Marbella, en España, tenía la reputación de ser la Florida europea. Según Nic, incluso en invierno podía disfrutarse de un microclima con suaves inviernos y los días con más horas de luz solar que en ningún otro sitio en el continente.
Mientras que Kingston había sido azotado por una nueva tormenta de nieve, Piper tenía que pellizcarse para creer que estaba viendo flores exóticas y palmeras bajo un cálido sol.
La noche en la que Luc y Olivia habían celebrado su boda en la capilla de la propiedad privada de los padres de Nic, ella le había pedido a Max que la llevara hasta el hotel más cercano en cuanto la ceremonia concluyera. A pesar de que los padres de Nic habían invitado a todos los asistentes a alojarse en el palacio ducal, una versión en pequeño de la Alhambra que ella había visitado con Olivia el pasado agosto, Piper había querido alejarse lo máximo posible de Nic.
Como resultado, sólo había podido ver el palacio desde la ventana de la limusina. No había visto nada de la casa de Nic, aunque Max le había dicho que estaba situada al pie de las montañas que rodeaban la cuidad, en la playa privada de sus padres.
Eran las tres de la tarde cuando la limusina que los transportaba desde el aeropuerto de Málaga se aproximaba hacia el mar. A través del exuberante follaje Piper intentaba ver su nueva residencia temporal, una exquisita villa pintada de blanco y estilo mozárabe. Aquella deslumbrante vista la emocionó hasta lo más profundo de su ser.
Mientras Nic la ayudaba a bajar del coche una en cantadora pareja, Paquita y Jaime, quienes vivían en la propiedad y estaban a cargo del resto de los empleados. salieron a recibirlos.
Cuando Nic les dijo que Piper era su mujer, se alegraron mucho por él. No sólo reaccionaron bien sino que además, dieron a Piper una afectuosa bienvenida en perfecto inglés.
Mientras que ellos se hicieron cargo de las maletas, Nic fue testigo de que ella estaba encantada con todo lo que la rodeaba, así que le dio un pequeño tour por la villa que era toda una obra de arte escultórico.
Él la condujo a través de habitaciones vacías, abiertas al aire libre por pórticos y patios. El lujoso mobiliario y las chimeneas revestidas de azulejos creaban un espacio cálido y acogedor que la hacía sentir como si estuviera constantemente de vacaciones.
El jardín interior y la terraza privada de los dormitorios, junto con las plantas y los árboles, contribuían a su embelesamiento. Ella dio un grito de asombro cuando descubrió una hilera de azulejos que conducían hasta una piscina de forma rectangular flanqueada por arcos a lo largo de toda la villa. Algunos pasos más adelante se encontraba la playa y, un poco más allá, el azul mar Mediterráneo.
El sur de España era un paraíso para los artistas. Pocas personas habían entrado hasta aquel espectacular lugar dentro de la propiedad privada de los Pastrana. Mientras la mayoría de la gente miraba a su alrededor y se quedaba maravillado, también estaban los criminales que envidiaban toda aquella riqueza y mataban por ella sin ningún remordimiento. Fuera culpable o no, Nina había pagado las consecuencias de su relación con Nic y Luc nunca volvería a esquiar a causa de su extraordinaria herencia.
Ahora que Nic había comenzado el juego, Piper estaba más decidida que nunca a llevar a cabo su misión.
Mientras que permanecía allí cautivada por la vista que enmascaraba a los guardias de seguridad y el peligro que estaba al acecho, Nic salió del dormitorio vestido con un bañador blanco. Su espléndido y viril físico le resultaba tan atractivo que tuvo que apartar la mirada.
– Ven a darte un baño conmigo en la piscina. No hay nada más relajante después de un viaje en avión.
Con el corazón dando tumbos, le dijo:
– Creo que primero desharé la maleta y luego me arreglaré para recibir a nuestros invitados.
– La familia Robles no llegará hasta por lo menos las siete y media. Tenemos un montón de tiempo para relajarnos.
Ella tomó aire.
– En ese caso, me gustaría telefonear a Don para ponerme al día.
