Capítulo 4

Dani aparcó delante de casa de Gloria. Salió del coche y alzó la mirada hacia aquel elegante edificio de tres pisos que había sido construido cien años atrás.

Cuando era pequeña, aquella casa le aterraba. De adolescente, había representado una forma de vida que no era capaz de comprender. A los veinte años, se había convertido en un bastión a conquistar. Y con el tiempo, había llegado a considerarla como algo tan solitario e inalcanzable como su propia abuela. Era, sencillamente, el lugar en el que alguien vivía. Alguien que no era en absoluto la persona que ella creía.

Había amado y odiado a Gloria durante tanto tiempo que le resultaba difícil desprenderse de aquellos sentimientos. Continuaba resentida por la dureza con la que le había dicho que no era una verdadera Buchanan. Pero también era cierto que, en las últimas semanas, Gloria le había pedido disculpas en varias ocasiones. Había confesado que sabía que tenía que cambiar y, desde la perspectiva de Dani al menos, realmente lo había hecho.

Curiosamente, Dani se había descubierto echando de menos a Gloria. No echaba de menos sus mezquindades ni su frialdad, pero sí la relación que tenía con ella. Gloria había formado parte de su vida desde que era un bebé y en aquel momento no tenían ninguna relación en absoluto. A lo mejor la decisión más inteligente habría sido alejarse para siempre de ella, pero Dani no podía permitírselo.

Subió los escalones de la entrada y llamó al timbre. Reid, el mediano de sus tres hermanos, le abrió la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

– No estamos interesados, pero gracias por venir.

Dani pasó por delante de él antes de que hubiera podido cerrarle la puerta en las narices.

– Muy gracioso.

– Hola, hermanita -Reid le pasó el brazo por los hombros-, ¿qué tal te va?

– Estupendamente. Aunque enfrentándome a un montón de cosas.

Reid la condujo al cuarto de estar, donde estaban esperándola Cal, su hermano mayor, y Walker, el más pequeño de los tres. Los dos se levantaron para saludarla.

– Gloria está a punto de llegar -dijo Walker mientras se acercaba a su hermana-. ¿Qué tal te encuentras?

Dani miró a sus tres hermanos, los tres hombres que habían estado a su lado cada vez que los había necesitado, y también cuando no los necesitaba, claro.

– Estoy bien, aunque me siento un poco extraña. Es como si me hubiera desconectado de mi vida de siempre.

Se sentaron todos en los sofás del enorme salón.

– Ayer conocí a Mark Canfield -les dijo.

– ¿Y? -preguntó Walker.

– No sé… Se mostró muy abierto a la posibilidad de que pudiera ser su hija. Admitió que había tenido una aventura con mamá y me dijo que nunca había sabido por qué mamá había decidido poner fin a su relación. Se mostró amable, cariñoso…

– ¿Pero? -la interrumpió Cal.

– No sé. No tengo la sensación de que haya una verdadera relación entre nosotros. Supongo que tenía la fantasía de que nos abrazaríamos e inmediatamente sentiríamos el vínculo que nos unía. Pero la verdad es que todavía estoy intentando hacerme a la idea -bebió un sorbo de café que Cal acababa de servirle-. Y por si fueran pocas las emociones, está también su hijo Alex, el mayor. Alex parece considerarse el protector de la familia y me ve como una amenaza tanto para su familia como para la carrera política de su padre.

– ¿Quieres que Walker se haga cargo de él? -preguntó Reid alegremente-. Porque seguro que está dispuesto a hacerlo.

– No creo que haga falta llegar tan lejos -respondió Dani.

Era cierto que Alex había conseguido enfadarle, pero también que le gustaba. Respetaba su lealtad hacia su familia, aunque a ella le estuviera causando tantos problemas.

– Ayer por la noche estuve en su casa -continuó contando-. Conocí a toda la familia. Son ocho hijos, aunque una de ellas estaba en la universidad. Katherine, su mujer, es increíble. Una mujer guapísima y paciente. Casi todos sus hijos tienen algún problema, pero ella no le da ninguna importancia. Es como una santa. Creo que cuando sea mayor quiero ser como ella.

– Todo lo que cuentas suena estupendamente -dijo Cal-. ¿Dónde está entonces el problema?

