– No te puedes ni imaginar las ganas que tengo de que nazca este bebé -comentó Bella sentándose como pudo en uno de los cómodos sofás del salón.
Llevaba la melena larga y oscura recogida en una trenza que le caía por encima de un hombro y grandes aros plateados en las orejas.
– No lo digo solamente por poder volver a dormir boca abajo -sonrió acariciándose la abultada tripa, – sino también porque me muero de ganas por conocerlo.
– ¿No sabéis si es niña o niño? -le preguntó la señora Carey.
– No, hemos preferido que sea sorpresa.
Maggie sonrió. Ella había hecho lo mismo. No había querido saber el sexo de su bebé hasta tenerlo en brazos.
Recordaba perfectamente cómo habían transcurrido las dos últimas semanas de embarazo. No era de extrañar que Bella estuviera nerviosa. A la incomodidad propia del momento se unía la ansiedad por ver la carita de su bebé.
– Jesse está que no puede más -comentó Bella. -Está en alerta constante. Cada vez que respiro más profundamente de lo normal, se lanza hacia el teléfono para llamar a una ambulancia. Está muy nervioso, apenas duerme y me despierta constantemente para ver si estoy bien.
– Se porta como es debido -opinó la señora Carey, que estaba sentada en una butaca dándole el biberón de la tarde a Jonas. -Los hombres deben involucrarse en el nacimiento de sus hijos -añadió. -Hay hombres que saben lo que tienen que hacer, no como otros.
Aunque Maggie estaba encantada de que el ama de llaves de toda la vida de los King se hubiera puesto de su parte, se sintió obligada a salir en defensa de Justice.
– La verdad es que Justice no sabía que estaba embarazada.
– Lo habría sabido si su cabezonería no le hubiera impedido ir a buscarte la primera vez -contestó el ama de llaves con decisión. -Si lo hubiera hecho, tú habrías pasado el embarazo aquí y yo no tendría que haber esperado tanto para conocer a esta ricura.
Lo cierto era que habría sido muy agradable poder pasar el embarazo en casa, rodeada de amor y de cuidados en lugar de sola, en el piso que tenía a media hora de Long Beach.
Menos mal que había tenido a su familia.
– No me puedo creer que pasaras el embarazo completamente sola -murmuró Bella pasándose las manos por la tripa. -Yo no sé qué haría sin Jesse.
– No fue fácil -admitió Maggie sirviéndole a Bella otro vaso de limonada y volviéndose a sentar.
Mientras miraba a Jonas, que estaba cómodamente tumbado en el regazo de la señora Carey, tomándose el biberón, Maggie recordó aquellos meses. Había echado mucho de menos a Justice. Había estado a punto de llamarlo muchas veces, pero su orgullo se lo había impedido.
– Tuve a mi familia -comentó recordando que no había estado completamente sola.
Además, no quería que aquellas mujeres se apiadaran de ella y, para ser completamente sincera, aunque era verdad que lo había pasado muy mal por no tener a Justice a su lado, el embarazo no había sido todo tristeza.
– Menos mal -comentó Bella.
– Mis padres viven en Arizona, pero me llamaban por teléfono constantemente y me ayudaron mucho. Mis dos hermanas se portaron de maravilla- añadió sonriendo al recordar. -Mi hermana Mary Theresa estuvo en el parto conmigo. No sé qué habría hecho sin ella.
– Me alegro de que no estuvieras sola, pero a una mujer le hace falta su marido al lado cuando va a nacer un hijo -comentó la señora Carey.
– Me habría encantado contárselo, de verdad, pero Justice me había dicho muchas veces que no quería tener hijos -contestó Maggie.
– Es de locos -protestó la señora Carey. -No entiendo cómo puede decir eso viniendo de esta familia, una familia con cuatro hijos. ¿Por qué no querrá tener hijos? Sobre todo, un hijo tan maravilloso como éste -se lamentó el ama de llaves besando a Jonas en la frente.
Maggie le sonrió encantada de que su hijo tuviera una abuela postiza que lo mimara.
– Yo tampoco lo entiendo, pero él lo tiene muy claro, así que no podía presentarme aquí embarazada como si tal cosa, y además…
– Querías que te quisiera por ti y no por el bebé -aventuró Bella.
– Exacto -suspiró Maggie.
Acababa de conocer a Bella King, pero tenía la sensación de que podrían ser grandes amigas. Claro que eso no iba a suceder porque, en cuanto Justice se pusiera bien, ella se iría de nuevo.
Y aquella vez sería para siempre.
