CAPÍTULO 02

Aquello a Maggie le gustó. Pero… miró a su alrededor y volvió a mirar a Justice.

– La señora Carey no está, pero…

– No hay nadie -se apresuró a asegurarle Justice. -Nadie nos va interrumpir.

Maggie suspiró aliviada. No quería interrupciones. Justice tenía razón en una cosa: su pasado ya no existía y el futuro no había llegado, así que lo único que tenía era aquel día, aquel minuto, aquel pequeño lapso de tiempo.

Y estaba decidida a aprovecharlo.

Así que acarició el pelo de Justice. Lo llevaba un poco largo, como de costumbre. A Maggie le encantaba que los rizos de la nuca le sobresalieran por encima del cuello de la camisa. No se debía de haber afeitado en un par de días y estaba realmente sexy.

Se moría por que le acariciara los pechos. Como si le hubiera leído el pensamiento, Justice se apartó ligeramente y comenzó a desabrocharle los botones de la delicada blusa de seda rosa. La prenda no tardó en caer al suelo, momento que Maggie aprovechó para deshacerse de sus pantalones y de sus botas y bajarse las braguitas.

Justice le desabrochó el sujetador y lo tiró al suelo, dejando sus pechos al descubierto y apoderándose de ellos en un abrir y cerrar de ojos. A continuación, se concentró en acariciarle los pezones con las yemas de los dedos pulgares hasta que Maggie comenzó a jadear de placer y sintió que el deseo corría de nuevo por todo su cuerpo. Era como si no acabara de tener un orgasmo. Estaba temblando de nuevo. Sentía un fuego ardiente entre las piernas.

– Eres muy guapa -murmuró Justice mirándola a los ojos mientras le acariciaba los pechos- Muy guapa.

– Te necesito, Justice. Ahora. Por favor. Ahora.

Justice sonrió de manera traviesa, la levantó y la condujo a un sofá. Maggie se quedó mirándolo mientras él se quitaba la camisa. Se le estaba haciendo la boca agua. Literalmente, Justice tenía la piel bronceada y el cuerpo fuerte y musculado. ¡Cuántas noches había pasado abrazada a aquel torso!

Maggie se echó hacia atrás, descansó la cabeza en un cojín y abrió los brazos para recibirlo. -¿A qué esperas, vaquero?

Justice apretó los dientes y continuó desnudándose a toda velocidad. Aun así, a Maggie se le antojó que estaba tardando una eternidad. No podía más. Estaba muy excitada y húmeda y quería que la penetrara cuanto antes, pues temía volver a explotar de un momento a otro.

Justice avanzó hacia ella mientras Maggie se fijaba en su erección, grande, larga y dura. Cuando Justice se tumbó sobre ella, aguantó el aliento y esperó.

– Cuánto te he echado de menos, preciosa -le dijo Justice apoyándose en las manos y besándola.

– Oh, Justice, yo también te he echado mucho de menos -contestó Maggie elevando las caderas y dándole la bienvenida.

Justice se introdujo en su cuerpo y Maggie gimió encantada al sentir su erección, levantó las piernas y se las puso alrededor de la cintura.

Aunque lo tenía muy dentro de ella, no le parecía suficiente. Maggie gemía y se revolvía debajo de él mientras Justice la penetraba una y otra vez haciendo que las llamas iniciales se convirtieran en un gran incendio.

Había pasado tanto tiempo sin acostarse con él que Maggie no quería nada suave ni romántico, sino un encuentro rápido y apasionado, frenético. Quena comprobar que Justice sentía la misma necesidad que ella, quería sentir la fuerza de su pasión.

– Más fuerte, Justice, lo quiero más fuerte -murmuró.

– Me estoy controlando, Maggie. Hace demasiado tiempo y no quiero hacerte daño.

Maggie le tomó el rostro entre las manos y sonrió. -Lo único que me hace daño es que te controles. Justice, te necesito.

Justice apretó los dientes, la agarró de la espalda con una mano y la levantó para depositarla sobre la alfombra que cubría el suelo de madera. A continuación, colocó sus manos a la altura de la cabeza de Maggie y sonrió.

– Ya te dije cuando compraste esos sofás que eran demasiado blandos.

– Para estar sentados son perfectos, pero para esto, tienes razón, son demasiado blandos -sonrió Maggie.

