Dani estaba sentada en una mesa apartada del Daily Grind, esperando a Alex. No podía evitar acordarse de sus encuentros con Gary, de cómo se habían conocido en un Daily Grind diferente y de lo desastrosamente que había terminado todo. Todavía se sentía un poco culpable por haber puesto fin a su relación cuando había descubierto que acababa de dejar el sacerdocio. Quizá una mujer con más corazón que ella habría luchado para que su relación saliera adelante. Pero ella sólo había sido capaz de pensar que aquél era un mensaje muy claro de que Dios quería que dejara de salir con Gary.
Todo lo cual no tenía absolutamente nada que ver con Alex, pero sí con el nudo de anticipación que sentía en el estómago. Estaba deseando verle otra vez. Llevaba esperando aquel encuentro desde que Alex la había llamado y le había preguntado que si podía tomarse un café con él. Y esos sentimientos representaban un serio problema.
Una relación entre ellos sería un desastre de dimensiones descomunales y ella lo sabía todo sobre relaciones que terminaban de manera desastrosa. Pero se habían besado y ella se estremecía cada vez que pensaba en él. Tal como se estaban desarrollando las cosas, lo único que necesitaba era un iceberg y un barco llamado Titanic para completar el día.
Bebió un sorbo de café e intentó no reaccionar cuando vio entrar a Alex en la tienda. Alex miró a su alrededor, la vio y le sonrió. Inmediatamente, todo el cuerpo de Dani se puso en alerta. Sintió cómo se ruborizaba y comenzó a necesitar moverse como una adolescente nerviosa; síntoma todo ello de que tenía un serio problema.
Después de pedirse un exprés doble, Alex se acercó a la mesa.
– Gracias por haber accedido a quedar conmigo -dijo mientras se sentaba.
– De nada, ¿qué ha pasado?
– Te has convertido en el tema de todas las reuniones de esta mañana y creemos haber encontrado ya una solución a nuestro problema.
El problema era ella.
– ¿Y crees que me gustará?
– No. Hemos pensado que Katherine y tú deberíais aparecer juntas en un acto benéfico. En algo importante, espectacular, un acto en el que haya mucha prensa. Si aparecéis presentando un frente unido, todo el atractivo y el morbo de la historia desaparecerá.
Dani se le quedó mirando fijamente. Tuviera o no unos ojos preciosos, tenía que estar completamente loco. Sintió de pronto un pánico casi insuperable.
– ¿Quieres que aparezca en público con tu madre? ¿En un acto benéfico? ¿Como un almuerzo de grandes damas o algo parecido?
– Sí, las dos hablaréis y será…
Dani alzó las manos pidiendo tiempo.
– No digas nada más. Yo no hablo en público. No lo he hecho jamás en mi vida. Siento haber causado problemas y haber perjudicado a tu padre, y me gustaría poder hacer algo para enmendar las cosas, ¿pero no bastaría con que ayudara a ensobrar o algo parecido?
– No, Dani, no puedes decir que no. Esto es importante. Eres la hija del senador. Este tipo de cosas son las que se tienen que hacer por la familia.
No había un ápice de calidez en su mirada. Era como si hubiera vuelto a convertirse en el dragón y ella fuera una sierva despreciable que acabara de interponerse en su camino.
Dani quería protestar, decir que en realidad no era familia de Mark, que entre ellos sólo había una relación estrictamente biológica.
– No puedo. Jamás en mi vida he hablado en público. Y se me haría muy raro estar con tu madre en esas circunstancias.
Por no decir que sería terriblemente embarazoso. Katherine le gustaba. No quería hacer nada que pudiera ponerle en evidencia.
– Dani, esto no es una opción -replicó Alex en un tono casi de impaciencia-. Es lo mejor que podemos hacer. Ya hemos hablado con mi madre y ella está dispuesta a seguir adelante con esto. Para ella es mucho más duro que para ti. Tú eres la hija desconocida del senador. Katherine es sólo la esposa. ¿Eres consciente de lo que ha supuesto tu aparición para ella? Hace dos semanas era una mujer respetada y admirada por haber adoptado a un puñado de niños con dificultades a los que ha sabido cuidar y querer como si fueran propios. Ahora mucha gente especula, dice que no podía tener hijos y que lo único que hizo fue intentar hacer de la necesidad virtud.
