– ¡CLAUDIA!
– ¡Lucy!
– ¡Lo conseguiste! -exclamó Lucy, abrazándola-. ¡Sabía que lo harías¡ ¡Feliz cumpleaños! -de repente, vio a David detrás de ella-. ¡David! ¿Qué demonios haces aquí?
– Es una larga historia -dijo con amargura-. ¿No es así, Claudia?
– Veníamos en el mismo avión -comenzó a explicar Claudia, pensando que lo mejor era empezar por lo más fácil-. Me imagino que oíste hablar de los incidentes del vuelo.
– Decían que no llegaríais hasta dentro de dos días -admitió Lucy-. Pero yo sabía que no ibas a dejar que el motor de un avión te estropeara el viaje. ¿Y cómo has venido?
– Bueno… es un poco complicado -respondió, consciente de la mirada de David.
– Venid primero y abramos una botella de champán. ¡Patrick! Mira quién ha venido -gritó, hacia dentro de la casa.
Un hombre corpulento y de rostro afable apareció en la puerta. Su cara se iluminó al ver a Claudia.
– ¡Vaya! ¿No es la chica del cumpleaños? -la abrazó cariñosamente y, en ese momento, vio a David.
Al igual que su mujer, su rostro cambió de expresión.
– Claudia va a explicar lo que estoy haciendo aquí -se adelantó David a la pregunta de Patrick, después de que ambos hombres hubieran estrechado las manos-. Va a explicarlo todo.
– Eso suena amenazador. ¡Será mejor que confieses, Claudia!
Mientras se dirigían hacia el salón, Claudia tomó a Lucy por el brazo y la habló al oído.
– ¿Puedes invitar a Justin Darke?
– ¿Ahora?
– Quiero conocerlo esta noche -susurró Claudia, al tiempo que se aseguraba de que Patrick y David no podían oírlas-. ¿No podrías invitarlo a tomar una copa con la excusa de que acabo de llegar?
– Podría, claro, pero… ¿no te importaría esperar hasta mañana? Debes de estar muy cansada.
– No, tiene que ser esta noche.
– ¿Se puede saber por qué? -preguntó Lucy, con expresión interrogante.
– No lo puedo explicar ahora, pero es importante. No quiero que David sepa que te he pedido que lo invites, ¿me lo prometes?
– De acuerdo.
Desconcertada, aunque queriendo complacer a su prima, Lucy se encaminó al teléfono que había en uno de los cuartos mientras que Claudia se unía a los hombres con una sonrisa amplia en los labios. En el momento que Patrick descorchaba una botella de champán, Lucy regresó.
Claudia se relajó, al ver la señal afirmativa que su prima le hacía con el pulgar. No estaba segura de por qué era tan importante que David pensara que no tenía el más mínimo interés en él, cuando era la verdad. Pero si demostraba estar obsesionada por otro hombre, seguramente se convencería.
Dirigió una mirada de resentimiento a David mientras Patrick le ofrecía una copa. Si no hubiera insistido David en ir con ella, no tendría que haber pedido a Lucy que llamara a Justin Darke, ni tendría que pasarse toda la noche fingiendo interés por él, en vez de relajarse y divertirse con Lucy y Patrick. No era justo, y toda la culpa era de David.
Estaba tan disgustada que cuando Patrick le pidió que explicara lo sucedido, respondió casi gritando.
– Es sencillo. El avión tuvo una avería y teníamos dos opciones: quedarnos en Al Mishrab o aceptar que nos trajeran hasta aquí.
– ¿Y? -urgió David.
Claudia vio los ojos irónicos de David y se echó el pelo hacia atrás con gesto brusco.
– Y no me pareció sensato cruzar el desierto yo sola con un hombre que acababa de conocer -continuó, dirigiéndose a Lucy y Patrick-. Resulta que sabía que David tenía que venir aquí lo antes posible y pensé que sería una buena idea venir juntos.
– ¿Sí? -dijo Lucy, intentando animar a Claudia a que continuara. Ella y su marido miraban a la muchacha perplejos, tratando de imaginar qué había pasado.
