A Alex se le ocurrían otras muchas cosas que hacer infinitamente más divertidas que ir de compras a Bell Square, pero la perspectiva de pasar la tarde con la que era su hermana favorita, aunque no lo admitiría delante de nadie, y con Dani, le había parecido irresistible. Y por lo menos le ayudaría a distraerse durante un rato y a olvidar que tenía que hablar con su padre sobre lo que había pasado en los juzgados, aunque todavía no estaba seguro de lo que le iba a decir.
Su corazón y sus entrañas le decían que se alejara de todo aquello. El mundo de la política no era para él, él no pertenecía a aquel mundo tan complejo. Pero era algo que le debía a Mark y, desde que era muy niño, desde el momento en el que Katherine le había adoptado, Alex había aprendido lo importante que era cumplir con las propias obligaciones. Por eso abandonar no era una opción. Si al final Mark salía elegido candidato y ganaba la presidencia, ya nada volvería a ser lo mismo.
Después de almorzar por órdenes estrictas de Dani para no quedarse sin fuerzas, se dirigieron a Nordstrom.
– El lugar perfecto para comprar unos zapatos -le informó Dani mientras agarraba a Bailey del brazo y comenzaba a marcar el camino-. Tienen una selección fabulosa y los empleados son extraordinariamente amables. Te encantarán.
Bailey sonrió de oreja a oreja.
– ¿Y podré comprármelos del color que quiera?
– Por supuesto -contestó Dani-. Estos zapatos son tu regalo de cumpleaños. Tienen que ser algo especial. ¿Te gustarían unos de color rojo o violeta? Cuando yo tenía tu edad, me moría por tener unos zapatos de gamuza de color rojo. Mi abuela decía que era un color muy chabacano, pero a mí me siguen gustando. De hecho, a lo mejor me compro unos ahora.
Alex, que caminaba detrás de las dos mujeres, se recreó por un instante en la imagen de Dani vestida únicamente con unos zapatos de tacón de color rojo.
Y la imagen tuvo un efecto inmediato.
Entraron en los grandes almacenes y se dirigieron a la zapatería.
Alex también solía comprar en Nordstrom, aunque normalmente iba a los almacenes que tenían en el centro de la ciudad. Se dirigía a la sección de caballeros, les pedía el color que quería, se probaba el traje y en menos de treinta minutos estaba fuera. Si necesitaba corbatas o camisas, Frank, el hombre que habitualmente le atendía, siempre tenía hecha una selección previa. Para Alex, ir a comprar ropa era tan interesante como ir a comprar comida. Al fin y al cabo, la cuestión era comprar lo que se necesitaba y marcharse, ¿no?
Pero las mujeres vivían en su propio mundo, se recordó, un mundo con diferentes expectativas y costumbres.
– Mira a tu alrededor -le aconsejó Dani a Bailey-. Yo también tengo que ir a mirar un par de cosas.
Y se alejó a uno de los mostradores situados en una esquina. Alex le sonrió a su hermana.
– ¿Te estás divirtiendo?
Bailey asintió, pero no sonrió. En cambio, apretó los labios y dejó escapar un trémulo suspiro.
– ¿Estás enfadado conmigo? -preguntó en un tono que indicaba que le aterraba oír la respuesta.
– No -contestó Alex-, ¿por qué iba a estar enfadado contigo?
– Porque… Porque hablé con un hombre y tú le pegaste y te metí en problemas.
– Cariño, no -Alex se acercó a ella y la abrazó-. Bailey, eso no tuvo nada que ver contigo. Tú no hiciste nada malo. Te quiero.
Bailey le miró con los ojos llenos de lágrimas.
– ¿Estás seguro?
– Te lo prometo.
Bailey no había sido el problema en ningún momento y Alex odiaba que su hermana hubiera pasado tanto tiempo preocupada por ello.
– Te quiero -le dijo a su hermana.
Bailey sonrió.
– Yo también. Pero tú no eres mi hermano favorito.
El inicio de aquel juego habitual en la familia le indicó a Alex que su hermana ya estaba bien.
