– ¡Maldita sea esa Alexis Baylor! -musitó Jackson Witt.
Cuatro años antes, Jackson había jurado que nunca volvería a permitir que otra mujer lo embaucara. Alexis Baylor, una completa desconocida, había logrado aquella hazaña, le había hecho sentirse como un estúpido y lo había enojado más allá de la razón. Estaba seguro de que aquella sensación no se aplacaría hasta que aquel lío hubiera terminado, justo cuando descubriera la mayor debilidad de Alexis Baylor y la utilizara contra ella, como aquella mujer había hecho con él.
Las segundas intenciones de aquella mujer lo habían golpeado profesional y personalmente, justo en el corazón de su empresa, Extreme Software. Todavía estaba aturdido por haber sabido que Fred Hobson, un hombre que había contratado como parte de su equipo de diseño, formaba parte de una estratagema para robar la tecnología secreta que él se había pasado años perfeccionando. Fred había dimitido de repente nueve meses antes y había sido contratado inmediatamente por Gametek, la empresa para que la que Fred había trabajado antes de que Jackson lo contratara. Evidentemente, Gametek no había perdido el tiempo en utilizar la tecnología de Extreme Software.
En opinión de Jackson, y con los hechos que tenía a su disposición, no era coincidencia alguna que el código propietario que Gametek había utilizado en un nuevo y revolucionario software para juegos fuera exactamente idéntico al suyo, ni que Alexis Baylor, dueña de Gametek, fuera una empresaria sin piedad que se rebajaba incluso hasta la piratería para obtener éxito.
Con un gruñido de disgusto, Jackson arrojó el boletín que había impreso de Internet una semana antes y que le había revelado la operación fraudulenta de Gametek. El comunicado de prensa de la compañía anunciaba que su innovador juego de aventuras, Zantoid, realizado por cortesía de su tecnología, iba a ser lanzado al mercado aquel otoño. Aparentemente de la noche a la mañana, Gametek, una compañía de juegos para ordenador de la que Jackson no había oído hablar antes de aquel fiasco, se había convertido en un gran competidor. Después del anuncio público de Gametek, sus acciones habían subido mucho y se mantenían… aunque caerían en picado para cuando Jackson hubiera terminado con Gametek. Y con Alexis Baylor.
Aquel asunto le había recordado de un modo muy desagradable que las mujeres siempre habían querido algo de él, empezando por su propia madre y acabando con las mujeres con las que había salido. Normalmente era su dinero y lo que este podía comprar lo que las mujeres encontraban tan atractivo y, aunque Alexis Baylor no había tocado su cartera, sí que se había aprovechado directamente de las ganancias de su empresa. Jackson había trabajado demasiado durante muchos años para construir aquella empresa como para permitir que aquella mujer cosechara los beneficios de algo que era suyo.
Al mirar al reloj que colgaba de la pared de su despacho, se dio cuenta de que eran las nueve menos diez de la mañana. Tenía diez minutos antes de que llegara Mike Mansel. Mike era su mejor amigo y también el detective privado que Jackson había contratado para que realizara una investigación exhaustiva sobre Alexis Baylor. Quería saberlo todo de aquella mujer, lo que comía para desayunar, con quién salía, cómo pasaba su tiempo libre, y cualquier otro detalle, por mundano que fuera, que Mike pudiera averiguar.
Como se sentía algo nervioso e impaciente, se puso a pasear de arriba abajo frente a los enormes ventanales que ocupaban una pared entera de su despacho, sito en un alto rascacielos de Atlanta. Sin embargo, aquel ejercicio no consiguió calmarlo.
Ya había hablado con sus abogados sobre la posibilidad de presentar una demanda aduciendo infracción de los derechos de autor, competencia desleal, violación del secreto comercial y muchos otros términos legales, que incluían el requerimiento de un mandato judicial que impidiera que Gametek pudiera lanzar su software al mercado mientras se seguía la batalla en los tribunales. Mientras sus abogados analizaban todas las posibilidades legales contra Gametek, Jackson ansiaba una compensación personal, un modo de igualar el marcador entre Alexis Baylor y él.
