– ¿Estaís listas para salir? -preguntó Matt-. Quedamos en ir a comer los tres.
Flora contempló sus vaqueros y el jersey dado de sí. Conociendo a Matt, era probable que no fueran al pub de la esquina.
– ¡No puedo ir así! -comentó.
– Claro que sí -dijo Matt con su característica arrogancia-. Si estás conmigo puedes ir como quieras.
Las llevó a un restaurante de moda cerca del río, donde era posible comer en la terraza, contemplando los cargueros y las gaviotas gritando sobre las aguas grises. A juzgar por el número de rostros famosos que Flora reconoció mientras el camarero les acompañaba a su mesa, era un lugar realmente exclusivo, pero el ambiente era informal y no se sintió mal por ir vestida como iba.
Era un hermoso día de verano, un día soleado, pero con un aire fresco proveniente del río. Flora puso los codos en la mesa y observó la actividad de los diques, pero sin dejar de sentir la presencia de Matt, mirando por el rabillo del ojo su piel morena, el vello suave de sus brazos, la fuerza ágil de sus músculos.
Matt hablaba con su madre que claramente estaba disfrutando. Cuando los miraba, había algo particular en sus ojos, una duda difícil de interpretar, pero no hizo más preguntas difíciles y mostró a las claras que Flora le encantaba.
De pronto Flora se dio cuenta de que nunca había visto a Matt tan relajado y se sintió intensamente feliz por el hecho de estar a su lado. La situación podía ser temporal, falsa y abocada a terminar en llanto, pero mientras tanto valía la pena estar sentada al sol, junto a él.
Y puesto que tenían un trato, podía tocarlo cuanto quisiera. Sucumbiendo a un impulso, puso la mano sobre su antebrazo y acarició su muñeca con una sonrisa de placer.
Matt no apartó la mano, sino que se volvió hacia ella:
– ¿Qué pasa? -dijo sonriendo.
– Nada, que soy feliz -reconoció Flora.
Matt sintió un pequeño dolor en el pecho al mirarla y le devolvió el apretón de manos.
– ¿En serio? -preguntó y en su voz dura había una nota extrañamente frágil.
Flora buscó sus ojos y se preguntó cómo había podido pensar que Matt tenía una mirada fría. Eran unos hermosos ojos verdes llenos de calor y que le hacían sentir emociones poco controlables.
– Sí -dijo con sencillez.
Su humor exultante duró toda la comida. Se sentía llena de vida y no dejó de bromear, de reírse de Matt con la aprobación de su madre, dejar que su imaginación volara haciendo planes para el futuro. Matt la escuchaba, asombrado del esfuerzo y talento de la representación de Flora. No sabía si preocuparse ante la forma en que estaba ganándose a Nell, engañándola con sus historias, o reírse por su desatada fantasía.
Cuando empezó a describir las fiestas que darían a sus amigos, Matt decidió pararla. Le puso la mano en el hombro y preguntó, interrumpiendo su caudal inagotable:
– ¿Dónde vas a estar en Italia, madre?
Nell comenzó a describir su viaje. Estaba hablando de sus amigos cuando, para horror de Flora, una figura inolvidable entró en su campo de visión, acercándose en línea recta hacia ellos. Venezia, claro.
Matt no la había visto todavía. Flora le apretó la mano y Matt la miró y siguió luego la dirección de su mirada. Su ánimo se hundió al reconocer el agresivo avance de la modelo.
Había conocido a Venezia nada más llegar a Londres y había admirado su belleza y su estilo impresionantes. También había reconocido su astucia para los negocios, rasgo que solía apreciar. Pero aunque había tenido cuidado en no provocar falsas expectativas, era evidente que durante sus últimos encuentros, Venezia había insinuado que esperaba cierto compromiso por su parte. Matt se había cerrado ante la mera idea. No tenía la menor intención de enamorarse de ninguna mujer, por muy bella e inteligente que fuera.
Recordando su reacción, Matt observó a Flora que miraba acercarse a Venezia con una expresión combativa. ¿Ninguna mujer?
Ninguna, confirmó una voz dura dentro de su cerebro. Flora sólo estaba allí para convencer a su madre de que lo dejara en paz una temporada.
– No menciones nuestro compromiso -murmuró a Flora mientras se ponía en pie para recibir a Venezia, que había alcanzado la mesa con sus zancadas elegantes de pantera.
– ¡Matt! -exclamó ésta con una voz tan sensual y tan afectada que Flora la miró con odio, mientras la chica ofrecía con confianza sublime la mejilla a Matt. Flora tuvo la esperanza de que la ignorara, pero por supuesto la besó-. ¿Por qué no me dijiste que ibas a estar aquí? No nos hemos visto en años. Me hubiera venido contigo de haberlo sabido.
