Capítulo 11

Cuando Dani llegó al hospital, estaban ya allí sus hermanos, Penny, Elissa y Lori. Lori estaba sentada junto a una sollozante Kristie, que se levantó en cuanto Dani entró en la sala de espera.

– Lo siento mucho -dijo con la voz atragantada por el llanto-. Oh, Dani, se ha desmayado de pronto. Estaba tan bien. Hace un par de días estuvimos hablando de cuándo terminaría mi contrato. Desde que estabas allí, se sentía más segura por las noches. Organizaba sus comidas, las horas de fisioterapia, se administraba las medicinas. Estaba perfectamente.

Dani sabía que Kristie estaba intentando ayudar y, quizá también, sentirse ella mejor, pero para Dani, aquella conversación iba acompañada de un billete sin retorno a la tierra de la culpabilidad

Se había mudado a casa de Gloria y, seguramente, ella esperaba que pasara allí la noche. Sin embargo, la noche anterior no había vuelto a casa la había pasado con Alex. Y si quería ser sincera consigo misma, tenía que reconocer que desde que había llegado a la casa del hijo del senador, no había pensado ni una sola vez en su abuela.

Por supuesto, le había informado a Gloria de sus planes y ella le había dicho que disfrutara en tono de broma, pero ninguna de ellas esperaba que se quedara a pasar la noche con Alex.

Dani miró el reloj. Apenas eran las dos de la madrugada, pero era suficientemente tarde como para hacerle sentirse culpable.

– La culpa no ha sido tuya -le dijo a Kristie-, la culpa ha sido mía.

Lori negó con la cabeza.

– Ahora no vamos a discutir sobre eso. Ni tú ni yo podríamos habernos esperado una cosa así. Ni siquiera su médico había imaginado que pudiera pasar algo parecido. En cualquier caso, a lo mejor estaría bien que nos contaras qué es lo que ha pasado exactamente, para que así podamos saber hasta qué punto tenemos que preocuparnos.

Kristie se secó las lágrimas.

– Estás siendo muy lógica.

– Me parece que en este momento es lo que tenemos que hacer -replicó Lori.

– Pero no hace falta que me lo digas así.

Las dos mujeres se abrazaron.

Dani se alegró de que la discusión hubiera terminado, pero se sentía fatal. Se acercó a Cal y dejó que su hermano la abrazara.

– Debería haber estado en casa -musitó.

– ¿Quieres contarme dónde estabas? -le preguntó Cal.

– En realidad no. Lo único que importa es que me estaba divirtiendo.

Penny se acercó a ella y le dio una palmadita en el brazo.

– Déjalo ya. Tú no eres la culpable de lo que ha pasado y sentirte mal no va a servirte de nada. Lo que tenemos que hacer es esperar a oír lo que diga el médico.

Dani la miró con el ceño fruncido.

– Hablas igual que Lori.

– ¿De verdad? -Penny pareció muy complacida-. Porque me gusta mucho. Es una mujer muy sensata.

– ¿Estás insinuando que yo no lo soy? -gruñó Elissa mientras se acercaba a ellas-. Porque yo soy una mujer muy dura.

– Prácticamente de titanio -se mostró de acuerdo Walker mientras le pasaba el brazo por los hombros a su prometida.

– Por lo menos podemos ponernos histéricas juntas -dijo Dani, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarse.

Las ganas de llorar eran muy fuertes, pero estaba decidida a controlarlas. Quería mantener el control para estar preparada en el caso de que hubiera que hacer algo.

– Míralo por el lado bueno -dijo Reid-. La última vez que Gloria se desmayó, a nadie pareció importarle. Ahora estamos todos juntos, preocupados por ella. Eso tiene que ser bueno.

Dani asintió lentamente. Entendía el razonamiento de su hermano, pero, de alguna manera, todo era mucho más fácil cuando no se sentía tan unida a su abuela. Cuando no tenía tanto que perder.


Alex llegó a casa de sus padres a las seis de la mañana. Dani había llamado para decirle que todavía no se sabía nada de Gloria y, justo después de que hubiera colgado, el teléfono había vuelto a sonar. A esas horas, lo último que esperaba era una llamada de su padre.

– Tengo los periódicos de la mañana -le dijo Mark a modo de saludo-. ¿A qué hora podrías estar aquí?

