entusiasmo-. Así la gente podrá ver el paisaje mientras viaja, pero no tendrá que preocuparse de conducir ni de accidentes -Blaire tuvo la sensación de que Alik estaba a punto de decir algo, pero luego debió pensarlo mejor-. ¿Y qué velocidad alcanzará?

– El prototipo en el que está trabajando Zane va a alcanzar los seiscientos cincuenta kilómetros por hora.

– ¡Es increíble! -sacudió la cabeza Blaire-. Es el proyecto más importante en el que has trabajado jamás.

– Exacto.

Aquella escueta respuesta no logró engañar a Blaire ni por un momento. Para él un proyecto como aquel lo era todo. Dios le había respondido, al menos, en una de sus plegarias. Blaire había rezado muchas veces pidiéndole a Dios que Alik pudiera continuar con su vida. Y, en cuanto a Nicky, Blaire sabía a ciencia cierta que le había causado a su padre la mayor alegría de su vida.

Blaire trató de controlar sus emociones y se levantó para echarle un vistazo al niño. Era un ángel, estaba tumbado escuchando. Se le había caído el chupete, pero no parecía importarle. Blaire se arrodilló a su lado y se lo metió en la boca.

– ¿Y… y cómo va el tema de los derechos sobre las tierras? -preguntó tartamudeando.

– Dom está trabajando en los territorios de Utah y Nevada.

– ¿Y qué significan los colores del mapa, junto a la línea?

– Representan los distintos tipos de tierra sobre los que tendremos que construir las vías.

– Comprendo -contestó Blaire, para quien todo comenzaba a cobrar sentido-. ¿Y qué hay del foso de ahí fuera?

– Comenzamos a cavar hace un mes, pero de pronto tuvimos que dejarlo porque la aplanadora descubrió huesos.

Blaire se puso en pie y continuó observando a Nicky.

– ¿Cuantos años estimas que tienen los huesos de ese foso?

– Quizá sean del año 400 A.C., están esparcidos por todo el estado de Nueva York.

Blaire gritó sorprendida, y aquello asustó a Nicky.

– Lo siento, cariño -se lamentó Blaire inclinándose para tomar al bebé en brazos y acunarlo-. Lane me dijo que el profesor Fawson no había desenterrado más que una pequeña parte.

De pronto Alik se puso en pie.

– ¿Quieres decir que Atwood te habló de algo interesante aparte de tratar de llevarte a la cama?

Hubiera podido creer que aquel encuentro con el estudiante había suscitado los celos de Alik, pero no podía ser. Era imposible, teniendo en cuenta cuánto la odiaba por lo que le había hecho. Ni siquiera sabía si algún día la perdonaría.

Alik enrolló el mapa, y eso señaló el fin de la discusión. Tendría que conformarse con aquella escueta información, hasta que se trasladara a San Diego con Nicky, en el plazo de tres semanas. Blaire esperaba con ansiedad ese momento, porque no había roto su parte del trato ni tenía intención de hacerlo.

– Lane está enamorado de sí mismo, no es tan distinto de otros chicos de su edad.

El nervio de la mandíbula de Alik, que Blaire había observado temblar en otras ocasiones, cuando estaba tenso, era perfectamente visible en ese momento. Sus ojos verdes la miraron penetrantes, brillantes y llenos de reproches.

– Tiene la misma edad que Rick.

Blaire sintió que se le secaba la boca. Tenía que pensar en algo, y deprisa.

– Rick y yo nos conocimos cuando estaba embarazada, eso cambia las cosas por completo -contestó dejando a Nicky en brazos de Alik, sin vacilar-. Si le cambias de pañal yo prepararé el biberón.

Sin embargo, Alik no abandonó la habitación como ella esperaba. En lugar de ello preguntó:

– ¿Y cuánto tiempo había transcurrido desde que huiste de la prisión en la que esperabas tu sentencia de muerte conmigo hasta que lo conociste?

«No, Alik, cariño».

– Él… él vino a casa de mis padres a pedirme que le pasara a máquina un curriculum por si decidía trabajar para otra empresa de construcción.

– ¿Pasar a máquina?

– Sí, así es como he estado ganándome la vida -contestó Blaire apartando la mirada-. Me anuncié en los periódicos y en el diario del campus.

– ¿Y cuánto tiempo había pasado cuando apareció él en casa de tus padres? -insistió Alik.

– Cinco meses -contestó Blaire, que hubiera deseado gritar que no lo sabía.

