Capítulo 6

Eran tantas las emociones de Piper que amenazaban con desbordarse. La imperiosa necesidad de decirle a Nic lo locamente enamorada que estaba de él era tan fuerte que necesitaba hacer algo con toda su energía contenida.

– Ya está anocheciendo y hace fresco. Me voy dentro.

Se dirigió al dormitorio pasando por delante de él. Antes de que pudiera llegar al pasillo, Nic la llamó.

– Has olvidado algo.

Deteniéndose en la puerta, se giró hacia él.

– ¿Qué?

– Esto.

Nic sujetaba entre sus dedos el anillo de compromiso que Piper había dejado en el plato de cerámica encima del aparador. Se lo había quitado para lavarse el pelo y había olvidado volver a ponérselo.

– Mi mujer no estaría completa sin él.

Con cada uno de los pasos que él daba hacia ella, el corazón de Piper latía tan fuerte que podía oír su ruido sordo retumbar en sus oídos. Estiró la mano con la palma hacia arriba para que él pudiera dejar caer el anillo sin tener que tocarla.

Piper dejó escapar un pequeño gemido cuando Nic agarró sus manos con las suyas y deslizó el anillo en su dedo, tal y como había hecho la tarde anterior dentro de la limusina.

Él le lanzó una mirada perspicaz.

– Estás temblando.

Ella retiró la mano, que estaba ardiendo por el con tacto.

– No eres la única persona que me ha prevenido contra la inestable disposición de Camilla. Mis hermanas temen que pueda causarme algún daño físico cuando me vea luciendo el anillo que solía adornar el dedo de su hermana.

– Te equivocas respecto al anillo. Nina llevaba un diamante que mi padre eligió para ella de entre la colección de joyas de la familia Pastrana. Yo te he regalado la perla de la duquesa de Parma.

– ¿María-Luisa? -casi no podía pronunciar las palabras.

– ¿Quien si no? Este anillo formaba parte de la colección de joyas que fue robada. La pieza apareció en una casa de subastas de Londres el pasado mes de junio. Por eso fui allí después de la boda de Max y Greer. Acabé pagando una pequeña fortuna para poder recuperarlo.

Piper agitó la cabeza.

– Habría preferido no saberlo. Ahora más que nunca temo que algo pueda sucederle. ¡Soy la última persona que debería llevarlo! -gritó.

Los ojos de Nic brillaban de manera salvaje. Sólo brillaban así cuando estaba furioso.

– ¿Quien mejor que la mujer que vino por primera vez a Europa luciendo el colgante de la duquesa? En mi opinión, nadie tiene mayor derecho a llevarlo que un descendiente directo.

– Dijiste que nuestro apellido provenía del francés, así que no podemos ser descendientes de la línea italiana.

Nic apretó los labios.

– Eso fue antes de que signore Rossi descubriera que existían dos colgantes auténticos. Napoleón Bonaparte fue emperador de Francia. Se hizo con la perla en su lucha en Egipto. María-Luisa fue su segunda esposa. Es totalmente posible que la historia de que alguna de sus descendientes tuviera una relación con un monje, sea cierta.

»Sospecho que fue un monje francés ligado a la corte parisina quien desapareció misteriosamente hacia América con el bebé y el colgante. Uno de estos años la verdad saldrá a la luz.

– No me importa cuál sea la verdad. Este anillo debería regresar al palacio ducal de Colorno.

– ¿Para que otro ladrón no dude en cometer otro asesinato para robarlo de nuevo? -preguntó suavemente a pesar de que a Piper le pareciera escuchar un leve tono de amenaza-. Creo que está mucho más a salvo en tus manos. ¿Vamos hacia el otro lado de la casa? Nuestros invitados no tardarán en llegar.

Piper se movió deprisa para mantener la distancia entre ellos. Para su sorpresa, cuando entró en el salón por delante de Nic, pudo ver que sus padres ya se encontraban allí disfrutando de una bebida.

Como Nic le había advertido que quizá sus padres no aparecieran, Piper estaba doblemente aliviada al ver que el señor de Pastrana había acudido para apoyar a su hijo. Ciertamente, aquella tarde iba a ser bastante difícil para Nic.

