Alexis se reclinó más cómodamente sobre el pecho de Jackson y tomó un sorbo de la copa de vino que estaban compartiendo. Estaban relajándose en el barco, después de disfrutar de otro día lleno de diversión. La noche había caído y la luna llena había iluminado el aterciopelado cielo, que aparecía también generosamente adornado por miles de estrellas. El barco se mecía suavemente sobre el lecho del mar.
Ella estaba sentada entre las piernas abiertas de Jackson y tenía la cabeza sobre su hombro. Él le rodeaba la cintura con un brazo, en una postura cómoda que los amantes de todos los tiempos habían compartido. Sin embargo, Alex era muy consciente de que todavía tenían que cruzar ese umbral en su relación. Si tuvieran todo el tiempo del mundo, no le habría importado la lenta seducción que mantenía su cuerpo en un constante estado de excitación. La intimidad que habían alcanzado la hacía desear poder disfrutar de más de una semana con un hombre como Jackson. Sin embargo, saber que los dos se marcharían por caminos separados a los pocos días hacía que estuviera mucho más ansiosa por hacer el amor y experimentar la culminación de toda la anticipación que habían estado construyendo desde el momento en que se habían conocido en el avión.
No comprendía por qué Jackson se resistía a la descarada tensión sexual que era tan evidente entre ellos. Había pasado otro día y lo había hecho demasiado rápido. Habían pasado la tarde al otro lado de la isla de Fantasía de Seducción. Habían estado practicando el submarinismo entre los acantilados, habían montado a caballo en la playa y habían explorado las cuevas que habían encontrado a lo largo de la costa. Incluso habían construido juntos un castillo de arena. Luego, se habían peleado, tirándose bolas de arena húmeda. Después de que Alex se hubiera declarado vencedora, él la había tomado entre sus brazos y la había llevado al mar para que pudieran lavarse los restos de arena que les quedaban en la piel. Jackson le había limpiado con mucho cuidado brazos y piernas hasta que había estado completamente limpia y llena de deseo. A continuación, ella le había devuelto el favor y le había acariciado descaradamente hasta que él había terminado por declarar una tregua antes de que fueran demasiado lejos en una playa pública.
Habían cenado en un pequeño café, en traje de baño. Allí, se habían dado de comer el uno al otro con los dedos, alimentándose con gambas y otros mariscos. Después, habían regresado al barco justo cuando el sol se estaba poniendo. Jackson la había ayudado a subir al barco y ella, dejándose llevar por sus deseos de jugar, lo había empujado. Antes de eso, él la había agarrado por la cintura y habían terminado los dos cayendo al mar.
En el agua, habían jugueteado, haciéndose ahogadillas mutuamente. Entonces, Alexis lo había besado apasionadamente, tanto que estuvo a punto de ahogarlos a los dos. Con aquel beso, le había dejado muy claro el deseo que sentía por él y Jackson había respondido con una pasión muy similar.
Sin embargo, cuando estuvieron de nuevo en el barco, él había vuelto a poner distancia entre ellos. Le había entregado una toalla mientras se secaba con otra. Luego, había desaparecido debajo de cubierta para regresar con una botella de vino y una copa, que estaban compartiendo.
Y allí estaban, abrazándose. Tenían los bañadores todavía puestos, aunque la distancia emocional que había entre ellos preocupaba mucho a Alex. Decidió que era ella la que tenía que romper aquellas barreras de una vez por todas.
– ¿Sabes una cosa? -le preguntó mientras entrelazaba sus dedos con los de él-. Estoy empezando a creer que hoy has tratado de agotarme deliberadamente, igual que lo hiciste ayer.
– Solo quiero asegurarme de que te diviertas -le aseguró él-. Y, si recuerdo correctamente, tú misma me diste órdenes de hacer que hoy te distrajeras.
Efectivamente. Era un hombre que se tomaba las órdenes muy en serio. ¿Qué haría si le ordenaba que le hiciera el amor? Aquel pensamiento la tentó e intrigó.
– Bueno, me lo estoy pasando estupendamente, pero se me ocurren muchos otros placeres que todavía nos quedan por probar -susurró ella, acercando tanto el rostro al de él que sus bocas estuvieron a pocos centímetros.