– Claro que sí. ¿Quién va a ser tu hermano favorito si no?
– Ian.
– De ningún modo.
– Claro que sí.
– Estás completamente loca.
Bailey sonrió.
– El loco eres tú.
– Sí, claro, el loco soy yo.
Le pasó el brazo por los hombros. Alex quería a todos sus hermanos con locura, pero Bailey ocupaba un lugar especial en su corazón. No sabía por qué, pero le gustaba aquella necesidad de tener que cuidar de ella.
De pronto, aquel gesto de abrazar a Bailey en medio de unos grandes almacenes y esa necesidad de protegerla, le hicieron evocar un momento parecido. ¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? ¿Dos, tres años?
Todavía estaba casado con Fiona y habían salido los tres de compras. Bailey había tropezado y se había hecho daño en el brazo. Había comenzado a llorar de dolor y Alex había corrido a abrazarla. Fiona acababa de ofrecerle un pañuelo de papel cuando una anciana se había detenido a su lado.
– Tiene usted una hija encantadora -le había dicho la desconocida-. Tiene un pelo idéntico al suyo.
– No es hija mía -había replicado Fiona al instante, casi en un tono defensivo-. Es la hermana adoptada de mi marido.
Tiempo después, Alex se había preguntado por qué había tenido Fiona aquella necesidad de marcar las distancias con Bailey. ¿Tendría miedo de que alguien pensara que tenía alguna imperfección?
Había sido un detalle sin importancia, pero Alex no había conseguido olvidarlo. Encontrarla haciendo el amor con otro hombre encima de la mesa podía haber sido la gota que había puesto fin a su matrimonio, pero no había sido la única razón por la que la había dejado.
Dani volvió con unos cuantos zapatos.
– ¿Qué te parecen éstos? -le preguntó-. Pero antes de que digas nada, piensa que hay muchos más. Ésta es una decisión importante que no puedes tomar a la ligera -miró a Alex-. Y no quiero protestas del sector masculino.
– Sí, señora.
– Estupendo. Bailey, vamos a necesitar ayuda. -Señaló a los dos hombres que estaban detrás del mostrador-. Este es Eric y éste es Cameron. Y ahora mismo, son tus esclavos.
Bailey se tapó la boca con la mano para disimular una risa y se escondió detrás de Alex. Dani la agarró de la mano y tiró de ella para llevarla hasta unos asientos de cuero.
– Siéntate -le dijo Dani con firmeza-. Hoy eres tú la princesa, jovencita. Estamos aquí para hacerte feliz.
Bailey continuaba riendo. Eric le guiñó el ojo y Cameron le dijo que tenía un pelo precioso. Alex se acercó entonces a Dani.
– ¿Esto ha sido cosa tuya? -le preguntó, señalando a los dos dependientes.
– Les he dicho que tenía que ser algo excepcional. Coquetearán un poco con ella, pero no te preocupes. Quiero que tu hermana se sienta especial.
– Te estás tomando muchas molestias por una chica a la que apenas conoces.
Dani alzó la mirada hacia él.
– La conozco todo lo que necesito. No soy una santa, Alex, no pienses cosas raras. En realidad, estoy haciendo esto de forma egoísta: lo hago porque me hace feliz.
– Sí, eso lo entiendo.
Y también entendía que Dani no consideraba que esa forma de actuar tuviera nada de extraordinario. Pero él sabía que sí. Sabía exactamente qué clase de persona se tomaría ese tipo de molestias y qué clase de persona jamás haría nada parecido.
Dani se sentó al lado de Bailey y se quitó los zapatos.
– Estoy pensando en algo llamativo -dijo cuando Eric, o quizá Cameron, le colocaron un par de zapatos de gamuza de color magenta a los pies.
– Yo también -dijo Bailey.
Inmediatamente, le pusieron delante un par idéntico.
Dani se puso los tacones y se levantó. Bailey intentó hacer lo mismo, se tambaleó y volvió a sentarse. Dani suspiró.
– Ya veo que nos queda mucho trabajo por hacer.
