– Está claro que el dinero desaparecido es nuestra principal preocupación -dijo Marsha desde su puesto en la cabecera de la mesa-. Esta mañana he recibido una llamada muy desagradable del gobernador y no es una experiencia que quiera repetir -suspiró-. No te culpo, Robert, es sólo que estoy frustrada.
– Yo también -dijo él-. Has contratado a un auditor y estará aquí la semana que viene. Mientras tanto, ya hemos empezado con nuestra propia investigación. Setecientos cincuenta mil dólares es mucho dinero como para que se pierda.
Charity oyó la preocupación en su voz y comprendió el motivo. Él era el tesorero y el dinero había desaparecido bajo su supervisión. Tenía que estar desesperado. Ella deseaba poder ayudar, pero su pericia en el tema se limitaba a una única clase que había dado en la universidad y que había aprobado por los pelos. Las Matemáticas no eran lo suyo.
La reunión de la mañana había empezado justo a tiempo, con varios temas que tratar en el orden del día. Charity disfrutó con el repaso de todo lo que sucedía en el mundo de Fool's Gold.
Por lo general, los temas se discutían en orden, pero durante la última media hora Pia había estado moviéndose en su silla, impacientada.
Marsha tomó unas notas en una libreta y miró a Pia.
– ¿Supongo que no estarás intentando decirme que necesitas ir al baño?
– No.
– Entonces, ¿por qué no nos cuentas la que, obviamente, debe de ser la noticia más emocionante de la historia?
Pia sonrió.
– Puedo esperar mi turno.
– Tal vez, pero entonces enfadarás tanto a una de las miembros del Ayuntamiento que acabará matándote. ¿Qué pasa, Pia?
Pia se aclaró la voz.
– ¿Recordáis que la carrera de bicis que perdió el sponsor y no tenía donde celebrarse? ¡Es nuestra! He hablado con los jefes del comité y están muy emocionados con la oportunidad de celebrar el evento en nuestra ciudad. La carrera de bicis es sólo un día, pero hay también un torneo de golf con famosos. Estamos hablando de tres, o tal vez cuatro, noches de alojamiento en la ciudad.
Se detuvo mientras los miembros del consejo se miraban unos a otros y murmuraban.
– Es impresionante -dijo Gladys-. ¿Cuatro noches? Estamos hablando de muchos ingresos.
– Va a ser una pesadilla logística -dijo Alice-. Necesitaré permisos y dinero para contratar empleados temporales que ayuden a controlar las masas.
– Dame una cantidad aproximada -le dijo Marsha-. Pia, ¿tienes preparado un informe completo?
– Me acabo de enterar esta mañana. Te lo daré mañana, aunque gran parte del trabajo preliminar ya está hecho. Celebramos el torneo de golf el año pasado, así que nos basaremos en esa planificación. Luego llamaré a Josh para tantear un poco cómo será la carrera.
Gladys entrecerró los ojos.
– ¿Es eso lo único que vas a tantear?
– No todo el mundo está enamorado de Josh -le dijo Pia a la mujer.
– Dime una mujer que no sienta nada por él.
La mayoría de las mujeres se rieron y Charity hizo todo lo que pudo por fingir que le hacía gracia el comentario sin llamar la atención.
Las imágenes de la noche anterior aún ardían en su memoria. No podía creer lo que había pasado, lo que había hecho. Ella nunca en su vida se había mostrado tan salvaje, tan desinhibida, y, sin duda, nunca había hecho el amor con un hombre al que apenas conocía.
Y aun así… no podía lamentarlo. No sólo porque la experiencia física había sido increíble, sino porque cuanto más tiempo pasaba con Josh, más le gustaba.
Ahora, mientras Pia entraba en más detalles de la carrera, Charity se preguntaba cómo se tomaría él la noticia. Seguro que se disgustaría. Se hablaría de su pasado y la prensa incluso querría entrevistarlo. Además, ver a todos esos ciclistas en la ciudad le recordaría todo lo que se había visto obligado a abandonar.
Si fuera otra persona, le sugeriría que se marchara de la ciudad ese fin de semana y evitara todo ese circo. Pero Josh no lo haría. Él se quedaría, se mostraría accesible y no dejaría que nadie viera cuánto estaba sufriendo por dentro.
– Hay más -dijo Pia con los ojos llenos de emoción-. Me he guardado lo mejor para el final.
– No estoy seguro de que pueda haber algo mejor -le dijo Marsha.
– Pues lo hay. Josh correrá en la carrera. Regresará al ciclismo aquí, ¡en Fool's Gold!
