«No mires por la ventana y estarás bien».
Alexis Baylor se repitió una y otra vez aquella letanía mientras el pequeño hidroavión despegaba de Miami para emprender el vuelo de quince minutos que la llevaría a Fantasía de Seducción, frente a los cayos de Florida. Había tenido los ojos cerrados desde que se montó en la pequeña aeronave, pero, en aquellos momentos, empezó a respirar rápidamente para tratar de calmar la ansiedad que estaba experimentando a medida que el avión iba subiendo más y más. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que estaba haciendo por mantenerse tranquila, el estómago no hacía más que darle vueltas incluso con las más sutiles turbulencias que encontraban a medida que iban subiendo.
«Relájate, relájate, relájate…»
Tenía los músculos muy tensos y el corazón le latía a toda velocidad. Alex nunca hubiera creído que tenía miedo a volar. De hecho, el vuelo que había realizado desde San Diego a Miami había transcurrido sin novedad ni ataques de pánico. Sentada en primera clase, en un cómodo asiento de cuero y escuchando música clásica por los cascos que le habían proporcionado, se había visto seducida por la comodidad y la seguridad de verse en un resistente y enorme avión comercial. Sin embargo, en el momento en que se había montado en el pequeño hidroavión de Fantasías, Inc., una aguda aprensión y una claustrofobia insoportables se habían apoderado de ella, junto con una oleada de dolorosos recuerdos infantiles, lo que había tenido un efecto más devastador sobre ella de lo que había imaginado.
«Inspira, espira, inspira, espira…»
Por suerte, la avioneta había alcanzado la elevación necesaria para mantener una calma perfecta. Poco a poco, el pulso errático de Alexis se había ido tranquilizando, aunque no había podido abrir los ojos y mirar por la ventanilla. No tenía ningún deseo de ver el inmenso océano azul que se extendía allá abajo ni pensar en los terribles últimos momentos de vida de sus padres antes de que su avioneta privada se hubiera precipitado sobre el mar, enterrándolos bajo el agua frente a las costas de San Diego.
Se acomodó en el asiento, tan cómodamente como su rígido cuerpo se lo permitía, y se puso a pensar decididamente en la fantasía que había reservado y pagado y que tardaría poco en experimentar. No obstante, aquello no le impidió recordar que había estado a punto de cancelar el viaje en el último momento. Para ser exactos, el día anterior, justo después de que su empresa hubiera recibido una inesperada demanda que aludía a una infracción de los derechos de autor. El querellante, Extreme Software, afirmaba que era el dueño del código propietario que ella había utilizado en su juego y trataba de evitar que Gametek comercializara Zantoid. Se había fijado la vista la semana después de que ella regresara de sus vacaciones. Sus abogados le habían asegurado que no era necesario que ella acudiera a los procedimientos, pero ella tenía intención de acudir y verse las caras con las personas que habían demandado a su empresa y que trataban de aprovecharse de su éxito.
Hasta la fecha de esa vista, Dennis Merrick, el vicepresidente de su empresa, le había asegurado que no se ganaría, nada con el hecho de que ella aplazara unas vacaciones que había reservado seis meses antes. Había insistido en que se fuera, se relajara y había prometido ocuparse él mismo de los abogados y de cualquier procedimiento legal que pudiera surgir en su ausencia. Como siempre, le había dejado muy claro que podía contar con él.
Una triste sonrisa se le dibujó en los labios. Si Dennis supiera la naturaleza de aquellas vacaciones, para las que llevaba ahorrando dos años, desde el momento en que había oído hablar de Fantasías, Inc., estaba segura de que no la habría apoyado tanto para que se marchara.
Sin embargo, la opinión de Dennis no habría contado para nada. Sabía lo que quería y no habría nada que pudiera cambiar aquello. Quería que la sedujera un atractivo hombre, sin lazos que los ataran, y regresar a su casa embarazada del niño que había deseado desde hacía tantos años. Un niño que la amara incondicionalmente y le diera la familia que nunca había tenido.
Dennis se habría ofrecido voluntario para que su fantasía se cumpliera, pero Alex no quería la complicación de mezclar su relación profesional con algo más íntimo. También estaba el hecho de que ella no conectaba con él ni a nivel físico ni emocional.