– Como quieras. Ahora, ésta es tu casa. Reorganiza mis cosas para acomodar las tuyas, mi amor.
Piper quería que dejara de llamarla «mi amor». Aquella expresión de cariño tenía tan poco sentido como las muchas otras que había estado utilizando.
– Debes hacer lo que quieras.
¿Lo que Piper quisiera?
Lo que Piper quería, por supuesto, era caer entre sus brazos y no dejarlo marchar nunca, pero él estaba muy lejos de su alcance. Tenía que agradecerles a sus primos el hecho de que la hubieran elegido para aquella tarea, si no, Consuelo Muñoz estaría allí en su lugar.
– Gracias.
– Lo he dispuesto todo para que podamos compartir el espacio en mi biblioteca. Encontrarás un teléfono móvil nuevo en tu escritorio.
– Tenía intención de comprarme uno. Gracias.
– De nada.
Nic puso la maleta de Piper sobre la cama de matrimonio. En cuanto a la cama, era otra de las cosas sobre las que tenían que hablar. ¿Cómo harían para dormir? Lo que acordaran tendría que ser algo infalible para que los empleados no levantaran habladurías.
Cuando Piper se dio cuenta de que Nic aún permanecía allí, murmuró:
– Disfruta de tu baño en la piscina.
– Claro. Si cambias de idea, te estaré esperando.
Ella no respondió a su comentario, pero sus palabras hicieron que el cuerpo de Piper empezara a temblar.
Cuando hubo hecho algo de espacio para sus cosas en los cajones del aparador y en el armario, Piper escuchó el sonido de un chapuzón proveniente de la piscina. Ella podía imaginarse su musculoso cuerpo haciendo largos como un torpedo.
Sintiendo la necesidad de mantener las distancias, se apresuró a colocarlo todo para poder ir a la biblioteca y llamar a Don.
El santuario de Nic era diferente del resto de la casa. La gran habitación estaba forrada, de suelo a techo, de libros a los que podía accederse por medio de una escalera volada.
Piper perdió la noción del tiempo estudiando los cientos de títulos impresos en lenguas que él dominaba.
Aquél era el santuario de todo un erudito. Había mapas y todo tipo de gráficos por doquier.
Tras recordar finalmente lo que la había llevado hasta allí, se sentó en el taburete regulable al lado de su nueva mesa de dibujo y su lámpara de pie. Ambas piezas habían sido colocadas frente a una de las ventanas para obtener la máxima luz posible.
Piper agarró su nuevo teléfono móvil. Debajo había una nota. La caligrafía era tan bonita que Piper supo que tenía que ser de Nic.
Piper,
Este es tu nuevo número de teléfono. El primer número que he programado en el móvil ha sido el mío, seguidos del de Greer y el de Olivia.
El dueño de la villa de Marbella era meticuloso y no dejaba nada al azar.
Después de jugar un ratito con el móvil para ver cómo funcionaba, hizo una llamada a Nueva York. Por desgracia, saltó el contestador automático de Don. Piper le dejó su nuevo número y le dijo que intentaría contactar con él de nuevo al día siguiente.
Sus hermanas tampoco contestaron, así que también les dejó su nuevo número. Antes de salir de la biblioteca se paseó por el área de trabajo de Nic, justo enfrente de la otra ventana.
Al lado de un ordenador de tecnología punta había libros y boletines legales cubriendo toda la superficie de la mesa. El escritorio era enorme y estaba hecho en madera de caoba. Junto a el había una igualmente impresionante silla de cuero acolchada de marquetería e incrustaciones metálicas en la madera que recordaban al Imperio otomano.
Un pequeño marco, la única fotografía en todo el escritorio, llamó su atención. Era una fotografía fascinante de Nic y sus primos montados a caballo dirigiendo a un caballo de carga. No deberían de tener más de veinte años y todos ellos lucían barba.
Con el pelo tan largo los primos Varano parecían montañeros que hubieran estado alejados de la civilización durante bastante tiempo. Parecían encantados.