La conversación estalló. Todo el mundo hablaba con todo el mundo e incluso Alice parecía feliz con la noticia. Charity hizo lo que pudo por participar del momento, pero le resultaba difícil asimilar la información. ¿Josh iba a competir? ¿Cómo podría hacerlo?
Había oído el dolor en su voz cuando le había hablado del accidente y de su incapacidad de montar con nadie. ¿La carrera no implicaría un entrenamiento y una exposición? ¿No vería toda la ciudad lo que estaba haciendo?
Mientras se formulaba esas preguntas, se preguntaba si ésa era la cuestión. Si había decidido enfrentarse al problema de lleno y tenía éxito, sería un momento impresionante. Pero si fracasaba, el mundo lo sabría. No sabía si debería admirarlo por ello o decirle que pensara en ir a una terapia.
Marsha hizo una llamada al orden y se reanudó la reunión. Cuando terminó, Charity se aseguró de salir de la sala con Robert. Tenían un asunto a medias.
– Anoche lo pasé genial -dijo él mientras recorrían el pasillo-. ¿Qué vas a hacer este fin de semana?
Ella se estremeció por dentro y esperó a haber entrado en su despacho antes de hablar.
– Gracias por invitarme, tienes una casa preciosa. Sobre todo el jardín. Pero la cuestión es que, aunque me encantaría que fuéramos amigos, no nos veo teniendo una relación sentimental.
– No lo comprendo. Creía que anoche lo pasaste bien.
– Y lo pasé bien -fue una mentira piadosa.
– ¿Hay alguien más?
– No.
Eso no era una mentira. Sí, cierto, Josh y ella habían tenido una noche salvaje, pero eso no suponía una relación porque después de todo, no estaba enamorada de él.
– La primera vez que salimos, pensé que estaba preparada para tener una relación -dijo ella-. Pero no lo estoy. Estoy ocupada con el trabajo y con instalarme. Eres genial, Robert, y sé que encontrarás a alguien.
– En esta ciudad encontrar a alguien es muy fácil -dijo más confundido que enfadado-. Supongo que lo entiendo. Creía que eras especial, Charity, y por eso quería conocerte más.
– Te lo agradezco.
– ¿Estás segura?
– Lo estoy.
– De acuerdo.
Y se marchó. Ella volvió a su mesa aliviada por que no hubiera sido una situación tan desagradable y aprendiendo una lección: las relaciones amorosas con alguien del trabajo son difíciles por naturaleza y debería evitarlas.
«Josh no trabaja en el Ayuntamiento», le dijo una vocecita. Un punto interesante, pero no importante, se dijo. Josh era una fantasía y ella buscaba alguien real… Aunque… el modo en que se había sentido en sus brazos la noche anterior le había resultado de lo más real.
– Mi vida es una locura -dijo Pia dos días después sentada enfrente de Charity en el Fox and Hound-. Me encanta la idea de la carrera de bicis, pero será mucho trabajo. Puede que tenga que pedirte ayuda cuando se acerque la fecha.
– Claro, sin problema -le respondió Charity.
– Estoy formando un equipo y decidiendo qué pueden hacer los voluntarios. Crystal está emocionada, sobre todo con el hecho de que Josh regrese al ciclismo -sonrió-. Igual que todas nosotras, estuvo coladita por él antes de conocer a su marido.
– Parece ser una condición universal -dijo Charity esperando sonar neutral.
– Crystal es genial organizando, pero al estar enferma, no siempre puede estar disponible. Aun así haré lo que pueda -miró la carta-. Lo de Josh es la mejor parte porque nos dará mucha cobertura mediática. Jamás entendí por qué se retiró, estaba en lo más alto. Era increíble verlo.
«Hasta la carrera en la que murió Frank», pensó Charity, sabiendo que la pérdida había hundido a Josh y le había robado una parte de su ser.
El camarero llegó a atenderlas y pidieron. Cuando se marchó, Pia le dijo a Charity:
– Estás guapísima, la chaqueta es preciosa. ¿Te importa que te lo diga?
Charity se rió.
– No, Pia, claro que no me importa. Ya te dije que valoro mucho tu descarada honestidad de borrachera sobre mi aspecto. Estoy divirtiéndome recordando cómo se hacen las cosas de chicas. Incluso voy a darme reflejos.
– Te quedarán bien -Pia le dio un trago a su refresco light-. El problema es dónde ir a hacértelos. Los dos mejores lugares de la ciudad son propiedad de dos hermanas que tienen una seria rivalidad. No sólo en cuestión de clientes, sino de cotilleos. Cada una tiene que ser la primera en saberlo todo. Si eres fiel a una, eres enemiga de la otra. Yo evito el problema, alternándolas. Intentan arrinconarme, pero no las dejo.
