Capítulo 4

Flora tardó una semana en reunir el valor suficiente para pedirle a Matt que la acompañara al baile. ¿Por qué no iba a hacerlo? Valía la pena intentarlo, en todo caso. Al fin y al cabo, Matt tenía tantas novias que simular salir con ella no le molestaría. Si decía que no, lo que era probable, se buscaría otra pareja.

Mientras hacía el recorrido en metro, Flora iba practicando mentalmente cómo plantearía su petición a Matt. Pero en el mundo real, no resultaba nada sencillo y no terminaba de encontrar el momento adecuado. De manera que el jueves, a menos de diez días para el baile, se decidió a dar el paso.

Tomó aire, preparó unas cartas que Matt tenía que firmar y llamó a su puerta.

– ¡Adelante! -dijo él con brusquedad.

No era precisamente alentador. Ni siquiera la miró cuando Flora dejó las cartas sobre su mesa.

– Tienes que firmarme esto -dijo con nerviosismo.

– Bien.

Ni siquiera un «gracias», pensó con amargura Flora, pero no lo comentó. Se había comportado a la perfección en los últimos días y no iba a echarlo a perder con un ataque de dignidad.

Carraspeó.

– Esto… ¿tienes un minuto?

– Tengo treinta segundos -dijo Matt sin apartar la vista de la pantalla-. ¿Bastará?

– No creo -dijo Flora-. Si te pido un minuto, lo que significa realmente es si puedes dejar de hacer lo que estás haciendo y atenderme el tiempo necesario.

Esta vez, Matt la miró.

– Soy americano, pero hablamos el mismo idioma -dijo con ironía-. Sé lo que digo y sólo tienes treinta segundos, que además estás desperdiciando.

– El caso es que quería pedirte un favor -confesó Flora-. Esperaba que estuvieras de buen humor.

– En ese caso, será mejor que vuelvas más tarde.

– Ya he esperado varios días -se quejó ella-. ¡Nunca estás de buen humor!

Matt suspiró y giró en su silla para mirar a Flora frente a frente.

– Está claro que no piensas marcharte hasta ponerme de verdad de mal humor.

Tras haber ido tan lejos, Flora se sintió de pronto insegura.

– Bueno, es un poco difícil -dijo con timidez.

– ¡Vamos, suéltalo, Flora!

Ella tomó asiento frente a Matt y comenzó:

– Hum… ¿te acuerdas lo que te conté de Seb?

– No -dijo Matt, poco dispuesto a colaborar.

– Claro que te acuerdas -le corrigió Flora, irritada-. Era mi novio, pero lo dejamos porque yo quería viajar y él no.

– La conversación no está grabada en mi alma -bromeó Matt, resignado-. Pero algo recuerdo vagamente.

– Seguimos siendo buenos amigos. En realidad nos llevamos mucho mejor ahora que estamos separados.

Por algún motivo, Matt no tenía ganas de escuchar lo bien que se llevaba Flora con su ex-novio.

– ¿Y eso qué tiene qué ver conmigo? -replicó.

– Ya llegaré -ahora que había empezado iba a contar toda su historia-. Habíamos quedado en ir a un baile dentro de una semana con unos amigos. Resulta que Seb ya ha encontrado otra chica para ir con ella.

Hizo una pausa para comprobar si Matt captaba la gravedad de la situación, pero éste la miraba con gesto exasperado.

– ¿Y?

– Bueno, no es que yo esté celosa -se apresuró a asegurar Flora aunque Matt no parecía en lo más mínimo interesado-. Es que me molesta un poco que Seb haya encontrado otra novia tan rápido.

– ¿Qué sentido tiene todo esto? -preguntó Matt cada vez más irritado con oiría hablar de otro hombre.

– Estoy intentando llegar a ello -Flora se estiró la falda, nerviosa-. Estábamos hablando del baile y todo el mundo me miraba como si yo estuviera celosa de Loma. Loma es la nueva novia de Seb, y tuve que simular que yo también tenía un acompañante -hizo una pausa-. Les dije que tú me llevarías al baile -admitió sin tomar aire.

Había supuesto que Matt iba a gritarle, pero se limitó a alzar una ceja, un gesto que le heló la sangre.

– ¿Y por qué haría yo tal cosa? -inquirió con una humillante mezcla de incredulidad e ironía.

