– ¿Qué vas a ponerte?
Crysse, que no había parado de hablar durante una hora, llena de felicidad y llena de planes para la boda, se paró durante un momento. Estaba esperando la versión de Willow de lo que había ocurrido el sábado. Todos los detalles. Incluyendo cómo habían terminado juntos de nuevo. Y, si estaban juntos, por qué dormían en habitaciones separadas.
Su prima debería preguntarle eso a Mike. Había sido idea suya. Willow sospechaba que era una forma de decirle «cásate conmigo o duerme sola». Quizá esperaba que las cálidas noches tropicales la hicieran ponerse de rodillas.
Y ella ya estaba de rodillas. Ni boda, ni trabajo en el Globe.
Pero de ninguna forma pensaba aguarle la fiesta a Crysse. Ni arriesgarse a que le contara la verdad a Mike. Por eso evitaba el tema.
– ¿Te has comprado un vestido?
– Aún no. Quería esperar a que llegases. Me gustaría que fuéramos de compras mañana.
La feliz novia dejó que la distrajera, pero su mirada le decía que sería solo temporalmente.
– Estupendo. ¿Dónde ha dicho Sean que llevaba a Mike?
Los dos habían desaparecido en cuanto dejaron las maletas en la habitación.
– Habrán ido a alquilar un barco o algo así. Sean estaba loco por ir a pescar, pero a mí no me apetecía… -empezó a decir Crysse, mirando el reloj-. Pero seguro que ahora están en el bar, esperándonos.
– Qué bien. ¿Cuándo llegan la tía Grace y el tío Jack?
– El viernes… Mira, ahí es donde vamos a casarnos, en el cenador. ¿A que es precioso?
Unos segundos después, llegaban a la piscina, donde Sean y Mike las esperaban sentados en el bar.
– ¡Por fin! -exclamó Mike.
– ¿Todo preparado? -preguntó Crysse.
Sean le susurró algo al oído y su prima soltó una carcajada.
Willow se acercó a la balaustrada que daba al mar.
– ¿Cansada? -le preguntó Mike, acercándose.
– Un poco -contestó ella. Mucho, en realidad. Había intentado dormir en el avión, más para no tener que hablar con él sobre el trabajo en el Globe que por otra cosa. Pero el cansancio empezaba a hacer aparición.
– Come algo. Te ayudará a superar el cambio de horario.
– Ya.
– O quizá quieres estar sola.
– No… sí… Lo siento, Mike. Ha sido un día muy largo.
Él se inclinó para besarla en la frente.
– No te disculpes. Te despertaré al amanecer para ir a nadar.
– Eso suena bien.
Willow no se movió. No quería marcharse, quería estar con él. Pero no podía decirlo… Mike había elegido un mal momento para ponerse serio sobre las relaciones extra matrimoniales. Lo necesitaba tanto pero ¿cómo podía decirle que se casaría con él después de lo que había pasado?
– Seguramente, será la única oportunidad que tenga de ir a nadar. Crysse quiere que vaya con ella mañana a comprar el vestido.
– Muy bien.
– Y vosotros podéis ir a pescar.
– ¿A pescar?
– ¿No es lo que pensabais hacer mañana Sean y tú? Pero ten cuidado de no caerte por la borda.
– Lo intentaré -sonrió Mike, besándola de nuevo en la frente-. Buenas noches, cariño. ¿Has llamado a tu madre para decir que has llegado bien? Sigo teniendo tu móvil en la bolsa de viaje.
Los móviles habían tenido que pasar por el aparato de rayos X del aeropuerto y después, Mike los había guardado distraídamente en su bolsa.
– No hace falta -dijo Willow-. La llamé desde el teléfono de mi habitación nada más llegar.
Quizá era porque habían pasado varios días desde la última vez que durmió en una cama de verdad o quizá su mente se apiadó de ella y dejó de darle vueltas a todo, el caso es que Willow se quedó dormida en cuanto puso la cabeza sobre la almohada.
Se despertó al escuchar un golpe en la puerta, la luz del amanecer tiñendo el techo de color dorado.
– ¿Willow, estás despierta?
Willow no se movió, con los ojos cerrados, pensando en nadar con Mike, sus cuerpos rozándose, tocándose… preguntándose cómo podría soportarlo.
Si no contestaba, se marcharía. Quizá eso sería lo mejor.
Mike esperó un momento. Si Willow estaba dormida, no quería molestarla. Pero algo le decía que estaba despierta. Y triste. Que él había vuelto a estropearlo todo.
Hasta aquel momento, no había dudado de que ella lo amara. Aunque no había acudido a la iglesia, no había sido porque no lo quisiera. Pensó que mantener las distancias sería lo mejor, que una vez que viera a Crysse su entusiasmo por la boda volvería a aparecer.
