– Prepara una bolsa de viaje en la que lleves todo lo que necesites para pasar la noche fuera, un traje de baño y un buen frasco de protección solar -le anunció Jackson a la mañana siguiente cuando llegó a la suite de Alexis para recogerla y pasar otro día juntos.
– ¿Estás de broma? -preguntó ella con incredulidad. A pesar de lo tarde que se habían acostado, tenía un aspecto fresco, vibrante y ansioso por empezar la mañana-. Quiero decir que puedo comprender lo del traje de baño y la protección solar, considerando que estamos en una isla, pero, ¿dónde podemos ir para pasar la noche fuera?
– Supongo que tendrás que esperar.
Alex se colocó las manos en las caderas y entornó los ojos, aunque se le dibujó una dulce sonrisa sobre la boca.
– ¿Te ha dicho alguien alguna vez que eres…?
Jackson la atrapó por la cintura antes de que pudiera terminar la frase.
– ¿Irresistible? -sugirió él con voz profunda.
– Yo estaba pensando más bien en exasperante -comentó ella entre risas.
Como respuesta, él le acarició suavemente la espalda para terminar haciéndole una íntima caricia en el trasero, que hizo que Alex se arqueara contra él. Más rápidamente de lo que hubiera imaginado, un profundo deseo se apoderó de él.
– Y tú eres demasiado impaciente.
– No he tenido muchas sorpresas en mi vida, al menos positivas -susurró ella-. Estoy empezando a creer que tanta expectación por averiguar lo que tienes en mente me va a matar.
– Te prometo que te encantará.
– Bueno, hasta ahora me han gustado mucho todas tus sorpresas.
– Entonces, confía en mí para esta también.
– De acuerdo -replicó ella, sin pensárselo dos veces.
Una fuerte sensación de culpa se apoderó de Jackson, algo que no había experimentado en todo aquel viaje. Le estaba resultando cada vez más difícil no prestar atención a la vocecita que le recordaba constantemente que estaba mintiendo a Alexis y, peor aún, estaba mintiendo a Merrilee, y todo por perseguir una venganza.
Tratar de calmar su conciencia con el hecho de que todo aquello era una fantasía estaba empezando a perder fuerza, especialmente porque las líneas que separaban fantasía de realidad se estaban empezando a mezclar. Además, todavía no había podido demostrar con hechos que ella fuera una despiadada empresaria capaz de infiltrar a una persona en otra, compañía para robar tecnología.
No. La mujer que tenía entre sus brazos era exactamente la clase de mujer que le había dicho a Merrilee que quería conocer, una en la que pudiera confiar. Aquello lo preocupaba, sobre todo porque Alexis le había sacado sin esfuerzo algunas cosas muy íntimas que nunca habría creído que contaría a nadie y mucho menos a ella. Se temía que podía enamorarse de ella muy fácilmente… si no había una parte de él que ya lo estaba.
Alex le rodeó el cuello con los brazos y le acarició suavemente el cabello de la nuca.
– Bueno, ¿por qué me abandonaste anoche?
– ¿Yo? -preguntó Jackson, echándose a reír-. Pero si te quedaste dormida por el agotamiento -añadió. «Y menos mal».
– Sí que estaba cansada -admitió-, pero es que ayer no paramos.
La sugerencia que ella había hecho de que se divirtieran todo lo que pudieran en un solo día había sido el modo de mantener su interacción física al mínimo. Se habían tocado y besado muchas veces durante el día, pero nunca habían estado a solas lo suficiente como para que se vieran envueltos en el ritual del sexo. Después de lo que había ocurrido en su bungalow, Jackson estaba decidido a tener en su mano las riendas del control en todo momento.
Y hasta aquel momento, la jugada le había salido bien. En aquel nuevo día, tenía la tarde y la noche repletas de actividades, pero creía que le iba a resultar mucho más difícil frenar los avances de Alexis que el día anterior. Le había dicho muy claramente en más de una ocasión que quería hacer el amor con él, aunque Jackson tenía un as en la manga que podría utilizar para cuando ella volviera a insistir. De hecho, lo estaba guardando para aquella noche, cuando estuvieran solos. No podía hacer el amor con Alexis, por mucho que lo deseara.
