– ¿Profesor Jarman? ¿Puedo hablar con usted un minuto?
Alik había estado fuera más tiempo de lo que pensaba. Primero en la excavación, con los estudiantes, y después hablando con Dominic. Habían transcurrido casi dos horas. Tenía que volver al remolque, así que continuó caminando sin prestar demasiada atención.
– Me temo que ahora mismo no tengo tiempo, Sandy. De hecho, no voy a estar disponible para ninguna cita hasta mediados de la semana que viene.
– Pero es que no se trata de nada relacionado con la excavación -explicó ella apresurándose, tratando de mantener el paso de Alik-. Oí al profesor Fawson decir que iba a contratar a una secretaria para ayudarlos con el papeleo a los dos, a usted y a él, y me ofrecí a hacer ese trabajo por las noches. El profesor Fawson me dijo que viniera a verlo.
– Aprecio mucho su oferta, Sandy, pero ya tengo quien me ayude -mintió, deteniéndose de golpe.
– ¿Se refiere a la mujer con la que acabo de hablar, la que estaba en su remolque? -preguntó Sandy tensa-. ¿Sabe algo de arqueología o de geología?
– Satisface todas mis necesidades -contestó Alik dejándose llevar por una repentina inspiración-. Por favor, déle las gracias al profesor Fawson de mi parte.
Minutos más tarde, en el remolque, Alik descubrió que Blaire y Nicky estaban dormidos y se quedó en el umbral de la puerta contemplándolos, perdiendo la noción del tiempo. Nicky estaba boca arriba, con los brazos estirados y los puños cerrados. Su carita era perfecta. Blaire estaba de lado, hacia el niño, con el pelo desparramado sobre la almohada como una princesa. Era su Rapunzel de melena pelirroja y brillante. Alik escrutó los rasgos clásicos de su rostro y su exquisita silueta.
El nacimiento del niño había hecho de ella una mujer más voluptuosa que nunca. Blaire era una arrebatadora combinación de curvas. Los vaqueros revelaban la larga y esbelta forma de sus piernas, que podía sentir enrolladas a las suyas cada vez que se permitía el lujo de recordar su única noche de pasión.
Al principio, Blaire se había mostrado tímida y adorable, y Alik, sencillamente, la había abrazado. Luego ella había alzado los ojos, grises y cristalinos, rebosantes de amor, en una clara invitación, y entonces él se había sentido perdido. La respuesta de Blaire había sido más apasionada de lo que jamás hubiera soñado. Su ardor mutuo los había llevado a hacer el amor una y otra vez.
Los ojos de Alik se llenaron de lágrimas recordando la belleza de aquel momento. Luego, dirigió la mirada hacia su hijo. Aquella había sido la noche en que habían concebido a Nicky.
¿Habría sido todo fingido?, ¿sería cierto que Blaire solo quería su dinero? Si era así, era una magnífica actriz. Durante aquellas horas de euforia, Blaire había logrado convencerlo de que lo era todo para ella, de que él era su vida.
Alik cerró los ojos sintiendo cómo la negrura del año transcurrido lo envolvía. Dom le había advertido de que quizá las cosas no fueran lo que parecían. Blaire había vuelto a la escena del crimen con el bebé, eso no era corriente dadas las circunstancias. Necesitaba tiempo para despejar la neblina.
En el caso de Dom, al final todo había salido bien. Alik se alegraba por él y por Hannah. Pero Blaire no era Hannah. Alik apretó los puños. Durante todo aquel tiempo, Blaire le había ocultado que iba a ser padre.
Buscaba su dinero, no había otra explicación.
Su mirada vagó una vez más por la silueta de ella. Al final de aquellos treinta días Blaire iba a llevarse una sorpresa.
Blaire estaba a punto de levantarse cuando sintió la presencia de Alik en el umbral de la puerta. Abrió los ojos justo a tiempo para verlo salir, de espaldas. Se preguntaba cuánto tiempo habría estado allí, observándolos. Sin duda, había ido a comprobar cómo estaba Nicky. El niño debía tener hambre.
Escuchó el tintinear de objetos metálicos en la cocina. Se sentía culpable por no haber preparado la comida, y se prometió a sí misma que aquella sería la última vez que él llegara a casa y la encontrara en la cama. Era evidente que necesitaba un descanso más de lo que creía.