– No lo sé. Me siento como si estuviera viviendo la vida de otra persona. Nada de esto tiene que ver conmigo. Quería saber quién era mi padre, pero no me esperaba nada igual. ¿Por qué no podía ser un fontanero o un comercial? ¿Por qué tiene que ser un senador?

Reid la miró con atención.

– No tienes por qué escoger entre ellos y nosotros, eso tiene que quedarte claro. Eres parte de la familia y no vamos a permitir que dejes de serlo.

Dani sonrió.

– Lo sé, para bien o para mal, siempre seréis mis hermanos mayores.

– Tienes la gran suerte de poder contar con nosotros -le recordó Cal.

– Por supuesto que sí, y el hecho de que me lo recordéis una y otra vez me sirve de gran ayuda -miró a Walker-. Pero me encantaría saber cuál es el lugar al que pertenezco.

– ¿Y por qué no puede ser éste?

– Porque hay algo más. Tu historia y la mía han dejado de ser la misma.

Era consciente de que Walker no estaba de acuerdo. De que ninguno de sus hermanos estaba de acuerdo. Y aunque apreciaba lo mucho que la querían, no estaba segura de que fueran capaces de comprender lo que era haber descubierto de pronto que no era una verdadera Buchanan. Que su padre era alguien a quien nunca había conocido.

– No se te ocurra pensar siquiera en renunciar a nosotros -musitó Reid.

– Por supuesto que no -le prometió Dani-. Pero de pronto tengo una nueva vida: un padre al que no conocía, hermanos nuevos y un trabajo que me encanta en el Bella Roma. ¿Y vosotros qué tal estáis?

Walker se aclaró la garganta.

– Yo me paso la vida contratando gente, haciéndome cargo de la empresa -miró a Dani-. Sé que esto era lo que querías hacer tú, pero también dijiste que habías cambiado de opinión

Era tan propio de Walker preocuparse por ella, pensó Dani feliz, sintiéndose querida y apoyada por sus hermanos

– Yo nunca quise hacerme cargo de la compañía -le corrigió-. Lo que quería era dirigir un restaurante. Y ahora estoy más cerca de conseguirlo. Por supuesto, no es el Buchanan's ni tampoco el Waterfront, pero es un buen restaurante. Me alegro de que te hayas hecho cargo del negocio y la verdad es que también me sorprende un poco que Gloria haya estado tan dispuesta a dejarte a cargo de la corporación.

– Se está haciendo mayor y es consciente de que no puede manejarlo todo sola.

– ¡No me estoy haciendo mayor! -exclamó con voz potente su abuela desde el marco de la puerta.

Dani miró a Gloria Buchanan, tan perfectamente arreglada como siempre y ligeramente inclinada para apoyarse en el bastón que necesitaba para caminar.

– Si quisiera podría seguir llevando yo sola la empresa -continuó Gloria-. Sencillamente, he decidido no hacerlo.

Los hermanos de Dani se levantaron cuando Gloria entró en la habitación. Reid acompañó a su abuela hasta una butaca y todo el mundo se sentó.

Dani miro a aquella mujer que había jugado un papel tan importante en su infancia. Durante mucho tiempo, hacer las cosas bien para poder impresionarla lo había significado todo para ella. Las raras alabanzas que de ella obtenía eran especialmente importantes, precisamente por lo mucho que escaseaban. Pero desde que había llegado a la adolescencia, Dani no había vuelto a recibir un solo elogio por parte de su abuela.

Siempre había sido una mujer difícil y cruel, pero aun así, Dani continuaba echando de menos a Gloria. Seguramente, eso significaba que Dani necesitaba una buena terapia.

– En primer lugar, quiero daros las gracias por haber venido -dijo Gloria sonriéndoles.

Se inclinó después hacia delante y le tomó a Dani la mano.

– Sé que estás muy ocupada.

Aquella caricia le provocó a Dani una fuerte tensión en el pecho. Años atrás, un gesto de amabilidad como aquél habría significado un mundo para ella. Pero después de tantos años de rechazo, había hecho todo lo posible para que dejara de importarle lo que aquella anciana pensara de ella. En aquella última etapa de su vida, Gloria estaba intentando recuperar su relación con ella y Dani no estaba segura de qué hacer al respecto. ¿Debería volver a confiar en su abuela?

