Capítulo 9

Gracias a Dios que los platos eran irrompibles porque si no, Piper se habría visto obligada a comprar una vajilla nueva.

La posibilidad de que Greer estuviera embarazada tenía que haber tenido prioridad sobre cualquier otro asunto. Aun así, lo único en lo que Piper podía pensar era en que su esposo se había ido a la cama después de haber estado despierto durante toda la noche.

Él ya le había dicho que estaba enamorado de otra persona, pero Piper era la mujer con quien se había casado. Ahora Nic le había pedido que se entregara a él. Todo lo que tenía que hacer era recorrer unos pasos desde la cocina hasta el camarote. Finalmente podría echarse a sus brazos y disfrutar del amor hasta que Lars se viera entre rejas.

¿Por qué no?

Piper estaba cansada de luchar. Realmente no le importaba si su matrimonio terminaba en anulación o divorcio. Nic seguiría su camino de todas formas. Y ella seguiría el suyo. No todas las hermanas Duchess estaban destinadas a casarse felizmente y formar una familia. Amar a Nic hacía imposible amar a otra persona. Si aprovechaba aquella oportunidad, al menos se llevaría un buen recuerdo.

Totalmente decidida, fue a buscarlo. Nic estaba echado en la litera de arriba con unos pantalones como única vestimenta. Cuando Piper entró en el camarote, Nic giró la cabeza hacia la puerta. Después de haber estado navegando toda la noche, sus ojos parecían un poco vidriosos. Se recostó en la cama sobre el codo.

– ¿Bajo o quieres subir tú arriba? -preguntó en voz baja y ronca.

– Primero tenemos que discutir algo.

La sonrisa que le dedicó la hizo derretirse.

– Adelante.

– No quiero quedarme en estado, así que tendremos que tomar precauciones.

– ¿Por qué? -respondió tan rápido que ella se quedó aturdida.

– Ya sabes por qué.

Después de unos segundos en silencio, él dijo:

– Si eso fuera verdad no te lo habría sugerido.

– Después de nuestro divorcio no tengo intención de volver a verte excepto en reuniones familiares una o dos veces al año.

Una sombra cruzó por su cara. Él la estudió durante un momento, lleno de tensión.

– Incluso si tomáramos precauciones no hay garantía de que no te quedes embarazada. Ya que me has dejado clara cuál es tu postura, no me atreveré a tocarte. Un bebé necesita el cariño de unos padres que se amen. Despiértame a las tres, esposa mía. Para entonces la temperatura habrá subido y podremos disfrutar de un baño juntos.

El año pasado Nic había rechazado a Piper con la aparente excusa de que estaba guardando luto. Justo ahora lo había hecho de nuevo por haber encontrado un argumento que ella no podía rebatirle.

– Mientras tú duermes voy a hacer un poco de turismo.

– La cuidad es preciosa. Puedes divertirte, pero sabes que no estarás sola.

Nic se giró hacia el otro lado, indicando que la conversación había llegado a su fin.

Piper agarró el bolso y salió del camarote, preguntándose cómo podía seguir en pie teniendo en consideración todo el daño que estaba sufriendo. En una escala del uno al diez, diez siendo lo peor, su sufrimiento se elevaba a cientos.

Nic había dejado el barco lo suficientemente cerca de la playa para sólo tener que remangarse un poco los pantalones y andar hacia la playa sin mojarse la ropa.

Piper llevaba sus zapatillas de deporte. Una vez que sus pies y piernas estuvieron totalmente secos, se sacudió la arena, se calzó y anduvo hacia el centro de la cuidad.

Era un sentimiento extraño saber que la estaban siguiendo, que alguien los estaba vigilando a ella y a Nic desde que habían llegado a Niza. Sin duda, todo aquello requería al menos una docena de hombres alternándose en turnos.

Ella ni siquiera quería pensar en lo que aquello costaría, pero tenía que admitir que, a pesar del daño que Nic le acababa de hacer, estaba contenta de saber que alguien velaba su sueño mientras él dormía plácidamente en el barco y ella se encontraba en la ciudad.

Después de caminar por las preciosas calles de San Tropez, Piper estuvo varias horas en el museo Annonciade admirando las pinturas de Bonnard, Signac, Dufy, Utrillo y su preferido, Matisse.

