– Aquí está, señor Witt -dijo Christy, la amable dependienta.
Se había pasado una hora ayudando a Jackson a seleccionar unos modelos femeninos y terminaba de acompañarlo a una espaciosa sala que había en la parte posterior de la boutique.
– Pase. Puede esperar en el vestidor privado hasta que llegue la señorita Baylor. He puesto los artículos que usted ha seleccionado sobre esa percha y encima de la mesa. Si necesita algo más, solo tiene que apretar el botón de este intercomunicador y vendré enseguida.
– Gracias, Christy.
Jackson nunca había estado en el interior de un probador femenino con anterioridad y encontró que la experiencia le resultaba muy estimulante. Miró a su alrededor. La sala estaba bellamente decorada en tonos malvas y azules y había un enorme estrado en el centro. Una de las paredes estaba cubierta de espejos de arriba abajo, para que la dama en cuestión pudiera verse desde todos los ángulos. Por último, jarrones de rosas rojas completaban la deliciosa estancia.
Aquel decorado era perfecto para lo que Jackson tenía en mente.
– Me gustaría que mi presencia fuera una sorpresa para la señorita Baylor -le dijo a Christy.
– Sí señor. La enviaré aquí después de que haya seleccionado ella misma algunas prendas.
Cuando Jackson se quedó a solas, se sentó en una de las cómodas butacas para esperar a que llegara Alexis. Recordó que cuando llegó a su bungalow, después de su baño en la piscina, un mensaje en el contestador le había informado de que Alexis tenía una cita en Placeres de Seducción, la boutique del hotel.
En el momento en el que había entrado en la tienda, se había visto rodeado por seda y encaje, atractivas prendas y todos los femeninos detalles que estaban garantizados para mimar el cuerpo de una mujer… y despertar la libido de un hombre. No podía negar que tocar aquellas delicadas telas, los provocativos vestidos e imaginárselos puestos en Alexis habían despertado cada uno de sus cinco sentidos.
Tenía la intención de mimar el cuerpo y el alma de Alexis. Aquella tarde había flirteado con ella para establecer que también lo deseaba. En la boutique, pensaba tentarla aún más y dejarla deseando mucho más.
Se oyó el sonido de unas voces femeninas provenientes de la parte principal de la tienda. Aunque no podía distinguir lo que decían, la hora que vio en su reloj le confirmó que Alexis debía de haber llegado para su cita. Unos cuantos minutos más tarde, la puerta del vestidor se abrió y Alexis entró detrás de Christy, que llevaba algunas prendas sobre el brazo. Ninguna de las dos miró en la dirección de dónde Jackson se encontraba.
Christy colgó las prendas del perchero y estiró los vestidos, faldas y blusas que Alexis había seleccionado.
– Si necesita algo más, hágamelo saber.
– Estoy segura de que esas prendas serán solo el principio de la transformación de la modesta y práctica Alexis en una más sexy y seductora.
– Estoy segura de ello -dijo Christy con una sonrisa en los labios.
Una vez que Christy se hubo marchado, Alexis se volvió para mirar la percha. Entonces, sin prestar atención a las prendas que ella había seleccionado, se fijó en las que él había elegido. Aunque él no podía ver la expresión de su rostro, no le pasó desapercibido el modo en que se quedó rígida. Seguramente, creía que se estaba entrometiendo en la selección de otra mujer.
Rápidamente apartó la mano y se dirigió al pequeño cubículo en el que una cliente podría cambiarse en privado antes de contemplarse sobre la plataforma.
– ¿Hola? -dijo-. ¿Hay alguien más utilizando el probador?
– No -respondió Jackson desde el otro lado de la sala-. Esas prendas son también para que tú te las pruebes.
Alexis se dio la vuelta, sobresaltada. Sin embargo, cuando lo vio, el placer que reflejó su rostro era inconfundible.
– Jackson, ¿qué estás haciendo aquí?
– Tú requeriste ayuda para seleccionar un nuevo guardarropa para tu estancia aquí, y yo estoy encantado de poder colaborar.
– ¿Cómo supiste que estaría aquí?
