Capítulo 8

Muy porca distancia separaba la villa de la capilla pero las hermanas de Piper se encargaron de llevarla hasta allí en coche. Durante todo el camino Piper había estado retorciéndose dentro de su traje nupcial. Hasta ahora había estado dispuesta a hacer lo que fuera para salvar a la gente que amaba, pero pronunciar sus votos frente al sacerdote era lo mismo que pronunciarlos ante Dios.

Estaba a punto de hacer algo que era sagrado.

Obviamente Nic no se sentía de la misma forma, puesto que le había dicho que podrían anular el matrimonio tan pronto como Lars fuera arrestado y el peligro hubiese terminado. Eso, o podrían permanecer casados e intentar darle a ella un bebé.

Como si de un cuadro mal equilibrado se tratase, Piper sabía que algo estaba mal en todo aquello. En el primer caso se trataba de una ofensa a Dios y, en el otro, se trababa de vivir con alguien que no la amaba.

En cierta ocasión Nic había sido incapaz de hacerlo. No había podido permanecer comprometido con Nina porque no estaba enamorado de ella.

Ahora tampoco lo estaba pero, debido a sus nobles principios, juraría amor a Piper a cambio de su ayuda.

Todo ello era horrible.

– Chicas, no puedo seguir adelante con esto.

– Tienes que hacerlo.

– Sí.

– ¿Quien lo dice?

– Nosotras.

– Nic no me quiere.

– ¿Y eso qué tiene que ver? -Olivia apagó el motor-. Si te echas para atrás ahora arruinarás toda la operación.

Greer se giró en su asiento y sus ojos de color violeta le dedicaron una astuta mirada.

– Olvídate de escabullirte y compórtate como una Duchess.

Más chantaje emocional.

– De acuerdo. Acabemos con esto cuanto antes.

Sus hermanas la ayudaron a salir del coche. Las chicas llevaban unos vestidos de tela de crepé por la rodilla en color amarillo claro que ondeaban en la ligera brisa.

– Chicas, estáis irresistibles. No me extraña que vuestros maridos nunca quieran dejaros solas.

Los azules ojos de Olivia se entrecerraron.

– Espera a que Nic te vea.

– Me ha visto en bastantes ocasiones y nunca me ha querido. Le he dado docenas de oportunidades.

– ¡Estáis aquí! -Max se dirigió hacia ellas.

Como siempre, estaba impresionante con el esmoquin negro. Llevaba dos ramos de rosas blancas y amarillas que entregó a sus hermanas.

Luc estaba detrás de él, igual de atractivo con el esmoquin. Él sujetaba un impresionante ramo de rosas amarillas en su brazo izquierdo.

– Nic empezaba a ponerse nervioso y nos ha pedido que viniéramos a buscaros.

– ¿Nervioso? ¡Por favor! -susurró al besarlo en las mejillas-. Max y tú no tenéis por qué fingir conmigo. Estoy aquí según lo planeado. Acabemos con esto.

Luc ignoró su comentario y se reunió con su esposa.

La familia y los amigos más allegados abarrotaban la pequeña capilla. Cuando las chicas comenzaron a andar por el pasillo del brazo de sus maridos, los invitados se pusieron en pie. La ausencia de música no parecía tener importancia. De hecho, el silencio que reinaba mientras las dos preciosas parejas de enamorados se acercaban al altar, era un sermón en sí mismo.

Piper se miró a ambos lados para comprobar que la mantilla caía hacia el suelo de forma simétrica.

– Oh. Vaya…

Comenzó a caminar por el pasillo mientras se imaginaba cómo todo el mundo parloteaba a su paso y comprobaba que llevaba la mantilla más larga de un lado que de otro. ¡Menudo fraude que era! Lo único que se le pasaba por la cabeza era salir corriendo.

Pero al pensar en todos sus seres queridos recordó que había accedido a llevar a cabo tal engaño con el fin de salvar sus vidas. Aquello dirigió sus pasos hacia el altar.