– Lo decidimos en el último minuto -dijo Matt evitando la mirada de su madre. Venezia estaba mirando la cuarta silla vacía y no tuvo más remedio que apartarla para ella-. Siéntate.
– Gracias -la sonrisa seductora de Venezia era sólo para él y Flora tuvo que morderse el labio.
Hasta la aparición de la modelo, se había sentido perfectamente feliz con sus vaqueros, pero ahora se sentía mal vestida y vulgar. Venezia también llevaba vaqueros, pero sus increíbles, larguísimas piernas, les daban un estilo especial. Y nada de una camiseta normal. Llevaba una especie de top que dejaba casi toda la piel al descubierto y que sólo una modelo se hubiera atrevido a ponerse. Flora la miró con resentimiento. Nadie tenía derecho a que le sentara tan bien la ropa. Era completamente injusto hacia las demás mujeres.
– No conoces a mi madre, ¿verdad? -dijo Matt con algo parecido a una desesperación resignada. Sentía a Flora hervir a su lado y Nell tampoco parecía muy acogedora.
– ¿Tu madre? -Venezia volvió al instante sus ojos hacia Nell con repentino interés-. ¡No! ¿Cómo está?
– Estoy bien -dijo Nell que estaba molesta por la familiaridad posesiva que Venezia desplegaba con su hijo. Flora estuvo a punto de sonreír ante la frialdad de su voz.
– Y conoces a Flora -prosiguió Matt.
Venezia dejó caer una mirada olvidadiza desde el lado contrario de la mesa. Era de la clase de chicas que no pierde el tiempo hablando con otras mujeres.
– Me parece que no…
– En la oficina -la ayudó Flora con una espléndida sonrisa que puso a Matt los pelos de punta-. Soy la secretaria temporal de Matt.
– Oh, sí -era obvio que Venezia no entendía que Matt se molestara en presentarla. Se volvió hacia él y puso una mano suave sobre su antebrazo-. Esperaba verte cuando regresé de rodar en Marruecos -murmuró.
Flora no se detuvo a pensar. Tomó la mano de Matt y dijo con entusiasmo:
– Cariño, cuéntale la noticia a Verónica -exclamó y tuvo la satisfacción de observar una mirada furibunda en los ojos hermosos de la joven, aunque no supo decir si era por la interrupción o por la deliberada equivocación con su nombre.
– Es Venezia -dijo inmediatamente-. ¿Qué noticia es esa? ¿Ya has firmado el contrato que te ha ocupado tanto?
– Oh, es algo mucho más emocionante -explicó Flora, reclinándose hacia Matt-. No voy a ser su secretaria temporal mucho más tiempo, ¿verdad, Matt? Nos casamos el año que viene, así que no pisaré más la oficina.
– ¿Te vas a casar? -Venezia no se creía una palabra. Lo miró como esperando que se riera de la broma-. ¿Matt?
Matt tenía un tic en la mejilla y lanzó una mirada a Flora que prometía venganza. Pero, con su madre como divertido espectador, no podía negarlo:
– No queremos anunciarlo públicamente -dijo entre dientes.
– Oh, pero no importa que se lo contemos a una vieja amiga como Verónica… perdón, Venezia, ¿no es cierto, cielo? -Flora ignoró la mirada de Matt y se inclinó hacia la modelo-. Espero que vengas a la boda -añadió con dulzura y le encantó ver el absoluto desconcierto de la mujer-. Fue tan amable por tu parte enseñarle Londres a Matt cuando llegó a la ciudad.
El rostro de Venezia se endureció y retiró la mano del brazo de Matt mientras le decía, bajando la voz como si estuvieran a solas:
– ¿Es eso verdad? Pensé que no querías comprometerte en una relación seria.
Matt estaba furioso con Flora.
– He cambiado de opinión -dijo brevemente. ¿Qué otra cosa podía decir?
– Ya veo -dijo Venezia con una sonrisa triste-. Pues enhorabuena. No te levantes -añadió poniéndose en pie con menos languidez de lo habitual-. Sólo quería saludar, regreso con mis amigos.
Flora la vio marcharse con su caminar soberbio y apenas pudo contener un grito de triunfo. Matt estaba lívido de ira, pero le daba igual. ¿Esperaba que ella se estuviera callada mientras Venezia se pegaba a él de aquel modo?
Hubo una pausa llena de tensión. Matt estaba deseando decirle a Flora lo que pensaba de su intervención, pero su madre se lo impedía.