Claudia, dándose cuenta de que no le era tan fácil explicarlo, miró a David, pero éste no hizo ademán de ayudarla. Permaneció sentado mirándola impasible, con una mueca irónica en los labios. Ella dio un suspiro profundo y miró de nuevo a su prima.
– Así que le dije a Amil que David y yo estamos casados -terminó apresuradamente, parpadeando al ver el gesto de sorpresa de Lucy-. Me pareció lo más normal en ese momento. Y pienso que David debería estar más agradecido. Si no fuera por mí, estaría todavía en Al Mishrab esperando el avión.
– Claudia sabe que mi gratitud ante el hecho de tener que pasarme por marido suyo ha sido amortiguado por el descubrimiento de que el hombre que tan generosamente nos trajo era el sobrino del jeque Saïd. Ahora, Amil ha dicho a su tío que su invitado inglés ha llegado con su esposa, por lo que ésta ha sido generosamente incluida en la invitación a su palacio. Esto significa que, de repente, no puedo decir que soy soltero por más que me quisiera.
Miró a Claudia, que se ruborizó.
– Siento no estar demasiado agradecido, pero francamente, tengo cosas más importantes en la cabeza. Me gusta estar solo, y sobre todo, cuando estoy intentando concentrarme en mi trabajo.
– Entonces, ¿por qué no puedo quedarme con Lucy y Patrick como yo tenía pensado? -preguntó Claudia, desafiante-. Yo creo que al jeque no le va a importar que yo esté o deje de estar. Ni siquiera creo que llegue a enterarse.
– Se enterará -contestó Patrick muy serio-. Saïd sabe todo lo que pasa dentro y fuera del palacio. Creo que es mejor que no te quedes con nosotros, Claudia. La opinión del jeque en este momento es vital y podía ofenderse mucho si tú rechazaras su hospitalidad. Lo siento, David. Es una situación difícil para ti.
Claudia miró a Patrick disgustada.
– ¿Por qué te disculpas con él? ¿Y qué me dices de mi situación?
– Pero parece que fue idea tuya -se excusó Patrick.
– ¡No fue idea mía pasarme las vacaciones casada con Don Gruñón! -gritó Claudia-. ¿Por qué no lo envías de vuelta a Londres, Patrick? Di al jeque que ha ocurrido algo allí y que David tiene que marcharse. Y añade que yo, después de haber hecho todo el viaje hasta aquí, me quedaré con mi prima -sugirió, mirando satisfecha a su alrededor-. Eso resolvería nuestros problemas. David puede darte todos los documentos para que tú continúes con esa estúpida negociación… ¡Estoy segura de que tú lo harás mucho mejor que él! -añadió, mirando de reojo a David, que se mostraba ostensiblemente irritado.
– Ésa es una buena idea, Claudia. Pero hay un pequeño problema. Me temo que no estoy en posición de enviar a David a ningún sitio.
– ¿Por qué no? Tú eres el director de la empresa, ¿no?
– Sí, pero yo trabajo para GKS Engineering Associates. ¿Sabes lo que significan esas siglas?
– ¿GKS? No.
– Significan Greville, Keen y Stirling -dijo Patrick-. Stirling, por David Stirling. Greville y Keen se jubilaron hace un tiempo, y ahora, David es la cabeza de GKS Engineering… y es él quien da las órdenes, no yo.
Hubo un momento de silencio antes de que Claudia mirara acusadoramente a David.
– ¿Tú eres el jefe de Patrick?
– Yo no suelo describirme de esa forma, pero así es.
– ¿Por qué no me lo dijiste?
– No me pareció apropiado.
– ¿De verdad? ¿No crees que era apropiado cuando te amenazaba con decir a Patrick que te echara? -Patrick se cubrió los ojos con una mano y Lucy soltó una risita nerviosa, pero Claudia continuó, sin hacerles caso-. ¡He hecho el ridículo!
– Para eso no hace falta que yo te anime.