Quería quitarle algo, algo íntimo y personal que nunca le dejara olvidar quién era él. Se negaba a que otra mujer se aprovechara de él y que saliera impune. Por eso, la información que Mike descubriera sobre Alexis determinaría su plan.
– Señor Witt -anunció la voz de su joven secretaria a través del intercomunicador-, Mike Mansel ha venido a verlo.
– Gracias, Rachel -respondió él, presa de la anticipación del momento-. Hágale pasar a mi despacho y no me pase ninguna llamada hasta que él se haya marchado.
– Sí, señor.
A los pocos segundos, Mike entró en el despacho. A pesar de su actitud informal, era un investigador privado muy reputado. Jackson confiaba mucho en él y lo consideraba un profesional muy discreto.
Mike dejó el maletín que llevaba en la mano sobre una esquina del escritorio de Jackson. Este le dio a su amigo la mano antes de sentarse en su sillón.
– Gracias por darle prioridad a este caso -dijo Jackson. Sabía lo repentinamente que había requerido los servicios de Mike.
– Bueno, puedes mostrarme tu agradecimiento invitándome alguna vez a una cerveza. A mí me parece que te debo mucho por todos los clientes que me has enviado.
Mike era una de las pocas personas que no esperaba de Jackson nada más que amistad, por lo que no le había resultado nada difícil darle publicidad a él y a su agencia.
– No me debes nada, Mike. Haré que te envíen tus honorarios antes de que termine el día de hoy. Bueno, ¿qué has averiguado sobre Alexis Baylor?
– No mucho, aparte de una rutina diaria normal y bastante previsible y algunos datos más que no aluden a nada ilegal o deshonroso, ni personal ni profesionalmente -contestó Mike mientras se sentaba sobre una de las butacas que había frente al escritorio de su amigo-. Siento desilusionarte, Jackson. Esa mujer está tan limpia que reluce.
– Tal vez por eso dependa de otras personas para que le hagan el trabajo sucio -replicó Jackson con una triste sonrisa.
– Puede ser -admitió Mike-, pero me he pasado cinco días completos vigilándola y recogiendo información sobre ella para tratar de encontrar algo que dé credibilidad a tu afirmación de que esa mujer es despiadada, y te digo que no hay nada ni remotamente corrupto que yo haya podido descubrir sobre ella.
– Considérala una buena actriz, porque yo tengo el comunicado de prensa de Gametek que indica todo lo contrario. Me robó mi tecnología a través de Fred Hobson y quiero devolverle el golpe -dijo, golpeando la mesa con impaciencia-. Bueno, dime lo que has averiguado sobre ella.
Mike lo miró durante un largo momento y luego abrió su maletín. Entonces, sacó un expediente.
– Está todo en mi informe, pero te lo explicaré brevemente -comentó mientras tiraba la carpeta sobre la mesa-. Los padres de Alexis Baylor murieron cuando ella tenía diez años y su tío, que era el único familiar cercano que tenía, la crió. Martin Baylor no estaba casado y dedicaba todo su tiempo a su empresa, Gametek, que nunca llegó a despegar mientras él estuvo vivo. Según parece, Alexis era una niña tímida y tranquila que decidió seguir los pasos de su tío. Fue a la universidad de San Diego y se graduó en Informática con el número uno de su clase. Se puso a trabajar inmediatamente para su tío diseñando juegos de ordenador muy básicos. Cuando él murió, hace tres años, ella heredó la empresa.
– ¡Qué conveniente! -susurró Jackson mientras se acariciaba la barbilla.
– Alexis era también el único familiar que Martin tenía, así que no había nadie más que pudiera hacerse cargo de su empresa. En realidad, no heredó mucho en términos de riqueza, teniendo en cuenta que la empresa estaba al borde de la bancarrota. Por lo que he podido averiguar de otras fuentes, lleva cuatro años trabajando en Zantoid, pero no había podido lanzarlo al mercado porque carecía de un código propietario que hiciera que el juego funcionara más rápidamente y que los gráficos fueran más vibrantes y reales.