Aunque nunca hubiera estado enamorado de Nina, aquello no echaba por tierra el hecho de que durante toda su vida, Nic hubiera estado muy unido a la familia Robles y no le hiciera ninguna gracia tener que herirlos.

Después de mirar a los ojos a su padre durante un buen rato, Piper vio como Nic abrazaba a su madre. Ambos se susurraron unas palabras antes de que ella se apartara del calor del fuego para saludar a Piper. Mientras se abrazaban, ella escuchó voces en el vestíbulo. Pronto vio a Nic entrar junto a la familia Robles. Allí estaban los tres, elegantemente vestidos. Eran la personificación de la sofisticación de la aristocracia española.

Camilla tenía una figura bien proporcionada y era de estatura media, al igual que su madre. Se había recogido el abundante cabello negro en un moño sujeto por una peineta de nácar y llevaba puesto un deslumbrante vestido de seda de color burdeos.

La artista que había en Piper enseguida percibió que el color del vestido no era adecuado para su tono de piel. Si llevara el pelo más corto y rizado alrededor de la cara, le suavizaría las facciones. Con el maquillaje adecuado y una vestimenta más propia de su edad, estaría mucho más atractiva.

Mientras que Nic charlaba con ellos en español, Camilla no apartaba sus marrones ojos de él. Piper no la culpaba por ello. Nic era un hombre tan atractivo, que allá donde fuera las mujeres girarían la cabeza para mirarlo. Y la pobre Camilla había estado contemplando aquel fenómeno durante años.

Debía de haber sido muy doloroso para ella amarlo en la distancia, sabiendo que al mismo tiempo él guardaba luto por su hermana.

Nic tenía razón. Cuanto antes supiera que estaba fuera de su alcance, antes podría mostrarle su adoración a otro hombre.

Como si hubiera leído su mente, Nic cruzó la mirada con la de Piper. Ella lo oyó decir en inglés:

– ¿Camila? Ven al salón. Hay alguien importante a quien quiero presentarte. Tus padres ya la conocieron en la boda de mis primos.

La madre de Nic permanecía al lado de Piper. El señor de Pastrana acompañaba a su mujer. La escena le recordaba a un antiguo campo de batalla en el que ambos bandos estaban perfectamente alineados a la espera de que empezara la batalla.

La respiración de Piper se volvió irregular a medida que Nic se dirigía a su lado y le ponía un brazo en actitud posesiva alrededor de los hombros.

– Esta es Piper Duchess, mi antigua cuñada y ahora mi esposa. La señora de Pastrana.

Hubo un incómodo silencio en el que Piper habría querido taparse los oídos.

– ¿Te has casado? -susurró el señor Robles con voz agitada.

– Sí, Benito. Es una larga historia. Después de tanta desdicha tras la muerte de Nina, no sabía cómo iba a recuperar las ganas de vivir. Lloré su muerte y sufrí durante meses. Entonces, recibí una llamada de Max diciéndome que el colgante de la duquesa había aparecido alrededor de los cuellos de unas trillizas americanas. El me pidió ayuda para llevar a cabo una investigación.

»Conocerlas fue una experiencia que nunca podré olvidar. Su presencia fue como un rayo de sol tras meses de oscuridad. Fui testigo de cómo mis primos cayeron rendidos a sus pies. Poco podía hacer yo en mi período de duelo, pero también quedé fascinado por los encantos de esta trilliza en particular.

»El otro día, estando en Nueva York por asuntos de negocios, decidí pasarme a verla por su trabajo. Una cosa condujo a la otra y… -Nic titubeó.

Piper sabía lo duro que era ese momento para él, así que decidió que era preciso ayudarlo.

– Yo… yo siempre recé porque Nic viniera a verme cuando hubiera finalizado su período de duelo -confesó, mirando fijamente a tres pares de ojos marrones perplejos-. Apenas podía creerlo cuando mi asistente me dijo que Nic estaba en recepción.