– Si un hombre desea algo con fuerza, encontrará un modo de conseguir lo que quiere.
Aquella afirmación tenía un doble significado para Jackson, pero para Alexis solo parecía tener una connotación. «Y te deseo a ti». Respiró profundamente y demostró a Jackson que, evidentemente, no estaba acostumbrada a ser la destinataria de una insinuación tan directa. De nuevo, se producía aquella contradicción. La empresaria despiadada que se había imaginado contrastaba con aquella mujer tan insegura que tenía delante de sus ojos.
– ¿Por qué estás haciendo esto? -preguntó ella con una mezcla de vulnerabilidad y sospecha.
– ¿Que por qué quiero ser parte de tu transformación? -replicó él, repitiendo la misma palabra que había utilizado con Christy momentos antes. Cuando ella lo animó con un gesto de la cabeza para que siguiera hablando, no le costó mucho encontrar las palabras adecuadas que ella estaba esperando-. Porque quiero hacer que te sientas deseable y hermosa, y qué mejor modo de hacerlo que pasarme una agradable tarde contigo en esta boutique viendo cómo me presentas todos esos modelos.
– ¿Que me vas a mirar? -exclamó Alexis, incrédula.
– Bueno, hay un probador privado, pero me gustaría ver cómo te sientan todas esas prendas, ya que las he escogido yo personalmente. También se me ocurrió que te podría interesar la perspectiva masculina sobre lo que resulta sexy.
Alexis se volvió y contempló las prendas que él había seleccionado. Todas tenían un diseño muy elegante, aunque de acentuada sensualidad. Se detuvo para mirar un traje de pantalón corto, color chocolate y beige, y se mordió el labio inferior. A pesar de que resultaba conservador si se le comparaba con algunas otras de las prendas que había visto en la boutique, le preocupaba el hecho de que los pantalones cortos terminaran varios centímetros por encima de la rodilla.
– Tengo que admitir que tu gusto y el mío son muy diferentes -comentó ella, sonriendo.
– Tal vez solo sea porque yo te veo de un modo muy diferente al que tú te ves. Sé osada y déjate llevar, Alexis.
– ¿Es que sabes lo que estoy pensando? -preguntó la joven, de repente.
La cautela se apoderó de él. ¿Habría metido la pata y habría dicho algo que no debería?
– ¿Por qué me preguntas eso?
– Porque pareces saber exactamente en lo que he estado pensando desde que llegué a la isla.
Jackson se encogió de hombros y decidió aferrarse a las anteriores conversaciones que habían tenido.
– ¿Acaso no dijiste que estabas aquí para resarcirte de toda una vida de oportunidades perdidas en una sola semana?
– Sí.
– Bueno, pues aquí tienes la oportunidad de hacer eso exactamente.
– Supongo que, cuando llega el momento de ponerse manos a la obra, los hábitos de antaño tardan en perderse -susurró ella, mientras acariciaba con la mano un top de seda de un brillante color morado.
– Este es el lugar adecuado para dejar atrás las inhibiciones y disfrutar de lo que se te cruce en el camino.
– Tienes toda la razón -replicó ella, armándose repentinamente de confianza en sí misma.
– Claro que la tengo -le aseguró Jackson. Entonces, extendió la mano para tocarle suavemente la sien y descubrió que su piel era cálida y suave. Aquel contacto le hizo preguntarse si tendría una piel tan suave en todas las partes de su cuerpo-. Y para que lo sepas, Alexis, quiero estar en el interior de tu cabeza. Quiero saberlo todo sobre ti -añadió, con la esperanza de descubrir así a la mujer que lo había utilizado a él para conseguir el éxito.
En aquellos momentos, Alexis lo miraba con un deseo tan evidente que se centró exclusivamente en despertar sus sentidos. Con suave lentitud, le acarició la mejilla, el cuello, la clavícula y deslizó la mano suavemente sobre la trenza hasta alcanzar la parte superior de sus pechos. Resistió el impulso de ir más allá, de sentir cómo el cuerpo de Alexis reaccionaba a sus caricias, porque, de hecho, su propio cuerpo se mostraba inquieto y excitado.
