CAPÍTULO 11

Cuando llegaron al rancho, Maggie ya se había tranquilizado bastante. Recordaba perfectamente la expresión de sorpresa y de risa en los rostros de los invitados y sabía que al día siguiente todo el mundo comentaría lo que había pasado.

Y no podía hacer nada para evitarlo.

Se sentía como una idiota.

Todos sus sueños se habían ido al garete y, encima, delante de unas cuantas personas. ¡Qué humillación!

– ¡Espera! -exclamó Justice al ver que Maggie se bajaba con el coche todavía en marcha.

Maggie lo ignoró y se dirigió a la casa. Ya no podía más. Lo único que quería era abrazar a su hijo y meterse en la cama. Al día siguiente, recogería sus cosas y se irían a casa.

– Maggie, espérame.

Maggie miró hacia atrás y vio que Justice llegaba cojeando, pero se recordó que no quería que lo ayudara, que no necesitaba una fisioterapeuta, que no necesitaba su ayuda, así que rebuscó en el bolso para sacar las llaves, pero Justice se le adelantó y abrió la puerta.

– Gracias.

– De nada.

Maggie se dirigió a las escaleras, pero Justice la agarró del brazo.

– Por lo menos, háblame -le pidió.

– ¿Y qué quieres que te diga?

– Menos mal que han vuelto. Los iba a llamar ahora mismo.

Justice y Maggie alzaron la mirada y se encontraron con la señora Carey, que sostenía a Jonas en brazos. Al instante, Maggie se dio cuenta de que algo no iba bien, se agarró el vestido para no tropezar y subió a la carrera.

– ¡Está ardiendo! -exclamó al tomar al pequeño en brazos.

– Sí, lleva toda la noche inquieto, pero hace media hora que ha empezado a tener fiebre -la informó el ama de llaves. -He llamado al médico, pero no he podido dar con él.

– Tranquila, señora Carey -dijo Justice tomando a Jonas en brazos y agarrando a Maggie de la mano.

Al instante, Maggie se relajó y se sintió mejor. Justice tenía la capacidad de contagiar su seguridad y su serenidad.

– Vamos a urgencias. Todo se solucionará -anunció Justice girándose para bajar las escaleras.


Mientras se paseaba inquieto por la sala de espera de urgencias, Justice se dijo que debería estar prohibido por una ley cósmica que los niños enfermaran y sufrieran sin ni siquiera entender lo que les sucedía.

Justice miró a Maggie, que sostenía a Jonas en brazos, y se dio cuenta de que se sentía aterrorizado e inútil, algo completamente nuevo para él. Jamás se había enfrentado a una situación que no pudiera arreglar, excepto cuando Maggie se había ido, e incluso entonces habría podido arreglar la situación, habría podido convencerla para que se quedara si, dejando su orgullo a un lado, le hubiera dicho que la quería y que era importante para él.

Maggie tenía razón: había permitido que su matrimonio se fuera al garete a causa de su orgullo, pero ¿se suponía que un hombre tenía que dejarlo todo por la mujer a la que amaba? Amor.

Aquella palabra resonó en su interior. Sí, estaba completamente enamorado de Maggie y la vida sin ella se le antojaba una tortura insuperable.

Mientras la miraba, vio que a Maggie se le saltaban las lágrimas y que le temblaba la mano con la que le acariciaba la espalda a su hijo. Cuando levantó la mirada hacia él, vio que confiaba en él a pesar de todo lo que le había dicho y que esperaba que Justice arreglara la situación.

Aquello hizo que Justice sintiera algo primitivo en sus entrañas y se jurara que no la iba a decepcionar y que, cuando Jonas se hubiera puesto bien, iba a hablar con ella para convencerla de que no se fuera.

Estaba dispuesto a decirle que la amaba, explicarle lo mucho que significaba para él.

Adiós al orgullo.

– Justice, tiene mucha fiebre -comentó Maggie acunando al niño, que había empezado a llorar.

Justice sintió que el corazón se le partía. -Tranquila, se pondrá bien -le aseguró. -No te preocupes. Voy a conseguir que venga un médico a verlo aunque tenga que comprar el maldito hospital.

En ese momento, se oyó a alguien llorar, un gemido desde detrás de una cortina verde y enfermeras corriendo de un lado para otro. Ya llevaban allí una hora y lo único que habían hecho había sido tomarle la temperatura al niño.

– No creo que sea necesario que compres el hospital -contestó Maggie obligándose a sonreír.

– Estoy dispuesto a hacerlo si es la manera de que nos hagan caso -insistió Justice. -¿Cómo puede ser que no venga un médico? Jonas es un bebé. No debería tener que espetar tanto como un adulto.