Dani comprendía lo que le estaba diciendo, pero no le gustaba que le hablaran en ese tono.
– No soy una niña caprichosa -replicó-. No necesito que me recuerden cuáles son mis responsabilidades. Respeto a Katherine y siento que todo esto sea un inconveniente para ella. Pero te estás olvidando de algo muy importante. Yo no he pedido nada de esto y tampoco he sido yo la que ha filtrado esa información a la prensa.
– Dani…
– Todavía no he terminado -le interrumpió-. Te presentas aquí para decirme que tengo que participar en un acto benéfico y hablar delante de sólo Dios sabe cuánta gente. Después, como no salto de alegría ante tu sugerencia, me tratas como si fuera una adolescente que le ha quitado el coche a su padre sin permiso. No soy la mala de la película, Alex. Dame un poco de tiempo para ir asimilando todo esto, ¿de acuerdo?
Se preparó para la virulencia de su respuesta y se quedó estupefacta al ver que Alex se limitaba a reclinarse en la silla y a decir:
– Tienes razón, lo siento.
Dani parpadeó varias veces.
– ¿Perdón?
– Lo siento. Te lo he dicho todo sin darte tiempo a pensar en ello. Debería haber dejado que fueras acostumbrándote a la idea.
Vaya, aquello era algo completamente inesperado. Y muy humano por parte de Alex.
– Sí, deberías haberme dado tiempo. Probablemente termine diciendo que sí, pero necesito tiempo para hacerme a la idea y espacio para gritar de rabia por todo esto.
– Me parece justo.
La tensión parecía haberse disipado. Dani le miró en silencio.
– Katherine tiene suerte de tenerte de su lado. Eres muy leal.
– Le debo todo.
– Ésa es una frase muy radical.
– Pero es verdad.
Alex se interrumpió. No estaba muy seguro de qué debería decir a continuación. Intrigada, Dani se inclinó hacia delante.
– ¿Por qué a Katherine? -le preguntó-. ¿Por qué no a Mark?
– Porque fue ella la que me salvó -tomó aire-. Yo crecí en las calles de Seattle. Mi madre era drogadicta y sólo Dios sabe cuántas cosas más. Recurría a cualquier cosa para conseguir comida y droga. Me recuerdo siempre en la calle, pasando frío, mojado y asustado. Vivíamos en edificios abandonados en invierno y en la calle en verano. Cuando ella tenía que dedicarse a sus negocios… -esbozó una mueca-. Todavía recuerdo cómo lo decía, «mamá tiene que dedicarse a sus cosas», yo tenía que esconderme. Ésa era la norma. Tenía que estar quieto y callado.
Dani deseó ser capaz de reprimir lo que sentía. No quería demostrar hasta qué punto estaba horrorizada. ¿Alex había empezado su vida en las calles? ¿Cómo era posible?
– Uno de esos tipos se puso furioso en una ocasión, no sé por qué. Comenzó a pegarle. Yo salí de mi escondite para intentar protegerla y él me dio tal golpe que me desmayé. Cuando recuperé la conciencia, descubrí que le había pegado hasta la muerte. No sé si pretendía matarla o fue un accidente, pero el caso es que la mató.
Tenía la mirada fija en sus ojos, pero parecía estar en otra parte, como si hubiera regresado de pronto a aquel pasado que Dani ni siquiera era capaz de imaginar.
– Me quedé junto a ella hasta que llegó la policía. No sé cuánto tiempo pasó. ¿Un día? ¿Dos? No consiguieron encontrar a ningún familiar. Yo no sabía de dónde era mi madre, así que inmediatamente me llevaron a un centro de acogida -la miró-. Nunca había vivido en una casa, ni sabía lo que era tener acceso a un verdadero cuarto de baño. No sabía leer ni ducharme solo. Era como un animal al que de pronto encerraban en una jaula. Las cosas no me fueron demasiado bien.
– Alex -susurró Dani sin saber qué decir.
Tenía frente a ella un hombre sofisticado, educado, encantador y divertido. ¿Cómo era posible que hubiera sido un niño abandonado?
– Estuve dando tumbos de un hogar de acogida a otro durante dos años y medio y terminé en un centro para niños. Un día, llegó una mujer guapísima y me leyó un cuento. Había algo en su aspecto que me hacía sentirme seguro. No sabré nunca por qué, pero ella se empeñó en convertirse en mi madre de acogida ese mismo día. Una semana después, me fui a vivir con ella y con Mark.