Nic permanecía al lado del sacerdote. Estaba resplandeciente con el esmoquin negro. Llevaba una rosa amarilla prendida en la solapa.

Ella pensó que la miraría, pero Nic miraba al frente, con la cabeza y el cuerpo rígidos como si fuera un príncipe con las manos cruzadas a la espera de su sentencia.

El dolor hizo trizas el corazón de Piper.

El viejo sacerdote bajó las manos, indicando a todo el mundo que podía sentarse.

En correctísimo inglés, dijo:

– Bauticé a Nicolás poco después de que hubiera nacido. A lo largo de los años lo he visto crecer y convertirse en un hombre del que sus padres pueden estar orgullosos. Admito que siento curiosidad por la mujer con la que ha decidido casarse. Nicolás tiene muchas y extraordinarias cualidades, aunque puede decirse que es particularmente aventurero. Esta afición suya, y que comparte con sus primos, a quienes conozco igual de bien, les ha hecho verse metidos en más de un lío. Así que no me sorprende que los tres hayan acabado escogiendo a unas trillizas americanas para compartir su espíritu indomable y ser sus eternas compañeras.

»Dado que Nicolás nunca ha sido un hombre que hiciera las cosas por azar, tampoco me sorprende el hecho de que celebrara una boda civil en Nueva York.

»Piper Duchess Pastrana, que un hombre quiera unirse contigo en matrimonio dos veces en la misma semana dice mucho del profundo amor que siente por ti. Lamento que tus padres no puedan estar presentes hoy aquí para verte contraer matrimonio con Nicolás, pero estoy seguro que están aquí en espíritu para bendecir vuestra unión. Ahora, si tu hermana retira las flores…

Greer se acercó. Se llevó el ramo de flores de los brazos de Piper.

– Nicolás, por favor, toma a tu novia de la mano.

Nic le agarró la mano, enviando una sensación ardiente a través de su brazo y todo su cuerpo.

– Piper, tu esposo me ha pedido que celebrara la ceremonia en latín. Tiene especial significado para él. Aunque él es demasiado modesto para reconocerlo, me complace alabarlo como uno de los mejores estudiosos de Andalucía. Todo lo que tienes que decir es sí cuando haga una pausa.

La ceremonia comenzó. Piper ni siquiera sabía si en ella había una parte en la que prometía obedecer a su marido o no. Tampoco importaba, porque todo era una jerigonza en latín que sería anulada en breve.

Mientras su mente deambulaba en varias direcciones se dio cuenta de que el sacerdote había terminado de hablar. Esa era la famosa pausa.

– Sí -dijo ella.

El sacerdote pronunció unas cuantas palabras más que Piper había oído lo suficiente como para poder entender que ya eran marido y mujer.

Por primera vez desde que entrara a la capilla, Nic se giró y la miró. Sus penetrantes ojos marrones la miraban fijamente.

– Te quiero -dijo en voz alta para que todo el mundo pudiera oírlo. Después, bajó la cabeza y la besó suavemente en los labios-. ¿Tú me quieres? -le preguntó en voz alta.

¿Qué? ¿Cómo podía hacerle aquello delante de toda esa gente? ¿Qué estaba pasando allí? ¿Acaso era una broma de última hora para que el sacerdote se divirtiera a su costa? Piper sabía que se había ruborizado violentamente.

– Sí -susurró.

El sacerdote se rió.

– Quiero escucharte decirlo frente a Dios y toda nuestra familia y amigos. Mi novia es un poco tímida delante de la gente -dijo a los asistentes-. Incluso a olvidado darme mi anillo.

– ¡Oh!

Piper se quitó el anillo y lo puso en el dedo de Nic. La única forma de acabar con todo aquello era hacer lo que él quería.

– Te quiero, Nic.

Él sonrió con sus ojos y con su boca.

– No ha sido tan difícil, ¿verdad?

