La lujosa limusina negra con la insignia de los Falcón subía cada vez más alto, hasta que por fin Piper pudo ver la casa en la que Luc había vivido su infancia en la cuidad de Mónaco. Como en la noche anterior al Gran Prix el pasado mes de junio, la espectacular villa provenzal del siglo XIX denominada Clos Des Falcons les daba la bienvenida.
Pero esa noche era distinta. No había tantos barcos en el famoso puerto y el frío aire del mes de febrero le recordaba que todavía era invierno.
Por supuesto había enormes diferencias con el verano pasado. Ahora las trillizas Duchess estaban casadas con los primos Varano y Nic esperaba que ella actuara como una recién casada llena de ilusiones.
Pero eso sería imposible, ya que el dolor se había incrementado después de pasar su noche de bodas sola en el hotel, en la habitación contigua a la de Nic. Lo único que le había hecho soportar aquello había sido saber que Consuelo Muñoz no llevaba el anillo de casada en su mano.
Enseguida, la noticia de que Piper se había casado con Nic llegaría a todas las personas dentro de la villa. La noticia produciría todo tipo de reacciones, desde la alegría, sorpresa, dolor y quizá incluso animadversión por parte del señor de Pastrana, su nuevo suegro.
Nic la había preparado para todo aquello.
– Tu trabajo, señora de Pastrana, es sonreír y mostrarte feliz mientras yo hablo.
Piper suponía que sería capaz de cumplir sus deseos hasta ese punto. El truco estaba en asegurarse de que sus hermanas no pudieran ver a través de su fingida sonrisa.
Demasiada euforia haría que Greer se diera cuenta de que estaba actuando. Poca, y Olivia sospecharía que algo iba mal.
Nic le había comprado como regalo de bodas un nuevo traje de seda de color marfil con botones de perlas. Él había insistido en ello. Aquel traje irradiaba una imagen nupcial, especialmente con el prendido que se había puesto en la chaqueta.
Piper tenía el cabello más largo que el verano pasado. Había elegido llevarlo suelto con la raya al lado.
– Antes de que entremos quiero darte otro regalo de boda. Dame tu mano.
Piper sacudió la cabeza hacia el hombre sentado a su lado en la parte trasera de la limusina. Nic estaba impresionante con su esmoquin negro, en el que lucía una rosa amarilla en la solapa. Sus cuerpos nunca se habían tocado, pero Piper sentía como la embriagaba su viril aura.
Con el corazón roto y contra corriente, extendió la mano derecha hacia él.
– Tu otra mano -le dijo con una profunda y aterciopelada voz que agitó sus sentimientos.
– Ya tengo una alianza.
– Eres la esposa de un miembro de la casa de Pastrana y ahora perteneces a la casa de Parma-Borbón.
El echó mano a su regazo y agarró su mano izquierda. Su tacto hizo que sintiera una descarga eléctrica por todo el cuerpo.
– Esta perla, denominada Lágrima de la Luna, es herencia de la familia. La he hecho engarzar para ti. Sólo una novia de origen anglosajón con cabellos de oro puede llevarla.
Las palabras que acababa de pronunciar la dejaron sin habla. Cuando vio la enorme, redonda y perfecta perla engarzada en filigrana de oro posarse en su dedo junto a la alianza dorada, se quedó sin respiración.
Mientras ella aún se encontraba aturdida, él alzó su mano hasta sus labios y la besó en la palma.
– No, Nic…
Temblorosa por el contacto, retiró la mano.
– No puedo llevar esto.
Sus facciones se endurecieron.
– Si no lo haces mis padres sospecharán que nuestra boda no es real.
– Es demasiada responsabilidad para mí. ¿Qué sucedería si lo pierdo? -gritó con ansiedad.
– ¿Y qué si lo pierdes?
– Nic, no tienes por qué fingir conmigo. Por lo que me cuentas, el valor de esta perla es incalculable. Me da miedo pensar que algo pueda sucederle. ¿Has olvidado que la única razón por la que estamos juntos es el robo de la colección de joyas de la duquesa? -su pregunta resonó en los confines de la limusina.
– No he olvidado nada -fue su inofensiva respuesta-. No mires ahora, pero nuestra llegada ha sido anunciada y tus hermanas han seguido a mis primos hacia la puerta principal. Dame tu boca, mi amor.