– ¿Era Katherine?
Alex asintió.
– Pasaba todo el tiempo posible conmigo. Me enseñó a leer y a vivir en una casa. Me dejó dormir en el suelo hasta que estuve preparado para hacerlo en una cama. Una noche, llegó cuando yo estaba soñando con mi madre y estuvo abrazándome mientras yo lloraba y gritaba asustado, esperando que viniera ese tipo terrible a matarme.
A Dani se le revolvió el estómago. Ningún niño debería pasar por una experiencia como aquélla. Jamás. El corazón se le desgarraba al pensar en todo lo que había sufrido Alex.
– Me encontró en marzo. En septiembre me matriculé en el colegio. Iba muy retrasado en todo, pero Katherine me ayudó a ponerme al día. Al año siguiente, la adopción fue definitiva. Katherine se convirtió en mi madre, en mi familia. He salido adelante gracias a ella. Estoy aquí por ella.
Dani tragó saliva.
– No sé qué decir.
– Todo eso forma parte del pasado. Ya está todo superado. No habría podido salvar a mi madre. Era sólo un niño. Pero ahora estoy en condiciones de proteger a mi familia y pienso hacerlo. Tenga que luchar contra quien sea.
Y Dani le creía.
– Katherine es una mujer maravillosa, de eso ya me he dado cuenta. No sé qué decirte sobre tu pasado, excepto que has salido increíblemente bien. La verdad es que tanto tú como tu madre sois asombrosos. Ya te he dicho antes que iré a ese acto benéfico y pienso hacerlo.
– No estoy intentando impresionarte. Sólo quiero explicarte la posición en la que me encuentro, por qué para mí es tan importante mi familia. Es muy poca la gente que está al tanto de mi pasado.
Lo decía como si no estuviera seguro de por qué se lo había contado a ella.
– No le diré nada a nadie -musitó.
A lo mejor a ella se lo había contado para impresionarla. O quizá solamente para explicarle su lealtad a Katherine. A lo mejor no pretendía impresionarla en absoluto.
Pero ya era demasiado tarde. Porque lo había conseguido. Jamás como entonces había estado tan intrigada por aquel hombre que había comenzado sin nada y había llegado hasta tan lejos. Aquel proceso hablaba de una fortaleza de carácter que no podía menos que admirar.
Otra razón para añadir a la lista de motivos por los que enamorarse de Alex Canfield. Y como siguiera añadiendo más, iba a correr el serio peligro de perder el corazón.
Esa misma semana, Dani regresó al cuartel general de la campaña para comer con su padre. En aquella ocasión, ya no esperaba una conversación a solas con Mark y fue mucho mejor para ella no haberse hecho ninguna expectativa porque terminó comiendo con todo el comité de campaña.
Estuvo con todas las personas que habían acudido a la primera reunión, pero, desgraciadamente, Alex no apareció, lo que supuso para ella una más que seria decepción.
– En las encuestas estás teniendo buenos resultados -le comentó John a Dani.
Dani le miró sin comprender.
– ¿Aparezco yo en las encuestas?
John asintió.
– Hemos puesto un par de preguntas en la encuesta y hemos cruzado los datos. Al principio, comenzamos a perder votos, pero en cuanto el senador concedió una entrevista, empezaron a mejorar las cifras.
Dani se sentía completamente al margen de todo lo que estaba ocurriendo allí. Miró a Mark.
– ¿Te hicieron una entrevista? ¿Te estuvieron preguntando por la aparición de tu hija?
Mark sonrió.
– Me pareció la mejor manera de manejar las cosas. Heidi, consíguele a Dani una copia de la entrevista -se volvió hacia Dani-. Podrás verla en casa.
– Claro.
De hecho, aquello podía convertirse en una nueva afición: conocer a su padre a través de los vídeos.
– El senador dio la imagen de un hombre sincero -dijo otro de los tipos trajeados que estaban en la reunión-. Es algo que los votantes aprecian.
Dani se preguntó entonces si habría alguna diferencia entre dar la imagen de hombre sincero y serlo de verdad.
