Capítulo 6

Por supuesto, estaba sucediendo de todo. De hecho, prometía ser una de las peores noches de su vida.

Matt tardó una eternidad en regresar, sin duda haciendo tiempo para asegurarse de que ella durmiera y no pudiera lanzarse sobre él. Cuanto más tiempo pasaba, tumbada en la oscuridad, más se convencía Flora de que había malinterpretado las acciones de Matt. Este se había limitado a cumplir con su parte del trato, simulando estar enamorado de ella, y Flora había respondido colgándose de su cuello, pegándose a él sin ningún pudor y prácticamente rogándole que la besara.

Menos mal que les había interrumpido Nell, se dijo Flora, cada vez más humillada y más insomne. Al menos la madre de su jefe le había recordado que estaban simulando ser amantes.

Flora deseaba dormir, pero su corazón saltaba ante cada sonido y cuando la puerta se abrió por fin, se paralizó de horror. Rígida bajo el edredón, escuchó cómo Matt entraba en el baño sin hacer ruido, y luego se acercaba a la cama. El sonido del edredón al abrirse le pareció como un disparo en la quietud enervante de la noche.

Sintió que el colchón se hundía ligeramente, y supo que Matt estaba en la cama junto a ella. Si se movía un poco, podría tocarlo. Flora cerró los ojos con fuerza, pero comprendió que jamás se dormiría con la tensión que la atenazaba al mínimo movimiento del edredón o del cuerpo cercano. Le oyó respirar con ritmo tranquilo. Era obvio que a Matt no le afectaba lo más mínimo su presencia a su lado. Se había tumbado y se había quedado dormido. El resentimiento ante su frialdad despertó a Flora del todo.

Pero lo cierto era que Matt no se había sentido menos relajado en toda su vida. Estaba mirando el techo, concentrado de forma dolorosa en contar hasta cien, y vuelta a empezar, y en olvidar la presencia cálida de Flora. En parte le alegraba que se hubiera dormido, pero por otro lado le hubiera gustado saber que no era el único en temblar de frustración bajo el edredón.

Cuando se levantó por la mañana. Flora seguía durmiendo profundamente. Estaba estirada sobre la cama, con el rostro medio hundido en un almohadón y el pelo en desorden sobre sus hombros. Matt la miró con rabia contenida. ¿Qué había en aquella chica que le afectaba tanto? Era una mujer normal, no particularmente hermosa ni inteligente. Lo más extraordinario en ella era que él parecía perder el control cada vez que la veía.

Salió de la cama y fue a la pequeña cocina de la suite para servirse una taza de café que se bebió antes de prepararle uno a Flora. Cuando regresó al cuarto, ésta se había girado y ahora ocupaba la mitad de la cama. No había tardado mucho en relajarse, pensó Matt con amargura.

Dejó el café en la mesilla y abrió las cortinas, dejando que el sol entrara en la habitación y diera en el rostro de Flora. Ésta se estiró y murmuró una queja antes de darse la vuelta y abrir los ojos. Lo primero que vio fue a Matt mirándola con expresión enigmática.

– Te he traído café -dijo.

La frialdad de su voz la despertó del todo. Se incorporó sobre la almohada y se apartó el pelo de la cara.

– Gracias -dijo tímidamente y pensó que solía tomar té, pero no se atrevió a reclamarlo.

– Tenemos que hablar -Matt se sentó en el borde de la cama.

Flora se sonrojó profundamente, pensando que había hablado en sueños, o se había lanzado sobre él en la noche y que iba a decirle que no volviera a tocarlo.

– ¿De qué? -preguntó asustada.

– Pasé un rato anoche intentando convencer a mi madre de que acortara su visita -comentó pasándose la mano por la nuca-. Le dije que estabas muy ocupada para entretenerla, que nos gustaba estar solos, lo que se me ocurrió. Pero no hubo manera. Mamá se queda hasta el jueves y punto.

Matt hizo una pausa y le tendió la taza de café.

– Lo que significa que estamos metidos en un lío, y además tenemos que compartir el cuarto -habló con precaución-. No te había pedido más que una cena de familia, pero todo ha cambiado. Me parece que no fue muy buena idea, al fin y al cabo.

– Pero ha funcionado, ¿verdad? -dijo Flora, recordando su determinación de cumplir su parte del trato con Matt-. No me quejo. Gracias a ti, conseguí el efecto que buscaba con Seb. Logré quedar bien con mis amigos.