– Quiero saber lo que deseas -añadió, con una profunda y masculina voz-. Quiero saber quién eres, lo que te gusta y lo que te hace sentir bien.
Sintió que Alexis temblaba y se inclinaba sobre él, con los ojos oscurecidos por el deseo.
– Tú me haces sentir bien -susurró ella.
Jackson ahogó un gemido de placer y deseó que los labios de Alexis no estuvieran tan cerca de los suyos. También quiso no desearla con tanta intensidad, de un modo que desafiaba la razón y sus deseos de venganza.
– Es un comienzo excelente -dijo, dando un paso atrás y metiéndose las manos en los bolsillos de los vaqueros. El hechizo había quedado roto-. Ahora, ¿por qué no te pruebas algo que te guste sentir contra tu piel?
Ella sonrió muy seductoramente y, sin decir ni una palabra, le comunicó que eran sus manos lo que le gustaba sentir contra la piel. Jackson apretó los puños dentro de los vaqueros y trató de no pensar en las sensaciones que experimentaría al rozar su cuerpo desnudo contra el de Alexis.
– La ropa… -murmuró, señalando la percha.
– Claro, las ropas -comentó ella. Estaba empezando a disfrutar de aquel coqueteo. Entonces, se volvió y consultó la etiqueta de uno de los vestidos que él había elegido-. ¿Cómo has sabido que utilizo una talla doce? Afirmas tener gran imaginación, pero, ¿es que tienes también una visión de rayos x?
– No, no hay nada sobrenatural -comentó Jackson, riendo-. Cuando reservaste una cita en la boutique, le diste a la dependienta tu talla. Lo único que he hecho ha sido utilizar mis recursos.
– Veo que estás lleno de sorpresas… -dijo Alexis mientras se colgaba unas cuantas prendas sobre el brazo.
Jackson añadió un camisón de encaje y raso, color melocotón, con una bata a juego.
Se preguntó si ella se atrevería a probarse aquel conjunto para él.
– Espero que todas sean agradables.
– Hasta ahora, no tengo queja.
Alexis examinó el camisón que él le había dado, tan sensual y provocativo. A Jackson no le quedó duda alguna que había entendido su tácita invitación, lo que hizo que algo se despertara dentro de él. Era una combinación de deseo y anticipación. Estaba deseando ver si Alexis aceptaba su desafío, que la despojaría de sus reservas físicas y le permitiría llegar a ella emocionalmente.
La transformación había comenzado. A pesar de que Alex reconocía su trenza de cabello oscuro, sus pálidos ojos azules y sus rasgos corrientes, no estaba familiarizada con la mujer que se reflejaba en el espejo vestida con un vestido muy corto.
Con una sonrisa, se dio la vuelta y se contempló en el pequeño probador. Le encantaba el tacto y la caída del ligero material que le envolvía y le acariciaba suavemente las piernas. El vestido estaba realizado en un suave crepé de color amarillo limón, en un estilo que destacaba sus curvas y le embellecía pechos y pantorrillas de un modo que ninguna otra prenda lo había hecho antes.
Estaba empezando a descubrir la sensualidad que se escondía en el cuerpo de una mujer, en su cuerpo, y cómo un cambio de aspecto podía hacerla sentirse deseable y tentadora. Era una experiencia muy excitante.
Como se había pasado la vida bajo la tutela de su tío y aprendiendo el negocio de los ordenadores, que le interesaba mucho, nunca se había tomado tiempo para cultivar su lado más sensual. Nunca se había abandonado a los placeres físicos ni había experimentado una pasión verdadera ni se había dejado llevar por la excitación del sexo. Además, ningún hombre la había animado a explorar aquel aspecto de su feminidad.
Hasta que conoció a Jackson.
En aquel momento, había comprendido lo mucho que se había perdido todos aquellos años, trabajando de sol a sol en el diseño de Zantoid en vez de salir con hombres. No se arrepentía de su sacrificio, porque su dedicación a Gametek había dado sus frutos. La empresa estaba por fin abriéndose camino en la industria informática.
Sin embargo, aquella fantasía, gloriosa y desinhibida, de una semana de placer, era su oportunidad para hacer que un hombre la deseara. Él le daría sensuales recuerdos para atesorar toda una vida.