– Porque estás locamente enamorado de mí -terminó Flora con pesar. Era obvio que la idea de llevarla a un baile era para él ciencia ficción-. Porque tenemos una tórrida aventura -alzó la barbilla con su característico gesto de desafío.

Al menos había logrado captar la atención de Matt.

– ¿Que les contaste qué?

– Que teníamos un romance -Flora miró con temor los enfadados ojos verdes-. Sé que fue una tontería, pero Seb estaba tan engreído e insoportable que no me pude resistir. Me preguntaba si… bueno… si no tienes nada que hacer el próximo sábado, si podrías venir al baile y así convencer a Seb de que… ya sabes -de pronto la enormidad de su tontería la asaltó y la obligó a bajar la vista.

– A ver si lo entiendo -dijo Matt con creciente asombro-. ¿Quieres que vaya a un baile y me pase la noche seduciéndote para dar celos a tu novio? -estaba rabioso ante la idea de que Flora pretendiera usarlo para ganar puntos con otro tipo.

– Ya no somos novios -dijo Flora deseando no haber iniciado la conversación.

– ¿Y por qué tienes tantas ganas de ponerle celoso?

– No es eso -dijo ella con cierta desesperación-. Mira, Seb es un amigo y le aprecio, pero siempre cree saberlo todo -como casi todos los hombres, estuvo a punto de añadir, pero no lo hizo-. Me dolió que asumiera inmediatamente que yo me sentiría celosa, y además le está diciendo a todo el mundo que lo que conté fue un farol.

Flora hizo una pausa, pero el rostro de piedra de Matt no prometía mucho.

– Sólo quería ver la cara de Seb cuando entrara contigo -terminó-. Pero no tiene importancia. Perdona que te lo haya dicho.

Se puso en pie y pensó que se hubiera sentido aún peor si Matt hubiera accedido. ¿Qué iba a hacer con su jefe y sus amigos en un baile?

– No pensé que aceptaras -dijo antes de salir-. Pero pensé que valía la pena intentarlo. Se lo preguntaré a Tom.

– ¿Quién es Tom?

– Ya sabes, Tom Gorski, el del gabinete de prensa.

– No sabía que tú lo conocieras -dijo Matt, de nuevo furioso por la inconsistencia de Flora y su falta de vergüenza.

– Solemos charlar -dijo Flora que siempre encontraba tiempo para bromear y compartir algún chisme con sus compañeros de trabajo-. El otro día me comentó que tenía ganas de conocer a más ingleses.

– ¿Y supongo que les dirás a tus amigos que tienes un asunto tórrido con él también? -Matt se sentía irracionalmente enfadado por la idea.

Flora se echó a reír.

– No, no creo que se lo traguen esta vez. No te preocupes, les diré que era una broma, y que no hay la menor oportunidad de que tú y yo tengamos una aventura amorosa, tórrida o gélida.

– Más te vale -gruñó Matt, pero por algún motivo no se sentía nada satisfecho.

Sólo a Flora se le ocurría sugerir algo tan absurdo, pensó, dividido entre la rabia, la incredulidad y cierta admiración por su atrevimiento. ¿De verdad había esperado que él se prestara a una velada haciendo manitas con ella para poner celoso al novio?

Recorrió con el ceño fruncido la lista de mensajes del correo electrónico que esperaban su respuesta. Si por lo menos Flora hubiera mostrado cierto pesar ante su negativa. ¡Cualquiera hubiera dicho que prefería asistir al estúpido baile con Tom Gorsky! Tampoco tenía derecho a expresar con tanta alegría que ellos jamás tendrían una aventura.

Por supuesto que era imposible, pero eso debía decirlo él, no ella.

Matt estuvo molesto todo el día y su humor no mejoró cuando Flora le anunció que su madre lo llamaba desde Estados Unidos. Su madre y Flora eran las dos mujeres más exasperantes que conocía y se habían aliado para echar a perder su tarde.

– Pásamela -dijo a regañadientes, sabiendo que era inútil intentar escapar.

Flora estaba fotocopiando un documento, cuando Matt colgó al fin. No le oyó acercarse ni abrir su puerta y siguió canturreando y bailando ligeramente mientras esperaba que salieran los folios.

«Incluso fotocopiando se divierte», pensó Matt con algo parecido a la desesperación.