Eric y Cameron agarraron a Bailey cada uno de una mano y la ayudaron a enderezarse. Cuando recuperó el equilibrio, Dani se colocó enfrente de ella.
– El truco está en mantener el peso ligeramente hacia delante. Si tú se lo permites, esos tacones pueden acabar contigo. Pero tampoco te inclines demasiado, porque corres el peligro de terminar de bruces en el suelo, y eso tampoco queda muy bien.
Bailey comenzó a reír a carcajadas mientras Dani le hacía una demostración de cómo debía caminar con los tacones, que completó con algunos movimientos exagerados de caderas y algunas vueltas. Bailey la siguió, ligeramente temblorosa al principio. Al dar una de las vueltas, estuvo a punto de caerse, pero uno de esos tipos la agarró a tiempo y consiguió enderezarse.
– ¡Estoy andando! -gritó emocionada mientras caminaba por la zapatería-. ¡Mira, Alex! ¡Estoy andando con tacones!
Su hermanita estaba creciendo, pensó Alex mientras veía cómo iba ganando Bailey confianza con cada uno de sus pasos. Dani y ella volvieron a sentarse y se probaron otro par.
Dos horas después, habían tomado una decisión: tanto Bailey como Dani se compraron unos zapatos de gamuza violeta con unos tacones imposiblemente altos que, además, optaron por llevar puestos. Alex iba tras ellas con las bolsas de la tienda.
Dani le gustaba mucho, pensó Alex. En caso contrario, no se habría acostado con ella. Pero aquel día, había conocido una faceta diferente de ella. Un aspecto de su personalidad que le había impresionado de manera especial. Dani era mucho más que un rostro bonito; tenía un corazón extraordinariamente generoso. Era inteligente, atractiva y se preocupaba por los demás. Todo ello la convertía en una mujer sorprendente. En una mujer que Alex no pensaba dejar escapar.
– En realidad no deberíamos estar haciendo esto otra vez -dijo Dani mientras seguía a Alex a la cocina. Ella llevaba la pizza que habían comprado de camino hacia allí y él las cervezas-. Nos pueden pillar.
– Ya nos han pillado.
– Ya lo sé -no iba a tentar al destino diciendo que las cosas podían ponerse peor todavía. Sabía que era perfectamente posible y no tenía ninguna gana de demostrarlo-. Por eso sería interesante que no volvieran a pillarnos por segunda vez.
Alex dejó las cervezas sobre el mostrador de la cocina.
– ¿Estás preocupada? ¿Preferirías marcharte?
– No, estoy bien -le encantaba estar con él y la perspectiva de tener un nuevo encuentro en su cama era lo suficientemente tentadora como para hacerle caminar sobre brasas de carbón-. Has sobrevivido a las compras. Supongo que estarás orgulloso.
– Ha sido divertido. Me ha gustado mucho salir contigo y con Bailey.
Dani estaba segura de que Alex no le daba ninguna importancia a aquellas palabras, pero aun así, consiguieron conmoverla.
– Tu hermana es muy divertida. Espero que le gusten los zapatos que se ha comprado.
– ¿Tienes alguna duda?
Dani sonrió al recordar lo emocionada que estaba Bailey.
– Probablemente no. Esos tipos de la zapatería han sido magníficos. Voy a enviarle una carta a su jefe para explicarle lo que han hecho.
Algo brilló en los ojos de Alex.
– ¿Qué te pasa? -le preguntó Dani-. ¿Te molesta que les haya pedido que fueran especialmente amables con ella?
– ¿Por qué iba a molestarme una cosa así?
– No lo sé. Pero has pensado algo. Lo sé porque de pronto has cambiado de expresión.
– Pero es por algo completamente diferente. Por algo que debería dejar pasar.
Dani dejó la pizza en el mostrador y avanzó hacia él.
– ¿Quieres que hablemos de ello?
Alex se encogió de hombros.
– Sigo molesto con Mark. No me gusta que utilizara su influencia para hacer que me retiraran los cargos. Tengo que hablar con él, pero no sé qué decirle. No quiero dejar la campaña, sé que debo serle leal. Pero lo que hizo no estuvo bien.
