Hannah Giraud insistió en llevar a Blaire al supermercado de Laramie a hacer la compra. Alik las observó marcharse con una sensación de pérdida tal que comprendió que tenía un problema, un grave problema. Durante el viaje, siguiendo un acuerdo tácito, ninguno de ellos habían hablado de temas espinosos.
Blaire había mostrado un interés genuino en el proyecto del tren de alta velocidad, y le había hecho innumerables preguntas que él había contestado de buena gana. Un tema había ido dando paso a otro, y al final habían acabado hablando del tren intercontinental y de su importancia en la apertura del Oeste. Después, la conversación giró hacia el asunto del Pony Express y, por último, Alik le había contado cómo se habían conocido Hannah y Dominic y su historia de amor.
Como resultado de todo ello habían pasado tres gloriosos días juntos, disfrutando de un otoño muy moderado. Con su hijo bien sujeto a la silla justo detrás de ellos, Alik había experimentado tal sensación de ser una familia, se había sentido tan bien, que no le parecía posible que Blaire fuera a quedarse solo dos semanas más para volver después a San Diego con su hijo y casarse con Rick Hammond.
Cuando lo pensaba, sentía como si una negrura invadiera su alma, se sentía ciego de dolor. El consejo de Zane cobraba sentido más que nunca. Cuanto antes hablara con el prometido de Blaire y le hiciera saber que tenía pensado mantenerse cerca de su hijo de por vida, antes descubriría de qué pasta estaba hecho aquel hombre.
Tal y como Zane había dicho, algunos hombres jamás serían capaces de soportar una situación como esa de por vida. Alik estaba decidido a descubrir hasta qué punto estaba Rick Hammond enamorado de Blaire en cuanto volvieran de Nueva York.
Nicky era la única razón por la que Alik consideraba la idea de asistir a la fiesta de sus padres. Desde luego no lo hacía por su padre. Blaire tenía mucha razón al decir que debían olvidar toda enemistad en la familia por el bien de su hijo, que tendría que crecer en el seno de una enorme familia con muchos abuelos.
Si las relaciones continuaban siendo tensas, su hijo se mostraría curioso y haría preguntas cuando creciera. Se vería pillado en medio y acabaría enfermo, igual que él. Y si la historia se repetía a sí misma entonces Alik no había aprendido nada sobre la vida.
Tenía que hacer un esfuerzo por comportarse de una manera civilizada con los de su propia carne y sangre, por el bien de su hijo. Blaire había hecho un trabajo excelente en ese sentido, pero no había conseguido engañarlo ni por un segundo. Alik sabía lo cruel que podía llegar a ser su madre. Aún recordaba atormentado el dolor que le había causado a su hermano Reed.
Alik sabía, ya desde la adolescencia, que, a juicio de Estelle Jarman, ninguna mujer sería lo suficientemente buena para él. Así se lo había explicado a Blaire antes de llevarla a Nueva York a conocer a su familia, quería asegurarse de que ella lo comprendía. Blaire jamás hubiera debido de sorprenderse de que su madre no la aceptara como nuera.
Blaire le había asegurado entonces que nada de lo que pudiera decir su familia conseguiría cambiar su amor y, por otro lado, el sorprendente y cordial recibimiento de sus padres en aquel momento, nada más conocerla, lo había dejado tranquilo. Por eso había dejado a Blaire con su familia unos días para atender a una situación de emergencia y cubrir la ausencia de un amigo en un seminario.
Si su familia había sido de algún modo responsable de la ruptura del compromiso, Blaire jamás había dicho una palabra. ¿Por qué, si era así, iba a insistir ella en ir a Nueva York el fin de semana, al cumpleaños de su padre? Por Nicky. El niño había conseguido hacer madurar a Blaire de tal modo que Alik estaba admirado.
Alik observó a Dominic, que contemplaba admirado a su hija de diez meses en el columpio, y comprendió la enorme transformación que se había producido en él. Dom siempre había sido una bella persona, pero la pequeña Elisabeth había transformado a aquel mundano y cínico soltero en un padre y un marido ejemplares, añadiendo una faceta nueva a su carácter.
Y así quería ser Alik. Quería ser un hombre al que Nicky pudiera amar y respetar. Y si, a pesar de todo, Nicky crecía y deseaba algo distinto, entonces había llegado el momento de demostrarle otra vez su amor, su tolerancia y su comprensión.