– ¿Cómo es esa frase para decirle a alguien que te atienda durante un rato? -dijo y Flora se dio la vuelta, sobresaltada.

– ¿Tienes un minuto? -sugirió y Matt asintió.

– Eso es -dijo, y fue andando hasta la ventana.

Más abajo, en la calle, había un atasco importante y detuvo la mirada en el parque que rodeaba el edificio, un oasis de paz en el que dos ancianas paseaban.

Flora estaba ordenando el documento y grapándolo con energía.

– ¿Quieres un minuto? -dijo al ver que Matt seguía en silencio.

– Sí -miró por última vez el parque y se dio la vuelta, frunciendo el ceño ante la incansable actividad de Flora-. ¿Puedes parar y escucharme?

– Ya he terminado -dejó la pila de documentos y lo miró-. ¿Qué pasa?

– ¿Cuándo es ese baile del que me has hablado?

– Ya está arreglado -dijo Flora-. Le pedí a Tom que me acompañara y está de acuerdo.

– Dile que no -dijo Matt-. Vienes conmigo.

– Ya lo he invitado. No puedo hacer eso -Flora hablaba con asombro y desconfianza.

– Dile que vienes conmigo.

– Pero si le acabo de decir que no querías.

Matt suspiró con exageración.

– Pues tendrás que decirle que he cambiado de opinión. ¡Creí que querías que fuera yo!

– Puede que yo también haya cambiado de opinión -replicó Flora fríamente-. No es fácil para una mujer pedirle a un hombre que salga con ella, ¿sabes? Pero Tom ha estado tan amable que casi prefiero ir con él.

– ¿Y qué pasa con tu novio? ¿No querías ver su cara cuando apareciera contigo?

La expresión de Seb al verla asomar del brazo de Matt sería un motivo de alegría durante meses, se dijo Flora, pero no se fiaba.

– ¿A qué viene este cambio? -preguntó y fue a su mesa a dejar los documentos-. Tuve la impresión de que preferías morir antes que simular un amor conmigo.

La boca de Matt dibujó una mueca de hastío.

– No voy a decir que me encante la idea, pero necesito que me hagas un favor y, en estas circunstancias, estoy dispuesto a hacer un trato.

– ¿Un trato? -Flora lo miró de nuevo con recelo-. ¿Qué clase de trato?

Matt dejó de pasear por el despacho y se dio la vuelta para mirarla.

– Yo te cubro en el baile y a cambio tú me ayudas con mi madre.

– ¿Con tu madre? -repitió Flora.

– Se trata de lograr que se calle una temporada -dijo Matt como para sí mismo.

– ¿Por qué? Me pareció una mujer encantadora por teléfono.

– Oh, es encantadora -dijo Matt con horror-. A todo el mundo le encanta mi madre. Pero sólo tiene dos objetivos en la vida. Uno es pasárselo bien. Y el otro es que me case y la haga abuela -suspiró-. Al oírla uno diría que lo único que la separa de una muerte segura es la posibilidad de tener un nieto. Y eso que tiene más energía que mucha gente con la mitad de su edad.

Flora no terminaba de ver el problema.

– Todas las madres quieren ser abuelas -dijo con calma.

– No con tanto empeño -Matt habló con amargura-. Se pasa la vida presentándome a la clase de chicas que cree que me gustan e ignorando mi opinión. Cada vez que me llama es para hablarme de otra «deliciosa» amiga que debo conocer. La última es la hija de una amiga, una tal Jo Beth. Al parecer es el ideal femenino, incluso hace colchas, ¡por todos los santos!

Al mirarla, Matt captó la expresión divertida de Flora.

– ¡No tiene gracia! Y ahora ésta Jo Beth viene a Londres, sin duda alentada por mi querida madre. Mi madre quería que me ocupara de ella en su estancia… Como si no tuviera otra cosa que hacer.

– ¿A lo mejor puedes pedirle a Venezia que la pasee en tu lugar? -sugirió Flora con inocencia-. Parece que se le da bien enseñar Londres, ¿no es cierto?

Matt le lanzó una mirada asesina desde el otro lado del cuarto.

– No será necesario. Le he dicho a mi madre que puede relajarse porque al fin me he enamorado y pienso casarme.

Una mano helada apretó el corazón de Flora que tuvo que tragar saliva para preguntar:

– Enhorabuena. ¿Quién es la afortunada?