Piper agarró el marco para examinar la fotografía más de cerca. Aun siendo jóvenes y con ese aspecto desaliñado, tenían una presencia abrumadora. El dolor la abrasaba viva al pensar en todas las mujeres a las que Nic habría amado en aquellos años. Piper no tendría más de catorce años cuando aquella fotografía fue tomada.
¿Habrían visto sus hermanas aquella fotografía? Obviamente significaba algo importante para Nic. Si no. no la tendría en su escritorio.
– Fue tomada en Alaska. Fuimos en busca de oro.
Al oír la voz de Nic, Piper volvió a dejar la fotografía en su sitio y retrocedió, avergonzada por haber sido descubierta recreando su mirada en él.
– Como si no tuvieras suficientes tesoros en casa -se burló de él-. Pero tengo que reconocer que, al menos, intentaste encontrarlo con el sudor de tu frente. ¿Hubo éxito?
Justo entonces ella lo miró y vio que se había puesto unos pantalones de color tostado y un polo de color granate. Su sonrisa hacía que cambiara el ritmo de la respiración de Piper.
– No. El caballo que cargaba con nuestros bártulos se asustó por un relámpago y salió despedido montaña abajo. Estuvimos dos días buscándolo hasta que lo encontramos. Entonces vino el mal tiempo y tuvimos que posponerlo. No teníamos comida. Debimos de perder al menos cuatro kilos cada uno.
Piper se rió.
– Sin duda, guardas la foto como recuerdo. Algunas veces, cuando todo va mal, uno se da cuenta de que ésos son los mejores viajes.
– ¿Es ésa tu forma de decirme que tu viaje a bordo del Piccione, después de todo, no fue un desastre?
El calor empapó su cara.
– ¿Qué viaje? -respondió para tratar de ocultar el hecho de que él había leído su mente con asombrosa precisión-. ¿Te refieres al viaje de ida a una cárcel italiana? ¿O a la vez en que fuimos secuestradas y nos mantuvisteis cautivas en nuestro camarote? ¿O quizá te refieres al día que nos escapamos en las bicicletas que nos acabábamos de comprar para ser llevadas de vuelta al embarcadero?
Él encogió sus anchos hombros.
– Esas fueron decisiones vuestras. Nosotros estábamos dispuestos a cumplir cada uno de vuestros deseos. ¿Por qué no admites que os encantaba ser perseguidas al igual que a nosotros nos encantaba ir tras vosotras? -añadió con voz suave.
Ella lo miró fijamente.
– ¿Estás loco? Nos metisteis miedo. ¡Nos estábamos jugando la vida! Tendrías que ser una mujer para entenderlo, pero como no lo eres…
Nic soltó una gran carcajada.
– No, mi esposa. Le doy las gracias al cielo cada noche por no serlo.
Piper apostaba que así lo hacía, especialmente si iba a utilizarla a ella como tapadera mientras que él se escabullía para estar con la mujer que amaba y con la que, supuestamente, no podía casarse.
¿Desde cuándo? Hasta entonces él le había mostrado que era lo suficientemente maquiavélico para conseguir lo que quería, cuando quería.
Nic era igual que Luc y Max. Los tres eran leales a sí mismos.
Incapaz de tolerar el pensar que pudiera estar viéndose con Consuelo o cualquier otra, se dirigió hacia la puerta.
– ¿Dónde vas?
– Tengo que ducharme y lavarme el pelo.
– Paquita nos servirá la comida en la terraza cuando estés lista.
– Ve tú y empieza a comer sin mí. Probablemente tardaré en secarme el pelo.
– Te traeré un adaptador para el enchufe.
El comportamiento de Nic empezaba a recordarle al pasado mes de junio, cuando él y sus primos complacían todo lo que ella y sus hermanas pedían.
Tan pronto como Piper llegó al baño, Nic apareció tras ella. Enchufó el adaptador en el interruptor y después dirigió su penetrante mirada hacia ella.
Ambos estaban vestidos, pero Piper se sentía ridículamente vulnerable estando tan cerca de él. Presa del pánico, salió del baño hacia el dormitorio donde había más espacio. Allí había aire para respirar.
– En cuanto a cómo dormiremos esta noche… -comenzó Piper.
– ¿Si? -dijo suavemente Nic tras ella.