Sabía desde hacía años que Dennis sentía algo muy especial por ella, pero siempre había tenido mucho cuidado de no darle esperanzas. Lo adoraba como amigo, confiaba en él como empleado y lo respetaba como hombre, pero Dennis no hacía que el corazón le latiera a más velocidad. En realidad, no lo había conseguido ningún hombre. Ella no era el tipo de mujer, sensual y sofisticada, que inspirara el interés sexual de un hombre. Dado que, recientemente, había llegado a la conclusión de que probablemente nunca experimentaría la relación apasionada e impetuosa que sus padres habían compartido, aquella fantasía sería su última oportunidad de abandonarse a aquellos emocionantes placeres antes de sumirse en la maternidad en solitario. Aquella fantasía le haría sentirse deseada y deseable.
Alex respiró más tranquila y se rebulló un poco en su asiento. Por la naturaleza íntima y personal de su petición, la señorita Weston le había asegurado que haría todo lo posible por que el hombre de su fantasía tuviera las mismas características físicas que ella, cabello negro y ojos azules, para que tuviera muchas más posibilidades de que concibiera un niño con sus mismos rasgos físicos.
Evidentemente, no había promesa de que ella se marchara de allí embarazada, algo que solo la Madre Naturaleza podía garantizar. Sin embargo, dentro de cinco días, estaría en su momento más fértil y planeaba aprovechar al máximo aquella oportunidad.
De repente, el avión atravesó una zona de turbulencias y la avioneta se agitó, arrebatando a Alex la tranquilidad que había experimentado hasta entonces. Contuvo el aire y, automáticamente, extendió la mano para aferrarse al reposabrazos que había entre su asiento y el del otro pasajero. En vez de eso, entró en contacto con el nervudo y fibroso antebrazo de un hombre. Aquel contacto, la turbó aún más que el breve cambio de altitud. Inmediatamente, apartó la mano y la apretó con fuerza sobre su regazo.
– Lo siento -murmuró, sin abrir los ojos, como si así pudiera ocultar lo avergonzada que se sentía.
Inesperadamente, unos largos dedos le rozaron ligeramente los nudillos y el pulso empezó a latirle a toda velocidad. Alguien, presumiblemente el hombre que estaba sentado a su lado, la había tomado de la mano y lentamente le había extendido los dedos. Alex tragó saliva al sentir que él le estiraba la mano entre dos larguísimas palmas y le proporcionaba una extraña mezcla de calor y de bienestar. Hacía tanto tiempo que estaba sola, que no podía recordar la última vez que había experimentado un gesto tan tierno.
– El pulso le late muy deprisa -dijo él, tocándole suavemente la muñeca-. ¿Se encuentra bien?
Tenía una voz suave y sugerente, tanto que el deseo se apoderó de ella y despertó los nervios femeninos que habían permanecido dormidos durante tanto tiempo. Como le resultó imposible articular palabra, se limitó a asentir.
– Entonces, abra los ojos y míreme para que pueda ver por mí mismo que se encuentra bien.
Por primera vez, desde que se había montado en el hidroavión, Alex abrió los ojos… y se vio reflejada en unos aterciopelados ojos azules que hacían que los suyos propios palidecieran en comparación. Era fuerte, robusto y muy atractivo, tanto que le hizo sentirse muy consciente de sus rasgos, que consideraba muy corrientes. Para estar cómoda durante el viaje, y también por rutina, se había puesto una falda y una camisa muy holgadas, pero nunca se había sentido más avergonzada de su apariencia.
– Eso está mucho mejor -dijo él, sonriendo ligeramente-. Al menos, ahora estoy seguro de que no se va a desmayar encima de mí.
– Estaré bien… en cuanto aterricemos -susurró Alex, con un hilo de voz.
– Lo que no puede ser lo suficientemente pronto, ¿me equivoco?
– No -admitió ella, tras lanzar una risotada nerviosa-. Cuanto antes, mejor.
Notó que aquel hombre llevaba el cabello muy bien cortado, con un estilo que acentuaba sus acerados rasgos. Era de un color negro como el ébano, muy parecido al suyo. Hasta aquel momento, tenía los rasgos físicos del hombre que estaba buscando.
– ¿Tiene miedo de volar?
– Más o menos -admitió ella-. Mis padres murieron en una avioneta muy parecida a esta.