Aquel era el mejor momento para hablar con Alik sobre la chica que había ido a visitarlo, antes de que Nicky reclamara su atención. Blaire prefería mantener su identidad en secreto en la excavación, y suponía que él también.
Alik siempre había sido una persona reservada. Había cosas dolorosas de su pasado que jamás le había confiado, y era de suponer que siguiera siendo así tras la separación. Más aún, probablemente se hubiera encerrado más en sí mismo. Otro pecado más que añadir a su lista. Jamás podría defenderse de aquellas acusaciones.
Blaire se puso las zapatillas y fue en su busca. El olor a pan de ajo y sopa de pescado con almejas que llenaba el ambiente le hacía la boca agua. Alik adoraba el pescado. Cuando eran novios, siempre pedía salmón, ostras o langosta.
– Ya está todo listo, siéntate.
La ternura, la dulzura de los pequeños detalles que habían formado siempre parte del encanto de Alik habían desaparecido. Y todo por su culpa.
– Gracias, tiene un aspecto delicioso.
Alik retiró el enorme mapa que ella había visto sobre la mesa el primer día al entrar en el remolque. Blaire, por su parte, despejó la silla cromada para poder sentarse. Sobre la pila de objetos amontonados había un pequeño póster con un motivo del Oeste: «”Buen hombre, ¿podría usted decirme dónde está su jefe?” El cowboy de Wyoming miró al hombre del Este, escupió tabaco y contestó: “Ese desgraciado aún no ha nacido”».
– ¿De dónde ha salido esto? -preguntó Blaire echándose a reír.
Alik lo miró de reojo y tomó asiento.
– De una vieja estación de Laramie. Quería ponerlo en la pared, pero no he tenido tiempo.
– ¿Has estado en Wyoming?
– Exacto.
Alik continuó comiendo sin hacer más comentarios. Blaire cayó en la cuenta de inmediato de que no toleraría charla alguna, así que decidió ir al grano.
– Hace un rato vino a verte una estudiante. Entró por las buenas. Yo le pregunté si tenía una cita, pero era evidente que no. No sabía muy bien qué decirle, ella…
– Era Sandy, ya he hablado con ella. Se ha creído que eras mi nueva secretaria, y creo que será mejor que lo dejemos así.
– Pero cuando vean que no salgo del remolque por la noche…
– Que lo interpreten como quieran. Van a hacerlo de todos modos, en cuanto vean al niño.
– Está bien, no me importa, pero preferiría que no supieran mi verdadero nombre -contestó Blaire echándose a temblar al escuchar el tono helado de su voz.
Alik frunció el ceño y la miró de un modo penetrante. Blaire se sintió obligada a buscar una respuesta y añadió:
– La gente va a pensar que soy una perdida. Murmurarán. Para ti puede que no sea importante, pero yo no quiero que manchen el nombre de mis padres.
– Pues di que eres la señora Hammond -contestó él terminándose una segunda rebanada de pan.
– Gracias por ser tan comprensivo -dijo ella aferrándose a aquel salvavidas que él le había arrojado sin darse cuenta.
Gracias. De esa forma, la familia de Alik jamás descubriría que había vuelto.
– A mí me da igual, de todos modos será tu verdadero nombre dentro de un par de meses. Tú y yo nos anticipamos a nuestros votos, y el resultado fue Nicky, así que imagino que a tu novio no le importará que te adelantes y utilices su nombre antes de casaros -replicó Alik-. Y, hablando de nuestro hijo, ¿tienes alguna foto de él?
– Sí, tengo docenas.
– Bien, porque Dominic quiere saber cómo es.
– Me ha parecido muy amable -añadió ella tras tomar una cucharada de sopa-. ¿Cómo lo conociste?
– Es una larga historia -contestó Alik, escrutando enigmáticamente su rostro-. Y Zane también querrá verlo.
– ¿Otro amigo? -se aventuró ella a preguntar.
Hubiera debido de morderse la lengua antes de hacer esa pregunta, no hubiera debido de dejar que se desatara su curiosidad, pero Alik no podía ni imaginar lo ansiosa que se sentía por conocer cada pequeño detalle de su vida desde su separación.
– Sí.
La brevedad de la respuesta revelaba que se trataba de un tema sagrado. Temerosa de arder en llamas si se quedaba cerca de él, Blaire se puso en pie y comenzó a quitar la mesa.
