Charity se quedó mirando el palito un largo rato y después lo envolvió en un pañuelo de papel y se lo guardó en el bolsillo. Tendría que librarse de él en alguna parte que no fuera su habitación porque la doncella se lo contaría a todo el mundo si lo veía.
Después de pasearse por la habitación varias veces, comprendió que no podía quedarse allí, no cuando la cabeza estaba dándole vueltas, el estómago estaba dando saltos y le temblaban las manos. Tal vez la ayudaría salir a caminar; no tenía ningún sitio a donde ir, pero no le importaba.
Una vez salió a la calle y comenzó a caminar con aire decidido empezó a sentirse mejor. Se dirigió hacia su oficina sin saber muy bien qué haría allí, pero después de girar en un par de calles, se vio delante de la casa de Marsha. Tal vez era el mejor lugar por donde empezar.
Caminó hasta el porche y la puerta delantera se abrió antes de que pudiera llamar.
– Me encanta tu pelo -dijo Marsha sonriéndole.
Charity casi se había olvidado de su nuevo y desenfadado look.
– Me lo ha hecho Julia.
– Te sienta genial y los reflejos son preciosos. Estás incluso más guapa que antes.
– Gracias.
Marsha cerró la puerta cuando Charity entró.
– Qué sorpresa. Justo ahora estaba pensando en lo que me apetecía cenar. ¿Te apetece acompañarme? Podemos salir fuera, a Angelo's. Me encanta el pan que hacen -se dio unas palmaditas en las caderas-. Aunque no debería.
Charity respiró hondo.
– Estoy embarazada.
No había querido decirlo así, pero ya no había vuelta atrás.
Los ojos de Marsha se abrieron de par en par y se quedó boquiabierta.
– ¿Embarazada? -susurró.
– Eso parece. He hecho pis en el palito y todo. Es de Josh, por si te lo preguntas. Es el único con el que… Ya sabes…
Aunque no tenía mucha experiencia como nieta, suponía que a su abuela no le interesaría saber más detalles sobre sus relaciones íntimas.
– No sé cómo ha pasado -continuó dejándose llevar por la frustración-. Bueno, sí que sé cómo ha pasado, pero no sé cómo he dejado que pase. ¿Por qué ahora? Acabo de llegar, estoy encontrando mi sitio aquí y me encanta este lugar. Estar embarazada lo cambiará todo y encima tenía que ser de Josh, el rey del ensimismamiento. No quiero parecer dura, pero ya sabes lo que quiero decir. Él también tiene su vida y lo único que le interesa es volver a las carreras. Volverá a ser un atleta famoso y me alegro por él, pero ¿un bebé? No le va a hacer gracia.
Se preguntó si pensaría que ella era como todas las demás mujeres que hacían todo lo posible por atraparlo. Pensó en Emily y quién sabía cuántas más se habrían presentado en su habitación diciendo lo mismo. Seguro que pensaría lo peor de ella. ¿Qué otra opción le quedaría? ¡Qué desastre!
Abrió la boca para seguir relatando y entonces se fijó en que Marsha estaba mirándola con una expresión casi de dicha absoluta.
– Vas a tener un bebé -dijo la mujer antes de abrazarla.
Y ese cálido abrazo de apoyo derritió el estado de ansiedad de Charity y al instante empezó a respirar mejor.
– Supongo que sí -dijo comprendiendo que la única opción que veía era tener el bebé. Estuviera o no lista, iba a ser mamá-. Voy a tener un bebé. Yo.
Marsha se apartó ligeramente.
– Voy a ser bisabuela. Es impresionante. Qué vieja soy.
– No eres vieja, sino una mujer experimentada.
Marsha se rió.
– Creo que eso de experimentada hace que parezca una prostituta entradita en años -agarró a Charity del brazo y la llevó al salón-. ¿Sigues impactada?
– Sí y no creo que eso vaya a cambiar en mucho tiempo. No me parece real. Acabo de enterarme hace cinco minutos.
Marsha se sentó a su lado y le tomó la mano.
– Entonces, ¿no se lo has dicho a Josh?
– No, he venido aquí directamente.
Un millón de pensamientos abarrotaban su cabeza, intentó centrarse en uno, pero le fue imposible.
– ¿Vas a quedarte?
Al principio Charity no comprendió la pregunta y al instante estaba abrazando a Marsha otra vez, sintiendo el miedo de la mujer de volver a perder a su familia por segunda vez.
– Voy a quedarme -le dijo Charity con firmeza-. Estar embarazada y soltera no es como quería que me conocieran por aquí, pero si a ti no te importa, a mí tampoco.
