El pelo de Romana formaba un halo dorado que le enmarcaba el rostro, resaltando la elegante curva de su cuello. Llevaba puesto un vaporoso vestido de seda negra que le dejaba al descubierto los tobillos. En el cuello, una gargantilla de azabache rivalizaba en belleza con el resto del conjunto.
– Niall, ¿qué haces aquí?
Alguien había llamado a la puerta de su apartamento, y cuando lo vio, casi se quedó sin respiración. No lo esperaba.
– He venido a llevarte al baile, Cenicienta -repuso Niall, a punto de quedarse también sin aliento al verla tan hermosa-. Tu calabaza te espera.
Romana pensó que Niall tenía algún motivo secreto para mostrarse tan amable, y no le faltaba razón. No la había visto durante dos días, y quería estar a solas con ella, pasar diez minutos en su compañía antes de llegar al baile. Quería sentarse con ella en la oscuridad y tomarle la mano.
– Pero he alquilado un coche -protestó Romana mirando el reloj-. Estará aquí en un minuto.
– Le dije a Molly que cancelara la reserva. Me pareció un gasto superfluo pagar dos vehículos para ir al mismo sitio.
– Todavía no estás a cargo de Claibourne & Farraday -replicó Romana-. Además, no pareces un hada madrina.
– Bueno, es que más que la Cenicienta, ésta es una variación del cuento de La Bella Durmiente.
Sólo que en este caso, la Bella lo había despertado a él con su beso.
– Además, Cenicienta nunca se habría puesto ese vestido -prosiguió Niall.
– ¿No te gusta?
– No he dicho eso. Pero espero que no quisieras pasar inadvertida, porque no lo has conseguido -dijo Niall quitándole el chal que llevaba en la mano.
Romana no pudo evitar que una sonrisa asomara a sus labios mientras él colocaba el echarpe sobre sus hombros.
– Nadie quiere pasar inadvertido en un baile de gala, Niall. La revista Celebrity quiere que a sus lectores se les pongan los dientes largos. ¿Qué tal estoy?-preguntó mirándolo de frente.
Le había dado la oportunidad de hacer algún comentario sarcástico, pero el calor de los ojos de Niall por poco la quema.
– Creo que deberían encerrarte para que no provoques un motín -repuso Niall-. Pero a lo mejor soy muy fácil de impresionar.
Ella sabía que no era cierto. Viniendo de un hombre como aquél, ese piropo era todo un triunfo.
Una vez en el coche, los dos se sentaron juntos en el asiento trasero. Niall puso su mano sobre la de ella y no la retiró en todo el trayecto.
– ¿Qué tal van las reformas? -se interesó ella.
– La habitación está terminada. Ahora van a empezar con la cocina. Creo que me marcharé unos días mientras trabajan. Hace tiempo que necesito unas vacaciones.
– Es una buena decisión -dijo Romana, sintiéndose de pronto menos segura de sí misma.
El coche se paró, pero ni siquiera entonces apartó Niall su mano de la de ella.
– Guárdame el primer baile -dijo.
– No tendré tiempo para el primero, estaré muy ocupada. Pero tal vez luego…
– Nada de peros. Quiero el primero -repitió él mientras apretaba su mano con más fuerza.
No le dio tiempo a responder. Niall bajó del coche y ofreció su brazo a Romana para ayudarla. Una vez dentro, ella se reunió en un aparte con Molly para concretar los últimos detalles de la gala. Por su parte, Niall se marchó en busca del maestro de ceremonias.
– Eres totalmente predecible, Niall Macaulay -dijo Romana sentándose a su lado en la mesa después de haber recorrido el salón saludando a todo el mundo.
– Entonces deberías haberme reservado este sitio desde el principio. Sólo desde aquí puedo oler el delicioso perfume que llevas puesto -contestó Niall, inclinándose peligrosamente hacia su escote-. ¿Bailamos?
Romana miró hacia la pista. Estaba vacía.
– India debería inaugurar el baile -protestó ella-. No estarás tramando algo…
– Por supuesto que sí -contestó Niall mientras le retiraba la silla para que se levantara.
El maestro de ceremonias, que había estado pendiente de sus movimientos, se acercó al micrófono mientras Niall y Romana llegaban al centro de la pista.
– Damas y caballeros, demos por favor la bienvenida a la señorita Romana Claibourne y al señor Niall Farraday Macaulay, miembros de las dos familias fundadoras de los grandes almacenes, que abrirán el baile con un vals.
Se escucharon aplausos, e incluso algunos silbidos.