Nicky sería todo lo que jamás tendría de su propia sangre. Al mirarlo embelesado con Elisabeth, Alik se prometió hacer todo cuanto estuviera en su mano para salvaguardar ese amor.
– Un franco por tus pensamientos, mon ami.
– Solo estaba pensando en lo buen padre que te has convertido -contestó Alik sonriendo.
– Esperemos -contestó su amigo encogiéndose de hombros-. Hace dos días Hannah me informó de que vamos a tener un niño. Sinceramente, estoy aterrado.
Aquello era lo último que esperaba oír. Alik le dio unas palmaditas en la espalda a Dom.
– Eres un hombre de suerte, ¿lo sabías? Tienes una mujer preciosa que te quiere, una hija pequeña que te adora, y ahora vais a tener un hijo juntos. Deja que te diga algo, Dom. Hacerle el amor a Blaire, concebir a Nicky, ha sido la experiencia más increíble de mi vida hasta el momento, pero no puedes imaginarte lo aterrado que estoy ante la idea de que la mujer a la que amo se case con otro hombre.
Bajo sus cejas negras, los inteligentes ojos de Dominic buscaron los de su amigo por un momento.
– ¿Quieres decir que no has logrado descubrir nada desde que está viviendo contigo? ¿Nada que pueda darte una pista de por qué huyó?
– Pensaba que la causa era mi padre, pero mi madre descubrió el sábado pasado que Blaire estaba conmigo y vino a ver a Nicky. Hasta convenció a Blaire de que viniera a Nueva York, al cumpleaños de mi padre, el próximo sábado. Y, si Blaire está deseando ver a mi padre, entonces mi teoría se viene abajo.
– Alik… -contestó Dominic, sin dejar de maquinar con su brillante cerebro-… ¿se te ha ocurrido pensar cómo es posible que una mujer que el año pasado huyó de ti a toda prisa vuelva a ponerse este año en la misma situación cuando aún no se ha casado?
Alik cerró los ojos apretando con fuerza los párpados.
– Me he hecho tantas preguntas a mí mismo que son casi como un martillo en mi cerebro, pero aún no he conseguido hallar una solución que tenga sentido. Quizá Blaire tenga tanto miedo de que reniegue de nuestro trato que esté dispuesta a hacer cualquier cosa para agradarme.
– ¡No hasta ese punto! Esa es justamente la razón por la que no encaja. Tú y yo hemos sufrido problemas muy similares en nuestra familia. El día en que los dos admitimos que no podíamos superar la situación con respecto a nuestros padres fue un día triste. ¿No crees que quizá haya llegado la hora de admitir que ocurre lo mismo con tu madre? -la pregunta de Dominic quedó en suspense, en el aire-. Excepto por el hecho de que Blaire está deseosa por volver a la escena del crimen -insistió Dom.
– Es más que eso, Dom, me rogó que fuéramos. Su excusa era que teníamos que hacer todo cuanto estuviera en nuestra mano para allanarle el camino a Nicky. Si mi madre se trae algo entre manos con Blaire, no imagino qué pueda ser.
– Ni yo, pero cuando vayas a Nueva York mantendrás los ojos y los oídos bien abiertos, ¿n'est-ce pas? Como decís en inglés, huelo a rata. Y Zane también.
– Lo sé, hablamos el otro día.
– Llegará aquí mañana. Quizá tres cabezas reciban por fin la inspiración divina.
– Eso suena bien -contestó Alik pasándose una mano por el pelo-. No me vendría mal una intervención de Dios, sino, no sé cómo voy a resolverlo, Dom.
– Por desgracia yo he pasado por lo mismo que tú, y sé exactamente a qué te refieres. Vamos, demos una vuelta con los niños por el jardín.
Blaire vio dos figuras altas y masculinas paseando entre el establo y la cabaña de madera, en la distancia. La dureza del paisaje del Oeste, tras la vegetación del lugar de la excavación, formaba un contraste sorprendente.
En el Oeste, el aire helado y seco resultaba mucho más fino. Blaire, que había vivido toda su vida junto al mar, sentía que sus pulmones aún se estaban ajustando a aquella altitud de setecientos metros sobre el nivel del mar.