Claudia abrió la boca para protestar, pero Lucy se adelantó.
– ¿Claudia? Patrick y yo estamos de tu lado, por supuesto, pero Patrick tiene un buen trabajo y nos gusta vivir en Telama'an, así que nos gustaría que fueras amable con David.
– No sé por qué debería serlo. Él no es agradable conmigo. Y si este hombre echara a Patrick sólo porque le haya molestado algo que yo dijera, Patrick debería alegrarse de dejar de trabajar para él.
– Pero es que yo no voy a echar a Patrick -dijo David, enfadado.
Observó a la muchacha que, con las mejillas encendidas y los ojos brillantes, lo miraba desafiante. ¿Cómo podía ser posible que la conociera únicamente de un día y medio? Le parecía que esa chica llevaba mucho tiempo metiéndose en su vida y distrayéndolo.
– Escucha, pactemos una tregua -sugirió David, después de unos segundos-. Lo hecho, hecho está. Ambos queríamos llegar aquí y lo hemos conseguido. Y ahora, yo no voy a estropear el futuro de mi firma cancelando las reuniones con el jeque y marchándome a Londres para que tú puedas disfrutar de tus vacaciones.
David hizo una pausa.
– Ninguno de los dos quiere simular que estamos casados durante más tiempo del necesario, pero me temo que no tenemos otra alternativa que seguir haciéndolo durante unos días. Así que, sería más fácil si lo aceptásemos e intentáramos ser más amables el uno con el otro. Tengo entre manos importantes negociaciones y no quiero distraerme con disputas estúpidas, igual que tú tampoco quieres arruinar tus vacaciones.
– Es cierto.
– Así que lo que tenemos que hacer ahora es inventamos una historia sobre cuándo nos casamos. No creo que nadie vaya a preguntarnos, pero será algo que llame la atención.
– ¿Quieres que todos los empleados de GKS piensen que estáis casados? -quiso saber Lucy.
– Claro que sí -Patrick respondió por David-. Sabes que a todo el mundo le gusta hablar de los demás. Porque no veas al jeque muy a menudo, no debes pensar que no sabe lo que pasa. Entre los empleados hay gente de aquí de Shofrar, y apuesto a que los rumores llegan hasta el jeque. Si Claudia y David dejan de repente de comportarse como una pareja mientras están aquí, llegará a sus oídos en seguida.
– Pero todo el mundo sabe que invité a Claudia para su cumpleaños -objetó Lucy- Iban a venir todos y se canceló la fiesta al saber lo del retraso del avión.
– Sí, eso fue una pena -dijo David, frunciendo el ceño-. Diremos entonces que Claudia y yo nos conocimos y nos casamos de improviso la semana pasada. Luego, se dio la coincidencia de que era tu prima.
– No es muy convincente, ¿no crees? -dijo Claudia-. Quiero decir, ¿cómo íbamos a casarnos si nos conocíamos tan poco?
– ¿Tú no has oído nunca hablar del amor a primera vista?
La ironía en la voz de David hizo enrojecer aún más las mejillas de Claudia.
– He oído hablar de ello, pero no he conocido a nadie a quien le haya pasado.
– Bueno, pues a partir de ahora tendremos que decir a todo el mundo que nada más vernos, nos enamoramos perdidamente. Sé que la historia es un poco irreal, pero es lo único que se me ocurre.
– ¿Y cómo es que no llamé por teléfono a Patrick y Lucy para hablarles de la coincidencia?
– Queríamos darles una sorpresa.
– Y lo ha sido -contestó Patrick.
– Y ahora que hemos solucionado todo, quizá podríamos seguir con la celebración del cumpleaños de Claudia, ¿no creéis? ¿Qué te parecen los treinta?
Claudia abrió la boca para contestar, pero antes de que pudiera hacerlo, se oyó un golpe en la puerta y miró con gesto triunfante a David.
– Es estupendo. Tengo la sensación de que mi vida va a dar un giro completo.
– ¿De verdad? -preguntó Lucy, extrañada.
