El anuncio de la sesión especial del concejo municipal llegó sin previo aviso, algo que a Charity le resultó muy extraño. Por lo general había una larga lista de temas que tratar y le molestó no haber podido preparar ni preguntar nada dado que había recibido el anuncio en un correo electrónico apenas media hora antes de que se celebrara la reunión. Por eso se quedó impactada al entrar en la sala de juntas y encontrarse a Josh sentado en la mesa. ¿Qué hacía él en una reunión del concejo municipal?
Gladys estaba sentada a su lado batiendo sus pestañas postizas. Charity se sentó enfrente, dos sillas más allá, evitando estar demasiado cerca y dejar al descubierto la predecible reacción de su cuerpo cada vez que él estaba delante. Josh le sonrió cuando tomó asiento y ella le devolvió la sonrisa intentando no dejar que nadie viera que estaba desconcertada y algo furiosa. Tenían una relación, así que, ¿no debería él haberle dicho algo?
Cuando todo el mundo había llegado, Marsha declaró constituida la sesión especial. Después, le dio paso a Josh.
– Gracias por venir -comenzó a decir él mientras les repartía a todos una carpeta azul-. Quiero hablar sobre la posibilidad de abrir una escuela de ciclismo en la ciudad.
Charity lo miró. ¿Desde cuándo quería hacer eso?
– Varias personas se me han acercado a lo largo de estos años para proponérmelo y nunca me había parado a pensar en ello hasta hace unas semanas. Después empecé a investigar un poco y no sólo hay necesidad de una escuela en la zona, sino que además una escuela de éxito traería dinero a la comunidad. No sólo por los impuestos abonados por el negocio en sí, sino por los visitantes que atraeríamos y las carreras.
– Tengo que llenar los hoteles -dijo Pia-, y necesitamos los ingresos tributarios.
– También he estado hablando con algunos sponsors potenciales y están muy interesados.
Marsha no parecía sorprendida y Charity tuvo la sensación de que Josh ya había tratado el tema con ella.
– ¿Qué necesitarías? -preguntó Gladys.
– Terreno. Ya he seleccionado algunas tierras. Tengo un par de acres que podría donar y Marsha tiene dos más junto a los míos. El último solar es propiedad de la ciudad.
Se levantó y apagó las luces antes de encender el proyector que iluminó la pantalla del fondo.
Una vista aérea de la ciudad mostraba la tierra en cuestión que, a excepción del terreno propiedad de la ciudad, se situaba justo fuera de los límites de Fool's Gold.
– Querríamos estar anexionados. Los impuestos serían más altos para nosotros, pero eso se vería contrarrestado por servicios a la ciudad.
Pulsó un botón y apareció otra imagen, la representación de un gran edificio.
– Estamos pensando en tener pistas de interior y de exterior, salas de pesas y simuladores. Habría dos o tres casas pequeñas donde los estudiantes podrían vivir durante el entrenamiento. Los chavales que aún estuvieran en el instituto serían un problema y podría ser una opción tener tutores, pero entonces tendrían una falta de integración. Si trabajáramos e ideáramos algo con el consejo de educación, podrían asistir a las clases de los centros locales mientras estuvieran entrenando.
Siguió hablando y explicando su bien ideado plan mientras Charity escuchaba, impresionada, pero aún un poco dolida por el hecho de que no se lo hubiera consultado. Al parecer, ella pensaba que tenían una relación y él no, pero no dejó que eso influyera en su votación. Le dio un «sí» a la idea, como hizo todo el mundo.
Cuando la reunión terminó, volvió a su despacho. Josh entró unos minutos después sonriendo y obviamente satisfecho por cómo habían salido las cosas.
– ¿Qué te ha parecido?
– Me he quedado sorprendida. ¿Cómo vas a tener una escuela de entrenamiento aquí y no montar?
– No podré hacerlo -admitió-. Tendré que involucrarme. De un modo u otro, superaré esto.
– ¿Golpeándote contra una esquina?
– Haré lo que haga falta -fue hacia su mesa-. ¿Te ha gustado la presentación?
Ella no comprendía la pregunta. Si él fuera otra persona, asumiría que su opinión le interesaba, que quería oír que se había quedado impresionada, pero se trataba de Josh. Todo el mundo lo adoraba, ¿por qué iba a importarle que ella lo alabara o no?