Entonces, con una mano le acarició el cabello, que todavía tenía húmedo y le obligó a besarla. El beso fue lento y dulce, templado con mucha reserva por parte de Jackson.
Con un suspiro que expresaba claramente su insatisfacción, Alexis dio por terminado aquel beso. Entonces, él tomó un sorbo de vino y le entregó la copa a ella para que bebiera también. El sabroso caldo le estimuló las papilas gustativas, pero no consiguió aplacar el fuego que le ardía en el vientre.
– Había veces en las que mis padres sacaban el barco por la tarde, pero no me llevaban. Ahora comprendo por qué. Resulta muy romántico estar flotando en medio del océano, solo con el mar y el cielo.
– Parece que tus padres estaban muy enamorados.
– Sí, así era.
Antes de que terminaran lanzándose a una conversación que, una vez más, versara solo sobre ella, Alex se incorporó un poco para mirarlo. La tenue luz le iluminaba suavemente los rasgos y mostraba abiertamente la reticencia que se adivinaba en sus ojos.
– ¿Sabes una cosa? Yo soy la que siempre está hablando sobre mi vida.
– Yo también te he contado cosas -replicó Jackson, con un tono defensivo en la voz.
– Algunas, es cierto. Cuéntame un recuerdo de tu infancia, Jackson. Algo de lo que te acuerdes.
– ¿Como qué? -preguntó él, frunciendo el ceño.
– Cualquier cosa…
Él apartó la mirada y dejó clara constancia de su desgana para hablar sobre sí mismo. Alex decidió cambiar de táctica. También cambió de postura. Se colocó a su lado, de manera que su rostro estuviera casi a la misma altura del de él, aunque Jackson la tenía todavía agarrada de la cintura.
– De acuerdo. ¿Qué te parece si yo comparto contigo un recuerdo de mi infancia, algo que nunca le haya contado a nadie? Tú me tienes que prometer que me darás algo a cambio -sugirió ella, mirándolo con gran intensidad. Aunque aquella vez él tampoco accedió verbalmente, Alex decidió aplicarle las reglas del pacto de silencio-. ¿Sabes por qué me gusta tanto el amaretto?
– No tengo ni idea -respondió él, con una sonrisa.
– Bueno, cuando tenía unos siete años, me encontré una caja de bombones en el escritorio de mi padre. Eran trufas al amaretto y, cada día, le quitaba una después de regresar del colegio. Mi padre nunca dijo ni una palabra sobre los bombones que faltaban. Cuando se le iban acabando, siempre compraba una caja nueva. Nunca hablamos de que yo le estaba quitando los bombones. Era como si fuera un secreto que los dos compartíamos. Cuando me enteré de que mis padres habían muerto -añadió, con la voz llena de emoción-, lo primero que hice fue sacar la caja de bombones del escritorio de mi padre y esconderla para que nadie pudiera llevársela. Guardé los bombones durante todo el tiempo que pude. Les daba bocaditos muy pequeños hasta que, por fin, los bombones se terminaron. Entonces, cuando vi que la caja no se llenaba por arte de magia con bombones nuevos, comprendí que mis padres no iban a regresar nunca. Ahora, el sabor del amaretto es para mí un consuelo. Siempre me trae recuerdos de mi padre…
– Ojalá yo tuviera algo tan hermoso para compartir contigo.
– Seguro que hay algún recuerdo que destaca en tu infancia.
Jackson guardó silencio. El sonido del mar era lo único que llevaba la quietud que se había apoderado de ellos.
Para no dejar que la frustración se apoderara de ella, Alex cambió la dirección de su conversación.
– ¿Tienes hermanos o hermanas?
– No. Como tú, soy hijo único.
Aquella respuesta había sido un comienzo, por lo que Alex decidió perseverar.
– ¿Siguen vivos tus padres?
– Mi padre murió de un ataque al corazón cuando yo era un niño. Era un hombre cariñoso y amable, por lo que puedo recordar.
Alex esperó que siguiera hablando, pero se dio cuenta de que tendría que sonsacar toda la información que pudiera sobre él.
– ¿Y tu madre?
– Sigue por ahí.