– Claro que no me importa. Estoy encantada.
Charity se puso recta y después volvió a recostarse en el sillón posando una mano sobre su vientre.
– Embarazada. Vaya forma de empezar una conversación. No te preocupes, sé que tengo que contárselo y teniendo en cuenta donde vivo, tengo que hacerlo pronto. No es un buen lugar para guardar secretos.
– ¿Habíais hablado de tener un futuro juntos? -le preguntó Marsha con delicadeza.
– No hacemos muchos planes más allá del fin de semana. Josh está centrado en la carrera y lo que significa para él. Quiere recuperar su antigua vida, eso lo sé. Sé que echa de menos la emoción de la competición.
La emoción de ser famoso…
– Y esto no va a gustarle -terminó Charity.
– Puede que te sorprenda, pero Josh siempre ha querido formar una familia.
– Pues a mí me parece que es hombre de relaciones de un solo día -miró a Marsha-. No espero ningún milagro. No va a ponerse de rodillas y suplicarme que me case con él.
– ¿Te gustaría que lo hiciera?
Charity miró a otro lado.
Amaba a Josh, ésa era la parte fácil. Pero ¿tener un futuro con él? No era posible.
– Queremos cosas distintas. Tenemos distintas visiones de la vida.
– El matrimonio se basa en el compromiso.
– Él quiere ser el centro de atención y yo quiero una vida normal en el amplio sentido de la palabra. Quiero un hombre normal.
– Pero no estás embarazada de un hombre normal. Estás embarazada de Josh.
– Y lo quiero.
Marsha le dio una palmadita en el brazo.
– Eres una chica lista. Ya sabrás qué hacer. Josh necesitará un poco de tiempo para acostumbrarse al hecho de que estás embarazada, pero creo que todo saldrá bien. Ya lo verás.
Charity esperaba que tuviera razón.
– Si no quiere formar parte de nuestras vidas, estaremos bien. Me crió una madre soltera y sé lo bueno y lo malo de la situación -agarró la mano de Marsha-. Además, sé que no estaré sola.
– No, no lo estarás. Me tendrás a mí, pase lo que pase.
Esas palabras la reconfortaron.
– Y a la ciudad -añadió Marsha.
Charity gruñó.
– Todo el mundo se pondrá como loco cuando se enteren de que estoy embarazada de Josh. ¿Qué voy a hacer?
– ¿Sinceramente? Mantenlo en secreto todo lo que puedas.
Charity se rió.
– Eso no me es de mucha ayuda.
– Es lo mejor que puedo decirte.
Dos noches después, Charity estaba sentada en su cama mientras Josh y ella veían una película juntos. Durante las últimas cuarenta y ocho horas, había tenido docenas de oportunidades de decirle que estaba embarazada y se había echado atrás cada una de ellas diciéndose que estaba buscando el momento perfecto, algo que era una absoluta mentira. Simplemente no quería que lo supiera. Porque una vez que lo supiera, todo cambiaría y ella no estaba preparada para perderlo. Aun así, cada día que pasaba había creado un problema. Guardarse la información la hacía sentirse incómoda consigo misma, así que tendría que soltarlo y decirlo.
Estaban viendo una película de espionaje internacional en la que el destino del mundo recaía sobre el guapo protagonista. Una especie de James Bond, pero sin ese acento tan delicioso. La protagonista era supuestamente rusa y el malo era de un país europeo sin nombre.
Cuando la novia del malo apareció en pantalla, Josh dijo:
– Ésa es Angelique. Hizo esta película justo antes de que rompiéramos. Fui a visitarla al rodaje en varias ocasiones.
Hablaba con naturalidad, como si fuera un dato interesante y nada más. Pero para ella no era así.
Sabía que había estado casado con Angelique y se había imaginado una preciosa morena con los ojos grandes y unos pechos enormes, pero esa imagen no se acercaba en nada a la belleza que estaba viendo en la televisión.
Angelique llevaba poco más que un camisón corto. Sus piernas eran infinitamente largas y perfectas, sus pechos parecían dar en la cámara y sus tersos pezones se veían claramente bajo la fina capa de seda.
Había algo en ella, algo no definido, que te hacía mirarla. «Carisma», pensó Charity. «Igual que Josh».
Nunca había visto una fotografía de los dos junios, pero tenía la sensación de que darían la impresión de estar hechos el uno para el otro.
– ¿Estuviste casado con ella? -preguntó aunque ya conocía la respuesta.
– Ya te he hablado de ella.
Oh, sí, claro. Pero había una gran diferencia entre mencionar a una exmujer y admitir que uno había estado casado con una diosa.