– ¿Cómo vamos a hacer para que los empleados no sospechen de nuestra situación?
– Dormiremos cada noche en la misma cama. Simplemente, no haremos el amor.
En aquel momento Piper sentía fiebre. Aún le daba la espalda.
– Eso no formaba parte de nuestro acuerdo.
– Permíteme que difiera. Cuando te convertiste legalmente en mi esposa, dormir conmigo estaba implícito en el contrato. Se pueden levantar sospechas incluso entre los empleados más leales. Si te hace sentir más segura, puedes usar mi ropa interior térmica y mi equipo de esquiar para dormir.
Antes de salir de la habitación, se detuvo en la puerta.
– Tengo que admitir que me alegra saber que no roncas. Que yo sepa, las pocas mujeres con las que he mantenido relaciones tampoco se han quejado de mí en ese sentido.
Nic encontró a Paquita barriendo el patio. Después de que le pidiera llevar una bandeja para su mujer, oyó sonar su teléfono móvil. No le hacía falta mirar la pantalla para adivinar que era su padre.
A través de Luc, Nic se había enterado de que sus padres habían regresado a Marbella después de la fiesta de la otra noche. La noticia no lo pillaba por sorpresa. Después de asimilar que tenía una nueva nuera y saber que no había nada que él pudiera hacer ya para evitarlo, el padre de Nic debía de haber estado muy inquieto como para permanecer allí.
Nic descolgó.
– Buenas tardes, papá.
– Voy de camino a verte. Hazme el favor de reunirte conmigo en el coche. Ven solo. Estaré en la entrada en un par de minutos.
La línea se cortó.
Nic sabía el tremendo shock que había sufrido su padre. Si Piper no fuera el alma gemela de Nic, jamás se habría atrevido a enfrentarse a él, no porque le tuviera miedo, si no porque podría crear un distanciamiento entre él y su testarudo padre.
A lo largo de los años Nic siempre había hecho todo lo que sus padres habían querido, así que no se sentía culpable por haber sido él mismo quien tomara la decisión más importante de su vida. Únicamente sentía compasión por el dolor y la aparente incapacidad para relajarse de su padre.
Juan Carlos de Pastrana era un hombre maravilloso, aunque estricto, que había sido criado por un padre aún más severo que él. A su debido tiempo Nic contaba con que el espíritu inimitable de Piper Duchess cautivaría a su padre y se ganaría su amor.
Pero aquello no sucedería esa misma noche, y en aquel momento el padre de Nic estaba furioso por su amigo Benito, quien esperaba una alianza entre las dos familias. Nic estaba preparado para asumir toda la culpa.
Sin embargo, cuando salió de la villa y entró en el coche que su padre conducía, tuvo que admitir que no estaba preparado para escuchar lo que su padre iba a decirle.
– O dejas a esa mujer inmediatamente o me veré obligado a renunciar a ti como hijo.
¿Renunciar?
– Tienes media hora para tomar una decisión. Llámame cuando lo hayas hecho.
– En realidad no quieres decir eso, papá.
Puesto que Nic siempre había sido una persona leal, su padre no esperaba de su hijo un comportamiento diferente ante aquella situación. Desgraciadamente, Nic no tenía otra opción que marcarse un farol.
En caso de que aquello surtiera efecto, eso significaría una ruptura total en sentido estricto, porque Piper lo era todo para Nic, era su mundo. Sin ella, la vida no tendría sentido.
– Media hora -repitió su padre con apariencia inflexible y dura, como las armaduras que llevaron sus antepasados.
– No necesito tiempo, papá. Ya he tomado una decisión.
– Entonces te quiero fuera de mi vida y de mi propiedad mañana por la mañana.
¿Fuera de su vida?
Nic miró a su padre, pero él se negó a mirarlo.
– ¿Sabe mamá algo de esto?
– Sí.
Ya que su padre no daba más detalles, Nic sabía que su madre estaría desesperada por la situación. La elección de la esposa de Nic habría sido, sin duda, el mayor conflicto en su matrimonio.