Humedeciéndose los labios con nerviosismo, continuó:

– Me enamoré de él en el Piccione, pero supe por sus primos que estaba guardando luto por Nina. Supe que no tenía derecho a esperar nada de él, así que regresé a Nueva York tras la boda de Greer. Sólo vine a Europa en una ocasión, para asistir a la boda de mi hermana Olivia.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero Piper no trató de contenerlas. Mientras Nic pensara que todo aquello era una interpretación, podría seguir adelante. Si Piper no resultaba convincente ahora, la situación podría convertirse en una pesadilla.

– Tenía un novio en nueva York, Tom. Quería casarse conmigo y yo estaba a punto de decirle que sí cuan do me di cuenta de que no podía continuar con aquello -levantó la vista hacia Camilla-. Uno no puede casarse con alguien a quien no ama o con quien no te ama.

»Antes de romper, Tom me acusó de estar enamorada de Nic. Entonces fue cuando admití que lo estaba, pero también le dije que Nic estaba guardando luto y que probablemente nunca volvería a verlo.

La mirada de Piper se posó en los ojos del señor Robles. En ellos se apreciaba un brillo extraño y Piper no sabía si se debía a la ira o al dolor. Probablemente fuera una combinación de ambos, ya que acababa de darse cuenta de que su deseo de que las dos familias se unieran se había ido al traste.

– Cuando apareció Nic y supe que su período de duelo había terminado, me sentí tan feliz que temo que fue evidente que descubriera lo que sentía por él. Nic cambió mi mundo cuando me pidió que me casara con él. Yo temía que estuviéramos viviendo un sueño que fuera a desvanecerse, así que llamé al mejor amigo de mi padre y lo arreglamos todo para poder casamos en su despacho. Era lo mejor que podía hacer para tener a mis padres lo más cerca posible. Ellos habrían querido a Nic de la misma forma que vosotros.

De sus ojos seguían saliendo lágrimas.

– Nic quiere tanto a vuestra familia… -espetó-. Fue él quien insistió en que fuerais los primeros en saberlo antes de que corriera la noticia.

Piper paró un momento para tomar aire.

– Créame, señor Robles, sé que Nina siempre habitará en el corazón de Nic. Sus primos siempre me han dicho que ella fue su gran amor, pero que puede tenerse más de un amor en la vida, ¿no cree? -su voz vibró-. Yo también lo quiero -dijo suavemente-, y voy a intentar hacerle tan feliz como lo hubiera hecho su hija.

Piper centró su atención en la señora Robles.

– Espero que podamos ser amigas. Soy consciente de que nunca podré ocupar el puesto de Nina. He visto fotos de ella. Era muy guapa, exactamente como tú y Camilla.

El instinto hizo que Piper tomara las manos de Inés.

– Nic me ha dicho que su padre quiere a tus hijas como si fueran sus propias hijas. Por favor, no dejes que nuestro matrimonio cambie la amistad que existe entre las dos familias.

Volviéndose hacia Camilla, dijo:

– Me gustaría poder conoceros mejor a todos. He estado muy perdida desde que mis padres murieron y mis hermanas se casaron. Voy a necesitar amigos.

Llegados a ese punto ambas madres comenzaron a sollozar. La madre de Nic le ofreció a Piper un pañuelo que ella aceptó de buen grado para secarse las lágrimas de la cara.

El silencio creó una tensión que podía cortarse con un cuchillo, pero Inés fue quien dio el primer paso. Para la alegría de Piper, Inés se acercó a besarla en ambas mejillas y después levantó sus manos hacia la cara de Nic.

– Tú y tu mujer siempre seréis bienvenidos en nuestra casa.

En los preciosos ojos de Nic brillaban las lágrimas reprimidas.

– Gracias, Inés. Nunca sabrás lo mucho que significa para mí -murmuró antes de abrazarla.

Los movimientos de Benito eran rígidos, pero finalmente se acercó a Piper.

– Enhorabuena, señora de Pastrana.

Con un gesto cortés, levantó la mano izquierda en la que Piper llevaba la perla y la besó.

– Muchas gracias, señor Robles.

Con ese gesto, Piper vio que una expresión de alivio se dibujaba en la cara del padre de Nic. Dio gracias a Dios por aquel progreso.

