CAPÍTULO 08

Unos días después, Justice todavía sufría las represalias de Maggie. Tras tenerlo una hora haciendo sentadillas y corriendo en la cinta, por lo visto, todavía no había terminado con él.

Había montado una camilla de masaje junto a la piscina cubierta situada detrás de la casa principal y lo había hecho tumbarse como a un prisionero sobre un potro de tortura.

El sol se colaba por las ventanas tintadas que permitían disfrutar desde dentro de la claridad y el paisaje sin que nadie que estuviera fuera pudiera ver el interior. El ruido que hacía la bañera de hidromasaje se mezclaba con el murmullo del aire acondicionado.

Justice, sin embargo, tenía toda su atención puesta en las manos de Maggie. Era una buena profesional, pero estaba muy enfadada. Justice hizo una mueca de disgusto cuando le agarró el pie, lo levantó, le flexionó la rodilla y se la llevó hacia el pecho.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no gemir de dolor, apretó los puños y aguantó mientras Maggie le indicaba que empujara contra sus manos.

Por lo visto, aquello se llamaba entrenamiento de resistencia.

Justice lo hubiera definido como tortura total.

– Te lo estás pasando en grande -protestó.

– No, de eso nada -contestó Maggie.

– Ya. Estás enfadada y me lo estás haciendo pagar.

– Justice, soy fisioterapeuta y te estoy tratando de manera profesional. Jamás se me ocurriría hacerle daño a un paciente. Empuja.

Justice así lo hizo.

– Entiendo que no me quieras hacer daño, pero esto es una tortura.

– Es la rehabilitación que necesitas -insistió Maggie. -Te aseguro que me encantaría torturarte, pero no lo estoy haciendo. Estos son los ejercicios normales.

Justice volvió a empujar cuando así se lo indicó Maggie, concentrando su fuerza. La verdad era que desde que había comenzado la rehabilitación con ella sentía la pierna más fuerte e iba mejorando día a día. Le seguía doliendo, pero ya apenas necesitaba el bastón.

– No he pedido las pruebas de paternidad para hacerte rabiar-le aseguró.

Maggie tomó aire profundamente, depositó la pierna de Justice sobre la camilla y lo miró.

– Justice, no pienso permitir que a nuestro hijo lo tengan que pinchar porque tú no confíes en mí -le aseguró.

Por supuesto, cuando Justice se lo había propuesto a la salida del hospital, Maggie se había enfadado. Se había enfadado tanto que le había dicho exactamente lo que pensaba de un hombre que era capaz de obligar a un niño a pasar por un pinchazo innecesario.

Pero Justice no había dado su brazo a torcer.

El día que un médico le había dicho que no podía ser padre había sufrido mucho. En aquel accidente no sólo había perdido a sus padres, su pasado, sino también su futuro, la posibilidad de ser padre.

Justice siempre había soñado con formar una familia, con tener otra generación que se hiciera cargo del rancho King con el mismo amor y la misma devoción que él, y había sido devastador que aquellos sueños se hubieran ido al garete de un plumazo.

Ahora, sin embargo, se planteaba que, quizás, aquel médico se hubiera equivocado y deseaba saber la verdad, necesitaba saber si Jonas era hijo suyo, si de verdad tenía un hijo.

Por eso, dijera lo que dijera Maggie, no iba a cambiar de parecer.

Habían pedido hora y las pruebas se iban a realizar al día siguiente en uno de los laboratorios de la familia. Eran las ventajas de tener una familia enorme. Los King estaban en prácticamente todos los negocios que daban dinero en California. Necesitara uno lo que necesitara, casi siempre había algún primo que lo podía ayudar.

Gracias a eso, habían conseguido adelantar la prueba de paternidad, pero los resultados tardarían unos días. A Justice nunca le había gustado esperar y, en aquella ocasión, se le estaba haciendo todavía más difícil. Se jugaba mucho con aquellos resultados, no sólo su orgullo, sino también su futuro.

Maggie se echó un líquido en las manos, se las frotó y comenzó lo que ella llamaba «movilización profunda de tejidos». En otras palabras, un masaje fuerte. Justice suspiró encantado mientras sentía sus dedos y sus palmas obrando magia sobre su pierna. Maggie tenía unas manos maravillosas, un toque seguro, firme y profesional.