– ¿Aunque te haya ayudado? -preguntó Dani, a pesar de que conocía de antemano la respuesta.
– Sí, aunque me haya ayudado.
Dani posó las manos en su pecho.
– A lo mejor, hacer algo mal por una buena causa no está mal de vez en cuando.
– ¿De verdad crees lo que estás diciendo?
Dani suspiró.
– No, pero suena bien -le miró a los ojos-. Y ya que estamos hablando de temas que nos resultan ligeramente incómodos, yo también tengo uno.
Alex cubrió sus manos.
– ¿Cuál es?
– Tu madre. Esta tarde le he oído hablando por teléfono con alguien. Estaban hablando de mí, de nosotros. Tu madre decía que estaba encantada con todo lo que estaba pasando, pero parecía… -Dani vaciló un instante. Después, decidió que no iba a decirle a Alex que su madre estaba llorando-, triste -se limitó a decir-. Le estoy haciendo mucho daño, ¿verdad?
– Mi madre está teniendo que enfrentarse a un montón de cosas, y tú eres una de ellas. Pero tú no has hecho nada malo. Lo único que has hecho es buscar a tu padre. El resto es completamente accidental.
Sin embargo, Dani tenía otra opinión al respecto.
– No quiero hacerle la vida más dura. Admiro todo lo que hace. No quiero sentirme responsable de que su vida cambie para mal.
– Y no lo eres.
Dani no estaba de acuerdo con él.
– Pero si ella hubiera podido tener hijos biológicos, ¿no crees que los habría tenido? Ahora yo me he convertido en el recuerdo constante de que no pudo tenerlos.
– De la misma forma que lo somos todos nosotros.
Pero Dani no lo tenía tan claro.
– No sé cuál es la respuesta -admitió-. A veces me entran ganas de desaparecer.
Alex tiró suavemente de ella.
– Huir no resolverá el problema.
– Pero puedo intentar ser menos visible.
– ¿De verdad es eso lo que quieres hacer?
– No -admitió Dani-. No quiero desaparecer. Pero me duele saber que está sufriendo por culpa mía. Todas las cuestiones familiares son muy complicadas.
– Y las nuestras de forma especial.
Dani se echó a reír.
– Desde luego, es un auténtico enredo. Si alguien se pusiera a escribir un guión para una película sobre nosotros, todos los productores le dirían que es poco realista.
– Pero algo de esto sí que es totalmente real -respondió Alex antes de inclinarse hacia ella.
Dani cerró los ojos, anticipando el roce delicado y firme de sus labios. El contacto fue tan cálido y dulce como recordaba. Dani alzó los brazos para rodearle con ellos el cuello y hacerle presionarse contra ella.
Estaba excitado. Excitado y deliciosamente sensual. Era todo lo que siempre había querido y era exactamente lo que necesitaba. Un hombre con sentido del deber y dispuesto a cuidar de lo que era suyo. Lo que no tenía muy claro era si en eso estaba incluida ella. Porque la verdad era que no le importaría mucho que la cuidara un poco.
Alex le mordisqueó el labio inferior con la lengua y, en aquel instante, desapareció de la mente de Dani cualquier forma de pensamiento coherente. Se entregó por completo a la sensualidad de las manos que recorrían su espalda; se rindió a las perversas caricias de su lengua mientras Alex deslizaba la lengua entre sus labios.
En el momento en el que Alex comenzó a desabrocharle los botones de la blusa, Dani se quitó los zapatos y se dedicó a desabrocharle la camisa. Chocaban el uno contra el otro y reían divertidos, pero continuaban trabajando. Después, Alex le quitó la falda. Y en el momento en el que cayó al suelo, soltó un juramento.
Dani bajó la mirada hacia las medias que se había puesto aquel día. En condiciones normales, habría sido un par bastante más normal, pero previendo que la posibilidad de que Alex y ella terminaran haciendo algo apasionado y salvaje, había optado por una lencería especialmente sexy.