Maggie suspiró y sonrió a pesar de que tenía miedo.

– Me alegro de que estés aquí conmigo.

Justice se paró y la miró.

– ¿De verdad?

– Sí -contestó Maggie. -Si estuviera sola, me estaría comportando como una idiota. Me alegro de que estés aquí dando vueltas como un león enjaulado y amenazando con comprar el hospital.

Justice se acercó, se sentó frente a ella y se quedó mirándola. A continuación, alargó el brazo y le acarició la mejilla a Jonas, que estaba muy caliente. El bebé giró la cabeza, miró a su padre y suspiró.

En aquel instante, en aquel momento eterno, Justice supo que siempre amaría a aquel niño por encima de todo. Llevaba días viéndolo venir y ahora su instinto se lo confirmaba. Al igual que una vaca que era capaz de reconocer a su ternero en mitad del rebaño. Era la madre naturaleza que unía a las familias en un vínculo sagrado que los humanos llamaban amor.

Y eso fue lo que Justice sintió por su hijo, un amor exuberante y puro, un amor tan grande que le dejó sin aliento, consciente de que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario por aquel niño.

– Todo va a salir bien, hijo mío -le dijo con voz trémula mientras se le humedecían los ojos. -Tu padre se va a asegurar de que todo salga bien.

Maggie le acarició la mano, lo miró a los ojos y entre ellos se estableció un vínculo silencioso, una comprensión profunda que hizo que Justice se preguntara cuántos padres habrían pasado por aquella sala de espera.

– Esto es ridículo -se quejó. -Tendría que haber más médicos y más enfermeras. Las esperas no tendrían que ser tan largas. Voy a hablar con el alcalde. Estoy dispuesto a donar dinero para que se construya otra ala.

– Justice…

– De verdad que no lo entiendo -continuó Justice. -¿Qué tiene que hacer uno para que lo atiendan aquí, llegar con un ojo colgando?

– Eso sería realmente bonito -contestó una mujer a sus espaldas.

Justice se giró y se encontró con una médico de cincuenta y tantos años, pelo canoso, ojos castaños y amables y sonrisa comprensiva.

– No la había visto.

– Es evidente. Bueno, ya estoy aquí, así que vamos echar un vistazo a su hijo -dijo la doctora avanzando hacia Jonas. -Túmbelo, por favor -añadió colocándose el estetoscopio en los oídos.

Maggie le colocó la mano en la tripita al niño para tranquilizarle, y Justice se colocó detrás de ella y le puso las manos en los hombros, uniéndose los tres en una sola unidad.

– Vamos a ver qué tal tienes el corazón, pequeño -dijo la doctora sonriendo al bebé.

A continuación, movió el estetoscopio por el pecho del niño y anotó algo que Justice no alcanzó a ver. La doctora le puso el termómetro a Jonas y le miró los ojos.

– ¿Qué le pasa? -preguntó Maggie.

– Es su primer hijo, ¿verdad? -le preguntó la doctora.

– Sí-con testó Justice, – pero ¿eso qué tiene que ver?

– Es muy normal que los niños pequeños tengan fiebre -les explicó la doctora. -Nunca sabemos a ciencia cierta por qué. A veces es porque les están saliendo los dientes, otras porque simplemente no se encuentran bien y en ciertas ocasiones porque les duele algo -añadió mientras Jonas jugueteaba con el estetoscopio. -El niño está bien. Tienen ustedes un hijo perfectamente sano. Le ha bajado la fiebre -añadió consultando la hoja en la que la enfermera había anotado la temperatura que Jonas tenía al llegar. -Se lo pueden llevar a casa y darle un baño con agua tibia. Le sentara bien. Vigílenlo y, si algo les preocupa, me llaman por teléfono o lo vuelven a traer -concluyó escribiéndoles su número de teléfono en el reverso de una tarjeta de visita.

Justice la aceptó, miró el nombre y asintió.

– Gracias, doctora Rosen.

– Un placer -contestó la doctora. -Por cierto, eso que estaba diciendo antes de construir un ala nueva en el hospital, nos vendría muy bien y yo hace tiempo que tengo unas cuantas ideas… Justice sonrió.

– Deme unos días y hablamos -le prometió agradecido.

– Muy bien -contestó la doctora visiblemente sorprendida.

Cuando se fue, Maggie se aproximó a Justice, que abrazó a su mujer y a su hijo y disfrutó del momento.

Su familia estaba con él y no los iba a perder.