La mano de Nic se deslizó por su cintura antes de decir:

– ¿Vamos al comedor? Le he pedido a Paquita que nos preparara algo ligero para cenar.

Su sugerencia hizo que Camilla hiciera una mueca.

– Pensé que sólo veníamos a tomar algo. Me temo que ya había hecho otros planes para esta noche.

Cuando sus padres empezaron a protestar, Piper le sonrió.

– Estoy segura de que hay un hombre muy especial que se muere de ganas por estar contigo. Comprendo perfectamente que no quieras quedarte aquí con un puñado de gente casada. Nic estará encantado de llevar a tus padres a casa si necesitas que lo haga. Ve y diviértete. Quizá podamos quedar para comer algún día de estos. Podemos darnos un baño y charlar. Sólo sé unas diez palabras en español y necesito un montón de ayuda.

– Por supuesto -dijo Inés al ver que su hija no decía nada.

– Te veo en el coche, Camilla -se ofreció Nic.

Él sabía que la hermana de Nina había sufrido un gran shock. Si Piper hubiera estado en su lugar, también habría querido salir corriendo. ¿Quién podría culparla?

Camilla dio las buenas noches a todo el mundo y se dirigió hacia el vestíbulo en compañía de Nic.

Piper se giró hacia el resto de los asistentes.

– Probablemente quieran hablar un rato. ¿Por qué no vamos al comedor y empezamos? Nic se reunirá con nosotros enseguida.

Piper pensó que le llevaría más tiempo, pero Nic regresó antes de que la sopa de pescado hubiera sido servida a todos los invitados. Se sentó al lado de Piper y acto seguido deslizó una mano por debajo de la mesa y le agarró del muslo. Ella supuso que era su manera de darle las gracias, pero deseó que hubiera escogido otro método y apartara la mano.

El calor hizo que el deseo se desplegara por todo su cuerpo. Susceptible a los sentimientos de los Robles, Nic no había sido muy efusivo delante de ellos. Pero aquello era aún peor, porque ella no podía salir corriendo o decirle que dejara de hacer lo que estaba haciendo.

Surgió en la conversación el tema de los cuadros que Piper había traído a Europa. La madre de Nic se deshizo en elogios hacia ellos.

Nic terminó su vaso de vino.

– Piper es una brillante artista. Cuando me familiaricé con su trabajo, no tenía idea de que hiciera retratos. No hasta que entré en su apartamento en Nueva York y vi un retrato de sus padres colgado en la pared que era una obra maestra.

El señor de Pastrana habló por primera vez. Estaba mirando a Benito.

– Tu cumpleaños es el mes que viene. Lo primero que voy a pedirle a mi nuera es que os pinte a Inés y a ti. Será nuestro regalo de cumpleaños.

– Sería un honor para mí -dijo Piper suavemente-. Señor Robles, Nic dice que posee la más exquisita villa de toda Andalucía. Quizá pueda posar en una de sus habitaciones preferidas o en el jardín mientras yo hago algunos bocetos. Cualquier sitio que tenga la suficiente luz para resaltar el brillo de su pelo.

– ¿Mi pelo? -preguntó el hombre con asombro.

– Sí. Se dice que el cabello de una mujer corona su belleza, pero también puede decirse lo mismo de los hombres españoles. Con sus oscuros ojos y su maravillosa estructura ósea, los andaluces poseen el tono más bello de piel que jamás haya visto.

En ese momento las huellas de Nic ya tendrían que estar estampadas en su pierna.

– Quizá tu nuera quiera pintaros a ti y a María primero -murmuró Benito a su viejo amigo, aunque Piper sabía perfectamente que la idea le había agradado.

– Piper puede pintar a mis padres en cualquier otra ocasión -Nic se levantó y caminó hacia el aparador-. Tenemos el resto de nuestras vidas por delante, así que no hay más que hablar. ¿Todo el mundo quiere coñac?

Nic hizo los honores.

– Yo no -susurró Piper antes de que él le sirviera uno.

Las bebidas marcaban el final de la cena. Los padres de Nic se ofrecieron a llevar a sus amigos a casa. Nic los acompañó hasta el patio. Tan pronto como hubo regresado al vestíbulo y cerrado la puerta, agarró a Piper.