El grito ahogado de Piper se perdió cuando sus labios se lanzaron a cubrir los suyos. Nic empezó a besarla de la manera que ella siempre había querido que la besara. Como si en todo el universo, ella fuera la única cosa que le importara.
– Nic… -su corazón lloraba. Todo se debía al espectáculo.
¿Cómo podía devorarla con semejante pasión estando enamorado de otra mujer? Desde el momento que había dado el «Sí, quiero» cada una de sus acciones y gestos, cada comentario, formaban parte de la interpretación que estaba llevando a cabo.
Su matrimonio era un fraude. Ella era la falsa esposa de Pastrana a quien Nic había elegido para evitar su casamiento con Camilla. La brillante perla ponía a Piper en ridículo pero aun así, ahora ya estaba demasiado involucrada en la farsa como para echarse atrás.
Ella había aceptado ayudar a Nic con la investigación por él, por su familia y sus queridas hermanas. Incluso les habían asignado guardaespaldas para evitar otro asesinato. Piper tenía que infiltrarse en la familia Robles y ver si podía averiguar algo que pudiera ayudar a aclarar el caso. Toda la situación era surrealista y permanecería así hasta que el asesino fuera capturado.
Alguien abrió la puerta de su lado de la limusina antes de que Nic se soltara de la boca de Piper. Él lo había planeado para que los sorprendieran en un apasionado beso que sus hermanas no tendrían posibilidad de malinterpretar.
– ¡Piper!
– Por ahora, te dejo marchar -le susurró inesperadamente.
Entonces Nic la liberó para que pudiera unirse a los gritos de sus entusiasmadas hermanas, que estaban tirando de ella para que saliera del coche.
Durante los siguientes minutos las tres lloraron de felicidad y saltaron una y otra vez abrazándose. Hacía tanto tiempo que no se veían… Demasiado.
– ¡Llevas rosas amarillas! -soltó Olivia.
– Déjanos ver tu mano izquierda -le pidió Greer.
Piper extendió su mano para que pudieran examinarla. Sus dos hermanas que quedaron asombradas por el tamaño y belleza de la perla.
– ¿Cuándo os casasteis?
Piper tragó saliva.
– Ayer.
– Ayer fue uno de febrero- murmuró Greer.
– ¿Dónde? -preguntó Olivia.
– En la oficina del señor Carlson. Ambas sonrieron.
– ¡Debes de estar bromeando!
– No. No podéis imaginaros lo divertido que fue.
Lo siguiente que hizo fue contarles todos los detalles hasta que las tres estallaron de risa por la actitud patriarcal que el señor Carlson tenía hacia ellas. Aquello proporcionaba a Piper una maravillosa tapadera para ocultar la horrible verdad de que su marido no estaba enamorado de ella. Pero una vez que las risas hubieron amainado, Piper creyó oportuno cambiar de tema.
Estudiando las caras de sus queridas hermanas, les dijo:
– Ninguna de vosotras parece todavía estar embarazada.
La audaz observación de Greer le tendió una trampa.
– Por el momento, tú tampoco.
«Sonríe Piper. Sonríe para que Greer no pueda sospechar que algo extraño ocurre aquí».
– Por lo menos sabremos que mi bebé sería el último en llegar. La cuestión es, ¿cuál nacerá primero? ¿El tuyo o el de Olivia?
Greer continuaba mirándola fijamente, haciendo que Piper se sintiera cada vez más incómoda.
– Nunca creí que pudieras perdonar a Nic.
– Ni yo tampoco -añadió Olivia en tono serio-. Si no recuerdo mal dijiste que era tu peor enemigo. A menos que os hayáis estado citando a espaldas de todo el mundo, debes admitir que celebrar vuestra boda al día siguiente de finalizar el período de luto de Nic, resulte un poco extraño.
Piper necesitaba decir algo que despejara las sospechas de que se había casado con él por alguna otra razón distinta al amor. No quería que ellas supieran lo cerca que los primos Varano habían estado de ser asesinados en Cortina y mucho menos que, hasta que Lars fuera arrestado, aún seguían en peligro.
Piper miró a sus hermanas.
– Tengo algo que confesaros.
– Adelante -dijeron al mismo tiempo.