– No quería decirte nada. O bueno, la verdad es que sí que quería contártelo. Me habría venido muy bien tu ayuda, pero no quería aprovecharme de nuestra relación y situarte en una posición incómoda. Si no te gustaba la idea, no quería que te vieras obligada a apoyarla.
¿Había pensado en ella? ¿La había tomado en cuenta y había sido considerado?
Su irritación se desvaneció y quedó reemplazada por un recordatorio de que siempre era mejor conocer todos los detalles antes de sacar conclusiones.
– Has hecho un gran trabajo -le dijo, agradecida de no haber criticado su actuación movida por su previo enfado-. Es una gran idea. Y, oye, eso traería a muchos hombres, ¿verdad? Gladys estará encantada.
– Vivo para complacerla.
Charity se rió.
– Estará encantada de saberlo -pero su sonrisa se desvaneció-. Aunque no estoy segura de que vaya a solucionar el problema el hecho de que te impliques tanto.
– Ninguna otra cosa ha funcionado. Yo soy así. Soy el tipo que compite para ganar. No pretendo hacerlo durante el resto de mi vida, pero quiero dejar mi carrera bajo mis propios términos. Si me hubiera lesionado, entonces podría aceptarlo, pero no me sucede nada… al menos, no por fuera.
Ella pudo ver su determinación.
– Está bien. Al parecer, Fool's Gold va a tener una escuela de ciclismo. ¿Vamos a ponerle tu nombre?
Él sonrió.
– Claro. Estaba pensando en algo como «Instituto Golden».
– Suena como un local de rayos UVA.
– Muestra un poco de respeto o le diré a Gladys que no estás tratándome bien.
– ¿Estás amenazándome con una mujer que ya ha cumplido los sesenta?
– Podría contigo.
– Me temo que sí que podría.
Él rodeó su escritorio, le dio un fugaz beso en la boca y retrocedió.
– Tienes que trabajar. ¿Te apetece salir a cenar esta noche?
– Mucho.
– ¿A las siete?
– Iré a tu habitación -dijo ella deseando que llegara ya el momento de estar juntos.
– Seré el chico guapo, te lo digo por si hay alguien más allí y dudas.
– Gracias por la información.
Charity lo vio marcharse y se sentó detrás de su mesa. Mientras valoraba que Josh pensara que tenía que solucionar el problema, le preocupaba que hubiera más en juego. ¿Actuaba para tener la opción de dejar el deporte bajo sus propios términos o lo hacía en realidad para volver a ser aquel tipo famoso? La estrella.
Porque un atleta de fama mundial no se quedaría en Fool's Gold, sino que estaría por el mundo, muy, muy lejos de ella.
Charity se vistió para cenar y salió de su habitación para recorrer los escasos metros que la separaban de la de Josh. Pero mientras cerraba su puerta, vio a una guapa adolescente llamando a la de él. La chica debía de tener unos dieciocho o diecinueve años, llevaba un vestido plisado y su actitud era más desafiante que animada.
Él abrió la puerta.
– Llegas justo a… -su mirada de placer se desvaneció. Miró a Charity, que enarcó las cejas.
– No tengo ni idea -dijo y volvió a centrar la atención en la chica-. ¿Sí?
La chica hizo intentona de sonreír.
– Soy yo. Emily.
– Vale.
– Emily. Nos conocimos hace un par de meses en el bar de Jo. Me invitaste a una copa. Bueno, a más de una. Después vinimos aquí y… -Emily miró a Charity-. ¿Quién eres tú?
– Su pareja.
La chica pareció quedarse impactada un segundo y después se puso derecha.
– Bueno, da igual. Esto es privado. A lo mejor podrías volver más tarde.
– ¡Ni hablar! -dijo Josh con firmeza.
Charity hizo lo que pudo por evitar precipitarse y sacar la peor conclusión posible.
– ¿Por qué no pasáis las dos? -les preguntó.
Emily entró en la suite y Charity vaciló.
Él le tendió la mano mirándola fijamente.
– No es lo que crees.