– Entonces no has estado mucho tiempo con él, debe estar ya poniéndose nervioso -comentó Alik clavando la daga un poco más hondo.

Los aspavientos de Nicky impidieron que Blaire contestara. Alik, evidentemente, se veía desgarrado ante la necesidad de atender a su hijo y sus ganas de atormentarla. Por fortuna, las necesidades del niño prevalecieron. Alik giró en redondo y se dirigió a grandes pasos hacia el dormitorio del remolque llevándose a Nicky.

Blaire no sabía cuánto tiempo más podría seguir viviendo con aquella mentira que crecía y crecía desproporcionadamente y que acabaría por separarlos de una manera definitiva. Se acercó al dormitorio y le tendió el biberón.

– Toma, aquí tienes.

– Quédate conmigo mientras le doy el biberón, tengo que hablar contigo.

Blaire obedeció. Se quedó de pie junto a la cuna, apoyándose en ella. Resultaba tremendamente peligroso sentarse en la cama junto a Alik, no podía entrar en aquella arena de lidia deseándolo como lo deseaba.

– Escucha, Alik… -comenzó a decir extendiendo las manos en el aire-, Lane desde luego, ha sobrepasado los límites, pero no le ha hecho daño a nadie.

Alik ladeó la cabeza y dirigió su fría mirada hacia ella.

– Ya he hablado con él, pero tranquila, no tendrás que preocuparte más por eso, porque la semana que viene ya no viviremos aquí.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó ella.

– Que mi trabajo aquí ya ha terminado, que ya se pueden construir las vías de aquí a Wyoming. Ahora tengo que estudiar el terreno en la mitad oeste de los Estados Unidos, y eso significa que tendré que mudarme. Hannah nos deja instalar el remolque en su propiedad a las afueras de Laramie. Tendremos agua. Remolcaremos el coche, y así podrás disponer de transporte cuando estemos allí. Me gustaría que nos marcháramos el lunes por la mañana a primera hora, así podríamos deshacernos de las cosas que nos sobran durante el fin de semana.

Blaire se giró dándole la espalda. Aquello le hacía sentirse realmente mal. Alik continuó:

– Siento que la idea te resulte tan repugnante, pero siempre has sabido que mi trabajo me obligaría a mudarme de un lado a otro.

– No entiendes nada, Alik -murmuró ella-. Una cosa es montar esta farsa en la excavación, entre extraños, y otra muy distinta tener que vivir con tus mejores amigos cuando deben tener una opinión horrorosa de mí… No… no creo que pueda soportarlo.

– ¿Quieres decir que no vas a poder continuar otras dos semanas más? Bien -comentó él con voz de seda, terminando con la paciencia de Blaire-. Nadie te está apuntando con una pistola, Blaire. Cuando quieras vas al aeropuerto y vuelves a casa con tu novio, si eso es lo que quieres. Nicky y yo nos sentiremos muy felices de llevarte al aeropuerto.

Blaire parpadeó tratando de evitar que las lágrimas resbalaran por sus mejillas.

– Jamás podría ceder, y tú lo sabes.

– Entonces fin del problema -contestó él satisfecho-. Ahora voy a quedarme aquí con Nicky y a acostarlo esta noche. Si quieres, puedes utilizar el ordenador para mandarle un mensaje a Rick. El otro día se me olvidó decírtelo.

– No le funciona el módem.

– Vaya, pero al menos puedes llamar por teléfono y escuchar su voz.

Blaire necesitaba desesperadamente cambiar de tema, sentía náuseas.

– Voy al salón a completar el álbum de fotos de Nicky.

– ¿Te he dicho ya que en algunas de esas fotos Nicky se parece a mi madre cuando era bebé? Si no fuera por la calidad de la película ni tú sabrías distinguirlos.

El hecho de que Alik mencionara a su madre asustó tanto a Blaire que enseguida supo que vomitaría. Era una suerte que el baño estuviera tan cerca. Cerró la puerta y vomitó.

– ¿Blaire? -la llamó Alik alarmado.

– Estoy… estoy bien.

Blaire se enjuagó la boca y se lavó los dientes. Minutos más tarde, al salir del baño, vio a Alik de pie, junto a la cuna, donde Nicky estaba acostado. Sus rasgos esbozaban una mueca.

– ¿Por qué no me has dicho que te encontrabas mal?

– No lo sé, ha sido de repente.

– Vete a la cama, yo me ocuparé de todo. ¿Necesitas que te ayude a desvestirte?

Podía soportar la ira de Alik, pero no su ternura.