Y ese conflicto sólo se reducía al hecho de que Piper ahora era la mujer de Nic. La quería por encima de todo y no tenía la menor intención de dejarla.
– Lamento que te sientas así, papá. Sabes que te quiero mucho, pero Piper es la dueña de mi corazón.
– Sal del coche.
– Antes de que me vaya, hay algo que debes saber. En realidad, esperaba no tener que decírtelo nunca.
Nic nunca lo habría revelado todo, simplemente lo suficiente como para abrirle a su padre los ojos.
– Nunca estuve enamorado de Nina. Acababa de romper mi compromiso con ella el día que murió.
Al momento de oír su confesión, su padre comenzó a agitar la cabeza lleno de asombro.
– Aún hay más -añadió Nic-. Después de nuestra charla, Nina se marchó del chalet. Por casualidad, Luc la vio arrojarse a los brazos de otro hombre antes de montar en el tranvía que acabó con su vida. Así que parece que, por intentar hacer honor a los deseos de nuestros padres, ninguno de los dos éramos felices.
Su padre comenzó a protestar, pero Nic siguió hablando.
– No tienes por qué creerme. Llama a tu sobrino. El fue testigo de todo y podrá decirte que aquel hombre tenía que ser su amante. No podría haber otra explicación para su pasión y la forma en la que ambos se aferraban el uno al otro.
El silencio se hizo entre ellos. Finalmente, su padre habló con voz grave.
– Esa no puede ser la Nina que yo conocí.
Nic sentía mucha pena por su padre, ya que él siempre había pensado que Nina era casi perfecta.
– Su relación con otro hombre fue toda una sorpresa para mí también. Si no le hubiera descubierto mis sentimientos aquel día y no hubiera sufrido ningún accidente, no tengo manera de saber si ella habría seguido adelante con nuestra boda o no.
»Como sé que la noticia de que Nina tuviera una relación con otro hombre mataría a Benito y a Inés, nunca les he contado nada sobre ello y no tengo intención de hacerlo nunca. Pero lo que quiero que entiendas es que una unión entre nosotros dos habría terminado en desastre, tal y como lo haría mi matrimonio con Camilla.
Su padre se revolvió en el asiento del conductor, como si al mencionar a Camilla le hubieran propinado un buen golpe.
Obviamente, aquella inesperada conversación le estaba causando un gran trauma. Eso era bueno. Tendría que haberle quitado las vendas de los ojos hacía años.
– Aunque nunca lo hayamos dicho en voz alta, ambos sabemos que Benito e Inés quieren que Camilla forme parte de nuestra familia.
Su padre agachó la cabeza reconociéndolo inconscientemente.
– Pero al final será mejor para Camilla y sus padres que descubran esta noche que tengo una nueva esposa.
Su padre respiró hondo.
– ¿Eres consciente de que esa noticia puede hacer que Benito sufra un infarto?
– Supongo que puede pasar cualquier cosa, papá. En realidad, por doloroso que pueda resultarle jamás podrá decir que no honré la memoria de su hija, ¿no crees?
Pasó un buen rato antes de que su padre finalmente murmurara:
– No.
Para Juan Carlos de Pastrana admitir tal cosa era una concesión sin precedentes.
– Piper es consciente de que son vuestros mejores amigos. Sabe que los sentimientos van a estar a flor de piel durante un tiempo, así que va a hacer todo lo que esté en su mano para ser amable con ellos y con Camilla.
»Si Benito e Inés osan enfadarse por mi matrimonio con ella, entonces serán ellos mismos los que habrán puesto fin a nuestra relación. Al menos tendrás un consuelo. Si son ellos los que deciden marcharse, se irán de mi casa y no de la tuya. Me culparán a mí, no a ti -habiendo calculado el riesgo, Nic añadió-: Vuestra amistad permanecerá intacta y más aún cuando les digas que has renunciado a tu único hijo. Sin duda, sería una buena forma de apaciguar a Benito.
Tras hacer aquel comentario, Nic salió del coche y cerró la puerta. Su padre permaneció sentado allí durante un rato antes de marcharse.
Tan pronto como lo hizo, Nic tomó su teléfono móvil y llamó a Luc. Al instante, su primo contestó.