La esposa de Dominic, Hannah, era una bella rubia, una persona encantadora que irradiaba felicidad y energía. Blaire comprendía que Alik valorara tanto su amistad. Desde su llegada, a mediodía, los Giraud se habían mostrado deseosos de ayudar. Más aún, la habían tratado a ella con cordialidad y respeto. Fueran cuales fueran sus sentimientos, Nicky y ella habían recibido el mismo trato que Alik. Aquella generosidad pesaba sobre Blaire, que veía aumentar su pena al darse cuenta de lo que perdería cuando se marchara a San Diego.
– Creo que se han llevado a los niños consigo -comentó Hannah al entrar en el remolque con las bolsas del supermercado-. Vamos a darnos prisa ahora que están fuera. Deja que te ayude a traer el resto de cosas del coche. Lo guardaremos todo antes de que lleguen los niños muertos de hambre. ¡Otra vez!
Ambas rieron. A Blaire le encantaba Hannah.
– Si insistes, pero entonces te repito que Dominic y tú tendréis que quedaros a cenar. A Alik le encantan los tacos de gamba. ¿Te gustan a ti?
– Bueno, en otro momento te habría dicho que son divinos.
– Ah, pues si prefieres, hago otra cosa.
– No, a ellos les encanta el pescado, soy yo la que tiene un problema. Acabo de descubrir que estoy embarazada.
Blaire dio un grito de satisfacción.
– Pues no creo que Alik lo sepa, sino me lo habría dicho.
– Bueno, supongo que a estas horas Dominic ya le habrá dado la noticia -contestó Hannah-. He tenido náuseas. Me ocurre por las tardes, suele pasárseme hacia las nueve.
– Sé de qué me hablas, Hannah. Para mí el refresco de cola fue un salvavidas durante los nueve meses. Me alegro de haber comprado seis litros esta tarde.
– Bueno -asintió Hannah-, mi ginecólogo me ha prescrito una medicina. Dice que en un par de días estaré mucho mejor.
– Espero que sí.
– No sabes cuánto me alegro de que hayas venido. Este es mi primer embarazo, y como tú acabas de pasar por la experiencia tengo un montón de preguntas que hacerte.
– Pero yo pensaba que Elisabeth…
– ¿Es que no te lo ha contado Alik?
– Me dijo que Dominic había adoptado a Elisabeth -contestó Blaire apartando los ojos-, pero pensé que era tuya.
Tras unos instantes en silencio, Hannah contestó:
– Comprendo. Bueno, mi hermana era una adolescente cuando se quedó embarazada de Elisabeth. El padre huyó. Resumiendo, Dominic y yo la adoptamos, con la bendición de mi hermana, como si fuera nuestra. Ahora mi hermana está felizmente casada, y cuando sean más mayores y estén preparados para asumir esa responsabilidad, esperan poder tener familia.
– ¡Qué maravilloso es eso para Elisabeth! -comentó Blaire con lágrimas en los ojos-. Para todos. ¡Qué suerte! Supongo que vosotros estaréis muy nerviosos de tener vuestro propio hijo.
– Lo estamos -contestó Hannah con voz trémula-. Espero que sea niño. Dominic le tiene mucha envidia a Alik. Tu Nicky es tan dulce, tan guapo como Alik. He pillado a mi marido contemplándolo un montón de veces. Lo mira con anhelo…
– Sí, cuando le mostré a Alik a su propio hijo, aquella fue la imagen más sorprendente que había visto jamás. Sea niño o niña, Dominic se enamorará irremediablemente de él.
– Alik ha cambiado mucho desde que vino aquí la última vez -comentó Hannah mirando a Blaire pensativa-. Le sienta bien ser padre. Escucha, Blaire, no tengo ni idea de qué ocurrió entre vosotros, y desde luego no es asunto mío. Por favor, perdóname si me meto en algo demasiado personal, pero tengo que decirte que quiero mucho a Alik, y te admiro por haberle dicho que tenía un hijo.