Aquel comentario fue tan duro, que, al principio, Alex pensó que estaba tratando de gastarle una broma, pero rápidamente se dio cuenta de que no era así. En sus ojos, vio una clara amargura, y comprendió que había habido diferencias entre su madre y él que le habían dejado muy afectado a nivel emocional. Sin embargo, se sentía tan segura entre sus brazos, que esa seguridad la animó a no dejar el tema.
– ¿Tu madre no forma parte de tu vida?
– Bueno, solo cuando necesita algo de mí, que suele ser dinero -contestó él entre risotadas.
Alex se echó para atrás para mirarlo. Aquellas palabras, y la dureza que había notado en su voz, la habían dejado atónita. Él aprovechó aquella pérdida de contacto para soltarla. Entonces, apoyó los dos pies firmemente sobre el suelo. Alex se incorporó inmediatamente. Antes de que ella pudiera responder a aquel comentario, Jackson siguió hablando.
– Cuando mi padre murió, no teníamos mucho dinero. Vivíamos en una casa muy pequeña, que debíamos tener alquilada, porque recuerdo que mi madre me decía que ya no podíamos vivir allí tras la muerte de mi padre. Regaló mi perro, que era mi mejor amigo, recogimos nuestras cosas y nos mudamos a un apartamento de un solo dormitorio. Mi madre empezó a trabajar como secretaria. Recuerdo que un día, cuando regresé de la escuela, me la encontré retozando en la cama con su jefe. Yo me senté en el salón y esperé hasta que terminaron. Cuando ese tipo se marchó, ni siquiera me miró a la cara. Yo me enfadé con ella porque no había pasado mucho tiempo desde la muerte de mi padre y ella me dijo que su jefe le había dicho que le iba a dar dinero para que pudiéramos salir del agujero en el que estábamos viviendo.
Jackson se cubrió la cara con las manos y respiró profundamente. Alex sentía todo lo que le había pasado de niño, pero le daba la terrible sensación de que todavía había más. Se recogió los pies junto al cuerpo y se los agarró con las manos para no tener que tocarlo y evitar que él creyera que estaba demostrándole compasión. Dado que estaba hablando, no quería estropear aquel momento íntimo que había entre ellos.
Por fin, Jackson levantó la cara y miró hacia el horizonte.
– Su jefe, evidentemente, no le dio suficiente dinero, porque estuvimos viviendo cinco años en aquel apartamento -confesó, lleno de resentimiento-. Supongo que la aventura tampoco duró, pero eso no impidió que mi madre se buscara otros amantes que pudiera utilizar para que la apoyaran económicamente. Constantemente, me dejaba solo por las noches y se iba a los bares para buscar al siguiente tipo rico que se ocupara de ella. Yo odiaba lo que estaba haciendo mi madre, odiaba que yo fuera en segundo lugar para ella, después de los tipos a los que perseguía tan abiertamente. Recuerdo que, por las noches, la esperaba tumbado en la cama. Durante aquellas largas horas, preparé un plan. Yo quería cuidar de ella y ser el único nombre del que ella dependiera, así que, un verano, acepté pequeños trabajos por el vecindario como limpiar las piscinas o segar el césped por unos cuántos dólares. Aquel verano, conseguí ahorrar unos doscientos dólares. Como era tan joven y tan inocente, creí que aquello sería suficiente para que mi madre nos comprara una casa bonita y todo lo demás que necesitábamos. Yo creí que ella me consideraría un héroe por lo que había hecho.
Entonces, miró a Alex a los ojos. La angustia que aparecía reflejada en los de él la afectó de un modo que la impidió reaccionar.
– ¿Sabes lo que hizo mi madre con ese dinero? -le preguntó él a los pocos segundos. Alex negó con la cabeza-. Se fue a comprar un vestido nuevo, salió aquella noche y volvió pasada la medianoche con un tipo que no se alegró mucho de descubrir a la mañana siguiente que había un niño en la casa.