Ella recordó que Josh le había contado que había estado mucho tiempo sin tener relaciones íntimas con nadie y en aquel momento lo creyó. Pero, ¿lo creía ahora? ¿Se fiaba de la evidencia o confiaba en su instinto? Porque ahora mismo lo que su instinto le decía era que Josh era alguien especial, alguien a quien quería conocer mejor.
Le agarró la mano y él la llevó hacia sí.
– Gracias -le susurró al oído y entró con ella en la suite.
Emily estaba de pie detrás del sofá; ahora parecía mucho menos segura de sí misma y más pequeña. El cabello le caía en unos oscuros rizos, tenía los ojos grandes y un cuidado maquillaje.
– ¿Estás seguro de que quieres que esté? -preguntó Emily mirando a Josh.
– Sí.
– Pues te arrepentirás.
– Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.
Emily respiró hondo y sacudió la cabeza.
– Estoy embarazada.
Charity retiró la mano, aunque no la soltó. Le daba vueltas la cabeza. ¿Embarazada? ¿Quería decir eso que se había acostado con Josh de verdad?
– Jamás me he acostado contigo -le dijo Josh con voz calmada.
– Estabas borracho, pero no creía que lo estuvieras tanto.
Los grandes ojos de Emily se llenaron de lágrimas.
– No puedo creer que no te acuerdes de mí. Lo haces con todo el mundo, lo sé, pero aquella noche significó algo para mí y ahora estoy embarazada.
Sus lágrimas comenzaron a caer sin cesar.
– Iba a ir a la universidad en otoño, ¿cómo voy a hacerlo ahora? Este bebé es tuyo. Tienes que responsabilizarte de él.
Charity sintió náuseas y apartó la mano de Josh bruscamente, agradecida de que Emily se hubiera presentado allí antes de que hubieran cenado. Si hubiera comido algo, ahora mismo estaría vomitando.
– ¿De cuánto tiempo estás? -preguntó él.
– Sie… siete semanas.
– ¿Recuerdas la fecha de aquella noche tan especial que tuvimos?
Había cierta furia en su voz, no preocupación. Estaba claro que no creía a Emily. Josh era muchas cosas, pero no era un irresponsable. Eso sí que lo sabía. Así que si estaba seguro de que el bebé no era suyo, entonces ella debía suponer que jamás había estado con Emily.
Respiró hondo y se recordó que tendría que darle el beneficio de la duda.
– Fue un martes -dijo Emily sin dejar de llorar.
Josh se cruzó de brazos.
– Mira, esto es lo que vamos a hacer. Los tres vamos a bajar a la tienda a comprar un test de embarazo. Después, Charity y tú volveréis aquí y harás pis en el palito -estrechó la mirada- en presencia de Charity.
– ¿Qué? -preguntó Emily.
– Quiero saber con seguridad que eres tú la que hará pis en el palito -miró a Charity-. Para asegurarme de que es ella la que está embarazada. Hace unos años una mujer me hizo esto. Me enseñó un test de embarazo positivo, pero resultó que se había traído la orina de su amiga en un recipiente. La amiga estaba embarazada.
– ¿Ya has pasado por esto antes?
– ¡Ni te imaginas! -dijo él exasperado.
Cualquier atisbo de duda se desvaneció en aquel momento y ella se acercó para ponerle una mano en la espalda en señal de apoyo.
– Vamos a comprar la prueba.
– No pienso hacer pis delante de ella -dijo Emily.
– ¿Preferirías hacer pis delante de mí? -preguntó Josh.
– Está bien -Emily fue hacia la puerta y todos bajaron en el ascensor. Entraron en la tienda donde la dependienta, una treintañera, miró a Emily y volteó los ojos.
– Hola, Josh.
– Lisa, necesitamos una prueba de embarazo. Por favor, ponla en mi cuenta.
– Claro.
Lisa se giró y vio la variedad de modelos. Agarró una caja y se la dio a él.
Volvieron a la tercera planta y entraron en la suite de Josh, que le dio la caja a Charity.
– No me dirás que no es divertido estar conmigo, ¿eh?
Ella agarró la caja y Emily los miró a los dos.
– No pienso hacer esto.
Él se encogió de hombros.
– Entonces no tengo nada que decirte. Vuelve cuando nazca el bebé y haremos una prueba de ADN.