– Yo fregaré los platos y prepararé el biberón. ¿Por qué no buscas la bañerita mientras tanto? Para cuando esté llena, Nicky ya estará despierto y listo para el baño.
A pesar de la animosidad de Alik hacia ella, Blaire se sentía feliz de que estuvieran juntos de nuevo, bajo el mismo techo. Había soñado con escenas como aquella desde el mismo instante en que el médico le había dicho que estaba embarazada.
También tenía otros sueños, sueños sobre momentos de intimidad compartida, de pasión. Sin embargo, ciertas circunstancias ajenas a su voluntad habían puesto fin a tanta felicidad. Y de pronto, por increíble que pudiera parecer, volvía a formar parte de la vida de Alik, aunque solo fuera como la madre de su hijo. Era un arreglo temporal que solo duraría el tiempo que él tardara en sentirse a gusto y seguro a solas con su hijo.
Podía mirar, pero no tocar. Podía amar, pero solo en secreto.
– ¿Tan pronto te echas a llorar? -preguntó él poniendo la bañera sobre la encimera de la cocina que ella acababa de limpiar-. Estoy de acuerdo, es un infierno estar lejos de la persona amada. ¿Puedo recordarte que la decisión fue tuya, no mía?
Jamás se acostumbraría a aquella burla cruel, a aquella exquisita y aguda forma suya de tomarle el pelo. Al menos Alik creía que lloraba por su novio, que era a él a quien echaba de menos. Su mentira la protegía. Tenía que lograr mantenerla durante todo aquel mes de octubre.
– Ah… oigo a Nicky.
– Yo iré a por él.
La siguiente media hora fue una delicia. Alik sumergió al niño en la bañera y lo bañó siguiendo las instrucciones de Blaire. La pequeñísima mandíbula de Nicky tembló al sentir cómo su padre le lavaba el pelo con jabón de glicerina. Después se puso tan nervioso que no dejó de mover los brazos y las piernas. Su sonrisa de querubín hubiera podido derretir cualquier corazón. Nicky se había convertido en la luz que alumbraba la vida de su padre.
Alik reía y reía. Blaire estaba absolutamente feliz. Para cuando sacó al niño y lo envolvió en una toalla, Alik tenía el polo calado. Sin embargo, ni siquiera se había dado cuenta, solo era consciente de la felicidad que le procuraba el cuidar de su hijo.
Alik la observó limpiarle el oído con un bastoncillo de algodón y la imitó limpiándole el otro. Blaire preparó el biberón mientras él le echaba polvos de talco y le ponía el pañal. Enseguida Nicky estuvo vestido con un traje blanco que contrastaba con su pelo negro.
Aquello le dio una idea. Blaire comenzó a buscar su bolsa de viaje por entre las cajas.
– ¿Qué estás haciendo?
– Estoy buscando mi Polaroid, aún me quedan fotos por hacer. Tus amigos quieren fotos de Nicky, y será mejor que lo vean mientras lo sujeta su orgulloso papá.
El hecho de que Alik no respondiera significaba que la idea le gustaba. Blaire gastó el resto de la película tomando fotos de padre e hijo desde distintos ángulos. Las protegería con su vida. Sin embargo, de momento, tuvo que conformarse con dejarlas sobre el sofá, al lado de él.
– Alik… -él levantó la vista de una foto que estaba examinando-… ¿te parece bien que me duche ahora?
Los ojos velados de él la recorrieron haciéndola sonrojarse.
– Por supuesto, probablemente sea lo mejor. El tanque de agua del remolque no es demasiado grande, y a mí me gusta ducharme por la noche, antes de acostarme. Mientras no nos duchemos al mismo tiempo no habrá problema, siempre habrá agua caliente para los tres.
«Los tres», divinas palabras.
Una hora más tarde, Blaire entró en el salón con unos vaqueros y otro jersey, y el cabello recién lavado recogido en un moño con un lazo. El remolque estaba vacío, Alik la había dejado sola.
El biberón de Nicky estaba sobre la encimera de la cocina. Se lo había bebido todo, hasta la última gota. La caja en la que venía el cochecito del bebé estaba también vacía, en el suelo. Era uno de esos que llevan capazo y sillita. Sobre la mesa, el contenido de la bolsa de las cosas del bebé, donde llevaba su abrigo de cremallera. Era evidente que Alik estaba tan locamente enamorado de Nicky que quería enseñárselo a todo el mundo. Lo demás podía esperar.