– Le dijo al entrevistador que él habría querido retrasar el momento de dar la noticia porque quería disponer de más tiempo para conocer a su hija, pero que un periodista había engañado a Bailey para conseguir que hablara de ti. El periodista ha aparecido como un ser mezquino y Alex como un auténtico héroe. Y ahora, todo el mundo adora al senador.
– Las encuestas empezaron a subir justo después de la entrevista -añadió John con una sonrisa-, por suerte para nosotros.
– Sí, ha sido una gran noticia.
Dani no sabía qué pensar. Por una parte, lamentaba que su aparición hubiera causado tantos problemas. Pero por otra, se sentía un poco utilizada. Como si su situación estuviera siendo explotada a favor de una campaña electoral, algo que seguramente no era justo. Las campañas a la presidencia no se ganaban mostrándose retraído. Aún así, todo aquello le resultaba sobrecogedor. Eran demasiadas las cosas que le habían pasado últimamente.
– Estábamos pensando en que podríamos hacerte una entrevista.
Dani acababa de agarrar un sándwich. En cuanto oyó aquellas palabras, lo dejó de nuevo en el plato y se quedó mirando de hito en hito a aquel hombre cuyo nombre desconocía.
– ¿Perdón?
– Una entrevista. En People, quizá. Eres exactamente la clase de historia que les apasiona.
El hombre continuó hablando, pero Dani ya no le estaba escuchando. ¿Una entrevista para People? Toda la sangre pareció subírsele a la cabeza. O quizá se le fue de la cabeza. En cualquier caso, comenzó a marearse y el corazón a latirle violentamente.
– No quiero hacer ninguna entrevista -susurró.
Acudir a un acto benéfico con Katherine era una cosa, pero tendrían que pasar por encima de su cadáver para que le concediera una entrevista a People.
Mark la miró a los ojos y sonrió.
– Respira, Dani. No quiero que te caigas desmayada encima del sándwich.
– ¿Qué? -Dani tomó aire. Y sintió que se le despejaba la cabeza.
Mark se volvió hacia uno de esos tipos trajeados.
– Dejaremos lo de la entrevista de momento.
– Pero…
Mark negó con la cabeza.
– Nada de entrevistas. Es preferible dejar a Dani fuera de todo esto.
– Muy bien -contestó el tipo mientras garabateaba unas notas en su libreta.
La reunión continuó. Dani mordisqueaba el sándwich con desgana. Se sentía incapaz de entender a Mark. Tan pronto se mostraba distante y político como le decía que no hacía falta que se expusiera en una entrevista a nivel nacional. No alcanzaba a comprender quién era el verdadero Mark Canfield.
Unos minutos después, se dio por terminada la reunión. Mark le hizo un gesto para que se quedara cuando todos los demás salieron.
– ¿Cómo estás llevando todo este asunto? Katherine dice que tiene que estar siendo muy difícil para ti.
La puerta se abrió en aquel momento y entró Alex en la sala de reuniones.
– ¿Interrumpo? -preguntó.
Dani le miró fijamente. Sabía que había ocurrido algo malo, podía sentirlo.
– No -contestó Mark-. ¿Qué ha pasado?
– Ya se ha hecho oficial. El periodista va a presentar cargos contra mí.
Dani se levantó indignada.
– Pero eso es absurdo. ¿Cómo es posible que a un hombre que hizo lo que hizo ese periodista con tu hermana no le pase nada y tú, que, al fin y al cabo, lo único que has hecho es defenderla, seas el malo de la película?
– Te agradezco tu apoyo -dijo Alex-, pero le di un puñetazo. No es algo de lo que me guste presumir.
Mark alzó una mano.
– No te preocupes. Y tampoco tú. Esto no tiene que ver con lo que le pasó a Alex, sino con la campaña. Es una maniobra de distracción, pero conseguiremos salir de este lío.
Dani podía no ser una experta en política, pero no estaba segura de que aquellos cargos tuvieran nada que ver con la campaña. Y tampoco estaba segura de que a Alex le hiciera mucha gracia que algo que podría acabar con su carrera profesional fuera considerado una maniobra de distracción.
– Ya me encargaré yo de arreglarlo -dijo Alex.
– Tenemos que hablar -dijo Mark-. Afortunadamente, tenemos acceso a los mejores asesores legales -miró el reloj-. Ahora mismo tengo otra reunión -le sonrió a Dani-. Así es mi vida, siempre de reunión en reunión. Gracias por haber venido. Me alegro de que hayamos podido pasar algún tiempo juntos.
