Capítulo 10

Sólo eran las cinco de la madrugada y Piper aún permanecía allí, tumbada en la oscuridad con el corazón partido. Suponía que tendría que aguardar al menos otras doce horas antes de que Nic apareciera por aquella habitación sin ventanas en la que había sido arrestada.

Él encendió las luces. Aquello provocó que ella se echara la sábana por encima de la cabeza para evitar ver sus bellas facciones.

Piper escuchó como las patas de la silla se arrastraban por el suelo a medida que él se acercaba al catre.

– No tenía la menor idea de que signore Galli iba a detenerte, Piper. ¡Lo juro!

– Por favor, apaga la luz. Me hace daño a los ojos.

Al instante, todo quedó a oscuras.

– ¿Así está mejor? -le preguntó con tono grave.

Piper sabía que estaba sentado a su lado de nuevo.

– Mucho mejor.

– La última vez que quisisteis marcharos de Italia, él tenía orden de arrestaros. Nosotros le dijimos que creíamos que ibais a sacar las joyas fuera del país. Él no tenía forma de saber que todo ha cambiado desde junio.

Las lágrimas corrían por los ojos de Piper.

– Hace su trabajo muy bien. Tal y como el señor Carlson dijo una vez, los italianos pueden tener un sistema poco ortodoxo, pero funciona.

– Así es. Gracias a Dios lo hizo en tu caso -dijo con voz agitada.

– Una vez más has cumplido con tu objetivo evitando que me marche fuera del país.

– No me refiero a eso, Piper. Habría ido a buscarte dondequiera que hubieras ido. Estoy hablando del hecho de que la policía atrapara a Lars en el pasillo de la planta en que se encontraba tu habitación en el hotel Splendido. Golpeó al guardia de seguridad hasta dejarlo inconsciente y estuvo a punto de derribar tu puerta.

El cuerpo de Piper se congeló.

– ¿Lars estaba en el pasillo?

– Sí. Después de tu llamada telefónica alerté a la policía y siguieron a Erik hasta una pensión cerca de la estación. En unos cuantos minutos vi que Lars se marchaba en un coche. Estaba seguro de que se dirigía hacia el Splendido.

»Después de que la policía asaltara la pensión, Erik fue conducido a Roma junto con otro tripulante del Britannia. Yo volé en helicóptero hasta Portofino, pero hubo un retraso en el despegue debido a un fallo técnico. Cuando llegué al Splendido, Lars había sido apresado y yo era requerido en Roma.

Piper tembló y enterró la cara en la almohada.

– Respóndeme a una pregunta: ¿por qué no condujiste a Erik al barco? ¿No sabes que podía haberte protegido? ¿Tan poca fe tienes en tu marido? -dijo con voz vibrante.

Piper se levantó de nuevo.

– No fue por eso. Erik pensó que yo era Olivia. Cuando le conté que probablemente había conocido a mi hermana el verano pasado cuando había llegado a Monterosso a bordo del Gabianno, él dijo que Lars había estado intentado encontrar el barco durante varios meses. Tenía miedo de que viese el Olivier y se diera cuenta de que era el mismo barco. ¿Qué habría pasado si hubiera alertado a Lars y se hubiera escapado otra vez? Fingí estar en viaje de negocios y decidí tomar el tren.

»Me inventé la excusa de que necesitaba estar en Portofino a primera hora del día para captar la luz. Erik pareció tragarse mi historia y sugirió que quedáramos al día siguiente por la tarde. Dijo que le pediría a Lars que viniera con una amiga.

»No tengo ni idea de si se refería a Camilla o no pero, por supuesto, yo no dije nada. Él me repugnaba, pero no supe qué otra cosa hacer.

– Dadas las circunstancias fue una maniobra brillante -afirmó Nic-. Pero pusiste tu vida en peligro.

– Estoy contenta de que Lars haya sido arrestado. Eso es lo único que importa. Ahora puedo regresar a Nueva York y volver a mi trabajo.

– No, cariño.

Piper agarró la sábana con las manos.

– ¿Cómo acabas de llamarme?

– Lo que he estado llamándote todo este tiempo en español. Mi amor, querida mía, mi adorable esposa, amada mía, mi corazón, mi alma…

Los ojos le escocían.

– Por favor Nic, no. Ya es suficiente.

– De acuerdo. No más máscaras, no más juegos. Ahora por fin estamos los dos a solas. Lo único que está con nosotros es la verdad.

Piper levantó las cejas.

– Hablas de manera extraña.

– Eso es porque estás hablando con un hombre roto.

– El Nicolás de Pastrana que yo conozco es indestructible.

– Eso es sólo una apariencia que guardo para que nadie pueda ver qué hay realmente dentro de mí.