Blaire, con una sonrisa en los labios y un agudo dolor en el corazón, comenzó a poner en orden la habitación. Aquello era un desastre. Tuvo que hacer cinco viajes para sacar fuera las cajas vacías. Solo podía dejarlas una encima de otra, Alik se encargaría de ellas. Con ordenar sus cosas y las del bebé en el dormitorio tenía suficiente. Finalmente, comprendió el verdadero problema: las cosas de Alik.
Lo que más le sorprendía era el ingente número de cuadernos de notas y revistas de geología que había acumulado. Y, en medio de todos aquellos papeles y materiales asociados a su trabajo, el ordenador. Había incluso un microscopio electrónico con escáner incorporado, una pantalla de televisión, un martillo y lupas de mano. Tenía que poner orden en todo aquel caos, Alik necesitaba espacio para dormir.
En un rincón, en el suelo, Blaire encontró cristales de una botella de whisky escocés y de una lente de microscopio.
– Deja eso, Blaire, yo lo recogeré.
– No te he oído entrar -contestó ella dándose la vuelta.
– No, tendría que haber llamado a la puerta, lo siento. Supongo que no estoy acostumbrado a que haya nadie.
– No, claro.
– De ahora en adelante, cuando salga, cerraré con llave, y cuando vuelva llamaré a la puerta antes de entrar. Haz tú lo mismo, y así no habrá ningún problema. Tengo que tener una copia de la llave por algún lado, en cuanto la encuentre te la daré.
– Estupendo -respondió Blaire-. ¿Habéis disfrutado de vuestro paseo?
– Mucho. Nicky acaba de tomar su primera lección de geología -contestó Alik besando al bebé en la cabeza.
– ¿Y qué tal va el cochecito nuevo?
– No demasiado bien por el barro. He decidido guardarlo en el maletero del coche, nos vendrá bien para ir por la ciudad. Por aquí, sin embargo, lo llevaré en brazos.
– ¿Os… os habéis encontrado con alguien?
Los ojos de Alik observaron las nerviosas manos de Blaire, que se frotaba las caderas.
– Sí, con casi todos los que viven en la excavación -contestó él-. Se dieron cuenta de que era mi hijo de inmediato, en cuanto le echaron un vistazo. Nicky ha sido todo un éxito, no ha llorado ni una sola vez. El profesor Fawson, que es el arqueólogo residente y tiene cinco hijas, me ha dicho que tengo mucha suerte, y es cierto. Las estudiantes se pegaban por sostenerlo. Luego Nicky se puso a mirar a su alrededor buscándote, y por eso hemos vuelto. ¿Por qué no lo sostienes mientras yo monto el parque? Así podremos dejarlo dentro observándome mientras trabajo.
Blaire sostuvo al bebé acunándolo. Olía a polvos de talco y al jabón que usaba Alik en la ducha. Tenía las mejillas frías de estar en la calle, al aire.
– Ven, cariño, vamos a quitarte el abrigo mientras tu padre sigue revolviéndolo todo. Sinceramente, Alik, si montas el corralito no sé cómo vamos a movernos -añadió Blaire poniendo al bebé sobre el sofá para quitarle el abrigo.
– Nos las arreglaremos -contestó él inclinándose para besar a su hijo una vez más-. ¿A que quieres estar con tu papá, cariño?
Blaire se estremeció al observar el enorme amor que Alik le profesaba a su hijo. Era un amor eterno, para siempre. Al llevar a Nicky al estado de Nueva York, había puesto en marcha algo que tenía vida por sí mismo. O aguantaba el empuje o se arriesgaba a perder a su hijo para siempre.
La decisión, por supuesto, estaba tomada, pero eso significaba que su vida, irrevocablemente, había cambiado. Envejecería en soledad, pero Alik siempre estaría cerca a causa de Nicky. Él era hijo de los dos, era el lazo que los unía. Jamás dejaría de buscarlo, de esperar noticias suyas, de preguntarse qué estaba haciendo. Lo amaría siempre, para siempre.
– Está sonando el teléfono, Blaire. ¿Quieres contestar?
Conmovida ante su propia ensoñación, Blaire recogió a Nicky y se acercó a la encimera de la cocina a contestar.
– Esta vez llaman desde el área codificada con el número 801 -informó.
Alik estaba sentado en el suelo, leyendo las instrucciones del corralito.
– Será Zane, dile que espere un momento.