– Quiero hablaros de mi patrimonio -continuó diciendo Gloria.

– ¿Por qué? -preguntó Walker bruscamente-. ¿Qué es lo que no nos has dicho?

– Nada, no te emociones tanto, no me voy a morir todavía. Es, sencillamente, que quiero poner algunas cosas en orden. No voy a vivir eternamente.

Dani se preguntaba si los últimos problemas de salud que Gloria había sufrido le habrían hecho más consciente de que era mortal.

– Tengo un gran patrimonio -dijo Gloria-. Sólo mis acciones en la corporación de la familia ya valen varios millones. He hecho algunas inversiones, tengo esta casa y varias propiedades más, y he decidido dividirlas entre todos vosotros.

Dani quería salir corriendo de allí. No quería oír nada más. Se alegraba por sus hermanos, pero, puesto que en realidad ella no era nieta de Gloria, no tenía ningún motivo para…

– He dividido mi patrimonio en cuatro partes -añadió Gloria.

Ninguno de sus hermanos reaccionó, pero Dani se sintió como si acabara de fulminarla un rayo. No podía oír, no podía hablar, y era incapaz de comprender lo que estaba pasando allí.

– ¿Por qué? -preguntó sin pensar-. Yo no soy una Buchanan.

Gloria se volvió hacia ella.

– Por supuesto que eres una Buchanan. Siento haberte dicho lo que te dije. Siento haber sido tan cruel contigo. No tengo excusa, de verdad. Me gustaría haberme comportado de forma diferente. No puedo cambiar el pasado, pero puedo intentar asegurarme de que a partir de ahora sepas que de verdad me importas. Mi patrimonio se dividirá en cuatro partes iguales. Reid y Lori se quedarán con esta casa dentro de unos años, en cuanto hayan abandonado su ridícula casa flotante y estén preparados para formar una familia. Walker ya se está haciendo cargo del negocio, así que recibirá más acciones. Dani se quedará con mis joyas, y con su correspondiente parte de la empresa. Cal, tú recibirás todas mis acciones del Daily Grind. Y, por cierto, quiero que sepas que soy la mayor accionista.

Cal la miró con el ceño fruncido.

– Conozco a los principales accionistas de la cafetería, y tú no eres una de ellas.

– Me temo que no conoces el nombre de la empresa que me representa.

Cal soltó un juramento.

– Eres realmente buena.

– No, pero debería haberlo sido. No espero poder enmendar ahora todos mis errores, no he cambiado tanto. Pero quería que supierais con lo que podéis contar.

Reid se levantó y tiró de la mano de Gloria para que también ella se levantara. Entonces la abrazó. Dani también abandonó su asiento y alguien tiró de ella para que se uniera a aquel abrazo. Muy pronto, todos estuvieron abrazados.

Minutos después, se puso fin a la reunión. Sus hermanos se marcharon, pero Dani decidió quedarse un rato más. Gloria volvió a sentarse.

– Háblame de tu encuentro con tu padre.

Dani le hizo un breve resumen de lo que había pasado.

– Pensé que sería algo más intenso -admitió.

– A veces no somos conscientes de cuáles eran nuestras expectativas hasta que no nos vemos en situación -le dijo Gloria-. En cualquier caso, ese Alex parece interesante.

Dani se echó a reír.

– ¿Estás haciendo de casamentera? Porque si es así, yo que tú no me tomaría tantas molestias. Ya sabes que tengo una suerte pésima con los hombres. Además, no tengo nada que hacer con ese hombre. Entre otras cosas, porque somos hermanos.

– No tenéis ningún lazo de sangre. ¿Cómo es Katherine?

– Una mujer elegante, amable… -Dani suspiró al recordar la paciencia que tenía aquella mujer con todos sus hijos-. Esa familia parece salida de una película. Parece mentira que las cosas transcurran tan tranquilamente con tantos hijos. Ian va en silla de ruedas y dos de los chicos tienen síndrome de Down. Trisha es sorda y sé que los demás también son niños con necesidades especiales, aunque no sé exactamente qué problema tienen.

– La verdad es que no soy capaz de entender cómo es posible que una mujer opte por arrastrar semejante carga -dijo Gloria-. ¿Quién puede necesitar tantos niños con problemas? Es ridículo. Esa mujer es una auténtica mártir. ¿Qué pretende? ¿Terminar en una estampita?

