Capítulo 7

Durante la semana siguiente, Rebecca volvió a trabajar, y en la vida matrimonial fueron estableciéndose algunos hábitos cotidianos, pero ninguno de los que había previsto ella. No había tareas domésticas compartidas ni cocinaban en días alternos. Tenían una convivencia propia de compañeros de piso y Rebecca estaba empezando a creer que era la que él había tenido en mente desde el principio.

A los pocos días, Trent le contó a Rebecca que su hermana Katie había insistido en que fueran a cenar a su casa.

– ¿Y la cena es esta noche? -le preguntó Rebecca, con la voz chirriante-.Pero… pero…

– Hazlo por mí, Rebecca, por favor. Debería habértelo dicho hace días, pero pensaba que podría convencer a Katie para que no celebrara la cena.

Pese al nerviosismo que sentía, Rebecca asintió.

– Mi hermana es una romántica. Sólo quiere comprobar por sí misma que somos felices, aunque yo se lo he asegurado una docena de veces -le explicó Trent, y la miró fijamente-. Y lo somos, Rebecca, ¿verdad?

– Claro -respondió ella, convenciéndose a sí misma de que estaba satisfecha.

Pero, ¿pensaría lo mismo la hermana de Trent cuando juzgara el matrimonio de su hermano por sí misma?


Trent le tomó la mano a Rebecca mientras subían las escaleras de la casa de cristal y madera, una imponente mansión en opinión de Rebecca, donde vivían Katie y su marido, Peter Logan.

– Tienes los dedos fríos -le dijo él, apretándole suavemente la mano-. No tienes por qué estar nerviosa.

– Oh, no lo estoy. Entrar en casa de unos extraños millonarios y fingir que soy una recién casada extática, aunque secreta, me sale con naturalidad.

– Rebecca -dijo Trent, y se detuvo a mitad de camino-. ¿Prefieres que nos marchemos? Puedo llamarla y darle una excusa. Probablemente, se lo espera.

– No sé. No sé si podré hacerlo, Trent -dijo ella. Llevaba todo el día nerviosa, pensando en aquel encuentro, y el ver la enorme mansión de los Logan no la estaba calmando-. Probablemente pensará que soy una interesada.

– Ya me casé con una de ésas. Katie sabe que yo no cometería dos veces ese error.

– Pero, ¿y si nos hemos equivocado con todo esto? Tú mismo has dicho que tu hermana es una romántica. ¿Y si nos hemos equivocado sobre el amor, sobre el romanticismo, y hemos permitido que el pesimismo nos empujara a este matrimonio?

Él esbozó una sonrisa.

– El pesimismo no nos empujó a este matrimonio. Fue un embarazo accidental.

– Para mí no fue accidental -respondió ella con vehemencia-.Yo quería tener este bebé.

Él alzó la mano y le acarició la mejilla.

– Entonces, ¿qué te parece esta explicación? Quizá esta situación sea… el destino. ¿Te has parado a pensarlo? Quizá nuestro matrimonio sea el destino.

– ¿Tú lo crees?

– Yo creo que… -Trent miró hacia la casa-. Creo que deberíamos marcharnos. Le diré a Katie que ha ocurrido algo.

– Oh, bien. Es… -comenzó a decir Rebecca.

La puerta de la casa se abrió y una mujer joven asomó la cabeza.

– ¡Por fin! ¡Estáis aquí!

Trent y Rebecca se miraron y sonrieron.

– Demasiado tarde -susurraron al unísono.

Katie Crosby tenía más o menos la misma edad que Rebecca, y estaba radiante por el embarazo de seis meses y la felicidad. Llevaba un vestido de punto de colores, que se le ajustaba al vientre. Su marido, Peter Logan, y ella, les dieron a Rebecca y a Trent una afectuosa bienvenida y les presentaron a Leslie y Terrence Logan, que habían pasado por su casa a visitarlos.

Rebecca conocía al matrimonio de vista. La pareja era legendaria en el Hospital General de Portland, por sus generosas contribuciones a Children's Connection y al hospital. Rebecca les estrechó la mano y, aunque nunca había tratado con ellos profesionalmente y tenía la sensación de que socialmente estaban fuera de su alcance, ellos se las arreglaron para calmar sus preocupaciones cuando mostraron un verdadero interés por su puesto de enfermera pediátrica.

– No sabíamos que te habías casado, Trent -dijo Leslie, sonriendo abiertamente. Era una mujer atractiva de unos sesenta años, y parecía que estaba auténticamente entusiasmada por aquella noticia-. Por favor, acepta mi enhorabuena.