– Entiendo. Lo siento mucho -musitó, al tiempo que le apretaba ligeramente la mano.
– Hace mucho tiempo. Yo solo tenía diez años por aquel entonces, pero estar en una avioneta similar y volar sobre el océano me trae recuerdos de cómo murieron.
– Lo comprendo.
En aquel momento, Alex se dio cuenta de que él todavía le tenía agarrada la mano. Trató de apartarla, pero el desconocido se lo impidió. Entonces, se la colocó sobre un fuerte muslo y la atrapó allí bajo el peso de su propia mano. De un modo ausente, le acariciaba ligeramente la piel, en un gesto tan íntimo y sensual que hizo que Alex se echara a temblar.
– Tal vez yo pueda ayudarla a que se mantenga distraída durante el resto del vuelo. Supongo que podríamos empezar presentándonos -añadió, con una sensual sonrisa-. Me llamo Jackson Witt. ¿Y tú?
Alex se sentía completamente hipnotizada. Suponía que aquello era lo que le ocurría a una mujer cuando era el centro de atención de un hombre tan atractivo. Había salido con algunos hombres, pero ninguno de ellos le había causado una sensación tan profunda como aquel.
Notó el modo tan intenso con el que él la miraba, como si estuviera esperando algún tipo de reacción. Efectivamente, le había producido una profunda impresión, pero Alex no estaba dispuesta a que él viera la conmoción interior y el deseo que había despertado en ella.
– Me alegro mucho de conocerte, Jackson -dijo Alex, algo perpleja por la expresión de alivió que cruzó el rostro de su compañero de viaje-. Yo me llamo Alexis Baylor, pero todo el mundo me llama Alex.
– ¿Por qué?
– ¿Por qué qué?
– ¿Por qué te llama Alex todo el mundo cuando Alexis es un hombre tan hermoso?
Ella bajó la cabeza y pensó en aquel comentario. Si era sincera, debía admitir que nunca se había sentido identificada con el nombre de Alexis, un nombre que, para ella, implicaba elegancia y gracia.
– Mi tío, que me crió después de que mis padres murieran, siempre me llamaba Alex y supongo que se convirtió en una costumbre.
– Una costumbre que yo tengo la intención de romper… Alexis.
El modo en que él pronunció su nombre completo fue como una sedosa y sensual caricia para sus sentidos. Además de aquella agradable estimulación mental, estaba la placentera sensación que le producían los dedos sobre la piel. A pesar de que era una caricia completamente inocente, el cuerpo entero le vibraba con una deliciosa y cálida sensación.
– ¿De dónde eres?
– De San Diego.
– Considerando lo incómoda que te sientes en un avión, ¿cómo te las has arreglado para llegar a Miami? ¿En tren?
– No, llegué en avión -contestó ella, riendo-. Son las avionetas pequeñas con las que tengo problemas. Y tú, ¿de dónde eres?
– De Atlanta.
– ¿Y vas también a Fantasía de Seducción?
– Sí -respondió Jackson, tras mirarle lentamente el rostro.
– ¿Tienes alguna fantasía?
– Claro que la tengo -susurró él.
– ¿Y cuál es? -quiso saber, a pesar de que intuía que se estaba adentrando en un terreno muy íntimo.
– ¡Vaya! Creo que esa información es confidencial, como lo es tu fantasía… A menos que compartas primero conmigo lo que te ha traído hasta aquí.
Alex se sonrojó por haberse atrevido a preguntar algo tan íntimo. Sin embargo, le alegró que él hubiera admitido que iba también a la isla en busca de una fantasía, aunque ella no era muy optimista acerca de que los emparejaran.
– No, preferiría no compartir mi fantasía -admitió ella- y me disculpo por haber querido saber la tuya.
– No hay necesidad de disculparse. Supongo que la naturaleza de este centro turístico despierta la imaginación de una persona. Tengo que confesar que yo siento la misma curiosidad por saber lo que estás buscando en Fantasía de Seducción.
– Digamos que estoy tratando de concentrar toda una vida de oportunidades perdidas en una sola semana.
En aquel momento, él le dio la vuelta a la mano y empezó a acariciarle suavemente la palma de la mano.
– Bueno, espero que todas tus fantasías se hagan realidad, Alexis.