Al instante recibió el primer beso de su marido. El tipo de beso que duraba eternamente.

Cuando finalmente la soltó, todo el mundo se reunió a su alrededor para darles la enhorabuena. El sacerdote fue el primero en besarla en la mejilla y decirle que estaba deseando bautizar a sus hijos.

– Nic ya no es ningún niño -le guiñó el ojo.

Mientras que ella aún estaba estupefacta por aquel comentario, los padres de Nic se acercaron a ellos. Su padre la besó en las dos mejillas y le dio la bienvenida a la familia. Después vinieron sus hermanas, seguidas por los padres de sus cuñados, la hermana de Max y su marido, César, el hermano de Luc y la familia Robles.

El fotógrafo les hizo fotografías al salir de la capilla. Durante unos veinte minutos estuvieron posando con los diferentes grupos familiares para preservar ese día para la posteridad.

Cuando sintió que Olivia la rodeaba con sus brazos, le dijo:

– Para que todo esto parezca real no podré veros hasta mañana por la mañana.

– Claro. Se lo diré a Greer. Max ha tenido que llevarla de vuelta a la villa.

– ¿Y eso?

– Parecía tener náuseas. Ya sabes cómo se pone cuando huele velas perfumadas.

– Yo no he percibido ningún otro olor que la fragancia de las flores.

– No lo sé. Después de la última foto dijo que sentía que iba a desmayarse.

– Pobre.

– Max se la llevó corriendo hacia el coche e insistía en que necesitaba tumbarse.

– Eso está bien.

Piper sintió que un fuerte brazo la agarraba de la cintura. Era Luc.

– Vengo a interrumpiros. Tu marido está en el coche esperando a que empiece su luna de miel. Le prometí que te llevaría junto a él.

Luna de miel. Pues vaya.

Con la ayuda de Luc, Piper se sentó en el asiento delantero del sedán de Nic con el vestido de novia, el velo y todo. Luc cerró la puerta y Nic los condujo lejos de allí.

Piper se sentía extraña, nerviosa. Tenía un poco de miedo de Nic. Era una sensación totalmente distinta a cuando se habían marchado de la oficina del señor Carlson tras la primera ceremonia.

– Te vi cuchicheando con tus primos. ¿Hay alguna noticia de Lars?

Signore Barnizzi aún no nos ha informado de nada.

A Piper la situación no le gustaba en absoluto.

– ¿Dónde vamos a pasar la noche?

– En un lugar totalmente privado.

– Tengo que regresar a casa para quitarme el vestido de novia.

– Ambos nos cambiaremos tan pronto como lleguemos a nuestro destino.

El crepúsculo había dado paso a la oscuridad de la noche. Piper esperaba ver aparecer las luces de la villa entre el follaje en cualquier momento. Empezaron a bajar una cuesta. Ella recordaba haber bajado por aquella calle en alguna otra ocasión. Dos curvas más y llegarían al embarcadero privado de la casa de Nic.

El corazón casi se le salió del pecho al ver al Olivier amarrado en el muelle.

– Es el barco de Luc! ¿Cuándo ha llegado? -gritó Piper. Sin embargo, él no la oyó porque acababa de parar el motor y había bajado del coche para ayudarla a salir.

Ella se negó a moverse.

– No voy a subir a ese barco.

En la oscuridad, la resplandeciente sonrisa de Nic aumentaba su nerviosismo.

– No tenemos otra opción, mi amor. Signore Barnizzi quería que todo el mundo saliera de la propiedad en cuanto hubiera terminado la ceremonia. No olvides que se supone que debemos marcharnos de luna de miel, Luc me ofreció su barco porque a Olivia y a él les funcionó a las mil maravillas.

Ahí estaba la expresión «luna de miel» otra vez.

– Es la mejor forma para que los agentes de seguridad nos tengan controlados.

A pesar de que ella no pudiera refutar su lógica, aún temblaba.