– Parece mucho trabajo.
– Lo es, pero merece la pena mantener la paz. Aún vives en el hotel, ¿verdad? Allí antes tenían una peluquería, pero la cerraron. ¿Como es eso de vivir como los ricos y famosos?
– No soy tan rica y mucho menos famosa. Está bien hasta que pueda encontrar una casa. Me hacen un precio especial en la ciudad -gracias a Josh, pensó ella. Marsha le había hablado de los descuentos al contratarla-. He empezado a buscar una casa para comprar -siguió diciendo-. Vi una casa impresionante, está restaurada. Me encantó todo excepto el precio. He oído que el propietario podría estar dispuesto a negociar, pero creo que ni aun así podría permitírmela.
Pia frunció el ceño.
– ¿Qué casa?
Charity le dijo la calle.
– Tiene un gran porche y un jardín precioso. Me encantan los viejos árboles de la calle.
– ¿Quién te dijo que el propietario estaría dispuesto a negociar?
Charity intentó no verse atrapada.
– Eh… Josh lo mencionó.
– ¿Ah, sí? -preguntó Pia esbozando una sonrisa-. Pues debes de gustarle mucho porque invirtió mucho dinero en esa propiedad y estaba esperando sacarle el máximo beneficio.
– ¿Qué quieres decir?
– Que es el dueño de la casa. La compró hace años y la restauró cuando todavía competía. Primero la alquiló y luego decidió venderla. Sé que hay varias personas interesadas y a ninguna le ha bajado el precio. Siempre ha antepuesto el negocio a las mujeres, pero parece que eso está cambiando.
Charity hizo lo que pudo por no sonrojarse.
– No tengo ni idea de lo que estás hablando. No sabía que Josh era el dueño.
– Pues ahora ya lo sabes.
– Pero él no me lo dijo.
Ni siquiera lo había insinuado cuando le había enseñado la casa. Aunque ahora que lo pensaba, sí que debería haberse imaginado algo por el hecho de que tuviera una llave.
– ¿Por qué lo haría?
Pia enarcó las cejas.
– Dímelo tú.
– No estamos juntos.
– Tal vez él quiera que lo estéis.
– No. Los chicos como él… -sacudió la cabeza-. Es demasiado…
– ¿Rico, triunfador, guapísimo?
– No soy su tipo.
– ¿Cómo lo sabes?
– Te haré una pregunta: ¿soy su tipo?
– Hasta hoy, habría dicho que no, pero puede que los tiempos estén cambiando.
Charity se marchó del almuerzo con Pia casi con el mismo hambre con el que había llegado. Sólo había sido capaz de darle unas pinchadas a la ensalada, sobre todo porque estaba pensando en Josh, en la casa y en lo que había dicho Pia.
No tenía sentido que le redujera el precio cuando otra gente le ofrecería más dinero porque eso implicaba una relación que no tenían. El hecho de que lo hubiera hecho antes del «incidente», como ella ahora lo llamaba, debería haber ayudado, pero sólo hacía que la situación fuera más confusa.
Al igual que lo era el hecho de que Josh pudiera estar interesado en ella. Porque no lo estaba. Su exmujer había sido una actriz guapísima, que por cierto tendría que buscar en Internet para saber más de ella, pero el caso era que él no era alguien que orbitara en su universo. ¿Que estaba interesado? ¿Y en qué planeta?
Sí, habían tenido sexo, pero sólo porque se habían dejado llevar por el momento. Sobre todo ella. Se negaba a ver más en una simple noche, porque así era como los corazones acababan rotos.
Hizo todo lo que pudo por apartar esos pensamientos de su cabeza, pero no sirvió de nada cuando enfrente vio sus oficinas. Tal vez debería preguntárselo directamente, ¿por qué estaba haciéndole una oferta para la casa cuando no tenía por qué? Decidió que preguntárselo era lo más correcto, lo más adulto y así, se puso recta y entró en el edificio.
– Alguien ha venido a verte -le dijo Eddie a Josh-. No tiene cita, aunque he de reconocer que no es como el resto de chicas que vienen a buscarte. Ha pasado de la adolescencia y viste como una persona normal.
Josh no estaba de humor para levantar las esperanzas de nadie esa tarde. Tenía mucho de lo que ocuparse, como por ejemplo, de cómo iba a empezar a entrenar mientras se enfrentaba a una irritante incapacidad de montar con otras personas; un problema con una solución no muy sencilla.