– Yo también lo espero -respondió ella, perdida sin remedio en el mar de sensualidad que se adivinaba en las profundidades de aquellos ojos.
Jackson siguió acariciándole la mano de un modo increíble. Eran movimientos sutiles, pero provocativos que hicieron que la respiración de Alex se hiciera más profunda y que los pechos se le irguieran contra el encaje del sujetador que le aprisionaba los pechos. Aquel hombre estaba a punto de proporcionarle la pasión que buscaba en su fantasía y no pudo evitar preguntarse si aquello sería parte de su plan o era una coincidencia.
– Acabamos de llegar a Fantasía de Seducción -anunció Mark, el piloto-. Por favor, permanezcan sentados durante unos minutos hasta que se abra la puerta.
– ¿Ya hemos llegado? -preguntó Alex, incrédula.
– Sí -respondió Jackson, tras lanzar una risotada-. Creo que ya puedes mirar por la ventanilla.
Alex lo hizo y vio que, efectivamente, ya habían amerizado. Se deslizaban lentamente sobre el agua hasta una pequeña plataforma que se adentraba en el mar desde la blanca arena de una isla profusamente cubierta de vegetación. Más allá, se divisaba un precioso hotel, de estilo mediterráneo, rodeado de plantas tropicales.
– Es increíble -susurró Alex, mientras miraba de nuevo a su compañero de vuelo-. Ni siquiera me he dado cuenta de que el avión estaba descendiendo.
– En ese caso, supongo que he cumplido mi promesa de mantenerte distraída. Ha sido muy agradable conocerte, Alexis -añadió, mientras le levantaba la mano para depositar un ligero beso sobre los nudillos y la soltaba finalmente.
– Igualmente -replicó ella, echando de menos inmediatamente el calor que aquel contacto le había transmitido.
Cuando se abrió la puerta de la cabina, se soltaron los cinturones de seguridad y, junto con otras dos mujeres de las que Alex ni siquiera se había percatado hasta entonces, salieron del hidroavión. Esperaron sobre la pasarela mientras dos hombres descargaban su equipaje.
– Por aquí, señor -dijo uno de los empleados, tras sacar la totalidad del equipaje de Jackson.
Sin volverse para despedirse de Alex, los dos hombres empezaron a caminar hasta el final de la plataforma, donde los esperaba una mujer madura.
Con cada paso que los iba alejando, Alex se sentía más desesperada y con necesidad de volver a captar su atención. Solo una vez más…
– Jackson…
– ¿Sí? -preguntó él, volviéndose inmediatamente.
– Gracias -dijo, a pesar de que todo el mundo los estaba mirando-. Me has hecho el vuelo más soportable, al igual que más placentero.
– El placer ha sido mío -susurró Jackson, con una profunda y sensual voz que a cualquier mujer le hubiera parecido irresistible-. Tal vez volvamos a encontrarnos en la isla -añadió, antes de seguir con su camino.
– Sí, tal vez -musitó Alex, a pesar de que él ya estaba de espaldas. «Eso espero».
Cuando hubieron terminado de sacar su equipaje, Alex siguió a su guía hasta el final de la pasarela. La mujer que había recibido a Jackson unos momentos antes le dedicó una brillante sonrisa.
– Me llamo Merrilee Schaefer-Weston -dijo la mujer, mientras se daban la mano-. Por favor, llámame Merrilee. Bienvenida a Fantasía de Seducción, Alex.
– Gracias, estoy encantada de estar aquí -respondió ella, sintiendo inmediatamente una profunda simpatía por la mujer. En su mirada, le pareció leer una profunda dedicación por su trabajo para hacer que las fantasías de sus clientes se hicieran realidad.
– La isla está a tu disposición para hacer todo lo que te apetezca con la finalidad de hacer realidad tu fantasía personal. Si hay algo que podamos hacer para que tu estancia resulte más placentera, solo tienes que llamarme. Mis invitados y su comodidad son mi prioridad número uno y estoy disponible las veinticuatro horas durante los siete días de la semana. ¿Tienes alguna pregunta antes de que empiece tu fantasía?
– Sí. ¿Cómo sabré quién es el hombre de mi fantasía?
– Él será todo lo que has pedido, tal vez más. Él te cortejará y te dejará bien claras sus intenciones.