– Bueno, tú misma me dijiste que querías hacerlo todo -le recordó él.
– Es cierto. Y nos divertimos mucho, ¿verdad? Creo que lo me hizo caer fueron todas las piñas coladas que me tomé en el club anoche -comentó Alexis, recordando los momentos tan felices que habían compartido.
– Creo que tienes razón. Estabas un poco contentilla cuando la orquesta tocó la última canción y yo nunca me habría aprovechado de una mujer ebria. Por eso, te traje a tu suite, te metí en la cama y tú me pediste un vaso de agua. Cuando regresé de la cocina, estabas profundamente dormida y roncando.
– ¡Yo no ronco!
– ¿Cómo lo sabes?
Alex abrió la boca y la volvió a cerrar.
– Bueno, estoy segura de que no ronco.
– Si tú lo dices…
– ¡De verdad resultas exasperante!
– Irresistible -replicó Jackson, susurrándole la palabra en el oído.
– Sí, eso también -admitió ella-. Bueno, señor Irresistible, ¿qué te parece si me das un buen beso para desearme buenos días dado que ni siquiera me has dado uno en la mejilla desde anoche a causa de tu caballerosa naturaleza?
– Creo que puedo compensarte por eso…
Jackson se dijo que no podía negarse sin levantar sospechas. Sin embargo, incluso cuando empezaba a bajar la cabeza para capturar los labios de ella entre los suyos, sabía que deseaba aquel beso tanto como Alexis, si no más.
El beso empezó lenta y dulcemente, aunque rápidamente se convirtió en una seductora y provocadora caricia. Los labios se separaron y se fundieron los unos con los otros, las lenguas se enredaron y se acariciaron profundamente… A partir de allí, la voracidad se apoderó de ellos. Alex se aferró a él y se puso de puntillas para poder besarlo mejor, dejando que sus senos le acariciaran el pecho.
Jackson le agarró el trasero con ambas manos y deslizó uno de sus muslos entre los de ella. Entonces, la apretó allí donde sabía que la hacía gozar. Un gemido resonó en la garganta de Alex y despertó el deseo y la excitación en él también. Le pareció que no podía saciarse lo suficiente de ella, de su sabor a miel, de su femenino aroma, del modo en que su tierno cuerpo se moldeaba contra el suyo… Los sensuales movimientos de sus caderas repetían de nuevo los gestos que él hacía con la lengua y le advertían que estaba llegando al punto en el que ya no sería posible dar marcha atrás.
«Contrólate». Parecía estar deslizándose por una pendiente sin poder parar. Necesitó hasta el último ápice de su fuerza de voluntad para terminar el beso antes de llevarla a la cama y darle a Alexis exactamente lo que estaba buscando. Su cuerpo… Su alma.
Aquel pensamiento se abrió paso a través de su mente y lo ayudó a salir de la niebla de la pasión en la que estaba sumido. Se apartó rápidamente de ella. Alex lo miró con ensoñación, con los ojos medio cerrados y los labios húmedos y entreabiertos. Resultaba tan encantadora, que Jackson tuvo que apretar los dientes para no bajar la cabeza y volver a besarla una y otra vez.
– Anda, ve a preparar tus cosas antes de que nos distraigamos. Si no nos vamos, nunca descubrirás cuál es mi sorpresa.
Aquellas palabras bastaron para despertar el interés de Alex.
– Volveré enseguida -dijo, antes de desaparecer rápidamente en el dormitorio.
Jackson se pasó una mano por el rostro y paseó por el salón para tranquilizarse un poco. Se recordó que debía seducirla, asegurarse de que se implicaba emocionalmente con él, y luego marcharse con sus propios sentimientos intactos.
Una semana antes, sus fines le habían resultado muy claros y su plan de venganza directo y sin complicaciones. Sin embargo, entonces, no habría creído nunca que fuera a gustarle estar con Alexis. Nunca se habría imaginado que la desearía íntimamente, de un modo que no tenía nada que ver con la venganza ni con la lascivia. Alexis, poco a poco, se estaba convirtiendo en una inexplicable necesidad para él cada vez más difícil de ignorar.