– Nic, bájame. ¿Qué estás haciendo?

Nic la hizo girar dando vueltas y vueltas, como si estuvieran en una pista de baile. Finalmente la levantó por encima de él. Sus ojos estaban llenos de emoción. Piper nunca lo había visto tan animado.

– ¡Lo hiciste! Mi padre y Benito no han dejado de hablarse. De hecho, tengo el presentimiento de que van a estar más unidos que nunca. Sólo una Duchess podría haber asestado un golpe maestro. Ven, mi corazón.

Manejándola como si fuera ligera como el viento, Nic la aupó hasta sus hombros de un solo impulso.

– ¿Dónde vamos? -preguntó ella. Él había comenzado a andar hacia el otro lado de la villa.

– A una reunión para planear nuestra próxima estrategia.

– ¿Dónde?

– En la piscina.

– Hace mucho frío fuera.

– No para una mujer que es medio pez. No aceptaré un no por respuesta. Habrá un premio para ti si me vences en el agua.

– ¿Y si no?

Nic sonrió con aquella sonrisa tan viril que se filtraba hasta cada uno de los átomos del cuerpo de ella y que hizo que se pusiera el bañador en tiempo récord.

Las tenues luces de la arcada de columnas ponían de relieve sus inconfundibles facciones masculinas. Con los musculosos brazos abiertos y su cautivadora y blanca sonrisa, Piper no sabía cómo contener la intensa atracción que sentía hacia él.

– Si no hubiera sido por tu confesión frente a ambas familias, la noticia de nuestro matrimonio habría desembocado en la guerra de los cien años al más puro estilo español.

– Estoy muy contenta de que todo haya salido bien y de que, después de todo, tus padres permanezcan a tu lado. La sugerencia de tu padre de que pinte a los padres de Nina fue una gran idea.

– Tus comentarios fueron tan aduladores que Benito no quiso arrojar el guante. Y todo porque mi mujer hizo que todo sonara sincero, como si saliera del fondo de su corazón. Incluso yo te creí -dijo con voz áspera.

– Eso está bien -dijo ella con voz firme-. Haré todo lo necesario para evitar otro asesinato que pueda des trozar a nuestras familias.

Su sonrisa empezó a desvanecerse.

– Nada va a sucedemos a ninguno de nosotros.

Piper dio una voltereta para poder liberar sus emociones. Cuando salió a la superficie a respirar, Nic estaba a su lado.

– ¿Qué sucede? -susurró él.

– Camilla me preocupa. Vi la forma en que te miraba esta noche.

De su mandíbula cuadrada goteaba agua.

– Era difícil leer su pensamiento, pero supiste manejarla como una profesional. Nadie podía suponer que supieras los planes que su padre tenía para ella.

Mientras Nic hablaba, su mirada deambulaba sin ningún disimulo sobre sus curvas hasta detenerse a observar la longitud de sus piernas. A Piper aquello la estaba derritiendo. De alguna manera tenía que fingir que no se daba cuenta de la forma en que él la estaba mirando.

Después de todo Nic era un hombre. De hecho, era un hombre casado que le había dicho que estaría feliz de consumar su matrimonio si eso era lo que ella quería. Ahora mismo su cuerpo lo deseaba tanto que Piper corría el peligro de olvidarse de su orgullo y dejarse llevar por sus necesidades.

Pero por la mañana se levantaría y la cruda realidad sería que él estaba enamorado de otra persona. Por muchas veces que hicieran el amor esa noche, no podría pasar por alto ese hecho.

Ninguna Duchess vendería su alma de aquella manera, aunque tuviera un papel que demostrara que estaba casada.

Piper nadaba de espaldas y se impulsaba mediante pequeñas patadas. Nic permanecía allí con ella.

– ¿Piper?

Al escuchar su nombre dejó de nadar y flotó en el agua.

– ¿Qué pasa? -su pulso se aceleró-. ¿Por qué me siento como si me fueras a tender una trampa?

Él sonrió.