– ¿Queréis tomar algo más? -preguntó haciendo un esfuerzo.
Nell sugirió que se marcharan, pero Flora no pensaba huir y dejar el campo abierto a Venezia, que en aquel momento le estaba contando a todo el mundo el terrible error que iba a cometer el pobre Matt. Algunas cabezas del grupo del fondo ya se habían vuelto hacia ellos y los miraban con reprobación.
– Yo quiero postre -dijo con alegría.
Matt tardó más de una hora en lograr sacarla del restaurante y para entonces estaba a punto de estallar de ira.
– Madre, debes estar cansada -dijo cuando iban hacia el coche-. ¿Te parece que te deje a dormir la siesta, mientras Flora y yo vamos a su apartamento a por sus cosas?
– Nunca duermo siesta -dijo Nell y su hijo la añadió a su lista de estrangulamientos-. Y no estoy cansada.
– ¿Por qué no vienes con nosotros? -preguntó Flora con gratitud-. Sólo necesito una maleta pequeña, pero podrás ver el apartamento y conocer a mis amigas.
– Me encantará -dijo Nell, ganándose una sonrisa de Flora y una mirada desesperada de su hijo.
De modo que Matt tuvo que ir al piso de Flora y ser amable con Jo y Sarah mientras ésta hacia la maleta. Su madre, para variar, estaba encantadora y antes de que pudiera hacer nada, había aceptado tomar el té. Así pasaron otra hora de animada charla hasta el momento en que Flora estuvo a punto de estropearlo todo cuando Jo le preguntó si debían empezar a buscar otra compañera de piso.
– ¡No vais a alquilar mi habitación! -murmuró Flora con repentino pánico.
Jo miró la maleta preparada.
– ¿No te vas a vivir con Matt?
– No… no es permanente -Flora miró a Nell, pero por fortuna la madre de Matt estaba concentrada en la conversación con Sarah. Le hubiera gustado contarles a sus amigas la verdad, pero no podía arriesgarse con Matt y su madre tan cerca-. Quiero decir… igual no sale bien.
Jo la miró y miró a su presunto novio y dijo con convencimiento:
– Claro que saldrá bien.
Y ella qué sabía, pensó Matt con rabia. La tarde prosiguió y Matt no se encontró a solas con Flora hasta la noche. Su madre y Flora no se habían separado en todo el día y si al fin lo hicieron fue porque su madre no pudo inventar ninguna excusa para dormir con ellos. De manera que al fin pudo tomar a su futura esposa por el brazo y meterla en el cuarto con brusquedad, cerrando la puerta tras ellos.
– No puedes seguir escondiéndote detrás de mi madre -le dijo con furia-. ¿Así que quizás podrás explicarme qué mosca te ha picado hoy? Te dije que no se lo contaras a Venezia, pero ni caso. ¡Antes de que abriera la boca ya estabas diciendo «cariño, dile a Venezia la noticia»!
– No pude evitarlo -se defendió Flora acariciándose la muñeca con gesto resentido-. No hay derecho a que una mujer se comporte así con un hombre delante de su novia. Parecía que te iba a comer.
– ¿Comerme? ¡Si sólo me estaba tocando el brazo!
– No es verdad. Se sentó acariciándote y mirándote con esos ojos enormes y el mensaje era que te iba a llevar a la cama en la primera ocasión -Flora empezaba a estar tan enfadada como Matt-. ¡Tu madre jamás se hubiera creído que estábamos comprometidos si me hubiera quedado callada! Por supuesto, tú no hiciste el menor gesto para detenerla.
Matt se había sentado sobre la cama y se estaba quitando los zapatos con algo similar a una rabia fría.
– ¿Y no podías limitarte a parecer herida o algo así? Ahora el mundo entero sabe que estamos comprometidos. No va a ser lo mejor para mi reputación, ¿sabes?
– Haberlo pensado antes de engañar a tu madre -replicó Flora. Demasiado agitada por la discusión como para sentirse intimidada, entró en el baño y buscó su cepillo de dientes.
– Teníamos un trato -dijo Matt desde la puerta mientras se desabrochaba la camisa-. Quedamos en que el numerito era para mi madre y nadie más.
Flora puso demasiada pasta en su cepillo.
– ¿Y qué debo hacer? ¿Decirles a tus novias que por favor se peguen a ti todo cuanto quieran? A tu madre le encantaría.
– ¿Por qué tienes que exagerarlo todo? -se apenó Matt-. Hay un punto intermedio entre las cosas, pero ese nunca lo encuentras -añadió con tono amargo-. No creo que conozcas el concepto de equilibrio.