– Oh, Jackson…
– Aquella fue la primera de las muchas lecciones que aprendí de mi madre -dijo. Aparentemente, no había terminado con su relato-. Cuando cumplí los dieciséis años y encontré un trabajo para después del colegio en una empresa de electrónica, mi madre decidió que yo podía mantenerme por mí mismo mientras ella seguía a la caza de un millonario. Me dejó solo y se pasó meses sin ponerse en contacto conmigo. Cuando me llamó, me dijo cuánto lamentaba haberme dejado solo y haber sido tan mala madre conmigo. Entonces, me pidió dinero. Como un tonto, yo se lo di, esperando que aquella vez todo fuera diferente, pero no fue así. Nunca lo era. Solo me quería, y me sigue queriendo, por una sola cosa, por mi dinero y por lo que puede comprar con él. Lo único que yo he buscado siempre a cambio ha sido su cariño en vez de sentirme utilizado. Cada vez que intento olvidarme del pasado y empiezo a confiar en alguien o en algo, vuelvo a caer en la trampa. Solo con mi madre y mi antigua prometida cualquiera hubiera dicho que yo habría aprendido la lección.
No había sido así. Era un hombre, bueno y sincero, que quería creer lo mejor de cada persona, algo que, en opinión de Alex, resultaba admirable. A pesar de su actitud despreocupada ante la vida, Jackson era una persona muy vulnerable. El dolor que ella había podido ver en la expresión de su rostro revelaba la profundidad de sus heridas.
– Esos son los recuerdos que tengo de mi infancia, Alexis. No son muy agradables, ¿no te parece?
– No, no lo son -susurró ella.
Jackson la miró durante un larguísimo instante. De hecho, pareció casi una eternidad. La luz de la luna resaltaba sus masculinos rasgos y mostraba una extraña combinación de ira, frustración y necesidad. Fue la última de aquellas emociones la que ella comprendió mejor, porque ella misma la sentía.
Entonces, él sacudió la cabeza y, de repente, se puso de pie, como si se acabara de dar cuenta de todo lo que le había contado.
– Voy a darme una ducha -dijo, antes de desaparecer de cubierta.
Alex se apretó un poco más las piernas contra el pecho y descansó la barbilla sobre las rodillas. Se preguntaba si lo que Jackson acababa de compartir con ella tenía algo que ver con su fantasía. Tenía mucho sentido, considerando las experiencias pasadas que había tenido con las mujeres. Sin embargo, no podía estar segura de ello y sintió que no tenía ningún derecho a seguir husmeando. Solo podía especular.
Se quedó allí un rato, pensando en qué hacer. Por fin, decidió levantarse y bajar hacia los camarotes. Aquella vez, no iba a permitir que él siguiera evitándola. Solo había una cosa que ocupaba sus pensamientos, su corazón… Deseaba reemplazar los dolorosos recuerdos de Jackson por otros más placenteros. Así, él también tendría algo que llevarse cuando los dos se marcharan de la isla.
Después de quitarse rápidamente la camisa y el bañador, Jackson se metió en la pequeña ducha, algo que resultaba un verdadero lujo en un barco. Bajó la cabeza para que el chorro de agua le diera de lleno y le limpiara de arena y de sal. Esperaba que el agua ayudara a calmarlo y se llevara sus dudas y su confusión, pero no tuvo suerte.
No sabía en lo que había estado pensando. ¿Cómo había podido contarle los oscuros secretos de su pasado a Alexis, la mujer con la que había jurado mantener la distancia emocional? Nunca antes había compartido aquella parte de sí mismo con nadie. Sin embargo, ella le había ofrecido la comprensión, silenciosa compasión y aceptación que había anhelado siempre. Su interés por su historia había sido sincero, lo que le había hecho ser más consciente de que la estaba engañando y de que le estaba ocultando un secreto, que poco a poco iba haciendo mella en su conciencia.
Agarró el bote de champú y se puso un poco en la mano. A continuación, se frotó el cabello. ¿Cuándo se habían complicado tanto las cosas? Lo que había creído en primer lugar sobre Alexis Baylor se había diluido en los últimos días y le había hecho sentir cosas que no debía sentir. Se estaba enamorando de Alexis, y su corazón y sus sentimientos parecían pender de un hilo.
Recordó los momentos que había pasado con ella. No se acordaba de la última vez que se había divertido tanto con una mujer sin esperar nada a cambio. Ni siquiera había tenido que fingir que disfrutaba de su compañía. Demasiado fácilmente, ella le había hecho olvidar el propósito que lo había llevado a emprender aquel viaje. Además, tras escuchar la desconcertante conversación que había tenido con Dennis sobre Fred Hobson, se sentía inclinado a creer que había mucho más en toda aquella historia de que lo que Alexis sospechaba. Sin embargo, no podía estar seguro, y aquello era lo que más le molestaba.