El trayecto de vuelta a casa transcurrió en silencio, y Maggie lo agradeció porque tenía muchas cosas en las que pensar.

Jonas estaba completamente dormido en el asiento de atrás, pero Maggie se giró unas cuantas veces para comprobar que estaba bien.

Justice no apartaba la mirada de la carretera, conducía con seguridad y fluidez, y Maggie recordó la fuerza con la que los había estrechado entre sus brazos. Sin embargo, ahora lucía una expresión seria, se había alejado de nuevo y estaba ocultando sus sentimientos.

Mejor así.

Ahora que Jonas estaba bien, todo volvería a colocarse donde lo habían dejado después del baile. Aquello hizo recordar a Maggie que Justice había afirmado con mucha seguridad que se iban a casar. ¿De verdad creía que se iba a quedar con él solamente porque Jonas era hijo suyo o porque ahora estaba claro que podía darle más hijos? ¿No se daba cuenta de que mantener un matrimonio por el bien de los hijos era un gran error?

Cuando llegaron al rancho, la señora Carey abrió la puerta de la casa y salió corriendo hacia el coche.

– ¿Está bien? Qué preocupada me tenía -se lamentó.

– Está bien, señora Carey-le aseguró Maggie bajándose del vehículo.

– Tranquila -añadió Justice. -Váyase a la cama. Ya hablaremos mañana.

El ama de llaves así lo hizo, dejando la puerta abierta y las luces encendidas.

Maggie se dirigió al asiento trasero, sacó a Jonas y lo tomó en brazos. El niño estaba completamente dormido. Con su hijo en brazos, Maggie se sentía con la fuerza suficiente para hacer lo que tenía que hacer, así que lo apretó contra su cuerpo como si fuera un talismán y avanzó hacia el vestíbulo.

Una vez dentro, Justice cerró la puerta y se hizo el silencio total. Aquélla había sido una de las noches más largas de su vida para Maggie y todavía no había terminado. No podía esperar a la mañana siguiente para decir lo que tenía que decir porque, seguramente, entonces ya no tendría el valor para mantener aquella conversación y no podía permitir que aquello sucediera.

Aunque se le partiera el corazón, tenía que decirle algo muy importante a Justice.

– Menuda nochecita -comentó Justice rompiendo el silencio.

– Sí -contestó Maggie mirándolo a los ojos y sabiendo que lo iba a echar tremendamente de menos.

«Es un buen momento, tengo que hacerlo ahora», se dijo.

– Justice…

Justice se tensó. Sabía que lo que le iba a decir Maggie no le iba a gustar. -Mañana me voy.

– ¿Cómo? ¿Por qué? -se sorprendió Justice.

– Sabes perfectamente por qué -contestó Maggie con tristeza, sintiendo que se le saltaban las lágrimas. -Tienes la pierna prácticamente bien del todo. No me necesitas y ya va siendo hora de que yo siga adelante con mi vida.

– ¿Con tu vida? ¿Ahora que sabemos que soy el padre de Jonas y que podemos formar esa gran familia que siempre has querido?

– No se trata de eso -suspiró Maggie.

– Tienes los papeles del divorcio hace mucho tiempo y no los has presentado. ¿Por qué?

– Ya sabes por qué.

– Porque me quieres.

– Sí. ¿Y qué? -contestó Maggie alzando la voz y volviéndola a bajar cuando Jonas estuvo a punto de despertarse. -Te quería entonces y te sigo queriendo ahora, pero, cuando vuelva a casa, presentaré los papeles del divorcio.

– ¿Por qué?

– Porque no quiero seguir casada contigo por el bien de tu hijo -contestó con la esperanza de que la entendiera. -No sería justo para ninguno de nosotros. ¿No lo entiendes, Justice? Yo te quiero, pero necesito que tú también me quieras y que me necesites, quiero un hombre que comparta la vida conmigo, quiero un hombre que esté a mi lado…

– ¿Como esta noche?

– Sí, como esta noche, pero, normalmente, no te comportas así. No sueles permitir a la gente que se acerque a tu lado emocional, no te permites necesitar a nadie -contestó Maggie con voz trémula. -Prefieres tener razón que amar. Tu orgullo es más importante para ti que ninguna otra cosa y que ninguna otra persona y yo no puedo vivir así y no estoy dispuesta a hacerlo.

Dicho aquello, se giró hacia las escaleras. Sentía el corazón apenado y el alma vacía, pero se obligó a agarrarse el vestido para subir.

Sin embargo, Justice pronunció unas palabras que la hizo pararse en seco.

– Por favor.