Jamás volvería si Justice le daba la espalda a su hijo.
Maggie miró a su alrededor apesadumbrada. Los rayos del sol se colaban por las ventanas y se reflejaban en los muebles, el ambiente olía a flores recién cortadas y lo único que se oía eran los ruiditos que hacía Jonas al beberse su biberón.
– Te entiendo perfectamente -comentó Bella. -Si a mí me hubiera pasado algo parecido, habría hecho exactamente lo mismo que tú. Jesse me ha dicho muchas veces lo felices que su hermano y tú erais. La verdad es que se sorprendió mucho cuando os separasteis.
– No fue el único -contestó Maggie sintiendo unas terribles ganas de llorar, pero consiguiendo mantener las lágrimas a raya. -Siempre creí que Justice y yo envejeceríamos juntos, pero es tan…
– ¿Cabezota y obstinado? -opinó la señora Carey.
– Sí, eso lo define bien -se rió Maggie.
– Jesse también es así -comentó Bella procediendo a describir la vida actual con su marido, que apenas le permitía pasear por el salón sin acompañarla.
A continuación, les contó que su marido había puesto un sofá en su despacho de King Beach para que se echara la siesta todas las tardes.
Maggie la escuchaba intentando ocultar el dolor que se estaba apoderando de ella y la envidia que envolvía su corazón por lo que Bella compartía con su marido. Jesse había entrado dos veces en media hora para asegurarse de que su esposa estaba bien.
Maggie supuso que todo el embarazo de su cuñada habría sido así, que su marido habría estado pendiente de ella en todo momento y no pudo evitar recordar cómo había sido el suyo. Era cierto que sus padres y sus hermanas la habían ayudado, pero Justice no había estado a su lado, no había podido permitirse el lujo de quedarse en la cama junto al padre de su hijo, soñando con el futuro de su bebé. No había podido compartir con él la emoción de una nueva ecografía, no había podido agarrarle la mano y ponérsela sobre la tripa para que sintiera moverse a Jonas.
Los dos se habían perdido muchas cosas. Tal vez, tendría que haber vuelto en cuanto se había enterado de que estaba embarazada. Tal vez tendría que haberle dado a Justice la oportunidad de conocer a su hijo, pero había estado segura de que no serían bienvenidos ninguno de los dos y, francamente, el comportamiento actual de Justice confirmaba sus sospechas.
Sin embargo, Maggie recordó la mirada que Justice le había dedicado a Jonas hacía menos de una hora, cuando se lo había puesto en el regazo. Lo había mirado con una ternura inesperada y con una mezcla de sorpresa y prudencia.
Tal vez, si hubiera insistido un poco más en el momento… Ahora ya era demasiado tarde y jamás lo sabría.
– ¿Estás bien, cariño?
La voz de la señora Carey sacó a Maggie de sus pensamientos. Al instante, miró a Bella, cuyo rostro se retorcía en una mueca de dolor.
– Estoy bien -les aseguró la joven tomando aire. -Es que me duele mucho la espalda. Llevo así todo el día. Supongo que es por el peso.
– ¿Te duele la espalda? -le preguntó Maggie.
– ¿Y llevas así todo el día? -le preguntó la señora Carey.
– Sí, pero seguro que tomándome una galleta más se me pasa -contestó Bella todavía con dolor en el rostro.
– ¿Y cuándo sales exactamente de cuentas? -insistió Maggie.
– Todavía me quedan dos semanas -contestó Bella gimiendo de dolor al alargar el brazo para agarrar otra galleta.
Maggie y la señora Carey se miraron de manera cómplice.
– Estás loco -comentó Jesse. -Lo sabes, ¿verdad? -añadió dándole un buen trago a la cerveza, estirando las piernas y cruzando un tobillo sobre el obro.
Justice miró a su hermano pequeño y vio que sacudía la cabeza, disgustado. Hacía mucho calor y se habían instalado en el porche a tomar algo fresco.
Maggie, Bella y la señora Carey estaban dentro, ocupándose de Jonas y hablando sobre el bebé de bella.
Justice frunció el ceño y dio también un largo trago a su cerveza. Maggie y él ya estaban legalmente separados cuando Bella y su hermano habían comenzado su relación, pero Bella y Maggie se habían caído bien instantáneamente. Parecían amigas de toda la vida.
– ¿Yo? -se rió Justice. -No entiendo por qué dices que estoy loco. No soy yo el que va por ahí paseando a mi embarazadísima mujer cuando debería estar en casa.