Con aquellos pensamientos, salió del probador para mostrarle el primer modelo a Jackson. A pesar de que estaba sentado de un modo muy relajado sobre una de las butacas, observó atentamente cómo Alex subía los tres escalones que llevaban a la pequeña plataforma. Ella lo observó y le devolvió la mirada. Era tan guapo, que le parecía imposible que fuera todo suyo.
Respiró profundamente para relajarse y sintió que sus pechos luchaban por escapar de la prisión del corpiño del vestido. Aquel detalle no pasó desapercibido a Jackson, que le miró fijamente el escote.
– Tengo que admitir que yo nunca habría elegido un vestido como este.
– Estás muy hermosa con él. El vestido es suave, romántico, femenino… Como tú.
Alexis sintió un intenso calor en el vientre y también un poco más abajo.
– Los halagos te llevarán muy lejos.
– Eso es lo que espero, pero lo que he dicho es la pura verdad. Eres una mujer muy sensual y la ropa que te pones debería reflejarlo.
Alexis consideró aquel cumplido y trató de verse a través de los ojos de Jackson. En el probador, se había convencido de su atractivo sexual, pero, mientras se miraba de nuevo en los enormes espejos, descubrió otra nueva etapa de su transformación. Efectivamente, había un aura de sensualidad que brillaba alrededor de ella, una luminosa luz que le acariciaba la piel y le encendía la mirada. Le gustaba lo que veía y lo utilizó en provecho propio cuando miró a Jackson con descarada coquetería.
– Bueno, creo que ayuda el hecho de que tengas un gusto excelente.
– Sé lo que me gusta en una mujer y tú tienes una figura muy voluptuosa digna de verse ensalzada, no ocultada.
– Estoy dispuesta a ponerme manos a la obra.
– Me alegro. Explícame, ¿por qué no habrías elegido un vestido como ese?
Lo primero que se le vino a Alexis a la cabeza fue que no era su estilo. A pesar de que era verdad, era también una conveniente excusa. En realidad, era más bien no saber lo bien que se sentiría llevando puesto algo que acentuaría tanto su figura.
– Nunca me he planteado ponerme algo que muestre tanta…
– ¿Piel?
– Sí -respondió Alex, sincerándose completamente con él-. Después de que murieran mis padres, me crié con mi tío, un hombre soltero que no sabía cómo despertar el lado femenino de una niña. Optó por educarme de un modo práctico, que no incluía vestidos bonitos.
Alex sonrió levemente. A pesar del modo poco convencional en el que su tío la había criado, ella no había tenido nunca ninguna duda de que el hombre la quería mucho. Se había ocupado de ella lo mejor que había sabido, aceptando la responsabilidad de educar a una niña cuando él siempre había disfrutado de una existencia solitaria. Alex había aprendido a adaptarse al modo de vida de su tío.
– Yo no iba vestida nada más que con vaqueros y camisetas. Crecí más como un chicote que como una niña acostumbrada a volantes y encajes.
Aquel aspecto tan austero de su vida se había extendido también a otra parte de su infancia. Las muñecas se habían visto reemplazadas por los juegos de ordenador. A través de las largas conversaciones que tenía con su tío, había aprendido el negocio informático y había empezado a compartir el sueño de su tío. No había habido influencia femenina en su vida que le explicara los secretos del maquillaje y de la peluquería, ni las sutilezas de vestirse adecuadamente para atraer la mirada de un hombre.
– Me parece que tienes muchos Placeres de Seducción de los que resarcirte -dijo Jackson.
– Es todo parte de esas oportunidades perdidas de las que te hablaba antes.
– Entonces, pruébate otra prenda y veamos adonde nos lleva todo esto.
Alex sintió que el pulso se le aceleraba. Otro desafío. Jackson era un maestro en aquel tipo de comentarios. A pesar de que a Alex no le gustaba apostar fuerte, le resultaba imposible resistirse.
Volvió al probador con un rápido giro de las piernas. Como sentía que la mirada de Jackson le quemaba el trasero, sonrió y se decidió a hacerle perder aquella fría compostura.