Maggie se giró sorprendida y lo miró, y entonces vio un hombre solo, solitario, hambriento de cariño e incómodo.

Se dijo que lo había soñado, pero Justice repitió las palabras y añadió algo más:

– Por favor, no te vayas, quédate.

Maggie lo miró atónita. No se podía creer que Justice se estuviera tragando su orgullo.

– ¿De verdad? Jamás me habías dicho nada así -contestó esperanzada.

– No, es la primera vez -admitió Justice acercándose a ella.

Quería que Maggie comprendiera lo que él había aprendido en las últimas horas. Durante el tiempo que había permanecido junto a ella en la sala de espera, compartiendo sus temores, a su lado, esperando a que alguien ayudara a su hijo, la verdad le había quedado muy clara.

Sin Maggie, no tenía nada.

Y, cuando Maggie le había dicho que se iba de nuevo, había sentido que su mundo se tambaleaba y había comprendido que, si permitía que el orgullo ganara de nuevo, la iba a perder definitivamente, iba a perder todo lo importante que tenía en la vida.

Así que se despidió de su orgullo, se aproximó a ella y se colocó a su lado para decirle lo que Maggie quería oír, las palabras que no habían brotado de su boca la última vez que habían estado juntos.

– Te necesito, Maggie, te necesito más que el aire que respiro.

Maggie sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas y que esas lágrimas le corrían por las mejillas. El labio inferior le temblaba. Justice levantó la mano, lo recorrió con la yema del dedo pulgar y la miró.

Aquella mujer era maravillosa, era suya y estaba hecha para él, aquella mujer estaba hecha para permanecer a su lado toda la vida, para envejecer juntos, para mimarla y cuidarla como si fuera un tesoro, para dar gracias a Dios por ella todas las noches.

– Justice, yo…

Justice negó con la cabeza. Quería decir lo que tenía que decir.

– Déjame decirte algo importante. No quiero que vuelvas a tener que dudar: te quiero más de lo que es humanamente posible. Cuando te fuiste, te llevaste mi corazón contigo y, cuando volviste, sentí que resucitaba. No quiero volver a separarme de ti, Maggie. Si te vas, me voy contigo.

Maggie se rió mientras las lágrimas seguían resbalándole por las mejillas.

– ¿Lo ves? Ni rastro de orgullo. Maggie, por favor, no te vayas.

– Oh, Dios…

– Quédate -insistió Justice tomándola del mentón y mirándola a los ojos. -Por favor, quédate. Por favor, vuelve a quererme. Por favor, déjame que te quiera, que quiera a Jonas y a todos los demás hijos que están por venir.

Maggie volvió a reírse, y Justice se dijo que no tendría que haber dejado pasar tanto tiempo, que tendría que haber arreglado las cosas mucho antes.

– Es increíble. No me cuesta pedirte las cosas por favor -se maravilló.

– No sé qué decir -contestó Maggie sonriendo.

– Di que sí-contestó Justice estrechando a Jonas y a ella entre sus brazos. -Di que os vais a quedar, que no lo he estropeado todo.

Maggie reposó la cabeza sobre su pecho y suspiró.

– Cuánto te quiero…

Justice sonrió encantado. Se encontraba de maravilla. Tan contento estaba que le entraron ganas de llamar a su hermano Jeff para darle las gracias por haberle mandado a Maggie como fisioterapeuta, por haberla devuelto a su hogar.

– ¿Estoy soñando? -se preguntó Maggie en voz alta, alzando la cabeza.

– No, Maggie -contestó Justice sonriente. -Esto no es un sueño. Te estoy diciendo que te quiero y te pido que me des otra oportunidad para demostrarte que puedo ser el hombre que tú necesitas, el hombre que te mereces.

– Oh, Justice -suspiró Maggie acariciándole la mejilla. -Siempre has sido el único para mí, desde el principio, y siempre lo serás.

Justice apoyó la frente en la de su mujer y agradeció a la vida que lo hubiera hecho entrar en razón a tiempo.

– ¿Qué te parece si lo acostamos los dos, juntos? -le propuso Maggie entregándole a Jonas.

Justice tomó al pequeño milagro y lo acunó con dulzura mientras le pasaba el otro brazo por los hombros a Maggie. Así, subieron las escaleras. Al llegar arriba, Maggie se giró hacia él.

– Cuando el niño esté en su cuna, creo que voy a necesitar ciertas atenciones de mi marido -comentó.

– No hay problema -contestó Justice sonriente.

Maggie apoyó la cabeza en su hombro y los tres avanzaron por el pasillo en penumbra hacia una nueva luz.

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