Sería una de aquellas rubias despampanantes con nombres idiotas.

– Eres tú -dijo Matt.

Hubo un silencio tenso, mientras Flora recuperaba el habla.

– ¿Quién?

– Tú -repitió con impaciencia Matt-. ¿Por qué crees que te estoy contando todo esto?

– Pero -masculló Flora-… No quieres casarte conmigo…

– Claro que no -Matt la miraba como si fuera estúpida-. No quiero casarme con nadie. Esa es la cuestión. Si le digo que he encontrado a alguien, mi madre me dejará en paz un tiempo. Y deja de mirarme así -añadió en un estallido-. Sé que puedo tratar con empresarios y presidentes de todo el mundo, y una mujer de sesenta años no debería ser un problema. Sé que debería pedirle que dejara de meterse en mi vida, pero no sabes cómo es mi madre. Es inmune a todo argumento lógico.

Paseó y pensó unos segundos, antes de añadir:

– Cuando lo dije, pensé que era una idea genial para que me dejara en paz, pero resulta que se le ha ocurrido venir a Londres a conocerte.

Flora abrió la boca, no pudo pensar en nada apropiado, y volvió a cerrarla.

– ¿Por qué yo? -preguntó al fin.

– Fue idea tuya.

– ¿Qué quieres decir?

– Tú le dijiste a tus amigos que teníamos una aventura -explicó Matt como si fuera obvio.

– ¡No le dije a tu madre que nos íbamos a casar!

– Pero me diste la idea -la acusó Matt-. Y cuando mi madre insistió en que le dijera el nombre de mi novia, sólo me vino el tuyo a la mente.

Flora sintió que el calor ascendía suavemente por sus mejillas y le costaba cada vez más mirarlo a los ojos.

– Nunca se va a creer que te hayas enamorado de tu secretaria -dijo al fin, sorprendida ante su repentina ronquera.

– Tus amigos te han creído -replicó Matt con desparpajo.

– Eso es porque no te conocen -dijo Flora resentida por su frialdad-. Y además, no sé si se lo han creído de verdad.

– Lo creerán cuando nos vean juntos en el baile.

– No lo sé -incapaz de seguir sentada, Flora se puso en pie-. Es fácil engañar a los chicos que nunca preguntan, pero otra cosa son mis amigas. Jo y Sarah me conocen desde hace años. Nunca lograremos engañarlas.

Matt cruzó el cuarto hasta encontrarse frente a Flora que, sin saber adonde ir, se apoyó en su mesa. Se limitó a mirarlo con los ojos muy abiertos cuando Matt le acarició la mejilla y descendió suavemente hasta su cuello.

– Creo que podemos convencerlos si lo intentamos, ¿verdad? -preguntó con dulzura.

No había sido más que un roce leve de su mano, pero Flora sintió que le ardía la piel. Su corazón latía con fuerza y le costó un gran esfuerzo apartar la cara y separarse unos pasos.

– ¿Por qué no le pides a una de tus novias que te saque de apuros? -dijo-. Es más fácil que tu madre lo crea y no tendrás que venir a mi baile.

– Puede ser -reconoció Matt-. Pero le he dado tu nombre. Además -añadió con brusquedad-, no podría hacer esta clase de trato con otra chica.

– No sé por qué -dijo Flora aliviada por la distancia que había logrado poner entre ellos.

Matt cruzó los brazos.

– Podrían tomarme en serio. O enfadarse si se consideran manipuladas.

– Mientras que mis sentimientos no importan -concluyó Flora con indignación-. Soy la secretaria al fin y al cabo. ¿Es eso?

– Claro que no -replicó Matt-. Pero sé que no te afectará emocionalmente. Has dejado muy claro que tienes tan pocas ganas de casarte como yo. Ocurre que nuestros intereses coinciden. Tú me necesitas para callar a tus amigos y yo para apoyarme ante mi madre -hizo una pausa-. ¿No dijiste una vez que estábamos hechos el uno para el otro?

Flora recordó sus impertinentes palabras del avión y cruzó los brazos, defensivamente.

– Era una broma.

Matt suspiró.

– Escucha, sólo te pido que hagas lo mismo que tú me pedías a mí -la miró con seriedad-. Te propongo algo más: te pagaré el precio de un billete para dar la vuelta al mundo a cambio de que me dediques unas horas cuando mi madre llegue.