Matt sintió la insatisfacción de toda la noche. Así que sólo le interesaba su ex-novio, al fin y al cabo. Debía sentirse aliviado de que Flora no hubiera percibido su deseo, pero le molestaba su espíritu práctico.

– Y por supuesto voy a pagarte -dijo-. ¿Te parece quinientas libras por cada noche extra?

Flora lo miró con asombro.

– ¡Se ve que quieres que tu madre te deje en paz!

– Desde luego -admitió Matt-. ¿Lo harás o quieres más dinero?

– No, está bien -Flora intentó animarse ante la perspectiva de ganar tanto dinero en tan poco tiempo. Con eso, el billete y su sueldo, su sueño viajero estaba al alcance de la mano. ¿Por qué entonces no se sentía feliz?

Debía tener resaca.

– Espero que te muestres convincente -ordenó Matt en su tono de jefe.

Flora se limitó a mirarlo con ironía. Ella podía ser tan fría como él. Lo recordó mientras se vestía con vaqueros y un comodísimo y deformado jersey. No había hecho la maleta pensando en presentaciones sociales. A saber qué pensaría de ella la madre de Matt, que sin duda esperaba a alguien un poco más sofisticado.

Pero lo importante era que hiciera su papel con convencimiento y eso haría. Al fin y al cabo. Matt le estaba facilitando un pasaporte a la libertad. Tras convencerse de que podía hacerlo, se reunió con Matt y su madre. Nell estaba mirando el parque y charlando al mismo tiempo, pero se volvió al observar el rostro de su hijo.

– ¡Flora, querida! Estás guapísima, ¿no es así, Matt? -exclamó al verla.

Matt no respondió al instante. Le había desconcertado la aparición de Flora, con el pelo húmedo de la ducha, el rostro resplandeciente y los ojos muy azules. Ya le había sorprendido la noche anterior, pero ahora le parecía que veía a la verdadera Flora por vez primera. Estaba vibrante, alerta, llena de salud y espíritu, y era cierto que estaba hermosa aunque Matt hubiera querido que fuera a recogerse el pelo y a ponerse la ropa seria que llevaba en la oficina.

– Estás muy bien -dijo con voz seca.

– ¿Muy bien? -Nell lo miró con reproche-. Eres tan corto, hijo -los observó a los dos de nuevo y Flora se dio cuenta de que para ser una mujer tan frívolamente amable, tenía una mirada implacablemente lúcida-. Es un encanto, ¿verdad?

Flora miró a Matt y tomó aire. Tenía que ganarse el sueldo.

– Lo es cuando hace falta -dijo y sonrió mientras deslizaba un brazo por su cintura y se apoyaba en él-. ¿No es verdad, cariño?

Matt la estrechó y supo que debía besarla, brevemente, sólo para convencer a su madre.

– Mientras tú lo pienses -dijo y se dejó arrastrar por la tentación.

De nuevo la boca de Flora lo recibió con placer y, aunque la joven intentó armarse contra las sensaciones, fue en vano. En cuanto la tocó, sus huesos se disolvieron, y el calor llenó su cuerpo como una ola capaz de barrer todo sentido común.

Desesperada, Flora se dijo que debía mantener la calma, que debía recordar en todo momento que estaban haciendo teatro.

Matt se ordenó parar. Un beso ligero, se dijo. Ya está bien.

Alzó la cabeza y evitó los ojos de Flora. Por el contrario se encontró con la mirada curiosa de su madre.

– Matt, hijo, qué cara tienes -dijo ésta con humor-. Cualquiera diría que no la has besado antes.

Un sonrojo profundo empezó a cubrir las mejillas de Matt, que soltó a Flora y dio un paso para disimular.

– No seas tonta, madre. Ya te dije que me había enamorado. ¿O crees que me lo inventé? -dijo con demasiada celeridad.

– Bueno, me pareció un poco extraño -reconoció Nell-. No me habías hablado de Flora y de pronto me cuentas que te casas con ella. Por supuesto, me sorprendí.

Flora sonrió.

– Todo ha sucedido muy rápido. A veces a mí misma me cuesta creerlo -Flora seguía buscando su equilibrio, pero estaba dispuesta a salvar la situación-. Y anoche estaba tan dormida que no me extraña que te pareciera raro.

– Fue culpa mía por llegar sin avisar -dijo Nell animadamente.

Flora se alegró de que les hubiera sorprendido la noche anterior. Era evidente que no podía sospechar un fraude cuando ambos estaban juntos en el hotel en actitud amorosa.