– El pasado agosto fui a un psiquiatra. Él me ayudó a ordenar mis sentimientos.
Greer frunció el ceño.
– ¿Desde cuándo las trillizas Duchess necesitan un psiquiatra?
– Desde que una de ellas se queda sola -respondió en voz baja-. Con la ayuda del doctor Arnavitz me di cuenta de que estaba descargando mi furia sobre Nic. En realidad, estaba sufriendo por haberos perdido a vosotras, chicas.
– ¡Pero no nos habías perdido! -se burló Olivia.
– Sí lo hice. Y fue horrible. Cuando finalmente supe de dónde provenía la mayoría de mi dolor, me di cuenta de que había estado castigando a Nic por haberme rechazado. El castigo no le hacía justicia al crimen. La única razón por la que me rechazó fue porque se había comprometido a guardar luto y estaba dispuesto a cumplirlo. Cuando fui capaz de razonarlo, pude ver que es un hombre noble y ésa es una cualidad que siempre admiré en papá.
Al mencionar a su padre, los ojos de todas ellas se entristecieron por un momento.
– El doctor Arnavitz me dijo que tuviera paciencia y que si los sentimientos entre Nic y yo eran verdaderos, entonces Nic haría algo por ellos una vez que el período de duelo hubiera llegado a su fin.
Era aterrador ver con qué facilidad las mentiras salían de sus labios pero, al fin y al cabo, Piper estaba respondiendo a sus preguntas con la mejor intención.
– Así que decidí tomar su consejo y me empleé a fondo en mi trabajo y en otros nuevos proyectos y ya podéis imaginaros qué pasó después. Nic voló a Nueva York un día para verme -Piper hizo una pausa para dar énfasis-. Eso era por lo que había estado rezando todo el tiempo.
Esto último se lo dijo Piper muy silenciosamente a sus hermanas. El temblor de su voz era cien por cien genuino. Ese pequeño sonido pareció satisfacer por el momento la curiosidad de sus hermanas, porque cada una de ellas la agarraron de un brazo y la condujeron hacia en interior de la villa.
Greer las hizo detenerse en medio del elegante vestíbulo en el que Piper ya había estado antes.
– La familia se encuentra en el salón. Eres consciente de que esta noticia va a impactar al padre de Nic, ¿no?
Ella asintió.
– Gracias a Dios que la familia Robles no está invitada a la fiesta -susurró Olivia.
– Nic me ha pedido que, cuando lleguemos a Marbella, establezca amistad con Camilla y su familia.
Ambas hermanas arquearon las cejas.
– Buena suerte.
De repente, Piper se sintió impulsada hacia los brazos de Max.
– Bienvenida a la familia, bellísima. No sólo has hecho a nuestro primo tremendamente feliz, sino que has salvado dos matrimonios.
– Max tiene razón -replicó Luc besándola en ambas mejillas-. Tenerte de vuelta quizá haga que nuestras mujeres por fin se asienten y nos presten atención, para variar.
Piper le dedicó una pícara sonrisa.
– Mis hermanas deben de haberos prestado algo de atención, puesto que ambos estáis esperando un bebe -dijo bromeando para ocultar su agonía.
En ese mismo instante un par de manos masculinas se deslizaron por detrás de sus hombros, acariciándolos con insistencia.
– Estoy deseando recibir la misma atención de tu parte.
Nic había murmurado aquellas palabras lo suficientemente alto para que los demás lo oyeran.
– ¡Vamos al salón para que pueda empezar la fiesta de cumpleaños de Max?
– Yo haré los honores.
Luc rodeó a su mujer con un brazo y abrió las enormes puertas francesas que conducían al salón. Max y Greer los seguían. Tras ellos Nic acompañaba a Piper mientras ella se preparaba para la prueba a la que iba a ser sometida.
Desde el vestíbulo divisó a las tres parejas de padres vestidos de gala además de a la hermana de Max y a su marido, que estaban sentados en el salón, magníficamente decorado. Estaban conversando y tomando unos cócteles. La única persona que faltaba era César, el hermano de Luc, que según le había contado Nic estaba entrenando para competir en el Gran Prix de Inglaterra.