Flora estaba boquiabierta.

– ¿Lo dices en serio?

– Es justo -repitió Matt con altivez.

Al darse cuenta de que Matt pensaba que iba a pedir más dinero, Flora se explicó:

– No, si es más que justo. Lo que me extraña es que te importe tanto.

– Ya lo sé -y para su consternación, Matt le dedicó una de sus sonrisas irresistibles-. Tendrás que conocer a mi madre para entenderlo, pero créeme, valdrá la pena cada dólar que te dé si la convences de que me deje en paz durante una temporada.

– Tendrás que decirle la verdad algún día -Flora estaba intentando recuperarse del efecto de su sonrisa.

Matt se encogió de hombros.

– Cuando Paige regrese y tú te marches a dar la vuelta al mundo, le diré que no salió bien. Incluso puedo pararle los pies un tiempo diciéndole que sigo enamorado de ti.

– No suena muy verosímil.

Matt se puso a andar de nuevo y miró el rostro sonrojado de Flora.

– Cosas más raras se han visto.

Hubo una pausa llena de electricidad. Flora quería mirar a otro lado, pero no podía, mientras algo en su interior crecía como una planta malsana.

– ¿Qué dices? -preguntó Matt suavemente.

– No… lo sé -Flora rompió el encantamiento moviendo los brazos y poniéndose a andar a su vez.

– ¿Qué problema ves? Es un trato claro. Yo simulo estar enamorado de ti durante una velada y tú haces lo mismo por mí.

– No es lo mismo -dijo Flora-. Tú serás uno más en una multitud. Yo tengo que conocer a tu madre y mentirle cara a cara. Eso no me gusta.

– Pero no te importó engañar a tus amigos.

– Es diferente -repitió Flora con cabezonería-. Para mis amigos será una broma cuando les explique la verdad. Pero no creo que a tu madre la haga mucha gracia. Ojalá nunca hubiera dicho esa tontería -confesó mirándolo-. Fue una idiotez.

– ¿Por qué? -siguió Matt-. No hacemos daño a nadie. Mi madre se sentirá mejor sabiendo que existe al menos la posibilidad de que me enamore. El resultado de todo esto es que yo obtengo paz y tú le das una lección a tu novio. Eso querías, ¿no?

Flora vaciló.

– ¿Puedo pensarlo unos días?

– Claro -y Matt añadió tras unos segundos-. ¿Me lo puedes decir el viernes como muy tarde?

Su interés la desconcertó. Durante los dos días que siguieron no hizo mención de su charla y no la presionó lo más mínimo. Ojalá lo hubiera hecho. En realidad, era una broma estupenda para Seb.

El problema era su madre. En el baile bastaría con que bailaran un par de veces, pero la madre de Matt la sometería a un interrogatorio. Por otra parte, no esperaría escenas de amor en público, así que bastaría con poner cara de tonta y mirar a Matt con adoración durante un par de cenas.

Era una estupidez no aceptarlo. Matt tenía razón, era un trato justo. Un billete para dar la vuelta al mundo era lo que más deseaba y sería realmente gracioso ver la cara de Seb cuando entrara en el baile del brazo de su jefe.

El viernes por la tarde, Matt esperó al final de la jornada para preguntarle si había tomado una decisión.

– Lo haré -dijo Flora.

– Bien -Matt no parecía entusiasmado-. ¿Cuándo es el baile?

– El próximo sábado -dijo Flora, deseando que Matt no pareciera tan aburrido con la idea.

Éste lo estaba apuntando en su agenda.

– Y mi madre llega el miércoles siguiente -añadió.

– Y ahora -preguntó Flora con torpeza-, ¿qué hacemos?

– Será mejor que preparemos lo que vamos a contar -Matt miró el reloj-. ¿Tienes planes esta tarde?

– Iba a reunirme con el grupo en el pub.

– Puesto que tenemos esta aventura apasionada, no les extrañará que no aparezcas, ¿verdad? -Matt esperó un segundo-. Vamos, te invito a cenar y hablamos del plan.

Matt avanzó hacia la puerta, pero Flora se quedó atrás.

– No hace falta hacer eso.

– Si queremos engañar a alguien tenemos que prepararlo -insistió Matt-. Sé que te encanta la improvisación -añadió con maldad-, pero a mí me gusta pensar lo que voy a decir. Vamos, toma tus cosas y salgamos.