– Me alegro de oír eso, porque no se me da muy bien dar el primer paso en lo que se refiere al sexo opuesto.
– No tendrás que hacerlo. Y, si me permites que te dé algunos consejos antes de que empiece tu fantasía, te diré que sigas a tu corazón, Alex. Podría llevarte a lugares que nunca has visitado antes.
Al oír aquellas palabras, Alex no pudo reprimir un temblor.
Dos horas más tarde, Alex estaba sentada en la terraza de su opulenta suite, observando cómo se ponía el sol en el horizonte con un despliegue de tonalidades rosadas y anaranjadas. No podía dejar de pensar en las palabras de Merrilee. Le habían parecido algo extrañas, sobre todo teniendo en cuenta que el amor y compromiso emocional no formaban parte de su fantasía. Las razones de su estancia en la isla eran puramente prácticas.
Empezó a sentir el aguijón del hambre, por lo que entró en su habitación para examinar el menú para el servicio de habitaciones. Había decidido no comer en el comedor, aunque aquello significara no aprovechar su primera oportunidad para conocer al hombre de su fantasía. Estaba demasiado cansada para dejarse llevar por las insinuaciones eróticas. Además, aunque no quisiera reconocerlo, se sentía todavía demasiado afectada por su encuentro con Jackson como para dar a otro hombre una oportunidad. Se sentiría más dispuesta a la seducción después de descansar bien.
Mientras esperaba que le llevaran la cena, salió de nuevo a la terraza y contempló las suites que rodeaban a la suya. Se preguntó cuál sería la de Jackson y si ya estaría disfrutando de su fantasía… Y con quién.
A la luz de unas románticas farolas y de la luz de la luna, Jackson salió de su casita de la playa y tomó el sendero que atravesaba la piscina. Sin duda, la isla era un lugar ideal para el romance, la tentación prohibida y los devaneos eróticos. Desgraciadamente, la desilusión había sido su única compañera desde su llegada a la isla aquella tarde.
Gracias a la ayuda de Mike, Jackson había podido descubrir el horario del vuelo de Alexis y reservar un asiento en el mismo que ella. Así quería asegurarse de que se conocían antes de llegar a la isla. A pesar de lo bien que había ido su primer encuentro, ella no parecía estar cooperando con su estrategia personal para aquella tarde. Para frustración suya, no la había vuelto a ver desde que se habían separado en el muelle.
Se dirigió hacia el club y decidió que, si no encontraba a Alexis en el bar, daría por terminada aquella primera jornada. Se acercó a la barra y, tras pedir un cóctel, se sentó en uno de los taburetes y escrutó a las demás personas que había allí en busca de Alexis.
– ¿Estás buscando a alguien especial? -le preguntó una voz femenina.
Al volverse, Jackson descubrió a Merrilee.
– De hecho, sí.
– ¿Se trata de Alexis Baylor, por casualidad?
– ¿Qué te hace pensar eso? -preguntó Jackson, con gran cautela. No sabía cómo aquella mujer había podido sacar aquella conclusión cuando se había esforzado tanto por ocultar sus intenciones.
– Solo era una suposición. El piloto me dijo que habíais estado hablando durante el vuelo, algo que yo pude comprobar sobre el muelle.
– Admito que tienes razón -admitió Jackson, más relajado. No veía nada malo en divulgar la verdad-. Efectivamente, estaba buscando a Alexis -añadió, tras darle un buen trago a su bebida.
– Bien, pues la señorita Baylor ha optado por cenar esta noche en su habitación. Según me han dicho, ya debe de estar en la cama.
– En ese caso, parece que mis esfuerzos por encontrarla serán en balde.
– Mañana habrá más oportunidades.
– Efectivamente.
– Por cierto, en la solicitud de tu fantasía y cuando hablamos por teléfono antes de que reservaras tu estancia, me dijiste que querías encontrar a una mujer en la que pudieras confiar.
– Sí.
La mentira que había fabricado era una pura necesidad. Sin embargo, teniendo en cuenta lo mucho que apreciaba y respetaba a Merrilee, no se sentía orgulloso de ello.
– Mis… relaciones con las mujeres -añadió-, han fallado en ese sentido. Me han traicionado más de una vez. Para mí, poder confiar en una mujer será una novedad.