Cuando llegó la hora de marcharse su deseo por empezar a pintar la impulsó a comprar un cuaderno de dibujo. Volvió a visitar unos cuantos lugares para plasmarlos en el papel y después se dirigió a capturar las escenas de la plaza de las Hierbas, llena de flores y vendedores de frutas.

Cuando Nic apareció de repente en su campo de visión vestido con una fantástica camisa de sport de color marrón y unos pantalones blancos de estilo cargo, Piper dejó escapar un pequeño gemido y miró a su reloj. No podía creer que fuera más tarde de las cinco.

El pulso se le aceleró y ella dio un brinco en el banco.

– Lo siento. Olvidé la hora.

Nic agarró el cuaderno y ojeó los bocetos.

– No hay nada que perdonar. Estos bocetos son magníficos -su mirada deambulaba por sus facciones-. Tengo hambre, ¿y tú?

Piper apenas podía respirar.

– Sí.

– Hay un pequeño restaurante en el paseo marítimo que te encantará. ¿Vamos?

Con el bolso sujeto bajo un brazo y el cuaderno de dibujo bajo el otro, Piper caminó junto a él a través de las pintorescas callejuelas hasta llegar a su destino.

Mientras disfrutaban de una mariscada, Piper notaba las miradas de envidia que las mujeres le dirigían después de observar a Nic. Él era totalmente ajeno a ese hecho y mantenía con ella una conversación sin el menor entusiasmo.

Cuando regresaron al Olivier ya se había hecho de noche y la temperatura había bajado. Ya era demasiado tarde para que Piper se diera un baño, pero no lo era para Nic, que bajó a ponerse el traje de baño.

Mientras que ella podía oír como él nadaba fuera, Piper se preparó para irse a la cama y se metió en la litera de abajo. Estaba más cansada de lo que creía, así que se quedó dormida antes de que él regresara.


Al despertarse a la mañana siguiente Piper sintió el suave mecer de las olas. Estaban navegando de nuevo.

Se levantó para ducharse y ponerse unos vaqueros limpios y una camiseta. Para su sorpresa no tuvo que ponerse una chaqueta para salir a cubierta. Hacía un tiempo estupendo y podía disfrutar del sol y de la brisa.

Nic llevaba unos pantalones cortos y una camiseta de cuello redondo. Además, se había puesto unas gafas de sol que impedían adivinar de qué humor se encontraba.

– ¿Alguna noticia de signore Barnizzi?

– No.

– Bueno, eso lo dice todo. ¿Hacia dónde nos dirigimos hoy?

– Podemos atracar en cualquier puerto que desees, pero cuanto más hacia el este vayamos, mejor tiempo hará. La decisión depende de ti.

– Cuando mis hermanas y yo planificamos nuestro viaje, Greer incluyó a Alassio como uno de los lugares que debíamos visitar.

Nic asintió.

– Excelente elección. Tiene una playa de arena blanca y un montón de rincones pintorescos que podrás disfrutar pintando.

Contrariada, Piper se frotó las manos contra las caderas.

– ¿Te apetece ir allí?

– Naturalmente.

No había nada más que hablar.

– ¿Ya has desayunado?

– Sí. Te habría pedido que lo hicieras conmigo, pero dormías tan profundamente que pensé que sería un crimen despertarte.

Su cortesía la hacía sentirse mal.

– Entonces iré a desayunar.

Nic no respondió.

Ella se encaminó hacia abajo. Llegados a ese punto tenía poco apetito, así que tomó una ciruela. Antes de volver a subir a cubierta, le sirvió a Nic una taza de café como ofrecimiento en son de paz. Aún tenían por delante unos cuantos días. Sería una agonía tener que seguir con aquella guerra fría.

– Gracias -murmuró cuando ella le ofreció la taza que contenía el líquido humeante.

– De nada.

Claramente, Nic deseaba estar solo.

Piper se dirigió hacia la proa y se sentó allí, en uno de los bancos, para disfrutar de la magnífica vista de la costa. Con el corazón afligido, absorbió todos los detalles y las fragancias que le brindaba el lujo de estar en el mar con aquel hombre extraordinario y en el mismo barco del que Luc y Olivia habían hecho su nidito de amor.

Piper permaneció allí durante varias horas.