Mientras se probaba cada una de las prendas que él había elegido se iba haciendo más osada en la intimidad del vestidor. Coqueteaba con Jackson como no había hecho nunca con un hombre. Si su sonrisa y la dilatación de sus pupilas significaban algo, era sin duda que estaba sacándole partido a sus esfuerzos. La animaba a ser desinhibida, la elogiaba constantemente y hacía que ella gozara con su nueva sensualidad y que estuviera más segura de su atractivo sexual.
Sin embargo, aparte de rebullirse ocasionalmente en el asiento, Jackson no hacía nada. No se levantaba ni parecía perder el control…
Como se sentía muy inquieta y frustrada sexualmente porque Jackson no estuviera experimentando lo mismo que ella, cuando regresó al probador, Alex decidió buscar una nueva estrategia para excitar a Jackson hasta el punto de que no pudiera controlarse más. Quería, necesitaba, una prueba tangible de que le parecía irresistible.
Examinó las prendas que todavía no se había probado. Supo que había encontrado lo que estaba buscando cuando vio el camisón de raso y la bata a juego que él le había dado. Durante la última hora, había evitado probarse aquella sensual prenda de lencería, pero acababa de darse cuenta de que aquello era lo que necesitaba.
Se quitó rápidamente el top morado y los pantalones que acababa de probarse y los colocó sobre la pila de lo que se iba a comprar. Entonces, se deslizó dentro del suave camisón y tembló al notar la deliciosa tela contra la piel. Era un camisón precioso, desde las finas hombreras hasta la jareta que le acariciaba los tobillos. El encaje ajustaba el cuerpo, haciendo que la tela le moldeara los pechos y que se le vislumbraran los rosados pezones. Una gran abertura a un lado mostraba gran cantidad de pierna.
Alcanzó la bata a juego y se envolvió en ella, ajustándosela después con el cinturón. Entonces, respiró profundamente y salió al vestidor. Lenta, seductoramente, se subió a la plataforma.
Se miró en el espejo y, poco a poco, se volvió para contemplar el reflejo de Jackson. Aunque permanecía sentado, no cabía duda alguna de la sorpresa que había en sus ojos. Sus rasgos estaban tensos y su cuerpo irradiaba una tensión viril y primitiva. Alex sintió que debía apuntarse una victoria.
– No creíste que me lo probaría, ¿verdad?
– No estaba seguro -admitió él con voz profunda.
Alex se enroscó el borde del cinturón de raso alrededor de un dedo, con un gesto muy provocativo. Nunca habría creído que su propio descaro pudiera excitarla tanto.
– ¿Te gusta?
– ¿Cómo no me va a gustar? -susurró él, mirándola con los ojos medio cerrados-. Lo importante es que te guste a ti.
– Sí, me gusta. Y también me gusta el modo en que me estás mirando.
– ¿Cómo?
– Con ojos hambrientos -respondió ella, tras humedecerse los labios-. Como si estuvieras dispuesto a devorarme si pudieras.
– Me estás provocando…
Alex completó la representación de su seducción agarrando la goma que le sujetaba la trenza y soltándosela.
– Entonces, ¿está funcionando? -musitó, mientras se iba soltando lentamente el cabello. Al terminar, se lo peinó con los dedos y dejó que su oscura melena le cayera en ondas sobre los hombros-. No estaba segura de que te estuviera afectando, teniendo en cuenta que no te has movido de esa butaca desde que empecé a probarme toda esa ropa que tú has elegido para mí.
De repente, Jackson se puso de pie y se subió a la plataforma. Alex se volvió para mirarlo y se preguntó qué sería lo que iba a hacerle. Finalmente, había conseguido que respondiera. Contempló la imponente erección que estaba aprisionada por la cremallera de los pantalones y no pudo evitar preguntarse si se habría excedido en su insistencia.
Jackson era tan seductor, tan masculino… La salvaje energía que parecía contener su cuerpo se centraba exclusivamente en ella. Estaba a pocos centímetros de su cuerpo y la miraba fijamente. Era tan algo, tan fuerte…
– El problema es que me afectas demasiado…
– ¿Y por qué es eso un problema? A mí me parece que es algo de lo que nos podríamos beneficiar mutuamente.
