Hope revisó los archivos de Magnolia Heights. Según el informe final, los beneficios no habían sido muy altos para Palmer, pero debería haberlo compensado el haber hecho una buena labor social.
Aunque ella no había visto el informe de la empresa de fontanería Stockwell, suponía que ellos habían tomado la misma decisión.
Luego decidió ponerse guapa para ir a trabajar. Así que escogió un traje de color escarlata y, después de vestirse, salió de su apartamento.
Ya en Palmer, fue a ver a Slidell, que se había teñido el pelo de amarillo y se había dejado una especie de cresta.
– En el ordenador que me habéis prestado, puedo acceder al correo de Benton.
– Creía que nunca te ibas a dar cuenta.
– Pero, ¿por qué? ¿Por qué yo?
– Porque pensé que quizá abrieras algún mensaje y te dieras cuenta de que algo estaba pasando -contestó él-. La gente cree que solo nos fijamos en los bytes y en la memoria RAM, pero en realidad conocemos los secretos de todo el mundo. Aunque mantengamos la boca cerrada.
– Hasta ahora.
– Seguimos manteniéndola cerrada.
– Quieres que hable con Benton.
– Sé que tomarás la decisión acertada.
Hope se sintió emocionada.
– No sé por qué confías tanto en mí, pero me siento honrada -dijo ella-. Vives en Magnolia Heights, ¿verdad?
– No, es mi madre quien vive allí. Y sé que estuviste viendo las casas.
Ella asintió.
– Y viste en qué estado se encuentran, ¿verdad?
Hope volvió a asentir.
– Así que había algún fallo en las cañerías, ¿no?
– Pregúntaselo al señor Quayle -contestó Slidell.
Minutos después, asomó la cabeza en el despacho de su jefe.
– Benton, ¿puedo hablar contigo un momento?
– Claro -dijo él claramente disgustado-. Vas muy festiva, ¿no?
– Pero no me siento nada festiva. Aunque supongo que tú tampoco lo estás, ¿verdad?
– Bueno, todas las empresas pasan por dificultades -contestó él-. Pero lo superaremos.
– Benton, creo que había algún fallo en la cañería 12867. También creo que tú lo sabes y que también está al corriente al menos una persona de Stockwell. Y si no me equivoco, Cap Waldstrum se enteró y os está haciendo chantaje.
Hope vio cómo el rostro de Benton se ponía tenso. Sus ojos reflejaban miedo y confusión. Parecía un animal atrapado.
– Así que eras tú quien tenía acceso a mi correo. ¡Tú! La última persona de la que habría sospechado.
– Fue un accidente, pero cuando supe lo que estaba sucediendo, no pude dejarlo pasar -lo miró fijamente-. Tú no quieres que continúe, ¿verdad?
En ese momento, Benton se derrumbó.
– Fueron las juntas -confesó-. Por algún motivo, hubo un fallo en las juntas. Después de fabricar la primera serie y probarlas, nos dimos cuenta del fallo, pero ya era tarde.
– Porque, dado el bajo presupuesto, no podíamos permitirnos tirarlas y volver a empezar, claro.
– El bajo presupuesto y el compromiso que teníamos con Stockwell para mandárselas en una fecha determinada.
– A los de Stockwell les dijiste la verdad, ¿no es cierto?
– Sí, hablé con una persona y le conté lo de las juntas. Entre los dos decidimos que no podía ser tan grave. Pensamos, además, que como las defectuosas habían sido repartidas al azar dentro de la instalación, nunca se descubriría que era responsabilidad nuestra.
– Pero Cap lo descubrió.
El rostro de Benton se ensombreció.
– Sí, y decidió utilizarlo para chantajearnos.
– Pero si no parecía que necesitara el dinero… -murmuró Hope, recordando el estilo de vida que llevaba Cap.
– Al parecer estaba arruinado. Estaba completamente endeudado y no se atrevía a contárselo a Muffy.
– ¿Cuánto te ha pedido?
La suma la dejó impresionada.
– Pero no puedes dejar que te haga algo así.
– Yo soy el responsable ante los accionistas -aseguró Benton-. Tú, sin embargo, tienes la oportunidad de salvarte. Si no dices nada, conseguirás la vicepresidencia, Hope.