Aquellas palabras le llegaron a Blaire hasta lo más hondo del corazón. Ella bajó la cabeza, y Hannah continuó:
– Alik siempre estuvo con nosotros cuando Dominic y yo lo necesitamos, aun cuando estaba destrozado por la ruptura de vuestro compromiso… aun, incluso, cuando las cosas iban tan mal entre nosotros que pensé que nos separaríamos. El hecho de que hayas venido y le hayas ayudado a hacerse a la idea de que es padre… bueno, eso le ha dado energías nuevas en la vida. Comprendo que para ti tiene que ser muy difícil vivir con él ahora, cuando estás planeando casarte el mes que viene. Lo único que puedo decirte es que te admiro por enfrentarte a una situación para la que la mayor parte de las mujeres no tendrían coraje.
– Gracias -susurró Blaire-, pero eres tú quien merece esos halagos. Yo te admiro por cuidar de Elisabeth, por amarla cuando tu hermana no podía hacerlo. Es una historia tan tierna -terminó aclarándose la garganta.
– Los bebés son irresistibles, ¿no crees? -contestó Hannah, tan emocionada como Blaire.
– Sí.
– Dominic era como la plastilina la primera vez que puse a Elisabeth en sus manos. ¡Te juro que se enamoró de ella antes que de mí!
– Tienes un marido maravilloso.
– Lo sé -contestó Hannah sorbiéndose la nariz-. ¿Cómo es tu novio? ¿Tienes alguna foto de él?
Aquella pregunta hizo renacer el dolor en Blaire.
– No, me… me las dejé. Cuando fui a Nueva York, solo planeaba estar allí tres días. R… Rick es completamente distinto de Alik. Escucha, ¿por qué no te tumbas en el sofá mientras hago la cena? Te traeré una cola.
– Deja que te ayude.
– No, por favor, quiero hacer esto por vosotros. No es fácil cuidar de un bebé de diez meses estando embarazada. Si sales de la cocina, quizá el olor a gambas no te moleste tanto -añadió tendiéndole una lata de cola-. ¿Quieres ver el álbum de fotos de Nicky?
– ¡Me encantaría!
– Está en el dormitorio, iré a por él.
Al volver Blaire con el álbum, Hannah añadió:
– Dominic y yo estábamos tan nerviosos por ver una foto de Nicky con Alik por el correo electrónico que cuando la recibimos, la pegamos en la nevera.
– ¿Tienes sitio en la casa para el bebé que estáis esperando?
– ¡No! -rio Hannah-, es casi tan pequeña como este remolque. Por suerte la casa nueva estará terminada hacia mayo, para cuando llegue el bebé.
– ¡Qué ilusión! -exclamó Blaire desde la cocina mientras salteaba cebollas y pimientos-. ¿Dónde la vais a construir?
– Justo aquí, en esta propiedad, con los caballos. Alik y Zane son tan nómadas que les hemos dicho que se vengan aquí a construir su casa también. Cuando estén preparados, claro. Hay terreno suficiente para todos, manteniendo la intimidad.
– ¿Y… y Alik os ha dicho que sí? -preguntó Blaire incapaz de contenerse.
– Se lo está pensando -no quería que Hannah le contara nada más. Oír aquello la estaba matando, porque jamás formaría parte de ello-. ¿Te ha contado Alik que el tren de alta velocidad pasará por mi propiedad?
– No, no tenía ni idea.
– Es emocionante descubrir que estas tierras formaron parte del Pony Express y que ahora se usarán para un nuevo tren revolucionario.
– Pero ¿no va a costar eso billones de dólares?
– Sí, desde luego. Los hombres están arriesgando hasta el último penique en este proyecto, sus fortunas enteras dependen del éxito. Durante este último mes he estado viajando con Dominic, tratando de ayudarlo, de hacer mi parte, que no es mucho.
Para Blaire, viajar por todo el país con Alik le había hecho darse cuenta de lo que podría significar trabajar con él, unirse a él en ese sueño que aquellos notables hombres se empeñaban en hacer realidad. Al enterarse de lo caro que saldría aquel proyecto se dio cuenta, más que nunca, de que había hecho lo correcto al romper con Alik. Sin embargo, jamás envidiaría a nadie tanto como envidiaba a Hannah Giraud.
– Si me disculpas un segundo, enseguida vuelvo.
Blaire entró en el baño justo a tiempo para aferrarse a la toalla y romper a llorar. Así amortiguaría el sonido.
– Blaire, vas a tener que darle la receta a mi mujer. Son los mejores tacos que he comido en mi vida -comentó Dominic ayudándola a quitar la mesa.