Aquella reacción era tan propia de Gloria que Dani no pudo evitar una sonrisa.

– Ya veo que no has cambiado del todo.

Gloria suspiró.

– Al parecer no, pero estoy trabajando en ello. He coincidido con Katherine en varias ocasiones. Es una mujer elegante y encantadora, razones por las cuales nunca hemos congeniado.

– Ha sido muy amable conmigo. Si yo hubiera estado en su lugar, no sé si habría sido capaz de reaccionar de la misma forma.

– Quizá no. En cualquier caso, cuídate. Esta situación es muy complicada -Gloria sacudió la cabeza-. Aunque ya sé que harás lo que te apetezca. Siempre has sido muy cabezota.

– Supongo que en eso he salido a ti -dijo Dani, y apretó entonces los labios-. Quiero decir que…

Gloria le agarró inmediatamente la mano.

– Déjalo, no tienes por qué retractarte. Claro que en eso has salido a mí. A lo mejor porque llevas toda la vida viendo lo cabezota que soy. Dani, sigo siendo tu abuela. Tenemos una historia en común. Me gustaría que me perdonaras por todo lo que te he hecho, ¿crees que podrás hacerlo?

Dani no estaba segura. ¿Perdonar a alguien significaba confiar en esa persona? Porque a ella le costaba creer que Gloria no iba a volver a hacerle ningún daño. Aun así, en aquellas circunstancias, le pareció más oportuno decir:

– Claro que sí.


Dani estuvo revisando las recetas para la cena. No estaba mal para ser un miércoles, pensó mientras tomaba nota mentalmente. La pasta especial de Nick había sido un gran éxito y también había tenido una buena salida su selección de vino.

A Dani le había costado casi una semana convencer a Bernie de que sugiriera diferentes vinos para cada comida. Él decía que los clientes podían encontrar ofensivo que les recomendara el vino con el que acompañar sus platos, que podían pensar que los consideraban demasiado estúpidos como para decidir por sí mismos.

Dani había replicado que a la gente le gustaba que le dieran ideas que le permitieran probar vinos que, de otra forma, quizá no tuvieran oportunidad de conocer.

Habían llegado al acuerdo de añadir un vino para la mitad de los platos de la carta y esperar a ver si se vendían. Después de su éxito, Dani tenía la sensación de que Bernie estaría dispuesto a añadir algunos más.

Aquella pequeña victoria le causó un gran placer. Quería hacer bien su trabajo. Al fin y al cabo, era su primer trabajo al margen del imperio de Buchanan, de modo que, para ella, era toda una prueba.

– Dani, uno de nuestros clientes quiere hablar contigo. No ha dicho por qué.

Dani le sonrió al camarero.

– Gracias, Eddie. ¿En qué mesa está?

– En la quince.

– Ahora mismo voy.

Una petición para ver al responsable del restaurante podía significar cualquier cosa: desde un elogio por lo excepcional del servicio hasta una perorata por lo mal que se había sentido tratado el cliente. Pero el Bella Roma era un restaurante que funcionaba a la perfección, de modo que Dani no estaba preocupada.

Rodeó la esquina y, en cuanto llegó a la mesa, dijo.

– Hola, soy Dani Buchanan, ¿en qué puedo ayudarle?

Pero en ese mismo instante reconoció a su cliente. Tanto su traje gris como sus ojos y su gesto decidido eran inconfundibles.

– Qué sorpresa -le dijo a Alex.

– Había oído decir que la comida era buena.

Dani vio que tenía la carta en la mano.

– Veo que todavía no has pedido. ¿Quieres que te haga alguna sugerencia?

– ¿Vas a escupir en mi plato antes de traérmelo?

Dani sonrió.

– Eso depende de los motivos que te hayan traído hasta aquí.

– A lo mejor sólo quiero conocerte mejor.

– Oh, por favor, es posible que no haya estudiado Derecho, pero no soy ninguna estúpida.

– Estudiaste en Cornell, un lugar en el que no es fácil entrar, y jamás he dicho que seas una estúpida.

Mientras bajaba la mirada hacia él, a Dani se le ocurrió pensar que, en realidad, no le importaba que se hubiera presentado en el restaurante. Curioso. También advirtió que, en el fondo, disfrutaba discutiendo con él. Los dos eran rápidos e ingeniosos.