Sin embargo, Justice quería más, quería que aquellas manos lo acariciaran en otros lugares del cuerpo. Claro que sabía perfectamente que no iba a poder ser porque Maggie estaba furiosa con él.

– ¿Qué tal? -le preguntó Maggie subiendo desde la planta del pie por el gemelo y hasta el muslo v volviendo a bajar.

«Si miraras hacia la bragueta del pantalón, obtendrías una buena respuesta», pensó Justice.

– Muy bien -contestó. -De maravilla.

– Vas mejor, Justice. Me alegro.

– ¿De verdad?

– Claro que sí. Recuerda que he venido para ayudarte a que te recuperes. Cuanto antes ocurra, antes me podré marchar con Jonas.

Al oír aquello, Justice se incorporó y la agarró de la muñeca.

– No te irás hasta que nos hayan dado los resultados de las pruebas.

Maggie se zafó de su mano. -No me voy a ir hasta que haya terminado mi trabajo, pero, cuando lo haya acabado, no podrás impedirme que me vaya -le corrigió.

– Maldita sea, Maggie, ¿es que no entiendes que tengo que hacerlo así?

– No, no lo entiendo -contestó Maggie secándose las manos. -Tenías mi palabra. Podrías haber elegido creerme.

– Tu palabra no es suficiente. Necesito pruebas -insistió Justice mirándola.

Maggie llevaba el pelo recogido en una cola de caballo, no se había maquillado y lo miraba con ojos cargados de enfado mientras apretaba los dientes, seguramente para no espetarle los cientos de insultos que se le estaban ocurriendo.

Hacía calor, así que se había puesto unos vaqueros cortos y una camiseta de tirantes. Tenía la piel suave y pálida, y a Justice le habría encantado agarrarla y besarla. Su imaginación se disparó, se imaginó el cuerpo desnudo de Maggie tumbado sobre él, sus senos en contacto con su torso.

Maldición.

Justice se apresuró a bajarse de la camilla con la esperanza de que Maggie no hubiera reparado en su erección. Siempre que estaba con ella se comportaba como un adolescente, siempre excitado.

– Ven -le dijo Maggie colocándose a su lado y pasándole el brazo por la cintura. -Quiero que te metas un rato en la bañera de hidromasaje para relajar los músculos.

Justice estuvo a punto de rechazar su ayuda, pero, luego, se dijo que era una buena oportunidad de tocarla, así que se dejó envolver por su olor y sintió sus cabellos sedosos en el brazo cuando se lo pasó por los hombros.

– Muy bien -dijo Maggie ayudando a Justice a sentarse dentro del agua- He bajado un poco la temperatura -añadió mientras Justice suspiraba de placer.

Él la miró y se preguntó qué había sido de su Maggie, de aquella mujer que lo excitaba constantemente con su fuego.

– ¿Por qué no te metes un rato conmigo? A ti también te vendría bien relajarte un poco.

Maggie se mordió el labio inferior.

– Estoy demasiado enfadada contigo, Justice. No podría relajarme.

– Muy bien, pues métete en el agua y grítame -contestó Justice golpeando la superficie con la palma de la mano. -Eso siempre te hizo sentir mejor.

Maggie sonrió, y Justice supo que había ganado.

– No tengo bañador.

– ¿Y qué?

Justice deseaba con todo su corazón, necesitaba verdaderamente, que Maggie se desnudara y se metiera en el agua burbujeante con él.

Maggie tomó aire.

– Está bien, pero sólo un rato, que tengo que ir a cuidar a Jonas.

– Está perfectamente con la señora Carey.

– Ya lo sé, pero es mi hijo y me gusta estar con él -contestó Maggie quitándose los pantalones y revelando unas braguitas de color rosa pálido.

Justice asintió porque no podía hablar. Maggie agarró la camiseta y se la sacó por la cabeza. Llevaba un sujetador a juego con las braguitas. A Maggie siempre le había encantado la lencería… y a él, también.

– ¿No te vas a quitar la ropa interior? -le preguntó Justice al ver que se disponía a meterse en el agua.

– No -contestó Maggie riéndose. -Prefiero no estar desnuda cerca de ti.