– Sí, claro -contestó Dani, pensando que pasar cuarenta segundos a solas con su padre no era seguramente la mejor manera de afianzar su relación.
– Alex, acompaña a Dani a la salida, ¿quieres?
– Claro.
Dani esperó a que Mark estuviera fuera para volverse hacia Alex.
– Creo que soy perfectamente capaz de encontrar el camino hasta mi coche. Además, es de día, de modo que no creo que me vaya a pasar nada.
– No me importa.
– Oh, ahora sí que me voy a enamorar de ti. Qué dulce y seductor. «No me importa». Sí, definitivamente, son las palabras que toda mujer está deseando oír.
Alex sonrió.
– ¿Te he dicho ya que no me pareces una mujer fácil?
– Sí, y gracias por el cumplido.
Alex posó la mano en su espalda.
– Vamos. Luchemos contra esos francotiradores e intentemos llegar hasta tu coche.
El contacto cálido de su mano en la espalda le hizo desear acercarse a él. Prácticamente habían salido ya del edificio cuando Heidi llamó a Alex.
– El senador te necesita en la reunión.
Alex miró a Dani.
– ¿Crees que podrás arreglártelas sola?
– Llevo una buena armadura.
– Estupendo.
Le tomó la mano y se la apretó ligeramente. Hubo algo en sus ojos que le hizo pensar a Dani en estar desnuda junto a él. Algo que debía de ser tan placentero como peligroso. Casi inmediatamente, desapareció Alex de su lado.
Pero la diversión continuó. Al llegar al aparcamiento, estuvo a punto de tropezar con Fiona, la bella. Aquella mujer alta, perfectamente vestida, la miró con el ceño ligeramente fruncido.
– ¿Dani? -le preguntó-. Porque eres Dani, ¿verdad?
– Sí. Hola. Acabo de comer con el senador.
– Estupendo. Me parece muy bien que estéis intentando conoceros. La familia es algo fundamental y me alegro mucho de que formes parte de la mía.
Dani se la quedó mirando fijamente. ¿Parte de su familia? ¿Fiona también formaba parte de la familia Canfield? Pero si Alex y ella estaban divorciados…
– Yo creía que ya no estabas casada con Alex -dijo con cautela.
Fiona negó con la cabeza,
– Sí, lo sé, hemos pasado un mal momento. ¿Tú has estado casada? Porque si es así, sabrás cómo son estas cosas. Éramos muy jóvenes e imprudentes, pero estábamos enamorados. Desesperadamente enamorados. Ahora estamos empezando a pasar algún tiempo juntos otra vez. Albergo grandes esperanzas -alzó la mano derecha y cruzó los dedos-. Y Alex también.
– Me parece genial -dijo Dani, sintiendo un nudo en el estómago.
Seguramente Fiona estaba intentando engañarle. Le parecía imposible que Alex estuviera besándola como la besaba y, al mismo tiempo, saliendo con su ex esposa.
Quería pensar lo mejor de él, pero la verdad era que no podía decir que conociera de verdad a aquel hombre.
– Y no es sólo Alex -continuó diciendo Fiona-. Es toda la familia al completo. Katherine y yo somos como hermanas. Me encanta trabajar con ella porque estamos intentando hacer algo para cambiar el mundo. Además, yo nunca le he causado problemas a la familia. Porque te aseguro que a los Canfield no les gusta esta clase de notoriedad, por si acaso tienes alguna duda al respecto.
– No tengo ninguna duda -replicó Dani mientras se colocaba el bolso en el hombro.
– No me odies -le dijo Fiona-. Sólo estoy haciendo de mensajera. Supongo que tienes que saber que a todo el mundo le afectaría mucho que fueras tú el motivo por el que Mark no saliera elegido.
Y, sin más, le sonrió y se dirigió hacia las oficinas.
Dani permaneció donde estaba, incapaz de dar un paso y agradeciendo no haber almorzado demasiado. Porque eso significaba que tendría menos que vomitar más tarde.
Cuando oyó el teléfono móvil, Dani pensó en la posibilidad de ignorarlo. No necesitaba más problemas en un mismo día. Pero cuando miró el teléfono y vio un número que no reconoció, la curiosidad se impuso a la aprensión.