Pero Alex todavía no había contestado a su pregunta: ¿qué estaba haciendo allí?

– No, pero lo has insinuado.

Alex señaló la silla que tenía frente a él.

– Podrías sentarte conmigo.

– O podría no hacerlo.

Alex miró a su alrededor.

– Son más de las nueve. Ya no vais a servir más cenas. Come algo conmigo, así podremos conocernos mejor. Y hasta dejaré que seas tú la que elijas los temas de conversación.

Dani lo dudaba seriamente. Alex no había sido en absoluto amable con ella la última vez que habían estado juntos. Le miraba con sentimientos contradictorios. Por una parte, comprendía su necesidad de proteger a su familia, pero, por otra, odiaba que la considerara su enemiga. Aun así, sacó una silla y se sentó.

– Yo pediré la comida -le dijo.

– ¿Por qué será que no me sorprende?

– Y el vino.

– ¿Y después partirás la comida en pedacitos y me la meterás en la boca?

– Sólo si no sabes comer decentemente.

En ese momento, se acercó Eddie a la mesa.

– El señor Canfield y yo vamos a cenar juntos, Eddie -pidió la cena, eligiendo sus platos favoritos y una botella de Sangiovese para acompañarlos.

– Buena elección -le dijo Alex cuando Eddie se marchó-, aunque el vino es un poco caro.

– Merece la pena. Además, tú eres rico. Puedes permitírtelo.

Alex arqueó las cejas.

– ¿Estás dando por sentado que voy a pagar yo?

– Has sido tú el que me has invitado a cenar contigo.

– Pero tú trabajas aquí.

– Genial, así que lo que quieres es aprovecharte de que a mí me hacen descuento.

Alex asintió.

– Por supuesto -le tendió el cesto del pan-. ¿Te gusta trabajar aquí?

Al formular aquella pregunta, estaba dándole a entender que sabía que era un trabajo nuevo. Y a Dani no le sorprendió que lo supiera. El guardián del castillo debía de haber investigado todas y cada una de las facetas de su vida.

– Me gusta mucho. Tanto Bernie como su madre son geniales. Sé que todo el mundo dice que mamá Giuseppe es capaz de volver loco a cualquiera, pero yo la encuentro muy divertida. Los camareros y los cocineros la temen. Me gusta la comida que se prepara aquí, los empleados y los jefes. Espero durar mucho tiempo.

– ¿Por qué te dedicas al negocio de la restauración?

– La verdad es que nunca me he imaginado haciendo ninguna otra cosa. Crecí como una Buchanan. Podía decir que lo llevo en la sangre, pero no sería cierto. Es lo único que sé hacer. ¿Tú por qué estudiaste Derecho?

– Estaba buscando la mejor manera de ser un canalla despiadado. Sabía que estudiar derecho era la mejor manera de conseguirlo.

Dani le fulminó con la mirada.

– Yo he contestado en serio a tu pregunta.

– Tienes razón. El caso era que quería hacer las cosas bien. Estar en el lado bueno de la ley. Y para eso, necesitaba conocerla.

Aquella respuesta la sorprendió.

– ¿Te consideras a ti mismo un idealista?

– ¿Por qué no?

– Trabajas para una corporación y ahora mismo estás trabajando en una campaña electoral. ¿Dónde has dejado tu idealismo?

– Lo utilizo para demostrar que la democracia sigue viva y saludable.

– Y también la necesidad de reunir montones de dólares para poder sacar adelante una campaña.

– Creo que todavía estamos en condiciones de cambiar el mundo, ya sea a nivel individual o social.

Estaba hablando en serio, algo que Dani no esperaba.

– Estoy empezando a preocuparme. Lo último que quiero es que me caigas bien.

– Soy un hombre encantador.

– No conmigo.

– Contigo despliego un encanto más sutil.

En ese momento, apareció Eddie con la botella de vino. Después de que la abriera, Dani vaciló, como si no supiera si debía ser ella la que lo probara.

Alex la señaló con un gesto.

– Por favor, estás en tu casa.

Dani miró a Eddie y éste le sirvió un poco de vino. Dani lo hizo girar en la copa, aspiró su aroma y después lo probó.