Aunque eso no se lo diría.
– Es guapísima.
– Supongo que sí -Josh miraba a la cámara y se encogió de hombros-. La operación de nariz no salió bien y tuvieron que operarla otra vez para arreglárselo.
Charity enarcó las cejas.
– Creo que no deberías estar diciéndome eso.
Él se giró hacia ella preocupado.
– Sé lo que piensas cuando la miras.
– Lo dudo.
– Sé lo que yo pienso. Pasó hace tiempo y no lamento que se terminara.
¿No? Después de todo, Angelique lo había dejado a él. Él quería volver a las carreras, recuperar sus momentos de gloria, pero ¿lo haría para demostrarle a su exmujer lo que se había perdido? Una vez que volviera a estar arriba, sería él quien rechazara a los demás. O tal vez tenía planeado volver con ella y tener unos bebés perfectos.
¡No! Lo que estaba pensando era totalmente irracional, algo provocado sin duda por la preocupación y unas hormonas revolucionadas.
– No vayas ahí.
– ¿Ir adonde? -preguntó ella.
– Adonde sea que estás ahora mismo. No estoy interesado en ella.
Charity lo miró como si estuviera viéndolo por primera vez, viendo esos rasgos perfectos, la natural sonrisa, el ego gigantesco y ese corazón cálido y noble. Era un buen tipo y en otras circunstancias se habría sentido de lo más cómoda enamorándose de él. Por desgracia, las circunstancias no eran las mejores.
– ¿Charity? -le preguntó él preocupado-. ¿Qué pasa?
Ella respiró hondo y soltó la verdad.
– Estoy embarazada.
Josh se había preparado para oírla decir que algo le preocupaba, que le resultaba intimidante ver a Angelique o que había decidido que odiaba la vida en una ciudad pequeña y que quería mudarse a Los Ángeles.
Pero, por el contrario, dos palabras zumbaban en su cabeza. Sintió como si la habitación se hubiera quedado sin aire, no podía respirar, pero lo peor de todo era que no podía pensar. No lograba entender qué había querido decir.
Ella lo miraba expectante, esperando que dijera algo.
¿Embarazada? Embarazada.
Había un bebé. Su bebé.
Se levantó de la cama y miró a Charity. Lo invadió el nerviosismo. Ahora no, no podía tener un hijo, no estaba preparado. Podía estropearlo todo.
Tiempo, se dijo. Tenía unos meses para prepararse, para aprender a ser el padre que un niño se merecía.
Charity se giró.
– No espero nada -dijo secamente-. No tienes que asustarte. Te lo he dicho por cortesía, nada más.
A él no le gustó cómo sonó eso.
– ¿Qué quieres decir?
– Que soy yo la que está embarazada, no tú. El bebé es mi responsabilidad.
– Y la mía también -dijo aún sin entender qué estaba pasando.
Un niño, iban a traer un niño al mundo y la expresión «estés listo o no» nunca había tenido mayor sentido.
– Lo solucionaré -dijo para sí.
– No tienes que hacerlo.
– Yo también formo parte de esto. Estaré a tu lado y al lado del bebé.
Pero ella no parecía creerlo y teniendo en cuenta que Charity lo sabía todo sobre su pasado, cómo había fracasado, comprendía que tuviera dudas.
– Dame un poco de tiempo, sólo te pido eso -le dijo mientras iba hacia la puerta-. Ya veremos.
Y con eso se marchó.
Charity se tendió sobre la almohada y deslizó la mano sobre la calidez que aún permanecía en el lado que había ocupado Josh.
Lo que ella sí que vería sería la rapidez con la que Josh se marcharía, pensó con tristeza. No la había sorprendido su reacción, pero aun así era decepcionante.
– ¡Oh, Dios mío!
Pia estaba en la puerta de su piso mirando a Charity con los ojos como platos.
– Estás increíble. Me encanta el color y el corte. Has ido a Julia, ¿verdad? Nadie da los reflejos como ella, pero no le digas a Bella que te he dicho esto. ¡Vaya! Estás preciosa, genial.
Charity sonrió a su amiga.
– Pues yo no me siento genial.
– Entonces pasa y arreglaremos eso.
Charity entró en el alegre piso.
– Siento haberme presentado así. Debería haber llamado porque es tarde.
Pia sacudió la cabeza.
– No seas tonta. No es que tenga una cita ni nada.
Entraron en el salón donde en la pantalla de televisión se veía la imagen congelada de una película. Sandra Bullock estaba junto a una casa hecha casi enteramente de cristal.