– Sí, ese es mi código propietario -comentó Jackson, furioso.
– Efectivamente, no se puede negar que el código es tuyo ni que ella esté recogiendo los beneficios de tu tecnología. Ha recibido cientos de pedidos desde que se anunció el lanzamiento del juego.
– ¿Y qué has averiguado sobre la vida personal de Alexis Baylor? -preguntó Jackson, necesitando desesperadamente encontrar algo que pudiera utilizar en beneficio propio.
– En realidad, todo el mundo la conoce por Alex. Acaba de cumplir los veintiocho años y nunca ha estado casada. Tiene citas ocasionales, pero no ha tenido un novio estable desde hace cinco años. Sin embargo, Dennis Merrick, el hombre al que ella nombró vicepresidente de la empresa a la muerte de su tío, parece tenerle mucho afecto.
¿Que aquella mujer no había tenido una relación estable en los últimos cinco años?
Jackson frunció el ceño y se preguntó el porqué.
– ¿Hay algo entre ellos?
– No. Por lo que he podido averiguar, él lleva diez años en la empresa y era la mano derecha de su tío, así que era lógico que lo nombrara vicepresidente. Parece apoyarse en él y lo consulta para tomar decisiones, pero me parece que, aunque salen juntos de vez en cuando, el interés que él siente no es correspondido. En realidad, es una mujer muy sencilla y humilde. Se pasa el día en su despacho, sale a comer a un restaurante cercano, normalmente sola y con un libro. Lee novelas románticas y con suspense, por si te lo estás preguntando -añadió, con una sonrisa-. Todos los días pide lo mismo, un sándwich de ensalada de pollo, una compota de fruta fresca y un té helado con dos limones. Trabaja en su despacho hasta las nueve o las diez de la noche. Cuando se marcha, se va directamente a su apartamento, de dos habitaciones, en San Diego. Siempre sola.
Jackson hizo un gesto de horror ante la aburrida vida social de su adversaria. Lo que Mike le estaba contando ni siquiera se acercaba a la visión de mujer fatal que él se había creado en la cabeza.
– ¿Estamos hablando de la misma mujer?
– No sé qué decirte, Jackson. Si esa mujer tiene un lado inmoral o sin escrúpulos, lo esconde muy bien. Los dos mayores caprichos que se concedió durante la semana que la estuve vigilando fueron una caja de trufas y unos artículos de ropa interior de seda que se compró en una lencería. Nada más.
Jackson lanzó una expresión de incredulidad al recordar cómo su prometida le había engañado. En apariencia, ella le había presentado una fachada de amante y devota compañera, y le hizo creer que eran compatibles tanto física como intelectualmente. La había considerado la compañera para toda una vida. Entonces, había descubierto los oscuros motivos que tenía para querer casarse con él. Cuatro años antes, su ruptura había sido pública y muy desagradable y, desde entonces, Jackson había hecho todo lo posible por mantenerse alejado de las mujeres.
Recordando aquella relación, Jackson se daba cuenta de que había querido creer que Lindsay compartiría la clase de intimidad emocional que él siempre había echado en falta en su vida. Su propia madre no le había proporcionado nunca ni afecto ni amor incondicional. Lo había abandonado completamente cuando solo era un adolescente. Había reaparecido en su vida cuando se convirtió en un hombre de negocios de éxito, fingiendo amor, adoración y suplicando perdón. El niño que todavía habitaba en él había querido creer con todo su corazón que su madre había cambiado y la había dejado entrar de nuevo en su vida hasta que fue claro que a ella también le interesaba solo su dinero. Jackson solo era otra persona en una larga línea de los idiotas que su madre había utilizado para su propio beneficio. Por eso, aunque trataba de olvidarse del pasado y bajar la guardia lo suficiente como para dejar que una persona entrara de nuevo en su vida, no podía dejar de recordar la traición y los motivos interesados que habían marcado toda su vida. Era mucho más seguro y menos doloroso no dejar que otra mujer entrara de nuevo en su vida.
– ¿Que aspecto tiene esa Alexis? -preguntó de repente Jackson, tratando de olvidarse de aquellos pensamientos.