– En serio, Nic -dijo Piper enojada.

– Nunca he hablado más en serio en toda mi vida. Aprendí muy pronto que mientras cumpliera con los planes que mi padre tenía para mí, podría conseguir todo lo que quisiera y ser lo que quisiera.

»Dinero, posición, títulos…, todo estaba ahí. Teniendo además dos primos igual de bien dotados se nos permitía llevar una vida extraordinaria. No recuerdo haber envidiado nunca a ningún otro ser humano, hasta que mi padre me pidió un favor que ensombreció mi vida.

– Te refieres a Nina.

– Sí.

– Pero me dijiste que, desde que tenías diez años, sabías que tendrías que casarte con ella.

– Es cierto, pero lo que no te dije es que no tenía la menor intención de cumplir sus deseos.

Piper giró la cabeza en dirección a Nic.

– Entonces no lo entiendo.

– Sólo hay una razón por la que nuestro compromiso se llevó a cabo. Papá sufrió un leve ataque al corazón o, al menos, eso fue lo que nos dijeron a mi madre y a mí. Mientras se recuperaba dijo temer perder la vida antes de verme casado con Nina. El médico habló conmigo a solas y me dijo que cualquier emoción desmedida podría resultar fatal. Aquello fue una mentira que no vi venir.

Piper no daba crédito.

– ¿El médico te mintió acerca de la condición de tu padre?

– Mi padre lo obligó a hacerlo. En realidad mi padre había ido de urgencias al hospital debido a una indigestión aguda causada por haber comido demasiados langostinos. Aquello lo disfrazaron como un pequeño infarto. De esa forma encontró la excusa perfecta para obligarme a hacer lo que quería, que era que me comprometiera oficialmente con Nina y fijáramos una fecha de boda.

»Caí en la trampa y permanecí en la ignorancia hasta el día en que le pregunté cómo iba su corazón. «¿Te has hecho un chequeo recientemente?», le pregunté. Actuó de una forma tan extraña que fui a hablar con el médico. Él ni siquiera tuvo el valor de mirarme a la cara. Fue entonces cuando supe…

Piper se levantó del catre.

– No puedo creer que un padre hiciera algo así.

– Mi padre es de una rara especie. Cuando me di cuenta de lo que había hecho, decidí ponerme en marcha y viajar a Cortina para romper mi compromiso con Nina. Yo sabía que ella tampoco estaba enamorada de mí, pero era tan tímida y dócil que habría sido incapaz de frustrar los planes de su autocrático padre abiertamente.

– No lo comprendo.

– Si no lo hubiera vivido, yo tampoco lo comprendería, pero su romance con Lars tiene mucho sentido para mí. Cuando le dije que no podía casarme con ella, intentó ocultar la felicidad que sentía a pesar que de que yo sabía que romper nuestro compromiso la hacía feliz. La gran tragedia fue que, de entre todos los hombres que Nina podría haber escogido, eligió a alguien tan despiadado como Lars.

En aquel momento Piper estaba temblando por el dolor que sentía por ambos, por Nic y por Nina.

– ¿Cómo pudo tu padre permitir que guardaras luto oficial sabiendo que hizo trampas para conseguir que te comprometieras?

– En realidad él no hizo nada para animarme a hacerlo.

– ¿Qué?

– Yo sabía que él se sentía fatal por lo que me había hecho y que además se sentía culpable porque Nina había muerto. La verdad es que la última mujer en el mundo con la que él quisiera que me casara es Camilla, ya que no tiene la dulzura que tenía Nina. Así que, a propósito, quise guardar el período de luto para dejarle tiempo para pensar que finalmente tendría la nuera que nunca había querido.

– ¡Nic!

– Soy un hombre horrible, Piper, y no estoy nada orgulloso de mi comportamiento. Lo hice para hacerle pagar por lo que me había hecho. En cuanto a Nina, quise rendir honor a su memoria. Si no le hubiera pedido que se casara conmigo, ahora no estaría muerta.

Piper gruñó.

– Ni tú, ni tu padre ni el señor Robles podríais haber sabido que Nina iba a morir porque un asesino anduviera suelto.

– A pesar de ello Nina murió, y yo fui la persona responsable de ello.

Piper inclinó la cabeza.

– Siento no haber tomado en serio tu duelo.

– ¡Ni te atrevas a pedirme disculpas por eso! -murmuró ferozmente-. Cuando tus hermanas y tú vinisteis a bordo del Piccione, me enamoré total e irresistiblemente de ti. Fue algo tan rápido y tan fuerte que no me reconocía a mí mismo.