Blaire obedeció. Al otro lado de la línea se escuchó una masculina y vibrante voz.
– ¿Eres Blaire?
– Sí.
– Creo que tengo que darte la enhorabuena. Dom me ha llamado hace un momento y me ha contado la noticia. ¡Yo también quiero fotos!
– Esta noche he hecho algunas de Alik con el niño en brazos -sonrió ella.
– ¿Sí? Tengo que verlas.
Los amigos de Alik eran maravillosos. Blaire deseó de todo corazón conocerlos. Hubiera dado cualquier cosa por ser su esposa, por vivir con él el resto de su vida.
– Espera un segundo, enseguida se pone Alik. Está montando un corralito.
– Creo que voy a tener que ir a Nueva York a conocer a ese pequeño -contestó Zane soltando una carcajada-. A ver si es verdad eso que dicen de «de tal palo, tal astilla».
– ¿Dónde vives?
– Ahora mismo en Tooele, Utah.
– Eso está cerca del lago Great Salt Lake, ¿verdad?
– Exacto. Veo que dominas la geografía.
– ¿Te has bañado en el lago? -preguntó ella con una sonrisa-. ¿Es cierto que flotas como si fueras un corcho?
– ¡Por supuesto! -rio Zane de nuevo-. Tienes que venir a probarlo alguna vez.
– Siempre he querido…
– ¿Te importa si te interrumpo? -musitó Alik desde detrás de ella.
Blaire sintió el calor de su aliento contra el cuello. Aquel tono amenazador demostraba que a Alik no le gustaba que charlara con su amigo.
– Un momento, Zane, aquí está Alik -dijo con voz trémula, tendiéndole el auricular.
Blaire dejó a solas a Alik y entró en su dormitorio a cambiar al bebé de pañal. Aquel era su momento favorito de la tarde. Blaire hizo sonar la caja de música. La sonora melodía invadió la habitación, y el móvil comenzó a girar. Nicky observó hipnotizado el movimiento de los personajes de colores. Era evidente que le resultaba estimulante, porque no dejaba de mover los brazos y las piernas.
Alik no tardó mucho en entrar buscando a Nicky, pero cuando vio su respuesta al juguete se quedó de pie, observándolo fascinado. Blaire no podía soportar estar cerca de él.
– Voy a preparar la cena, Alik. ¿Te apetece algo en particular esta noche?
– Pues ahora que lo preguntas, ¿qué te parecerían unos tacos de gambas, de esos que solías hacer tú? -Blaire los adoraba. Los había preparado muchas veces para Alik, pero no había vuelto a cocinarlos desde que rompieron-. Blaire…
De pronto, la tensión fue palpable entre los dos. Ella se detuvo en el umbral de la puerta.
– ¿Sí?
– Si quieres hablar por teléfono con tu novio, adelante. Yo me quedaré un rato aquí, con Nicky.
– Gracias -contestó ella conteniendo el aliento.
– Cierra la puerta.
Aquello era lo que más odiaba de la mentira. Necesitaba sacar a la luz sus sentimientos, así que buscó las llaves del coche y se llevó el móvil. Llamó a su tía Diana, que era quien le había prestado el anillo. Para ella era una amiga, una confidente: la persona con la que necesitaba hablar. Solo que, nada más oír su voz, Blaire se echó a llorar y no pudo parar. Debieron pasar diez minutos antes de que pudiera disculparse y decirle que la llamaría al día siguiente.
Blaire se enjugó las lágrimas y volvió al remolque. Alik estaba colocando las fotografías en el escáner para mandárselas a sus amigos. Nicky estaba en el corralito, observando a su padre. La escena era tan tierna que Blaire hubiera podido derramar otro montón de lágrimas más.
Pero, en lugar de ello, se apresuró a preparar la cena. Hubo un momento o dos en que creyó notar la mirada de Alik sobre sí, pero él no dijo nada. Sabía que tenía el rostro colorado de tanto llorar, pero para él era una prueba más de que echaba de menos al hombre con el que se iba a casar.
Finalmente, al sentarse a la mesa, Alik habló:
– Supongo que has informado a tu novio de la situación -ella asintió-. Si crees que no vas a poder vivir sin él eres libre de marcharte. Siempre y cuando me dejes a Nicky, claro.
– No. Hemos hecho un trato, y lo cumpliré -contestó Blaire incapaz de mirarlo.