– Bella no quiere quedarse en casa, se pone nerviosa y, además, estamos a sólo cuarenta minutos del hospital, así que no cambies de tema.
– Veo que te has dado cuenta.
Jesse sonrió.
– Bien, chico listo. Pues no te metas en donde no te llaman -le advirtió Justice.
– ¿Desde cuándo un King ha dejado de meterse donde le da la gana?
Justice sabía que era cierto.
– Mira, me ha llamado Jeff y me ha dicho que había contratado a Maggie, así que sabiendo que estaba aquí he decidido traer a Bella para que conociera a su cuñada. No sabía que también iba a estar tu hijo.
– No es mi hijo.
– Estás tan concentrado en mostrarte cabezota que no ves lo que tienes delante -se rió Jesse.
– No pienso hablar de esto contigo, Jesse.
– Perfecto. Hablaré yo. Tú limítate a escuchar.
En aquel momento, una nube cubrió el sol y el palio quedó sumido en la penumbra, lo que hizo que la temperatura bajara de repente. Justice frunció el ceño, pero Jesse no se dio por aludido, se incorporó, apoyó los antebrazos en los muslos y miró fijamente a su hermano.
– Creía que lo que tenías mal era la pierna, no los ojos.
– ¿Qué quiere decir eso? -le preguntó Justice.
– Quiere decir, tonto de remate, que Jonas es exactamente igual que tú y que tienes que estar muy ciego para no darte cuenta.
– El hecho de que tenga el pelo negro y los ojos azules no quiere decir que sea hijo mío.
– Es más que eso, y lo sabes. Tiene el mismo óvalo de cara que tú, la misma nariz, las mismas manos. Maldita sea, Justice, es una copia exacta de ti.
– Es imposible.
– ¿Por qué? ¿Por qué no puede ser hijo tuyo?
Irritado sobremanera, Justice se puso en pie y buscó su odiado bastón. A continuación, dio unos cuantos pasos y se alejó de su hermano, se quedó mirando la rosaleda y le dijo a Jesse lo que jamás le había dicho a nadie.
– Porque no puedo tener hijos.
– ¿Y eso quién lo dice?
Justice se rió. Era de esperar que su hermano no aceptara algo así a la primera.
– Un médico. Me lo dijo después del accidente en el que murieron papá y mamá y en el que yo quedé malherido.
– Nunca has dicho nada.
– ¿Tú lo habrías dicho? -lo increpó Justice.
– No, supongo que no -contestó Jesse poniéndose en pie y avanzando hacia él. -Justice, los médicos se equivocan.
Justice le dio otro trago a la cerveza con la esperanza de que el líquido helado apagara la humillación que sentía por dentro.
– No, te puedo asegurar que con estas cosas no se equivocan.
– Desde luego, eres un idiota.
– Estoy empezando a cansarme de que todos me insultéis -murmuró Justice.
– Es que te lo mereces. ¿Cómo sabes que ese médico no se equivocó? -insistió Jesse. -¿Acaso has pedido una segunda opinión?
– ¿Para qué? ¿Para tener que volver a soportar que me digan lo mismo? No fue fácil la primera vez y no quiero tener que volver a pasar por ello.
Jesse negó con la cabeza.
– Justice, necesitas una segunda opinión -insistió. -¡Siempre pides una segunda opinión cuando se trata de algún animal de tu rebaño! ¿Por qué te la niegas a ti mismo?
Justice se pasó la mano por el rostro y se terminó la cerveza de un trago. No le gustaba tener que defenderse y le gustaba todavía menos saber que su hermano pequeño podía estar en lo cierto.
¿Y si aquel médico se hubiera equivocado? ¿Y si todo hubiera sido un error?
Justice sintió que el corazón se le aceleraba y que la boca se le secaba. De ser así, habría dejado que Maggie saliera de su vida sin ninguna razón y, lo que era todavía peor, habría tenido un hijo al que acaba de conocer.
– No, es imposible que se equivocara -murmuró negándose a aceptar aquella posibilidad. -Es imposible.
– ¿Por qué? -le preguntó Jesse. -¿Porque eso querría decir que has perdido el tiempo con Maggie, que has ignorado a tu propio hijo y te has convertido en el rey de los idiotas?
– Más o menos -contestó Justice apretando los dientes.
– Majestad, debe usted saber que, aunque ese médico pudiera haber estado en lo cierto en su momento, las cosas cambian. Claro que tú no te has molestado en descubrir si algo había cambiado, ¿verdad? Desde luego, Justice, eres un verdadero…
– Idiota, sí, ya lo sé. ¿Te importaría no repetírmelo?
