CAPÍTULO 09

Maggie estaba organizando la ropa planchada cuando vio un sobre marrón bajo un montón de camisetas.

Los papeles firmados del divorcio.

Dejó la ropa a un lado, agarró el sobre y lo abrió lentamente. Dentro estaban aquellos papeles que, si hubiera entregado, habrían terminado con su matrimonio.

A pesar de que había conseguido que Justice los firmara, jamás los había entregado porque, en el fondo, no quería divorciarse de él.

Así que se había quedado con los papeles. No sabía muy bien por qué. Tal vez, porque eran como una especie de talismán. Mientras los tuviera, estaría de alguna manera conectada a Justice, Jonas seguiría teniendo un padre y ella todavía tendría la esperanza de recuperar lo que había vivido con su marido.

Maggie se preguntó si aquello no era una locura, si la idea de volver con él no era una manera de torturarse.

El sexo entre ellos seguía siendo maravilloso, pero ¿eso era todo? ¿Era sexo lo único que compartían en aquellos momentos?

Maggie volvió a meter los papeles en el sobre, presa de la tristeza, y metió el sobre de nuevo en el cajón. A continuación, se giró y se acercó a la ventana, que estaba abierta, y por la que se veía la tormenta que se estaba formando sobre el mar.

Maggie cerró la ventana porque entraba frío y se dijo que, cuando volviera a su casa, tenía que entregar los papeles del divorcio.

Sabía que no lo iba a hacer.

– Estás loca, Maggie -murmuró.

– Eso ha sido algo que siempre me ha gustado de ti.

Maggie se giró bruscamente con la mano en el pecho, como si se le fuera a salir el corazón.

– No hay nada como un buen susto para empezar bien el día.

– Perdona, no quería asustarte -se disculpó Justice entrando en la habitación con paso seguro. -¿No me has oído llegar?

Maggie lo observó. Justice andaba bien, ya no cojeaba y estaba casi recuperado por completo. Hacía dos días que no utilizaba el bastón. Pronto no lo necesitaría.

Ni a ella, tampoco.

Qué bien, ¿eh?

– La verdad es que, como ya no llevas el bastón, resultas bastante sigiloso.

Justice asintió y se masajeó el muslo.

– Estoy encantado de no tener que utilizarlo.

– Te comprendo perfectamente -contestó Maggie volviendo al armario y terminando de poner la ropa limpia en los cajones. -Bueno, voy a bajar a ocuparme de Jonas, que la señora Carey lleva con él casi toda la mañana -añadió girándose con una sonrisa radiante.

– Espera un momento, tengo que hablar contigo -contestó Justice poniéndose entre ella y la puerta.

Maggie no tenía ganas de pasar a su lado tan cerca, pues tenía muy presentes los recuerdos de la bañera de hidromasaje, así que se paró y se cruzó de brazos, esperando.

– Tú dirás.

– Creo que deberíamos hablar de lo que va a suceder cuando lleguen los resultados de las pruebas -contestó Justice.

– ¿A qué te refieres? -preguntó Maggie con recelo.

– Me refiero a que en unos días sabremos la verdad y, si resulta que Jonas realmente es hijo mío…

Maggie se tensó. No podía soportar que Justice no confiara en ella y necesitara pruebas de laboratorio para creer que Jonas era suyo.

– … si es hijo mío, quiero que crezca aquí-concluyó Justice. -En el rancho.

Maggie sintió que se le abría un vacío terrible a la altura de la boca del estómago y que el corazón se le caía dentro.

– De eso, nada -contestó negando con la cabeza.

– ¿Cómo?

– No me vas a quitar a mi hijo.

– Si también es hijo mío, tengo derecho a la mitad de él -protestó Justice.

Maggie se rió con amargura.

– ¿Y qué vas a hacer? ¿Lo vas a cortar por la mitad?

Justice se dirigió a la cama.

– No hay que ponerse dramáticos. Si Jonas es hijo mío, quiero que crezca aquí, quiero que crezca donde yo crecí. El rancho será suyo algo día y quiero que lo conozca y que lo ame como yo.

– ¿De repente te preocupa su herencia? -le espetó Maggie acercándose a él furiosa. -Hasta hace unos días no querías ni oír hablar de la posibilidad de que fuera hijo tuyo y ahora, de repente, el niño es tu heredero y quieres que ame el rancho. Ni lo sueñes.

– Maggie, no te enfrentes a mí. Tienes todas las de perder -le advirtió Justice.

Por primera vez desde que había vuelto, la primera preocupación de Maggie no era el dolor de Justice. De hecho, se habría alegrado de que la pierna le doliera horrores. ¿Por qué tenía que ser ella la única que sufriera? Aquel hombre estaba diciendo que le iba a quitar a su hijo.