Las bragas podrían haber pasado por un tanga e iban a juego con el sujetador de encaje.
– Me estás matando -musitó mientras la abrazaba y la agarraba por el trasero-. En serio, creo que estoy a punto de morir.
– No, no creo que vayas a morir, pero si lo prefieres, puedo dejarme los calcetines puestos.
Alex le acarició las curvas y descendió después hasta las medias. Cuando se enderezó, hundió la lengua entre sus senos, excitándola con aquel húmedo calor.
– Eres una fantasía que ni siquiera sabía que tenía -dijo antes de volver a besarla.
Dani se perdió en la pasión que comenzaba a arder entre ellos, pero aun así, no era capaz de olvidar aquellas palabras. ¿Ella era su fantasía? Jamás se había considerado a sí misma una mujer capaz de convertirse en la fantasía erótica de ningún hombre. Aun así, le gustaba tener derecho a soñar.
Alex la empujó suavemente para que se apartara con el fin de poder verla mejor. Dani obedeció, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia el dormitorio.
El dormitorio era tal como lo recordaba. Limpio, masculino, con muebles de gran tamaño y una chimenea tan grande que casi se podría vivir dentro de ella. Cuando pasaron por delante, Alex presionó el mando a distancia para que se encendiera, dándole a la habitación una acogedora iluminación.
Dani se tumbó en la cama y la palmeó para que Alex la imitara; éste sacó una caja de preservativos de la mesilla de noche, se tumbó al lado de Dani y comenzó a besarla.
Y fueron tan eróticos los movimientos de su lengua que Dani no se dio cuenta de que le estaba desabrochando el sujetador hasta que se lo quitó del todo. El aire frío acarició sus senos, haciéndole estremecerse. Alex hundió la cabeza y tomó uno de los pezones con la boca. Succionó delicadamente y continuó acariciando el húmedo botón con la lengua hasta que Dani se sintió húmeda y henchida.
Se aferró a él, deseándole con tal desesperación que apenas podía respirar. Quería sentirle dentro de ella, quería sentir su erección entre sus piernas, llenándola, abrasándola. Quería entregarse a Alex como no se había entregado nunca a ningún hombre. La necesidad de hacerlo era tan fuerte que la asustaba, pero no lo suficiente como para obligarle a interrumpir lo que estaba haciendo.
Dani alargó la mano hacia Alex y le quitó el cinturón; inmediatamente después, le bajó los pantalones hasta las caderas.
Alex terminó entonces de quitárselo. Los zapatos los había perdido en el trayecto al dormitorio de modo que sólo tuvo que deshacerse de los calcetines.
Su erección tensaba los bóxer. Dani alargó la mano hacia ella, pero antes de que hubiera podido acariciarla, Alex la agarró por la muñeca y giró de manera que Dani quedara encima de él.
– La última vez dijiste que estabas dispuesta a atarme a la cama -le dijo con una sonrisa-. ¿Qué te parece si te dejo llevar las riendas?
– Me encantaría.
– Estupendo.
Dani estaba ya arrodillándose sobre él. Pero en el momento en el que debería haber retrocedido para permitirle hundirse dentro de ella, Alex la urgió a avanzar lucia delante.
– Quiero que te deslices hacia delante -le dijo.
– ¿Por qué?
– Ya lo verás.
Dani hizo lo que le pedía y fue deslizándose lentamente hacia delante. Alex se movió hasta colocar los hombros entre las piernas de Dani. Después, deslizó las manos por sus muslos. Dani estaba a punto de protestar, de decir que se sentía demasiado expuesta en aquella postura cuando Alex le dijo:
– Agárrate.
Dani se agarró a lo primero que encontró, el cabecero de la cama, y estuvo a punto de gritar cuando sintió la lengua de Alex entre los muslos.
Alex utilizó los dedos para abrirse camino entre sus pliegues, dejándole completamente expuesta a él. Después, comenzó a lamer y a succionar, pero permitiendo que fuera Dani la que marcara el ritmo con el movimiento de sus caderas.