– No, gracias. Creo que voy a tumbarme aquí un minuto hasta que se me pasen las náuseas.

– ¿Quieres que me lleve a Nicky?

– Sí, por favor.

Se hizo un largo silencio. Luego él añadió:

– Buenas noches. Si necesitas algo, llámame.

Lo necesitaba a él.

Alik tomó en brazos al niño y abandonó la habitación. Luego, apagó la luz y dejó la puerta entornada.

Se sentía débil debido al repentino vómito, así que cerró los ojos durante un segundo esperando levantarse enseguida para ponerse el camisón. Sin embargo, de improviso, eran las tres de la madrugada. Nicky hacía aspavientos y ruidos exigiendo el biberón, pero le llevó un rato ponerse a llorar a pleno pulmón.

Blaire se sentía mucho mejor, así que salió de la cama. Seguía vestida. Desde su llegada, Alik se había levantado todas las noches para cuidar del bebé. Blaire sabía que jamás lo confesaría, pero tenía que estar exhausto. Era su turno de descanso.

Blaire decidió no encender ninguna luz, y atravesó el remolque hasta el corralito.

– ¡Oh! -gritó al sentir que chocaba contra el cuerpo de Alik, duro y musculoso.

Él la abrazó para evitar que ninguno de los dos cayera al suelo.

– ¿Qué estás haciendo levantada? -preguntó con voz ronca, adormilada, con una voz que sonó curiosamente íntima.

Alik seguía sin soltarla. Sus manos la acariciaban la espalda tal y como solía hacer en el pasado. El corazón le latía tan fuerte que Alik tuvo que sentirlo retumbar contra su pecho.

– Pensé que… que ya era hora de que durmieras una noche entera, para variar.

– ¿Ya no te encuentras mal?

Blaire podía sentir su cálido aliento en la mejilla. Su boca estaba peligrosamente cerca de la de ella. Si volvía la cabeza un centímetro…

– No, se me pasó.

Probablemente Alik no llevara nada debajo de la bata. De pronto Blaire sintió pánico nada más pensarlo y se apartó para abrazar a Nicky. Gracias a Dios ella iba vestida.

– Como los dos estamos despiertos yo calentaré el biberón y te lo llevaré a la cama. ¿Qué te parece?

No, sería mejor que no.

– Bi… bien -contestó Blaire besando la cabeza de Nicky-. Vamos, cariño, papá tendrá listo el biberón para cuando te haya cambiado.

Aquellas palabras fueron proféticas. Alik apareció en el dormitorio justo cuando Blaire se sentaba en la cama con Nicky en brazos. El se acercó y se sentó a su lado. Aquella proximidad le hizo respirar más rápidamente.

– Te he traído un té helado con limón -dijo él tendiéndole el vaso.

– Gracias.

– De nada. Y ahora tu biberón, jovencito.

Para sorpresa de Blaire, Alik permaneció en el dormitorio. Sostuvo el biberón mientras Nicky comía en brazos de ella. Blaire podía sentir la mirada de Alik sobre sí en medio de la oscuridad.

– ¿Qué tal está?

– Divino -contestó ella refiriéndose al té.

– Bien, bébetelo todo. No quiero que te deshidrates.

Aterrorizada al sentirse tan cerca de él, Blaire bebió el té lo más deprisa que pudo. Las manos de ambos se rozaron al tenderle el vaso vacío. Se suponía que Alik debía de ponerse en pie y marcharse, pero no hizo ninguna de las dos cosas. En lugar de ello, Blaire adivinó por sus movimientos que dejaba el vaso en el suelo. La intención de Alik, evidentemente, era quedarse donde estaba y terminar de darle el biberón a Nicky. El corazón de Blaire ya no retumbaba, galopaba.

– Alik…

– ¿Sí?

– Me… me encuentro mucho mejor. ¿Por qué no vuelves a la cama? Yo acostaré a Nicky.

– Ya que estoy aquí, me da igual. Creo que a Nicky le gusta tenernos a los dos, le hace sentirse seguro y amado.

– ¿Quieres apartar el biberón un momento? Le toca echar los aires -le recordó Blaire con las mejillas encendidas.

Fuera cierto o no que Nicky se había tomado el biberón, Blaire necesitaba hacer algo, romper el hechizo que Alik tenía sobre ella. Sostendría al niño contra su hombro hasta que cayera dormido. Alik continuó sin moverse. Blaire lo sintió elevar una mano para acariciar la cabeza del bebé.