– Me estaba preguntando cuándo me ibas hacer esa pregunta -dijo Mike, sonriendo suavemente-. No es nada espectacular ni nada parecido a las sofisticadas bellezas con las que tú sueles tratar. Con toda seguridad, no es la clase de mujer que te haría volver la cabeza si te cruzaras con ella en la calle. Tiene bonitos rasgos, pero no resulta muy llamativa. Sin embargo, aunque lleva siempre ropa holgada, resulta evidente que tiene unas rotundas curvas bajo esa indumentaria.
Mike se inclinó y revolvió los contenidos de su maletín. Entonces, de un sobre sacó una fotografía y se la entregó a Jackson.
– Utilicé el zoom para sacarle un primer plano para que lo vieras. Hay más fotografías en el sobre.
Jackson examinó la foto con ojos críticos. Se había tomado mientras salía de su despacho a mediodía, acompañada por un hombre de cabello castaño, de unos treinta años y con gafas. Jackson se centró en Alexis. Como Mike le había dicho, su apariencia era sencilla y discreta. No era ni remotamente como él se la había imaginado. Un ligero maquillaje destacaba sus rasgos. El cabello, negro y brillante, iba recogido en una trenza e iba vestida con una blusa azul marino, muy amplia, que no lograba ocultar el hecho de que tenía unos generosos senos. Una falda larga completaba su atuendo.
A pesar de una ropa tan poco favorecedora, Jackson no pudo evitar imaginarse la ropa interior de seda que Mike le había dicho que ella había comprado. Se imaginó una piel cálida y suave contra la fría seda y, sin poder evitarlo, una repentina oleada de calor se apoderó de él. Aquella respuesta lo enojó y decidió alejar aquellos pensamientos de su mente.
Efectivamente, no era sofisticada ni extraordinariamente hermosa, pero no dudaba de la inteligencia de Alexis. En la fotografía, se reía de algo que el hombre le habría dicho y sus ojos, de un brillante tono azul, parecían confirmar lo segura de sí misma que ella se sentía.
– ¿Quién es el tipo que va con ella?
– Dennis Merrick.
No. Efectivamente, no parecían amantes. Alexis parecía más divertida que enamorada de aquel hombre. Sin embargo, no había duda alguna de lo que él parecía sentir.
– Supongo que te das cuenta de que, con esto, no me has dado nada concreto con lo que trabajar.
– Eso pasa algunas veces -contestó Mike, a modo de disculpa-. Solo te puedo dar la información que está disponible. He buscado todo lo que he podido sobre Alexis Baylor y, a pesar de que no me quedan dudas de que ella te robó tu diseño, no he podido encontrar nada que la incrimine personalmente.
– Sé que has hecho todo lo que has podido -admitió Jackson, aunque no podía evitar sentirse algo decepcionado-. Gracias por el tiempo y el trabajo que has invertido en este caso. Ya nos veremos para esa cerveza que te debo.
– Ya me ocuparé yo de que sea así -comentó Mike mientras se ponía de pie-. Por cierto, hay algo que se me ha olvidado comentarte. Está en mi informe, pero para que lo sepas, Alexis se marcha este sábado para disfrutar de una semana de vacaciones.
– ¿Adónde?
– A un lugar llamado Fantasía de Seducción.
– ¿Qué diablos es eso?
– Aunque no te lo creas, es una isla de un grupo de cuatro que están frente a los cayos de Florida. Allí se ocupan de que se cumplan las fantasías de la gente por un precio, por supuesto.
– Estás de broma, ¿verdad? -replicó Jackson, incrédulo. Le parecía imposible que pudiera existir algo tan ridículo. Y tan intrigante.
– No. Forma parte de una empresa llamada Fantasías, Inc. Es tan verdadera como la reserva de Alexis.
– ¿Cuál es la fantasía de Alexis? -quiso saber Jackson. Aquello parecía abrir una nueva perspectiva de venganza personal.
– Todas las fantasías son confidenciales.