– ¿Y qué pasará con los inquilinos de Magnolia Heights?
– ¿Qué crees, que a mí no me afecta? Pero no puedo traicionar a Palmer.
Ella no quería juzgar a Benton. El había hecho lo que creía mejor. ¿Por qué no había sido entonces tan generosa con Sam? Bueno, porque aquello era distinto. Al fin y al cabo, no estaba pensando en pasar el resto de su vida junto a Benton.
– Entonces presentaré mi dimisión -dijo ella-. Te la haré llegar al mediodía.
Él asintió.
Después de salir del despacho de Benton, se acordó de que le quedaba por hacer una cosa. Llamar a su amiga Sandi para decirle que finalmente no podría ir a la reunión de aquella noche.
Sam se sentía muy mal después de lo que había pasado la noche anterior con Hope. No sabía si ella podría perdonarlo algún día. Y eso que finalmente había hecho lo que debía, a pesar de que aquello implicaría empezar de nuevo.
Había ido a ver a Cap, pero no para hacer el trato que le había dicho a Hope que haría. No le había costado mucho trabajo sacarle la verdad. Seguidamente, lo había obligado a prometerle que cambiaría de trabajo, a cambio de no contar nada en Brinkley Meyers. Cap tendría que contarle la verdad a Muffy, ya que el cambio supondría bajar el nivel de vida que llevaban. Incluso, tal vez, tener que vender la casa de ambos.
Sam miró el reloj. La reunión de socios era a las seis, así que tenía que darse prisa si quería hablar antes con Phil.
– Es una noticia terrible -dijo este-. Terrible. Pero yo debo proteger la reputación de la empresa a toda costa.
– Lo sé -contestó Sam-. Y por eso te ahorraré algunos detalles que os obligarían a tomar decisiones más embarazosas. La empresa en sí no es la culpable.
Sam pensó que no hacía falta contarle a Phil lo de Cap. Le recordó durante unos segundos y pensó en Muffy. Por un momento, casi tuvo celos. Su camino, en solitario, le iba a resultar mucho más difícil.
– …hay que hacerlo de modo que la imagen de la empresa quede lo más limpia posible -repetía Phil preocupado.
– Sí, esa será tu tarea. La mía es otra muy diferente.
– Pero Sam, piensa en tu posición en la empresa, en tu futuro…
– Mi futuro no creo que le importe mucho a los inquilinos de Magnolia Heights.
– En eso tienes razón -Phil dio un suspiro y miró a Sam fijamente a los ojos-. Charlene se va a poner muy triste. Pero haz lo que creas que debes hacer. Yo te apoyaré hasta donde pueda.
– Gracias, Phil. En primer lugar, voy a dimitir. Lo que tenga que hacer, debo hacerlo por mi cuenta.
– Temía que ibas a decir eso. Pues ya eres el segundo que dimite hoy. Cap también va a dejarnos. Me dijo que había sentido una especie de llamada y que quería hacer el bien al prójimo. ¿Qué os pasa? Debe de ser el espíritu navideño -bromeó.
– Nunca se conoce del todo a las personas, ¿no crees? -contestó Sam, levantándose para marcharse.
– A algunas no.
Algo en la voz de Phil le hizo darse la vuelta para mirarlo por última vez. Phil sonreía. No era una sonrisa triste, sino de admiración.
Eran casi las seis cuando volvió a su despacho y llamó a Hope.
No la encontró en el despacho y en su casa había dejado un mensaje, diciendo que estaría fuera hasta el domingo después de Navidad. Podía llamar a todas las personas de Chicago que se apellidaran Summer hasta encontrarla. También podía irse a casa, alquilar un coche hasta el aeropuerto y aparecer también él en Chicago.
Pero en lugar de ello se quedó sentado en su despacho, demasiado triste para decidir nada.
Maggie y Hank Summer se alegraron mucho de que Hope llegara el viernes en lugar del sábado, tal como les había dicho. Hope se acostó pronto aquel día y al día siguiente se levantó tarde. Una vez en pie, ayudó a su madre a preparar una hornada de galletas mientras recordaban el pasado y charlaban sobre el presente.
– Siempre fuiste la mayor de las tres -dijo en un momento dado Maggie-. Y todavía lo eres. Incluso creo que Faith y Charity están esperando que tú seas la primera en casarte, ya me entiendes.