– Absolutamente. Me siento como si mi destino estuviera entrando en este momento por la puerta.
Justo en ese momento, Justin Darke apareció con Patrick. Era, como Lucy había prometido, deliciosamente atractivo. De cabello negro rizado, ojos marrones cálidos y ese tipo de sonrisa que desmayaba. Claudia no se desmayó, ya que andaba más preocupada observando la reacción de David que admirando al americano.
Detrás de Justin, Patrick hizo un gesto a su esposa, que se levantó para saludar.
– ¡Justin, qué maravilla que hayas venido! Hemos tenido que cancelar la fiesta porque el avión se retrasó, pero Claudia ha llegado inesperadamente. Así que creo que podríamos hacer una pequeña fiesta nosotros. Me pareció que cuatro no era un número apropiado y por eso te he llamado.
Era evidente que a Justin le parecía un poco extraño ser el único invitado para celebrar la llegada de la prima de Lucy. La mirada de extrañeza aumentó al ver a David Stirling. No había coincidido muchas veces con el director ejecutivo de GKS, pero todos sus colegas hablaban de él con un respeto que bordeaba el miedo.
Cuando Patrick explicó que David y Claudia acababan de anunciar que se habían casado, Justin, todavía más sorprendido, les felicitó amablemente.
– ¡Es una noticia estupenda! -dijo, estrechando la mano de David-. Pero no quisiera interrumpir un acontecimiento tan familiar…
– ¡Oh, no te vayas! -suplicó Claudia, con una sonrisa encantadora-. Lucy tiene razón, una fiesta de cuatro no saldría bien. Además, tenía tantas ganas de conocerte… -añadió, haciendo un gesto para que se sentara a su lado.
De manera que David, Lucy y Patrick tuvieron que dejarlos e ir al otro lado de la habitación.
– No te hemos dado las gracias por cuidar de Claudia -dijo Lucy-. Sé que todo se ha complicado un poco, pero tuvo suerte de que estuvieras allí para cuidarla.
– Creo que Claudia es perfectamente capaz de cuidar de sí misma -dijo David, después de una pausa. Estaba intentando no fijarse en cómo la muchacha hablaba provocativamente con Justin en el sofá. Desde luego, no era asunto suyo si Claudia se ponía en evidencia persiguiendo a un pobre hombre. Era sólo que se preguntaba si tenía que nacerlo de aquella manera.
– Ya sé que parece fuerte -estaba diciendo Lucy-, pero en realidad no lo es. Intenta no demostrarlo, pero ha tenido siempre muy mala suerte con los hombres -dijo, mirando a su marido, que estaba tan asombrado como ella al ver el comportamiento de Claudia.
Lucy deseó saber lo que estaba pasando. Y es que allí estaba Claudia, hablando efusivamente con Justin, mientras David la miraba sorprendentemente serio. ¿Cómo podían ella y Patrick distraerlo?
– ¿Te ha hablado Claudia de Michael?
– No.
– Estaba locamente enamorada de él. Iban a casarse en primavera, pero la dejó a mitad de enero, la semana después de que Claudia se hubiera quedado sin trabajo. Este año le ha salido todo mal a la pobre Claudia -relató Lucy, con un suspiro-. Primero el trabajo, luego Michael, luego forzaron su casa y alguien dio un golpe a su coche… Muchas personas se habrían dejado arrastrar, pero Claudia es una luchadora. Consiguió un trabajo mejor y creo que ha superado completamente lo de Michael, aunque necesita estas vacaciones desesperadamente.
Lucy hizo una pausa.
– Te cuento todo esto para que entiendas lo importante que es para Claudia estar aquí. Normalmente no es tan dura como lo está siendo contigo.
Algo pasó en el pecho de David. No era el descubrimiento de saber que Claudia había estado enamorada de alguien llamado Michael. Era la pregunta de con quién pensaría ella que estaba aquella mañana para devolverle sus besos con aquel calor y aquel abandono.