Quizá se estaba engañando a sí mismo. El día anterior, en el avión, Willow había dejado claro con su actitud que no quería hablar del trabajo en el Globe. Quizá la idea de lo grande que iba a ser, del salto que iba a dar en su carrera, la había hecho pensar.
¿Estaría esperando hasta que Crysse y Sean estuvieran casados para decirle que no tenían futuro?
Mike se dio la vuelta. Quizá era el momento de que él pensara también. Que dejara de jugar y le dijera que ella era más importante que ninguna otra cosa en el mundo. Que quisiera lo que quisiera, a él le parecía bien.
Mientras siguiera queriéndolo.
– ¿De verdad no lo sabe?
Habían pasado toda la mañana arreglando los papeles para la boda. Sean lo había hecho unos días antes, de modo que sabía qué hacer.
– No. Y por favor, no se lo digas a Crysse. Estoy empezando a pensar que esto ha sido un error. Si sale mal, prefiero que Willow no sepa nada.
– ¿Y no crees que se dará cuenta cuando lleguen vuestros padres?
– Van a alojarse en otro hotel.
– He estado en fiestas sorpresa, pero una boda sorpresa es algo arriesgado. ¿Cuándo piensas decirle a la novia que va a ser una boda doble?
Mike había pensado que sería fácil una vez que estuvieran en Antillas. Pero empezaba a pensar que iba a necesitar algo más que unas palmeras y un sol brillante para conseguir su objetivo.
– Había pensado dejar que descansara un poco antes de sacar el tema.
– En otras palabras, que me meta en mis cosas.
Mike negó con la cabeza.
– Estás dejando a un lado parte de tus vacaciones para ayudarme con el papeleo… así que también es cosa tuya. Y en este momento, agradecería cualquier sugerencia.
– Yo tenía una playa a la luz de la luna y la seguridad de que Crysse iba a decir que sí.
– Qué suerte.
– Sí. Y espero que tú también la tengas. Ahora solo nos falta ir al mercado y comprar un par de peces enormes para convencer a las señoras de que hemos estado de pesca toda la mañana.
– ¿Y no podemos decirles que volvimos a tirarlos al agua?
Sean sonrió.
– A los pescadores les gusta presumir, Mike.
– Es posible que tengas razón -suspiró él. En ese momento, su móvil empezó a sonar-. Será mi padre para preguntarme qué vuelo deben tomar.
Mike apretó el botón antes de darse cuenta de que no era su móvil el que estaba sonando. Cuando se dio cuenta de que era el de Willow, escuchó una voz de hombre.
– ¿Willow?
– No, Jake. Soy Mike Armstrong. ¿Te importa decirme…?
– ¡Mike! Estupendo. Dile a Willow que todo está arreglado. He llevado a la tía Lucy a casa de unos amigos, así que no hay por qué asustarse.
– ¿Asustarse de qué?
– ¿No te lo ha contado?
– Hemos estado muy ocupados. ¿Por qué no me explicas de qué no hay que asustarse? ¿Y para qué llamas a Willow?
– ¿Vas a contarme qué pasó?
Había sido fácil entretener a Crysse mientras estaban de compras, pero con el traje de novia colgado en el armario y sentadas frente a la piscina, su prima no iba a darse por vencida.
Pero no pasaba nada.
Willow había tenido mucho tiempo para pensar qué iba a contarle. El relato hilarante del encuentro en la carretera duró casi una hora. Y después, que a los dos se les hubiera ocurrido esconderse en la residencia…
Su prima reía, pero no parecía muy convencida.
– Vale, esa es la versión para el público. Cuando tengas ganas de contarme qué ha pasado de verdad, dímelo. Siempre tendré dispuesto mi hombro para que llores en él -dijo Crysse-. ¡Ay! ¿Qué es eso?
Sean había aparecido por detrás, con un enorme pez en la mano.
– Un pez. Podemos cocinarlo para cenar.
– Ni lo sueñes.
– ¿Dónde está Mike? -preguntó Willow.
– Dándose una ducha. Y ahora que os he enseñado lo que hemos pescado, yo pienso hacer lo mismo.
– Muy bien. Pero la próxima vez compra el pescado en la tienda -sonrió Crysse.
– Me parece que yo también voy a darme una ducha -dijo Willow-. Y después me echaré un poco. Estoy cansada.
– Se lo diré a Mike. Aunque a lo mejor, no hace falta. Supongo que sabrá que estás intentando evitarlo.
– No estoy…
– Por favor, Willow. Hazte la tonta, pero conmigo no te vale -la interrumpió su prima, mirándola por encima de las gafas de sol.
Willow entró en su habitación y se apoyó en la puerta. Había subido corriendo para no encontrarse con Mike y estaba sin aliento. No quería enfrentarse con él. Todavía.