Trent le devolvió la sonrisa.

– Gracias, Leslie.

Peter se acercó con una ronda de bebidas y, entre el tintineo de los hielos y el cristal, Rebecca oyó a Leslie hablarle a Trent de nuevo, en voz baja.

– ¿Y Danny, Trent? Katie me ha dicho que no ha hablado con Danny recientemente, pero que tú sí. ¿Cómo está?

Trent tomó un sorbo de su vaso.

– Supongo que igual. Bien.

– Dile que he preguntado por él. Por favor -le pidió Leslie Logan.

– De acuerdo -respondió Trent con una gesto de asentimiento tirante.

– Que todo el mundo se siente, por favor -dijo Katie-. Yo voy a poner en alto mis pies hinchados y Peter va a servir unos canapés, ¿verdad, cariño?

Terrence Logan miró a Katie con afecto.

– Lo siento, nuera, pero no podemos quedarnos mucho. Hemos venido sólo a contarle a Peter lo que hemos averiguado en la junta de dirección de Children's Connection -dijo, y miró a Rebecca-. Es un proyecto familiar. Apoyamos a esa institución.

– Podemos ir a mi despacho, papá -dijo Peter.

– No -lo interrumpió Leslie-. Somos una familia. De hecho, Trent nos ayudó hace unos meses, aunque no estoy segura de que supiera por qué Morgan y el abogado de Children's Connection, Justin Weber, le pidieron ese favor.

Katie miró a su hermano.

– ¿Qué favor?

Él respondió con una sola palabra, en tono seco.

– Mamá.

– ¿Mamá? -preguntó Katie-. ¿Qué ocurre ahora?

Él no dijo nada. Su mirada recorrió la habitación y se posó sobre Rebecca.

– Katie…

– ¿No le has hablado de mamá? -le preguntó Katie, sacudiendo la cabeza-. Deja que la informe yo, entonces. Fue nuestra madre la que debería haber estado cuidando de mi hermano Danny y de Robbie Logan el día que fue secuestrado. Sin embargo, fue tan negligente como de costumbre, y todos lo hemos pagado caro.

– Katie -le dijo Trent, en tono de advertencia.

– No te molestes en negarlo -respondió Katie-. Te culpaste a ti mismo, Leslie se culpó, nuestros padres se enfrentaron, nuestras empresas se convirtieron en rivales, por no mencionar que Danny volvió a pasar por lo mismo cuando perdió a Noah y después a Felicia. Es un milagro que Peter y yo consiguiéramos encontrarnos el uno al otro pese a todo ese dolor.

Peter le acarició el pelo a su mujer.

– Katie. Cariño.

– Bueno, tengo razón, ¿o no? -Katie lo miró-. Si no hubiera sido por el destino…

– Creía que había sido por mí -dijo Peter con una pequeña sonrisa-, que fui a buscarte hasta Wyoming.

«El destino», pensó Rebecca. Aquella palabra cada vez le sonaba mejor.

– El destino y tu persistencia, entonces -le dijo Katie-. Pero mi madre aún sigue intentando manipular todas las tragedias que han ocurrido para que parezca que ella es la verdadera víctima.

Peter le acarició el pelo de nuevo.

– No es bueno para el bebé que te alteres tanto.

– Y no es bueno para Rebecca no saber cómo es su suegra -dijo, y se pasó una mano por el vientre. Después miró a Trent-. ¿Y qué ha hecho ahora?

Él se encogió de hombros.

– No lo sé. Sólo sé que Morgan y Justin me llamaron y me pidieron que le dijera a mamá que, si ella extendía rumores que perjudicaran a Children's Connection, se le revocarían sus privilegios en Tanglewood. Yo no les pregunté nada más y, en cuanto abordé el tema con mamá, ella se volvió muy poco comunicativa.

Todos los ojos se volvieron hacia Terrence. Él carraspeó.

– Voy a empezar por el principio. ¿Sabéis que han recuperado al bebé Sanders?

– Lo hemos visto en el periódico y en las noticias, papá -dijo Peter-. Pero dan muy pocos detalles.

Y tampoco habían dado demasiados en la reunión de la Asociación de Padres Adoptivos, ni Rebecca había oído nada nuevo entre el personal del hospital, lo cual era aún más sorprendente.