– Es una criatura milagrosa, Blaire.

– Sí, lo sé -respondió ella con el pecho oprimido, tratando de respirar.

– ¿Cuánto tiempo estuviste de parto?

– Unas cuarenta y ocho horas.

– Debió parecerte una eternidad. ¿Te dolió mucho?

– En realidad no, es decir, cuando llegué al hospital y me medicaron.

– ¿Y estuvo Rick contigo?

– No, estaba fuera de la ciudad, trabajando en una obra.

– Entonces, ¿quién estuvo contigo para ayudarte en aquella dura prueba?

– Mis padres y… la tía Diana.

– De haberlo sabido, yo habría estado contigo, y tú lo sabes -añadió Alik dejando que su mano llegara hasta la mejilla de Blaire para acariciarla.

Blaire sintió que todo su cuerpo se encendía al sentir aquel dedo hacer círculos cada vez más grandes hasta rozar el contorno de sus labios.

– Sí, lo sé -contestó temblorosa, volviendo la cabeza para evitar que él siguiera acariciándola.

Con cada caricia, sin embargo, Blaire se iba hundiendo en un mundo de sensaciones, incapaz de gritar o de protestar. Aquellas caricias la habían reducido a un conjunto de pequeños gemidos. Alik se puso en pie y le quitó a Nicky de los brazos. Dejó al bebé sobre la colcha y volvió a su lado. Blaire lo escuchó murmurar algo ininteligible, después posó los labios sobre los de ella y acalló aquellos gemidos mientras la hacía tumbarse con la espalda contra el cabecero.

Asaltada por la repentina euforia, por el éxtasis, Blaire respondió a aquel exigente ataque sin poder evitarlo. El sabor y la textura de su boca alimentaban su deseo hasta hacerla retorcerse de placer. Con la habilidad inigualable de un experto, Alik la hizo penetrar en el torbellino del deseo. Cada vez más profundamente. Blaire perdió toda noción de lo que la rodeaba.

No fue capaz de apartar los labios de Alik hasta que Nicky no comenzó a hacer aspavientos y a llorar. Entonces, horrorizada, descubrió lo que hubiera podido ocurrir de haber dejado que las cosas continuaran por ese cauce.

– Nicky… tiene que terminar el biberón.

– De acuerdo -murmuró él-. Pero después nosotros terminaremos lo que hemos comenzado.

– ¡No, Alik! Sea lo que sea, no debe volver a suceder. Quizá fuera inevitable, ya que jamás nos despedimos. Será mejor que consideremos eso como nuestra despedida.

– ¿Llamas a eso una despedida? -bromeó él seco-. Me pregunto qué diría tu novio si supiera que he sido yo el que ha recibido todo ese caudal de energía sexual ahora mismo.

– Has sido tú quien me ha besado -alegó ella con voz trémula.

– ¿Y por qué no me has pedido que saliera de la habitación? Estaba esperando a que lo hicieras.

– No quería asustar a Nicky.

– No te creo.

– ¿Crees acaso que he disfrutado? -preguntó ella a voz en grito, con el rostro colorado.

– Sé que has disfrutado -musitó él con voz profunda.

– Te equivocas. Te he devuelto el beso porque me daba pena después del daño que te había hecho dejándote así, sin dar la cara. Solo un niño actúa así. Merecías algo más.

– Me gusta tu forma de recompensarme -susurró él-. Espero con ansiedad un poco más de ese consuelo en cuanto nuestro hijo esté en la cuna.

– Pues tendrás que usar la fuerza, y jamás te he creído capaz de ello. Ya te dije, cuando rompí contigo, que era demasiado joven e inexperta para manejar a un hombre como tú.

El misil que acababa de disparar había dado en el blanco. Blaire sintió que Alik se alejaba física y emocionalmente de ella. No deseaba herirlo, eso era lo último, pero si él volvía a tocarla, acabaría por comprender que todo era mentira, y entonces todo su mundo se vendría abajo. Blaire habría hecho cualquier cosa con tal de evitarlo. Alik se levantó de la cama.

– Por eso has elegido a un hombre al que poder despreciar. ¡No estás enamorada de Rick! -exclamó él-. Lo que me preocupa ahora es que, cuando Nicky crezca, se dará cuenta de que su madre es incapaz de amar como un adulto, y le echará la culpa. Puede que sea mejor que me quede yo con la entera custodia. Estaría solo, pero al menos no habría sido por mi elección. Nicky podría perdonármelo fácilmente. Piénsalo…

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