Alex se sentó en la mesa de la cocina, enfrente de sus padres. Odiaba sentirse como si tuviera dieciséis años y acabaran de descubrirle haciendo alguna estupidez. La necesidad de comenzar a moverse nervioso y dar una explicación para justificarse eran abrumadoras, pero consiguió controlarse. Más difícil le resultó dejar de lado la sensación de que les había desilusionado.

Se recordó a sí mismo que era un abogado de éxito, que tenía ya treinta años y no tenía por qué dar explicaciones a nadie. Pero ni él mismo era capaz de creérselo.

Quería defenderse, pero ¿contra qué? De modo que se limitó a aceptar la taza de café que su madre le dio y esperó a que hiciera alguno de ellos el primer movimiento.

Ninguno parecía tener prisa por hablar. Había algo extraño en la mirada de Katherine, como una acusación velada, como si le estuviera preguntando por qué, de entre todas las mujeres posibles, había tenido que ser Dani.

Aquello tenía que ser especialmente doloroso para ella. Dani era la representación viviente de su fracaso. Si llegaba a tener una relación con Dani, lo único que conseguiría Alex sería hacer más profunda esa herida.

¿Si llegaba a tener una relación con ella? ¿Acaso no la había tenido ya?

– ¿Es verdad? -preguntó Mark-. Aparece una fotografía de Dani saliendo de tu casa a la una y media de la mañana. ¿De verdad es ella?

– Sí.

Mark miró a Katherine y volvió a mirar después a Alex.

– Tendremos que hacernos cargo de la situación. Convocaré una reunión a primera hora. Por favor, procura estar disponible -Mark se levantó y se fue.

A Alex no le gustaba la sensación de sentirse manejado de aquella manera, pero ¿qué se suponía que podía decir? Por supuesto, su vida personal era asunto suyo, pero si su padre pretendía optar a la presidencia del país y Dani era la hija biológica de Mark, había muchos asuntos de los que ocuparse.

– Menos mal que soy uno de los miembros de la campaña -comentó cuando su padre se marchó.

Su madre bebió un sorbo de café y dejó la taza sobre la mesa.

– Está nervioso, pero no enfadado.

– Ya lo sé.

Mark pocas veces lo estaba; pero su padre nunca se había sentido tan emocionalmente involucrado con su familia como su madre.

– Así que estás saliendo con ella -dijo Katherine en un tono extremadamente educado, como si le costara pronunciar esas palabras.

– Sí.

– ¿Y crees que es algo serio? -tensó la boca ligeramente y las manos le temblaban.

– Mamá, siento que esté sucediendo todo esto, y mucho más que te esté afectando a ti.

– Pero no te arrepientes de tu relación con Dani.

No era una pregunta.

– No.

Alex recordó la conversación que había mantenido con Dani la noche anterior. Habían estado hablando de que sus ex parejas lamentaban que los hubieran descubierto, pero en ningún momento se habían arrepentido de lo que habían hecho.

Aquello era diferente, se dijo a sí mismo. Pero aun así, había alguien que salía herido de aquella relación.

– Todavía no me has contestado si es algo serio o no -presionó Katherine.

Alex se encogió de hombros.

– Todavía no lo sé.

– Pero te estás acostando con ella.

Katherine era la mujer más sorprendente que Alex había conocido en su vida. Tenía clase, determinación y una capacidad de amor que nadie podía igualar. Sería capaz de morir por ella, pero no iba a dejar que dirigiera su vida.

– No pienso hablar de Dani -contestó con voz queda-. Por lo menos en este contexto.

– Ya entiendo.

Dos palabras. Dos simples palabras pronunciadas en un tono que estuvo a punto de desgarrarle el corazón. Era como si con su negativa a hablar, le estuviera diciendo a su madre que lo que ella pensara no tenía ninguna importancia.

– Sé que Dani es una complicación -dijo, intentando ceder un poco.

– Para todos nosotros. Supongo que eres consciente de las dificultades que esta relación implica.

Alex asintió.

Katherine tomó aire.

– Alex, no quiero dirigir tu vida, y tampoco pretendo juzgarte. Hace mucho tiempo que eres un hombre adulto. A lo largo de tu vida has ido tomando decisiones buenas y malas. Pensaba que a estas alturas ya habías comprendido la diferencia entre unas y otras.