A mitad de la tarde se puso el bañador y se zambulló en aguas de la costa de Alassio. Nic echó el anda y se reunió con ella. Después del refrescante baño Piper se cambió para poder bajar a tierra y cenar en el restaurante de un hotel cerca de la playa. Estaba aprendiendo muy deprisa que estar en el paraíso con el hombre a quien amaba era mucho peor que estar a solas si él no la amaba.

De regreso al barco se fue derecha a la cama en compañía de un libro. La mañana siguiente fue una repetición de la mañana anterior. No había noticias de signore Barnizzi. Nic volvió a preguntarle qué lugar quería visitar.

Dado que estaban muy cerca de Cinque Terre, Piper sugirió ir a Monterosso, el lugar al que ella y sus hermanas creyeron haber podido llegar a nado en su primera noche a bordo del Piccione. Por el contrario, habían sido virtualmente secuestradas por Nic y sus primos y encerradas en la cárcel del puerto de Lerici.

Una vez que Nic hubo puesto rumbo hacia allí, ella le preguntó:

– ¿Mi teléfono móvil funciona desde aquí? Quiero llamar a las chicas.

– Sí, pero no quiero que las llames.

Piper se enfureció.

– ¿Por qué no?

– Porque podrían estar en compañía de gente que podrían preguntarse por qué te pones en contacto con ellas estando de luna de miel.

– Yo te he visto llamar por teléfono.

– Sólo a signore Barnizzi.

La situación era insostenible.

– Nic, has navegado esta agua en numerosas ocasiones a lo largo de tu vida. Esto tiene que ser tremenda mente aburrido para ti.

– En absoluto. Amo la mar. Últimamente en el banco he tenido mucho trabajo, así que antes de que regrese me gustaría disfrutar de este descanso. Siento que tú no lo estés haciendo.

– ¡Sabes que sí lo estoy haciendo! Pero si hay alguna otra cosa que te gustaría hacer…

– Ya que lo preguntas, me gustaría hacerle el amor a mi mujer. Aparte de eso, ahora mismo no tengo ninguna otra necesidad.

Dolor, dolor y más dolor.

– Aparte de estar con la mujer a quien amas. Dime la verdad -Piper se esforzó por mantener la voz firme-: ¿Es Consuelo Muñoz?

– No.

– Entonces, ¿es una mujer casada? -preguntó sin poderlo evitar.

– Sí.

– Así que tu situación es desesperada.

– Parece que sí.

Piper apretó los puños.

– Cuando el caso esté cerrado y retomes tu vida, al menos podrás ser capaz de encontrar a alguna otra persona.

Su sensual boca hizo una mueca cruel.

– No quiero a ninguna otra persona.

– ¿Ella siente lo mismo por ti?

– Sí.

– Entonces, ¿por qué ella no trata de hacer algo?

Piper se dio cuenta de que su pecho subía y bajaba.

– Porque le hice daño.

– ¿Fue algo imperdonable?

– Si ella nunca se acerca a mí por voluntad propia, entonces creo que tendré mi respuesta.

Piper agitó la cabeza confusa.

– Pero si existe una mínima esperanza para vosotros dos, ¿por qué me dijiste que querías consumar nuestro matrimonio?

Nic apretó la mandíbula.

– Porque estoy cansado de esperar a que mi vida empiece. El sacerdote dijo la verdad al decir que ya no soy ningún niño. El peor pecado en esta vida es no haber vivido, ¿no crees?

– ¿Es así como realmente te sientes? ¿Crees que aún no has comenzado a vivir?

Ella estaba horrorizada.

– No en la forma que mis primos viven su vida ahora.

O sus hermanas, quienes no habían sido más felices en toda su vida.

– Según mi psiquiatra, no hay nada como el amor verdadero. Él piensa que al menos existen unas veinte personas adecuadas de las que una persona puede enamorarse. El truco está en dar con ellas. Puesto que fuiste educado para cumplir con tu obligación, nunca tuviste oportunidad de buscar novia. Las perspectivas habrían sido bastante excitantes.

Después de aquel comentario, Piper agarró la taza vacía de su mano y se marchó hacia la cocina para que no pudiera ver que lo que había dicho acerca de no querer a ninguna otra persona había sido un nuevo puñal que había clavado en su corazón.

Piper permaneció abajo e hizo las camas. Después se quitó los anillos para fregar la cocina y el baño. Cualquier cosa con tal de permanecer alejada de él hasta que hubiera echado el anda.

Ya que no quería estar al lado de Nic y crucificarse a sí misma, se puso otros pantalones vaqueros limpios y un top de algodón para ir a la cuidad.