Se aclaró el cabello y luego se enjabonó el cuerpo con gel. Se preguntó qué era lo que iba a hacer con Alexis, con su fantasía y con la innegable atracción que había entre ellos. Tal vez fuera mejor que regresaran a la isla aquella noche en vez de pasarla en el barco, para evitar caer en la tentación. La soledad le daría la oportunidad de ponerse en contacto con Mike y preguntarle qué era lo último que había averiguado sobre Fred Hobson. Necesitaba respuestas y pruebas concretas que demostraran la inocencia de Alexis.
A pesar de todo, en el fondo de su corazón, sabía que ella no era tan culpable como había pensado en un principio. El instinto le decía que confiara en sus sentimientos y que se fiara de Alexis. Aquel pensamiento le dio miedo porque ya se había visto antes en una situación similar, dando confianza y recibiendo solo traición a cambio.
Cuando terminó de ducharse, estaba resignado a regresar a la isla. Extendió la mano para cerrar el grifo en el mismo momento en el que la cortina de plástico que rodeaba la ducha se abría. Sintió un fuerte deseo al ver a Alexis, de pie junto a él y gloriosamente desnuda. Lo que más le impresionó fue que, aparte de exhibirse físicamente, también parecía estar haciéndolo emocionalmente. Había una cierta vulnerabilidad que le brillaba en los ojos y una súplica silenciosa que causó el caos en la determinación que Jackson había tomado de resistirse a ella. La sangre se le acumuló en la entrepierna con una aguda intensidad. Apretó los dientes, pero no le ayudó al ver que una tierna y seductora sonrisa empezaba a adornar los labios de Alexis. Se había dado cuenta de que él no había podido evitar tener una erección ante ella.
Sin decir palabra, entró en la ducha y lo acorraló contra la pared. El cubículo estaba diseñado exclusivamente para uno, lo que no le dejaba posibilidad alguna de escapar. Estaba tan cerca de su palpitante masculinidad que no pudo evitar rozarla con el muslo. Entonces, cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y levantó los brazos para soltarse el cabello. Jackson observó, hipnotizado, cómo el agua le mojaba el cabello, el rostro y luego todo el cuerpo. Muy pronto, estuvo completamente mojada.
Él sintió que la respiración se le iba acelerando poco a poco. Alexis le estaba poniendo muy difícil ceñirse a su anterior resolución de no tocarla.
Poco a poco, fue abriendo los ojos. Entonces, le colocó las manos sobre el pecho y las fue bajando por el torso, por el vientre… hasta que rodeó suavemente su erección. Jackson necesitó todo la fuerza de la que disponía para no dejarse llevar por el placer allí mismo.
– ¿Te importa si me ducho contigo? -preguntó ella, tras lamerse el agua que le empapaba los labios mientras empezaba a acariciar suavemente la masculinidad de Jackson.
Él estuvo a punto de alcanzar el clímax en aquel mismo momento. Sin embargo, soltó una maldición y la agarró por la muñeca para detener aquel asalto, aunque no pudo encontrar las palabras necesarias para terminar con aquel delicioso tormento.
– No me rechaces, Jackson -dijo Alexis, como si le hubiera leído la mente. Entonces, lo miró a la suave luz del cuarto de baño con una cándida expresión-. Quiero estar contigo… Yo me preocupo por ti, probablemente mucho más de lo que debería teniendo en cuenta nuestra situación, pero no puedo cambiar mis sentimientos ni fingir que no existen -añadió, acariciándole suavemente el brazo con la mano que tenía libre. Luego, terminó colocándosela en la nuca-. Y creo que tú necesitas esto tanto como yo.
Jackson cerró los ojos al sentir que un temblor lo sacudía por dentro. Desesperadamente, trató de reunir la fuerza de voluntad suficiente para rechazarla. Ya no sabía lo que estaba haciendo, sino solo que anhelaba la calidez de su cuerpo y lo que ella le estaba ofreciendo. Sinceridad, aunque fuera en el sexo. No, mientras hacían el amor. Se sentía demasiado implicado emocionalmente como para que aquello fuera nada menos.