– Tu llegada merece una celebración. ¿Qué tal un champán de desayuno?

– ¡Oh, tesoro! -Nell juntó las manos, encantada-. Al fin una chica con inteligencia.

Ambas se sentaron en el sofá mientras Matt pedía el champán.

– Y ahora, quiero que me lo cuentes todo -dijo Nell-. ¿Fue amor a primera vista?

Flora miró a Matt que estaba colgando el teléfono. Parecía irritado por la pregunta de su madre.

– No, en absoluto -respondió Flora y se inclinó con aire de confidente-. Para ser sincera, pensé que Matt era insoportable.

Nell rió con placer.

– Eso es buena señal -dijo y miró a su hijo-. ¿Y tú, Matt? ¿Te enamoraste de Flora al conocerla?

Hubo un pequeño silencio, mientras la pregunta parecía reverberar en el aire. Matt se sentía al borde de un precipicio. Por fin, alzó la mano y acarició el cabello de Flora.

– No lo sé -dijo con expresión neutral-. Un día la miré y me di cuenta de que era la única mujer que quería a mi lado.

Las mejillas de Flora se colorearon al instante. Lo había dicho con tanta sinceridad que parecía cierto. La conversación se interrumpió por fortuna con la llegada del desayuno. Pasaron a la mesa, y se entretuvieron descorchando la botella y pasándose los croissants.

– ¿Cuándo es la boda? -preguntó Nell extendiendo la servilleta sobre su regazo.

– No lo sabemos aún -dijo Flora mientras Matt decía, casi a la vez:

– No vamos a anunciarlo hasta que termine el negocio en Europa.

Ambos se miraron consternados.

– ¿Por qué? Sois jóvenes y estáis enamorados -Nell lo dijo con una nota de sarcasmo-. ¿Qué razón puede haber para ocultar al mundo vuestra relación?

Hubo otro silencio, hasta que Flora habló:

– No se lo hemos dicho a mis padres -dijo y se ganó una mirada agradecida de Matt-. Están fuera… en un crucero -improvisó y pidió mentalmente perdón a su madre por embarcarla, cuando sufría terriblemente en el mar y jamás ponía el pie en un ferry-. Volverán dentro de dos meses.

– Ya veo -dijo Nell con la sombra de una sonrisa y Flora tuvo la clara sensación de que no se había creído una palabra de lo dicho. Tenía que hacer un esfuerzo para dejar las vaguedades o nunca lograrían convencer a una mujer tan lista.

– Sin embargo, he pensado en la boda -dijo-. Vamos a casarnos en el pueblo de mis padres, en Yorkshire. Sólo familia y amigos. Hay una iglesia medieval muy bella y podemos ir desde la casa andando, sin preocuparnos por el transporte. Me gustaría que todo fuera muy sencillo y familiar -prosiguió, creyéndose más su historia-. En el jardín, si no hace frío, bajo una marquesina decorada con flores.

– Suena muy bien -dijo Nell con una sonrisa.

Flora pensó que en realidad tenía un montón de ideas. Era una pena que no fueran a realizarse nunca, al menos con Matt como novio. La idea de aquel hombre saludando a sus numerosas tías y bebiendo té en su pueblo le pareció inverosímil y de pronto se sintió deprimida.

– Espero que consigas que Matt se tome unas vacaciones después -prosiguió Nell-. ¡Necesita olvidarse completamente de la dichosa compañía!

Puesto que la compañía permitía que su madre desayunara con champán, Matt pensó que no eran palabras muy justas. ¿Por qué les interesaban tanto a las mujeres las bodas? Era evidente que Flora ya había pensado en la suya. Se preguntó a quién imaginaba en el escenario medieval descrito con tanta expresividad.

Y ahora, Flora hablaba de la luna de miel. Tenía que reconocerle que lo estaba haciendo muy bien. Le parecía evidente que su madre ya la adoraba. Tendría que haberse sentido contento. Su madre no le pondría a más jovencitas en el camino ahora que había conocido a Flora y no le costaría convencerla de que estaba destrozado cuando rompieran su relación y ella se marchara.

Cuando rompieran… Un sentimiento que no quiso identificar se hizo sitio en su interior, pero luchó contra él con voluntad implacable.

– Nos iremos al menos tres meses seguidos -dijo Flora mientras daba un bocado a un croissant-. Y si Matt hace una sola llamada a la oficina, pido el divorcio.