»Mientras que el amor se apoderaba de mis primos tuve que fingir que lo mismo no me estaba sucediendo a mí, a nosotros. Le debía a Nina un año de duelo, así que hice una promesa en secreto de que no me acercaría a ti ni te tocaría hasta que los doce meses hubieran pasado.

»Piper, cuando te acercaste a mí después de la boda de Max, me odié a mí mismo por quererte tanto. Tenía que ser cruel contigo. No había otra manera de poner resistencia a mis sentimientos. Cuando volaste a España en agosto y Luc se casó con Olivia, quise haber podido celebrar una boda doble. No tienes ni idea de lo cerca que estuve aquella noche de raptarte del coche robotizado de Luc y obligarte a que te casaras conmigo quisieras o no.

Lo que Piper estaba oyendo la hacía sentirse eufórica.

– Nunca supe cómo te dejé marchar, pero ten por seguro que estaba contando las horas hasta que llegara febrero para poder ir a buscarte y pedirte que te casaras conmigo.

»Pero en el instante en que te vi sentada en tu escritorio, tan bella e inalcanzable, perdí los nervios porque sabía que te había hecho mucho daño. Quizá mucho más de lo que pudieras llegar a perdonar. Casi me da un infarto cuando me dijiste que te habías comprometido con Don. Incluso si aquello hubiera sido verdad, estaba como loco, y habría luchado contra él a muerte por ti.

Al instante, Nic se había reunido con ella en el catre. Empujó a Piper hacia un lado, de forma que quedó medio tumbado encima de ella.

– Simplemente averigüé que Nina había sido asesinada y utilicé una vez más la información en mi favor para hacer que te casaras conmigo.

Las manos de Piper se deslizaron por su cara hasta que pudo sentir el principio de lo que era su barba.

– No tenías que haber llegado tan lejos, mi amor. Sabías que te quería, que era tuya -le susurró contra los labios.

– Dilo otra vez, Piper.

– Te quiero. ¡Estoy enamorada de ti! -gritó fervorosamente-. ¿Realmente crees que habría accedido a hacer de espía para ti si no hubiera estado dispuesta a seguirte hasta los confines de la tierra?

Aquella última expresión fue sofocada por la boca de él cubriendo la suya. A pesar de que Nic la había besado anteriormente, nada podía compararse con ese beso que la condujo hasta el éxtasis al mismo tiempo que la empujaba a amarlo sin refreno.

– Nic -luchó para tomar aliento cuando finalmente soltó sus labios-. No podemos hacer esto aquí. No sintiendo lo que siento por ti.

La boca de Nic vagó por sus facciones, su cuello y su pelo haciendo que alcanzara un estado febril.

– Sé exactamente dónde debemos ir. Ven conmigo, amor mío.


Era sorprendente que la litera inferior del Olivier, a pesar de no ser mucho más ancha que el catre de la sala del aeropuerto, hiciera que, durante cuatro días, Piper se olvidara de donde dormía y qué comía. Lo que importaba realmente era que se encontraba entre los brazos de Nic y estaba siendo amada más allá de lo comprensible.

– ¿Hay algo que quieras esta mañana? -le susurró él, mordiéndola suavemente en el lóbulo de la oreja en cuanto se despertó.

Había una cosa que Piper había aprendido de su marido. Nic se mostraba tan excitado y se emocionaba tanto con las cosas que le recordaba a un niño que corría escaleras abajo para abrir los regalos de Navidad antes de que nadie se hubiera levantado.

Piper adoraba a aquel hombre tan apasionado. Nic nunca paraba de decirle y mostrarle cuánto la deseaba.

En ese mismo momento él la estaba provocando dándole besitos aquí y allá para hacer que se despertara. Tan enamorados como estaban, aquello no era suficiente. Nic quería tener toda su atención y la quería en ese preciso instante.

– Sí, hay algo que quiero esta mañana.

Como respuesta él empezó a hacerle el amor en serio. Una hora después. Piper lo miraba fijamente a los ojos tan enamorada, que no había palabras para expresarlo.

– Como iba diciendo antes de que nos desviáramos del tema, sí hay algo que quiero.

– Dilo -susurró Nic robándole besos.

– Necesitamos tener un barco como éste. Hemos privado al pobre Luc y a Olivia demasiado tiempo de su barco.

– Llevo pensando lo mismo desde que partimos de Génova. Cuando regresemos a Marbella, iremos a comprar uno.

Sus ojos de color aguamarina brillaban por la emoción.

– ¡Lo estoy deseando! Sé exactamente cómo quiero llamarlo.

– Yo también -dijo él misteriosamente.

– Pero quiero darle el nombre que he elegido.

Nic le dirigió lo que Piper ahora llamaba la sonrisa andaluza.