– Gracias.

Eddie sirvió el vino y se marchó.

Alex probó su copa.

– Muy rico -dijo.

– Me encanta -le dijo Dani.

Le miró con atención. Tenía la sensación de que conocía el motivo de aquella visita. Lo que no sabía era si aquella repentina amabilidad significaba que era hija de Mark o no.

– Estás siendo muy amable, aunque me temo que de una forma un tanto retorcida -le dijo, decidiendo que no tenía ninguna razón para ser más sutil-. Ya han pasado dos días, así que supongo que tienes los resultados. Ahora mismo, estoy intentando decidir de qué manera encajan tu presencia aquí y tu intención de conocerme mejor con ese resultado.

El buen humor de Alex desapareció como por arte de magia.

– Las prueban demuestran que eres hija de Mark Canfield.

Dani dejó su copa sobre la mesa y se preparó para sentir una oleada intensa de emoción. Pero no sintió nada. Ni felicidad, ni euforia. No sentía nada.

– Muy bien -dijo lentamente, preguntándose en silencio si sus sentimientos serían de efectos retardados-. Me alegro de saberlo.

– ¿Vas a contárselo a la prensa?

A Dani no le sorprendió la rudeza de la pregunta. Aquél era el Alex que ella recordaba.

– ¿Tú qué crees? -le preguntó-. Supongo que has tenido tiempo más que suficiente para investigar mi pasado, entrevistar a mis amigos y pincharme el teléfono. ¿Crees que voy a contárselo a la prensa?

Era incapaz de interpretar la mirada de su interlocutor. Por su expresión, lo mismo podía estar pensando en su trabajo que en diferentes maneras de asesinarla.

¿De qué manera le habría afectado a él la noticia? Él era un hijo adoptado y ella una hija biológica. ¿Le molestaría o era tan insignificante para él que ni siquiera eso le producía ninguna emoción?

– Tienes dinero o, por lo menos acceso a él -dijo Alex por fin-, así que no es ésa la razón por la que has decidido acercarte al senador. Tampoco creo que estés buscando publicidad.

– A regañadientes, pero por lo menos lo estás reconociendo -musitó Dani mientras tomaba un pedazo de pan y le untaba mantequilla de ajo-. Estoy profundamente conmovida, Alex. Creo que incluso podría llorar.

– Tengo motivos para recelar. Entre muchos otros, el momento en el que has aparecido.

– Me puse en contacto con el senador, como tú le llamas, a los pocos días de enterarme de que podía ser mi padre.

– Si tú lo dices…

Dani suspiró.

– Me gustas más cuando no piensas lo peor de mí.

– ¿Sabes el efecto que podría tener un escándalo como éste en la campaña? -le preguntó Alex-. Podía destrozar todo el trabajo que hemos estado haciendo hasta ahora.

Dani inclinó la cabeza.

– Si estuviera buscando notoriedad, ¿no crees que habría elegido otro momento para dar la noticia? Sería mucho más escandaloso aparecer cuando mi padre hubiera sido elegido presidente.

– Un razonamiento interesante.

– Soy una persona interesante.

Alex se encogió de hombros.

– Eso parece.

Vaya, eso sí que no se lo esperaba. ¿Sería posible que, a pesar de todo, a Alex le gustara? Sin saber muy bien por qué, encontraba reconfortante aquella posibilidad.

Se inclinó hacia él.

– Admítelo. Es posible que te hayas equivocado conmigo y que en el fondo yo sea una buena persona.

– Es posible.

– Bastante probable.

– A lo mejor.

Alex negó con la cabeza y sonrió.

– No eres una persona fácil, ¿verdad?

– Nunca lo he sido -contestó Dani, pero no estaba realmente concentrada en su propia respuesta.

En cambio, estaba completamente absorta en el cambio que la sonrisa había operado en el rostro de Alex. Por un instante, le había parecido un hombre divertido e infinitamente sexy.

Su interés por él era cada vez mayor. El ambiente se cargó de pronto de expectación y una repentina oleada de calor interno le hizo estremecerse.

Reconocía los síntomas: se sentía atraída por un hombre. Algo que se había jurado no volver a hacer jamás. O, por lo menos, hasta que dejaran de atraerle los hombres que no debían.