– Atención todo el mundo -al oír la voz de Luc, todo el mundo dirigió la mirada hacia él-. Nic ha llegado a tiempo para la celebración, pero no ha venido solo. Regresa casado de su viaje a Nueva York.
El palpable silencio que sucedió al inesperado anuncio no molestó a Piper en absoluto. Lo que sí lo hizo fue la mirada de asombro del señor de Pastrana. Sus facciones patricias parecían haberse solidificado. Dolor, sorpresa, furia eran algunas de las emociones que brillaban en sus oscuros ojos. Era un momento sobrecogedor que Piper no olvidaría en toda su vida.
La madre italiana de Nic fue la primera en levantarse y recorrer el salón para abrazar a Piper. El resto de los invitados la siguieron enseguida.
– Por fin Niccolo nos trae una nuera. No puedo creerlo. Bienvenida a la familia.
Sus cálidos ojos marrones reflejaban un afecto verdadero que hizo sentirse a Piper un fraude total. A pesar de ello, cuando recordó por qué había accedido a casarse con Nic pudo recuperar las fuerzas.
– Llevo amando a su hijo desde hace tiempo, señora d Pastrana.
– Llámame María.
Nic puso el brazo alrededor de los hombros de Piper. Su calor hacía que sus huesos se derritieran.
– Ella me robó el corazón a bordo del Piccione, mamá.
– Ya lo veo. De ninguna otra forma luciría la perla de la familia. ¿Te ha contado Nic su historia?
Piper parpadeó.
– Sólo sé que es herencia de la familia y tengo miedo de perderla.
Su comentario hizo que todo el mundo se agrupara a su alrededor para reírse. Inesperadamente Piper se vio rodeada de gente que le mostraba su afecto, y eso la alivió. Todos, excepto el padre de Nic, ya le habían dado la bienvenida a la familia.
Estando ahora más cerca de él, Piper detectó en su cara un ligero tono sonrojado. Su aparición luciendo el anillo de Nic había hecho que se desvanecieran todos los sueños que guardaba para su hijo. En el fondo, Piper sentía pena por él.
Como Nic le había contado, él quería a Nina como a una hija y verla suplantada por otra persona, quien quiera que fuese, sin duda le dolía.
– Enhorabuena, señora de Pastrana -la saludó con una poco espontánea reverencia. Obviamente, no la besó.
Bajo aquellas circunstancias Piper no habría esperado ninguna otra cosa de él. Después de una vida entera deseando otra cosa, queriendo a otra persona para Nic, no habría sido honesto por su parte el darle un abrazo paternal.
– Gracias, señor -dijo con un nudo en la garganta-. Tiene usted un hijo maravilloso. Voy a hacer todo lo que esté en mis manos para hacerle feliz.
Nic le había puesto un brazo alrededor de la cadera. Él la atrajo para sí con un gesto íntimo.
– Cuando Piper accedió a casarse conmigo, me hizo más feliz de lo que había sido en toda mi vida, papá.
El marido de Piper era un actor consumado. Piper podría asegurar que todo aquel que no estuviera al tanto de la farsa, se habría creído su mentira.
– ¿Cuando celebrasteis vuestras nupcias? -preguntó su padre con tono cortante.
– Ayer.
Los dos hombres se miraron como si fuesen antiguos guerreros. Las arrugas que se marcaban a ambos lados de la boca del padre de Nic le daban una apariencia demacrada. El corazón de Piper estaba apesadumbrado al ver su lucha interna.
Podía ser un hombre autocrático por haber nacido dentro de la aristocracia y por tener ciertas expectativas para su guapo y brillante hijo. Pero también quería a Nic y tenía que darse cuenta de que los tiempos actuales no eran como el siglo XIII en el que los matrimonios se llevaban a cabo para unir casas reales con el fin de obtener más poder y más propiedades.
– No podía esperar más a casarme con ella, así que lo dispusimos todo para celebrar una ceremonia en el despacho del señor Carlson, el abogado y amigo del padre de Piper. Ahora que ya estamos en casa, celebraremos una ceremonia religiosa a la que pueda asistir toda la familia.
Nic agarró a Piper de la cintura de tal manera que ella no pudiera rechistar.
– Daremos una fiesta para anunciar vuestro enlace -exclamó su madre con una luz en sus ojos que mostraba sinceridad a Piper.