La expresión de determinación de Emily se vino abajo; las lágrimas volvieron a llenar sus ojos y se deslizaron sobre sus mejillas. Se dejó caer en el sofá y se cubrió la cara con las manos.
– Lo siento -dijo con un sollozo-. Lo siento -alzó la mirada; el maquillaje manchaba su piel haciéndola parecer una niña pequeña-. Tú ganas. No me he acostado contigo. No estoy embarazada.
Aunque Charity no estaba exactamente sorprendida, todo le parecía muy surrealista.
– ¿Para qué necesitas el dinero? -preguntó Josh.
Emily sollozaba.
– Para la universidad. Mi padre se marchó de casa hace años y tengo dos hermanos pequeños. Mi madre hace todo lo que puede, pero no tenemos nada. Tengo una beca parcial, lo suficiente para pagar la matrícula, pero necesito dinero para vivir.
– ¿Pensabas que sería un blanco fácil? -preguntó Josh más locuaz que enfadado.
– Todo el mundo dice que… que has estado con muchas chicas. Pensé que podía fingir y que me darías dinero -se miró las manos-. Ha sido una estupidez, ¿verdad?
– No es un momento que vayas a recordar con orgullo -dijo él-. ¿Cuál es tu especialidad?
Emily lo miró extrañada.
– ¿Qué quieres decir?
– ¿Que qué ibas a estudiar en la universidad?
– Ah, Pediatría -sonrió-. Me gustan los niños.
– ¿Has mirado más becas?
– Unas cuantas. Es confuso. No quiero tener un montón de préstamos si no es necesario.
– ¿Ya has hecho el examen de admisión?
– Sí -dijo ella sonriendo-. 625 en Lengua y 630 en Matemáticas.
– Impresionante -Josh se quedó en silencio un minuto-. Después de ir a clase el lunes, quiero que vengas a mi oficina. ¿Sabes dónde está?
– Claro.
– Hablarás con una señora llamada Eddie. Es mi secretaria -vaciló-. Parece mucho más mala de lo que es, así que no dejes que te asuste. Te ayudará con las becas. En cuanto al resto, puedes trabajar para mí este verano a tiempo parcial. Te pagaré el salario mínimo, si quieres, o no te pagaré nada, pero guardaré veinte dólares por cada hora que trabajes y al final del verano enviaré ese dinero a la universidad que hayas elegido. Pero si empiezas y lo dejas, no te daré nada.
Emily abrió los ojos de par en par.
– ¿De verdad vas a ayudarme después de haberte mentido?
– Tienes que hacer el trabajo. Si te quedas hasta el final, sabré que has aprendido la lección.
Charity se quedó tan sorprendida como Emily. Había pensado que Josh aleccionaría a la chica y que después la dejaría irse, pero por el contrario le había ofrecido un modo de conseguir lo que quería a la vez que asumía una responsabilidad.
Emily se levantó, corrió hacia Josh y lo abrazó. Después dio un paso atrás.
– Allí estaré -prometió-. Haré lo que me digas. Lo juro. Lo siento mucho -se giró hacia Charity-. Lo siento. Estaba desesperada y sé que no es una excusa. Por favor, no te enfades conmigo.
– No lo estoy -le dijo Charity.
– Gracias -repitió la chica antes de correr hacia la puerta y marcharse.
Josh se acercó a un pequeño mueble que había junto a la pared y sacó una botella de whisky.
– ¿Te apetece un poco?
– Esperaré y tomaré vino para cenar.
Él se sirvió una copa, soltó la botella y le dio un gran trago.
– Bienvenida a mi mundo.
– ¿Esto sucede mucho?
– De vez en cuando y de formas distintas. La gente se desespera y soy un blanco fácil -la miró por encima del vaso-. Sabes que no me acosté con ella, ¿verdad?
– Claro. Lo sabía antes de que lo confesara todo.
Él dejó el vaso.
– ¿Cómo?
– Me dijiste que hacía tiempo que no habías estado con nadie y te creí. Además, no es tu tipo.
Josh se acercó a ella y la agarró de la cintura.
– ¿Y cuál es mi tipo?
– No estoy segura del todo, pero lo que sé seguro es que no te gustan las chicas de instituto.