– ¿Me estás sugiriendo una aventura? ¿Es eso lo que quieres, Alexis?
– Sí, eso es lo que quiero -dijo ella, confesando la mitad de su fantasía en voz alta-. ¿Y tú, Jackson? ¿Es eso lo que quieres tú también?
Él le acarició el cabello. Tomó una onda entre los dedos, aparentemente fascinado de la textura.
– Estar contigo es exactamente lo que quiero.
El aliento que, sin darse cuenta, Alex había estado conteniendo, se le escapó en aquel momento de los pulmones. Así, tan fácilmente, quedó establecida su relación. Ya no habría dudas ni inseguridades. Aquel atractivo hombre sería el que le diera el tipo de placer y pasión de los que solo había disfrutado en sueños. Si todo iba tal y como había planeado, él sería el padre del hijo que tanto había deseado, un niño que completaría su vida y le permitiría tener la familia que había perdido a una edad tan temprana.
Sin embargo, no podía dejar de pensar que sus deseos parecían una proposición algo unilateral.
– ¿Qué es lo que vas a sacar tú de todo esto?
– Cinco días con una mujer que me intriga, que me excita y que me hace querer descubrir sus más profundos e íntimos secretos. Quiero seducir tu mente, tu cuerpo, tu alma… -susurró Jackson, mientras le acariciaba suavemente la mandíbula, seguía la línea de las solapas de la bata y terminaba por colocar la mano sobre el cinturón.
– Sí…
Ella deseaba lo mismo. Jackson sonrió con satisfacción. Con un ligero movimiento de los dedos, el resbaladizo cinturón se soltó y dejó que la bata se abriera ligeramente para mostrar el camisón que ocultaba.
Alex tragó saliva. Le resultaba imposible concentrarse en nada que no fuera el deseo que le abrasaba el cuerpo. Lentamente, sintió cómo Jackson la hacía girar sobre sí misma para que volviera a contemplarse en el espejo. Él se colocó detrás, dejando que ella sintiera su cuerpo a lo largo de la espalda, el trasero, los muslos… Estaba ansiosa por ver qué ocurría a continuación.
Jackson inclinó la cabeza, de modo que la boca acarició suavemente la oreja de Alex.
– Ábrete la bata -susurró.
Ella tembló ante una petición tan directa, pero, sin dudarlo, obedeció inmediatamente. Dejó que la bata se le deslizara por los hombros y le cayera en el suelo, rodeándole los pies. Se quedó solo vestida con aquel ligero camisón. Al sentir que Jackson le empezaba a acariciar la cintura, contuvo el aliento. Las sensaciones fueron haciéndose más intensas cuando él le tocó suavemente los costados y fue subiendo, poco a poco, hasta rozarle la parte inferior de los senos con la punta de los dedos. En aquel momento, Alex sintió que las rodillas se le doblaban. Un fuerte calor se abrió paso a través de ella, recorriéndole todo el cuerpo. Cuando perdió el equilibrio, Jackson le proporcionó un firme apoyo sobre el que apoyarse.
Entonces, colocó las manos sobre las de él, que eran mucho más grandes. Deseó tener el coraje de hacerlas subir para que pudieran acariciarle los erguidos pezones que, tensos y duros, se dibujaban claramente contra el encaje del cuerpo del camisón.
Ella cerró los ojos y, por fin, se armó de valor e hizo que Jackson subiera las manos. Él no se opuso y acogió los rotundos pechos entre las manos. Apretó y acarició la tersa carne para luego aprisionar el pezón entre el índice y el pulgar. Alex gimió de placer.
– ¿Te has tocado alguna vez? -murmuró él.
– Claro… -respondió ella, a pesar de que era una pregunta muy personal.
Jackson movió los dedos nuevamente sobre los erguidos senos. Ella gimió de necesidad. Echó la cabeza hacia atrás y dejó que descansara sobre su hombro.
– ¿Íntimamente?
– Sí… -admitió ella. Sin embargo, nunca había supuesto un tormento tan exquisito como aquel, tan agudo y delicioso.