Dani se aferró al cabecero de la cama buscando un punto de apoyo y comenzó a moverse alzándose cuando necesitaba menos presión y bajando cuando necesitaba más. A esas alturas, tenía sensibilizado cada centímetro de piel. El calor, el deseo y la presión aumentaban a una velocidad vertiginosa. Estaba a punto de llegar al orgasmo y, al mismo tiempo, desesperada por prolongar aquella sensación tan agradable.
Aceleró los ritmos de sus movimientos a medida que iba acercándose al clímax. Alex posó las manos en sus caderas, urgiéndole a acelerar. Dani jadeó y gritó cuando llegó el orgasmo. Se tensó y abrió las piernas todavía más, deseando que Alex tuviera acceso a todos los rincones de su cuerpo. Alex continuó acariciándola hasta hacerle estremecerse y después, retrocedió y continuó besándola, lamiéndola y acariciándola hasta que cedió por completo el orgasmo.
Dani continuó allí, arrodillada sobre el cabecero de la cama mientras intentaba recuperar la respiración. Alex se apartó. Dani oyó el sonido de un plástico al desgarrarse y después Alex regresó y le hizo volverse hacia él.
Dani se movió para dejar que se hundiera en ella. Alex la llenó por completo, haciendo que sus terminales nerviosas, ya de por sí sensibles, cantaran de excitación.
La pasión oscurecía la mirada de Alex y marcaba sus facciones. Asomó a las comisuras de sus labios una sonrisa. Apoyada en sus propios brazos, Dani comenzó a moverse hacia delante y hacia atrás. Y los dos gimieron.
Dani acababa de disfrutar de un orgasmo, pero mientras Alex se hundía y salía de ella, sintió cómo comenzaban a tensarse sus músculos otra vez. Alex alargó las manos para acariciarle los senos y en el instante en el que le rozó los pezones, el cuerpo entero de Dani pareció cerrarse alrededor de él.
Ella continuó moviéndose hasta que estuvieron los dos jadeantes y al límite y al final ya no fue capaz de contenerse. Se miraron a los ojos mientras los dos iban perdiéndose en su mutua liberación.
Dani canturreaba mientras subía en el ascensor al despacho de Walker. Había pasado la noche en casa de Alex y no había visto un solo periodista al salir. A lo mejor su vida personal había dejado de interesarle a la prensa, una posibilidad verdaderamente emocionante.
Pero pasar toda una noche haciendo el amor había sido todavía mejor. A Dani le encantaba dormir en la cama de Alex, sintiendo sus brazos a su alrededor. A su lado se sentía a salvo. Estar con Alex era algo a lo que podría llegar a acostumbrarse, pero continuaba habiendo miles de complicaciones en su relación.
Cuando llegó al despacho, esperaba encontrar allí también a Cal y a Reid, pero su hermano estaba solo.
– ¿Sólo estamos nosotros? -le preguntó cuando él se levantó para ir a abrazarla-. Si tengo que prepararme para ser informada de un nuevo secreto de la familia, me temo que no estoy preparada. Como me entere de algo nuevo, soy capaz de ponerme a gritar en medio de la noche.
– Todavía no son las dos de la tarde -dijo Gloria en el instante en el que Dani entró en la habitación-. Así que tendrás que esperar antes de empezar a gritar.
Dani tuvo la sensación de estar de pronto en un pliegue espacio-temporal. Su abuela llevaba un traje que Dani le había visto en otras ocasiones. Estaba perfecta con aquel traje en tono oro viejo que tanto le favorecía. Gloria parecía en aquel momento exactamente lo que era: una poderosa matriarca.
Por un instante, Dani se sintió como si hubiera retrocedido un año en el tiempo, como si hubiera regresado a aquella época en la que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para impresionar a Gloria; quería entonces convertir el Burger Heaven en el mejor establecimiento de su clase. Casi podía sentir el calor en la frente y la desesperación de estar golpeándose una y otra vez contra una pared que no era capaz de ver ni comprender, pero que tampoco podía romper.