– Y la he comprendido.

– Pues yo creo que no. ¿Por qué ella? ¿Por que ahora? Hay muchas otras mujeres aparte de Dani. Mujeres como Fiona.

La preocupación y la compasión de Alex se transformaron en un violento enfado.

– Mi matrimonio con Fiona acabó. Es algo que ya he dejado atrás y me encantaría que tú también fueras capaz de hacerlo. Creo que hace tiempo que he dejado clara mi postura al respecto.

– Sí, claro que lo has dejado claro -le espetó su madre-. Aunque todavía no me has dicho por qué Fiona es una mujer mucho mas apropiada para ti que Dani Buchanan. Aunque por supuesto, ése no es un listón muy difícil de superar ¿Sería mucho pedirte que tuvieras una relación que no supusiera destrozar a la familia?

Más culpabilidad, un estilo en absoluto propio de Katherine, pensó Alex mientras iba disminuyendo su furia.

– ¿Destrozar a la familia? Me importas mucho, mamá. Siempre me has importado. No quiero hacerte ningún daño.

– Entonces, no me lo hagas -respondió Katherine en un tono casi suplicante-. No me hagas daño.

Que, en realidad, era una forma de decirle que dejara de salir con Dani, pero ésa era una decisión que no tenía por qué tomar ella.

Durante mucho tiempo, Alex se había prometido proteger a su familia pasara lo que pasara. Había sido una promesa nacida del miedo que había sufrido al haber visto morir a su madre. Jamás se había encontrado en una situación como aquélla con Katherine. Nunca había tenido la sensación de estar haciendo las cosas mal.

Pero estar con Dani no era nada malo y se negaba a dejar que las circunstancias controlaran su vida personal.

– Ahora tengo que ir a trabajar -dijo. Se levanto y le dio a su madre un beso en la mejilla-. Te llamaré mas tarde.

Katherine asintió, pero no dijo nada. Había tension entre ellos. Todavía quedaban muchas cuestiones por resolver.


Dani se despertó con dolor de espalda y el brazo dormido. De alguna manera, se las había arreglado para acurrucarse en uno de los sofás de la sala de espera y dar una cabezada. Se estiró y vio a Cal hablando con una doctora. Se levantó y corrió rápidamente hacia allí.

– ¿Qué ha pasado? -preguntó-. ¿Está bien?

La médica, una mujer de aspecto agradable y de unos cuarenta años, sonrió.

– Sí, está bien. Se ha confundido con la medicación, pero ya está todo arreglado y se pondrá bien. Dentro de unas horas le daremos el alta. No tenemos que darles ninguna instrucción en especial, salvo que se aseguren de que está tomando adecuadamente la medicación.

El alivio fue tan inmediato como intenso. Dani se volvió hacia Cal y le abrazó.

– Está bien. ¡Está bien!

– Sí, lo sé -la estrechó contra él y le dio un beso en la cabeza-. Ahora tenemos que decírselo a todo el mundo.

Se volvieron hacia el resto de personas que esperaban junto a ellos. Dani miró a sus hermanos y a sus prometidas, preguntándole desde cuándo se había hecho tan numerosa su familia. Durante años, se había sentido como si estuvieran sus hermanos y ella solos contra el mundo. Pero ya no era así. Con Penny, había incluso una segunda generación a punto de abrirse paso en el mundo.

Era más de lo que Dani era capaz de soportar después de una sola hora de sueño.

– Cuéntaselo tú -le pidió a su hermano-. Yo necesito ir a verla.

Dani se alejó por el pasillo a toda velocidad y entró en la habitación de su abuela.

Gloria permanecía en la cama, con el semblante pálido y los ojos cerrados. Dani se detuvo a su lado y le acarició la mano con delicadeza. Gloria abrió los ojos.

– No estoy muerta -dijo-. Eso ya es algo. Por supuesto, si estabas buscando una excusa para encerrarme en un manicomio por culpa de mi incompetencia mental, ya la tienes. No me puedo creer que haya hecho una cosa así. Hasta un idiota sería capaz de controlar tres o cuatro medicamentos diferentes. Supongo que, aunque odio admitirlo, debo de estar envejeciendo.