Sobre su cadáver.

Maggie tomó aire profundamente y se concentró en el dolor que sentía en el corazón para utilizarlo como escudo.

– No, Justice, no voy a perder porque Jonas es mío. ¡Tiene casi seis meses y hasta hace poco más de una semana ni siquiera le habías visto!

– Porque tú no me habías hablado de su existencia.

– No me has creído cuando te he hablado de él.

– Eso no tiene nada que ver -contestó Justice haciendo un gesto con la mano en el aire como quitando importancia al asunto.

– Ése es exactamente el meollo de la cuestión, Justice, y lo sabes.

El cielo estaba cubierto de nubes negras y soplaba el viento con fuerza. De repente, enormes gotas de lluvia comenzaron a golpear los cristales de la ventana. Maggie se sentía tan furiosa como la tormenta.

– Jonas va a vivir en la ciudad. Conmigo. Tengo un piso precioso, tenemos un parque cerca, buenos colegios y…

– ¿Un parque? -la interrumpió Justice poniéndose en pie indignado. -¿Quieres llevarlo al parque cuando yo tengo aquí miles de hectáreas? La ciudad no es un buen lugar para crecer. Ni siquiera podría tener un perro.

– Por supuesto que podrá tener un perro -contestó Maggie a la desesperada. -En el edificio en el que vivimos se pueden tener mascotas. En cuanto quiera, iremos a la perrera y sacaremos un cachorro. Un caniche estaría bien.

– ¿Un caniche? -se rió Justice. -¿Qué clase de perro es ése?

– ¿Y qué quieres que tenga? ¿Un pitbull?

– Los perros pastores son los mejores y seguro que le encantan. Va a nacer una camada dentro de poco. Se podrá quedar con un cachorro. Le va a encantar la experiencia.

Probablemente así sería, pero aquel asunto no venía al caso, así que Maggie intentó concentrarse en lo verdaderamente importante.

– En cualquier caso, esas decisiones no las vas a tomar tú.

– Por supuesto que sí. Si Jonas es hijo mío, no pienso permitir que me separes de él.

– ¡Creo recordar que no querías tener hijos! -gritó Maggie sin importarle que la oyeran.

La tormenta había arreciado y ella se sentía como si estuviera en el centro de la lucha, decidida a ganar.

– ¡Claro que quería tener hijos! -exclamó Justice. -Te mentí porque creía que no los podría tener.

Maggie se quedó mirándolo confundida durante un par de segundos. El tiempo que tardó su cerebro en procesar la información y en presentarle el verdadero escenario, lo que la enfureció todavía más.

– ¿Me has mentido? ¿Me has dejado creer que no querías tener hijos cuando, en realidad, era que no los podías tener? -le espetó acercándose y golpeándolo en el pecho con fuerza. -¿Dejaste que me fuera en lugar de contarme la verdad?

– No quería que lo supieras -confesó Justice agarrándola de las muñecas con fuerza y mirándola a los ojos.

Maggie vio vergüenza, remordimientos y enfado en ellos.

– No quería que nadie lo supiera. No quería que supieras que no era un hombre completo.

Maggie lo miró estupefacta. No se lo podía creer.

– Eres un neandertal. ¡La valía de un hombre no se mide por el hecho de que pueda tener o no hijos!

– Para mí, es así.

Maggie vio en sus ojos que estaba diciendo la verdad, se zafó de sus manos y se puso a recorrer el perímetro de la habitación a paso rápido y furioso.

– ¿Así que todo este tiempo que llevamos separados ha sido porque creías que eras estéril? -murmuró Maggie mirándolo de soslayo y viendo que sus palabras habían dado en el blanco.

Justice apretó las mandíbulas. Maggie lo conocía bien y sabía que no podía soportar la debilidad. Por eso, había preferido firmar los papeles del divorcio que confesar ante su mujer que no era todo lo hombre que él creía tener que ser.

Eso le pasaba por casarse con un hombre cuya mayor motivación en la vida era el orgullo.

– Todo esto ha sido por tu maldito orgullo, ¿verdad? -le espetó. -Te has dejado llevar por el orgullo.

– El orgullo no tiene nada de malo, Maggie -contestó Justice.

– No, no tiene nada de malo si no lo antepones a cosas más importantes y eso es, precisamente, lo que has hecho tú. Has permitido que nuestro matrimonio se fuera al garete antes de admitir que no podías tener hijos -recapacitó Maggie en voz alta.

Cuando la fuerza de aquella verdad la golpeó, sintió que se moría. Justice había preferido mantener cierta imagen de sí mismo en lugar de apostar por su matrimonio y por ella.