En aquel momento, el teléfono empezó a sonar. Como tenía la mente puesta en otros asuntos, respondió automáticamente la llamada.
– ¿Sí? -preguntó. Un profundo silencio fue su única respuesta-. ¿Sí? -insistió con un leve tono de impaciencia en la voz.
– ¿Es esa la suite de Alexis Baylor? -le dijo por fin la voz de un hombre.
Aquellas pocas palabras fueron suficientes para que Jackson volviera al presente y se diera cuenta de que había contestado el teléfono de Alexis.
– Sí, efectivamente -replicó, lleno de curiosidad por saber a quién pertenecía aquella voz. De soslayo, vio que Alexis salía del dormitorio con la bolsa de viaje en la mano-. ¿Quién la llama?
– Dennis -contestó el hombre, con frialdad.
– Un momento -le dijo Jackson. Entonces, inmediatamente, le entregó el auricular a Alexis-. Es Dennis.
Los ojos de la joven se iluminaron de alegría y se colocó rápidamente el auricular contra la oreja.
– ¡Eh, Merrick! ¿Cómo van las cosas?
Guardó silencio durante un buen rato mientras que Dennis le contestaba a su pregunta. Entonces, ella se volvió a mirar a Jackson con una dulce sonrisa en los labios y, algo ruborizada, dijo:
– Oh… Solo es un amigo que he conocido en la isla.
Un amigo. Jackson ni siquiera trató de analizar por qué aquella descripción le molestó tanto. Ni por qué le hizo querer tocarla de un modo en el que ella reconsiderara la elección de palabras que había usado para describirle.
– Claro que te echo de menos -añadió-. Esta es la primera vez que tú y yo estamos tanto tiempo separados.
Aunque Jackson sabía que solo estaba tranquilizando a Dennis no pudo evitar sentir unos repentinos celos, un sentimiento de posesión que no tenía derecho alguno a experimentar. Cuanto más hablaba ella, más molesto se sentía.
Alexis le hizo un gesto de impaciencia con los ojos y continuó hablando con Dennis.
– Solo hace dos días desde la última vez que llamé, Merrick. Se supone que estoy de vacaciones y no creí que tuviera que llamarte todos los días. Me imaginé que tú tendrías todo bajo control hasta que yo regresara a mi despacho y que me habrías llamado si hubiera surgido algo de importancia.
De repente, la expresión de su rostro se hizo más solemne y se puso algo más pálida, como si Dennis acabara de decirle que, efectivamente, algo muy importante había surgido en su ausencia.
– Un momento, Merrick -murmuró. Entonces, cubrió el auricular con la mano y miró a Jackson-. ¿No te importa darme un par de minutos? Está relacionado con mi empresa.
Jackson sabía que le estaba pidiendo intimidad. Tras afirmar con la cabeza, salió a la terraza y cerró la puerta a sus espaldas, aunque dejó una rendija a través de la cual podría escuchar la conversación.
Se sentó en una de las sillas para poder vigilar a Alexis, pero fingió que estaba contemplando el hermoso jardín que había bajo la suite de Alexis.
– Sigue -le dijo ella a Dennis, mientras se sentaba en el sofá. Unos segundos después, lanzó un grito ahogado-. ¡Fred Hobson! -añadió, guardando de nuevo silencio mientras Dennis le relataba algo-. ¿Están investigando la posibilidad de que eso sea cierto? Dios mío, Dennis, espero que te equivoques en esto. Solo pensarlo… Bueno, esa posibilidad me da náuseas.
Jackson se moría por saber de qué posibilidad estaba hablando. Trató de reconstruir la conversación para descifrar a qué se estaban refiriendo exactamente. Sabía que el nombre era el de su antiguo empleado, el que había vuelto a trabajar a Gametek después de abandonar Extreme Software. El mismo hombre que él creía que Alexis le había enviado con el único propósito de infiltrarse en su empresa para robar tecnología.
Miró fijamente a Alexis y trató de comprender las respuestas que le estaba dando su vicepresidente. Vio que estaba más disgustada por la situación que hostil o a la defensiva.