– La casa del lago -dijo Pia-. Me encanta, no lo puedo evitar. La esperó dos años. ¿Qué chico hace eso?
Charity no había tenido intención de ir allí. Después de que Josh se hubiera marchado, ella se había dicho que estaría bien, que lo superaría, igual que cientos y miles de mujeres solteras que descubrían cada día que estaban embarazadas y salían adelante. Pero no era la idea de ser madre soltera lo que estaba desgarrándola por dentro, sino saber que Josh no la amaba. No había esperado que lo hiciera, pero ahora ni siquiera podía esperarse tener un final feliz.
– Todos los hombres son unos cerdos -dijo y señalando a la pantalla añadió-: Menos Keanu Reeves.
– Exacto -Pia la acompañó al sofá-. Aunque debería decirte que hay un nuevo hombre en mi vida -señaló al gato de pelo corto acurrucado en un sillón-. Es Jake -dijo bajando la voz-. El gato de Crystal.
– Oh, es precioso.
El gato alzó la mirada y la dirigió a Charity. Tenía los ojos grandes y de color esmeralda. La miró con altanería antes de agachar la cabeza y cerrar los ojos.
– Vamos a pasar el fin de semana juntos para ver si nos llevamos bien -Pia arrugó la nariz-. No me gustan mucho las mascotas, pero es una forma de ayudar a Crystal y puede que tener un gato me venga bien -dijo no muy segura.
– ¿Es simpático?
– No lo sé. Es muy reservado, pero respeto su necesidad de tomarse las cosas con calma.
Charity miró a su amiga.
– Es un gato.
– Lo sé, pero ¿no deberían ser altaneros y esquivos? He pensado que si le dejo dar el primer paso, las cosas irán mejor. No quiero que piense que quiero esta relación más de lo que la quiere él.
– Me parece que estás dándole demasiada importancia. No creo que tenga un plan magistral.
Pia miró a la mascota.
– Pues yo creo que sí. Ya veremos lo que pasa. Hasta ahora ha estado muy tranquilo y es muy limpio. Pensé que me aterrorizaría la idea de tener una caja para el pis, pero no. Apunta mucho mejor que muchos hombres que conozco.
– Puede que él sea la respuesta.
– Puede -Pia se giró hacia ella-. ¿Te traigo algo? Tengo una amplia selección de helados. Ahora estoy pasando por una fase láctea. Seguro que no tengo ni una galleta, pero es probable que tenga cinco clases de helados.
– No, gracias -Charity se tocó el vientre. Hasta el momento no había tenido ni antojos ni malestar, pero no quería provocar las cosas.
– ¿Qué está pasando? Ha sucedido algo y supongo que ha sido con Josh.
Charity asintió.
– No sé por qué me he dejado creer que sería distinto. ¡Con la de chicos de los que podría haberme enamorado! ¿En qué estaba pensando?
– No estabas pensando. Ése es el problema. No pensamos cuando se trata de hombres. Sinceramente, no sé por qué Marsha está tan empeñada en traer a más hombres a la ciudad. No dan más que problemas.
Agarró la mano de Charity y la apretó con fuerza.
– Cuéntamelo desde el principio y dime qué es eso tan horrible que te ha hecho. Después, nos emborracharemos y lo insultaremos.
– No puedo.
Pia sonrió.
– No te preocupes. Encontraremos tu rabia, está justo debajo del dolor. Confía en mí, tengo muchísima experiencia en esto. Te haré maldecir y despotricar de formas que jamás creíste posibles.
Charity miró a su amiga.
– No, quiero decir que no puedo beber. Estoy embarazada.
Tenía que admitir que Pia reaccionó muy bien; su expresión no cambió ni un ápice y le habló con calma.
– ¿Estás segura?
– He hecho pis en un palito.
– ¿Y sólo has estado con Josh?
Eso hizo sonreír a Charity.
– ¿Te parezco alguien que se acostaría con más de un hombre?
– Podría pasar.
– Pues no. Estoy embarazada -repitió, más que para Pia para ella misma, para ir haciéndose más a la idea.
– ¿Y cómo te sientes? ¿Siempre habías querido tener hijos?
– Claro, ¿tú no?
Pia se encogió de hombros.
– Algunos días. Pero es mucha responsabilidad y los padres pueden estropear a un hijo. No estoy segura de querer arriesgarme a pasar por la tradición familiar de una devastación emocional. Pero no estamos hablando de mí. ¿Cómo te sientes?
– No lo sé. Emocionada, asustada -respiró hondo y buscó en su interior-. Feliz -dijo lentamente hasta que supo que era verdad-. Estoy feliz.