– ¿Es algo malo? -dijo sin poder controlarse-. El motivo de la reunión, ¿es algo malo?
– No es nada malo en absoluto -respondió Gloria, señalando el sofá-. En realidad es una buena noticia. Siéntate. Walker y yo queremos hablar contigo sobre algo.
– Si vais a decirme que tampoco soy hija de mi madre, no sé si voy a ser capaz de soportarlo.
Gloria sonrió.
– Cuando quieres, puedes llegar a ser muy dramática. Creo que eso lo has sacado de mí -miró a Walker-. ¿Quieres decírselo tú o se lo digo yo?
– Creo que deberías decírselo tú.
Dani tenía el estómago tan revuelto que estaba a punto de vomitar.
– Queremos que dirijas el Buchanan's -anunció Gloria-. El director se va y necesitamos una persona brillante a cargo del establecimiento. Hemos estado hablando y tú nos pareces la opción más lógica, por no decir la mejor. Siempre te ha encantado ese restaurante, eres buena en tu trabajo y, además, eres parte de la familia. ¿Qué te parece?
Dani abrió la boca y después la cerró. Jamás se habría esperado nada parecido. ¿Dirigir ella el Buchanan's?
– ¿Nadie está enfermo? -preguntó.
– Estamos todos perfectamente. Di que sí.
¿Que dijera que sí? ¿Así de sencillo?
Aunque era cierto que el Buchanan era su restaurante favorito, aquella oferta era completamente inesperada.
– Acabo de empezar a trabajar para Bernie -dijo, más para sí que para ellos-. Y me encanta mi trabajo. Estoy aprendiendo mucho. No creo que fuera correcto irme tan pronto.
– Es una gran negociadora -le dijo Gloria a Walker-. Todavía no hemos empezado a hablar de dinero y ya voy a tener que aumentar mi oferta.
– No es cuestión de dinero -replicó Dani.
Aun así, no pudo dejar de preguntarse hasta dónde estaría dispuesta a llegar Gloria. ¿Cuánto pensaba su abuela que valía?
– Claro que es cuestión de dinero -dijo Gloria-. Tienes que intentar conseguir todo lo que puedas. Con Walker tienes que defender tu trabajo con uñas y dientes.
Dani se echó a reír a carcajadas.
– Eh, que ya conseguí sobrevivir a ti.
– Desde luego. Hiciste un trabajo estupendo en el Burger Heaven. Aunque probablemente nunca te lo dije, ¿verdad?
Para su más terrible humillación, Dani sintió que tenía los ojos llenos de lágrimas.
– No, no me lo dijiste.
– Lo siento mucho. Y por eso te lo estoy diciendo ahora. Hiciste un trabajo increíble y siempre estaré orgullosa de ti. Aunque el Bella Roma es un restaurante maravilloso, no es suficiente para ti. Además, el Buchanan's es un restaurante de la familia. Te necesitamos, Dani.
Dani miró a su hermano.
– Estás muy callado.
– Creo que la abuela está explicando mi postura de manera excelente. Supongo que, si yo te dijera eso mismo, no me creerías. Pero viniendo de Gloria, tiene que ser verdad.
– Una idea interesante.
– Tú eres la única candidata -continuó Cal-. Eres la única candidata que nos interesa para ese trabajo.
La tentación era fuerte, pero Dani tenía muchas cosas en las que pensar.
– Dadme unos cuantos días -les pidió mientras se levantaba-. Volveremos a hablar el viernes.
– Deberíamos hablar de dinero -insistió Gloria.
– Hablaremos de dinero si al final decido aceptar este trabajo. No te preocupes. Haré que me paguéis como si fuera la mejor para el puesto.
Gloria sonrió.
– Ésa es mi chica.
Dani imaginaba que las cosas no podían ir mejor. La noche había sido espectacular, la mañana deliciosamente relajante y de pronto tenía una nueva oferta de trabajo.