Dicho aquello, volvió a elevar las caderas para sentir a Justice todavía más dentro de su cuerpo. Justice se retiró ligeramente para, un instante después, volver a adentrarse en su cuerpo con más fuerza.

Maggie sonrió encantada.

Justice le levantó las piernas y las colocó sobre sus hombros, la agarró de las caderas y siguió adentrándose en su interior. Maggie se agarró a la alfombra con todas sus fuerzas mientras Justice se movía a toda velocidad y ambos se dirigían hacia un orgasmo maravilloso.

– ¡Sí, Justice, así, así! -gritó Maggie.

Mientras continuaban haciendo el amor, lo miró a los ojos y supo que jamás sería un ser humano completo sin él.

Aquello hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas mientras su cuerpo comenzaba a experimentar los primeros placeres del orgasmo.

Justice deslizó una mano entre sus cuerpos y comenzó a acariciarla, y Maggie se dejó arrastrar por el enorme clímax que la estaba esperando. Cuando se produjo, gritó el nombre de su marido mientras se preguntaba entristecida si sería la última vez que hacía el amor con él.

Justice se entregó también al orgasmo y gimió su nombre desde lo más profundo de su garganta mientras se dejaba caer sobre ella. Maggie lo abrazó con fuerza mientras oleadas y oleadas de placer sacudían sus cuerpos y, aunque sintió que el corazón se le rompía, decidió que Justice no debía darse cuenta.


Pasaron el resto del fin de semana en una nube de pasión. Excepto unas cuantas incursiones necesarias a la cocina, no salieron del dormitorio principal.

Después del apasionado encuentro que había tenido lugar en el salón, Justice llamó a Phil, el capataz, y le dijo que se encargara él del rancho durante los próximos días.

No había sido una promesa de para siempre, pero Maggie se había sentido agradecida. Aun así, sabía que estaba loca, pues se estaba exponiendo a más sufrimiento.

Mientras siguiera enamorada de Justice King, no iba a tener paz porque no podían estar juntos sin hacerse daño y tampoco podían vivir separados.

Por lo menos ella, que se estaba muriendo de pena.

Aquello no era justo.

Maggie suspiró suavemente sin dejar de mirar a Justice. La única luz que había en la habitación procedía de la chimenea de piedra, de los rescoldos. Afuera había una gran tormenta invernal y estaba lloviendo.

Maggie también sentía que en su interior se estaba librando una dura tormenta.

¿Qué podía hacer? Había intentado vivir sin él y lo único que había conseguido había sido pasar nueve meses terribles. Se había entregado por completo al trabajo para no pensar ni sentir, pero le había parecido una forma de vivir completamente vacía. Lo cierto era que quería estar con Justice, que sin él jamás sería feliz.

Justice era el mejor amante que jamás había tenido. Sus caricias la quemaban, su aliento la acariciaba, su voz la hacía excitarse aunque acabara de tener un orgasmo, su piel seguía encendida mucho después de que la hubiera tocado.

Maggie cerró los ojos y sintió su miembro en el interior de su cuerpo, sintió los latidos de sus corazones acompasados y no pudo evitar preguntarse, como de costumbre, cómo era posible que dos personas estuvieran tan conectadas y tan alejadas a la vez.

Observó con detenimiento a Justice mientras éste se levantaba de la cama y caminaba desnudo por el dormitorio. Tenía un cuerpo bien formado, esbelto y bronceado porque trabajaba al aire libre desde hacía años. Tenía el pelo castaño oscuro y le caía sobre los hombros. A Maggie aquello siempre se le había antojado muy sensual y él ni siquiera parecía darse cuenta.

Sintió que se le aceleraba el corazón mientras observaba su espalda y su trasero. Justice se movía con una gracia y una elegancia innatas.

La verdad era que todo lo que hacía aquel hombre era fabuloso.

Justice se colocó en cuclillas al lado de la chimenea y echó otro leño al fuego, que se avivó inmediatamente. Maggie siguió observándolo. Tenía las piernas fuertes y bien torneadas, pues pasaba muchas horas a caballo, y la espalda y los brazos fuertes porque trabajaba mucho.

Podría haber contratado a todos los hombres que hubiera necesitado para hacer el trabajo duro del rancho, pero nunca había querido hacerlo. A Justice King le gustaba trabajar con sus vaqueros.

Como si hubiera percibido que lo estaba observando Justice se giró hacia ella. El resplandor de las llamas dibujaba sombras en su rostro y le daba un aire duro y fuerte que lo hacía inalcanzable.