Cuando subió de nuevo a cubierta encontró a Nic tumbado en una hamaca. Se había quitado la camisa y permanecía con los ojos cerrados mirando hacia el sol.

– ¿Nic? Bajo a tierra. Probablemente no vuelva hasta esta tarde.

– ¿No quieres que te acompañe? -le preguntó sin ni siquiera abrir los ojos para mirarla.

– Si quieres… pero probablemente haga más bocetos.

– En ese caso iré a buscarte cuando me canse de mi propia compañía.

Aburrido de su propia compañía. Cansado de la vida. ¿Acaso la última de las trillizas Duchess no lo ayudaría a aliviar esos sentimientos?

Gracias pero no, gracias.

Media hora más tarde Piper llegaba a la parte medieval de la cuidad y empezaba a dibujar. Aquello la ayudaba a mantener la mente ocupada durante el día. Alrededor de las seis empezó a tener hambre y decidió parar a comer algo antes de regresar al barco.

Cuando se disponía a bajar por una de las calles que conducían hasta el puerto, Piper escuchó que alguien la llamaba, pero juraría que había oído decir Olivia.

– ¡Espera!

Cuando miró hacia atrás vio a un hombre de pelo rubio oscuro de unos veintitantos años dando saltos en dirección a ella.

– ¿No te acuerdas de mí? -le preguntó con un marcado acento que bien podría ser austríaco o alemán.

– Soy Erik.

Los ojos azules de él la estudiaban sin descanso.

– Habría jurado que eras la americana rubia que jugó conmigo y con mis amigos al frisbee en la playa el verano pasado. Mi amigo Lars se disgustó mucho cuando no quisiste venir a la discoteca con nosotros.

«¿Lars?»

Piper tragó saliva.

Aquél era el lugar en el que Olivia había dicho verlo. Olivia les había contado que había estado con un grupo de croatas y alemanes. Todo encajaba.

Su corazón se precipitó por el miedo.

– Quizá estés hablando de mi hermana. Nos parecemos bastante. Ella vino a Cinque Terre en agosto del año pasado a bordo del Gabianno.

Él se golpeó en la frente.

– ¡Ése era el nombre! Lars estuvo buscando el barco durante meses, pero no pudo encontrarlo.

Piper se estremeció. Si Luc no hubiera cambiado el nombre al pintarlo…

– ¡Menuda coincidencia!

– Sí. ¿Está ella contigo?

– No. Yo estoy aquí por asuntos de negocios. ¿Qué hay de ti?

– Mis amigos y yo trabajamos como tripulantes de una compañía de alquiler de barcos llamada La Spezia. Vivimos aquí entre trabajo y trabajo.

¿Acaso aquel alemán sabía que Lars era un asesino? Quizá Erik fuera uno de los hombres implicados en el robo de la colección de joyas de María-Luisa. También era posible que Lars viviera allí. Piper tenía que descubrirlo lo antes posible.

– Vives en el paraíso.

Él sonrió.

– Nosotros también lo creemos. ¿Qué tipo de negocios te trae a Monterosso?

– Soy artista. Mis dibujos aparecen en calendarios en Estados Unidos.

Erik dirigió la mirada hacia su cuaderno de dibujo.

– ¿Puedo echar un vistazo?

– Si quieres… -dijo, acercándole el cuaderno. Al ir pasando las páginas silbó.

– Eres un genio. Debes de ganar bastante dinero.

– No me va nada mal. Gracias.

– Aún no me has dicho tu nombre.

– Me llamo Piper.

Después él le devolvió el cuaderno y ella comenzó a caminar hacia el puerto. Erik la acompañaba, Piper podía sentir como sus ojos la evaluaban.

– ¿Cuánto tiempo vas a estar en Monterosso?

Piper no quería parecer estar ansiosa por conocerlo, pero tampoco quería que descubriera que el Gabianno había sido remodelado y ahora se encontrado atracado allí mismo.

Seguro que en ese momento el guardia de seguridad habría contactado con Nic para decirle que había sido asaltada por un extraño.

Improvisando rápidamente, dijo:

– Esta misma noche tomo un tren hacia Portofino. Allí me alojo en el Splendido.

– Bonito sitio pero, ¿por qué no te quedas aquí? Podríamos pasar juntos un rato divertido.