– No entiendo qué te molesta tanto -dijo Flora escupiendo el agua en el lavabo-. Querías convencer a tu madre y mi escena la convenció más que nada, aunque está desolada porque le parece evidente que aún sientes algo por Venezia.
– ¡No siento nada por Venezia!
– ¡Pues hoy parecía evidente!
– Quizás deba recordarte que te estoy pagando por hacer este teatro -dijo Matt con rigidez.
– No creas que se me olvida -Flora se retiró el pelo de la cara con furia-. ¡No estaría compartiendo esta habitación contigo si no fuera porque me pagas!
– ¡Pues recuérdalo la próxima vez que decidas ponerme en ridículo! -replicó Matt y salió del cuarto del baño.
Esperó de mal humor a que Flora terminara. Debía estar contento porque la joven le hubiera recordado todos los motivos por los que no podía aguantarla. De otro modo, hubiera empezado a encontrarla demasiado atractiva. Odiaba sentirse como si hubiera perdido el control de su vida. Y odiaba que Flora le replicara a todo. La vida sería mucho más fácil si le obedeciera, como hacían los demás.
Ni siquiera parecía molesta cuando al fin salió del baño. Se había lavado la cara y sus ojos estaban muy azules y la mandíbula tenía el habitual gesto de orgullo. Llevaba un camisón azul de seda. Tenía mangas cortas y llegaba hasta la rodilla, pero aún así, ponía en evidencia los grandes senos y las caderas de la joven.
– Todo tuyo -dijo.
– ¿Qué?
– El baño -aclaró Flora fríamente y se metió en la cama, dispuesta a demostrarle a Matt que no tenía problemas en dormirse a pocos centímetros de él. Sería mucho más fácil ahora que había recordado lo egoísta y estúpido que podía ser.
En todo caso, eso esperaba.
Matt estaba de un humor de perros al día siguiente. En cuanto a Flora, la había despertado a las siete para decirle que la quería en la oficina a las ocho para recuperar el tiempo que estaban perdiendo con «la farsa», y no estaba de mejor humor. No había ni rastro de Nell y desayunaron en silencio. Nada de champán, pensó Flora bebiendo pensativamente su café.
Durante toda la mañana apenas hablaron, pero la tensión en la oficina se cortaba. Cuando una voz lánguida de mujer pidió que la pasara con Matt, declarando ser una tal Jinx, Flora decidió que estaba harta. Al menos podía dejar de salir con sus amantes mientras simulaban estar juntos.
Si quería mostrar que su vida continuaba como siempre, Flora haría lo mismo. Así que tomó el teléfono, llamó a su agencia de viajes, y pidió información sobre el visado para Australia y los precios de un viaje alrededor del mundo.
Matt entró en el despacho cuando estaba comparando precios de varias líneas aéreas. Con una tranquilidad provocativa, Flora dejó el auricular y lo miró:
– ¿Necesitas algo?
– Necesito la carpeta de ese nuevo esponsor -Matt habló con irritación-. Pero no te molestes, ya lo busco yo.
– Si esperas un minuto, te lo llevo -Matt ya había empezado a revolver en los papeles, pero Flora no perdió la calma, buscó la carpeta y se la tendió-: ¿Necesitas algo más? -dijo con su sonrisa más dulce.
Matt le arrancó la carpeta de la mano.
– Sí, si has terminado de perder el tiempo de la compañía haciendo tus planes de viaje, reserva una mesa para la una en ese nuevo restaurante japonés.
– ¿Mesa para dos? -preguntó Flora intentando parecer indiferente. No pensaba interesarse por su maldita comida y su estúpida compañía.
– Sí -exclamó Matt que no pensaba explicarle que tenía una cita con el director financiero de un banco-. Y será mejor que lleves a mi madre al teatro o algo así esta noche -añadió-. Consigue entradas para cualquier cosa que esté de moda.
¿Y qué sería eso? se preguntó Flora mientras reservaba mesa a regañadientes. ¿A quién podía preguntarle qué se llevaba en Londres?
¡Seb! La inspiración la hizo sonreír mientras marcaba. Podía ser un hombre insoportable, pero como reportero era un genio para saber qué pasaba en la ciudad.
Pareció encantado al oírla.
– Estaba pensando en ti -dijo después de ofrecerle a Flora una descripción detallada de los espectáculos adecuados para una dama americana-. Tengo que contarte algo. ¿Hay alguna posibilidad de que nos veamos a la hora de comer?