– Fuiste tú la que se fue -contestó Justice.

– No paras de decírmelo. Es cierto que me fui, pero podrías haberlo impedido. Podrías haberme pedido que me quedara. Si me hubieras dicho «por favor, quédate», me habría quedado. El otro día dijiste que te habría gustado hacerlo, pero, claro… no podías -se lamentó mirándose en sus ojos azules. -Te quería tanto que me habría quedado si hubiera pensado que había algo por lo que luchar, pero tú te limitaste a encerrarte en ti mismo. Y yo no tenía nada, ni hijos ni marido. ¿Para qué me iba a quedar?

Justice hizo una mueca de dolor, pero consiguió controlarse al cabo de un segundo.

– Todo esto no sirve de nada, Maggie. Lo que pasó, pasó y no podemos cambiarlo, pero quiero que te quede bien clara una cosa: si Jonas es mi hijo, voy a luchar por él. Si es un King, se criará con Kings.

Dicho aquello, se giró y se fue tranquilamente. Una vez a solas, Maggie sintió un frío terrible, un frío que se apoderó de sus entrañas y le hizo comprender que el orgullo era de nuevo la causa de que Justice se comportara así. Ahora resultaba que estaba orgulloso de tener un hijo, pero lejos de alegrarse por ello, como podría haber sido en otras circunstancias, Maggie supo que eso la iba a llevar a tener un duro oponente.

Tal vez, con el dinero y los contactos que tenía su familia, pudiera quitarle la custodia.

¿Y qué haría si le quitaba a Jonas?

Sintió que el miedo la atenazaba. No quería perder a su hijo. Aquella situación se había convertido en algo realmente peligroso.

– Me voy a ir. Soy capaz de desaparecer. Agarro al niño y nos vamos -dijo Maggie media hora después a la persona con la que estaba hablando por teléfono.

– Tranquila -contestó su hermana Matrice. -Cuéntame qué ha pasado.

Maggie procedió a contarle a su hermana mayor, famosa por ser una mujer centrada y con los pies en la tierra, lo que había sucedido.

– No pasa nada -le dijo Matrice- Justice no te va a quitar a Jonas. Quiere formar parte de su vida, sólo eso. En cierta forma, deberías estar contenta porque eso era lo que también querías tú.

– Sí, pero una cosa es que forme parte de la vida de su hijo y otra que me lo quite -protestó Maggie.

– No te lo va a quitar.

– ¿Cómo puedes estar tan segura? -se sorprendió Maggie.

– Porque te quiere -contestó Matrice con seguridad.

– Sí, bueno, pero…

– Siempre te ha querido. Jamás te haría daño. Además, ¿qué iba a hacer Justice solo con Jonas? ¡Pero si los hombres no saben ni poner un pañal!

Maggie se rió y se relajó un poco.

– Matrice, tengo miedo -se lamentó sin embargo. -Tengo la sensación de que las cosas se van a poner feas.

– Tranquila, hermanita, apuesto por ti.


Justice estaba en su despacho, intentando concentrarse en un informe sobre el rancho, pero no podía dejar de pensar en la discusión que había tenido con Maggie.

Había llamado a los laboratorios King varias veces, pero no había podido hablar con nadie.

¿Por qué demonios tardaban tanto en tener los resultados de las malditas pruebas?

¿Y qué pasaría si Jonas no fuera hijo suyo? Entones, Maggie se iría, se llevaría al niño con ella y la vida en el rancho volvería a ser como siempre.

Tranquila.

¡Vamos, que el rancho volvería a quedarse sumido en el silencio sepulcral que lo caracterizaba antes de la llegada de Jonas!

¿Era eso lo que quería?

No.

No, no quería volver a aquella vida, no quería volver a estar solo en casa con la señora Carey, sin juguetes de Jonas por todas partes y la risa de Maggie por los pasillos.

Pero la relación que había habido entre ellos se había roto. Entonces, ¿qué les quedaba?

Un niño maravilloso que los necesitaba a ambos.

Si Jonas resultaba no ser hijo suyo, Maggie le habría mentido, sí, exactamente igual que había hecho él con ella. ¿Era la mentira de Maggie mucho más terrible que la suya? ¿Podría aceptar al hijo de otro?

Sería como una adopción, algo muy normal.

Justice se tranquilizó.

Le gustaba la idea.

Al cabo de unos segundos, se puso en pie y se acercó a la ventana, se apoyó en el cristal y se quedó observando la tormenta.

Lo único que tendría que hacer sería aceptar a Jonas y tendría un heredero, un niño al que educar.,-Qué más daría quién lo hubiera concebido si él lo criaba?

«Pues claro que importa», dijo la voz de su orgullo en lo más profundo de sí.