– Pero antes, el señor Macaulay quiere reclamar un regalo muy especial que adquirió en la subasta de esta semana. Un beso de la adorable señorita Claibourne.
Romana no daba crédito. Pensaba que su relación estaba ya por encima de todo aquello. Y él iba a arruinarlo todo por un golpe efectista de publicidad sólo para demostrarle que podía ir más lejos que ella en todo. Al fin y al cabo, era un Farraday.
Y tenía razón. Nada podría evitar que Celebrity publicase esa foto en portada.
Niall le rodeó la cintura con sus brazos y la atrajo hacia sí, mirándola fijamente. Nada podría detenerlo, había ganado.
La gente comenzó a aplaudir y Niall la besó. Un beso suave y delicioso que siguió y siguió en medio de un concierto de aplausos. Pero eso no era lo peor.
Lo peor era que los labios de Romana respondían con calor. Al devolver la caricia, estaba traicionando todo lo que era importante. No quería que acabara nunca, porque después de aquello no le quedaría nada, ni siquiera el respeto a sí misma.
Pero finalmente terminó, y con él, sus sueños, toda su esperanza. Todo lo que quedaba eran las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.
Comenzó la música y ellos bailaron porque era lo que todo el mundo esperaba. Romana se sentía tan débil que creyó que se iba a romper. Pero la gente no se rompía, y en realidad los corazones tampoco.
Niall había mostrado su verdadera cara. Durante unos instantes, ella había creído que podría nacer algo especial entre ellos.
La música seguía sonando, pero él dejó súbitamente de mover los pies. Romana levantó la vista y lo miró a los ojos.
– ¿Ya está? ¿Es suficiente para saldar mi deuda?
– Esto no es un cobro, Romana. Es una declaración pública de intenciones, para que todos los Claibourne y los Farraday del mundo sepan que no permitiré que una antigua disputa nos separe. Esto es un acto público de fusión entre tú y yo, con mi garantía personal de que Louise no se interpondrá entre nosotros. Te quiero, Romana, y quiero que sepas que voy a cobrarme los intereses de este beso durante los próximos cincuenta años.
– ¿Cincuenta años? -preguntó Romana, secándose las lágrimas.
– Si me aceptas, sí. Eres la princesa de mi cuento, me has despertado de mi letargo. Y ya sabes cómo acaban los cuentos, ¿no?
La música había dejado de sonar. La gente los rodeaba, esperando que pasara algo.
– Te ofrezco mi corazón, Romana. ¿Lo quieres?
Había dudado de él, pero eso no volvería a ocurrir.
– Sí -repuso Romana-. Sí.
Y mientras sus labios se unían de nuevo, lo único que se escuchó fue un multitudinario aplauso.
– Una cosa más -dijo Niall-. Quiero que sepas que la rendición es incondicional. Alma, corazón, y… grandes almacenes. Cualquiera que sea el futuro de Claibourne & Farraday, mi voto está en tus manos. Estoy seguro de que tomarás la decisión correcta.
Seguían siendo el centro de atención de cientos de ojos clavados en la pista.
– ¿Qué más quieres? ¿Me pongo de rodillas?
– ¿Lo harías?
– Sí. Si tú quieres.
Romana pareció dudar un instante, pero luego se giró, lo tomó de la mano y lo guió hacia la salida.
– ¿Y qué hacemos con esto? -preguntó Niall señalando el bullicio.
– Molly puede arreglárselas sola -repuso Romana.
– Hemos hecho lo que debíamos -dijo Romana.
– No podía estar más de acuerdo -repuso Niall.
Romana elevó su mano para poder contemplar el brillo de su anillo de casada a la luz de la luna. Niall entrelazó sus dedos con los de ella, dejándolos caer sobre la almohada.
– Si se lo hubiéramos dicho a todo el mundo, habrían esperado una boda por todo lo alto. Eso habría sido un regalo para el departamento de Relaciones Públicas de Claibourne & Farraday, pero no quería que nuestra boda se convirtiera en un circo. Aunque tendremos que contárselo a la familia…
– ¿Volvemos a casa y nos enfrentamos a ellos? -propuso Niall sin mucha convicción.
– De acuerdo, pero primero disfrutemos de nuestra luna de miel. ¿Por qué no les mandamos un correo electrónico?
– Excelente idea.
Sentada ante el ordenador de un cibercafé, Romana contempló por enésima vez el brillo de su anillo.
– ¿Qué les decimos?
– Algo corto y simple -contestó él-. A ver qué te parece esto:
Sólo unas líneas para deciros que la supervisión ha sido todo un éxito.
Nos casamos ayer.
Romana y Niall.