– El mío es mejor.

– Dime cuál es.

– Tú primero, mi amor.

– El Don Juan -dijo Piper.

El se rió entre dientes.

– Nunca lo permitiría. Podemos llamarlo El Delfín Dorado.

Aunque le gustaba aquella opción, dijo:

– Me gusta más es mío.

– No, Piper.

– Creo que estamos teniendo nuestra primera discusión.

Nic dejó escapar una carcajada que comenzó en el fondo de su vientre. A Piper le encantaba aquella risa.

– Hemos tenido tantas que, por lo menos, ésta debe de ser la número doscientos.

– Mientras estemos en la cama para poder resolverla, no importa.

– No tienes vergüenza, señora de Pastrana. Te amo.

Nic hundió la cabeza en la abundancia de su cabello dorado.

– No puedo esperar más a cocinar nuestra primera comida y limpiar nuestra nueva casa.

– Tendremos un ama de llaves y gente a nuestro servicio para encargarse de eso.

– ¿Qué te parece si sólo los empleamos los fines de semana? De lunes a viernes me gustaría que fuéramos un matrimonio normal. Tendré que cocinar y limpiar para ti.

Las carcajadas resonaban en todo el camarote.

– ¿Qué casa quieres que sea nuestro hogar?

Piper levantó la cabeza.

– ¿Qué quieres decir?

– Bueno, hay una casa en Marbella y otra en Ronda.

– ¿Ronda? -pestañeó Piper-. He oído hablar de ese lugar en lo alto de las montañas. ¿Tenemos dos casas? -gritó ella.

– Sí, esposa mía -Nic la besó en la punta de la nariz-. Antes de que mi padre y yo nos reconciliáramos en Roma, él había renunciado a mí y me había ordenado salir de la propiedad privada por haberme casado contigo. Fue entonces cuando decidí que viviríamos en Ronda, donde poseo caballos.

El corazón de Piper dio un brinco.

– ¿En serio?

– ¿Lo de los caballos? Absolutamente.

– ¡No! -gritó Piper deslizando las manos por su cuello-. ¿Realmente habría renunciado a ti?

– La versión antigua de mi padre lo habría hecho, pero después de oír que Nina fue asesinada, se dio cuenta de lo cerca que había estado de perder también a su sobrino, sin mencionar a su hijo. Así que cambió totalmente de opinión y hemos empezado de nuevo. Ahora tenemos la buena relación que debíamos haber mantenido desde hace tiempo.

– Gracias a Dios, Nic.

El asintió.

– Papá admitió que si fuera más joven y aún no hubiera conocido a mi madre, habría luchado por conseguir tu mano.

– ¡Estás bromeando!

– No -dijo Nic poniéndose serio de repente-. Está encantado con las trillizas Duchess, especialmente con la artista de la familia.

– Estoy tan contenta de que te hayas reconciliado con él, cariño…

– Yo también. Si no hubiera sido así no podría haber disfrutado de sus nietos.

– ¿Ah sí? No sabía que tuviera ninguno -dijo Piper con expresión seria.

– Bien podría tener ya tres nietos, pero las niñas de cabellos de oro son muy pequeñas, posiblemente sólo tengan cuatro días.

– ¿Niñas? -gritó asombrada.

Hasta aquel momento nunca había pensado en la posibilidad de que pudiera tener trillizas.

– Sí. Papá sería la envidia de todos los abuelos de Andalucía.

Piper sonrió.

– Y tú serías el padre más ojeroso y con menos horas de sueño de todo el planeta. Mi padre nunca pudo reponerse totalmente de aquella odisea.

– Pero yo soy bastante más joven que tu padre cuando dejó a tu madre embarazada.

– Puede que sean tres niños, o incluso una mezcla.

Nic la estrechó contra su cuerpo.

– Sea lo que fuere, lo recibiré con la mayor de las alegrías. Eres el amor de mi vida, Piper. No puedo creerme que finalmente estemos juntos y tengamos un futuro por delante.

Ella se arrimó aún más cerca.

– ¿Quieres saber un secreto? Cuando mis hermanas y yo planeamos nuestro viaje a Europa, yo fui quien sugirió llevar el colgante de la duquesa. Sólo imagínate que no lo hubiera hecho.

– No pensemos en ello -la interrumpió-. No quiero ni pensarlo. Pensar no haberte conocido es como imaginar que no hay vida después de la muerte, estrellas en el cielo, aire para respirar, labios que besar, corazón que conquistar… ¿Me explico?

– Como un libro abierto. Hazme el amor otra vez y no pares nunca.

– Eso es lo que iba a hacer, con o sin tu permiso.

– Oh, Nic…

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