– No. No hay ninguna trampa. Cuando acompañé a las familias al coche, los invité a asistir a nuestra boda en la capilla de la propiedad mañana al atardecer.

Ella empezó a ponerse nerviosa.

– Seguramente no sea necesario.

Estando ella delante, Nic le había dicho al señor Carlson que celebrarían una ceremonia religiosa a la que pudiera asistir toda la familia, pero ella había con fiado en que nunca llegara a celebrarse.

Piper nadó hasta el borde de la piscina para salir del agua. Él la siguió a toda velocidad y la agarró de un pie. Ella pensaba que iba a empujarla de nuevo hacia el agua, pero en vez de eso hizo pequeños círculos con los dedos gordos en los arcos de sus pies. Aquel tacto tan sensual amenazaba con ponerla en un erótico trance.

– Es parte del plan diseñado por signore Barnizzi. Nuestro matrimonio debe ser santificado por la iglesia. Eso convencerá a ambas familias de que nuestro amor es verdadero. La bendición del sacerdote sellará nuestra vida en común y contribuirá a la paz entre Benito y mi padre. También tiene que celebrarse para que puedas ganarte la confianza de Camilla. En cuanto a tus hermanas, sabes que no esperarían menos.

Nic tenía razón, pero cada minuto que pasaba con él parecía involucrarla más en su vida. Cuando llegara el momento de cortar, ¿cómo iba a superarlo?

– ¿Quieres llamarlas ahora e invitarlas a la ceremonia o llamo yo a mis primos?

Piper retrocedió en el borde de la piscina, forzándolo a que soltara sus pies.

– Yo las llamaré.

Él se impulsó en el borde de la piscina y levantó todo su poderoso cuerpo.

– Mientras te pones en contacto con ellas, llamaré al sacerdote desde la biblioteca para hablar sobre los preparativos. Adelántate y dúchate tú primero.

Piper se marchó corriendo hacia el interior. Mientras se duchaba, su cuerpo no paraba de temblar, pero no era por el frío, sino por el miedo. Al día siguiente por la noche, a esa misma hora, estaría casada con Nic a los ojos de Dios y de la iglesia. El papel que había acordado representar se le había escapado de las manos.

Después de secarse, se puso el camisón y una bata de felpa. No eran un mono de esquí, pero el grueso material la cubría de pies a cabeza. Con el pelo aún húmedo, era la criatura menos apetecible del mundo, y eso era precisamente lo que intentaba aparentar.

Piper tomó su teléfono móvil del aparador y llamó a Greer en primer lugar. Era una locura, pero lo hizo por instinto. Después de todo ese tiempo debería haber roto con el hábito de la hermana del medio informando a la hermana mayor.

– ¿Hola?

– Hola, Greer. Soy yo.

– Gracias a Dios. Desde que volvimos de cenar, hemos estado esperando en la terraza de Luc a que Nic o tú nos llamarais para saber qué ha pasado. Los chicos han cavado un hoyo en las baldosas y Olivia cree que le viene otra racha de náuseas matutinas.

– Dile que todo ha ido de maravilla, teniendo en cuenta las circunstancias. Camilla se marchó pronto y sola, pero el padre de Nic y el señor Robles siguen siendo amigos. Como ha dicho Nic, hemos evitado una gran guerra.

– Ésas son las mejores noticias que podías damos.

No. Podía haber noticias mejores, como por ejemplo el hecho de que el asesino hubiera sido capturado o que Nic estuviera locamente enamorado de ella en lugar de otra persona.

– Estoy de acuerdo.

– Espera un momento mientras les doy un avance. Se mueren por oír los detalles.

Antes de que Greer volviera a ponerse al aparato, Piper se estremeció al pensar lo horribles que habrían sido las cosas si todo hubiera sucedido de forma diferente.

– Hola. Ya estoy devuelta. Luc estaba diciendo que todo el mundo puede ver lo enamorados que estáis. El corazón del tío Carlos tendría que estar hecho de piedra para no aceptarlo.

Si podía engañar a Greer, Nic era un actor consumado.

– Fue la señora Robles quien rompió el hielo y me besó primero.