– Ya sabes que te dije que tendrías que luchar tu mismo por encontrar a esa mujer en cuanto estuvieras aquí, y que no podría garantizarte una mujer que cumpliera perfectamente con tus fantasías.
– Lo recuerdo.
– Sin embargo, me gustaría preguntarte algo. ¿Cómo encaja Alexis en tu percepción de la clase de mujer con la que quieres abrirte y en la que estás dispuesto a confiar?
– Solo he hablado una vez con ella -respondió, contento de ver cómo Merrilee le estaba ofreciendo exactamente lo que él quería-, pero creo que Alexis podría ser esa mujer. Me gustaría conocerla mejor, pero la pregunta es si yo encajo con la razón por la que ella está aquí.
– Creo que así podría ser, pero, por supuesto, la decisión de aceptarte o no dependerá enteramente de Alexis.
Si todo iba como estaba planeado, Jackson no creía que aquello le fuera a resultar un problema, sobre todo después de ver cómo había reaccionado ella en el hidroavión.
– ¿Y cómo voy a conseguirlo?
– Bueno, puedo ayudarte un poco. Como parte de tu fantasía, y la de Alexis, puedo informarte de dónde está en cualquier momento del día o de la noche. Solo con una llamada a Stewart, el conserje, podrás saber todo lo que quieras sobre Alexis. No obstante, si ella no se muestra interesada, se te dejará de facilitar esa información tan privilegiada.
– Me parece justo. Para empezar, ¿me puedes dar su número de habitación?
– Es la habitación 305, en el edificio principal del hotel. Espero que ella sea la que te compense por todas esas otras mujeres que ha habido en tu vida.
Jackson forzó una sonrisa y dejó que Merrilee fuera a hablar con el resto de sus huéspedes. Tras terminarse de un trago su cóctel, dejó una buena propina para el camarero y se dirigió hacia el hotel para localizar la habitación de Alexis. Tenía que admitir que su primera noche en la isla no había salido tal y como él había esperado. Sin embargo, si era del todo sincero consigo mismo, Alexis Baylor tampoco era lo que había pensado.
Las fotografías que Mike le había hecho habían reflejado con exactitud sus atributos físicos. Lo que aquellas instantáneas no habían capturado había sido la suavidad y turgencia de sus labios, la luminosidad de su piel y lo expresivos que eran sus ojos. A pesar de su sencillez, poseía el potencial de transformarse en una sensual belleza, aunque, evidentemente, no era consciente de su atractivo. Aquello le resultaba sorprendente, especialmente cuando estaba acostumbrado a que las mujeres utilizaran su belleza para sacar beneficio.
Para él, Alexis Baylor era una paradoja. La vulnerabilidad de la que había sido testigo contrastaba con la imagen de empresaria sin piedad que había conjurado en su mente, tanto que le estaba costando mucho unir las dos contradictorias impresiones en una misma persona.
Algo enojado consigo mismo, se recordó que aquella mujer le había engañado a él y a su empresa. A pesar de su modestia en lo que se refería a los hombres, era muy agresiva en el mundo de los negocios.
Durante aquella semana, haría todo lo posible por vengarse de ella. Merrilee le había ofrecido la oportunidad perfecta para hacer de Alexis el centro de sus atenciones. Se tomaría aquella conquista con calma. La turbaría y la tentaría y, por último, la seduciría.
A juzgar por la atracción que había entre ellos, le daba la sensación de que Alexis Baylor no podría resistirse. No le resultaría difícil doblegarla, sobre todo cuando ella lo intrigaba, incluso lo excitaba, con sus contradicciones.
Con las manos en los bolsillos, atravesó el jardín de plantas exóticas que separaba las dos alas del hotel. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó la vista y localizó el interior de la suite de Alexis. Estaba completamente a oscuras, pero ella se había dejado la puerta de la terraza ligeramente abierta para que entrara el aire.
Se la imaginó en la cama, cálida y suave, profundamente dormida. ¿Se soltaría el cabello por la noche? A pesar de la ropa tan amplia que llevaba, no pudo evitar preguntarse con qué dormía. ¿Sería con un sugerente camisón de seda o lo haría completamente desnuda? Al pensar en aquello, sintió una extraña sensación en el vientre.
Lo descubriría muy pronto. La seducción comenzaría al día siguiente.