Justice sentía la erección contra la tela del bañador y supo que Maggie tenía razón. Maggie se sentó frente a él, suspiró y echó la cabeza hacia atrás.

– Tienes razón, aquí se está de maravilla -comentó.

Las piernas de Maggie, largas y tonificadas, medio flotaban sobre el agua, justo delante de Justice, que sintió que la boca se le hacía agua. Se apresuró a meterse la mano entre las piernas para ver si podía ponerse un poco más cómodo, pero eso no le sirvió de nada, así que se desabrochó los bolones del bañador y se lo quitó.

Al instante, sintió una gran liberación.

Pero necesitaba más.

Necesitaba a Maggie.

Así que se acercó lentamente mientras ella tenía los ojos cerrados. Justice no podía apartar los suyos de sus pechos. Los pezones rosados estaban al mismo nivel de la superficie y cubiertos por la seda mojada del sujetador. A lo mejor ella creía que estaba más protegida por haberse quedado con la ropa interior, pero lo cierto era que resultaba mucho más provocativa así.

Una vez junto a ella, Justice alargó el brazo y le acarició la pantorrilla. Maggie abrió los ojos sobresaltada y lo miró confusa.

– ¿Qué haces?

– Relajarme y ayudarte a que te relajes tú también -contestó Justice acercándose un poco más.

– No -dijo Maggie apartándose.

– No te pongas melindres -insistió Justice. -No nos acabamos de conocer.

– Tienes razón, nos conocemos muy bien y, por eso precisamente, no debe pasar nada entre nosotros. Sólo serviría para confundir más las cosas.

– Eso es imposible -contestó Justice acercándose de nuevo y acariciándole la pierna. -Están tan liadas que es imposible que se líen más.

– Puede que tengas razón, pero sigo enfadada contigo.

Justice sonrió.

– Cuando te enfadabas era cuando mejor nos lo pasábamos en la cama.

– También tienes razón en eso, pero el hecho de que ahora mismo esté enfadada no quiere decir que me quiera acostar contigo.

– Mentirosa -con testó Justice agarrándola del pie y tirando hacía sí de ella.

– Eso es trampa -protestó Maggie.

– Mmm.

– Justice, esto no va a resolver nada.

– A lo mejor es que no hay nada que resolver -contestó Justice agarrándola de las nalgas. -A lo mejor simplemente tiene que suceder.

Maggie lo miró.

– Y a lo mejor simplemente no deberíamos permitir que sucediera -comentó.

– Demasiado tarde -murmuró Justice levantándose y girando a Maggie para colocarla delante de uno de los chorros de agua.

– ¡Esto es trampa también! -protestó Maggie separando las piernas para recibir el chorro de agua en el clítoris.

Mientras el agua le daba placer, Justice también se afanó en darle el suyo, así que mientras le sujetaba la cabeza con un brazo, con la mano que le quedaba libre le desabrochó el sujetador, dejando sus pechos al descubierto. Se le habían endurecido los pezones, y Justice se inclinó sobre ellos y comenzó a chuparle uno, lo succionó y le pasó la lengua varias veces por encima mientras Maggie se estremecía de placer.

Justice no podía parar de lamerla. ¿Cómo había podido sobrevivir todos aquellos meses sin ella? Así que siguió jugando con sus pezones y con sus pechos mientras Maggie emitía jadeos de felicidad y disfrutaba de la caricia natural del agua entre las piernas.

Justice sabía perfectamente lo que Maggie quería porque era lo mismo que quería él, sabía que los dos estaban sintiendo lo mismo: deseo, necesidad…

Se moría por penetrarla, así que le bajó las braguitas y le separó los muslos para que el agua le diera todavía más de lleno en el clítoris.

Maggie gimió de placer mientras elevaba las caderas para quedar expuesta al chorro de agua.

Justice se quedó observándola mientras Maggie cerraba los ojos y jadeaba.

– Quiero sentirte dentro, Justice -le dijo mirándolo.

No hizo falla que se lo repitiera dos veces. Justice la agarró, la besó en la boca con pasión y se dirigió hacia el banco. Una vez allí se sentó y colocó a Maggie a horcajadas sobre él y fue haciéndola bajar lentamente, centímetro a centímetro, sobre su erección. Maggie lo envolvió en su humedad y su calor y lo condujo hasta lo más profundo de su interior.