– ¿Diga?
– ¿Dani? Soy Katherine, ¿cómo estás?
Katherine era la única persona a la que Dani estaba intentando evitar últimamente y, sin embargo, se alegró de oír su voz.
– Estoy bien, gracias. ¿Cómo están los niños?
– Muy bien, y, en realidad, son ellos la razón por la que te llamo. Ya saben que eres su hermana y la pobre Bailey está muy afectada por todo lo que ha pasado. Cuando pienso en ese periodista, me entran ganas de meterlo en el microondas y conectarlo a la máxima potencia. Pero no te llamo por eso. Creo que sería estupendo que pudieras conocer mejor a los niños.
Dani no sabía qué contestar a eso.
– Me… me encantaría.
– Perfecto. ¿Podrías venir a cenar una de estas noches? Consultaré mi agenda y te llamaré. Creo que Mark me comentó que tú trabajabas.
– Sí, soy ayudante de dirección en el restaurante Bella Roma. Me encargo sobre todo de coordinar los almuerzos, pero también trabajo un par de noches a la semana.
– Muy bien, déjame ver algunas fechas y seguro que encontramos un momento para que vengas.
– Gracias, Katherine. Estás siendo muy amable conmigo y no sabes lo mucho que te lo agradezco.
– Ahora formas parte de la familia, Dani. No podría tratarte de otro modo. Adiós.
Dani colgó el teléfono y salió del coche. Todo estaba ocurriendo tan rápidamente… Se sentía como si estuviera viviendo dentro de un torbellino emocional.
Esperó un momento, intentando relajarse, con la mirada fija en el restaurante que tenía enfrente de ella.
Buchanan's era el asador que formaba parte del emporio de restaurantes de la familia. Tenía ya más años que la propia Dani y ella siempre había soñado con dirigir aquel establecimiento. Le gustaba todo de allí, incluyendo las puertas de madera y cristal que daban la bienvenida a los clientes, invitándoles a disfrutar de toda una experiencia gastronómica.
Miró el reloj y vio que había llegado exactamente a la hora en la que había quedado con sus hermanos.
El interior era moderno y acogedor. Había cubículos separados y todo estaba decorado en madera. El olor, una combinación de cuero, carne asada y buen vino, era un perfume intenso. La luz de la tarde todavía se filtraba por las ventanas, pero todas las velas de las mesas estaban encendidas.
Dani guardaba en su casa una libreta llena de ideas para ese restaurante. Propuestas para mejorar el servicio, los menus y la lista de vinos. Incluso había estado trabajando con unas cuantas recetas y le había pedido a Penny que probara a elaborarlas.
Todos ellos sueños estúpidos, se dijo a sí misma. Ella ya no era una verdadera Buchanan y aquel restaurante jamás sería suyo. Aunque en realidad era la única que parecía pensar de esa manera. Por lo que a sus hermanos concernía, nada había cambiado.
Vio a sus hermanos sentados en uno de los cubículos más apartados. Cuando la vieron acercarse, se levantaron para abrazarla. Cal la retuvo unos instantes entre sus brazos antes de darle un beso en la cabeza.
– ¿Cómo va todo? -le preguntó.
– Bien, muy bien.
Su hermano la miró a los ojos.
– ¿Necesitas algo?
Dani sabía que él estaría dispuesto a proporcionarle cualquier cosa que pudiera necesitar. Todos sus hermanos lo harían. Como los tres se habían encargado de repetirle hasta el infinito, aunque fuera hija de un padre diferente, podía contar con ellos. Gracias a Dios.
– Estoy bien -les dijo-. Pero creo que no habíamos quedado para hablar de mí, sino de las lucecitas y las flores de la boda de Walker.
Walker le tendió una botella de vino y una copa.
– Yo no tengo ganas de hablar de lucecitas de colores ni de flores. Eso es cosa de Elissa.
Dani se sirvió una copa y miró a Reid.
– He oído decir que te vas a fugar con tu novia y a casarte en secreto, ¿eso es cierto?
Reid estuvo a punto de atragantarse.
– ¿Quién te ha dicho eso?
– Lori.
Cal y Walker se inclinaron hacia delante.
– ¿Cuándo pensabas contárnoslo?
– No hay nada que contar. Todavía no hemos hecho ningún plan.