– Eso suena muy bien, pero quiero tomar fotos del puerto de Portofino a primera hora de la mañana y después trabajar todo el día haciendo bocetos, así que esta noche debo irme pronto a la cama.

– Entonces, ¿qué me dices de mañana por la noche? Le diré a Lars que traiga a una amiga. Los cuatro podremos salir por ahí a divertirnos.

El vello del cuello se le había erizado.

– Me encantaría. ¿Por qué no te reúnes conmigo en la piscina del Splendido a eso de las siete?

Llegaron a la estación de tren. Erik le puso la mano alrededor de la cintura para ayudarla a tomar asiento. Aquella libertad que se había tomado le erizó la piel.

Para el alivio de Piper el revisor le dijo que el tren para Portofino llegaría en cinco minutos. Incapaz de librarse de él, Piper tenía que soportar su compañía hasta la salida de la plataforma.

– Más tarde nos encontraremos con otros amigos en un yate privado.

Piper tuvo que esforzarse para evitar temblar.

– Eso suena muy excitante. Mi trabajo no me deja mucho tiempo libre para salir y conocer gente.

– Entonces tendremos que hacer que la ocasión sea memorable.

No había duda de que tenía intención de hacerlo. El tren parecía no llegar nunca.

– Nos vemos mañana por la tarde, Erik -le dijo alejándose de él para subir las escaleras junto a otros viajeros.

Ciao, Piper.

Encontró asiento en mitad del vagón. Erik permanecía allí fuera sonriendo a través de la ventana, obligándola a saludarlo. En el mismo instante en que el tren salió de la estación, Piper agarró su teléfono móvil.

Con las manos temblorosas llamó a Nic, quien contestó al segundo tono.

– El guardaespaldas te ha visto tomar un tren. ¿Estás bien, mi amor? -preguntó sin preámbulos.

El tono de preocupación que había en su voz y saber que sabía sido escoltada hasta la estación era todo un consuelo.

– Estoy bien.

– ¡Gracias a Dios! ¿Quién era ese hombre?

Piper agarró con fuerza el teléfono.

– Se llama Erik. Es uno de los hombres de Lars. Cuando Olivia estuvo aquí el verano pasado estuvo jugando al frisbee con ellos en la playa. Él me confundió con ella. He concertado una cita para los cuatro mañana en el Splendido. Allí es hacia donde me dirijo ahora. He averiguado que trabajan como tripulantes de una compañía llamada La Spezia.

Cuando Piper no escuchó respuesta, supuso que la llamada se había cortado al meterse en un túnel. No sabía hasta qué punto Nic podía haber oído sus palabras.

Cuando el tren llegó a Portofino el servicio funcionaba de nuevo, pero Nic no contestaba. Piper se imaginó que habría vuelto al Olivier y la llamaría en cuanto pudiera.

Pero se equivocaba al suponer eso. Media hora más tarde se registró en el fabuloso hotel en el que anteriormente había estado con Greer y con Olivia, pero seguía sin noticias de Nic. En caso de que Lars o Erik preguntaran en recepción al día siguiente por la tarde, Piper había usado su tarjeta de crédito y su nombre de soltera para que no tuvieran forma de asociarla con Nic.

Pasó otra media hora y Nic seguía sin llamarla.

Incapaz de quedarse quieta, aunque temerosa de salir otra vez, telefoneó al servicio de habitaciones y en cargó algo para cenar.

Pasaron una hora, dos y hasta tres. Piper se echó encima de la cama y vio la televisión italiana mientras esperaba tener noticias de Nic.

A media noche no pudo más y llamó a Greer a pesar de que Nic le había advertido que no llamara a nadie porque se suponía que ambos estaban de luna de miel.

Todo lo que Piper obtuvo por respuesta fue el contestador automático de su hermana. Lo mismo ocurrió al llamar a Olivia. Desesperada, llamó a los móviles de sus cuñados, pero se encontró con sendas instrucciones de cómo grabar su mensaje.

Que nadie estuviera disponible significaba que algo de vital importancia estaba sucediendo. Para su pesar, todo el mundo lo sabía excepto ella.

Cuando su teléfono móvil sonó por fin, Piper dio un brinco.

– ¿Nic? -gritó.

– No. Soy Greer. Llamo desde casa, Olivia está en la otra línea.

Piper se levantó de la cama.