– ¿Y qué me dices de nuestras familias?

– Max y Luc están celebrando una cena en Las Palmas para los asistentes a la boda. Ahora mismo la propiedad está cerrada para todo el mundo excepto para los oficiales de seguridad.

Cautiva en aquella maraña de seda y encaje, apenas podía moverse. Cuando Nic entró para ayudarla, ella intentó plantar el pie en el suelo, pero Nic tenía planes diferentes para ella y la agarró en sus brazos.

Temblorosa por la increíble sensación de sentirse contra su fuerte pecho, gritó:

– ¡Bájame Nic!

Su poderoso cuerpo simplemente seguía caminando.

– No hasta que lleve a mi esposa hasta el umbral.

Nic comenzó a andar por la playa mientras la mantilla de Piper ondeaba en la suave brisa. Sus grandes zancadas la hacían echarse hacia delante hasta el punto que sus labios rozaban las mejillas de él. Inclinó la cabeza hacia atrás, como si el contacto le hubiera producido una picadura.

– Esto es absurdo. Ahora no hay nadie mirándonos.

– Es cierto, pero tenemos que poner agua de por medio cuanto antes y un vestido de novia tan bonito te impide andar por la arena.

Nic siempre tenía una respuesta adecuada para todo.

Atrapada entre sus fuertes brazos, no tenía otra opción que dejarse llevar a bordo del Olivier y que la depositara en el diminuto y poco iluminado camarote de abajo.

El ver las literas con sus maletas encima de las sábanas debería haber sido alentador, pero según Olivia, aquella distribución a la hora de dormir había añadido emoción a su luna de miel con Luc.

Después de plantarle un breve beso en los labios, Nic desabrochó los botones de su vestido con una inesperada rapidez y pericia.

– Reúnete conmigo en la cubierta cuando estés lista. Nic empezó a subir las escaleras de dos en dos y desapareció de su vista.

Todavía estaba temblando por el exceso de emociones; el breve contacto de sus labios y sus dedos contra su piel la habían hecho arder en llamas. Totalmente aturdida, dio unos cuantos pasos para alcanzar su equipaje en la litera de abajo.

O bien Nic o sus hermanas habían empacado para ella una gran variedad de prendas de vestir. Después de quitarse el vestido de novia y la mantilla se puso unos pantalones de chándal grises.

Mientras se los ponía, Nic había soltado amarras y arrancado el motor. El pánico se apoderó de ella al sentir las vibraciones bajo sus pies. Ahora los dos estaban totalmente solos.

Colgó el vestido en el estrecho armario. Después de poner las sandalias en la estantería se puso las zapatillas de deporte y se dirigió hacia cubierta. Por entonces Nic ya debería saber si Lars y sus compinches se habían aventurado hacia la trampa que les habían tendido.

La noticia de que el asesino hubiera sido atrapado significaría que podría ir directamente a Málaga y volar de regreso a casa en el primer avión que saliera para Nueva York.

Piper encontró a Nic al timón, enmarcado por las luces de la costa de Marbella que se alejaban a su paso. Sin el chaleco y la chaqueta de su esmoquin se le veía espectacular con aquella elegante camisa blanca abierta hasta el cuello y las mangas remangadas hasta los codos.

Ahora que se encontraban en alta mar, la brisa era más fuerte. El viento hacía que el cabello de Nic se despeinara dándole un aire peligroso a medida que el barco empezaba a surcar el oleaje.

La boca se le secó por el deseo.

La urgencia por arrastrarse hasta su regazo y rodearle el cuello con sus brazos estuvo a punto de apoderarse de ella.

La mirada de Nic la atrapó antes de que ella pudiera apartar la vista.

– Ya sé lo que vas a preguntarme. La respuesta es que Lars no aprovechó la oportunidad que le brindamos esta noche.

Aquella noticia confundía los sentimientos de Piper. Por un lado la frustraba el hecho de continuar con aquella farsa y, por otro, estaba feliz por no tener que alejarse de Nic.