Puesto que Matt ya había salido de la oficina sin volverse, Flora no tuvo más remedio que agarrar su bolso al vuelo y seguirlo. Le molestaba que Matt se mostrara tan frío ante la idea de simular su pasión, como si se tratara de una tarea profesional de lo más aburrida.

La llevó a un restaurante lujoso, pequeño y muy íntimo, y Flora se sintió nerviosa mientras Matt revisaba la carta de vinos. No era un lugar apropiado para una cita de negocios, más bien para un encuentro de amantes, un lugar para besarse y tocarse las manos sin que nadie mirara.

No creía que Matt tuviera la intención de besarla, pensó Flora con humor. Probablemente la había llevado allí para que sus conocidos no lo vieran con alguien tan poco adecuado.

Cuando el camarero se retiró. Flora decidió que tenía que mostrarle a Matt que no estaba malinterpretando la atmósfera romántica del restaurante.

– Venezia Hobbs ha hecho un buen trabajo al enseñarte Londres -dijo en tono mundano-. Había pasado cientos de veces por aquí sin ver este local.

– Londres está lleno de sitios inesperados -dijo Matt-. Por eso me gusta.

– ¿No echas de menos Nueva York?

Matt observó el rostro vivido de Flora, sus labios llenos que parecían siempre al borde de la sonrisa y dijo lentamente:

– Ahora mismo, no.

Hubo un silencio. Flora pensó que le tocaba a él hablar, pero Matt no parecía molesto por la ausencia de conversación.

– ¿Qué le digo a Tom Gorsky? -preguntó por decir algo-. Me parece una grosería decirle que no le llevo al baile.

– Ya he hablado con Tom -dijo Matt-. Lo entiende.

– ¿Qué quiere decir eso de que has hablado con él? -Flora lo miró con indignación-. ¿Y si yo me hubiera negado a aceptar el trato?

– Pero lo has aceptado.

– No lo sabías -le acusó con rabia y Matt sonrió.

– No diriges una compañía multimillonaria sin aprender a lograr cosas de la gente -dijo con sencillez-. Sabía que no podrías resistirte a un billete de avión.

Flora tenía cientos de réplicas ingeniosas, pero las reprimió. Le molestaba reconocer que el billete de avión había entrado en sus cálculos, pero así era.

– Es mucho dinero por una cena.

– Valdrá la pena si convencemos a mi madre -dijo Matt con humor-. Pagaría más.

– ¿Por qué no le dices que no crees en el matrimonio? -insistió Flora.

– Porque no es verdad -el brillo intrigante en sus ojos dejó paso a una mirada seria-. No me caso porque creo en el matrimonio y no lo haré hasta que encuentre a una mujer con la que quiera pasar el resto de mi vida. No quiero probar y divorciarme a los dos años.

– Pero tu madre estará de acuerdo con tu punto de vista, ¿no?

– Claro, pero sigue disponiendo chicas monas en mi camino, por si acaso. Y no es agradable que todas se pongan a hablar de compromiso en la segunda cita -la sonrisa de Matt tenía cierta amargura-. Mira, tengo treinta y ocho años, y si no he encontrado a esa chica especial, quizás no la encuentre nunca -y añadió con burla-. Prefiero salir con mujeres que no esperan ningún tipo de relación a largo plazo -miró a Flora-. Parece que te sorprendo.

Flora hubiera deseado que aquellos ojos verdes no fueran tan penetrantes y lúcidos.

– No me parecías un hombre de todo o nada -dijo, comiendo un panecillo al mismo tiempo.

– Pues ya lo sabes -la expresión de Matt era inescrutable-. ¿Y tú? ¿Eres tú una chica de todo o nada?

Flora se lo pensó.

– De otra manera -dijo lentamente-. Me gustaría tener hijos algún día, pero cuando haya hecho un montón de cosas. Quiero ver el mundo… vivir un poco antes de sentar la cabeza.

– Por eso eres la persona ideal para ayudarme con mi madre -dijo Matt tras unos instantes-. Sé que no te comprometerás emocionalmente.

Flora miró el trozo de pan que había entre sus dedos y volvió a dejarlo en el platillo. Ya no tenía ganas de comerlo.

– No -alzó los ojos hacia Matt-. Claro que no.

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