Alex podía no ser un mentiroso o un tipo que acabara de consagrarse a Dios, pero era el hijo adoptado de su padre biológico y, además, estaba profundamente involucrado en la campaña electoral de un político. Tener cualquier tipo de relación con él sería una locura completamente ilógica.

Pero no tenía ninguna importancia. Alex no tenía ningún interés en ella. Probablemente ni siquiera se había fijado en que era una mujer. Sencillamente, para él era un problema.

De modo que Dani decidió comportarse sensatamente, ignorar lo que le decían sus hormonas, fingir que Alex era un tipo encantador, pero asexuado por lo que a ella se refería y disfrutar de una cena exquisita acompañada por un fiero centinela.


– Me cuesta pensar que de verdad creas una cosa así -dijo Alex cuando Eddie les retiró los platos.

– ¿Por qué no? -preguntó Dani. La diversión brillaba en sus ojos castaños-. Los ricos pueden permitírselo todo. Me parece que tendría mucho sentido que todos aquéllos que ganan más de quinientos mil dólares al año apoyaran a algún niño con problemas económicos.

Estaba diciendo tonterías, pensó Alex frustrado y divertido al mismo tiempo. Era una mujer rápida e inteligente, pero estaba decidida a sacarle de sus casillas.

– Voy a cambiar de tema. Estoy convencido de que no hablas en serio.

– ¿Y es obligatorio hablar en serio?

– Digamos que ayuda a la conversación.

– Eres demasiado estirado. Supongo que es por culpa de tu profesión. Deberíamos… -miró el reloj-. Vaya, por mi culpa mis empleados van a salir más tarde de lo normal. Eso no está nada bien.

Alex miró el reloj y vio que eran más de las once. ¿Cómo era posible? Él tenía la sensación de llevar allí una hora como mucho.

Dani se levantó.

– Siento echarte de esta manera, pero como no salgan ahora mismo los empleados del restaurante, me odiarán para siempre. La cena corre de mi cuenta.

Alex también se levantó.

– No, por supuesto que no.

– No insistas, Alex. Lo digo en serio. Estoy segura de que Bernie ni siquiera me dejará pagar, así que no te preocupes. Te agradezco mucho que te hayas pasado por aquí. Y ahora, vete.

– Siempre tan amable. ¿A qué hora te irás tú a casa?

– Dentro de unos quince minutos.

– En ese caso, esperaré.

Dani le miró con el ceño fruncido.

– ¿Por qué?

– Para acompañarte al coche. Es muy tarde. No deberías ir sola hasta tu coche.

Dani elevó los ojos al cielo.

– Lo hago todos los días y hasta ahora he conseguido sobrevivir. Te agradezco el ofrecimiento, pero sé arreglármelas sola.

Alex se encogió de hombros.

– De todas formas, pienso esperar.

Dani suspiró al oírle.

– Muy bien, como tú quieras. Puedes esperar al lado de la puerta.

– Vivo para servirte.

– Ojalá fuera cierto.

Alex aprovechó aquellos minutos para ver si tenía llamadas en el móvil. Tenía una de su madre.

Inmediatamente, la llamó a su línea privada, al teléfono de su estudio. Si se había acostado ya, no la molestaría. Pero su madre no tardó en contestar el teléfono.

– Te has quedado a trabajar hasta muy tarde -le dijo Alex.

– Y tú también.

– Acabo de terminar de cenar.

– Supongo que ha sido una de esas cenas de la campaña. Estás trabajando demasiado.

Alex vaciló un instante, pero al final decidió que era mejor no decirle con quién había cenado.

– Lo mismo podría decir de ti.

– En ese caso, los dos tenemos que cambiar de actitud. Me comentaste que a lo mejor pasabas por casa.

– No podría llegar hasta las doce.

– Estaré otra hora levantada por lo menos.

– En ese caso, me pasaré por allí.

Colgó el teléfono justo en el momento en el que Dani se dirigía hacia él con el bolso al hombro. Llevaba un traje de color rojo que realzaba sus curvas, pero la cubría completamente. Era una combinación que habría hecho enloquecer a cualquier hombre.

Alex había hecho todo lo posible por permanecer inmune a sus encantos, pero no podía evitar fijarse en ellos: en sus curvas, en aquellos ojos enormes y en su sonrisa.