Maggie sintió que el corazón le daba un vuelco. Sabía que iba a sufrir.

Justice era su marido, pero los vínculos que había entre ellos estaban maltrechos. En la cama se entendían a las mil maravillas, pero fuera de ella las cosas se complicaban porque querían cosas diferentes en la vida y ninguno de ellos daba su brazo a torcer, así que el compromiso era inalcanzable.

Era domingo por la noche y Maggie era consciente de que pronto tendría que volver a su mundo, a aquel mundo en el que Justice ya no estaba.

Aquella idea se le hacía insoportable.

La tormenta hizo que el viento y la lluvia arreciaran y Justice se dio cuenta de que Maggie había empezado a darle vueltas a la cabeza. Eso nunca había sido bueno. Justice sabía que lo estaba observando y se dio cuenta de que había puesto aquella cara que solía poner cuando le iba a decir algo que sabía que no le iba a gustar.

Justice sabía que aquello se iba a producir tarde o temprano.

Maggie y él tenían una química increíble, pero en las cosas que importaba estaban muy distanciados.

Ella estaba tumbada con su cabellera pelirroja extendida sobre la almohada, tapada hasta el escote con las sábanas y con una pierna al descubierto.

Justice siempre la recordaría así y lo sabía, como también sabía que aquel recuerdo lo atormentaría para siempre.

– Justice, tenemos que hablar.

– ¿Por qué? -contestó él. Se acercó a la silla donde había dejado los vaqueros y se los puso.

Era mejor estar vestido para hablar con Maggie King.

– No hagas eso.

– ¿El qué?

– No me dejes fuera. No me lo hagas otra vez.

– Pero si no estoy haciendo nada, Maggie.

– Precisamente por eso -insistió Maggie incorporándose sobre el colchón.

Justice se giró hacia ella y sintió la imperiosa necesidad de acercarse y de abrazarla con fuerza, de impedir que hablara y desatara entre ellos una discusión que ninguno iba a ganar.

– No me vas a pedir que me quede, ¿verdad? -le preguntó Maggie apartándose un mechón de pelo de la cara.

Justice pensó que no hacía falta que lo hiciera, que Maggie era su esposa, que él no tenía ninguna obligación de pedirle que se quedara cuando había sido ella la que había decidido irse.

No le dijo nada, se limitó a negar con la cabeza y a abrocharse la bragueta de los vaqueros.

– ¿De qué me serviría pedírtelo si, al final, te vas a volver a ir?

– No tendría por qué irme si tú estuvieras dispuesto a ceder un poco.

– No pienso ceder-le aseguró Justice, aunque le costó porque sabía que la estaba haciendo sufrir.

– ¿Por qué no? -lo increpó Maggie poniéndose en pie y plantándose ante él desnuda y orgullosa.

Justice sintió que se excitaba inmediatamente a pesar de que habían hecho el amor varias veces seguidas.

– Porque no -contestó cruzándose de brazos. -Tú quieres tener hijos y yo, no. Se acabó la historia.

Maggie abrió la boca. Justice sabía que estaba intentando controlar su temperamento inglés, aquel temperamento que a él le había atraído desde el principio aunque, a veces, lo sacara de quicio.

– ¡Maldita sea, Justice! -exclamó Maggie comenzando a ponerse la ropa interior. -¿Estás dispuesto a terminar nuestra relación porque no quieres tener un hijo?

Justice sintió que la agitación se apoderaba de él. No lo pudo evitar. Sin embargo, no estaba dispuesto a volver a discutir sobre lo mismo una y otra vez.

– Maggie, ya te lo dije antes de casarnos -le recordó manteniendo la calma.

Maggie se apartó el pelo de la cara y lo miró furiosa.

– Sí, pero yo creía que te referías a que no querías tener hijos en aquel momento -contestó poniéndose la blusa a toda velocidad. -Jamás imaginé que querías decir que no querías tener hijos nunca.

– Entendiste mal -contestó Justice.

– Y tú no te molestaste en sacarme de mi error -contestó Maggie.

– Maggie, ¿de verdad tenemos que volver a hablar de esto?

– ¿Por qué no? ¿Acabamos de pasar un fin de semana maravilloso y me estás diciendo que no sientes nada?

Claro que sentía algo.

– Yo no he dicho eso.