Flora pensó en Matt comiendo con una espléndida rubia llamada Jinx y dijo:
– Claro que sí, ningún problema.
– ¿Ya has conocido a su madre? -preguntó Seb mientras dejaba el vaso de Flora en la mesa y se sentaba junto a ella. El jardín del pub estaba lleno de bebedores que querían disfrutar del sol y Flora había cedido la mitad de su mesa a otra pareja-. ¡Así que va en serio!
– Ya te dije que era serio -declaró Flora. No pensaba decirle la verdad a Seb, de momento.
– Ya me di cuenta el sábado por la noche -admitió su amigo-. Al principio no podía creérmelo, pero la forma en que os mirabais en el baile era muy convincente -sonrió y lanzó a Flora una mirada de soslayo-. A mí nunca me miraste así. Me extraña que no le haya molestado a tu novio que comas conmigo.
– Matt confía en mí -dijo Flora y decidió cambiar de tema-. ¿Qué querías decirme?
Seb había pedido un puesto en Singapur, como corresponsal de su periódico, y al parecer tenía posibilidades de que se lo concedieran.
– Estoy cansado de cubrir sucesos. Quiero algo más serio.
– ¡Creí que querías quedarte en Londres! -Flora acusó la noticia, recordando sus interminables discusiones al respecto.
– Porque pensé que sería mejor para mi carrera. Pero ahora creo que es bueno que me marche.
– Pues buena suerte -dijo Flora y tendió su vaso para brindar con Seb que la miró con aire pensativo.
– Tiene gracia que rompiéramos porque querías marcharte a conocer mundo y que al final sea yo el que se marcha -comentó-. ¿Supongo que te quedarás aquí con Matt?
Flora evitó su mirada.
– Ya veremos cómo sale todo -dijo con cautela, mirando un grupo de clientes y recordando a Matt.
Hasta el momento nunca había dudado de sus deseos de conocer el mundo, pero la pregunta de Seb había despertado en ella una profunda melancolía. Pronto estaría separada de Matt y le costaba imaginar cómo sería la vida sin él. Lo único que sabía era que la idea de no verlo más la hacía sentirse casi enferma.
– Estabas muy guapa el sábado -siguió Seb-. Me sorprendí pensando que ojalá no hubiéramos cortado nunca. Loma no es tan divertida como tú, Flora.
– ¿Significa eso que te marchas solo a Singapur?
– Sí -Seb la miró a los ojos-. Si alguna vez pasas por allí, con o sin Davenport, ¿me buscarás, verdad?
Flora le devolvió la mirada.
– Claro que sí.
Tras la comida, Seb la acompañó a la oficina y se despidieron en la acera frente al edificio.
– Nos veremos antes de que te marches, ¿verdad? -preguntó Flora ante la puerta.
– Sí -Seb la rodeó con los brazos y la abrazó tiernamente-. ¿Lo hemos pasado bien juntos, no es cierto?
Flora lo miró con afecto. Era verdad. En más de un sentido, habían madurado juntos.
– Sí, muy bien.
– Y si algo sale mal, sabes dónde estoy.
– Sí -con un último abrazo, Flora cruzó la calle dirigiéndose al imponente edificio de la compañía, a tiempo de ver a Matt que se acercaba en su dirección.
Flora descubrió con pesar que su corazón saltaba ante la mera presencia de Matt y que sonreía a su pesar, olvidando que acababa de dejar en algún lado a una rubia de nombre imposible. La rabia la ayudó a dejar de sonreír cuando Matt llegó a su lado.
– ¿Buena comida? -inquirió fríamente.
– Muy buena -era difícil tener un tono más cortante. Matt se había pasado la comida ajeno a una importante conversación de negocios y preguntándose con quién comería Flora. Y cuando regresaba, antes de tiempo, caminando para despejarse, se había encontrado con Flora en los brazos de Seb, lo que le había puesto en un estado tal de furia que apenas podía hablar.
– ¿Y dónde has estado tú? -logró preguntar.
– He comido por ahí.
El rostro de Matt parecía de piedra.
– ¿Reconciliándote con tu novio?
– Algo así -Flora se encogió de hombros, sin preocuparse lo más mínimo por lo que Matt había visto-. Invitarte al baile fue más eficaz de lo que hubiera pensado -declaró con una sonrisa-. Ha roto con Loma y ha aceptado un trabajo en Singapur.
Matt tuvo la desagradable sensación de que algo duro y frío le había golpeado en el pecho.
– Irás a visitarlo, supongo -dijo sin poder evitarlo.
– Será mi primera parada en el viaje por el mundo que vas a pagarme -dijo ella con la misma desenvoltura.