A Dani se le hizo un nudo en la garganta. Las emociones fluían de tal forma que no era capaz de hablar. Era su abuela. Por complicada que fuera su relación y aunque no tuvieran ningún lazo de sangre real, Gloria había formado parte de su familia durante toda su vida.

– No quiero que te mueras -dijo Dani, y se sorprendió a sí misma, y posiblemente también a Gloria, echándose a llorar-. No quiero que te mueras.

– Tranquilízate, Dani. Yo tampoco quiero morirme. Tengo cientos de cosas que enmendar antes de morir y eso me va a llevar algún tiempo. Ser una estúpida no es una enfermedad mortal. Aunque claro, podría llegar a serlo si me sigo equivocando de pastillas. Pero a partir de ahora tendré más cuidado. ¿Con eso te basta?

Dani se tapó el rostro con las manos y asintió. Gloria le palmeó el brazo durante algunos segundos y dijo:

– Acércate para que pueda abrazarte. Así te sentirás mejor. Y yo también.

Dani hizo lo que le pedía. Gloria la rodeó con los brazos y apretó suavemente.

– He sido horrible contigo -dijo con voz temblorosa-. He sido terriblemente cruel. No tengo ninguna excusa, aunque me gustaría intentar ofrecerte una. Tú eres como yo. No en las cosas malas, por supuesto, eres mucho mejor. Te pareces mucho a tu madre, una mujer que siempre me gustó. Pero a veces también la odiaba por ser tan fuerte. Mi hijo no fue nunca tan fuerte. Se parecía demasiado a su padre.

Dani sorbió la nariz y se enderezó.

– ¿A qué te refieres? -le preguntó mientras se secaba las lágrimas.

Gloria sonrió y parpadeó para apartar las lágrimas que también empañaban sus ojos.

– Te estaba diciendo que he sido muy dura contigo. Demasiado dura. Quería que fueras mejor que yo, pero nunca encontré la mejor manera de decírtelo. Tú no salías huyendo como tus hermanos. Yo continuaba presionando, esperando que lo hicieras algún día y, cuando quise darme cuenta, te había perdido. Te he echado mucho de menos.

Las lágrimas empapaban el anciano rostro de Gloria.

– Lo siento. Sé que no sirve de nada decirlo, pero es absolutamente cierto. Te quiero. Te quise desde que tu madre te puso por primera vez entre mis brazos -sonrió-. Aunque la verdad es que ya entonces eras una niña muy decidida. Me agarraste del pelo y no me soltabas.

Dani no sabía qué pensar. De pronto estaba recibiendo demasiada información como para poderla procesar, aunque fuera la mejor información que podía imaginar. Se sentía feliz, confundida y unida por fin a la mujer a la que más había admirado en toda su vida.

– Yo también te quiero -le dijo-. Siempre he querido ser como tú.

– A lo mejor deberías buscar un modelo de mujer mejor que yo. Como Katherine Canfield. Es una santa, ¿no es cierto? Todo el mundo lo dice.

– Es una mujer muy especial, pero tú formas parte de mi familia.

Gloria le tomó la mano y se la apretó con calor.

– Ahora ellos también forman parte de tu familia. A partir de ahora, para ti la Navidad va a ser mucho más interesante.

Dani se echó a reír.

– Ni siquiera he pensado en eso -tomó aire-. La doctora dice que estás bien, que dentro de unas horas te mandarán a casa. Ahora tendré que vigilarte.

– Tendré que vivir como una prisionera en mi propia casa -se lamentó Gloria, pero sonreía mientras lo decía.

En ese momento se abrió la puerta de la habitación y entraron los hermanos de Dani. Ésta se apartó para dejar que se acercaran a Gloria, pero no se marchó. Necesitaba estar cerca de su abuela.

No se le escapaba lo irónico de la situación. Un año atrás, se sentía sola en el mundo. Sólo podía contar con el apoyo de sus hermanos. De pronto, tenía a Gloria y a toda la familia Canfield. Había pasado de la pobreza a la riqueza sin apenas darse cuenta.

Aunque no todo en su situación era bueno. Tenía el presentimiento de que en cuanto viera los periódicos de la mañana, iba a sentirse humillada como pocas veces lo había estado en su vida. Hasta entonces no había querido decir nada, estando como estaban todos pendientes de la evolución de Gloria. Pero probablemente debería contarles lo ocurrido antes de que lo vieran con sus propios ojos.