– ¡No me hablaste de esa condición! -dijo Matt, pensando que ya era hora de parar la imaginación de Flora antes de que su madre sospechara algo.

Pero Flora, animada por el champán, estaba ya a leguas.

– Ahora te lo digo. Vamos a ir a lugares donde los teléfonos no funcionan y nadie ha oído hablar de correo electrónico -informó a ambos con un gesto de extravagante libertad-. Vamos a sentarnos sobre una duna a mirar las puestas de sol. Vamos a nadar en lagos calidos y tumbarnos bajo las palmeras y de noche dormiremos bajo las estrellas escuchando la música de los trópicos.

Puso la mano sobre la de Matt con ternura.

– ¿No es así? -dijo con una mirada provocativa, que pretendía desconcertarlo.

Nada de eso. Este giró la mano hasta enlazar los dedos con ella y dijo mirándola directamente a los ojos:

– Si es lo que quieres.

– ¡Bueno! -rió Nell-. ¡Debe ser amor!

Matt no apartó los ojos de la cara de Flora, dispuesto a mostrar que él también sabía actuar.

– Lo es -dijo con dulzura.

La expresión de los ojos verdes había dejado a Flora sin habla. Todo su cuerpo parecía despierto y una sensación intensa de expectación la mantenía en vilo.

Ninguno de los dos observó la profunda mirada de Nell. Esta siguió contemplándolos en silencio mientras bebía con gesto reflexivo un trago de champán.

– Si es amor, ¿por qué no le has comprado un anillo a Flora? -preguntó tras unos instantes.

Matt logró apartar los ojos y soltó la mano de Flora.

– Ya te he dicho que hemos estado trabajando en un negocio fundamental, madre. No hemos tenido tiempo para nada.

– ¡No se tarda más de una hora en comprar un anillo!

– A Flora no le importa esperar a que pase este momento, ¿verdad? -sintiéndose atrapado, Matt recurrió a Flora que logró emitir un pequeño suspiro de resignación.

– Si tú crees que no hay tiempo para eso -dijo Flora con astucia-. Matt trabaja demasiado -confió a Nell-. Pero no me importa porque sé que cambiará una vez que nos casemos. No podrá pasarse toda la vida en la oficina cuando tenga una familia.

Nell dio un sorbo a su café.

– ¿Pensáis tener hijos?

– Por lo menos cuatro -dijo Flora alegremente y Matt se atragantó por la sorpresa. Bien le estaba, se dijo Flora, y le dio en la espalda con exagerada preocupación-. ¿Verdad, cielo? -insistió con maldad.

– No puedo esperar -logró decir Matt entre toses.

Nell los miraba divertida mientras tomaba café.

– Pensar en Matt como padre, por fin -suspiró-… Recuerdo cuando era niño…

– Un momento -Matt vio el cielo abierto-. Si vas a empezar con las historias de la infancia, aprovecharé para hacer unas llamadas.

– ¡Matt! No irás a la oficina un domingo -Flora y Nell tenían la misma mirada de enfado.

– ¿Por qué no? Está a cinco minutos. Y os entenderéis muy bien sin mí -dijo con ironía y se inclinó para besar la mejilla de su madre-. Termináis el champán y el café y vengo a buscaros para el almuerzo.

Se dirigió a Flora y hundió los dedos en su pelo para hacerla girar suavemente la cabeza.

– No te creas todo lo que te dice mi madre, ¿vale? -y después, para completar la escena amorosa, se inclinó para besarla ligeramente en los labios.

Flora estaba más preparada esta vez, pero incluso así, el beso lanzó un estremecimiento por su espalda. ¿Se habría dado cuenta Matt del efecto que causaba cada vez que la tocaba? Rezó porque no fuera así.

– Me marcho -dijo Matt y apartó la mano con pesar de la nuca de Flora, vaciló un instante y salió de la habitación con pasos rápidos.

Paralizada por el contacto, Flora se quedó mirándolo hasta que cerró la puerta, y tuvo la espantosa sensación de que iba a llorar. Tragó saliva y se volvió hacia Nell que la miraba con una expresión extraña.

Carraspeó para poder hablar.

– ¿Pasa algo?

– No, claro que no -dijo Nell-. ¿Te miraba demasiado, verdad? Estaba pensando en lo diferente que eres de la mujer que me había imaginado para Matt, y al mismo tiempo me doy cuenta de que eres perfecta para él.

Flora disimuló sirviendo café. Lo único perfecto que había en ella, según Matt, era que no le molestaría con exigencias emocionales.