– Ni falta que hace. Estás dispuesto a dejar que me vaya otra vez. Eso es lo único que importa.

Justice apretó los dientes con fuerza. Maggie creía conocerlo bien, creía saber cómo iba a reaccionar, pero no era cierto. No lo conocía y jamás lo conocería de verdad.

– No estarías dispuesto a dar tu brazo a torcer aunque hubieras cambiado de opinión, ¿verdad? Claro que no, Justice King, el hombre más orgulloso…

– Maggie… -le advirtió Justice tomando aire y cruzándose de brazos.

Maggie levantó una mano para interrumpirlo y Justice optó por callar de nuevo y dejarla hablar.

– ¿Sabes qué? Estoy harta de tu orgullo, Justice. El gran Justice King, el amo del universo. Estás tan ocupado arreglando el mundo para convertirlo en el lugar que tú quieres que sea que no tienes tiempo de comprometerte.

– ¿Y por qué iba a querer comprometerme? -contestó Justice dando un paso hacia ella.

Se paró en seco al comprender que, si seguía acercándose, terminarían de nuevo en la cama. ¿Y de qué les serviría? Absolutamente de nada. Tarde o temprano, volverían a aquel mismo punto, a aquel asunto que había terminado con su matrimonio.

– Porque somos dos -contestó Maggie. -No eres sólo tú.

– Ya -contestó Justice.

No le gustaban las discusiones. No creía que resolvieran nada. Cuando dos personas no estaban de acuerdo en algo, pelear, gritar y alzar la voz no era de ninguna ayuda, pero ya estaba harto de aquel tema.

– ¿Quieres compromiso? ¿Y cómo lo haríamos? Con la idea de ceder cada uno un poco? ¿Eso significa medio hijo?

– No tiene ninguna gracia, Justice -contestó Maggie. -Sabes perfectamente lo que la familia significa para mí. Lo sabes desde el principio.

– Y tú también sabes mi opinión al respecto -contestó Justice mirándola con frialdad. -No pienso dar mi brazo a torcer, no puedo darte lo que quieres y tú no eres feliz si no eres madre.

Maggie sintió que el enfado la abandonaba y era remplazado por una falta total de fuerzas. Justice no podía soportar verla así y sobre todo no podía soportar ser el causante de su dolor, pero no podía hacer nada al respecto.

Ni ahora ni nunca.

– Está bien -suspiró Maggie. -Entonces, todo ha terminado. Final de la historia. Otra vez.

Dicho aquello, se puso los pantalones, se abrochó la bragueta, se metió la camisa por dentro y se calzó las botas. Acto seguido, se peinó con los dedos y se recogió el pelo en la nuca.

Cuando hubo terminado, se quedó mirando a Justice, a quien le habría encantado poder borrar aquella tristeza de su rostro, pero durante el fin de semana se había dado cuenta de que no debía volver a cruzarse en la vida de Maggie. Era más fácil dejar que lo odiara. Lo mejor para ella sería seguir adelante con su vida.

La idea de que siguiera adelante con su vida significaba que, tarde o temprano, encontraría a otro hombre con el que formar una familia, y aquello le rompía el corazón, pero no podía hacer otra cosa.

Maggie recogió su bolso, se lo colgó del hombro y volvió mirarlo.

– Bueno, creo que lo único que me queda por hacer es darte las gracias por el fin de semana.

– Maggie…

Maggie negó con la cabeza y avanzó hacia la puerta. Cuando se colocó a la misma altura que Justice, se volvió hacia él.

– Firma los malditos papeles del divorcio.

– Está diluviando -contestó Justice agarrándola del brazo cuando Maggie comenzó a andar de nuevo. -¿Por qué no te esperas un poco para irte?

– Porque no quiero seguir aquí -contestó ella soltándose. -Te recuerdo que ya no somos una pareja, así que no tienes derecho a preocuparte por mí.

Unos segundos después, Justice oyó que se cerraba la puerta principal de la casa, se acercó a la ventana y miró hacia el jardín. Allí estaba Maggie.

El viento le había soltado el pelo y, para cuando se montó en el coche, estaba prácticamente empapada.

Justice se quedó mirándola. Las luces del coche se encendieron, el vehículo se empezó a mover… Se quedó mirando hasta que las luces rojas desaparecieron en el horizonte.

Entonces, con un nudo en la garganta, dio un puñetazo en el marco de la ventana y soltó todo su dolor.

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