Dirigir el Buchanan's era tentador. Sinceramente, lo único que le impedía aceptar aquella oferta era que sólo llevaba unas cuantas semanas trabajando con Bernie y no le hacía ninguna gracia dejarle en la estacada. Por supuesto, si le daba la noticia con tiempo de antelación, la situación no sería tan grave…
Rió en voz alta al darse cuenta de que ya había tomado una decisión: quería trabajar en el Buchanan's. De alguna manera, sería como completar el círculo.
Se dirigió al Bella Roma y no se fijó en la mujer que había en la puerta hasta que prácticamente chocó con ella. Dani retrocedió precipitadamente y se la quedó mirando de hito en hito.
– ¿Fiona? ¿Qué estás haciendo aquí?
La pelirroja condujo a Dani hasta uno de los bancos que había en la puerta del restaurante.
– Tenemos que hablar.
A Dani no le gustó cómo sonaba eso.
– La verdad es que yo no creo que tengamos nada que decirnos. Además, tengo que marcharme. Entro a trabajar dentro de treinta segundos.
– Lo que tengo que decirte no me llevará mucho más tiempo. Es sobre Alex. Por lo que han publicado los periódicos, me temo que no está siendo sincero con ninguna de nosotras.
Dani se tensó instintivamente. Inmediatamente se dijo que no debía ser tonta. Fiona tenía motivos para intentar causarle problemas, pero era imposible que tuviera ninguna clase de relación con Alex. Absolutamente imposible. Alex no era la clase de hombre que jugaba con los demás. Más aún, él jamás perdonaría el engaño de Fiona.
– Conmigo está siendo muy sincero -respondió Dani con voz firme.
– ¿Ah, sí? ¿Entonces te ha dicho que continuamos viéndonos de vez en cuando? ¿Y que estuve en su casa hace un par de noches, y también la semana anterior?
Dani tomó aire. Tenía que mantener la calma. Fiona estaba mintiendo.
– Eso son tonterías.
Fiona inclinó entonces la cabeza.
– ¿No te encanta la chimenea del dormitorio? Es increíble cómo se enciende con el mando a distancia. Y crea un ambiente tan romántico. ¿Y habéis usado ya el jacuzzi? Porque conmigo ya lo ha utilizado.
Dani sintió que se le helaba la sangre en las venas.
– Estás mintiendo.
Fiona la miró entonces con expresión compasiva.
– La verdad es que estoy intentando salvarte ahora que todavía estás a tiempo. Mi problema es que no puedo dejar de quererle, por muy mal que se porte conmigo. Pero tú todavía tienes alguna posibilidad de salvarte, o, por lo menos, eso espero -abrió el bolso que llevaba en la mano y le tendió una ecografía-. Mira, estoy embarazada de doce semanas. Todavía no se puede identificar lo que es, pero todo está progresando sin ninguna clase de problema.
Dani se quedó mirando la fotografía sin poder dar crédito a lo que estaba viendo. Era poco más que una mancha sobre el papel, pero tras haber visto las ecografías del embarazo de Penny, la reconoció perfectamente.
– Estás embarazada -dijo casi sin aliento.
– De Alex -Fiona se alisó la parte delantera de la camisa, mostrando su vientre ligeramente abultado-. Estamos en proceso de reconciliación. Sé que tendré que convivir con otras mujeres, pero ése parece ser el destino de las esposas de los Canfield. Ellas aman a sus hombres sean ellos como sean. Mira todo lo que ha tenido que sufrir Katherine con Mark.
Se refería al hecho de conocer la existencia de la madre de Dani. Pero eso no era nada comparado con la noticia que Fiona acababa de darle. Dani le devolvió la fotografía y se levantó.
– Tengo que ir a trabajar -farfulló.
Apenas era capaz de articular palabra. No podía pensar, no podía concentrarse. Nada de aquello era real. No podía serlo.
Pero, por supuesto, tanto con Hugh como con Ryan había tenido aquella misma sensación de irrealidad.
Ella creía que Alex era diferente, que no era como los otros hombres con los que se había cruzado a lo largo de su vida. Había confiado en él, le había entregado su corazón. Pero había vuelto a equivocarse: Alex había demostrado ser un mentiroso sin escrúpulos como todos los demás.