– Me conoces bien.
La besó. Y mientras sus bocas se rozaban, ella se dio cuenta de que esa noche lo había conocido un poco mejor. Podría haber echado a Emily de la habitación sin más después de su confesión porque no había motivos para que ayudara a una chica que no conocía y que había intentado chantajearlo. Sin embargo, no lo había hecho.
Josh era un hombre complicado, pero además era un hombre que le gustaba. Le gustaba mucho.
Y esa idea la aterrorizó, no sólo por tener que preocuparse por la estupidez de sentir algo por un hombre así, sino porque tenía unos vergonzosos antecedentes. Aun así, ya era demasiado tarde para salir corriendo y ponerse a cubierto.
Él se apartó y le sonrió.
– ¿Cuánta hambre tienes?
Charity lo rodeó por el cuello y se apoyó sobre él.
– La cena puede esperar.
– Esa es mi chica.
Josh estaba calentando con el equipo del instituto. Recorrieron unos cuantos kilómetros a poca velocidad mientras charlaban y se reían antes de que comenzara el verdadero entrenamiento.
Pero Josh no escuchaba la conversación. No podía. Toda su atención y su autocontrol estaban centrados en no dejarse llevar por el pánico como si fuera un niño viendo una película de monstruos.
Los estudiantes montaban en pelotón, algo común, pero lo que hacía que la situación fuera increíblemente distinta era que Josh formaba parte de ese pelotón. Bueno, no estaba en él exactamente sino fuera, pero seguía corriendo con los demás. Por lo menos estaba haciéndolo.
Tal vez ayudaba el hecho de ir despacio porque así no tenía la sensación de haber perdido el control. Sabía que no pasaría nada malo. A esa velocidad, lo peor que podía resultar de una caída sería un rodilla o un codo despellejados.
Uno de los estudiantes acercó su bici a la de Josh. El chico, con ese larguirucho aspecto de adolescente que no sabe qué hacer con su nuevo cuerpo, le sonrió tímidamente.
Josh le devolvió la sonrisa.
– ¿Eres Brandon, verdad?
El chico asintió.
– No puedo creer que estés montando con nosotros. Hablo por Internet con otros chicos de todo el país que también practican ciclismo y creen que miento.
– Pues entonces la próxima vez tráete la cámara de fotos y sacaremos unas cuantas para demostrárselo.
– ¿Harías eso?
– Claro. Por cien pavos cada una.
El chico se quedó boquiabierto.
Josh se rió.
– Estoy bromeando. Sí, me sacaré fotos contigo y con los otros chicos. Puedes descargarlas en tu página del Facebook.
– ¡Guay! -Brandon lo miró, pero al instante apartó la mirada.
Josh pensó que tal vez querría decirle algo más. En ese momento el ritmo se aceleró un poco y Josh lo mantuvo sin problema.
– Tú… entrenas, ¿verdad? -le preguntó Brandon.
– Claro.
– El entrenador me dice que tengo que hacer pesas, pero no… -miró a su alrededor cómo para calcular cuántos de los chicos podrían oírlo-. Tengo que hacer más músculo.
– ¿Cuántos años tienes?
– Cumpliré diecisiete dentro de tres meses -el chico parecía emocionado ante ese hecho.
Josh intentó recordar la última vez que él había estado deseando cumplir años y de eso hacía mucho tiempo.
– Dentro de un par de años empezarás a hacer músculo de verdad. No entrenes demasiado con pesas hasta que no hayas terminado de crecer. Muchos chicos lo hacen, pero lo que no saben es que tanto músculo evita que los huesos crezcan como deberían y pueden perder unos cuantos centímetros.
– Yo ya mido más de metro ochenta -le dijo Brandon-. Pero mi padre dice que los hombres de nuestra familia dejan de crecer pronto.
– Cuando tu altura se haya estabilizado, empezarás a sacar músculo. No olvides que hay más formas de ponerse fuerte que levantando pesas únicamente. Este invierno deberías correr en interior unas cuantas veces a la semana y alternar entre entrenamientos a muchas revoluciones por minuto y pocas. Los entrenamientos de alta cadencia te ayudan a aprender a contraer y relajar los músculos rápidamente. Te moverás mejor en el pelotón y podrás esprintar. Los entrenamientos de baja cadencia hacen músculo.