Suavemente, Alexis le acarició los labios con los suyos, con una dulzura propia de una promesa celestial, mientras con el pulgar le acariciaba suavemente el glande.
– Por favor -susurró ella.
Aquellas dos palabras rompieron las barreras. El deseo se apoderó finalmente de él y, con una fuerte sensación de impotencia para resistirse a sus encantos, la tomó entre sus brazos y la colocó contra la pared, aplastándole los pechos y colocándole la erección entre los muslos. Luego, enterró las manos en su cabello y capturó sus labios en un beso apasionado que ella recibió encantada. Le llenó la boca con la aterciopelada humedad de su lengua y la besó muy profundamente, empujando y sintiendo que le resultaba imposible cansarse de su delicado sabor. Alexis provocaba adicción para su deseo, su corazón y sus sentimientos.
La necesidad que sentía se adueñó de él, haciéndole olvidarse de todo menos de aquella mujer que se aferraba desesperadamente a él y de lo mucho que anhelaba hundirse dentro de ella, verse rodeado completamente de su apasionado calor y de su generoso cuerpo. A pesar de sus esfuerzos, sabía que ya no podía resistirse más. La culminación de lo que habían vivido los últimos días sería incendiaria.
La lengua de ella batallaba con la de él. Jackson empujó un poco más y sintió como la rígida longitud de su pene se apretaba contra los suaves pliegues de su feminidad. Alex gimió y se movió para formar parte de aquel juego de placer. Hizo girar las caderas con un lento y erótico movimiento. Si seguían así, se sentiría más allá de donde le resultaría imposible regresar. Sin embargo, no deseaba alcanzar el clímax tan pronto.
Apartó la boca de la de Alexis y consiguió separarse algunos centímetros de ella. Físicamente, ya no se estaban tocando, pero visualmente Jackson no podía abstraerse de los caprichosos caminos que tomaba el agua para deslizarse por el cuerpo de ella.
– Tenemos que tomárnoslo con más calma…
– En ese caso, ¿qué te parece si jugamos un poco? -sugirió Alexis. Entonces, trató de agarrar la botella de gel, pero, antes de que pudiera hacerlo, él se lo impidió.
Sin empezaba a acariciarlo por todo el cuerpo, no aguantaría mucho tiempo.
– Yo ya me he lavado, así que permíteme el placer de lavarte a ti.
– Soy toda tuya -murmuró Alexis.
Jackson retiró la ducha de su soporte y se la entregó a ella.
– Yo te lavaré y luego tú te puedes enjuagar.
– De acuerdo…
Por el modo en que pronunció aquellas palabras, él comprendió que Alexis no sabía lo que le tenía reservado. Sin embargo, aquello era parte de la diversión. Si aquella noche era todo lo que le quedaba con Alexis, quería disfrutar y saborear cada momento. Se enjabonó las manos y empezó a frotarle la espalda. Ella colocó las manos en la pared para sostenerse, sin poder evitar echar la cabeza hacia atrás mientras gemía de placer.
Jackson le frotó diligentemente el trasero. Instintivamente, Alexis arqueó la espalda y se lo ofreció, sugiriéndole una postura sexual que siempre le había gustado. A pesar de ello, él se contuvo y resistió a aquella particular tentación.
– Venga, enjuágate.
Alexis dejó que el agua de la ducha le cayera por los hombros y que le fluyera por la espalda. Con las manos, Jackson siguió el camino de la espuma mientras se deslizaba por el cuerpo de ella. Utilizó aquel gesto solo como una excusa para tocarla y, cuando una zona se quedaba libre de jabón, la besaba y lamía para retirar el exceso de agua.
Alexis se echó a temblar. Poco a poco, él le dio la vuelta para poder mirarla a los ojos. Suavemente, Jackson le empezó a frotar el pecho. Lentamente, fue bajando hasta dedicar toda su concentración a los senos, acariciándolos con las manos mientras le torturaba los pezones con los dedos para conseguir que estuvieran tan firmes como guijarros.