– ¿Estás solo?
– Max y yo estamos esperando a las chicas. Vamos a salir a cenar pero esperábamos tu llamada sin importar lo tarde que fuera. Queremos saber qué ocurre cuando lances tu pequeña bomba frente al señor Robles.
Nic agachó la cabeza.
– Me temo que los planes han cambiado y ha sido mi padre quien me ha arrojado una bomba a mí.
– ¿Cómo de grande?
– ¿Te acuerdas cuando el pasado agosto me preguntaste si me gustaría tener un vecino permanente?
Aquello fue cuando Luc pensaba que Olivia iba a casarse con su hermano César y creía que Mónaco no era lo suficientemente grande para los tres.
– Así que la actuación del tío Carlos la otra noche fue una pura farsa.
– Totalmente. Hace un rato que ha venido a casa para darme un ultimátum. Acabo de darle mi respuesta y aún puedo oír el chirrido de las ruedas de su coche.
– Apuesto a que te ha dicho que o dejas a Piper o…
– O renunciará a mí.
– ¿Renunciar? ¿Ha llegado tan lejos?
– Es su forma de ser. Le dije que elegía a mi esposa, así que tengo hasta mañana por la mañana para abandonar la casa y no verlo nunca más.
– ¡No hablas en serio! -dijo Luc dejando escapar algunas palabrotas en francés.
– Antes de marcharse, le conté un montón de cosas sobre las que tendrá que recapacitar. No te extrañe que te llame para verificarlas.
– ¿Qué cosas?
– El amante de Nina.
– ¿Le has contado todo?
– No. No sabe nada del asesinato y de nuestras sospechas. Quién sabe si se relajará lo suficiente como para aparecer esta noche por casa cuando me enfrente a Benito.
– Espera un momento, Nic. Max quiere saber lo que pasa.
Nic podía oír como los dos conversaban antes de que su primo se pusiera al aparato.
– Lamento que el tío Carlos haya perdido la cabeza, Nic, pero aún está todo muy reciente.
– La ruptura con mi padre es inevitable, Max, pero ahora lo que más me preocupa es Piper. La única razón por la que accedió a casarse conmigo fue porque le dije que tendría que hacer de espía en casa de los Robles. Todo depende de como salgan las cosas esta noche. Quizá Benito se muestre demasiado hostil para que el plan funcione.
– No te preocupes. Mientras vosotros os preparáis para recibir a vuestros invitados Luc y yo pensaremos en otra estrategia. Si el plan inicial explota frente a ti esta noche, dile a Piper que, a partir de mañana, se pone en funcionamiento el plan B para el cual necesitas operar desde Mónaco en lugar de Marbella.
– Gracias, Max. Como siempre, estoy en deuda con vosotros.
– Dejémoslo en que todos estamos permanentemente en deuda con todos. Hablamos luego. Ciao.
– Ciao.
Nic volvió al interior de la villa y se encontró con Piper en la terraza terminándose la ensalada de cangrejo que Paquita le había preparado. Verla con el pelo recién lavado al viento estimuló sus sentidos, como también lo hizo el adivinar su marcada silueta bajo la blusa de algodón y la falda de color aguamarina que se había puesto.
Desde el pasado junio en que por primera vez puso los ojos en ella, Nic había estado esperando que llegara el día en que pudiera verla instalada allí como su legítima esposa. Qué ironía que tuvieran que marcharse de allí por la mañana!
La mirada de Piper se reflejó en la suya.
– Algo va mal -dijo sin preámbulos.
– ¿Cómo lo sabes?
– Por tu mandíbula. Cuando no estás preocupado tus músculos faciales están relajados. La artista que hay en mí percibe esas cosas.
Si no tenía cuidado, Piper podría averiguar muchas otras cosas.
– Papá se dejó caer por aquí hace un rato.
– Supongo que los acontecimientos de esta noche tienen que estar agobiándolo.
Nic se agarró a la silla que había enfrente de ella.
– Después de sopesarlo todo, está preocupado por que la noticia de nuestro matrimonio pueda ser un gran shock para el señor Robles.