– Tiene que haber algún modo de descubrirlo…
– Llamé a ese lugar directamente. Confía en mí. Merrilee Schaefer-Weston, la dueña, es muy meticulosa sobre la intimidad de sus clientes. Y no la culpo, teniendo en cuenta que está tratando con los deseos y secretos más íntimos de las personas. Es un concepto fascinante, ¿no te parece?
– Fascinante -murmuró Jackson, dándose cuenta de que las vacaciones de Alexis podrían resultar también un beneficio para él. ¿Podría ser que acercarse a Alexis fuera tan fácil como rellenar un formulario, pagar unos honorarios e inventarse un papel que le permitiera salir como ganador aquella vez?
– ¿Se va a esa isla con alguien?
– Ha hecho una reserva individual, así que supongo que se va sola.
– Perfecto.
– Supongo que se te acaba de ocurrir que tú también tienes una fantasía que pedirle a la señorita Weston, ¿verdad? -afirmó Mike, comprendiendo lo que se le estaba pasando por la cabeza a su amigo.
– Creo que sí.
– Sé que estás enojado, pero hacer algo como eso no es propio de ti.
– ¿Qué puedo decir? Alexis Baylor ha puesto en peligro mi negocio y mi estilo de vida. Estoy cansado de que me utilicen las mujeres. Esta vez, no pienso quedarme cruzado de brazos.
– Ten cuidado con lo que deseas, Jackson -le advirtió su amigo.
– ¿Por qué dices eso? ¿Por que podría conseguir exactamente lo que estoy pidiendo?
– Exactamente. Por muy intrigante que yo encuentre ese negocio de las fantasías, no puedo evitar pensar que hay cosas que no se deben tocar. Es como jugar con el destino.
– Hablas así por tu cautela natural como detective privado. ¿Qué es lo que podría salir mal?
– Tal vez tengas razón -admitió Mike, aunque era evidente que tenía sus reservas-. Probablemente consigas vengarte de esa Alexis Baylor por medio de una fantasía, pero piensa que el precio que vas a tener que pagar puede ser muy personal.
Jackson hizo girar los hombros, como si tratara de ahuyentar la premonición que Mike estaba conjurando. Ya había tenido que pagar un precio muy personal a causa de Alexis Baylor. No podía imaginarse que pudiera estar en peor situación cuando se marchara de aquel complejo turístico una semana más tarde.
– Ese es un riesgo que estoy más que dispuesto a correr -le aseguró Jackson.
– En ese caso, te deseo muy buena suerte -dijo Mike, tras respirar muy profundamente-. Llámame cuando regreses y nos tomaremos juntos esa cerveza.
– Y celebraremos el éxito de mi fantasía -añadió Jackson, antes de que su amigo se levantara y se marchara.
Cuando se quedó solo, decidió que, antes de llamar a Fantasías, Inc. tenía que pensar qué clase de venganza buscaba contra Alexis Baylor. Por supuesto, no podría contarle a Merrilee Schaefer-Weston cuál era su verdadera fantasía porque si no la dueña le impediría la entrada al recinto. No, era fundamental que Merrilee creyera que sus motivaciones para pedir una fantasía eran sinceras.
Solo tenía unos pocos días. Cuando creara su fantasía, lo dejaría todo preparado para que sus abogados entregaran la demanda el día anterior a la fecha en la que Alexis partiría de vacaciones. Ella conocería la existencia de la demanda y el nombre de la empresa, pero no tendría tiempo para descubrir quién era Jackson hasta que él le divulgara la verdad de su fantasía. Al cabo de una semana, cuando regresara, Jackson podría seguir con su venganza cada vez que hubiera apariciones en el tribunal. Cada vez que ella lo viera durante el juicio, sería una victoria personal para él.
Miró la fotografía que Mike había tomado y recordó lo que su amigo le había dicho. No había tenido novio desde hacía cinco años. No sabía las razones, aunque, en realidad, no importaban.
Acababa de elegir su fantasía personal. Quería que la modesta y sencilla Alexis se enamorara perdidamente de él. No había mujer que pudiera resistir una persecución romántica en toda regla. Al final, se marcharía sabiendo que le había robado algo fundamental.
El corazón.