– No te lo aseguro -contestó Jesse sonriendo. -Seguro que me das motivos para volvértelo a llamar.
– No lo dudo. Le acabo de decir a Jeff que preferiría haber sido hijo único.
– ¡Cómo que hubieras podido apañártelas en la vida sin nosotros! -exclamó Jesse dándole una palmada en el hombro. -Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad?
– Tengo la sensación de que me lo vas a decir.
– Efectivamente. Hazte una prueba de paternidad, Justice. Es fácil y rápido y te permitirá saber si ese médico estaba en lo cierto o no.
Una prueba de paternidad.
Sí, seguro que era más fácil que volverse a hacer él todas aquellas insufribles pruebas médicas. Así sabría la verdad.
Justice sintió que se le helaba la sangre en las venas. Si el resultado de la prueba de paternidad sobre Jonas era negativo, tendría que asumir que Maggie le había mentido y que había estado con otro hombre.
Justice se apresuró a apartar aquella posibilidad de su mente.
– Puede que tengas razón.
Jesse se rió.
– Merece la pena venir hasta aquí para verte decir eso.
– Muy gracioso.
– Justice, me parece que tu situación actual no tiene absolutamente nada de gracioso -advirtió su hermano poniéndose serio. -Toma las riendas porque, de lo contrario, vas a perder a Maggie, a tu hijo y todo lo realmente importante. Y, cuando eso suceda, te vas a sentir fatal. Te vas a recriminar para toda la vida haberte comportado como un auténtico canalla y no quiero estar aquí para verlo.
– Me ha quedado claro -comentó Justice, que ya estaba harto de que todo el mundo le diera consejos.
– Fenomenal. ¿Nos tomamos otra cerveza?
– Muy bien…
– Justice!
Justice se giró sorprendido y vio que Maggie estaba de pie en la puerta. -¿Qué pasa?
– Es Bella -contestó Maggie mirando a Jesse. -Se ha puesto de parto.
– ¿Cuánto falta todavía? -le preguntó Justice a Maggie.
Llevaban cinco horas en el hospital y se les estaban haciendo interminables. Era curioso porque cuando ella se había puesto de parto el tiempo se le había pasado volando, pero ahora que estaba sentada sin hacer nada se le antojaba una eternidad.
– Nadie lo sabe -contestó Maggie dejando sobre la mesa una revista de hacía seis meses. -El primer hijo puede tardar desde varias horas a un par de días en nacer.
Justice miró horrorizado a Maggie, que se rió.
La verdad era que había estado nervioso desde el principio, desde que se habían montado los cuatro en una de las furgonetas del rancho y habían salido a la autopista. Había tenido que conducir Justice porque Jesse temblaba de pies a cabeza. Así que había conducido Justice con Maggie a su lado y Jesse y Bella en el asiento de atrás.
En cuanto habían llegado a la maternidad de Irvine, Bella y Jesse habían salido corriendo hacia donde el médico de Bella, al que habían llamado por teléfono, les había indicado. A Maggie y a Justice los habían conducido a la sala de espera más incómoda del mundo. Las sillas estrechas y de respaldo bajo hacían casi imposible sentarse a gusto. Claro que la mayoría de la gente que estaba allí esperando estaba tan nerviosa que apenas se daba cuenta de la incomodidad.
– Justice, siéntate. No sobrecargues la pierna.
– La pierna está bien -mintió Justice.
Maggie sabía que le dolía.
– Siéntate de todas formas. Me estás poniendo nerviosa-insistió.
Justice se quedó mirándola unos instantes y, finalmente, se sentó a su lado. La televisión estaba puesta, sintonizada en un canal que emitía comedias las veinticuatro horas del día y las risas enlatadas junto con las conversaciones en voz baja eran un ruido de fondo agradable. Las paredes estaban pintadas de verde pálido y la alfombra era de muchos colores, seguramente para disimular que era muy vieja. Olía a café quemado, a medicinas y a antiséptico.
– No me gusta nada tener que esperar -murmuró Justice mirando de soslayo hacia la puerta sobre la que se leía Paritorio.
– ¿De verdad? Cualquiera lo diría -contestó Maggie en tono divertido mientras le acariciaba el brazo con aire ausente.
En la sala de espera también había otra pareja, mayor que ellos, que había llegado hacía media hora. La mujer se inclinó hacia delante entusiasmada.