– Sería maravilloso. Haré todo lo posible para ayudar -respondió ella.
– Todas os ayudaremos -dijo la madre de Luc.
– No tendrá lugar ninguna celebración hasta que hayas ido a hablar con Benito e Inés.
– Tengo intención de hacerlo mañana por la tarde, cuando Piper y yo hayamos llegado a Marbella, papá.
– ¡Qué emocionante resulta que otra Duchess se una a la familia! -dijo la madre de Nic con el fin de aliviar la tensión-. Es realmente asombroso pensar que nuestros hijos se han casado con unas trillizas.
La madre de Max asintió.
– Seguramente debe de haber una explicación científica a tal fenómeno.
Olivia asintió.
– Cuando éramos más jóvenes leímos todo lo que pudimos relacionado con trillizos y gemelos. Descubrimos que no es extraño sentirse atraídos hacia las mismas personas. Es algo que tiene que ver con los genes.
– Con explicación científica o sin ella el caso es que en cuanto las vimos, las duquesas de Kingston nos dejaron sin aliento -afirmó Nic atrayendo a Piper hacia él-. Sé que desde entonces nunca fui el mismo.
Sus primos dieron la razón a Nic.
Mientras Piper aún lo miraba fijamente asombrada porque la afirmación que había hecho le había parecido totalmente sincera, Nic bajó la cabeza y la besó delante de todo el mundo.
Él se mantuvo al borde de la decencia, pero casi lo sobrepasó. Piper se tambaleaba y tuvo que aferrarse a él para no caerse.
La familia aplaudió.
Cuando Nic finalmente levantó la cabeza, dijo:
– Ya que le hemos arruinado la fiesta que cumpleaños a Max, queremos compensarlo con un regalo. Esperad aquí. Vuelvo enseguida.
Volvió a besar a Piper antes de marcharse del salón. Hasta entonces, en su representación de recién casado locamente enamorado de su esposa no había cometido ni un fallo. Piper se había quedado pasmada en el sillón más cercano.
Sus hermanas se unieron a ella mientras el resto de la familia volvía a sus puestos para terminar sus bebidas. En unos cuantos segundos Nic regresó con uno de los enormes lienzos. Le dio la vuelta.
Piper escuchó que Max murmuraba algo. Agarró la mano de su esposa y los dos se acercaron al cuadro.
– ¡Piper! -exclamó su hermana con tal emoción que no parecía su voz.
Max retrocedió y la miró fijamente. Sus negros ojos estaban sospechosamente brillantes.
– Eres un verdadero genio. Lo guardaremos como un tesoro.
– Estoy asombrado por el talento de mi mujer -anunció Nic-. Pero aún hay más.
Dejando que Max guardase su regalo, Nic salió hacia el vestíbulo. Enseguida regresó con otro cuadro del mismo tamaño.
– Luc, tu cumpleaños no es hasta dentro de unos meses, pero Piper y yo queremos darte esto ahora.
Cuando Nic giró el lienzo para que todo el mundo pudiera verlo, gritos de asombro resonaron por todo el salón.
Olivia lloraba en los brazos de Luc. Él se giró hacia Piper. Desde la distancia que los separaba, le dijo:
– Eres un genio -su voz era tan ronca como lo había sido la de Max-. Gracias, chérie.
– De nada.
La conversación creció a medida que la gente se agrupaba para contemplar el trabajo de Piper. Ella se levantó del sillón y se acercó.
– Pensé que os gustaría elegir los marcos, ya que yo no sé dónde vais a colgarlos.
Max sonrió a su esposa.
– Sé perfectamente donde vamos a colgar el nuestro.
– Yo también -murmuró Luc después de besar a Olivia.
– Me siento un poco desplazado -dijo Nic a nadie en particular.
Las dos hermanas de Piper fueron hacia él para abrazarlo.
– ¿Quieres decir que no has visto el calendario que Piper creó para ti? -le preguntó Greer.
– ¡Apareces en cada uno de los meses! -declaró Olivia.
– ¿Soy algo así como otro tipo de paloma?
– No. Son dibujos reales sobre ti. Le dije que era su mejor trabajo.
Piper sintió su intensa mirada.
– Debo de haberlo perdido cuando estábamos haciendo la mudanza.