– Puedes ocuparte de ella -le dijo Josh a Eddie.
– Puedo, pero no quiero. Dice que te conoce. Se llama Charity Jones.
Se levantó de la silla antes de que Eddie hubiera terminado de hablar.
– ¿Por qué no lo has dicho?
– Acabo de hacerlo. Y a mí no me hables así.
Josh ignoró su enfado y salió a la recepción. Charity estaba en mitad de la salita, con gesto nervioso y decidido a la vez. Esbozó una pequeña sonrisa que hizo que Josh se prometiera resolverle cualquier problema que pudiera tener.
– No tenía cita. ¿Tienes un minuto?
– Claro. Tú no necesitas una cita para venir a verme.
– Estaría bien que alguien las pidiera alguna vez -dijo Eddie resoplando.
Josh señaló la mesa de Eddie y la mujer suspiró antes de volver a ella. Él posó la mano en la parte baja de la espalda de Charity y la llevó hasta su despacho. Después, cerró la puerta.
– Tu secretaria tiene mucha personalidad -le dijo Charity.
– Es muy eficiente y me cuida.
– Me gusta.
– A mí también, aunque no quiero que lo sepa.
Charity sonrió.
– Lo utilizaría en tu contra para siempre.
– ¡Y que lo digas!
Josh le indicó que tomara asiento.
– ¿Te apetece tomar algo? ¿Café, té helado?
– No, gracias. Acabo de almorzar con Pia.
Él se sentó en el centro del sofá.
– ¿Qué pasa?
Ella juntó las manos.
– No estoy segura de por dónde empezar.
No parecía preocupada y eso era bueno; como Josh no sabía de qué quería hablar, se limitó a esperar y a observarla mientras tanto. Llevaba una chaqueta corta sobre una camisa de encaje y unos pantalones negros. Era un estilo muy de «mujer al mando» que le gustó y le hizo pensar en reducir ese poder y hacer que la señorita en cuestión se debilitara de deseo.
– La casa que fuimos a ver… -comenzó a decir forzándolo a ignorar la fantasía de una Charity desnuda contoneándose bajo su cuerpo.
– ¿Quieres hacer una oferta?
– No exactamente. Tú eres el dueño de la casa.
No estaba seguro de cómo lo había descubierto, pero tampoco estaba sorprendido.
– ¿Importa de quién sea?
Ella respiró hondo.
– Has tenido otras ofertas y hay gente que puede pagar más que yo.
– Invertí mucho en esa casa y quiero que la compre la persona adecuada.
– Estás dándome una reducción de precio que no les has dado a ellos.
Por lo general, Josh se habría alegrado de atribuirse el mérito de ser un buen tipo, pero ni el tono ni la mirada de Charity parecían estar implicando eso exactamente.
– ¿Y por qué es malo?
– ¿Cuánta parte de la ciudad es tuya? Sé lo del hotel, ¿este edificio también es tuyo? ¿Más casas?
– ¿Quieres ver un informe de beneficios y pérdidas? Mi contable los prepara continuamente.
– No, claro que no. Pero eres rico.
– Según como lo mires.
Ella sacudió la cabeza.
– ¡Déjate de jueguecitos! Eres rico, un triunfador, guapísimo y genial en la cama -tomó aire-. Bueno, no sé cómo serás exactamente en la cama, pero está claro que sabes lo que haces y que lo haces bien. Y eres simpático.
Sin embargo, su tono dejaba claro que no pretendía halagarlo; es más, la última frase había sonado casi como una acusación.
– De acuerdo -dijo él.
Los dos se levantaron. Charity lo miró.
– No es justo. ¿Por qué no puede ser más fácil?
Josh se metió las manos en los bolsillos. Responder la pregunta sería más sencillo si sabía de qué estaban hablando.
– Yo, eh…
– Claro, para ti es fácil. Consigues a quien quieres y prácticamente te traen mujeres como si fuera un servicio de habitaciones.
– Yo no hago eso.
– Lo sé, no quería decir eso exactamente. Es sólo que podrías hacerlo si quisieras y no quieres, lo que te da más puntos.
– ¿Charity? ¿De qué estamos hablando?
Ella lo miró.
– De mi vida. De mi asquerosa vida amorosa. No lo entiendo. ¿Será una cuestión de genética? ¿Algo del karma? ¿Hice algo malo en mi otra vida?
Él estaba allí de pie, sin saber qué hacer.
– No hay nada malo en ti.
Era guapa, inteligente y divertida y, cuando sonreía, él tenía la sensación de que podía hacer casi cualquier cosa.