– Aunque acabe contigo…
– ¿Qué más quieres de mí? -saltó ella de pronto, llena de frustración.
– Que me ayudes, que seas más generosa conmigo de lo que lo fuiste nunca.
La voz de Alik sonaba agitada. Instantes después él se puso en pie tirando al suelo la silla. Nicky se echó a llorar. Ambos corrieron a consolarlo, pero Alik llegó primero. El niño se calló de inmediato. Se sentía a salvo en brazos de su padre.
– Pareces exhausta, Blaire. ¿Por qué no te vas a la cama? Yo recogeré esto y le daré el biberón. Pensaba darle también el de las tres de la madrugada.
– No es necesario.
– Quiero hacerlo, es importante que esté conmigo estos días, incluso por las noches. Ya organizaremos turnos más adelante.
Quizá fuera lo mejor. Con tanta emoción a flor de piel la tensión que había entre ellos los había hecho estallar a los dos. Blaire no podía permitirse el lujo de que eso volviera a suceder.
– Antes de irme, ¿quieres decirme a qué hora quieres el desayuno?
– ¿Por qué no lo discutimos mañana? Voy a tomarme unos días libres para prestarle a Nicky más atención, ya hablaremos de eso mañana.
– Está bien -respondió ella apartando la mirada.
Hubiera deseado ponerse de puntillas y besar a Nicky en lo alto de la cabeza, pero no se atrevía. El bebé estaba demasiado cerca del rostro de Alik.
Al volverse para marcharse, Alik la tomó del antebrazo con la mano que le quedaba libre.
– ¿Cuántos años tiene tu novio?
«No, por favor. Más no».
– ¿Por qué quieres saberlo? -inquirió ella a su vez, tratando de soltarse.
– ¿Y todavía me lo preguntas, después de decirme que soy demasiado viejo para ti? -preguntó Alik apretándole aún más. Solo entonces comenzó Blaire a comprender el alcance del daño que le había hecho-. Lo pregunto porque quiero saber con qué tipo de hombre se va a criar mi hijo.
– Tiene veinticuatro -mintió ella, casi incapaz de respirar.
– ¿Y qué hace para ganarse la vida?
– Trabaja en la construcción.
– ¿Ha ido a la Universidad?
– Es técnico de grado medio, estudió dos años.
– ¿Te has acostado con él?
– Eso no es asunto tuyo -replicó Blaire ruborizándose.
– Lo digo por si estás embarazada. Solo voy a mantener a mi hijo, no al suyo.
Blaire se soltó. Se sentía tremendamente dolida, pero por el dolor de él.
– Voy a olvidar lo que acabas de decir.
– Huyes otra vez -continuó él siguiéndola al dormitorio-. ¿Sabe tu novio que estuvimos comprometidos?, ¿le has contado por qué rompiste conmigo?
– ¡Sí, Rick lo sabe todo!, ¿te parece bien? -una vez más Alik estaba pálido. Si las cosas seguían así, ambos acabarían destrozados. Tenía que hacer algo para evitarlo-. Alik… no se trata de que tú fueras demasiado viejo para mí, era yo quien tenía un problema. Me sentía demasiado joven, demasiado inexperta para ti.
Era cierto. Desde el principio le había costado creer que alguien como el profesor Jarman pudiera interesarse por una de sus jóvenes alumnas, pero todo eso había cambiado el maravilloso día en que él la llevó a su casa desde la Universidad. Blaire continuó:
– Eres demasiado inteligente y demasiado sofisticado como para que ninguna mujer pueda compararse contigo. Yo no soy más que una chica corriente de San Diego, una chica que jamás ha ido a ninguna parte, que jamás ha hecho nada para distinguirse del resto. No tengo ningún talento en particular, no soy como tú y jamás lo seré. Cuanto más se acercaba el día de la boda, más me daba cuenta de que, convirtiéndome en tu esposa, no iba a ser más que una carga para ti. Te rogué que me hicieras el amor antes de marcharte a Kentucky porque pensaba que, al menos en la cama, sería igual que tú, pero, por mucho que disfrutara, al día siguiente tuve que mirarme al espejo. Seguía siendo la misma chica corriente de siempre, jamás podría estar a tu altura. Lo último que deseaba era ser una carga para ti, hacerte sentirte violento. Por eso me marché. Con Rick no tengo ese problema, él es una persona corriente. Espero haber contestado con esto a todas tus preguntas. Buenas noches.