Rezando por no haberse puesto roja, dijo:
– Cuando vinimos a Europa para la boda de Greer hice varios bocetos de los primos Varano para una línea de calendarios para hombres.
Él le dedicó una pícara sonrisa.
– ¿Playboys de la Riviera?
El calor se apoderó de todo su cuerpo.
– No. El trío del «Fondo para la búsqueda de marido».
– Qué apropiado -murmuró con una clara sonrisa de satisfacción.
– Antes de que te emociones, tienes que saber que Don creía que no se venderían tan bien como mis otros dibujos. Para ser sincera, me había olvidado de ellos. Probablemente, se habrá deshecho de ellos.
– Dudo mucho que se haya deshecho de cualquier cosa que haya sido creada por ti. Lo llamaré y le pediré que me los mande por correo.
– Confía en mí. Los tiró. El no quería que sus amigos los vieran.
Piper tenía sus propias copias, pero las guardaba a buen recaudo en una caja que ella misma había embalado fuera de la vista de Nic.
– ¿Quieres decir que Huey no quería herir los sentimientos de Louey y Dewey?
Aquellos eran los nombres de unos famosos patos de unos cómics americanos con cuyos nombres habían bautizado a sus anteriores novios. Nic se había enterado de ello.
– Nosotros ganamos, ellos pierden -murmuró, dedicándole a sus primos lo que Greer siempre había llama do la sonrisa de chico bueno que los tres compartían.
Piper no se atrevió a mirar a sus hermanas en aquel momento. Fue la ocasión perfecta para que la madre de Luc les dijera que la cena estaba lista. Todo el mundo se encaminó hacia el comedor.
Piper intentó no mirar al padre de Nic mientras cenaban. A pesar de que Max mantuviera animada la velada al abrir sus regalos, se alegró cuando la cena llegó a su fin.
Para su alivio Luc anunció que sus primos y sus respectivas esposas se marchaban a su casa para pasar la noche. Se dieron las buenas noches y en aquella espiral de actividad todo lo que Piper pudo ver fue como el señor de Pastrana inclinaba seriamente la cabeza en dirección suya mientras Nic la acompañaba hacia la limusina.
Una vez dentro, Nic la atrapó en su regazo y la besó en la nuca durante el corto trayecto a la casa de Luc situada abajo, en la ciudad de Mónaco. El roce de sus labios contra su piel ardiente la hacía estremecer. Cuando llegaron al patio, Piper no podía casi caminar hasta que él la ayudó a salir del coche.
Olivia le había enviado fotos de su casa, así que Piper sabía cómo era por fuera y por dentro, pero ninguna foto hacía justicia a la realidad. Aquella preciosa mansión rosada de dos plantas con las contraventanas azules le pedía a gritos ser inmortalizada en un lienzo.
Pero se necesitaba la luz del ardiente sol de julio para un efecto total. El dolor pinzó su corazón al caer en la cuenta de que, cuando llegara el verano, ella ya habría cumplido con la misión que la había llevado a Europa y estaría de nuevo de regreso en Kingston, y sola.
Cuando los hombres se reunieron en el estudio de Luc, Olivia condujo a sus hermanas al piso de arriba para mostrarles los dormitorios en los que dormirían. El de Nic y Piper se encontraba al final del pasillo. Su equipaje ya estaba allí.
En cuanto Piper vio la cama de matrimonio, el pánico se apoderó de ella y corrió hacia una de las ventanas.
– ¡Que vista tan magnífica!
– Nunca me canso de ella.
Un extraño silencio siguió al comentario de Olivia, mientras ésta miraba fijamente a Piper.
– Después del daño que has sufrido en este último año, quién iba a imaginarse que esta noche dormirías en este dormitorio con Nic.
Piper necesitaba encauzar la conversación hacia otra dirección antes de que Olivia hiciera más observaciones personales y empezara a hacer preguntas parecidas a ¿cómo fue que ella y Nic se habían casado tan pronto y hacía tan sólo una semana que ella se negaba a reconocer su existencia?
– He dejado atrás el dolor y ya no quiero hablar más sobre ello. ¿Os he dicho que la señora Weyland os manda recuerdos, chicas? Dice que cuando echéis de menos todo aquello podéis volver a Kingston y alojaros en su casa. Es un ofrecimiento abierto.