– ¿No? Fíjate en Robert. ¿No es simpático? Es un tipo tranquilo, agradable y quiere tener una relación formal, pero no hay ni una chispa de química. No pude hacerlo. Lo intenté, pero no pude. Habría sido una más de mis penosas relaciones. Mi primer novio me pegó, sólo una vez, pero me pegó.
Josh apretó los puños.
– ¿Dónde está ahora? -preguntó con voz furiosa.
– Pasó hace diez años. Me marché y no he vuelto a verlo, pero eso me hizo preguntarme muchas cosas. Mi segundo novio formal me limpió mi cuenta de ahorros. ¡Qué estúpida me sentí! Y el último… -suspiró-. Ni siquiera voy a hablar de ello. Es demasiado humillante. Y ahora estás tú. Me gustas. Me gustas mucho y eso significa que sólo puedo pensar en si yo también te gusto y que en ese caso no estás bien de la cabeza.
Y con eso, se giró y se marchó.
Josh se quedó en el centro de su despacho intentando no sonreír como un tonto. ¿Le gustaba a Charity? ¡Genial!
Charity salió de las oficinas de Josh sintiéndose como una estúpida y mil cosas más que no eran muy agradables. Le daba vueltas la cabeza y sentía una presión en el pecho, como si fuera a darle un ataque de llanto allí mismo, en la acera.
Pero por el contrario, siguió caminando con la cabeza bien alta y sonriendo a todo el mundo. Vio a Morgan en su librería y lo saludó. Él le sonrió.
Eso sí que era una relación sencilla, pensó, porque comprendía todos los elementos que la conformaban. Morgan y ella eran amigos, se saludaban, hablaban del tiempo y seguían adelante con sus vidas. Sin complicaciones, sin tener a un tío bueno confundiéndole la cabeza.
¿En qué había estado pensando al decirle a Josh que le gustaba? ¿Es que estaban en el instituto? «Dile a Bobby que me gusta, pero sólo si te dice primero que yo le gusto a él».
Estaba confundida, turbada e inquieta.
A pesar del hecho de que su madre no había sido la mujer más maternal del mundo, Charity se vio deseando que siguiera viva para poder pedirle consejo. Por estúpido que pareciera, ahora mismo podría querer un abrazo de su madre. O de una tía. ¡Incluso de una prima lejana!
Entró en el ayuntamiento y subió las escaleras. Una vez arriba se cruzó con Marsha, que salía de la sala de descanso de tomar un café.
– ¿Qué tal el almuerzo? -le preguntó la alcaldesa.
– Bien. Pia siempre es muy divertida.
– Lo es, aunque cuando era más joven fue una niña difícil ¿Qué digo difícil? Era malísima, un terror.
– ¿Pia? -Charity no podía creerlo.
– Era guapa y popular y siempre quería salirse con la suya. No es una buena combinación en una adolescente, pero al final cambió para bien -Marsha dio un trago de café-. ¿Va todo bien? No quiero entrometerme, pero pareces… No estoy segura, pero diría que estás triste.
Charity forzó una sonrisa.
– Estoy bien. Es que echo un poco de menos a mi madre. Murió hace unos años y supongo que es algo que nunca terminas de superar.
Marsha se puso tensa y se quedó lívida. Charity se acercó a ella.
– ¿Estás bien?
– Sí, claro. La pérdida de una madre siempre es trágica. Yo sigo echando de menos a la mía y hace más de treinta años que murió. Charity, ¿podrías entrar en mi despacho?
– Claro.
Charity la siguió. Algo iba mal, podía sentirlo, pero no tenía ni idea de lo que era. ¿Había hecho algo malo? ¿Había cruzado la línea hablando de un tema personal?
Cuando llegaron al despacho de Marsha, la alcaldesa hizo algo que Charity no había visto antes en Fool's Gold: cerró las puertas.
– Quiero decirte algo -empezó diciendo cuando las dos estaban sentadas-. He estado esperando el momento adecuado, que es la forma cobarde de decir que no sé cómo decírtelo. Supongo que la mejor forma es soltar las palabras sin más.
Charity hizo lo posible por no ponerse en lo peor y muchas posibilidades abarrotaron su cabeza: Marsha estaba enferma e iba a morir. Estaban a punto de despedirla. La ciudad iba a desaparecer en un gigantesco pozo negro. Sin embargo, ningún escenario la preparó para lo que vino a continuación.
La alcaldesa se inclinó hacia delante, tocó el brazo de Charity y con una delicada sonrisa le dijo:
– Soy tu abuela.