– Gracias -murmuró Blaire mientras llenaba el lavaplatos.
Una vez que todo estuvo recogido, Dominic se sentó en el sofá a jugar con Nicky y Alik ayudó a Hannah a dar de comer a Elisabeth. Cuando Blaire entró en el salón, Dominic levantó la vista.
– ¿Por qué no vais Alik y tú a dar un paseo a caballo, antes de que se haga de noche? Puede enseñarte por dónde van a pasar las vías.
No, no se atrevía.
– Quizá sea mejor que no, yo… yo solo he montado a caballo un par de veces en mi vida, y además Alik estará cansado del viaje…
– Jamás me había sentido más despierto -intervino Alik poniéndose en pie-. Tranquila, Blaire, te divertirás.
– No te preocupes por Nicky -añadió Dominic-. Hannah y yo guardaremos el fuerte. Quiero ir acostumbrándome a este pequeñito. Me va a ayudar a ejercitarme para el gran acontecimiento.
Blaire observó el íntimo intercambio de miradas entre Dominic y Hannah. El amor que se tenían el uno al otro era palpable.
– Usa mi chaqueta si tienes frío, Blaire. Está colgada en el establo.
– Gracias, Hannah.
Tras inclinarse para besar a Nicky, Blaire salió del remolque detrás de Alik. El establo estaba a poca distancia. Hacía frío, pero los colores que el sol arrancaba al cielo con su puesta eran muy bellos.
Alik abrió la puerta del establo. Cuando Blaire lo alcanzó, él había salido y le tendía la chaqueta de Hannah. Blaire evitó su mirada y se la puso. Las manos de Alik sobre sus antebrazos parecían reacias a dejarla marchar. Blaire se apartó con el pulso acelerado y caminó hacia el establo apenas sin aliento.
– ¡Pero si solo hay un caballo! -gritó alarmada.
– Exacto -contestó él-. El semental de Dominic está en el veterinario. Esta es la yegua de Hannah, Cinnamon -Alik alcanzó las riendas, colgadas de la pared, y se las colocó al caballo entre los dientes-. Vamos, ven. Ponte de pie, aquí, yo te ayudaré. Apoya el pie aquí, en mis manos.
Aquello la obligaría a estar muy cerca de él, que era justamente lo que, hasta ese momento, había evitado.
– ¿Por qué no., por qué no montas tú y yo te miro?
– No te asustes, Cinnamon está acostumbrada a que la monte. ¡Arriba!
Antes de que pudiera detenerlo, las manos de Alik se posaron sobre su cintura elevándola por encima del caballo. Luego Alik saltó como el rayo tras ella y agarró las riendas.
– ¿Cómo aprendiste a hacer eso? -preguntó ella maravillándose de su habilidad, a pesar del miedo que le producía estar tan cerca.
– Hannah solía montar en el rodeo. Es una profesora excelente. Tú simplemente inclínate sobre mí y no te caerás. Vamos, ¿quieres?
Alik chasqueó la lengua. Cinnamon comenzó a caminar y salió del establo. Cuando estuvieron en campo abierto, la yegua echó a galopar. Sin nada a qué agarrarse, Blaire no tuvo más remedio que dejar que Alik la abrazase.
Volaron por la tierra cada vez más deprisa. Blaire experimentó una repentina ola de felicidad como jamás la había vivido. Alik no tiró de las riendas hasta que no llegaron a la cima de la colina desde la que se divisaba el río.
Cinnamon hizo cabriolas, y mientras Blaire sintió los dedos de Alik retirarle el pelo de los hombros.
– Ahora que esta seda no me oculta la visión -susurró él contra su oído-, puedo enseñarte la ruta que tomará el tren.
Aquel contacto la derritió. Quizá Alik no fuera consciente, pero había deslizado la mano izquierda por su cadera hasta llegar al centro del estómago, y había rozado su mejilla con la mano derecha al señalarle una línea imaginaria que corría paralela al río.
Era imposible concentrarse sintiendo los furiosos latidos del corazón de Alik contra su espalda. Su respiración se había hecho lenta y pesada, igual que la de ella. La mano de Alik comenzó a acariciarle el estómago, a presionarla contra él.
– Dios mío, Blaire -dijo él con voz ronca, llena de emoción-, Hueles maravillosamente.