– Cuando el bebé sea lo suficientemente mayor como para viajar, Max y yo iremos a Nueva York y le haremos una visita. Por cierto, ¿sabe Tom que te has casado?
Ella afirmó con la cabeza.
– Se lo dijo Don. Los tres salen ahora con otra gente. Con Jan al mando de la oficina no me siento mal por haberlo dejado encargado de todo. Tengo intención de trabajar desde la casa de Nic. Dice que hay suficiente espacio en su biblioteca para una mesa de dibujo.
Greer arqueó las cejas.
– Ahora que eres la señora de Pastrana, ¿crees que vas a tener tiempo para eso?
De hecho, Piper tendría un montón de tiempo mientras Nic y sus cuñados se dedicaran a la búsqueda del asesino. En aquel momento ellos estaban en la planta baja hablando sobre sus planes. Sólo pensar el peligro que corrían, hacía que su cuerpo se estremeciera.
– Dibujaré por las tardes mientras Nic trabaja en su último libro. Por las mañanas voy a tomar clases de español y pienso pedirle a Camilla Robles que sea mi profesora.
Olivia agitó la cabeza.
– No puedes hacer eso.
– Olivia tiene razón -declaró Greer-. Cuando sepa que le has robado a Nic, me temo que habrá guerra entre las dos familias.
– Nic es consciente de eso. El me pidió que me hiciera amiga de ella porque no quiere crearse enemigos. Creo que es la manera perfecta de ganarme su amistad. Vosotras también habéis estado tomando clases de francés e italiano. Yo haré lo mismo.
La idea acababa de ocurrírsele pero cuando Piper pensó en ello, se dio cuenta que sería una manera perfecta de invadir el territorio de los Robles y ver a Camilla con regularidad.
– Sí, pero con la diferencia de que mi profesor no quiere arrastrarme por los suelos -dijo Greer arrastrando las palabras-. Sólo he coincidido con Camilla en un par de ocasiones, pero puedo decirte que tiene muy malas pulgas.
Nic le había dicho lo mismo.
– Ya que me ha pedido ese favor al menos, lo intentaré.
– Entonces ándate con cuidado. Luc dice que lleva años enamorada de Nic en secreto.
Con la advertencia de Olivia, Piper sintió que alguien acababa de pisar sobre su tumba. Ninguna de sus hermanas sabía que el robo se había convertido en un asesinato ni que Nic esperaba que Piper lo ayudara a resolverlo.
– Para Nic es importante mantener una buena relación con la familia Robles. Tiene que haber una manera de ablandarla un poco.
– No creo que eso sea posible -refunfuñó Greer-. Nic ha formado parte de la vida de las hermanas Robles durante años.
Con la excepción de que ninguna de las hermanas Robles sabía que él estaba enamorado de otra persona. Piper apenas podía soportarlo.
– Lo sé, así que tendré que trabajar duro para suavizar las cosas.
– Mamá tenía razón sobre ti -comentó Olivia-. Siempre has sido la pacificadora.
Greer puso una mano en el hombro de Piper.
– Nic es más afortunado de lo que cree.
– Y eso lo sé ahora -irrumpió su profunda y vibrante voz en medio de la conversación de sus hermanas.
Dándole un abrazo, Greer le dijo:
– Creo que tu marido te quiere para él solo así que, buenas noches.
Olivia también la abrazó.
– Si necesitas algo, avísame. Mañana desayunaremos juntos antes de que os marchéis a Marbella.
Ambas abrazaron a Nic antes de marcharse del dormitorio. Después de cerrar la puerta, el corazón de Piper se aceleró al encontrarse a solas con Nic.
– Tu actuación de esta noche ha sido tan convincente que mi padre no se ha negado a llevar a cabo la celebración.
Ella se mordió los labios.
– ¿Esperabas que lo hiciera?
– Sí.
El temblor paralizó su cuerpo.
– ¿Por qué no me lo dijiste antes?
– Decidí correr el riesgo. Mi padre no quiere que le gustes, pero no puede pasar por alto que seas lo suficientemente noble como para haberte ausentado de mi vida hasta el que el período de duelo hubiera terminado.