– Hay más. Mucho más. Todo esto ha sido parte del plan de unos individuos para ganar dinero y para desacreditar a Children's Connection. Primero hubo un robo de óvulos fertilizados de nuestra clínica de Portland, que después se vendieron en una página ilegal de Internet. Después, en Rusia fueron secuestrados varios bebés que iban a ser adoptados aquí, en Estados Unidos. Los niños fueron vendidos en el mercado negro, aunque gracias a Dios el FBI fue capaz de pararlo y de detener al miembro de la banda que operaba en Rusia. Y después ocurrió lo del bebé Sanders, tal y como he dicho…

– ¿Y lo que le ocurrió a mi hermana Ivy? -intervino Katie, y miró a Rebecca-. Hace unos meses, alguien intentó arrebatarle a un bebé que estaba acunando como voluntaria en un programa para atender a niños hijos de drogadictos.

Rebecca asintió. Ella recordaba bien aquel incidente.

– Aquel asalto a Ivy también fue parte de todo eso -dijo Terrence-. Parte de otro plan, un plan para robar bebés norteamericanos de madres pobres y después venderlos a familias ricas que quisieran adopciones rápidas y sin preguntas.

Peter sacudió la cabeza y suspiró.

– ¿Quién haría algo así?

– ¿Y por qué piensas que no fue sólo por dinero? -le preguntó también Trent.

Terrence se encogió de hombros.

– Tengo esa impresión.

– ¿Y cómo sabemos todo esto, papá? -inquirió Peter.

– Porque un hombre se ha entregado hace unos días, ha confesado que estaba involucrado y le ha dado mucha información valiosa a la policía. Se llama Everett Baker. Gracias a eso se encontró al bebé Sanders.

– ¡Everett Baker! -exclamó Rebecca.

Al hacerlo, atrajo la atención de todos los presentes, y se ruborizó.

– No es que lo conozca, en realidad, pero es el contable de Children's Connection, ¿verdad?

– Lo era -dijo Terrence-. ¿Cómo lo sabías?

– Porque conozco a Nancy Allen, otra de las enfermeras del hospital. Todo el mundo la conoce. Es una persona amable y bondadosa, que habla con todo el mundo, y con la que todo el mundo quiere hablar. Pero… nadie ha dicho que tenga nada que ver con esto, ¿verdad?

Terrence sacudió la cabeza.

– Yo no he oído nada parecido.

Rebecca frunció el ceño.

– No podría creerlo. Nancy es maravillosa. Tiene un gran corazón. Yo la he visto algunas veces hablando con Everett en la cafetería del hospital-. Estaba segura de que tenían un romance.

– Otro corazón roto -murmuró Trent.

Terrence arqueó las cejas.

– No lo creo. Lo que me han dicho es que la enfermera sigue apoyando a Everett, y que cuando se entregó, el contable dijo que una de las razones por las que lo había hecho había sido ella.

Leslie Logan miró a su marido.

– Si esa mujer es tan maravillosa como dice Rebecca y ve algo valioso en Everett Baker, entonces quizá haya esperanza para él.

Peter miró a su madre con cariño.

– La eterna optimista, ¿no, mamá?

– Conseguí sobrevivir a vuestra adolescencia, ¿verdad?

Todos se rieron, pero después, Katie frunció el ceño.

– Un momento. No entiendo qué relación puede tener nuestra madre con Children's Connection.

– Oh, bueno -dijo Terrence. Carraspeó y bajó la mirada-. Ella… eh… se enteró casualmente de una información sobre algo de lo que estaba ocurriendo en Children's Connection, y podría haberlo usado para que la institución perdiera prestigio.

– ¿Se enteró casualmente? ¿Cómo?

– ¿Tú qué crees? -le preguntó Trent, con un tono amargo-. Seguramente, en una conversación íntima.

Terrence asintió.

– Uno de nuestros directores le habló por casualidad a vuestra madre de un asunto feo que afectaba a la clínica. Yo no conozco a ninguna de las personas implicadas y confío en vosotros para que no se lo contéis a nadie, pero hubo un problema con un par de inseminaciones y las muestras de semen que se utilizaron.

Rebecca notó que se le cortaba el aliento. No se atrevió a mirar a Trent.

– Al principio pensaron que había sido accidental -prosiguió Terrence-. Pero después investigaron los procesos de inseminación recientes. Llegaron a la conclusión de que esos cambios de esperma no eran fortuitos y, después, la confesión de Everett confirmó lo que sospechaban. Lo que ocurrió con el esperma no fue algo accidental. Fue algo…

– Malicioso -terminó Rebecca. No puedo evitarlo.

Tampoco pudo mirar a Trent. No estaban juntos por un accidente, ni por un simple error humano.

Y tampoco a causa del destino.

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