Esperó a que se hiciera un silencio en la conversación para acercarse de nuevo a la cama y preguntar:

– ¿Sabes lo que terminé haciendo anoche?


Cuando Alex se presentó en casa de Gloria era ya media tarde. Dani le invitó a pasar y le condujo hasta la cocina.

– ¿Qué tal está tu abuela? -preguntó Alex.

– Bien, ahora mismo está durmiendo La doctora nos ha dicho que pasará el resto del día adormilada. Yo voy a quedarme aquí con ella, echándole un ojo de vez en cuando. Me lo ha pedido Kristie. Se siente culpable, y la verdad es que yo también.

Alex se reclinó contra el mostrador.

– ¿Por qué te sientes culpable?

– Por haber estado disfrutando de una noche de sexo apasionado y salvaje mientras mi abuela confundía su medicación.

– Así que una noche de sexo apasionado y salvaje -sonrió-. ¿Eso fue para ti?

– No te lo creas tanto. Para empezar, tú tuviste la culpa de que no estuviera en mi casa -en realidad, no le culpaba en absoluto de lo ocurrido.

– ¿Porque siempre le controlas la medicación antes de que la tome?

– No

– Entonces, ¿es porque tu abuela no es capaz de controlar su propia medicación?

– Mi abuela es perfectamente capaz de controlar su medicación. Fue un error, un error estúpido que no volverá a cometer. Por cierto, me fastidia profundamente que utilices la lógica en un momento como este. Deberías limitarte a aceptar tu culpa y prometer que no volverás a hacerlo otra vez.

– ¿Quieres que te prometa que nunca volveré a hacer el amor contigo?

No, claro que no.

– Bueno, a lo mejor eso no, pero algo parecido.

– ¿En ese caso, no debería pensar en la posibilidad de que volvamos a hacerlo?

– ¿No te he dicho ya que me molesta la lógica? Además, me llevas mucha ventaja. Seguro que has dormido más que yo.

– No mucho más -acortó la distancia que los separaba y la besó-. ¿Quieres que empecemos otra vez? -le preguntó.

Dam apoyó la mano en su pecho.

– Sí. Hola, Alex. Te agradezco mucho que te hayas pasado por mi casa porque he tenido un día infernal.

– Estoy seguro. Pero ahora Gloria ya está mejor y eso es lo que importa.

– Es verdad. El problema es que llevo semanas montada en una montaña rusa emocional. Antes mi vida era muy aburrida. Echo de menos el aburrimiento.

– Yo también.

Dani alzo la mirada hacia sus ojos.

– ¿A ti cómo te ha ido el día?

– La verdad es que no me apetece ni contártelo. A primera hora de la mañana he tenido una reunión con mis padres. Como comprenderás, no tengo la costumbre de hablar con ellos de mi vida sexual. A esa reunión le han seguido varias con y sin el senador, en las que hemos estado hablando de las diferentes maneras de «manejar» la situación.

Dani señaló el periódico que tenía encima de la mesa. Lo había dejado abierto por la página en la que aparecían la fotografía y el artículo sobre la hora a la que había salido de casa de Alex. Nadie sabía exactamente lo que había pasado en aquella casa, pero corrían todo tipo de rumores.

– No podemos negar lo que están diciendo. Aquella noche hubo sexo.

– Y más de una vez.

Dani señaló el periódico con el dedo.

– Odio todo esto, Alex. No soporto que investiguen cada momento de mi vida. Lo sé, lo sé, es porque mi padre es un senador. Pero yo no quiero nada de esto. No quiero tener que preocuparme porque alguien pueda seguirme y hacerme una fotografía. Yo no soy famosa, no quiero salir en las noticias.

– Yo tampoco, pero es inevitable.

– Pero tú ya llevas mucho tiempo viviendo así. Estás acostumbrado. Es lo que toda tu familia espera. Mi caso es diferente. Mi abuela va a tener que leer esto.

– Mi madre me ha preguntado que si era cierto. Para mí tampoco ha sido una situación cómoda. Esto no lo quiere nadie, pero es la realidad que tenemos.

Otra vez la lógica. Si Alex tenía un defecto, era aquél.