– Gracias a Dios que me habéis devuelto la llamada. Estoy en el hotel Splendido deseando saber qué está pasando. Perdí el contacto con Nic mientras le contaba que había dado con Lars. Si le ha sucedido algo no podría seguir viviendo.

– ¡Piper! -la interrumpió su hermana-. Escúchame. Max acaba de llamar a la central de policía en Roma. Luc y Nic están con signore Barnizzi. Tu marido está bien. Todo el mundo está a salvo y todo está bien.

– ¡Es cierto! -replicó Olivia-. Gracias a la información que le diste, Lars y Erik fueron capturados a primera hora de la noche. La policía los tiene bajo custodia con otro miembro de la tripulación del Britannia.

– ¡Estáis bromeando! ¿Se ha acabado?

– Sí, todo.

– ¡Oh! chicas! ¡No puedo creerlo! -las lágrimas corrían por sus mejillas.

– Estamos muy orgullosas de ti. Estamos asombradas de tu valor.

– El valor no tiene nada que ver con esto, Olivia. Una vez supe lo que estaba sucediendo simplemente seguí el juego hasta que pude contactar con Nic.

– Según Max, no es así como Nic cuenta la historia -dijo Greer-. Desafortunadamente, todos ellos están ahora prestando declaración. Nic dio instrucciones de que te quedaras allí y te mimaras hasta que él fuera a buscarte. Como Max es el asesor legal de la familia hay un montón de asuntos que mantendrán a nuestros maridos ocupados esta noche. Además del robo de las joyas está el asesinato de Nina.

»Los padres de Nic y la familia Robles han sido convocados en Roma. Ahora mismo los estarán informando del asesinato de Nina.

Piper se sentó en el borde de la cama.

– Será horrible para ellos.

– Absolutamente -se compadeció Olivia-. Pero al menos sabrán que los asesinos de su hija han sido arrestados.

La noticia de que todas las personas a las que Piper amaba se encontraban fuera de peligro la llenaba de alegría. Ahora ya sólo había un problema, uno que no había pensado tener que solucionar tan pronto.

– ¿Piper? ¿Estás todavía ahí?

– Sí. Supongo que todavía estoy impresionada por el hecho de que todo haya acabado.

– Sabemos a qué te refieres. Cuesta creer que un día nosotras fuimos sospechosas.

Piper dejó escapar una amarga risa.

– Parece que fue hace siglos.

– Es como si el destino hubiese querido traernos a Europa, ¿verdad? -dijo Olivia.

Destino para todas menos para Piper.

– Y ahora las tres estamos casadas con los hombres más maravillosos del mundo.

– Lo estamos -susurró Piper.

– Te noto rara -observó Greer-. Creo que será mejor que vayamos hasta allí y te hagamos compañía.

– ¡No, no! Es muy amable de vuestra parte, chicas, pero es más de media noche y estoy rendida. Supongo que vosotras también lo estáis.

– Nadie va a dormir esta noche. Vamos de camino.

– Pero…

– Esta noche ya te has encargado de hacer el «Una para todas» así que ahora nosotras vamos a hacer «Todas para una» para ti -declaró Greer-. Nos vemos dentro de una hora.

Piper no pudo colgar lo suficientemente rápido. Un frío intenso caló su cuerpo al comprender que la resolución del caso implicaba que ya no había ninguna razón que le permitiera permanecer junto a Nic.

Si se marchaba a Nueva York ahora mismo, la anulación de su matrimonio podía llevarse a cabo sin ningún problema y Nic sería libre de encontrar a alguien a quien amar. Quizá no fuera el gran amor de su vida, pero al menos sería una mujer que él mismo podría elegir.

Diez minutos más tarde pidió al conductor del taxi que la llevara al aeropuerto de Génova.


A las tres y media de la madrugada el teléfono móvil de Nic sonó. Se excusó ante la familia Robles por ausentarse un momento de la reunión y salió al pasillo para contestar a la llamada. Puesto que, a excepción de las hermanas de Piper, todos sus familiares estaban reunidos en Roma, sin duda era su mujer quien lo llamaba.

Era tan grande la necesidad que sentía por oír su voz que olvidó comprobar la identidad de la llamada entrante.

– ¿Piper?

– Perdón, señor de Pastrana. Soy signore Galli, el jefe de seguridad del aeropuerto de Génova. Hemos de tenido a una de las trillizas Duchess intentando subir a bordo de un avión con rumbo a Nueva York.