Piper se levantó de la mesa.
– No quiere que sigamos adelante con la fiesta de esta noche, ¿verdad?
– No, pero vamos a hacerlo de todos modos. Sólo te cuento esto para que no te sorprendas si mis padres no aparecen.
Cuando Nic se dio cuenta de que ella estaba pensando sobre el tema, dijo:
– ¿Llamo a signore Barnizzi para explicarle por qué tenemos que continuar según lo planeado? Éste es un caso de vida o muerte y él está a cargo de la investigación. Un paso en falso podría arruinarlo todo.
Piper apartó la mirada.
– Naturalmente, no quisiera poner en peligro la situación, pero tu padre debe de sentirse fatal por lo que está a punto de suceder.
– Algunas veces hay que actuar mal para hacer el bien, Piper. Por su amistad con Benito, Camilla ha estado creyendo durante un año entero que terminaría casándose conmigo. ¿Realmente piensas que es justo pos poner la verdad por más tiempo?
Piper inclinó la cabeza hacia atrás.
– No. Por supuesto que no -dijo cambiando de postura-. ¿Quieres que me ponga el mismo traje que llevé anoche?
– No, así estás perfecta.
– Me alegra que digas eso. Si me arreglo tanto parecería que queremos alardear de nuestra felicidad frente a ellos.
La innata amabilidad de Piper hacía que se establecieran nuevos vínculos entre ellos.
– Pienso lo mismo. Como podrás imaginar, son gente muy estirada y correcta. Un atuendo informal nos ayudará a conseguir el efecto que quiero transmitir.
– ¿Te refieres a haberte casado con una americana de clase social inferior y a resignarte por ello?
– No. A haberme casado con mi alma gemela y a mostrarme tal y como soy.
Ella le dedicó una sonrisa cruel.
– Eres tan buen actor que casi logras engañarme, capitán Pastrana.
– ¿Nunca vas a perdonarme por ese pecado? Tus hermanas piensan que los papeles que desempeñamos de incógnito en el Piccione fue algo divertido.
– Mis hermanas están tan enamoradas de sus maridos que han olvidado que hubo un tiempo el pasado mes de junio en el que incluso pensamos llamar a nuestros novios para que nos rescataran de las garras de tres playboys mediterráneos.
Nic mostró una sonrisa burlona.
– ¿Te refieres a Huey, Lewey y Dewey? ¿Cómo ibais a llevar a cabo ese milagro?
– Ellos están en la guardia nacional y podrían haber dispuesto de transporte militar para rescatamos.
– Me habría encantado verlos intentarlo.
– Podrían haber descendido del avión con sus trajes de submarinistas.
– ¿Submarinistas? -se rió Nic.
– Sí. Para tu información, son expertos en operaciones de rescate acuático. Habrían podido abordar el Piccione antes de que Luc pudiera enfrentarse a ellos con su bastón.
Nic seguía riéndose.
– Corrígeme si me equivoco, pero me parece recordar que las trillizas Duchess tenían una escala del uno al diez para puntuar a los hombres que había habido en sus vidas. Los submarinistas sólo obtuvieron cuatros y cincos. Entiendo que las puntuaciones de Max y Luc debieron de superar las suyas.
– También lo hizo la tuya -añadió espontáneamente.
Una ráfaga de adrenalina prendió fuego a todo su cuerpo.
– Es la primera vez que oigo eso.
– No te pongas tan chulito. Era una escala según las especificaciones de Greer.
– Lo que quiere decir que las tuyas son diferentes.
– Para mí, mi padre era el hombre perfecto. Hasta ahora, ninguno de los hombres que he conocido se ha asemejado a él.
– ¿Buscas otro padre?
– Según mi madre, él era un marido estupendo y eso ya es suficiente para mí.
– Háblame sobre él.
– ¿De cuánto tiempo dispones?
– Después de nuestra fiesta, tendremos toda la noche. ¿Eras su favorita?
– Todas éramos sus favoritas. Eso era lo que lo hacía tan maravilloso.
– ¿Nunca hizo nada mal? ¿Nunca cometió un error?
– Sí. Murió.