– Vamos a ser abuelos por primera vez. De mi hija, es un niño y lo van a llamar Charlie, como mi marido.
– Enhorabuena -contestó Maggie. -Nosotros vamos a ser tíos.
– ¿A que es maravilloso? -comentó la mujer radiante de felicidad. -Es estupendo poder participar de un milagro así aunque sea de lejos.
Justice se arrebujó incómodo en la silla, pero Maggie lo ignoró.
– Sí, tiene usted toda la razón, es maravilloso -le dijo.
– Aunque la verdad es que esto de esperar es terrible -continuó la futura abuela. -Estaría más tranquila si supiera cómo van las cosas porque…
En aquel momento, una enfermera asomó la cabeza y la mujer se interrumpió.
– ¿El señor y la señora Baker?
– ¡Sí, somos nosotros! -exclamó la mujer poniéndose en pie de un salto. -¿Qué tal está Alison, mi hija?
– Está muy bien -contestó la enfermera. -Me ha dicho que les diga que Charlie quiere verlos.
– ¡Oh, Dios mío! -exclamó la abuela girándose hacia su marido, que también se había levantado, y abrazándolo encantada. -¿Podemos pasar a verlos?
– Claro. Vengan conmigo.
– ¿Y nosotros? -preguntó Justice.
– ¿Cómo? -le preguntó la enfermera.
– Nada, nada -contestó Maggie tomando a Justice de la mano y apretándosela.
– Buena suerte -se despidió la mujer saliendo de la sala de espera.
– ¿Cómo que nada? -se impacientó Justice. -¡Estábamos mucho antes que ellos!
– Aquí las cosas no funcionan así -se rió Maggie.
– Pues deberían -contestó Justice poniéndose en pie y acercándose a la puerta. -Tengo la sensación de que las paredes me están comiendo. Necesito salir de aquí.
– A mí me pasa lo mismo. ¿Damos un paseo? -propuso Maggie.
Durante las siguientes horas, Justice y Maggie se pasearon por los pasillos del hospital y fueron varias veces a la sala de espera de la maternidad, pasaron por la sala de los recién nacidos y se encontraron de nuevo con los Baker, que les señalaron muy orgullosos a su Charlie. Fueron a hablar con las enfermeras por si les decían qué tal estaba Bella, y Maggie llamó al rancho para ver qué tal estaba Jonas con la señora Carey. El ama de llaves le dijo que había bañado al niño, le había dado de cenar y lo había acostado, y le pidió que la llamara en cuanto hubiera nacido el nuevo bebé.
– ¿Y tú cómo lo hiciste? -le preguntó Justice de vuelta en la sala de espera.
– ¿Eh? ¿Cómo hice qué? -contestó Maggie.
– Esto -contestó Justice alzando la mano y señalando la sala de espera, la maternidad y todo lo que representaba. -¿Cómo lo hiciste tú sola?
– No estaba sola -le aclaró Maggie. -Matrice estuvo conmigo todo el rato.
– ¿Tu hermana? Me tendrías que haber llamado a mí. Habría venido.
Había anochecido y las lámparas de la sala de espera no eran muy potentes, así que la estancia estaba casi en penumbra. Gracias a Dios, alguien había apagado el televisor y Justice y Maggie eran los únicos que quedaban. De repente, a Maggie se le antojó que habría agradecido el ruido de fondo de la televisión.
Miró a Justice a los ojos. Le hubiera gustado pensar que habría sido así, que de haberlo llamado para que fuera al hospital él habría ido corriendo para estar a su lado, pero sabía que no habría sido así. Lo sabía en lo más profundo de su corazón.
– No, Justice, no habrías venido -suspiró. -Si te hubiera dicho que iba a tener un hijo tuyo, no me habrías creído. No me crees ahora y no me habrías creído entonces.
Justice se pasó una mano por el pelo, se masajeó la nuca y asintió.
– Tienes razón. Quizás no te hubiera creído, pero habría venido de todas maneras para estar a tu lado.
Maggie agradeció saber que, aunque no hubiera creído que fuera su hijo, Justice habría estado a su lado, pero entonces se planteó algo más.
– ¿Y tú crees que hubiera querido tenerte a mi lado sabiendo que creías que estaba mintiendo? ¿Crees que te habría llamado para que me acompañaras si Jonas fuera hijo de otro?
Justice se quedó mirándola en silencio y los segundos fueron pasando.
– No, no en ambos casos, no a ambas preguntas -contestó sinceramente. -La verdad, Maggie, es que ha sido muy fuerte para mí que te presentaras en el rancho con un niño que dices que es mío.