Justice no podía apartar la mirada de sus maravillosos ojos mientras la penetraba y la llenaba. Sin dejar de mirarse a los ojos, comenzaron a moverse hacia el inevitable final que ambos ansiaban.

Justice se sentía completo, lo único que le importaba en aquel momento era el presente, la mujer con la que estaba haciendo el amor. Aquella mujer lo era todo.

Cuando Maggie abrió la boca y gritó su nombre mientras le temblaba el cuerpo como consecuencia de la fuerza del orgasmo que estaba viviendo, Justice supo que jamás vería nada tan bonito.

Unos segundos después, se dejó llevar también por la fuerza del orgasmo y siguió a Maggie hacia ese mundo que sólo conocen los amantes.


– Nada ha cambiado -murmuró Maggie mientras le ponía a Jonas el pijama aquella noche.

Su hijo sonrió y se rió. A Maggie le encamaba oírlo reír. Estaban los dos tumbados en la cama de su habitación. Gracias a Dios estaba en el otro extremo del pasillo, lejos del dormitorio de Justice. Después de lo que había sucedido aquella tarde, mejor no acercarse a él.

– Te hace mucha gracia, ¿eh? -le preguntó al niño besándolo en la tripa. -Te crees que mamá está haciendo el tonto, ¿verdad? A lo mejor tienes razón, sí, pero la verdad es que no me importa.

El niño la agarró del pelo y Maggie se soltó con cariño, terminó de vestirlo para irse a la cama, le subió la cremallera que cerraba el pijama hasta el cuello y lo tomó en brazos.

No había nada en el mundo que oliera mejor que un bebé recién bañado. Jonas tenía la piel suave y caliente y tenerlo en brazos le hacía olvidarse en parte del dolor que sentía en el corazón.

No se arrepentía de haber hecho el amor con Justice aquella tarde, pero sabía que probablemente habría sido un error. Las cosas no estaban claras entre ellos. Para empezar, Maggie seguía enfadada con él por haber insistido en lo de la prueba de paternidad cuando era evidente que Jonas era su vivo retrato y, por otra parte, se sentía frustrada porque Justice había levantado unas barreras altas y resistentes en torno a su corazón y no la dejaba entrar.

– ¿Sabes lo que más me molesta, cariño? -le dijo a Jonas en voz baja mientras lo colocaba sobre sus rodillas y comenzaba a jugar con él. -Tu padre se ha empeñado en hacerse esas dichosas pruebas de paternidad y, aun así, te evita. ¿Por qué será? ¿Tú lo sabes?

Jonas se rió y comenzó a mover los brazos como si estuviera intentando volar, lo que hizo sonreír a Maggie. No podía ni quería imaginarse la vida sin él. Aquel niño era parte de ella… aunque el hombre que era su padre seguía siendo un desconocido para él.

– Ha llegado el momento de que las cosas cambien -decidió Maggie. -Ya va siendo hora de que tu padre descubra lo que se está perdiendo. Quiero que te conozca, que se dé cuenta de lo que podríamos tener si estuviéramos los tres juntos…

Jonas emitió un sonido que su madre tomó como un asentimiento, así que se levantó de la cama y salieron de la habitación, avanzaron por el pasillo, bajaron las escaleras y se acercaron al salón, desde donde llegaba la sintonía del informativo de la noche.

Nada más entrar, vio a Justice, que estaba tumbado en una cómoda butaca con los ojos pegados a una televisión de pantalla plana que había en la pared de enfrente.

Maggie cruzó la estancia con decisión y se acercó. Justice la miró y Maggie sintió que un tremendo calor se apoderaba de ella. Sí, definitivamente, aquel hombre era peligroso.

Entonces, Justice miró al niño y su mirada cambió, lo que le recordó a Maggie el propósito de su visita.

– Hemos bajado para que Jonas te dé las buenas noches -anunció obligándose a sonreír.

Justice dio un respingo. -No hace falta.

– Sí, claro que hace falta, Justice -insistió Maggie colocando al niño sobre su regazo.

Justice y Jonas se miraron y parpadearon, y Maggie se dio cuenta de que ambos estaban muy sorprendidos.