– Pues a mí no me gusta. Yo no quiero vivir así -respondió Dani, intentando reprimir las ganas de echarle la culpa de todo.

Tuvo que recordarse que aquello no era culpa de Alex. Que los dos se habían metido juntos en aquel lío.

– Pues tendrás que hacerlo, a no ser que quieras irte a vivir lejos de aquí -su tono de voz indicaba que él había considerado la posibilidad de huir en más de una ocasión.

– No pienso renunciar a mi vida tan fácilmente. Pero me molesta no tener otra opción. Y todo por culpa de la prensa.

– Lo que tienes que hacer es vivir tu vida y dejar que se vayan al infierno.

– ¿Eso es lo que le has dicho a Katherine? -le preguntó-. Sé que esto le va a hacer mucho daño, y ésa es otra de las cosas que me molestan. Katherine no quiere ser motivo de especulación, pero lo es. ¿Por qué demonios quiere Mark ser presidente?

– Porque cree que puede hacer algo para mejorar el país. Pero estoy seguro de que lamenta que sus objetivos estén interponiéndose en tu vida.

Dani frunció el ceño.

– ¿Por qué me da la sensación de que estás enfadado conmigo? Yo soy la más inocente en todo esto.

– Todos somos inocentes, aunque tú eres la que más te quejas.

Al oír aquella respuesta, Dani estalló.

– ¿Qué? ¿Te parece que me quejo demasiado? ¿Te resulta incómodo? ¿Esperáis que sonría pase lo que pase? ¿Qué no exprese mi opinión? Por lo menos no me quejo de que al parecer continúe mi mala suerte con los hombres.

En el instante en el que aquellas palabras salieron de su boca, Dani supo que había ido demasiado lejos. Su excusa, en el caso de que tuviera alguna excusa, era que llevaba demasiado tiempo sometida a una fuerte tensión emocional y además necesitaba dormir.

– Así que para ti soy como Ryan y Hugh -dijo Alex con voz glacial-. Bueno es saberlo.

– No, no es verdad -rectificó Dani rápidamente-. Lo siento. No quería decirte eso. Es sólo que me estoy quedando sin energía. ¿Por qué no podré conocer a un chico y tener una relación normal con él? ¿Por qué las cosas no me pueden salir bien?

– ¿Te parece que conmigo las cosas no te han salido bien?

Estaba malinterpretándola a propósito.

– No, por lo menos bajo mi punto de vista -señaló el periódico-. Eso es horrible.

– Es una circunstancia externa que no tiene nada que ver con lo que ha pasado entre nosotros. Si quieres dar marcha atrás por culpa de la prensa, estarás permitiendo que ganen ellos.

– Yo no he dicho que quiera dar marcha atrás.

– Pero has dicho que era igual que los otros canallas que han formado parte de tu vida. Si eso es cierto, supongo que ya no querrás saber nada de mí.

¿En qué momento se le había ido de las manos aquella conversación? Se cruzó de brazos.

– Alex, déjalo, no quiero discutir contigo. Estoy pasando una época difícil. Ya se me pasará.

– No, con esa actitud no. Tú quieres una solución inmediata y no la hay. Fuiste a buscar a tu padre y le has encontrado. Esto no va a ser fácil, Dani, ¿quieres intentar superarlo o piensas desaparecer en cuanto se presente el primer problema?

– ¿Qué? Lo que estás diciendo es totalmente injusto. Yo jamás he huido de los problemas. ¿Crees que para mí fue fácil estar casada con Hugh? Y no fui yo la que puso fin a esa relación. No me conoces, así que no sé por qué te crees con derecho a juzgarme.

– Lo mismo te digo.

Dani estaba enfadada por aquella conversación absurda, pero también muy dolida. No era así como quería que fuera su relación con Alex. La noche anterior había sido maravillosa. ¿No deberían estar pensando en eso en vez de estar peleándose?

– Tengo que irme -dijo Alex, y salió de la cocina.

Dani comenzó a seguirle, pero se detuvo. No tenía sentido decir nada más. Sin embargo, sacudió inmediatamente la cabeza: no, no quería dejar las cosas entre ellos de esa manera.

Salió tras él, pero para cuando llegó al vestíbulo, ya era demasiado tarde. Oyó el portazo. Alex se había marchado.

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