Los ojos de Hope se abrieron mucho.
– Entonces te vas a quedar sin nietos, porque yo nunca… nunca…
– ¿Qué pasa, tesoro? -le preguntó Maggie, poniéndole una mano sobre el hombro y mirándola con cariño.
Hope se sentó en la silla que tenía al lado y se echó a llorar, sin fuerzas para hablar de ello.
El avión de Faith llegaba aquella tarde. Charity, que vivía en una casita de campo al norte de Chicago, fue a recogerla al aeropuerto. Así que llegaron juntas en medio de un torbellino de risas, abrazos, besos y regalos envueltos con brillantes colores. Lo primero que hicieron después de darle un beso a su hermana fue preguntarle por Sam.
– No salió bien -aseguró Hope con una sonrisa que había practicado en el espejo-. Aunque fue bonito mientras duró.
Ya por la noche, después de cenar, las tres se sentaron al lado del árbol de Navidad mientras se tomaban un café.
– En cuanto vuelva, me compraré un gato -comentó Hope después de dar un sorbo a su taza.
– ¿De qué tipo? -preguntó Charity con delicadeza.
Eran muy bromistas, pero no cuando veían que su hermana estaba triste.
– Todavía no lo he decidido, así que si queréis hacerme alguna sugerencia, será bienvenida -dijo Hope-. Me compré un libro pero lo que probablemente haré será ir a una casa de acogida de animales y llevarme el gato que me guste más.
– Eso será lo mejor -afirmó Faith-. Confía en tu intuición.
Estaban en la cocina y no se habían molestado en quitar la televisión. En ese momento, estaban dando las noticias, y Hope oyó de repente que decían algo de Magnolia Heights. Se levantó rápidamente y se acercó al aparato.
En la pantalla, se veía una escena caótica. Había policías, bomberos y periodistas intentando hacerse sitio en el césped de entrada del edificio. Césped que ya no era tal, sino una especie de gran charco.
– … un desastre a mayor escala -decía el reportero-. Magnolia Heights está envuelta en una batalla legal que dura ya varios meses por las goteras de las cañerías, que han arruinado el proyecto desde el comienzo. Lo que ha pasado esta noche probablemente conducirá a que se llegue a un acuerdo entre las partes implicadas. Partes que hasta ahora se han negado a cooperar. La rotura mayor ha ocurrido en el edificio B, que ha inundado…
Hope enseguida se acordó de la señora Hotchkiss y de su bebé. También pensó en la madre de Slidell, la señora Hchiridski…
De pronto, se dio cuenta de que su familia se había reunido detrás de ella.
– ¿No es este el proyecto…? -preguntó Charity.
– Sí. ¡Es Sam! -gritó sorprendida.
El rostro del hombre que llenaba la pantalla estaba serio. También tenía ojeras e iba sin afeitar.
– Señor Sharkey, ¿puedo hacerle unas preguntas? -le dijo un reportero.
– ¿Es ese Sam Sharkey? -Quiso saber Faith-. ¡Pero si es guap…!
– ¡Calla! -gritó Charity.
– Señor Sharkey, ¿es verdad que es usted el encargado de defender a Cañerías Palmer en los tribunales?
– No quiero hacer declaraciones.
– ¡Señor Sharkey! -El grito procedía de otro de los periodistas-. ¿Es cierto que ha dimitido?
– ¿Dimitido? ¡Oh, Sam! -exclamó Hope.
– Ya he dicho que no voy a hacer declaraciones -repitió Sam.
– ¿Tiene que ver su dimisión con las pruebas que se han encontrado…?
– ¡Tengo que volver enseguida! -exclamó Hope.
– Oh, tesoro, no puedes marcharte -le suplicó su madre-. Estamos en Navidad. Además, ¿qué puedes hacer tú?
– Mamá, ya sabes cómo es Hope con su trabajo -añadió Faith-. No puede evitar sentirse responsable de todo.
– No es por mi trabajo. Lo he dejado. Vuelvo para ayudar a Sam.
Salió corriendo de la cocina para llamar por teléfono.
– ¡Oh, Dios mío! -oyó exclamar a su hermana Charity.