»Además, tus cuadros entusiasmaron a todo el mundo, incluido mi padre, quien sabe apreciar un verdadero regalo con valor artístico. Tu trabajo revela que eres una mujer de una profundidad y esencia asombrosas. Vi que reconocía esas cualidades en ti y que sus ojos se inflamaban de la emoción por ello.
Piper tomó aire bruscamente.
– Gracias por el cumplido, pero todo lo que yo pude ver fue un hombre desilusionado porque su único hijo había elegido salirse del camino que le habían marcado. Sentí mucha pena por él y pienso que tus padres supieron manejar la situación con una elegancia sorprendente. Todo el mundo lo hizo. No podían haber sido más amables.
– Mi padre debería haberte besado -fue su frío comentario.
– No, Nic. Eso habría sido pedirle demasiado. Algún día, cuando el asesino sea capturado, podrás contarle todo a tu familia. Entonces estaré lejos de aquí y volverán a tener a su hijo, libre y sin mentiras. Ahora, si no te importa, voy a ducharme antes de irme a la cama.
Ella abrió la maleta para buscar su bata y su camisón. De camino al baño le dijo:
– Ya que no cabes en el sofá, yo dormiré en él esta noche.
Nic encontró ropa de cama en la estantería del armario, y con ella hizo una cama en el sofá. También puso una almohada en la que colocó el bombón favorito de Piper, una trufa de chocolate con leche. Cualquier cosa para complacer a su flamante esposa.
Aquella noche había superado su primera prueba con mejores resultados de los que ella esperaba. Nic no le había tomado el pelo cuando le había dicho que esperaba que su padre se marchara de la villa. Que hubiera estallado una tremenda discusión habría sido la reacción más probable, pero su padre había sabido contenerse porque él también había caído preso del encanto de la última «increíble y sorprendente» de las hermanas Duchess.
Desde la distancia, no podía apreciarse que hubiera fuego escondido bajo su belleza serena, pero aquellos cuatro días a bordo del Piccione habían probado que Piper y sus hermanas eran una amalgama de cualidades fascinantes. Desde que las conocieron, ninguno de sus primos había vuelto a ser el mismo.
La llamada de Max el pasado mes de junio proponiéndole a Nic ser el capitán del Piccione había tenido como resultado tres bodas, pero Nic aún tenía que convertir su unión en un matrimonio. Llegaría el día en que podría amar a su mujer hasta perder el conocimiento. Lo único que tendía que hacer era tener un poquito más de paciencia.
Mientras él estaba absorto en estos profundos pensamientos Piper pasó por delante de él con su batita rosa y oliendo a pasta dentífrica. Echó mano de la trufa.
– Umm. Me encantan. Gracias.
– De nada.
– La guardaré para mañana. Me encanta un trozo de chocolate a primera hora de la mañana.
Nic tendría que recordarlo.
– Algunas personas dirían que eso es decadente.
– Lo sé. Papá decía que era el artista que habita en mí.
El sonrió.
– Antes de que salgamos hacia el aeropuerto llamaré al señor Robles y lo invitaré a tomar algo mañana por la tarde con toda la familia.
– Vale. Tengo un plan para hacerme amiga de Camilla y estoy ansiosa por ponerlo en marcha.
Si una Duchess tenía un plan, que Dios se apiadara de la persona que se interpusiera en su camino.
– Estoy deseando ver a mi esposa en acción.
– Yo también. Cuanto antes estén entre rejas los monstruos que planearon ese accidente, antes podré retomar mi vida.
Nic sintió como si alguien acabara de atravesarlo con la espada que colgaba en la sala de armas del palacio ducal de su propiedad.
– Eso no sucederá en un tiempo.
– Lo sé, pero no confío en que la buena disposición de Don dure eternamente -Piper se tumbó en el sofá y se arropó-. Buenas noches, Nic. Mis hermanas siempre me han dicho que no ronco, así que podrás dormir bien.
Tras mencionar a Don y hacer ese comentario nada romántico, la oscuridad cayó sobre Nic. Si no fuese por el recuerdo de la forma tan satisfactoria en la que ella había correspondido a sus besos, Nic nunca habría sido capaz de volver a dormir.
La próxima vez que sus bocas se unieran, Nic no la dejaría marchar hasta que realmente percibiera en sus entrañas si todo lo que ella hacía era actuar.