Jackson la observó atentamente y la confusión empezó a asaltarlo. El lenguaje que expresaba su cuerpo no parecía indicar culpabilidad. De repente, sintió una fuerte necesidad de consolarla. Con un gran esfuerzo, aplastó aquel impulso. Aquella conversación le había dejado demasiadas preguntas sin resolver y, además, no estaba preparado para revelarle aún su identidad, al menos, no hasta que tuviera más datos sobre lo que estaba pasando.
– Sé que no estás tratando de estropearme las vacaciones, Dennis, y no sabes lo mucho que te agradezco que te estés ocupando de eso durante mi ausencia. De acuerdo, lo haré -añadió a los pocos segundos, con una sonrisa en los labios-, pero ponte en contacto conmigo inmediatamente si los abogados descubren algo más. Me mantendré en contacto.
Tras despedirse afectuosamente de su amigo, colgó el teléfono. Entonces, se quedó allí quieta durante un momento. Parecía estar completamente atónita por lo que Dennis le había comentado. Entonces, Jackson regresó al salón.
– ¿Va todo bien?
– Las cosas no van del todo bien en mi empresa -dijo ella, deteniéndose durante un instante como si quisiera analizar lo mucho que quería compartir con él. Entonces, pareció decidir que podía confiar en él-. Mi empresa de software para ordenadores está inmersa en una disputa legal que se acaba de complicar un poco más. Cuando mis abogados empezaron a investigar la querella, descubrieron algo inesperado sobre uno de mis empleados. Me he quedado perpleja con las noticias que Dennis acaba de darme. Solo espero que todo sea un malentendido.
– ¿Quieres hablar sobre ello?
Una parte de él quería creer que Alexis era inocente, tal y como parecía, pero esperaba que la joven se abriera a él y le dijera lo que Dennis acababa de comunicarle por teléfono. Sin embargo, para su desilusión, no lo hizo.
– En realidad, me gustaría olvidarme de todos los problemas que me esperan en casa, porque no hay nada que pueda hacer mientras estoy aquí. Bueno, ya he preparado la bolsa se viaje tal y como tú me has pedido. Dependo de ti para que me distraigas y hagas que me divierta, Jackson.
Sabía que no podía obligarla a que le dijera nada más, así que recogió la bolsa que ella llevaba en la mano y se dispuso a cumplir lo que ella le había pedido.
– Haré todo lo que pueda -prometió.
Jackson había reservado un barco para los dos. Tenía treinta y seis pies de largo y contaba con todas las comodidades y lujos de las suites del hotel. A Alex le encantó el plan de Jackson, que era pasar aquel día y el siguiente recorriendo las islas de la zona. Podrían hacer lo que les viniera en gana, tanto si era tomar el sol, jugar en el agua o acercarse a alguna de las islas para explorar sus playas.
Alex se recostó contra una cómoda butaca que había en la cabina del barco mientras iban avanzando por el tranquilo mar, y respiró profundamente. Se había aplicado gran cantidad de crema solar en el rostro para no quemarse y, mientras Jackson lo preparaba todo para zarpar, ella se había puesto un traje de baño negro, con adornos dorados. Había completado su atuendo con un pareo a juego.
Un suspiro de felicidad se llevó el último grado de tensión que la había atenazado desde su conversación con Dennis. Aquel relajante crucero era exactamente lo que necesitaba para olvidarse de sus preocupaciones. Muy pronto, regresaría a la civilización y a los problemas que acuciaban a su empresa. Muy pronto, tendría que enfrentarse a la posibilidad de que un empleado suyo hubiera hecho lo impensable y hubiera puesto en entredicho la reputación de Gametek. Aquello podría destruir todo en lo que ella había trabajado durante los últimos cuatro años.
Sin embargo, se negó a que nada de todo aquello estropeara aquellos momentos con Jackson. Confiaba en que Dennis se ocupara de todo y se asegurara de que los abogados investigaran la información que habían descubierto sobre Fred Hobson. Por su parte, ella, durante los próximos días, no se iba a preocupar de nada más que de los íntimos deseos que sentía por Jackson. Estaba decidida a conseguir hacer el amor con él. Les quedaba tan poco tiempo juntos, que Alex estaba decidida a llevarse con ella aquel memorable recuerdo.