Ella separó los labios y emitió un lánguido suspiro. Entonces, su torturador se inclinó sobre ella y la besó, lenta y profundamente, mientras, también lenta y profundamente, le iba acariciando el vientre para luego hacer lo mismo con la cintura y las caderas. Aquella vez, no le tuvo que pedir que se enjuagara. A medida que el agua iba cayendo, él seguía el sendero de frescura con la boca. Deslizó los labios sobre la garganta que ella le ofrecía y fue bajando poco a poco. Alternaba besos con ligeros lametazos y pequeños mordiscos que la hacían gemir.
Les dedicó a los pechos la misma y cuidadosa atención mientras ella le iba enjuagando la espalda. Le lamió los erguidos pezones, mordisqueándolos suavemente antes de succionarlos para metérselos en la boca. A medida que iba avanzando, los gemidos que ella emitía eran más frustrados. Cuando llegó al ombligo, se irguió de nuevo y regresó a la boca.
Los ojos de Alexis tenían una mirada febril y el rostro estaba ruborizado por el placer.
– Jackson… -susurró, mientras el cuerpo entero le temblaba por aquel juego erótico al que él la estaba sometiendo.
– Todavía no he acabado -musitó él, apretándole los labios con los dedos.
Con el pie, hizo que separara los muslos y se arrodilló delante de ella. Sus ojos se quedaron al mismo nivel del de su impactante feminidad. Jackson sintió que se le secaba la boca y que se le tensaban los músculos del vientre. Diminutas gotas de agua adornaban los oscuros rizos, como el rocío las hojas de las plantas, y el aroma que desprendía lo excitó aún más, si aquello era posible.
Empezó con los pies, para ir subiendo muy lentamente, cubriéndole la piel con sedosas burbujas, desde las pantorrillas hasta los muslos, pasando por las rodillas. Una vez más, se encontró de nuevo con su parte más íntima. Un hambre que nada tenía que ver con la comida, sino con la hermosa Alexis, se apoderó de él e, incapaz de contenerse, deslizó los dedos entre las piernas, dibujando suavemente así la geografía de su entrepierna. Alexis tembló y la respiración se le fue haciendo más profunda. Sin que él se lo pidiera, se enjuagó inmediatamente. Jackson la observó, atónito y vio cómo la espuma iba cayendo poco a poco hasta desaparecer por el desagüe.
Sin embargo, no se había enjuagado su íntima feminidad, pero él no iba a permitir que se escondiera y fuera tímida en aquellos momentos. Suavemente, hizo que se apoyara contra la pared y le levantó una pierna, para colocársela después sobre uno de sus anchos hombros. Entonces, delicadamente, acarició su húmedo calor. Con los dedos, fue apartando con suavidad los pliegues de su henchida carne para poder así contemplarla plenamente.
Ella gimió, muy sorprendida, pero no protestó por las descaradas caricias a las que Jackson la estaba sometiendo en aquella explícita postura. Confiaba en él.
Cuando terminó, él levantó los ojos y la miró al rostro, que mostraba el alto nivel de excitación al que la había sometido.
– Te has dejado algunas partes sin enjuagar -susurró con voz profunda.
Alexis tragó saliva y aceptó aquel sensual desafío. Levantó la ducha y dirigió el chorro de agua hacia su feminidad. Al sentir el contacto del agua, el cuerpo se agitó involuntariamente. Dejó que la cabeza se apoyara contra la pared con un suave gemido y cerró los ojos, abandonándose completamente al placer. La respiración fue haciéndosele cada vez más acelerada a medida que el placer se iba incrementando. Aquel abandono y los lujuriosos sonidos que ella iba emitiendo iban teniendo también su efecto en Jackson.
De repente, de lo único de lo que estuvo seguro fue de que quería darle placer y saborear las vibraciones de su clímax con la lengua cuando alcanzara el orgasmo. Le resultó imposible seguir siendo un mero espectador en aquella escena de placer. Entonces, apartó la ducha y reemplazó el torrente de agua por la succión íntima de sus labios. Al sentir las caricias de la lengua, ella tembló de placer y dejó caer la ducha al sentir que dos dedos que él le introdujo se movían en la estrecha cueva de su feminidad. Con las manos ya libres, acarició el cabello de Jackson mientras él la saboreaba.