– Además, la policía ha confirmado que no se encuentra a bordo del Britannia. El barco pertenece a un hombre de negocios de Hong Kong y toda la tripulación es de origen británico. Puede que alguno de ellos forme parte de la panda de matones que opera junto a Lars. Las autoridades están llevando a cabo una inspección rigurosa. De alguna forma tratan de descubrir algún tipo de conexión.

Piper agitó la cabeza.

– ¿Cómo ha podido Lars desaparecer tan fácilmente? ¡Si estaba enfrente de nosotras!

Nic dirigió a Piper una mirada enigmática.

– Por eso necesitamos toda la información que Camilla pueda proporcionarnos. La semana que viene tendrás que trabajar duro en ese aspecto.

Para eso faltaban aún tres o cuatro días. Su respiración se hizo más superficial.

– ¿Y mientras?

– Disfrutaremos de nuestra luna de miel -respondió con un suave tono.

– Preferiría volver a Nueva York hasta que tuviera que hacer de espía.

– Me parece bien. Puedes enseñarme tus lugares favoritos.

Nic la estaba obligando a contar hasta diez.

– Me refiero a ir sola. Tengo un negocio del que hacerme cargo.

– Entonces iré contigo a la oficina y te ayudaré.

Piper decidió que ya era bastante.

– Hoy les he contado a mis hermanas la razón por la cual me casaba contigo.

Excepto por su constante abrir y cerrar de ojos, el vigoroso cuerpo de Nic no se movió ni un ápice. Si estaba furioso, lo estaba disimulando muy bien.

– Así que -continuó Piper al ver que él no decía nada- no tenemos por qué seguir fingiendo ser una pareja de felices recién casados.

– Lo haremos por el bien de mi padre -respondió con voz tranquila-. Puede que te interese saber que hoy me amenazó con renunciar a mí.

Renunciar.

Piper estrechó los brazos alrededor de su cintura, horrorizada por aquella revelación.

– Pero vino a la ceremonia. ¡Incluso me dio dos besos!

– ¿Nunca te he dicho que mi padre es un jugador de ajedrez magnífico?

– ¡Nic! -gritó Piper-. No te diría en serio que no quiere que seas su hijo por más tiempo, ¿verdad?

Su expresión se ensombreció.

– Me ordenó que te dejara. Le contesté que no podía hacerlo, así que me prohibió volver a su propiedad privada.

Piper sintió nauseas en el estómago, pero no se debían a las olas.

– Entonces tienes que contarle toda la verdad, sin tapujos, para que pueda entender todo lo que hay en juego.

– Si lo hiciera pondría en peligro toda la operación que signore Barnizzi ha puesto en marcha. Papá no contaba con que me marchara de luna de miel porque no puede concebir que me atreva a hacer algo en contra de su mandato.

Piper se aferró a la barandilla del barco para sujetarse.

– Pero si no tienes un hogar al que regresar…

– Poseo otras propiedades. Tengo una pequeña casa en Ronda a la que tengo mucho cariño. Allí tengo caballos. Está a muy poca distancia de Marbella. Iremos a vivir allí cuando regresemos de Vernazza.

Piper agitó la cabeza en dirección a Nic.

– ¿Vernazza?

– Nos dirigimos hacia allí. Luc me ha dicho que el tiempo en esta época de año es más cálido en la Costa Azul. Dado que nunca pudiste disfrutar de tu viaje por la Riviera a bordo del Piccione, haremos el mismo itinerario que tú y tus hermanas planificasteis, pero al revés.

– Pero…

– Es mi regalo de bodas por tu ayuda. Hasta ahora has conseguido algo que un montón de agentes secretos no ha podido. Hoy identificaste a Lars y a Camilla. Eso nos ha proporcionado la pista fundamental y la conexión que habíamos estado buscando en el caso.