Lo miró y vio que estaba en el timón, dirigiendo el barco hasta el otro lado de Fantasía de Seducción. Parecía tan relajado en aquel puesto como si fuera un curtido marinero. Como siempre, estaba muy guapo, solo con un bañador azul marino. El viento agitaba sus cabellos, mientras la visión de su glorioso tórax, bronceado por el beso del sol, le provocaba una sensación en el vientre y en el corazón a la que, poco a poco, se estaba acostumbrando.
Sin embargo, a pesar de su actitud relajada, parecía estar muy preocupado y distante desde que se habían marchado del hotel. De hecho, desde que ella había terminado la conversación con Dennis. No sabía por qué.
– No sé cómo me sorprendes continuamente con la habilidad que tienes para saber lo que me hará feliz, pero lo has vuelto a conseguir -dijo Alex, sonriendo-. Dime, ¿cómo conseguiste alquilar un barco tan imponente como este?
– Me estoy empezando a dar cuenta de que todo es posible en las islas de Merrilee -respondió, mientras examinaba el mar-. Le pregunté si habría posibilidad alguna de reservar un barco y su ayudante, Danielle, llamó a un lugar de St. Lucie y consiguió que llevaran el barco a la isla. Se me ocurrió que sería una escapada muy agradable.
– Y lo es. Una escapada de nuestra escapada, con mucha intimidad, ya que estamos en medio del océano…
– Sí, eso también.
– Pareces saber exactamente lo que estás haciendo. Me siento muy impresionada con tus conocimientos de navegación.
– Finjo muy bien.
– Venga, en serio, ¿dónde aprendiste a navegar?
Jackson se encogió de hombros.
– Tengo un barco de treinta pies, más pequeño que este, con el que salgo a navegar los fines de semana. Es mi manera de escaparme cuando la vida se vuelve demasiado estresante.
De nuevo revelaba algo sobre su intimidad. Alex había respetado su reserva, pero esperaba que él le diera alguna vez algo con más peso que los pequeños retazos de su vida con los que le había ilustrado hasta entonces.
– Entonces, ¿tienes una vida ajetreada? -preguntó ella, esperando obtener más detalles.
– ¿Acaso no la tenemos todos?
Nada. Alexis se mordió los labios por la frustración de no haber conseguido sacarle nada. Había respondido su pregunta con una pregunta que ella no tenía por qué responder. Suspiró, decidió no prestarle más atención a aquel tema y, en vez de eso, reavivó algunos de los recuerdos de su infancia para poderlos compartir con Jackson.
– No he estado en un barco desde que era una niña -le dijo-. En realidad, desde que mis padres murieron. Ellos tenían un barco y salíamos a navegar por la costa de San Diego casi todos los fines de semana. A ellos les encantaba navegar y volar, estar al aire libre… De hecho, no me había dado cuenta de lo mucho que echaba de menos la navegación hasta ahora.
– ¿Qué le ocurrió al barco de tus padres cuando ellos murieron?
– Mi tío lo vendió. A él no le gustaba navegar ni los pasatiempos al aire libre. Las pocas veces que vino con nosotros a un crucero, se pasó la mayor parte del tiempo con la cara de color verde y asomado por el costado del barco.
Jackson se echó a reír. De repente, la proa del barco cortó una ola y salpicó de agua toda la cubierta, refrescándolos a los dos.
– ¿Has pensado en comprarte de nuevo otro barco ahora que eres mayor?
– Tal vez lo haga algún día, cuando tenga a alguien en mi vida a quien le guste navegar tanto como a mí.
«Alguien como tú», pensó, sin poder evitarlo. Sabía que aquellos pensamientos eran inútiles. Su tiempo con Jackson estaba muy limitado. No tenía ningún derecho a desear más.
Decidió que debía disfrutar el momento, porque, en lo que se refería a su fantasía, no parecía haber avanzado mucho, por muy bien que él la hiciera sentirse. Se cubrió los ojos con la mano y miró hacia la isla. Entonces, decidió esforzarse para que cada momento que pasara con él fuera inolvidable. También llegó a la conclusión de que debía darle tanto como pensaba tomar de él para que los dos pudieran regresar a sus casas con recuerdos muy especiales, recuerdos que les pudieran durar toda una vida.