– Cuéntame cómo era Matt de niño -dijo para cambiar de tema.

– Matt era un cabezota -dijo Nell riendo-. Cuando algo se le metía en la cabeza, nada en el mundo podía detenerlo. Como su padre, claro.

Suspiró, recordando, y luego prosiguió.

– Era un niño serio. Siempre me he preguntado si hubiera sido más espontáneo y extrovertido de no haber muerto su padre. Creo que se sentía responsable de mí -movió la cabeza con pesar y luego dirigió su mirada directa a Flora-. Sé que saco de quicio a Matt, pero siempre hace lo que le pido. Nunca lo admitirá, pero no deja de hacer cosas por mí. Aunque le cueste mostrar sus sentimientos, sé que me quiere por encima de todo.

Esperó antes de seguir, con una mirada triste:

– Se parece tanto a su padre que a veces me duele mirarlo. Scott era un hombre reservado -esta vez una sonrisa acompañó el relato-. Le costó mucho decidirse a casarse, pero una vez que me eligió, no volvió a mirar a otra mujer. Yo no tenía ni cuarenta años cuando murió, ¿sabes? Desde entonces he tenido peticiones de matrimonio, pero nunca he logrado querer a un hombre como quise a Scott.

Flora se sentía cada vez peor por mentir a la madre de Matt, la pobre Nell que había perdido tan pronto al hombre que amaba. No era de extrañar que deseara tanto una familia para su hijo.

Apretó la mano de Nell por encima de la mesa.

– Debiste sentirte tan sola -dijo.

La sonrisa de Nell temblaba, pero suspiró y valientemente palmeó la mano de Flora.

– Ha pasado mucho tiempo. Sólo quería que supieras cómo es realmente Matt. Parece un hombre duro, un implacable hombre de negocios y no es así en absoluto. Sólo es duro consigo mismo. Es un hombre para una sola mujer y necesita a alguien que lo quiera del mismo modo.

Flora la miró a los ojos.

– Ya lo sé -dijo con un temblor, y lo más extraño era que lo sabía.

Cuando Matt regresó, Flora y Nell eran buenas amigas. Seguían sentadas en la mesa donde las había dejado, tomando una segunda jarra de café. Flora apoyaba los codos sobre la mesa, y tenía el pelo suelto, seco ya. Reía de algo que le estaba contando Nell y al verlas juntas, Matt sintió que algo apretaba su corazón.

– ¿Ya estás aquí, cielo? -preguntó Nell encantada, y Flora se volvió con una sonrisa, sorprendida siempre al ver a Matt, tan alto, elegante y serio.

– Es casi la una -señaló Matt-. Veo que me habéis echado de menos.

Su sarcasmo no fue recogido por su madre.

– Estábamos hablando de cómo conseguir que pases menos tiempo en la oficina.

Matt fue hasta la mesa. No quería besar a Flora, harto de no poder despegarse después. Se limitó a ponerle la mano en la nuca en una caricia que le permitía disfrutar de su piel cálida.

– ¿Y qué vais a hacer?

Flora, sintiendo la quemadura de la caricia, se adelantó.

– Nell cree que querrás pasar mucho tiempo con tus hijos -dijo, bastante orgullosa de su inesperada naturalidad-. Pero esperaba que también tuvieras ganas de pasar tiempo conmigo.

– Claro que sí -la mano de Matt la apretó un poco más-. ¿Por qué crees que no quiero que nos casemos hasta terminar este negocio europeo? Si no estuvieras en la oficina, no podría hacer absolutamente nada.

– Pues no parece que te haya detenido esta mañana -Flora fue incapaz de limitar el tono cortante de su réplica, pues ella, aunque feliz en compañía de Nell, no había dejado de echarlo de menos. Por otra parte, le reprochaba haberla dejado sola ante el peligro. Nell había sido adorable, pero Flora no podía evitar la sensación de que no estaba del todo convencida.

Matt dejó caer la mano.

– No me concentro sin ti -dijo. Y así era. Sin Flora, el despacho estaba vacío, y mientras intentaba escribir un informe, había descubierto que sólo podía pensar en su piel fragante, en sus ojos azules, en las sensaciones que aquella mujer producía en sus sentidos.

De nuevo se encontró con la mirada de su madre, una mirada cuya ternura no ocultaba la penetrante lucidez, y se sintió incómodo. Para bien o para mal, se habían embarcado juntos en aquel engaño y ahora no tenían más remedio que llevarlo a buen puerto.

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