– ¿Lo hacías mientras llevabas puesto algo tan sensual y suave? -insistió Jackson, mordisqueándole suavemente el cuello y saboreándole la piel con un ligero movimiento de la lengua.
– No… -musitó ella a duras penas.
– Ahh… Entonces esta será la primera vez que lo hagas -afirmó. Rápidamente, cambió la posición de las manos y atrapó las de Alex entre las suyas. Entrelazó los dedos con los de ella para que él también pudiera tocarla-. Acaricia el raso, Alexis -añadió, haciendo que ella moviera las manos sobre la tela-. Frótatelo contra la piel, contra el vientre, contra los muslos…
Alex hizo lo que él le pedía, siguiendo sus indicaciones con descarada facilidad. Con los ojos cerrados, se fue haciendo más osada y saboreó cada nueva sensación. El tacto de la tela era frío, aunque con las caricias le calentaba la piel. Jackson la hacía tocarse y sentir las curvas, la suavidad de su cuerpo, haciéndola que suspirara con la anticipación de algo más erótico. A medida que se fueron retirando las inhibiciones, fue explorando su cuerpo con un abandono que no había conocido nunca. Sintió que la respiración de Jackson se iba haciendo cada vez más pesada y que su erección se apretaba con más insistencia contra su cuerpo. Se sentía voluptuosa y muy deseable…
Rozando los límites de lo prohibido, Jackson le llevó las manos hacia los muslos y las introdujo bajo la abertura que tenía el camisón. Al sentir cómo sus propias manos le acariciaban la piel, Alex contuvo el aliento y gimió al sentir que sus dedos, y luego los de Jackson, se acercaban tentativamente hacia el húmedo calor que le empapaba las braguitas.
Un placer carnal, puro y primitivo, se apoderó de ella. Las rodillas le cedieron, por lo que Jackson tuvo que sujetarla con un fuerte brazo alrededor de la cintura. Él emitió un profundo suspiro y apretó un poco más dentro, incrementando la presión erótica y excitando a Alex hasta más allá de lo que había sentido hasta entonces.
– Abre los ojos, Alexis, y ve tú misma la transformación.
Ella levantó los párpados. Vio una sensual mujer reflejada en el espejo, que era el resultado de los estímulos de Jackson. Asombrada, contempló la cascada de cabello que le enmarcaba la cara, sus oscurecidos ojos, los labios que todavía no habían saboreado el placer de los besos de Jackson y el cuerpo cubierto de encaje y raso. Incapaz de contenerse, sintió que un calor húmedo y sedoso les empapaba un poco más los dedos.
Se mordió el labio inferior y dejó que su mirada se cruzara con la de él en el espejo.
– Jackson -susurró, temblando, a punto de experimentar el que creía sería el orgasmo más increíble de su vida. Quería experimentarlo con él, allí y en aquel momento.
Jackson lo sabía. Los ojos le brillaban con aquel conocimiento y con algo más que ella no podía descifrar. ¿Satisfacción? ¿Triunfo, tal vez?
Antes de que pudiera analizar aquella última emoción, él le distrajo completamente de aquellos pensamientos con una última caricia que sugería un éxtasis más profundo. Entonces, lentamente, fue retirando los dedos y haciendo que ella sacara la mano de debajo de la bata. A continuación, se llevó los dedos de Alex a la boca y le besó las yemas, saboreándolas por completo con suaves movimientos de lengua. Aquel gesto tan íntimo, la agitada respiración de Jackson, su deseo insatisfecho… Todo aquello se combinó en una sobrecarga emocional que llevó la necesidad que sentía a límites casi insoportables. Sin embargo, él no parecía pensar en apaciguarla. Ni allí, ni en aquel momento.
– Esta noche -susurró.
Aquellas dos palabras tenían un universo de significado y de promesas en su interior. Entonces, le dio un casto beso en la sien y la soltó.
Sin más, salió del vestidor, dejando a Alex sola sobre la plataforma, sintiéndose como si el encuentro con Jackson no hubiera sido más que un placentero sueño.
O una fantasía de seducción hecha realidad.