Su boca hizo pequeñas incursiones en su nuca, besando y lamiendo su piel cálida, volviéndola loca de deseo.
– ¡No… no debemos hacerlo! -jadeó Blaire frenética, sintiendo que Alik la agarraba de la barbilla para obligarla a volverse hacia él-. No sería justo para Rick.
– Yo llegué antes que él, la existencia de Nicky lo demuestra. Sé que aún me deseas, seamos sinceros en eso, al menos -musitó Alik salvaje, antes de inclinarse para besarla en la boca.
Durante unos segundos Blaire sintió que perdía el sentido mientras Alik comenzaba a besarla hasta beberse su aliento. Blaire llegó a olvidar que estaba sobre un caballo, en mitad de ninguna parte. Lo único real era el hombre al que amaba con cada célula de su cuerpo.
Sin embargo, cuando se escuchó a sí misma gemir de éxtasis, aquello la devolvió a la realidad y a la conciencia de lo que estaba haciendo. Reunió todo su coraje y se apartó, interrumpiendo aquel beso y el hechizo que él tenía sobre ella. No habría sido capaz de decidir quién de los dos estaba más tembloroso.
– No recuerdo que esto formara parte de nuestro trato -dijo desdeñosa-. Bien, ahora que has conseguido quitártelo de la cabeza, volvamos al remolque.
– Naturalmente -contestó Alik con una nota de satisfacción en su profunda, ronca voz-. Cuando hables con Rick esta noche, dale recuerdos de mi parte.
A galope, de vuelta al establo, Blaire pudo echar la culpa de sus lágrimas al viento helado, que parecía haber brotado no se sabía de dónde. En esa ocasión estaba preparada para Alik.
Cuando llegaron al establo, él se bajó del caballo, y Blaire se bajó por el otro lado y salió corriendo. No se dio cuenta de que llevaba puesta la chaqueta de Hannah hasta que no entró en el remolque y esperó a que se le borraran las lágrimas.
Dominic y Hannah, en el sofá, levantaron la vista al mismo tiempo con miradas inquisitivas. Dominic fue el primero en hablar.
– ¿Te encuentras bien?
– S… sí, claro.
– ¿Qué tal el paseo? -quiso saber Hannah.
– Muy… muy bien. ¿Y qué tal Nicky? ¿Ha montado mucho follón?
– En absoluto. Está dormido, en la cama.
Blaire sentía que las mejillas le ardían. Probablemente estuviera colorada. Se sentía como una tonta. Se quitó la chaqueta y la dejó sobre el brazo del sofá.
– Muchas gracias por prestármela, Hannah.
– De nada. Cariño… -contestó Hannah volviéndose hacia su marido-, creo que es hora de marcharnos a descansar. Si te llevas a Elisabeth, yo recogeré las cosas y las guardaré en la bolsa.
Alik cerraba la puerta del establo y se encaminaba hacia ellos cuando Blaire les dio las gracias y las buegas noches. Incapaz de enfrentarse a él, Blaire se apresuró a entrar en el dormitorio y se preparó para marcharse a la cama. Con Nicky dormido, Alik no tenía razón alguna para entrar. Los Giraud debían de estar entreteniéndolo. Blaire cerró la puerta, apagó la luz y se metió debajo de las sábanas.
Su corazón parecía retumbar en la habitación. Hacía tanto ruido que Blaire se temía que Alik entrara a averiguar de qué se trataba. Veinte minutos después, comenzó a serenarse. Estaba empezando a sentir cierta calma cuando la puerta se abrió. La alta silueta masculina de Alik se dibujó contra la luz que entraba procedente del salón.
– Te has olvidado de esto -dijo él dejando el teléfono móvil sobre la cama-. Que no se diga que me he interpuesto en medio de un amor verdadero.
Zane bajó de la avioneta bimotor con una bolsa de fin de semana, y caminó a grandes zancadas hacia Alik y Dominic, que lo esperaban en el aeropuerto. Tras dejar la bolsa en el maletero, subió al asiento de atrás y estrechó las manos de sus amigos. Sin embargo, Alik notó enseguida que no sonreía. Dom también se había dado cuenta.
– ¿Qué ocurre, mon ami?