No le podía pedir a Maggie que se volviera a casar con él. Lo suyo se había terminado, pero podían ser amigos.

Podía tener a Maggie y a Jonas, un hijo, si estaba dispuesto a ceder. ¿Lo estaba?

Cuando la puerta del despacho se abrió y alguien entró, Justice no tuvo que darse la vuelta para saber que era ella.

Percibió sus pasos sobre la alfombra y sintió el calor de su cuerpo en su espalda.

– No pienso permitir que me quites a mi hijo -le dijo con mucha calma y una confianza total en sí misma.

Justice siempre había admirado su carácter y su fuerza de voluntad. Se giró hacia ella.

– No te lo voy a quitar -le dijo viendo que sus palabras la confundían. -Llevo todo el día pensando en lo de esta mañana y se me ha ocurrido una idea.

– ¿Qué idea? -contestó Maggie ladeando la cabeza sin convencimiento.

Justice se sentó en el alféizar de la ventana y se cruzó de brazos.

– Quiero que Jonas y tú os vengáis a vivir al rancho.

– Quieres decir cuando lleguen los resultados de las pruebas.

– No, quiero decir ahora mismo.

– Pero si todavía no sabes si es hijo tuyo -objetó Maggie, que no daba crédito a lo que estaba oyendo.

– Me da igual -contestó Justice sinceramente. -Lo puedo adoptar.

– Ya… ¿y quieres que vuelva en calidad de tu esposa?

«Cuidado, Justice, mira bien por dónde pisas», se dijo a sí mismo.

– No -contestó, – estamos divorciados y así está bien. Probablemente, sea lo mejor. Nuestro matrimonio siempre fue explosivo. Estamos divorciados, pero eso no quiere decir que no te puedas venir a vivir aquí, que criemos a Jonas entre los dos y mantengamos una relación platónica.

Maggie se quedó mirándolo con la boca abierta, y Justice sonrió, pues no era fácil sorprender de aquella manera a Maggie King.

– ¿Platónica? -repitió Maggie anonadada. -Entre tú y yo nunca ha habido nada platónico.

– Es cierto, pero las cosas pueden cambiar. Podríamos tener una buena vida, podríamos ser… buenos amigos.

Le iba a costar Dios y ayuda, pero estaba dispuesto a hacerlo con tal de tenerlos a ella y al niño.

– Eso es imposible. Tú y yo no podemos ser amigos y nada más. Hay demasiada química entre nosotros. Además, me doy perfectamente cuenta de lo que estás intentando hacer…

– ¿A qué le refieres? Lo que te estoy ofreciendo es real.

– No, lo que me estás ofreciendo es muy bonito, pero sólo para tapar que te has equivocado. No me quieres pedir que vuelva como tu esposa porque no estás dispuesto a admitir que te equivocaste al dejar que me fuera y, claro, Justice King no comete errores, ¿verdad?

Justice se quedó mirándola estupefacto.

– ¿Cómo has hecho para darle la vuelta a la tortilla de esta manera?

– Te conozco muy bien -insistió Maggie. -Tú no quieres una relación platónica conmigo -añadió riéndose. -Lo que pasa es que te crees que así te sería más fácil convencerme y, luego, cuando ya estuviéramos Jonas y yo instalados aquí, te las arreglarías para volver a acostarte conmigo. A ver si te has creído que me engañas. Está muy claro que me deseas -concluyó triunfante.

– No lo niego -contestó Justice. -Es cierto que te deseo, es obvio, pero podríamos ser amigos.

– No, tú y yo no estamos hechos para ser amigos -insistió Maggie poniéndose de puntillas, pasándole los brazos por el cuello y besándolo apasionadamente.

Justice tuvo la sensación de que un calor abrasador le recorría el cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Aquella mujer era fuego, luz, calor y seducción.

Le pasó los brazos por la cintura y la apretó contra su cuerpo. Su entrepierna se había endurecido, demostrándole a Maggie que tenía razón.

– ¿Lo ves? -le dijo muy segura de sí misma. -Tú y yo no somos amigos. Somos amantes -añadió dejando caer los brazos. -Bueno, más bien, lo fuimos. Ahora ya no sé qué somos exactamente. Lo que sí sé es que no pienso perder a mi hijo.

Dicho aquello, se giró y salió del despacho sin mirar atrás.

Lo había dejado todo muy claro.

Justice se sentía frío y vacío sin ella. La verdad era que quería estar con ella. Maggie tenía razón: no eran amigos y no podrían vivir como tales.

¿Entonces?

Bueno, habían sido pareja en el pasado. Tal vez, pudieran volver a serlo.

Siempre y cuando él estuviera dispuesto a olvidarse de su orgullo.

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