La habitación era fresca y las cortinas se movían con la brisa del mar. Willow frunció el ceño. Ella no había dejado la terraza abierta.
– Mike…
– Willow -respondió él, tumbado en la cama, con las manos detrás de la cabeza.
– ¿Cómo has entrado aquí?
– ¿Eso importa?
– No, supongo que no. Creí que estabas duchándote.
– Eso es lo que le dije a Sean. Quería comprobar si estaba siendo paranoico o de verdad me estabas evitando. Ahora lo sé. ¿Por qué no me lo contaste?
– ¿Contarte qué?
– Esta podría ser una conversación muy larga. O muy corta. ¿Podríamos intentar la versión corta, ya que hay tanto que decir?
– Mike…
– Te lo pondré fácil. Yo hago las preguntas y tú me das las respuestas. Háblame del trabajo en el Globe.
– Tú sabes…
– O quizá debería decir que no tienes trabajo. Que le dijiste a Toby Townsend lo que podía hacer con su precioso trabajo cuando te percataste de lo que tendrías que hacer.
Willow empalideció.
– ¿Con quién has hablado?
– Con Jake. Esta mañana, contesté una llamada de tu móvil por error… -iba a decir «desgraciadamente», pero lo pensó mejor. Bajo su punto de vista, había sido un error muy afortunado-. Quería decirte que la tía Lucy está fuera del pueblo.
– Menos mal.
– Y ahora viene la pregunta número dos -dijo Mike, saltando de la cama-. ¿Por qué no me lo habías contado? ¿Por qué no me habías dicho lo del Globe? ¿Lo de la tía Lucy? -preguntó, acercándose a ella. Willow dio un paso atrás y se chocó contra la pared.
Mike alargó la mano para acariciar su pelo, apartándolo de su cara, dejándola expuesta, vulnerable. Willow no podía esconderse.
– No podía.
– ¿Es que no has aprendido nada? Los secretos son corrosivos. Se comen una relación hasta que no queda nada.
Willow murmuró algo que Mike no entendió.
– ¿Qué has dicho?
– Que me daba vergüenza.
– ¿Vergüenza? ¿Y por qué te daba vergüenza?
– Estaba dispuesta a echarlo todo por la borda… -empezó a decir ella. Tenía las mejillas coloradas, pero el resto de su cara era de una palidez preocupante-. El hombre al que quiero, mi trabajo en un periódico estupendo, un periódico con corazón, y todo por un salto adelante en un periódico asqueroso que no vale nada…
– Willow, por favor…
– Tú me lo advertiste, pero yo creí que era más lista. Ahora sé que no -murmuró ella, secándose las lágrimas-. Mi orgullo ha hecho que me equivocara…
– No aceptar la propuesta del Globe es un gesto muy valiente, Willow. No esperaba menos de ti.
– ¿De verdad? ¿Y quién va a contratarme ahora? Quería irme del Chronicle porque no me parecía suficiente y ahora no sé si alguien va a tomarme en serio…
– Yo te tomo en serio -la interrumpió él-. Muy en serio. El puesto en el Chronicle sigue siendo tuyo.
– Nunca se debe volver atrás. Es un error. Además, Julie estaba deseando quedarse con mi puesto desde que anunciamos la boda.
– ¿Por qué? Tú no le dijiste a nadie que pensabas marcharte.
– Ella asumió que después de casarme no seguiría trabajando porque me quedaría embarazada inmediatamente.
– Ah, eso. Pues sería muy grosero por tu parte decepcionarla -sonrió Mike. Willow levantó los ojos, esperanzada. ¿Estaba diciendo lo que ella creía que estaba diciendo?-. Entonces, habrá que buscar otro sitio para ti.
– Sí, ¿pero dónde?
Era una crueldad tomarle el pelo, pensó Mike. Especialmente cuando había visto todo lo que necesitaba ver en esa mirada.
– Hay otro puesto vacante en el Chronicle. Y uno de los dos debería tener un trabajo serio, ¿no crees?
– ¿Qué puesto?
– Mi padre sigue buscando a alguien que ocupe su lugar.
Willow se puso rígida.
– ¡Tú no! ¡No puedes hacer eso, Mike! ¡Prométeme que no lo harás!
Él se puso la mano sobre el corazón.
– Tienes mi palabra. Pero entonces solo hay otra persona que pueda hacerlo.
– ¿Quién?
– Tú, cariño.
Willow lo miró, incrédula.
– Pero… yo no sé nada sobre cómo dirigir un periódico.
– Sí lo sabes. Y lo probaste ayer. Lo primero que hay que tener es corazón. Cualquier persona puede llevar la contabilidad y el resto son pequeños detalles. Mi padre estará encantado de quedarse hasta que los conozcas todos.