– ¡Pues no se hable más!-Pia volvió a apretarle la mano-. Serás una mamá genial.
– ¿Cómo lo sabes?
– Tienes personalidad, te preocupas de las cosas, te preocupas de la gente y tu abuela es Marsha y es increíble.
– Ésta no es la forma que habría elegido para hacer las cosas -admitió-, pero no me lamento.
Pia le soltó la mano y arrugó la nariz.
– Aun a riesgo de acabar con tu buen humor, supongo que Josh no se lo habrá tomado muy bien porque, de lo contrario, no estarías aquí.
– Le ha entrado el pánico -dijo Charity con un suspiro-. Farfullaba algo sobre solucionarlo y ha jurado que estaría a nuestro lado, pero después ha salido corriendo casi dejando marcas en el suelo como en los dibujos animados. No creo que pueda asumirlo.
Odiaba pensarlo y más todavía decirlo.
– No me había dado cuenta de que había creado una fantasía alrededor de Josh y que esa fantasía se ha desmoronado. Esperaba que estuviera emocionado con la noticia o por lo menos abierto ante la idea.
– Aun a riesgo de violar el código de chicas, tienes que darle un respiro. Le has dicho algo increíble y seguro que necesitaba un momento para asumirlo. Puede que te sorprenda.
– No en el buen sentido.
Pia sacudió la cabeza.
– Josh es un buen tipo y cuando las cosas se le han puesto difíciles, lo ha superado. Dale un voto de confianza.
– ¿Aunque haya salido corriendo?
– Vale, pues dale la oportunidad de hacer lo correcto. Ha dicho que estaría a vuestro lado.
– ¿Y qué significa eso? -empezó a mostrarse irritada-. Tal vez hará anuncios con el bebé para fabricantes de artículos de deporte infantiles. Eso es lo único que le interesa. Va a volver a competir y le importa volver a ser el hombre que era. Me lo ha dicho. Quiere volver a ese mundo, recuperarlo todo. Lo que le importa es ser famoso, quiere volver a ser el chico del póster.
Pia se quedó mirándola un buen rato.
– ¿Qué quieres tú? -le preguntó en voz baja.
– Quiero todo lo que él no quiere. Una vida tradicional, un marido, hijos, una casa y un perro -miró a Jake, que dormía-. O tal vez un gato. Quiero estabilidad, echar raíces y tener vecinos con los que ver pasar las estaciones. Quiero pasión y lealtad.
– ¿Se lo has dicho?
– No he tenido la oportunidad. Le he dicho que estaba embarazada y se ha ido.
– Volverá.
– Eso no cambiará nada -Charity se inclinó hacia su amiga-. Hace años que conoces a Josh. ¿Alguna vez te ha parecido ser un hombre casero?
– Tiene sus momentos.
– Vive en un hotel. Sabes que el ciclismo lo es todo para él. No, no el ciclismo ni la competición, lo que quiere es ganar. Quiere volver a ser un dios y en ese lugar donde quiere estar no hay sitio para la normalidad.
– Entonces, ¿vas a pensar lo peor de él sin pedirle lo que quieres ni darle una pista de qué puede hacer para hacerte feliz?
– ¿Qué? No. Eso no es justo.
– ¿No le has dicho lo que quieres?
– Ya te lo he dicho. No he tenido tiempo.
– ¿Y cuando vuelva a hablar contigo de esto se lo dirás? Sabes que lo hará. ¿Qué pasará entonces? ¿Se supone que tiene que leerte la mente?
– Si se preocupara por mí, ya sabría lo que quiero.
Las palabras carecían de peso y Pia se limitó a enarcar las cejas.
– Está bien, más o menos veo lo que quieres decir. Probablemente debería decirle a Josh lo que estoy pensando, es la postura más madura.
– Sé que no quieres que te hagan daño -dijo Pia.
Charity asintió.
– Lo amo. Estoy enamorada de él, pero el problema es que no creo que él esté interesado en amarme a mí.
– No lo sabrás hasta que hables con él.
– ¿Y cuando me aplaste como a un bicho?
Pia le sonrió afectuosamente.
– No sabes si lo hará.
– ¿De verdad te lo imaginas diciéndome que me quiere y que quiere estar conmigo el resto de su vida?
– Sí.
Ahora fue Charity la que sonrió, aunque sus sentimientos estaban más llenos de tristeza que de esperanza.
– No eres buena mintiendo.
– Creo que hay una posibilidad.
«Siempre había una posibilidad», pensó Charity con tristeza. Pero tal vez no era muy buena.