Poco a poco, los movimientos que él le proporcionaba se fueron haciendo más urgentes. Ella gimió y le suplicó, por lo que Jackson le dio finalmente lo que Alexis tanto había deseado. Incrementó la presión de la boca y el movimiento de los dedos hasta que ella dejó que su cuerpo temblara con un salvaje abandono.
Un gemido de placer se le escapó de los labios. Mientras él se ponía de pie, las suaves contracciones posteriores al placer fueron tan intensas, que tuvo que aferrarse a él. Jackson apretó su saciado cuerpo contra la pared y dejó que ella sintiera también el deseo que albergaba en su cuerpo. Sin preámbulos, capturó la boca con la suya y la besó apasionada y profundamente para compartir con ella el sabor de su cálida intimidad.
Cuando finalmente se apartó de ella para que los dos pudieran tomar aire, Alexis lo miró con asombro y pasión y algo que parecía ser mucho más sentimental. Le acarició suavemente la mandíbula con la mano, luego pasó el pulgar por sus labios, que estaban todavía húmedos por el beso que habían compartido.
– Te necesito -susurró.
Aquellas palabras provocaron algo muy primitivo en el interior de Jackson, aunque lleno de plena ternura. Nadie lo había necesitado nunca, al menos no de una manera tan sincera. La miró atentamente y la creyó.
En aquel momento, se olvidó de todo menos de Alexis y no se dio cuenta de que aquello lo cambiaría todo entre ellos.
La joven tragó saliva y entreabrió de nuevo los labios.
– Jackson, hazme el amor…
La urgencia se abrió paso entre ellos, como resultado de la acumulación de los juegos sexuales que habían compartido. Jackson cortó el agua. Los dos salieron de la ducha completamente empapados y se tumbaron sobre la colcha que cubría la cama doble que dominaba toda la zona. Brazos y piernas se enredaron en una erótica danza. Jackson la contempló durante un instante antes de separarle los muslos con sus propias piernas. Entonces, tras entrelazar los dedos con los de ella y apretarle las manos contra la cama, se hundió en ella del modo más íntimo.
Unos luminosos ojos lo miraron mientras iba abriéndose paso en el cuerpo de Alexis. Ella gimió a medida que su cuerpo iba acostumbrándose a aquella intrusión. Entonces, cuando estaba a punto de perder el sentido común solo por alcanzar el placer que ella le prometía, se dio cuenta de lo que estaba a punto de hacer. Necesitaba aquella unión con Alexis, pero, por mucho que quisiera estar con ella de aquel modo, no podían hacer el amor. Lo había preparado todo tan cuidadosamente para que aquello no se produjera que no tenía ningún preservativo.
Antes de perder el último retazo de autocontrol que le quedaba, se irguió e hizo un esfuerzo por separarse de ella, pero Alexis se lo impidió sujetándolo firmemente con las piernas contra su cuerpo.
– Jackson, no…
Él sintió que el corazón le daba un vuelco. Se odiaba por haberlos llevado a ambos hasta aquel punto solo para que todo tuviera que terminar de aquel modo.
– Cielo, no tengo preservativos…
– No importa -dijo Alexis, sonriendo-. No lo necesitas…
Jackson abrió la boca para protestar, pero recordó la conversación que habían tenido sobre los chequeos y su estado de salud, lo que le hizo darse cuenta de que Alexis debía de estar preparada para aquello. El alivio se apoderó de él y, a partir de aquel momento, lo único que le importó fue hacerla suya. Alexis levantó la cabeza y lo sedujo de nuevo con un apasionado beso, haciendo que volviera a colocarse plenamente encima de ella. Con urgencia, se hundió completamente dentro de ella, más profundamente…
Alexis se movía incansablemente debajo de él y emitía sensuales e impacientes sonidos que lo animaban aún más. Empezó a moverse como se lo pedía su cuerpo, con largos y calientes movimientos que le hacían vibrar por dentro. Cuanto más fuerte y más rápido la penetraba él, más la excitaba.
Alcanzó el clímax con rapidez. En el momento cumbre, apartó la boca de la de ella. Alexis se entregó a él sin pedir nada a cambio. Mientras él descansaba apoyado contra el hombro de la joven, se dio cuenta de que, por primera vez en su vida, se sentía vivo y querido… Solo por sí mismo.