– Maggie, todavía no tenemos los resultados de las pruebas, así que…

– Justice, es tu hijo. Las pruebas lo demostrarán muy pronto, así que más te vale irte acostumbrando a él, empezar a conocerlo.

– No creo que…

– Debes conocerlo, Justice -lo interrumpió Maggie. -Y puedes empezar a hacerlo ahora mismo. Voy a por el biberón.

Justice la miró horrorizado. -¿Me vas a dejar solo con él?

– Bienvenido a la paternidad -contestó Maggie riéndose.

Dicho aquello, salió del salón, pero se quedó escondida en el pasillo para ver cómo se relacionaban los dos hombres de su vida. Justice se había quedado como si tuviera una bomba de relojería en la mano, y Jonas parecía confundido con la situación.

Cuando vio que al niño le empezaba a temblar el labio inferior estuvo a punto de volver, pero se contuvo.

– No llores, Jonas -oyó que le decía Justice. -Todo va a salir bien.

Maggie se preguntó desde la puerta si aquélla habría sido la primera mentira de Justice a su hijo.


Los días fueron pasando y la pierna de Justice iba cada vez mejor. Sin embargo, a medida que su cuerpo se iba curando, su corazón se iba rompiendo. Estar con Maggie pero sin ser pareja era mucho más difícil de lo que creía. Lo que había sucedido en la bañera de hidromasaje no se había repetido. Aquellas escenas parecían sacadas de un sueño, un sueño que lo perseguía estuviera donde estuviera e hiciera lo que hiciese.

Justice estaba en el picadero, al sol, con los antebrazos apoyados sobre la valla de madera, observando cómo ensillaban a los caballos que se iban a llevar, diciéndose que lo mejor que podía hacer era concentrarse en el trabajo.

Ahora que se encontraba mejor, había empezado a tomar las riendas de nuevo y eso lo hacía sentirse bien. Aunque todavía no podía montar, no creía que le faltara mucho para poder hacerlo.

Hacía todo lo que estaba en su mano para no pasar mucho tiempo dentro de casa, pues tanto Maggie como la señora Carey parecían empecinadas en que estuviera todo el rato con Jonas.

Lo cierto era que Justice disfrutaba de los ratos que pasaba con el pequeño. Aquel chiquillo era un encanto. Fuera o no su padre, estaba aprendiendo a quererlo.

Gracias a las sesiones de terapia de Maggie, se estaba recuperando muy bien, así que cada vez le daba menos masajes. Eso, por un lado, lo aliviaba y, por otro, le daba pena. Estar a solas era peligroso porque la deseaba más que nunca, pero le daba pena perderse aquellos momentos.

Claro que necesitaba tiempo para estar a solas y pensar.

Cuando llegaran los resultados de las pruebas de paternidad, sabría si Maggie le había estado mintiendo todo aquel tiempo, sabría si el niño al que estaba empezando a querer como suyo lo era realmente.

Dependiendo de los resultados, actuaría de una u otra manera.

Si Maggie le había estado mintiendo, tendría que dejarla marchar de nuevo. Aunque la seguía queriendo y, aunque quería mucho a Jonas, no permitiría que lo utilizara. Lo cierto era que no creía que Maggie le hubiera mentido en ningún momento. Maggie era una persona muy sincera.

Entonces, debía de ser que era el padre de Jonas. A ver qué decían los resultados. De ser así, iba a formar parte de la vida del niño, dijera Maggie lo que dijera, le gustara o no.

Pasara lo que pasara, Maggie y él tenían algunas decisiones serias que tomar, así que más les valía no complicar las cosas todavía más con el sexo.

– Eh, jefe.

– ¿Qué? -dijo Justice girándose hacia Mike. -¡Parece que su hijo ha nacido para ser ranchero!

Justice se giró y vio a Maggie y a Jonas. El niño estaba montado en un caballo de madera que llevaba varias generaciones en la familia King. Justice supuso que la señora Carey lo habría bajado del desván.

Efectivamente, Jonas se agarraba con fuerza a las riendas mientras su madre lo agarraba de debajo de los brazos por si acaso.

Aunque estaban a cierta distancia, oía las risas del niño mezcladas con las de la madre y se preguntó qué demonios haría si Maggie le hubiera mentido y los perdiera a ambos.

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