Josh agarró su botella de agua y dio un trago.
– Además, necesitas trabajar todo tu cuerpo. Utiliza los meses de invierno para hacer otras clases de deporte, como el esquí, que es genial. Ve a clases de yoga una vez a la semana. Estirarás los músculos, mejorarás tu equilibrio y es fantástico para conocer chicas.
Brandon se rió.
– ¿Yoga?
– Lo digo en serio. Te ayudará con la bici y a las chicas les encantan los traseros de los ciclistas.
Brandon se sonrojó.
– Es bueno saberlo -murmuró.
Josh contuvo una risita.
Uno de los otros chicos se unió a Brandon y le preguntó a Josh su opinión sobre una bici que estaba pensando comprarse. Hablaron hasta que el entrenador Green se acercó y tocó el silbato.
La conversación se detuvo de inmediato y los chicos avanzaron más deprisa. El pelotón se extendió un poco cuando se incorporaron a una carretera de montaña. Josh se mantuvo en la retaguardia izquierda viendo a los otros corredores, pero en esa ocasión, en lugar de sentir pánico, se fijó en su técnica. Un chico iba hacia delante y hacia atrás, desperdiciando energía y sumando distancia. Brandon era un gran corredor, pero cambiaba las marchas demasiado despacio y se cansaba más de lo necesario. La mayoría hacía lo mismo.
Sin pensarlo gritó:
– ¡Parad todos! Parad donde estéis.
Los chicos se miraron antes de reducir la marcha y detenerse. Él los señaló e hizo una valoración de cada uno, resaltando lo bueno y lo malo, cuando era necesario.
– Ahora subiremos juntos la colina -dijo. Explicó la secuencia de marchas y por qué elegir cada una. Después comenzaron a pedalear juntos.
Josh estaba en el centro del pelotón gritando instrucciones y rodeado por los demás. Un chico estuvo a punto de chocar contra él.
En ese momento, el corazón pareció detenérsele en el pecho y comenzó a tensarse. Le resultaba imposible respirar.
«Ahora no», pensó maldiciendo en silencio. «Así no».
– ¡Ardilla! -gritó uno de los chicos al ver una ardilla cruzar la carretera delante de ellos.
– ¡Cuidado! -gritó Josh instintivamente-. No queréis atropellar a la ardilla, pero tampoco queréis caer. Sed conscientes de la posición en la que estáis.
Estaban casi en lo alto de la carretera y sabía que en un kilómetro y medio comenzaría a descender hacia la ciudad.
– Cuando empecemos a bajar, quiero que mantengáis la velocidad por debajo de los cincuenta kilómetros por hora.
– ¿Qué?
– ¡Ni hablar!
– Ir deprisa es la mejor parte.
Josh los ignoró.
– Vais a practicar a salir del pelotón. Gritad números.
Brandon gritó el uno, otro chico gritó el dos y así hasta contar todo el equipo.
– Ése es el orden -dijo Josh-. Empezad en el centro del pelotón y salid hacia la parte delantera. Tenéis vuestro minuto de gloria y volvéis atrás. ¿Está claro?
Todos asintieron.
Llegaron a la cresta y, cuando la carretera comenzó a descender, Brandon se movió al centro del pelotón.
Josh era consciente de la posición de cada uno; sería un buen entrenamiento para ellos. Cuando Brandon…
Un momento… Su mente dejó de pensar en eso.
Había estado en mitad de un ataque de pánico y a punto de perder el control por completo, ¿qué demonios había pasado?
Repasó lo sucedido y se dio cuenta de que lo de la ardilla lo había distraído tanto que había olvidado esos síntomas que lo invadían. Al parecer, se desvanecieron ante la falta de tensión.
Era el primer atisbo de esperanza que había tenido en dos años y significaba que tenía una oportunidad de lograrlo. Significaba que podía volver y ser todo lo que había sido antes. No tenía que tener miedo.
Se sentó en su bici y comenzó a reírse. El sonido resonó por las montañas que los rodeaban y uno de los chicos miró a su amigo.
– La gente mayor es muy rara -murmuró.
Josh sonrió.
– Y tanto.