– ¿Has hablado con él?
– Hace una hora.
– ¿Y de verdad cree que yo…,? Pero, Mike, tu padre quería que el periódico siguiera siendo de la familia… No, ahora lo entiendo. Tu padre cree que así volveremos a estar juntos…
– Es posible -dijo Mike. Su padre, después de todo, era un romántico incurable-. Debería haber imaginado que tú te darías cuenta de la estrategia -añadió, tomando su cara entré las manos-. Mi padre quiere que sea un Armstrong quien dirija el periódico, alguien que se lo deje a la próxima generación. Si quieres el trabajo, cariño, me temo que tendrás que casarte conmigo.
Willow miró aquella cara tan querida y vio las arruguitas alrededor de sus ojos, el hoyito que se formaba en su mejilla cuando reía.
– Michael Armstrong, esta es la proposición de matrimonio más horrorosa que nadie ha hecho nunca.
– Desde luego que sí -sonrió él-. Pero me da igual. ¿Cuál es tu respuesta?
– No podría ponerse por escrito. ¿Por qué no empezamos otra vez?
– ¿Quieres casarte conmigo?
– Sí -contestó Willow-. Por favor.
– Qué niña tan educada. Tu madre se sentiría orgullosa de ti -rio Mike. Ella respondió con una palabra que haría que su madre se desmayase-. Vale. Ahora que está decidido, será mejor que vuelvas a ponerte esto -añadió, sacando el anillo del bolsillo de la camisa.
– Creo que deberías besarme antes de que me ponga a llorar.
– Pienso hacer mucho más que eso, cariño. Pero hay una cosa más que tenemos que solucionar. Sobre la boda.
– ¿No podríamos escaparnos?
– Eso ya lo hemos hecho. He pensado que el sábado podríamos celebrar una doble ceremonia.
– ¿El sábado? ¿Con Crysse y Sean? Pero…
– Tus padres y los míos llegarán mañana por la mañana. Tu madre traerá tu vestido. Sean y yo hemos pasado toda la mañana arreglando el papeleo.
Willow abrió la boca, pero no pudo decir nada.
– Tú… Lo hiciste antes de saber nada sobre el trabajo, ¿verdad?
– El optimismo es herencia familiar.
– Me encanta el optimismo. Y te quiero, Michael. Viviría contigo en una choza, comiendo pan y cebolla.
– Mejor no. Pero podemos vivir en mi casa durante un tiempo -sonrió él, besándola suavemente en los labios-. Hasta que la maternidad nos obligue a buscar un sitio más grande…
– ¿Maternidad?
– ¿Eso no te lo había dicho? No solo tendrás que dirigir el periódico, también tendrás que suministrar una nueva generación.
– Parece que voy a estar muy ocupada.
– Cuenta con ello. Pero no te preocupes. Yo estoy encantado con ayudar en esa parte del plan.
– Eso no suena mal. Pero cuando dices eso de buscar un sitio más grande…
– Cuando digo grande, me refiero a algo suficientemente grande. Para nosotros, la próxima generación, los juguetes, los peces de colores…
Aquella vez, cuando la besó, Mike dejó bien claro que el momento de hablar había terminado.
Willow y Mike y Crysse y Sean se colocaron bajo un cenador blanco cubierto de flores tropicales. Sin damas de honor y como invitados, solo sus padres y algunos clientes del hotel que decidieron ir a echar un vistazo.
Hubo muchos brindis y en cuanto pudieron escaparse, Mike llevó a Willow a dar un paseo por la playa, descalzos a la luz de la luna, sus pantalones de color crema subidos por encima de los tobillos, el vestido blanco de ella rozando la arena.
Cuando llegaron al muelle, Mike la llevó hasta un bote.
– ¿Nos vamos?
– ¿Dónde? -preguntó Willow, sorprendida.
Mike la besó suavemente en los labios antes de tomarla en brazos.
– Una boda doble está muy bien, cariño, pero no tengo intención de compartir mi luna de miel con nadie. He alquilado un chalé en la costa durante dos semanas.
– Pero…
– ¿Alguna objeción?
– No, es solo que… bueno, voy a necesitar algo más que el traje de novia…
– ¿Ah, sí? -sonrió él-. ¿Para qué?
Willow sacudió la cabeza, riendo cuando vio las maletas dentro del bote.
– Estás empezando a ser un maestro en esto de las escapadas.
– Estoy mejorando. Pero esta vez, el novio y la novia se escapan juntos.
Mike la estaba mirando a los ojos y ella tuvo que contener el aliento.
Willow levantó una mano y acarició la cara del hombre.
– Juntos es la palabra más bonita que conozco -murmuró, acercando su boca a la de su marido-. No creo que haya ninguna mejor.