Maggie estaba harta de defenderse.
– Jonas es hijo tuyo -le aseguró.
Justice se quedó mirándola intensamente hasta que Maggie se revolvió incómoda ante el escrutinio.
– Te tengo que decir una cosa -comentó Justice.
– ¿Qué? -contestó Maggie esperanzada.
¿Iba a admitir Justice por fin que sabía que Jonas era hijo suyo? ¿Le iba a decir que sabía que no le había mentido y que quería que se quedaran en el rancho y formaran una familia?
– ¿El señor y la señora King?
Maggie no se podía creer que los hubieran interrumpido justo en ese momento. Unas horas antes habría recibido encantada la buena nueva, pero ahora… aun así, se puso en pie rápidamente, al igual que Justice, y fue hacia la puerta.
– Somos nosotros -contestó. -¿El niño y Bella están bien?
– Sí, todos están bien, incluso el padre -contestó la enfermera. -Ya se ha repuesto.
– ¿El padre? -se extrañó Justice.
– Sí, se ha mareado un poco en el quirófano -contestó la enfermera.
– ¿Me está diciendo que se ha desmayado? -sonrió Justice pensando en la cantidad de risas que se iba a echar a costa de su hermano.
– Justice… -le advirtió Maggie.
– Los padres quieren que pasen ustedes a conocer al recién llegado -los invitó la enfermera.
– ¿Ha sido niña o niño? -quiso saber Maggie.
– Mejor que se lo diga la madre -contestó la enfermera abriendo la puerta.
Justice y Maggie entraron a una zona en la que dos mujeres a punto de ponerse de parto caminaban lentamente, resoplando, agarradas a sus goteros. Sus maridos les pisaban los talones y les dedicaban palabras de apoyo. En otra habitación había una mujer quejándose y un poco más allá se oían los gritos de un recién nacido.
Maggie sintió la mano de Justice en las lumbares y agradeció aquel gesto tan íntimo. Por lo menos allí seguían siendo una pareja, un equipo, dos personas que habían aguantado horas de espera y estaban a punto de recibir su recompensa.
Cuando llegaron a la habitación de Bella, encontraron a la primeriza exhausta y radiante, apoyada en un montón de almohadas y con una criatura envuelta en una mantita entre los brazos. A su lado estaba Jesse, que todavía estaba pálido y con los ojos vidriosos, pero muy feliz.
Maggie se asomó para verle la carita al bebé y sonrió.
– ¿Niña o niño?
– Niño -contestó Jesse. -Tío Justice, tía Maggie, os presentamos a Joshua -añadió dejando muy claro que iban a seguir con la tradición de poner a los varones de la familia nombres que empezaran por jota.
Justice se acercó para echar un vistazo al último King en llegar al mundo. Maggie sintió su aliento en la mejilla al inclinarse.
– Es precioso, Bella -le dijo Justice a su cuñada. -Menos mal que se parece a ti.
– ¡Eh! -protestó Jesse.
– Anda, tú siéntate, que ya me han dicho que el parto no te ha sentado muy bien -comentó Justice tomándole el pelo a su hermano.
Jesse miró disgustado hacia la puerta abierta y Bella se rió.
– Será bocazas esa enfermera -murmuró Jesse mirando a Justice y haciéndole una señal para indicarle que quería hablar con él a solas.
Una vez alejados y habiéndose cerciorado de que las mujeres no los oían, procedió a hablarle a su hermano mayor.
– Ahora que yo también soy padre, Justice, te digo que Jonas es tu hijo y que no lo eches todo a perder por tu orgullo.
– No me parece el momento para hablar de esto -objetó Justice.
– Es el mejor momento -insistió Jesse. -No pierdas el tiempo.
Dicho aquello, Jesse volvió junto a su mujer y Maggie fue hacia Justice para volver al rancho y dejar descansar a la nueva familia.
Cuando salieron del hospital, hacía frío y Maggie no podía parar de hablar, emocionada.
Justice, mientras tanto, se preguntaba qué ocurriría si fuera cierto, si su hermano tuviera razón y si Jonas fuera su hijo, si la información que le habían dado hacía diez años no fuera cierta.
– ¿Verdad que es una preciosidad? Tan pequeño, tan perfecto, tan… Justice, ¿te pasa algo?
Justice la miró a los ojos y, al instante, supo lo que tenía que hacer. Había llegado el momento de encarar la verdad. Por el bien de todos.
– Quiero hacerme las pruebas de paternidad.