– Ésa eres tú, Piper, la conciliadora. Sabía que serías capaz salvar las dificultades y ganarte a esa familia. Estoy tan contenta por vosotros… Olivia ya se siente mejor.

– Espero que sea verdad, porque os llamo por algo en concreto. Nic y yo vamos a casamos en la capilla mañana por la tarde.

– Eso incluso son mejores noticias. Volaremos a Marbella por la mañana y te ayudaremos a arreglarte. ¿Tienes vestido de novia?

Sus dedos apretaron el auricular.

– Pensaba llevar el vestido blanco con el que me casé en la oficina del señor Carlson.

– No, Piper. Eso no es suficiente para tu marido -dijo en voz baja-. Mañana iremos de compras y encontraremos el vestido de novia más maravilloso del mundo. A Nic le dará un infarto cuando te vea andar hacia el altar.

Piper tenía dificultad para respirar. Para que le diera un infarto a su marido, tendría que estar enamorado de ella, pero Piper no podía decirle nada de eso a Greer. Aún no.

– Me encantaría que me ayudarais.

Las lágrimas le hicieron un nudo en la garganta. En verdad había extrañado mucho a sus hermanas desde el pasado agosto. A pesar de que el doctor Amavitz le hubiera dado un maravilloso consejo, el trabajo no lo era todo.

– No puedo esperar a pasar más tiempo contigo y con Olivia.

– A nosotras nos pasa lo mismo. Nada ha sido lo mismo desde que te marchaste a Nueva York. Una para todas y todas para una, ¿recuerdas?

– ¿Cómo podría olvidarlo?

– Cuando estemos juntas, podremos hablar y podrás contamos todo lo que pasó -continuó hablando en voz baja-. Queremos saberlo todo sobre la reacción de Camilla.

– Sí, bueno. Hay bastante poco que contar en ese aspecto.

– Apuesto a que no. Así que -retomó su tono de voz normal- ahora que el atractivo y trilingüe Don Juan de Pastrana está fuera del mercado, ¿cómo te sientes al ser la responsable de semejante hazaña?

«Me encantaría saberlo».

– Todavía no puedo creérmelo.

– Sé a lo que te refieres. Algunas veces, cuando miro a Max y me doy cuenta de que es mi marido, yo tampoco me lo creo. ¿Te he dicho que cada día estoy más enamorada de él?

– Puedo imaginármelo. Max debe de estar ahora a tu lado.

– Sí, aquí está. A mamá y a papá les habrían encantado nuestros maridos. Deberías ver lo cariñoso que es Luc con Olivia, especialmente ahora que está embarazada. Cuando lo conocimos por primera vez a bordo del Piccione, ¿te habrías imaginado que algún día diríamos de él que es cariñoso?

«No me hagas hablar. Greer».

Luc estaba locamente enamorado, al igual que Max. Lo de Nic era otra historia.

Piper se aclaró la garganta.

– No, pero también solías llamar a Max el gran tiburón negro.

– Hmm. Algunas veces aún merece ese título.

– ¿Te he contado que he empezado otro calendario llamado Animales políticamente incorrectos del Mediterráneo? He elegido a un gran tiburón negro italiano llamado Maximiliano para el mes de junio. Todas las hembras están enamoradas de él, pero él sigue nadando alrededor del esquivo y esbelto delfín dorado llamado Pansy Eyes que se niega a darle una oportunidad.

Greer se rió antes de que Piper escuchara como se lo contaba a los demás. Hubo una explosión de carcajadas.

– Luc se siente desplazado -dijo cuando volvió a ponerse al aparato.

– Dile que no se preocupe. Lucien de Monaguesque, el pulpo con un tentáculo dañado, ocupa el mes de agosto. Todas las hembras pulpo luchan por ver quién se encarga de cuidar de él, a pesar de que él sólo se interesa por un sofisticado y esbelto delfín de ojos de color azul zafiro que se mueve demasiado deprisa para él.

– Me muero por ver tus dibujos. Espera un minuto -dijo con el fin de contárselo a los demás. Se sucedieron más risas.

– ¿Yo también estoy en tu libro? -dijo una voz ronca.

Загрузка...