Miró al sofá, a la mujer que miraba con esos ojos enormes a Justin Darke. Llevaba una blusa de seda azul sencilla y unos pantalones de tela brillante. El color de la seda hacía más profundos sus ojos y resaltaba el color claro de su cabello.
David observó cómo se reía con Justin. Parecía vibrante, viva… y al inclinarse hacia la mesa para agarrar su copa, la seda modeló sus senos. En ese momento le asaltó el recuerdo de su piel y no pudo evitar un suspiro. Rápidamente se volvió hacia Lucy y Patrick. No iba a permitir a Claudia que supiera que echaba de menos su cuerpo, o que pensara que le importaba con quién se lucía.
– No hace falta que me expliques nada sobre Claudia. No me interesa. Con tal de que no estropee las negociaciones, puede disfrutar sus vacaciones con quien desee.
Lucy se sorprendió ligeramente por la frialdad de la voz de David. Siempre se había llevado bien con él, pero nunca le había visto tan serio y no sabía cómo actuar.
David notó que Lucy miraba a Patrick y éste se encogía de hombros. Entonces, lamentó haber sido tan seco. No era justo pagar su mal humor con ellos. Lucy y Patrick no habían irrumpido en su vida, ni destrozado sus planes o alterado sus sentimientos. Tampoco estaban en aquel sofá montando un espectáculo.
– Lo siento, ha sido un día muy largo -se disculpó, con una sonrisa-. Tú siempre sabes lo que pasa por aquí, Lucy. Cuéntame si ha pasado algo importante.
Desde el sofá, Claudia lo vio sonreír y se puso nerviosa. A ella nunca le había sonreído de aquella manera. Aunque decidió que no tenía que darle tanta importancia a ese gesto. Era simplemente una sonrisa, a pesar de que le hiciera tan sumamente atractivo. ¡Además, se suponía que al estar recién casados, David tenía que estar pendiente de ella, y no sonriendo a Lucy como si ella no estuviera allí!
Pero Claudia decidió no preocuparse por eso. Le brillaron los ojos y se echó el cabello hacia atrás con un gesto desafiante. Era su cumpleaños e iba a divertirse.
Volvió a concentrarse en Justin, que la había estado preguntando educadamente sobre su viaje.
– Ya he hablado suficiente de ese maldito viaje – dijo en voz alta, para que David la oyera-. Hablame de ti.
Justin le habló de su trabajo, su familia, de que echaba de menos los Estados Unidos, qué tipo de libros leía, qué música le gustaba… Justin estaba claramente sorprendido, no sabía exactamente cómo responder a la aparente fascinación de la señora Stirling por la vida de los empleados de su marido. Cada vez que intentaba hablar de algún tema menos personal, Claudia lo evitaba.
No era que Justin no fuera encantador… lo era. Pero Claudia no conseguía concentrarse en lo que estaba diciéndole, estando David en la misma habitación. Hablaba tranquilamente con Lucy y Patrick y se reían juntos, según notó Claudia con envidia… Y si recordaba que ella estaba allí también, lo disimulaba muy bien.
Llegó un momento en que Claudia se sintió agotada. No sólo por el efecto del viaje, sino también debido a las tensiones acumuladas y al hecho de darse cuenta de lo irracional de su comportamiento en ese momento.
– ¿Qué le parece el palacio del jeque, señora Stirling? -preguntó Justin, aprovechando la momentánea distracción-. No he estado nunca allí, pero he oído decir que es un sitio fabuloso.
– Por favor, llámame Claudia. Señora Stirling me hace sentirme tan…
– ¿Casada? -preguntó David, apareciendo de repente a su lado-. No hace mucho tiempo que estamos casados y ya empieza a olvidarse, ¿verdad, cariño?
– ¿Cómo me iba a olvidar?
– Es hora de que nos vayamos, ¿no te parece? Estás agotada.
– Estoy bien -protestó automáticamente, pero fue casi un alivio cuando David tiró de ella y la levantó del sofá.
– ¿De verdad tenemos que marcharnos ya?
– Yo también debo irme -dijo rápidamente Justin.