Nic estudiaba sus facciones como si pudiera ver dentro del alma de Piper. Ella retiró la mirada.

– Ha sido un día muy largo, Piper. Debes de estar cansada. Hay comida abajo. Después de que hayas cenado, vete a la cama y duerme. Mañana cuando te despiertes estaremos en San Tropez y hará mucho mejor tiempo. Allí hay una pequeña playa llamada Plage des Graniers donde podremos fondear y disfrutar el día.

Y Nic podría dormir.

Para ella, el haberse marchado de luna de miel sin ser realmente una luna de miel, la estaba matando.

– ¿Cuánto tiempo planeas que estemos fuera?

– Cuatro días. Una vez que regresemos a Málaga y nos establezcamos en nuestra nueva casa en Ronda, ha remos una visita a los Robles. Se correrá la voz y mi padre se enterará de que he regresado con mi mujer. Él verá si decide negarse a pronunciar mi nombre por siempre.

Piper estaba angustiada por él.

– ¡Eso es horrible!

– No te preocupes. Este día tarde o temprano tenía que llegar. Lo supe desde que mi padre expresó su intención de que me casara con Nina.

– ¿Qué edad tenías entonces?

– Diez años.

– ¿Y Nina?

– Siete.

– ¿Hace tanto tiempo? -Piper se estremeció al pensarlo-. ¿Cómo pudo tu padre hacerle algo así a un niño?

– Ya ves. Esas cosas pasan.

Las heridas de él se habían convertido en las suyas propias.

– Cuanto antes nos concedan la anulación antes podrás disfrutar de la libertad que te mereces. Has intercambiado un matrimonio de conveniencia por otro. Después de lo que acabas de contarme, haré todo lo que esté en mi mano para obtener la mayor información posible por parte de Camilla.

– Lo harás -murmuró él.

Con la soltura que le daban muchos años de práctica, Nic apagó el motor y se dirigió al mástil para desplegar la vela. La brisa la llenó, haciendo que el barco se lanzara rápidamente en dirección noreste.

No le pidió que se quedara con él. Piper tenía la impresión de que se encontraba en un momento en que sus pensamientos le requerían estar solo.

Rota por el dolor, se encaminó hacia el camarote.


El preponderante viento ayudaba a Nic a cumplir con su agenda. Al amanecer pudo divisar a lo lejos la cubierta amarilla de la torre del reloj de San Tropez.

Navegó hasta pasado el muelle para llegar hasta la playa en la zona oeste del centro costero.

En cuanto soltó el ancla, Piper apareció en cubierta vestida con unos pantalones vaqueros y un ajustado top de algodón que ponía de manifiesto su atractiva silueta. Desde el primer momento en que la vio subir a bordo del Piccione el pasado mes de junio, aquella belleza de cabellos dorados y relucientes ojos azules como las aguas que rodeaban Vernazza, lo habían cautivado.

A Nic le encantaba la adorable voz de su mujer cuando lo llamaba para desayunar. Su actuación la noche anterior había resultado tal y como él esperaba. Al compadecerse por su dolor, Piper no había intentado hablar con él acerca de su luna de miel. Por el contrario, se había metido en el camarote y no había asomado la cara hasta aquel instante.

No importaba lo mucho que deseara que Lars fuera arrestado. El caso es que una parte de él no lamentaba tener esa excusa para poder disfrutar de más tiempo a solas con Piper. Era necesario para persuadirla de que estaba enamorada de él. Tenía que estarlo. Las señales estaban ahí y Nic se negaba a creer otra cosa.

– Luc me dijo que Olivia es una cocinera excelente. No sabía que tú también lo fueses.

Cuando se sentaron en la mesa abatible de la cocina, Piper le sirvió otra taza de café.

– Todo lo que estás comiendo lo ha preparado ella. Estaba en el frigorífico. Yo lo único que he hecho ha sido calentarlo.

– Está delicioso. Me muero de hambre.