– Tengo noticias… -contestó Zane mirando directamente a Alik-… en relación con Blaire. ¿Por qué no salimos de aquí, y os lo cuento?
Alik tragó, arrancó y condujo desde una carretera alquitranada hasta un camino aislado. Tras detenerse, se volvió hacia Zane.
– Adelante, cuéntame de qué se trata.
– Ayer tuve que volar a San Diego para entrevistarme con unos ingenieros que iban a mandarme un material especial que, al final, no me mandaron y, mientras estaba allí, se me ocurrió llamar por teléfono a los padres de Blaire y preguntar por Rick Hammond fingiendo que era un amigo de él.
– ¿Y qué te dijeron? -preguntó Alik rígido.
– Que jamás habían oído hablar de él. No tenían ni idea de quién era.
Alik dejó escapar un gemido.
– Recordé que me habías dicho que había ido a un instituto de allí, así que llamé a todos los institutos y universidades de la zona. Jamás había habido ningún Rick Hammond inscrito allí.
La adrenalina comenzó a acumularse y a desbordar en el sistema nervioso de Alik poniendo en marcha todas las alarmas. Zane continuó:
– Entonces fui a la división de vehículos con motor y persuadí a la señorita que había allí de que buscara ese nombre en el ordenador. Alik, si el novio de Blaire se llama Rick Hammond o algo parecido, no vive en San Diego ni en sus alrededores.
– Lo cual significa que o vive en otro sitio o… -concluyó Dominic con el ceño fruncido.
– O no existe -los tres se miraron alternativamente, y Alik reflexionó sobre las consecuencias, y añadió-. ¡Dios! ¡Si me ha estado mintiendo…!
– Podría significar unas cuantas cosas -razonó Zane.
– Tienes razón -asintió Alik-. Zane, ¿cómo podría darte las gracias?
– ¿Por qué no esperas a saber la verdad para dármelas?
– Creo que Zane ha descubierto algo verdaderamente importante -intervino Dom.
– Y yo, Dom. Si no os importa, os llevaré al apartamento y volveré al remolque a hablar con Blaire. Nos veremos después, un poco más tarde. Te llamaré, Zane.
– Ese es un buen plan.
Media hora más tarde, Alik condujo hacia el remolque dispuesto para la batalla. Blaire pareció sorprendida cuando lo vio abrir la puerta y entrar encarándose con ella sin más preámbulos. Blaire tenía a Nicky en brazos.
– No esperaba que volvieras tan pronto. ¿Dónde está ru amigo Zane?, ¿es que no ha venido?
Alik estaba demasiado tenso como para sentarse. Se quedó de pie, en medio de la habitación, luchando por no agarrarla de los brazos y sacudirla exigiéndole que le dijera la verdad.
– Sí, sí ha venido.
Blaire estrechó al niño con fuerza, y Alik lo notó.
– ¿Qué ocurre, Alik? ¿Por qué me miras así?
– Zane estuvo ayer en San Diego, en viaje de negocios -cuando Blaire alcanzó a comprender lo que significaban aquellas palabras perdió el color. Aquel era el primer signo de la derrota-. ¿Quieres decirme de quién es el anillo que llevas? Porque desde luego no es de Rick Hammond, Rick Hammond no existe.
Si eso hubiera sido mentira, Blaire habría saltado para refutarlo. El hecho de que permaneciera callada era suficiente prueba.
– ¿Por qué me has mentido, Blaire? -continuó Alik preguntando.
Pareció pasar una eternidad antes de que ella contestara.
– Porque no quería que pensaras que había vuelto a Nueva York con la esperanza de que volvieras a aceptarme y a hacerte económicamente responsable de mí.
Alik solo deseaba la verdad. Y ella se la acababa de decir.
– Pero tú aún me deseas.
Blaire se volvió hacia él por fin, cara a cara.
– Jamás he negado que sintiera atracción por ti, pero no tengo intención de hacer nada al respecto. Cuando te dije que había cambiado de opinión sobre nuestro compromiso y me quité el anillo, te lo dije muy en serio. No obstante, ya que tu madre piensa que estoy comprometida con otro, ¿no crees que es mejor dejarlo así cuando vayamos a Nueva York?
Mantendría los ojos y los oídos bien abiertos cuando fueran a Nueva York. Como suele decirse en inglés, olía a rata. Y así lo creía también Zane.