Lucy y Patrick acompañaron a David y Claudia al coche.
– ¿Qué te ha parecido Justin? -preguntó Lucy al oído de Claudia.
Ésta notó que David lo había oído y se ponía tenso.
– ¡Oh, creo que es guapísimo! Tenías razón, es todo lo que siempre he querido en un hombre. Es cariñoso, encantador e inteligente -David estaba abriendo la puerta del coche y la miraba irritado. Claudia dio un suspiro-. Y tan atento… Estoy impaciente por verlo de nuevo. Le invitarás otra vez, ¿verdad?
– Sí, claro -dijo Lucy, sorprendida de la reacción exagerada de Claudia.
– ¿Por qué no hacemos la fiesta de Claudia mañana por la noche? Podemos invitar a todos, incluido Justin.
– Si viene él… -dijo Claudia, mirando de reojo a David.
Éste se había sentado en el asiento del conductor y estaba esperando con gesto irritado, con la mano lista para arrancar.
– Justin es un cielo y me alegra que te guste, claro -comenzó Lucy, que también miraba a David-. Pero es todo un poco difícil, ¿no crees?
– ¿A qué te refieres?
– Lo que Lucy quiere decir es que Justin cree que estás casada conmigo -interrumpió David, con sequedad-. Y Justin no es el tipo de nombre que sea capaz de implicarse en una relación con la esposa de otro hombre. No creo que llegues muy lejos con él.
– Ya veremos, ¿no? -contestó Claudia, metiéndose en el coche y abriendo la ventanilla para despedir a Lucy-. Tú asegúrate de que Justin viene a la fiesta mañana. Tengo la certeza de que es el hombre ideal para mí. Y si acierto, no importarán en absoluto ni David, ni este estúpido matrimonio. El destino encontrará la manera de unirnos.
– ¡El destino encontrará el camino! -exclamó David, imitándola-. ¡Justin es guapísimo!
– Sí que lo es. Y después de haber pasado dos días contigo, no tengo palabras para expresar el placer que ha sido conocer a un hombre tan guapo y encantador.
– Se te ha olvidado decir humanitario. Lucy y Patrick podrían habernos dado bolsas. Verte esta noche encima de él era vomitivo. Sé que estás desesperada, pero así no conseguirás nada. El pobre hombre parecía aterrorizado.
– Gracias por el consejo, pero hasta ahora no me pareces ningún experto en seducción.
– No hace falta ser un experto. Sólo hace falta ser un hombre para ver que, todas esas atenciones, esas miraditas, ese hablame de ti, son la garantía para que cualquiera se dé la vuelta y salga corriendo. A nadie le gusta sentirse perseguido, y Justin parecía hoy acorralado.
– ¿Y a ti que te importa?
– No me importa, pero se supone que tienes que comportarte como mi esposa y no lo hacías demasiado bien. Lo único que has conseguido es dejarme en evidencia.
– ¿Y qué se supone que tenía que haber estado haciendo? ¿Tirándote besos?
– ¡No seas ridícula! Lo único que tienes que hacer es comportarte como cualquiera que habla con alguien por primera vez. ¡En vez de acorralar a mis empleados en un rincón del sofá y ofrecerte en bandeja!
– No he hecho nada de eso. Simplemente he estado conversando educadamente con Justin. Además, tú tampoco eres exactamente el modelo de marido cariñoso, ¿no crees? No te has acercado a mí en toda la noche.
– Dejaste claro que querías a Justin para ti sola. ¿Crees que podía haberme sentado en el sofá con vosotros?
– Podías haber hecho algo, pero no quisiste. Te estabas divirtiendo con Lucy y Patrick.
– Nos habríamos divertido si no hubiéramos estado escuchando la conversación necia que tenías con Justin. No escuché a ninguno de los dos decir nada interesante o inteligente en toda la noche, así que quizá forméis la pareja perfecta.
– Pues sí -respondió, levantando la barbilla. Si David pensaba que estaba interesada en Justin, tanto mejor-. Vamos a estar muy bien juntos.