Dani suspiró pesadamente.
– Me encanta haberme enterado antes que nadie. Creo que es la primera vez en mi vida que me pasa. Éste es un momento digno de recordar.
– Eres una niña malcriada -gruñó Reid.
– Exacto. En cualquier caso, procura no fugarte antes de la boda de Walker. Eso distraería a todo el mundo y no sería justo para Elissa.
– Ya lo sé -replicó Reid-. Precisamente por eso estamos esperando.
Estuvieron hablando de los detalles de la boda hasta que Walker dijo que ya no podía soportarlo más. Cal se volvió entonces hacia Dani.
– Bueno, ahora tendrás que hablar de ti. Has salido en los periódicos, ¿cómo estás llevando todo eso?
– Fatal, lo odio. Yo soy una persona normal, y la gente normal no sale en las portadas de los periódicos. ¿Sabéis que la gente que se encarga de la campaña ha hecho preguntas en las encuestas para saber el efecto que ha tenido mi aparición en la campaña?
– ¿Pero te está mereciendo la pena? -preguntó Cal-. ¿Estás satisfecha de tu relación con Mark?
Dani se encogió de hombros.
– No sé qué decirte. Me alegro mucho de haber conocido a mi padre, por supuesto. Pero nada está siendo como me imaginaba. Mark no es… Bueno, es diferente.
– ¿Diferente a qué? -quiso saber Walker.
– Yo pensaba que se establecería entre nosotros una auténtica conexión. Mark me gusta, me cae bien, pero no le conozco, y tengo la sensación de que nunca voy a llegar a conocerle. Supongo que me había creado unas expectativas muy poco realistas. La culpa la tiene la televisión. He visto demasiadas series. A lo mejor vería las cosas de otra manera si nos pusieran una banda sonora cuando estamos juntos.
– Estas cosas llevan su tiempo -dijo Reid-. Sólo hace unas cuantas semanas que os conocéis.
Dani le miró a los ojos.
– Vaya, Reid, se me hace muy raro verte tan sensible.
– Así soy yo, hermanita. Un tipo realmente especial.
Cal estuvo a punto de atragantarse y Walker emitió un sonido burlón. Dani miró sonriente a sus hermanos. Por lo menos podía contar con ellos. De esa parte de su vida estaba completamente segura.
– Hace un rato alguien me ha comentado algo sobre la campaña. Me ha dicho que por mi culpa Mark podría perderla.
– Eso es absurdo -respondió Cal-. La capacidad de Mark para gobernar no tiene nada que ver con el hecho de que tenga una hija de la que hasta hace poco desconocía su existencia.
– Pero no sé si todo el mundo estaría de acuerdo contigo. No sería el primer candidato a la presidencia que ha tenido que olvidarse de hacer carrera como político por culpa de un escándalo.
– Tú no eres ningún escándalo.
– Todavía no. Pero si llegara a convertirme en escándalo… -Dani odiaba que Fiona le hubiera metido aquella idea en la cabeza, pero no era capaz de deshacerse de ella.
– Olvídate de todo eso -le dijo Walker-. Tú preocúpate solamente de lo que puedes controlar.
– Que, en lo que se refiere a Mark, es exactamente nada -tomó aire-. Hoy me ha llamado Katherine, su esposa. Me ha invitado a ir a verlos para ir conociendo mejor a la familia. Yo tengo ganas de ir, los niños me cayeron muy bien y Katherine es una mujer que me gusta. Podría haber dedicado su vida a disfrutar de su posición privilegiada, pero, en cambio, lo que ha hecho ha sido adoptar a un montón de niños con problemas y a quererlos como si fueran suyos. Para hacer una cosa así se necesita un valor que no mucha gente tiene.
Reid le pasó el brazo por los hombros.
– Tú también eres una persona con grandes cualidades. En este momento no se me ocurre ninguna, pero estoy seguro de que las tienes.
Dani le dio un puñetazo en el brazo.
– Vaya, gracias por hacerme sentir tan especial.
– Lo eres -respondió Cal.
Walker asintió con la cabeza y alzó su copa mirando hacia ella. Reid le imitó.
Dani sintió la tensión en el pecho, pero era un dolor agradable. Se sentía de pronto como si su corazón estuviera de pronto a punto de explotar de emoción.