Nic refunfuñó.

– Cuando le preguntamos el objeto de sus negocios en Italia se negó a contarnos nada, así que la hemos detenido. No lleva joyas, sólo un cuaderno de dibujo y su bolso. Por supuesto, también le confiscamos el teléfono móvil.

»Ahora está exigiendo su derecho a llamar a su abogado en Nueva York. Le dije que le permitiría hacerla tan pronto como nos diera la información que deseamos. Llegados a ese punto insistió en que era su mujer, señor, y que usted lo aclararía todo para que pudiera tomar su vuelo de regreso a casa.

«Su casa está a mi lado», pensó Nic.

– Ha hecho lo correcto, signore Galli. ¿Dónde está ahora?

– En la sala de detenciones.

– Muy bien. Asegúrese de que tenga una cama, una manta y toda la comida y bebida que desee.

– Por supuesto.

– Y bajo ninguna circunstancia permita a sus hermanas que entren a verla.

– Sí, señor.

– Probablemente no pueda llegar allí hasta dentro de un par de horas. Una cosa más: déjele tener su cuaderno de dibujo y su bolso. Es artista y estará feliz si tiene algo que hacer.

Capische.

En cuanto hubo colgado, Luc le preguntó:

– ¿Qué sucede con Piper?

Nic no se había dado cuenta de que su primo estaba detrás de él.

– Ha intentado regresar a Nueva York. Signore Galli la ha detenido en el aeropuerto de Génova.

Luc estudió a Nic durante un momento.

– No le has contado la verdadera razón por la que querías que se casara contigo así que, ¿por qué te sorprendes ahora? Sabías que este día llegaría tarde o temprano. El tío Carlos y tú sois iguales. Ambos sois demasiado orgullosos. Es ese maldito orgullo es que os impide mostrar vuestros sentimientos.

»En el fondo tío Carlos te quiere y necesita tu cariño, pero no puede dar su brazo a torcer y decirte que no hablaba en serio cuando de dijo que renunciaría a ti. Ahora tiene miedo de no oír la respuesta adecuada.

– ¿Crees que no lo sé?

– ¿Lo sabes? -lo retó Luc-. Entonces, ¿cómo es que has hecho que, de la misma forma, Piper se muestre tan fría contigo?

Tomando aire, Nic dijo:

– Le di a papá la respuesta correcta hace tan sólo unos minutos, aunque él no la hubiera pedido. Ha sido un momento aleccionador para ambos. Él se ha deshecho en sollozos y me ha rogado que lo perdonara. Nos abrazamos como debíamos haberlo hecho hace muchos años.

– Me alegro de oír eso -dijo Luc con voz ronca.

– En cuanto a Piper -Nic se aclaró la garganta-, tienes razón en todo lo que has dicho. El año pasado tuve que rechazarla por razones obvias, aunque esperaba que me entendiera y me siguiera amando de todas formas.

»Al ver que se me resistía con tanta fuerza, tuve miedo de haberle causado un daño irreparable. Por eso no le he permitido ver el fondo de mi corazón. No hay duda de que quiere dejarme, pero no permitiré que eso suceda. El viejo Nic ha muerto, Luc. El nuevo va de camino al aeropuerto de Génova para implorar piedad si es eso lo que hace falta.

– Odio tener que decirte esto, mon vieux, pero será necesario.

Un escalofrío paralizó el cuerpo de Nic.

– No puedo perderla. Ella es mi vida, Luc. Excúsame ante signore Barnizzi. Dile que ha me ha surgido algo mucho más importante que este caso que tengo que resolver de inmediato. Toda mi existencia depende de ello.

– Sé exactamente cómo te sientes. Cuando negocié con signore Tozetti el traer a Olivia de vuelta a Europa, todo mi mundo se tambaleó.

– Y el mío se tambalea ahora. Dile a Max que lo llamaré de camino al avión y le informaré de todo lo que está pasando.

– Será un gran alivio para él.

– Lo sé -murmuró Nic-. Cuando se trata de Piper, las chicas son como leonas defendiendo a sus cachorros. Estoy seguro de que su preocupación por Piper no os lo ha puesto fácil a ninguno de vosotros.

Luc le dedicó aquella vieja y familiar sonrisa de los Falcón.

– Soluciona el problema y todos te perdonaremos.

– Esa es mi intención.

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