– Después de haber estado navegando toda la noche, no me extraña. Debes de haber trabajado duro ahí fuera. Incluso te ha crecido barba.

Sus sentidos se inflamaron. Aquel comentario de índole personal confirmaba que Piper lo había estado estudiando bajo aquellas largas y femeninas pestañas.

– Prometo afeitarme después de tomar uno más de esos crêpes de limón.

– Están riquísimos, Olivia se ha superado a sí misma.

– Si encima tenemos en cuenta que sufre de náuseas matutinas, su contribución es aún más de agradecer.

Evitando aún su mirada, Piper dijo:

– Después de ver lo mala que se pone Olivia, Greer dice estar contenta de que Max y ella estén esperando la adopción.

Nic se comió el último crêpe. Después de debatirse entre si comentarle o no algo, finalmente dijo:

– ¿Quieres saber un secreto?

Piper levantó la cabeza. Aquellos impresionantes ojos llameaban por la excitación.

– ¿Le van a entregar ya su bebé?

– No. Max ha cambiado de idea acerca de la adopción. Al menos por ahora.

Su expresión de felicidad se desvaneció.

– ¿Quieres decir que Greer no lo sabe? -dijo con voz agitada.

– Todavía no.

– ¿Pero eso no es justo para ella!

Nic cubrió la mano de ella para que no pudiera marcharse.

– Al contrario. Al mismo tiempo que entregaron la solicitud de adopción, Max se realizó su revisión médica anual. El doctor averiguó que Max se había casado recientemente y le sugirió hacerse una cuenta espermática para comprobar si seguía tan baja como hace años, cuando sufrió la lesión en el bazo.

»Para la sorpresa de Max, la cuenta había subido. Se hizo otra prueba para contrastar los resultados. Parece ser que la milagrosa capacidad del cuerpo humano para recuperarse ha solucionado el problema de Max. El doctor no ve razón alguna por la que tu hermana no pueda quedarse embarazada, a menos que sea ella la que tenga algún problema.

– ¡Estás bromeando!

– No, pero él no quiere que Greer lo sepa, porque el doctor le ha advertido que puede obsesionarse con la idea de quedar embarazada y reducir así la capacidad de concebir.

– ¡Entonces ahora mismo podría estar embarazada y no saberlo!

– Eso es lo que Max espera -le apretó los dedos antes de dejarla marchar.

– Dios mío! ¡Quizá sea ésa la razón por la que se sintió mal en la iglesia!

Nic aún fue más allá.

– ¿Sabes si tu madre sufrió las típicas náuseas matinales?

Su esposa lo miró con asombro.

– Siempre decía que los tres primeros meses fueron horribles. A partir de entonces cesó todo.

Nic sonrió.

– Dado que las trillizas Duchess tienen genéticamente tantas cosas en común, no me sorprendería que tu hermana mayor vaya a darle a Max el bebé que siempre ha deseado.

Piper se mordió los labios.

– Creer que nunca iba a poder ser padre biológico debe de haber sido muy duro para Max.

– Así es -Nic inspiró profundamente-. Cuando lo descubrió, cambió completamente. La idea del matrimonio ya no le resultaba tan atractiva. Dado que yo siempre estaba intentando retrasar mi matrimonio con Nina lo máximo posible, los dos hacíamos una buena pareja. Las cosas aún fueron a peor cuando Luc confesó estar harto de las mujeres tras creer que su hermano había tenido una aventura con su prometida.

»Los tres estábamos de capa caída hasta que conocimos a las trillizas Duchess. Ninguno de nosotros volvió a ser el mismo. ¿Por qué no vienes a la cama conmigo, mi amor? Eres una mujer muy atractiva. Me gustaría consumar nuestro matrimonio. Si quieres, podemos incluso intentar ir por el tercer bebé. Entre los seis formaríamos una nueva línea sucesoria, la casa Duchesse-Parma-Borbón -Nic se levantó-. Piensa en ello mientras me afeito.

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