– ¿Vas armado? -le preguntó Dani-. ¿Crees que vamos a tener que luchar para poder abrirnos paso hasta mi coche? ¿Y qué me dices de los francotiradores? Es posible que estén rodeando todo el perímetro del edificio. Aunque, por supuesto, con un hombre tan alto y tan fuerte como tú, no creo que tenga que preocuparme de nada.

Se estaba riendo de él. Debería haberle molestado, pero en cambio, se descubrió a sí mismo deseando inclinarse hacia ella para darle un beso.

¿Para darle un beso? ¿Cómo diablos se la había ocurrido aquella idea? Evidentemente, Dani era una mujer sexy y divertida, pero ¿y qué? No tenía ningún interés en ella. Aquella mujer era su enemiga o, por lo menos, un enorme problema. Sin embargo, una vez había aparecido aquella idea en su cabeza, le resultó imposible ignorarla.

– Nos arriesgaremos -contestó mientras abría la puerta.

– Oh, eres tan valiente… -canturreó Dani-. Voy hacia allí.

Señaló un coche y se dirigió hacia él. Alex la siguió y esperó mientras sacaba las llaves del bolso. Después, cuando Dani las hizo tintinear delante de su rostro, comenzó a retroceder.

O, por lo menos, ése era el plan. Pero en vez de alejarse, se descubrió a sí mismo acercándose a ella hasta que estuvieron muy, muy cerca.

– Eres un auténtico fastidio.

– Lo mismo digo.

– Deberías tenerme miedo.

Dani fingió un bostezo.

– Lo siento. ¿De qué estábamos hablando? No he oído nada de lo que has dicho.

Aquella mujer le estaba volviendo loco. Así que la besó. Posó la mano en su cuello, inclinó la cabeza y buscó su boca.

Dani se quedó completamente paralizada. Su respuesta no fue inmediata, sino que posó una mano en su pecho y suavizó los labios contra su boca.

El calor explotó entre ellos como si acabaran de lanzarles una bola de fuego.

El deseo durante tanto tiempo olvidado emergió para hacer que cada célula del cuerpo de Alex estuviera excitada y dispuesta para la acción. Fue un deseo tan inmediato como poderoso. De pronto, hasta el capó de su coche le parecía un lecho invitador.

Acarició con la lengua su labio inferior y ella abrió la boca para él. Alex hundió entonces la lengua, deseando excitarla hasta la desesperación, deseando que fuera capaz de igualar su deseo.

Posó la mano en su cintura y la atrajo hacia él. Dani pareció derretirse contra él mientras su cuerpo tocaba todos aquellos rincones de Alex que estaban en tensión.

Sabía a vino y a nata montada, y lo mejor de todo era que sus gemidos parecían responder a la urgente necesidad de Alex.

Fue el beso desesperado de dos amantes; un beso que le dejó estremecido, que le hizo experimentar una pasión como jamás había sentido. Y todo había ocurrido en menos de un minuto y con una mujer con la que jamás debería haber estado.

La realidad regresó en la forma de una risa masculina procedente de la parte de atrás del restaurante. Alex retrocedió al mismo tiempo que Dani se separaba bruscamente de él.

Se miraron fijamente bajo la luz de las farolas del aparcamiento. Dani parecía desconcertada, que era exactamente como se sentía él.

Dani tragó saliva.

– No puede ser bueno… que nos besemos… de esta manera.

Tenía la respiración entrecortada. Alex agradeció saber que no era el único que se encontraba en aquel estado de excitación.

– Estoy completamente de acuerdo.

Dani exhaló lentamente.

– Citar a Julia Roberts en Pretty woman. Gran error.

– Épico.

– Sí, épico.

Dani tenía los ojos oscurecidos por el deseo y la boca hinchada. Y Alex la deseaba otra vez. Quería tenerla desnuda entre sus brazos y besar su cuerpo entero. Quería oírle gritar y ver cómo se estremecía de placer.

Maldita fuera.

– Tú eres el hombre equivocado; yo no podría ser peor elección para ti. Bueno, soy consciente de que no suena muy bien lo que acabo de decir, pero ya sabes a lo que me refiero.

Alex asintió.

– De modo que como si nunca hubiera sucedido.

Dani soltó una risa estrangulada.

– Exacto. Como si fuera fácil olvidarlo.

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